¿Qué fueron los Acuerdos de Múnich? - El Orden Mundial - EOM
30 de septiembre de 1938

¿Qué fueron los Acuerdos de Múnich?

En los Acuerdos de Múnich, Francia y el Reino Unido accedieron a que la Alemania nazi se anexionara los Sudetes, una cordillera checoslovaca donde vivían tres millones de alemanes. Pretendían frenar el expansionismo de Hitler, pero no evitaron que invadiera Polonia un año después, provocando el estallido de la Segunda Guerra Mundial.
¿Qué fueron los Acuerdos de Múnich?
Chamberlain, Daladier, Hitler, Mussolini, y Ciano fotografiados antes de firmar los Acuerdos de Múnich. Fuente: Wikimedia.

Después de consolidar su poder como führer de la Alemania nazi en 1934, Adolf Hitler lanzó una política expansionista para recuperar los territorios perdidos tras la Primera Guerra Mundial. El Tratado de Versalles de 1919 había obligado a Alemania a ceder su imperio colonial y a renunciar a algunas de sus regiones europeas en favor de Francia, Bélgica, Dinamarca y las recién creadas repúblicas de Austria, Checoslovaquia, Polonia y Lituania. Sin embargo, el Tratado establecía que las poblaciones separadas de Alemania podrían ejercer su derecho de autodeterminación en un plebiscito al cabo de quince años.

Hitler defendía que el pueblo alemán necesitaba garantizarse un “espacio vital” o lebensraum, lo que implicaba devolverle a Alemania las zonas de Europa habitadas por alemanes. Las más próximas eran Austria y la región checoslovaca de los Sudetes, por lo que Hitler presionó a ambos países para que cedieran esos territorios. Tras meses de coacciones y ante la amenaza de una invasión nazi, el Gobierno austriaco accedió en marzo de 1938 a que su país se unificara con Alemania. Sin embargo, el presidente checoslovaco, Edvard Beneš, opuso mayor resistencia. La crisis de los Sudetes devolvió a Europa a la tensión previa a la Primera Guerra Mundial y fue la antesala de la Segunda.

El fracaso de la política de apaciguamiento

Francia y el Reino Unido respondieron al expansionismo de Hitler con una política de apaciguamiento. Su máximo defensor era el primer ministro británico, Neville Chamberlain, quien deseaba evitar a toda costa otra guerra incluso si eso suponía ceder ante las reclamaciones de Alemania y violar el Tratado de Versalles. En virtud de esa política, los Gobiernos británico y francés no prestaron ayuda a Austria, que fue la primera víctima de la expansión alemana. 

Seis meses después era Checoslovaquia la que padecía las presiones del Reich. La unificación con Austria, conocida como Anschluss, y la crisis económica que azotaba los Sudetes azuzó el nacionalismo de los alemanes de la región. El Partido Alemán de los Sudetes, filial local del Partido Nazi, exigió al Gobierno checoslovaco el derecho de autodeterminación, contemplado en el Tratado de Versalles. Hitler recogió esa demanda y ordenó a las tropas entrar en Checoslovaquia el 1 de octubre de 1938 si su Gobierno no cedía.

Una nueva guerra parecía inminente y ni el Reino Unido ni Francia estaban preparadas para luchar. Por ello, Chamberlain era partidario de que Checoslovaquia renunciase a los Sudetes si así Hitler dejaba al resto de Europa en paz. El primer ministro francés, Édouard Daladier, recelaba del líder alemán, pero tampoco hizo grandes propuestas de apoyo al Gobierno checoslovaco.

Ante el temor de que Alemania lanzara una invasión, Chamberlain y Daladier accedieron a reunirse con Hitler en su propia casa de Múnich para negociar. Al encuentro asistió el dictador italiano, Benito Mussolini, en calidad de mediador, pero no se permitió la entrada a ningún representante checoslovaco ni de la Unión Soviética. Francia y el Reino Unido acordaron presionar al presidente Beneš para que cediese, confiando en que eso contendría el avance nazi por Europa. Es decir, los aliados de Checoslovaquia iban a permitir que se desmembrara el país y habían excluido a su Gobierno del proceso. Los checoslovacos bautizaron este pacto como “la traición de Múnich”.

Los Acuerdos de Múnich dieron carta blanca a Hitler

Con los Acuerdos de Múnich, las potencias occidentales accedieron a todas las demandas de Hitler a condición de que respetase la integridad territorial del resto de Checoslovaquia. Alemania se anexionó más de 16.000 kilómetros cuadrados donde vivían tres millones y medio de personas y, además, aprovechó la indefensión checoslovaca para permitir a Polonia anexionarse el territorio de Teschen y a Hungría hacerse con una franja de Eslovaquia y Rutenia, todas regiones checoslovacas. En total, Checoslovaquia perdió cinco millones de habitantes y una tercera parte de su territorio.

La opinión pública internacional consideró a Chamberlain y Daladier héroes que habían impedido la guerra, pero los Acuerdos no frenaron el expansionismo alemán, sino que lo facilitaron. La absorción de los Sudetes reforzó la posición de Alemania, que pronto firmó pactos económicos con Hungría, Rumanía y Bulgaria, y fortaleció su amistad con la Italia de Mussolini. Menos de un año después, en marzo de 1939, la debilitada Checoslovaquia desapareció. Las tropas alemanas invadieron y anexionaron las regiones de Bohemia y Moravia, y en el resto del país se fundó la República Eslovaca, un Estado satélite del Tercer Reich.

La anexión de Checoslovaquia confirmó al Reino Unido y Francia que el expansionismo nazi no se podría frenar con negociaciones, por lo que ambas potencias decidieron tomar parte ante las nuevas reclamaciones territoriales de Hitler. Cuando las tropas alemanas invadieron Polonia el 1 de septiembre, los Gobiernos francés y británico le declararon la guerra a Alemania. Había estallado la Segunda Guerra Mundial.

Ana Montes

Madrid, 1998. Máster en Relaciones Internacionales y Diplomacia en la Escuela Diplomática. Política e intrahistoria.

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