Mitología griega

Hera, la protectora y vengativa diosa del Olimpo

El juicio de Paris, cuadro pintado por el artista Enrique Simonet en 1904. De izquierda a derecha, las diosas Atenea, Hera y Afrodita, Eros y el príncipe troyano Paris. Museo de Málaga.

El juicio de Paris, cuadro pintado por el artista Enrique Simonet en 1904. De izquierda a derecha, las diosas Atenea, Hera y Afrodita, Eros y el príncipe troyano Paris. Museo de Málaga.

El juicio de Paris, cuadro pintado por el artista Enrique Simonet en 1904. De izquierda a derecha, las diosas Atenea, Hera y Afrodita, Eros y el príncipe troyano Paris. Museo de Málaga.

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El nombre de la diosa Hera, la todopoderosa esposa de Zeus, el dios supremo del panteón griego, podría traducirse como "señora" o "dama", como el femenino de heros, "señor". A Hera se la representa siempre como a una imponente mujer ya en su madurez, de gran belleza, aunque con un aspecto severo. En ocasiones, Hera aparece sentada en un trono, tocada con una diadema y a menudo acompañada de un pavo real, un ave sagrada para esta divinidad.

Tal vez lo más característico de Hera sea su carácter dual. La diosa es, por un lado, una mujer fiel y protectora, pero, por otro, las continuas infidelidades de su esposo Zeus la convierten en la divinidad más celosa y vengativa de todo el Olimpo. De hecho, para los antiguos griegos, Hera constituía el arquetipo de mujer tradicional, firme defensora del matrimonio y de la vida familiar. Y es que la diosa luchaba contra viento y marea para defender estas dos instituciones a cualquier precio.    

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Pero los celos de Hera no tenían límite, y la diosa aprovechaba cualquier oportunidad para vengarse de las innumerables amantes de su esposo, desde la doncella tebana Sémele, hasta las argivas Io o Dánae, entre otras. Para todas tenía la diosa preparada una terrible venganza que llevaba a cabo sin remordimiento alguno. Sin embargo, curiosamente, a pesar de que Zeus mantenía relaciones con infinidad de mujeres a las que engañaba para yacer con ellas, el objeto final de la venganza de Hera casi nunca era su esposo, sino estas mujeres y los hijos que el dios engendraba con ellas.

Historia y familia

Al igual que la de su esposo y hermano Zeus, la historia de la diosa Hera empieza cuando, como a sus otros hermanos, su padre Cronos la engulle nada más nacer debido a que una profecía vaticinaba que uno de sus hijos le arrebataría el trono. A pesar de que este es el mito más extendido sobre el nacimiento de la diosa, existen otros. En uno, Hera no es devorada por Cronos, y en lugar de ello es criada por tres nodrizas llamadas Eubea, Prosimna y Acrea. Otro, sin embargo, cuenta que Hera fue entregada por su madre, Rea, al cuidado de Océano y Tetis.

Al igual que la de su esposo y hermano Zeus, la historia de la diosa Hera empieza cuando, como a sus otros hermanos, su padre Cronos la engulle.

Zeus y Hera, cuadro pintado por el artista irlandés James Barry entre 1790 y 1799. Graves Art Gallery, Sheffield, Inglaterra.

Zeus y Hera, cuadro pintado por el artista irlandés James Barry entre 1790 y 1799. Graves Art Gallery, Sheffield, Inglaterra.

Zeus y Hera, cuadro pintado por el artista irlandés James Barry entre 1790 y 1799. Graves Art Gallery, Sheffield, Inglaterra.

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Hera también es conocida por ser la divinidad protectora del matrimonio, así como por su naturaleza violenta y vengativa, principalmente contra las amantes de Zeus y sus descendientes, como se ha apuntado, y contra los mortales que la ofendían, como Pelias, rey de Yolco, el cual asesinó a una mujer en una templo que le estaba dedicado, o el príncipe troyano Paris, quien la ofendió gravemente al elegir a Afrodita como la diosa más bella del Olimpo en una competición.

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Garante de la fidelidad conyugal

Como diosa del matrimonio, Hera representaba el arquetipo de la fidelidad conyugal. De hecho, la diosa no podía soportar las constantes infidelidades de Zeus, que realmente fueron muchas y variadas. Uno de estos casos es el de la doncella Sémele, hija del rey tebano Cadmo y de la diosa Harmonía. Cuando Hera se enteró de que Sémele estaba embarazada del principal dios del Olimpo, se disfrazó como su niñera y la persuadió para que le pidiese a Zeus que se mostrase ante ella en su auténtica forma.

Como diosa del matrimonio, Hera representaba el arquetipo de la fidelidad conyugal. De hecho, la diosa no podía soportar las constantes infidelidades de Zeus.

Io, a la izquierda aún con los cuernos de ternera, es recibida en Egipto por la diosa Isis, sentada y sosteniendo una serpiente. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

Io, a la izquierda aún con los cuernos de ternera, es recibida en Egipto por la diosa Isis, sentada y sosteniendo una serpiente. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

Io, a la izquierda aún con los cuernos de ternera, es recibida en Egipto por la diosa Isis, sentada y sosteniendo una serpiente. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.

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Así, ante la insistencia de la joven, el dios, que se negaba puesto que hacerlo significaba condenarla a muerte, finalmente cedió y cuando se mostró en toda su magnificencia, sus rayos y el fuego que estos desprendían provocaron la muerte de Sémele. Zeus pudo rescatar al niño de sus entrañas y decidió finalizar su gestación cosiéndolo a su propio muslo. Unos meses después llegaba al mundo Dioniso, dios del vino e inventor del teatro.

Otro caso paradigmático fue el de Io, según algunas versiones hija de Ínaco, rey de Argos, y de una oceánide llamada Melia. Cuando Hera se enteró de la relación de Zeus y la doncella argiva, paradójicamente sacerdotisa de la propia Hera, esta montó en cólera e Io tuvo que ser convertida en una ternera blanca por el propio Zeus para no que no sufriese la ira de la diosa despechada. Pero Hera sabía que la delicada ternera era la propia Io y ordenó a Argos panoptes (que todo lo ve), un gigante de cien ojos, que la vigilara estrechamente.

Pero Hermes, a instancias de Zeus, adormeció al gigante (al que acto seguido mató) y liberó a Io. Furiosa, Hera envió un tábano para que persiguiera y atormentase con su aguijón a Io, lo que provocó que esta emprendiera una desesperada huida que acabó en Egipto, donde Zeus volvió a transformarla en mujer. Pero ninguna de las amantes de Zeus se libró de la ira de Hera. Leto, Alcmena, Europa, Dánae… y otras muchas atrajeron al dios supremo, y a todas ellas intentó castigarlas su esposa de la forma más cruel. 

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Y es que la naturaleza violenta de Hera no pasa desapercibida en la mitología griega. Sin ir más lejos, el propio Heracles sufrió la ira de la celosa diosa por ser el hijo que Alcmena, esposa de Anfitrión, rey de Trecén, tuvo con Zeus. Nada más nacer el futuro héroe, la diosa envió contra él dos serpientes para que acabaran con su vida mientras el niño dormía en su cuna. Pero haciendo alarde de la colosal fuerza que le caracterizaría, Heracles mató a los ofidios y luego se dedico a jugar con sus cuerpos inertes.

Existe una versión del mito que cuenta que Hera fue engañada por Zeus y amamantó a Heracles sin saber quien era. Al descubrir el engaño, lo retiró rápidamente de su pecho y entonces un chorro de su leche formó la Vía Láctea. De hecho, tal era el odio que Hera sentía por el héroe que obligó al primo de Heracles, el rey Euristeo de la Argólida, a que le encargara los famosos doce trabajos que el héroe llevó a cabo sin problema. Hera solo se reconcilió con Heracles cuando este finalmente murió y, divinizado, ascendió al Olimpo. 

Descendencia

No son muchos los hijos que se atribuyen a la diosa Hera, pero entre ellos se encuentran Ares, el agresivo dios de la guerra; Hebe, diosa de la juventud y copera del Olimpo, la cual se casó con Heracles tras su divinización; Ilitía, diosa de los partos, o Eris, diosa de la discordia. En algunos mitos, Hera tiene la capacidad de engendrar descendencia sin necesidad de unión física con ningún varón. Es por este motivo que algunos autores aseguran que, celosa por que Zeus diera a luz él mismo a la diosa Atenea (que, recordemos, surgió de la cabeza del dios ya adulta y completamente armada), engendró al dios Hefesto sin aparearse con su esposo Zeus. 

Pero por desgracia Hefesto nació cojo, y por este motivo una decepcionada Hera lo expulsó del Olimpo. Como castigo hacia su madre, Hefesto, que se convertiría en un hábil herrero, construyó un trono mágico para que cuando Hera se sentara en él no pudiera volver a levantarse. Después de que Hera quedase atrapada en el lujoso asiento, los demás dioses rogaron a Hefesto que regresara al Olimpo para liberar a su madre, pero este se negó en repetidas ocasiones hasta que Dioniso lo emborrachó y lo llevó de vuelta al Olimpo a lomos de una mula para que liberara a Hera, a lo que el dios finalmente accedió tras recibir a la hermosa Afrodita como esposa. 

Pero por desgracia Hefesto nació cojo, y por este motivo una decepcionada Hera lo expulsó del Olimpo.

Tetis recibe de manos de Hefesto las armas para su hijo Aquiles, cuadro pintado por el artista flamenco Anthony van Dyck en 1630. Museo de Historia del Arte, Viena.

Tetis recibe de manos de Hefesto las armas para su hijo Aquiles, cuadro pintado por el artista flamenco Anthony van Dyck en 1630. Museo de Historia del Arte, Viena.

Tetis recibe de manos de Hefesto las armas para su hijo Aquiles, cuadro pintado por el artista flamenco Anthony van Dyck en 1630. Museo de Historia del Arte, Viena.

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Además de engendrar a estos dioses, Hera crio también a la ninfa Tetis como a su propia hija y la casó con Peleo, rey de Egina, con quien engendraría al héroe Aquiles. Además de cuidar de este, Hera crio también a algunos monstruos, como el famoso león de Nemea (al que Heracles cazó en su primer trabajo y con cuya piel se cubrió desde entonces), a la hidra de Lerna (también vencida por Heracles en su segundo trabajo) y al dragón guardián de las manzanas de oro de las Hespérides, también derrotado por Heracles en su onceavo trabajo. 

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Equivalentes de Hera en otras mitologías

Sin duda, una de las diosas que más equivalencias presenta con Hera es la diosa Juno en la mitología romana. Los romanos remarcaron aún más si cabe el papel de Juno como madre y protectora de todas las mujeres, así como de valedora de la institución del matrimonio. Además, en cada etapa decisiva en la vida de una mujer, a Juno se le aplicaba un epíteto distinto, por ejemplo cuando tomaba el aspecto de diosa del matrimonio se la llamaba Juno Jugalis, cuando las parturientas le suplicaban su ayuda se la conocía bajo el nombre de Juno Lucina y también los niños recién nacidos eran puestos bajo su protección. 

Sin duda, una de las diosas que más equivalencias presenta con Hera es la diosa Juno en la mitología romana.

Fresco encontrado en Pompeya en el que aparece representada la diosa Juno. Museo Arqueológico, Nápoles.

Fresco encontrado en Pompeya en el que aparece representada la diosa Juno. Museo Arqueológico, Nápoles.

Fresco encontrado en Pompeya en el que aparece representada la diosa Juno. Museo Arqueológico, Nápoles.

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Pero Juno era también la patrona suprema de las madres de familia y de las esposas respetables (matronas), y bajo esa advocación era conocida con el nombre de Juno Matronalia. De hecho, el 1 de marzo de cada año, las mujeres romanas celebraban una fiesta en su honor llamada Matronalia. Juno también formaba parte de la Tríada Capitolina, el grupo de tres divinidades protectoras del Estado romano: Júpiter, Juno y Minerva. Aun así, Juno ocupa un lugar menos destacado en el panteón romano que su equivalente Hera en el griego, pero, sin embargo, es una diosa mucho más cercana a los mortales y a sus preocupaciones que la poderosa diosa griega.

Objetos relacionados Con Hera

Hera se suele representar como una diosa imponente, vestida con un peplo (un vestido sin mangas) y sosteniendo un cetro en una mano y un lirio en la otra. A menudo, la diosa va tocada con una corona o un velo que simbolizan su posición preponderante en el Olimpo y en el panteón. El símbolo principal de Hera es el pavo real, al cual adoptó por su belleza y elegancia, y son muchas las ocasiones en las que la diosa aparece acompañada de este animal o portando consigo una pluma de esa ave. De hecho, según el mito, la hermosa cola del pavo real está decorada con los cien ojos del gigante Argos, fiel servidor de Hera, al cual la diosa quiso honrar tras su muerte a manos de Hermes.

Hera se representa como una diosa imponente, vestida con un peplo (un vestido sin mangas) y sosteniendo un cetro en una mano y un lirio en la otra.

Uno de los símbolos que acompañan a la diosa Hera es el pavo real, cuya cola contiene los cien ojos del gigante Argos.

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A Hera también se la asocia con la vaca. En realidad, Hera presenta ciertas similitudes con la diosa egipcia Hathor, una divinidad que en ocasiones tiene un aspecto maternal y que también es representada como una vaca con el disco solar entre los cuernos. Finalmente, otro importante atributo de Hera es la granada, una fruta que simboliza la eternidad. En la isla de Samos, por ejemplo, donde se encuentra un importante templo dedicado a Hera, se han descubierto granadas votivas hechas de marfil.

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Lugares sagrados dedicados a Hera

El culto a Hera estuvo muy extendido en el mundo griego. La diosa era la patrona de Argos, donde poseía santuarios desde mediados del siglo VIII a.C. Hera también fue venerada en ciudades como Olimpia, Tirinto, Corinto y la isla de Delos. Por otra parte, la isla de Samos, que en algunos mitos es el lugar de nacimiento de la diosa, ya era un poderoso centro de culto a Hera durante el período micénico. Allí, a mediados del segundo milenio a.C. y a partir del siglo VIII a.C., se fundó un importante santuario, el Hereo, que prosperó hasta época romana.

El culto a Hera estuvo muy extendido en el mundo griego. La diosa era la patrona de Argos, donde poseía santuarios desde mediados del siglo VIII a.C.

Templo de estilo dórico dedicado a la diosa Hera en Paestum, en el sur de Italia.

Templo de estilo dórico dedicado a la diosa Hera en Paestum, en el sur de Italia.

Templo de estilo dórico dedicado a la diosa Hera en Paestum, en el sur de Italia.

Berthold Werner (CC BY-SA 3.0)

Hera era muy apreciada también en Elis, una ciudad situada al noroeste del Peloponeso, donde las monedas acuñadas entre los siglos V y IV a.C. llevaban la efigie de la diosa. Asimismo, en toda Grecia se celebraron competiciones deportivas en las que solamente podían participar mujeres, como los Juegos hereos (heraia), en honor a la diosa Hera, así como festivales matrimoniales anuales (hierogamia) en los que las parejas representaban el matrimonio entre Zeus y Hera, los reyes del Olimpo.