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La leyenda amatoria de Jack Nicholson, que hasta los 37 no supo quién era su madre

Jack Nicholson cumple 85 años alejado de las pantallas, pero en condición de leyenda viva del cine.

Jack Nicholson cumple 85 años alejado de las pantallas, pero en condición de leyenda viva del cine.
Nicholson, con Faye Dunaway y Angelica Huston. | Cordon Press

A Jack Nicholson le ha acompañado siempre la etiqueta de ser un actor capacitado para interpretar personajes de muy variados caracteres. Un virtuoso para ser cada vez distinto a los ojos de espectadores de todo el mundo. En Batman, por ejemplo, rizó el rizo, que se dice: el disfrazado "Joker". Mas no precisaba tantas veces de pintarse la cara como un payaso para convertirse en otro. Versátil, siguiendo las enseñanzas del método implantado en el "Actor´s Studio". A veces, en las comedias, era el seductor de aire cínico. Aunque comenzó siendo un chico de barrio mezclado con pandillas de golfos y delincuentes, véase Easy Rider. Una filmografía diversa que engloba títulos como Chinatown, Reds, El resplandor, El honor de los Prizzi, Alguien voló sobre el nido del cuco, que le reportó un Óscar, sumado a los otros dos por La fuerza del cariño y Mejor… imposible… En fin: todo un currículo fascinante de quien este 22 de abril cumple ochenta y cinco años. Y una leyenda amorosa que lo convierte en uno de los seductores de Hollywood que más mujeres conquistó, sólo superado por el mayor de todos, Warren Beatty.

Jack se retiró del mundo artístico en 2010, tras rodar ¿Cómo sabes si…?, cuando se rumoreó que estaba enfermo e iba perdiendo progresivamente la memoria y sus facultades físicas. Lo que luego resultó que no era del todo cierto. Y, claro está, a su provecta edad, también se ha jubilado de sus actividades sexuales. Se ignora si hay alguna mujer ahora en su vida, pues lo último que se sabe de él, dado que no lleva ninguna agenda social, es que parece un ermitaño recluido en su residencia de Los Ángeles, al cuidado de un preceptivo servicio.

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El periodista Manuel Román con Nicholson | Archivo

Natural de Nueva Jersey, Jack no se enteró de quién era verdaderamente su madre hasta que, con treinta y siete años, siendo ya un actor respetable, leyó en la revista Time que quién él creía serlo no era tal, ¡sino su hermana June! Puede imaginarse la cara de pasmo y espanto que se le quedó, tras verificar con sus familiares si ello era verdad. Y lo fue. Así es que su abuela, que Jack creyó hasta aquel momento que lo había parido, fue de todas formas quien sacó adelante su familia, compuesta de tres hijos. El marido se había ido a comprar tabaco, entretanto. Y Jack, era uno de ese trío, alumbrado por la antes citada Jane, una corista que terminó siendo cabaretera, de vida disoluta. Tuvo a Jack de unas relaciones ocasionales quizás con cualquiera de los hombres que frecuentaba en sus noches de vicio y alcohol. Y el futuro gran actor parece ser que nunca pudo enterarse fehacientemente de la identidad de su progenitor. Se barajaron dos nombres: un tal Eddie King, de Letonia, pero el que cobró más verosimilitud fue el de Don Furcillo, tipo al que se asoció sexualmente con Ethel May, abuela de Jack y la propia June. Fuese quien fuese le diera a luz, tampoco June se ocupó de Jack: lo crió su tía Lorraine.

En su juventud Jack Nicholson quiso ser jugador de béisbol, nada del otro jueves en Estados Unidos, como si en España a un chico le diera por ser futbolista o torero. El caso es que terminó siendo actor. A lo que llegó siendo primeramente componente de un equipo del departamento de dibujos animados de unos estudios de Hollywood. Por los pasillos se cruzó alguna vez con Grace Kelly, de la que se enamoró, por supuesto sin llegar a acercarse a ella. Lo cierto es que se inscribió en una escuela de interpretación, acabó siendo guionista y entabló relaciones con la actriz, pintora y escritora Sandra Knight, que en 1962 se convirtió en su primera y única esposa en su vida, padres de una niña, Jennifer nacida en 1963. La infidelidad permanente de Jack dio al traste con aquella unión en 1966. Y desde entonces el actor nunca quiso ya repetir el casorio y cuantas relaciones posteriores serían puramente sin papeles de por medio.

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Jack Nicholson | Archivo

Jack Nicholson vivió momentos difíciles cuando rodó la película que le significó un trampolín hacia la popularidad, Easy Rider, que es cuando se aficionó a tomar drogas asiduamente. Supo desengancharse. Y así nunca más, al menos públicamente, se le asoció con el consumo de estupefacientes, los tomara o no. Y si fue así, supo disimularlo en el transcurso de las sesenta y pico películas que rodó.

Lo que resultó público y notorio fueron sus romances y los hijos que tuvo consecuencia de esos roces. Con la actriz Susan Anspach fue padre en 1970 por segunda vez, de Caleb Godard. La aventura junto a la modelo Winnie Hollman le deparó convertirse de nuevo en progenitor de un bebé, Honey. Y en dos ocasiones más con otra actriz Rebecca Broussard, de dos niños, Lorraine, en 1990 y Raymond, dos años después. Finalmente fue padre de Tessa, por su relación con Jeannine Gourín. No consta que se ocupara de sus descendientes. Le era más cómodo encamarse con actrices, en vez de ir buscando novias por otros lugares que no fueran los propios estudios cinematográficos.

Jack Nicholson, acaso por el turbio pasado que les hemos descubierto, vivió alejado de todo convencionalismo de parejas, sin ataduras de clase alguna. Se metía en la cama con la primera que se acercaba a él y ¡adiós, muy buenas! Tuvo amantes a porrillo, la mayoría como decíamos de su propio ambiente cinematográfico: Rachel Ward, Janice Dickinson, Jon Mitchell, Candice Bergen, Michelle Phillips (componente del cuarteto Mamá´s and the Papa´s, la que no era gorda), Lara Flynn Boyle, con quien estuvo un quinquenio entre 1999 y 2004, la protagonista de Twin Peaks, treinta y cuatro años más joven que él)… De todas ellas, puede que quien más lo comprendió fue Angelica Huston, hija del legendario director cinematográfico, dueña de un notable apéndice nasal, excelente actriz. Pero Jack nunca quiso comprometerse con ella más allá de tenerla a su disposición en el catre cuanto tiempo quiso. Se entendían, desde luego. En esa larga lista de despreocupados amores para él, anotemos su apasionado lío con Margarita Trudeau, libertina esposa de quien fuera primer ministro de Canadá. Y ligues ocasionales con Cristina Onassis, Bianca Jagger (que con tantos se enrolló antes y después de estar con el líder de los Stones), Jill St. John (otra que tal, a quien encumbró como amante Frank Sinatra), Diane Keaton, Melanie Griffith (antes de conocer a nuestro bonachón Antonio Banderas), y en el aire queda si también se encamó con Meryl Streep, cuando rodaban Tallo de hierro y la púdica actriz quedó prendada de los encantos de su oponente. Porque Jack Nicholson sabía mirarlas, entre dulce y un punto lujurioso.

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Jack Nicholson | Cordon Press

Jack era un tipo independiente, que gustaba con las mujeres de imponer sus gustos y manías. A veces resultaba iracundo, como cuando en 2004 se vio involucrado en un accidente y la tomó con un coche ajeno, al que destrozó con un palo de golf. Su propietario lo denunció por romperle el techo y parabrisas de su "Mercedes". Vista la resolución judicial, Nicholson fue obligado a indemnizarle con medio millón de dólares.

Se había comprado una villa en Mullrolland Drive, en la cima de una colina, territorio de Hollywood donde residían glorias del cine como él y el idolatrado Marlon Brando, con quien hizo buenas migas y hasta rodaron juntos en 1976 la película The Missouri Breaks. Poco a poco, Jack Nicholson fue hartándose del cine, sus obligaciones, sus miserias. Había ganado millones de dólares, que supo invertir, por ejemplo, en obras de arte; poseía pinturas de Magritte, Matisse, Picasso… Engordó hacia 2013, cuando ya llevaba tres años retirado de toda actividad artística. Hubo chismes, como comentábamos al principio, acerca de su salud, cuando se dijo que estaba a las puertas del mal de Alzhéimer. Desde entonces, se ha publicado poco, casi nada sobre él. Que es una leyenda viva del cine. Lo entrevisté a solas por espacio de una hora cuando en 1975 vino a Madrid a presentar su aclamada película Chinatown. Ocupó una suite de un lujoso hotel madrileño, entonces llamado Villa Magna. Me recibió muy cortés. En una mesita tenía un libro de Nietzsche. Estaba claro que no era un galán al uso, sino muy cultivado. Enarcaba las cejas a menudo durante la conversación que sostuvimos. Al finalizar la charla supe que había quedado a almorzar en Casa Lucio con un grupo de críticos cinematográficos. Vestía chaqueta beige, pantalones de ropa ligera, camisa a cuadros y con un toque que para él resultaría "chic", se había servido de una pajarita. Me pareció, pese a tal despropósito, un tipo fascinante.

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