La interminable búsqueda del sarcófago de Micerino

El sarcófago de Micerino fue localizado en 1837 y se hundió en aguas españolas durante su transporte hacia Reino Unido en 1838. Desde entonces ha habido muchos intentos fallidos de localizarlo y recuperarlo de su tumba acuática.

Vista aérea del complejo funerario de Micerino en Giza. En la pirámide se aprecia la gran grieta hecha por el hijo de Saladino.

Vista aérea del complejo funerario de Micerino en Giza. En la pirámide se aprecia la gran grieta hecha por el hijo de Saladino.

Vista aérea del complejo funerario de Micerino en Giza.

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Hace pocas semanas, en una de nuestras newsletters hablamos sobre el polémico proyecto de restauración de la pirámide de Micerino, que tras muchos dimes y diretes concluyó con el rechazo sin paliativos del plan por parte de un prestigioso comité de expertos del que formaba parte el mediático egiptólogo Zahi Hawass. En nuestro repaso por esta historia, y por las vicisitudes que ha corrido a lo largo del tiempo la más pequeña de las pirámides que se alzan en la meseta de Giza, hicimos una pequeña referencia al hallazgo en el interior de la cámara funeraria del faraón de un imponente sarcófago de granito que, al parecer, acabó en el fondo del mar cuando el barco que lo transportaba con destino a Inglaterra naufragó, yéndose a pique con todo su valioso contenido. Dijimos que esa era otra historia. Una historia que vamos a contar ahora. 

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En 1837, un militar inglés llamado Richard William Howard Vyse, acompañado de su fiel colaborador, el ingeniero John Shae Perring, decidió explorar el interior de la pirámide de Micerino. Tras penetrar por una enorme grieta en una de sus caras, abierta en el siglo XII (que no dudó en agrandar mediante el uso de la pólvora), Vyse llegó hasta la cámara funeraria, donde encontró el sarcófago de basalto del faraón, sin tapa, decorado por todos sus lados con lo que se conoce como una "fachada de palacio", un motivo decorativo con entrantes y salientes típico del Reino Antiguo. La colosal pieza medía 2,43 metros de largo, 0,94 de alto y 0,88 de ancho. El interior estaba vacío, aunque en la cámara se localizaron los restos de un ataúd de madera que contenía una momia. Pero no era Micerino, sino alguien que fue enterrado mucho después de la muerte del faraón, concretamente dos mil años después. El caso es que Vyse, deslumbrado por el majestuoso sarcófago, ni corto ni perezoso, decidió llevárselo.  

El trabajo que supuso extraer el sarcófago (del que Perring hizo unos excelentes dibujos que nos han permitido conocer su aspecto) del interior de la pirámide fue titánico, y más aún trasladarlo hasta el barco que esperaba a orillas del Nilo para llevar su pesada carga hasta Alejandría, adonde llegó a finales de septiembre de 1838 y desde donde Vyse tenía previsto embarcarlo, junto con muchos otros objetos arqueológicos, en la goleta Beatrice, rumbo a Londres. 

El Beatrice partió del puerto de Alejandría el 13 de octubre de 1838, con unas condiciones climáticas que parecían de lo más favorable. Pero tras hacer escala en la isla de Malta, lo que comenzó como una travesía tranquila se fue complicando, y finalmente se desató una gigantesca tempestad. En pocos minutos, el tremendo oleaje sacudió violentamente el navío, que acabó hundido en las profundidades marinas, cerca de la costa española, en las proximidades de Cartagena. Afortunadamente, la tripulación al completo pudo salvar la vida.   

La goleta estaba asegurada, así que tras un juicio en el que el capitán y los marineros tuvieron que declarar, aunque no supieron dar noticia exacta de donde se había producido el naufragio, la compañía aseguradora Lloyd’s tuvo que pagar religiosamente 126 libras por la carga perdida en el fondo del mar (los registros de carga del Beatrice dicen que esta era muy voluminosa, exactamente 224 toneladas). Aunque la suma era exorbitante para la época, el precio de las piezas arqueológicas perdidas, principalmente el sarcófago de Micerino, en realidad es incalculable… 

Aunque el hundimiento del Beatrice con todo su cargamento (se especula que entre el cabo de Palos y la localidad murciana de Mazarrón) fue una tragedia para la arqueología, en su momento tan solo ocupó algún que otro titular en los periódicos. De hecho, no sería hasta finales del siglo XIX cuando una sociedad inglesa intentó obtener la autorización del Gobierno de España para realizar la búsqueda, sin conseguirla. Ya en 1932, otra compañía británica lo solicitó, pero las autoridades españolas también se lo negaron. Una última intentona tuvo lugar mucho más tarde, en 1985, por parte de un grupo de investigadores españoles, pero de nuevo surgieron problemas burocráticos y también diplomáticos entre Reino Unido y España por la propiedad de lo que pudiera recuperarse. 

Tuvieron que pasar algunos años más hasta que la Fundación Arqueológica Clos de Barcelona, que gestiona el Museo Egipcio de la Ciudad Condal, decidió en 1996 poner en marcha un ambicioso proyecto, que bautizaron como "Salvar al Faraón", para intentar localizar y recuperar de su tumba acuática el sarcófago de Micerino. Pero de nuevo los problemas burocráticos se encargaron de dar al traste con el plan, que ha quedado aparcado indefinidamente. Hasta que en 2008, Zahi Hawass, que por entonces era secretario general del Consejo Supremo de Antigüedades de Egipto, anunció a bombo y platillo su intención de organizar una expedición para localizar el esquivo sarcófago, y también afirmó que intentaría contar nada más y nada menos que con la colaboración de Robert Ballard, el descubridor de los restos del Titanic en 1985. Finalmente, el plan no prosperó. 

Hasta que llegamos a 2020. En una visita a España, Zahi Hawass participó en numerosas conferencias e hizo algunos anuncios impactantes, como la inmediata identificación de la momia de Nefertiti. Aunque la cosa no quedó ahí. El egiptólogo también comunicó su intención de retomar la búsqueda del sarcófago perdido de Micerino, para lo cual dijo que se iba a poner en marcha un proyecto hispano-egipcio. Aunque el Gobierno español, acto seguido, aseguró que no estaba previsto ningún plan para localizar al Beatrice y su preciosa carga… 

En todo caso, los expertos avisan de que un plan como este presentaría numerosas dificultades, principalmente económicas, puesto que una búsqueda de estas características precisaría de un desembolso considerable de fondos para cubrir todos los aspectos relacionados con el proyecto, empezando por el uso de equipos altamente especializados. Y finalmente estarían, de nuevo, las dificultades burocráticas. Porque en el supuesto de localizar al Beatrice con su tesoro arqueológico, ¿quién tendría derecho a su propiedad? ¿Podría Egipto reclamar el sarcófago de Micerino y las demás piezas arqueológicas que transportaba el Beatrice? ¿O tal vez lo haría Reino Unido, ya que la goleta tenía esta nacionalidad? ¿Podría, por otra parte, ser el Gobierno de España quien reclamase la propiedad dado que el barco se habría hundido en aguas jurisdiccionales españolas? Todas estas preguntas van a quedar por ahora sin respuesta. Habrá que esperar a que, tal vez en algún momento, la interminable búsqueda del misterioso sarcófago de Micerino tenga un final feliz.

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