Olga Romanoff, la desconocida prima de Isabel II y descendiente de los zares que soñó casarse con el príncipe Carlos

La princesa Olga, sobrina nieta del último zar de Rusia, ha compartido algunas de sus anécdotas con la familia real británica en un documental.

La princesa Olga Romanoff, 2016

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La reina Isabel II está emparentada con la mayoría de las familias reales europeas. Las ramas de su árbol genealógico chocan también con las de los antiguos zares de Rusia, con quienes la monarca podría haber estrechado sus lazos de sangre si su hijo mayor, el príncipe Carlos, hubiera hecho caso de la revista que señaló a la princesa Olga Romanoff como candidata a consorte del heredero. No fue así, y eso que la rusa consideraba tenerlo todo para ser la elegida. “Un título. Casta. Y que tenía 17 años y la virginidad era buena. ¡Yo era de lo más virginal!”, asegura Olga Romanoff en The Queen and Her Cousins (La reina y sus primas), un documental de la cadena ITV en el que, con motivo del 95º cumpleaños de Isabel II, varios de sus primos lejanos contarán anécdotas sobre su relación con la reina.

Según adelantaba la cadena este fin de semana, en el programa participarán primos segundos y terceros de la monarca como lord Ivar Mountbatten, celebrado hace tres años en la prensa como el primer pariente de Isabel II en casarse con otro hombre, o la propia Olga Romanoff, a quien hoy The Times considera la estrella del documental por el desparpajo con que habla de miembros de la familia real británica como la reina María de Teck, abuela de Isabel II.

Según la princesa rusa, la consorte de Jorge V sufría “una especie de cleptomanía de alta gama” que la hizo una invitada muy temida por los empobrecidos Romanov.

“Era habitual que se quedara en la casa de alguien, se sentara en una silla Sheraton y dijera: ‘¡Oh, me gusta esta silla!”. Y entonces estabas obligado a darle todas las que había”, cuenta Olga Romanoff en otro momento del documental. “La gente espabiló pronto. Guardaban las cosas buenas en el ático y bajaban las que estaban en mal estado”.

Nacida en Londres en 1950, Olga Romanoff fue nieta de la gran duquesa Xenia Románova, hermana del último zar de Rusia, Nicolás II, quien estaba casado con una prima carnal del abuelo de la reina Isabel II. De ahí que la princesa sea primera tercera de la monarca británica, a quien tuvo ocasión de conocer cuando era niña.

Según explica en el documental, la reina Isabel II solía ir con el príncipe Carlos y la princesa Ana a tomar el té a casa de su abuela, la gran duquesa Xenia Alexandrovna. Tiempo después, una revista la señaló como posible esposa para el príncipe Carlos, pero la impresión que causó Olga a la familia real británica en esos primeros encuentros no fue la mejor.

“Al parecer ellos tenían unos modales perfectos, y yo unos modales terribles”, apunta.

Sin embargo, no fue esa la causa que, según Olga, interrumpió la amistad de su familia con los Windsor. Jorge V, abuelo de Isabel II, cedió a su abuela Frogmore Cottage como residencia en Reino Unido después de que los zares fuesen asesinados, pero pronto los exiliados Romanov empezaron a disfrutar de lo único que tenía de bueno su exilio: la libertad. “Cuando mi padre se quedó viudo, volvió a casarse sin el permiso de la reina de entonces, que era la reina madre. Creo que eso molestó a la reina madre, así que las invitaciones a palacio y todo eso terminaron”, asegura Olga Romanoff en el programa.

Olga Romanoff en su baile de debutante, 1968

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En la actualidad, la princesa Olga se gana la vida alquilando a los turistas una parte de Provender House, la histórica residencia del condado de Kent en la que vive, y aunque dice sentirse liberada de las ataduras de la realeza, mantiene algunos deberes dinásticos como directora de la Asociación de la Familia Románov y patrona del baile de debutantes rusas que suele celebrarse cada año en Londres, y en el que ella misma debutó en 1968.

En alguna ocasión, la princesa ha lamentado no poder lucir las joyas de su familia, muchas de las cuales acabaron en manos de la familia real británica. “Mi abuela se las ingenió para sacar de Rusia algunas de las joyas después de la revolución, pero no dinero. Sin patria y sin un solo penique, decidió vender las alhajas a los joyeros reales”, explicaba al diario Express en 2016 con motivo de la publicación de sus memorias, La princesa Olga, una Romanov salvaje y descalza. Varias de esas joyas fueron adquiridas por la reina María de Teck, de quien luego pasaron al joyero de mujeres de la familia real británica como la que, en 1981, consiguió casarse finalmente con el príncipe Carlos.

“Solía ver a la princesa Diana engalanada con joyas Romanov”, aseguraba en aquella entrevista la princesa Olga. “Todavía se las veo llevar a algunas royals, de vez en cuando”.