Los primeros pasos de William Patrick Hitler en Estados Unidos

Los primeros pasos de William Patrick Hitler en Estados Unidos

'El linaje de Hitler' (Pinolia, 2024), es una revelación de los secretos y supervivientes de uno de los apellidos más infames de la historia. En esta ocasión, te descubrimos en exclusiva un extracto de su primer capítulo.

Los primeros pasos de William Patrick Hitler en Estados Unidos (David Gardner)

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La historia está llena de figuras que han dejado una marca indeleble en la memoria colectiva de la humanidad, para bien o para mal. Adolf Hitler, sin duda, pertenece a esta última categoría. Su nombre evoca imágenes de guerra, genocidio y el horror absoluto del Holocausto. Pero, ¿qué sabemos realmente sobre su familia, aquellos que llevan su sangre y su apellido?

David Gardner, un periodista y escritor de renombre, se embarcó en una misión para responder a esta pregunta. Su libro, El linaje de Hitler, publicado por Pinolia, es el resultado de una extensa investigación y búsqueda de los parientes ocultos del Führer. Gardner nos ofrece un acceso sin precedentes a la vida de los hermanos y parientes de Hitler, revelando secretos y detalles intrigantes sobre una infancia marcada por el abuso y las complicadas relaciones familiares.

¿Quieres saber más? No te pierdas en exclusiva un extracto del primer capítulo.

Entrevista con el FBI (Escrito por David Gardner)

Aunque William Patrick llegara a Estados Unidos en marzo de 1939, unos seis meses antes de la invasión alemana de Polonia, el FBI no se interesó por él hasta tres años después de que escribiera al presidente Franklin D. Roosevelt sobre la posibilidad de alistarse en el ejército estadounidense. La investigación fue confiada al agente especial T. B. White, que debía entrevistar a William Patrick Hitler en la sede de la División de Campo de Nueva York de la Oficina Federal de Investigación, en Foley Square. 

La investigación sobre el caso del pariente británico del Führer se había puesto en marcha poco más de dos semanas antes, cuando un memorándum de alto secreto de la Casa Blanca llegó hasta la mesa del director del FBI, J. Edgar Hoover, en Washington, D. C. Con fecha de 14 de marzo de 1942, el documento decía:

MEMORÁNDUM CONFIDENCIAL 

Destinatario: J. Edgar Hoover

Querido Edgar: 

Esta carta procede del sobrino de Hitler que, al parecer, está de gira por los Estados Unidos. Pensé que sería bueno investigar el asunto, ya que ahora está escribiendo al presidente para que se le permita alistarse en el Ejército de los Estados Unidos. Atentamente, 

EDWIN M. WATSON, secretario del presidente

La carta dirigida al presidente, fechada el 3 de marzo de 1942, estaba ahora sobre la mesa de White junto con una orden del jefe del FBI exigiendo una «expeditiva» investigación sobre los antecedentes del joven Hitler. La carta decía:

Su excelencia Franklin D. Roosevelt, Presidente de los Estados Unidos de América, Casa Blanca, Washington D. C. 

Estimado señor Presidente: 

¿Puedo tomarme la libertad de invadir su valioso tiempo y el de su personal en la Casa Blanca? Consciente de los días críticos que atraviesa la nación, lo hago solo porque la prerrogativa de su alto cargo es la única que puede decidir mi difícil y singular situación. Permítame exponerle lo más brevemente posible las circunstancias de mi situación, cuya solución creo que podría alcanzarse fácilmente si usted se sintiera inclinado a ofrecer su amable intercesión y decisión. Soy sobrino y único descendiente del mal afamado canciller y líder de Alemania que hoy tan despóticamente pretende esclavizar a los pueblos libres y cristianos del planeta. Bajo su magistral liderazgo, hombres de todos los credos y nacionalidades están librando una guerra desesperada para determinar, en el último análisis, si finalmente servirán y vivirán en una sociedad ética bajo las órdenes de Dios o serán esclavizados por un régimen diabólico y pagano. 

Todos en el mundo de hoy deben responderse a sí mismos a qué causa sirven. Para las personas libres de profundos sentimientos religiosos solo puede haber una respuesta y una elección, que las sostendrá siempre y hasta el amargo final. Soy uno de tantos, pero puedo prestar un servicio a esta gran causa y tengo una vida que dar para que, con la ayuda de todos, triunfe al final. Todos mis parientes y amigos pronto marcharán por la libertad y la decencia bajo las barras y estrellas. Por esta razón, señor presidente, le presento respetuosamente esta petición para preguntarle si se me permite unirme a ellos en su lucha contra la tiranía y la opresión. En la actualidad se me niega porque, cuando hui del Reich en 1939, era súbdito británico. Vine a América con mi madre irlandesa principalmente para reunirme con mis parientes aquí. Al mismo tiempo, me ofrecieron un contrato para escribir y dar conferencias en Estados Unidos, cuya presión no me dejó tiempo para solicitar la admisión en virtud de la cuota. Por lo tanto, tuve que venir como visitante. Mi madre, convertida en apátrida por las autoridades austriacas, me dejó sin familiares británicos y todos mis parientes son estadounidenses. He intentado unirme a las fuerzas británicas, pero mi éxito como conferenciante me ha convertido probablemente en uno de los oradores políticos con más concurrencia de público, teniendo la policía que controlar con frecuencia a las multitudes que clamaban por entrar en Boston, Chicago y otras ciudades. Esto provocó que los funcionarios británicos me invitaran a abandonar. Los británicos son un pueblo insular y, aunque son amables y corteses, tengo la impresión, correcta o incorrecta, de que a la larga no se sentirán demasiado cordiales o comprensivos con una persona que lleva mi apellido. El gran gasto que exige el procedimiento legal inglés para cambiar mi nombre es solo una posible solución que no está dentro de mis posibilidades económicas en este momento. Al mismo tiempo, no he tenido éxito en determinar si el ejército canadiense facilitaría mi entrada en las fuerzas armadas o si soy aceptable para ellos. Tal y como están las cosas actualmente, y a falta de cualquier orientación oficial, me parece que intentar alistarme como sobrino de Hitler es algo que requiere un extraño tipo de valor que soy incapaz de reunir, desprovisto como estoy de cualquier clasificación o apoyo oficial de cualquier sector. 

En cuanto a mi integridad, señor presidente, solo puedo decir que es una cuestión que consta en el expediente y se compara en cierta medida con el espíritu previsor con el que usted, con todo el ingenio conocido para el arte de gobernar, arrebató al Congreso estadounidense las armas que hoy son la gran defensa de la nación en esta crisis. También puedo argumentar que, en una época de gran complacencia e ignorancia, traté de hacer las cosas que como cristiano sabía que eran correctas. Como fugitivo de la Gestapo, advertí a Francia a través de la prensa que Hitler invadiría el país ese año. Al pueblo de Inglaterra le advertí por los mismos medios que la llamada «solución» de Múnich era un mito que traería terribles consecuencias. A mi llegada a América informé inmediatamente a la prensa de que Hitler perdería ese año su Frankenstein sobre la civilización. Aunque nadie prestó atención a lo que dije, seguí dando conferencias y escribiendo en América. Ahora el tiempo de escribir y hablar ha pasado y solo tengo presente la gran deuda que mi madre y yo tenemos con los Estados Unidos. Más que cualquier otra cosa me gustaría participar en el combate activo tan pronto como sea posible y así ser aceptado por mis amigos y camaradas como uno más en esta gran lucha por la libertad. Solo su decisión favorable a mi llamamiento garantizaría la continuidad de ese espíritu benévolo por parte del pueblo americano, del que hoy me siento tan partícipe. Le aseguro muy respetuosamente, señor presidente, que, al igual que en el pasado, haré todo lo posible en el futuro para ser merecedor del gran honor que estoy buscando a través de su amable ayuda, con la certeza de que mis esfuerzos en nombre de los grandes principios de la Democracia tendrán al menos una comparación favorable con las actividades de muchos individuos que durante tanto tiempo han sido indignos del bello privilegio de llamarse americanos. ¿Puedo, por tanto, aventurarme a esperar, señor presidente, que, en la agitación de este vasto conflicto, no se sentirá inclinado a rechazar mi llamamiento por razones de las que no soy responsable en modo alguno? 

Para mí, hoy no puede haber mayor honor, señor presidente, que haber vivido y que se me haya permitido servirle a usted, el libertador del pueblo americano de la miseria, y no hay mayor privilegio que haber luchado y haber contribuido en una pequeña parte al título que le será otorgado en la posteridad como el gran emancipador de la humanidad sufriente en la historia política. Estaré encantado de facilitar cualquier información adicional que se me solicite y me tomo la libertad de adjuntar un documento con datos sobre mi persona. Permítame, señor presidente, expresarle mis mejores deseos para su futura salud y felicidad, junto con la esperanza de que pronto pueda conducir a todos los hombres que creen en la decencia a una gloriosa victoria. 

Respetuosamente suyo, Patrick Hitler

Después de que el secretario de Roosevelt, el mayor general Edwin Watson, transmitiera la carta al FBI, el agente White habló con varios de los socios de William Patrick Hitler para elaborar rápidamente un expediente considerable sobre el tema de la investigación de alta prioridad de la Casa Blanca. Hoover había insistido en que un agente experimentado determinara los «antecedentes, actividades, asociados y lealtades» del autor de la carta e incluyó un comunicado de la embajada británica en Washington en el que se afirmaba que «el señor Hitler estaba sano». En la misma carta a P. E. Foxworth, subdirector de la División de Campo del FBI en Nueva York, Hoover pidió que Patrick Hitler fuera «discretamente entrevistado a fondo». 

Hitler acudió a la oficina del FBI con la esperanza de que le permitieran participar en la guerra contra su tío. Mostró a White su tarjeta de reclutamiento, registrada con el nombre completo de William Patrick Hitler y con la dirección: calle 45, número 4315, Sunnyside, Queens, Nueva York. Mientras el agente White tomaba notas, Hitler, luciendo un fino bigote tipo lápiz, ofreció sus datos personales.

Hacía tres años que William Patrick Hitler se había trasladado a Estados Unidos en busca de una nueva vida, una liberación de la carga de su nombre. Además de tener parientes viviendo en Brooklyn y en el Bronx, William Patrick tenía la esperanza de que un hombre, a pesar de llamarse Hitler, pudiera sobrevivir, e incluso prosperar, a tres mil millas del conflicto y el caos de una Europa dividida. Le contó al agente White que tanto él como su madre, Brigid Hitler, habían sido despedidos de sus trabajos en Londres por su relación con el dictador alemán. Por ese motivo, en lugar de viajar como hijo del hermanastro de Adolf Hitler, Alois, William Patrick adoptó el seudónimo de Carter Stevens para cruzar el Atlántico en 1939 a bordo del transatlántico francés Normandie. 

En su informe clasificado sobre el caso (expediente del FBI número 100-21611), White añadió que William Patrick también utilizaba los alias William Patrick Dowling y Patrick Dowling.

Poco después de que le asignaran el caso Hitler, White había telefoneado a Brigid a la casa de Nueva York que compartía con su hijo. Sin embargo, en aquel momento, William Patrick estaba visitando a un amigo en Pensilvania y no regresaría hasta final de mes. Cuando el agente especial terminó de entrevistar al sobrino de Hitler, además de hablar con otros informantes, Hoover, impaciente por ver el informe, pidió por télex a su oficina de Nueva York que se lo enviaran «sin más demora». 

Al redactar su informe el 1 de abril de 1942, White observó que varios periódicos de Nueva York habían publicado artículos sobre William Patrick y su madre. Entre otros, en la edición del 30 de enero de 1941 del Herald Tribune apareció un artículo que afirmaba que William Patrick estaba a punto de abandonar Estados Unidos para unirse a la Real Fuerza Aérea Canadiense. Además, mencionaba que su madre participaba activamente en la Sociedad Británica de Socorro de Guerra. Otro artículo del Herald Tribune, fechado el 1 de abril de 1939, afirmaba que, cuando William Patrick llegó a Estados Unidos, se alojó en el Hotel Buckingham de la Sexta Avenida, donde permaneció en cama a causa de una gripe. 

El informe de White tuvo cuidado de registrar la propia versión de William Patrick sobre su vida.

El linaje de Hitler

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