(PDF) La negacion de la muerte - Ernest Becker | Carlos Salinas - Academia.edu
ERNEST BECKER LA NEGACION DE LA MUERTE www.FreeLibros.me Ernest Becker LA NEGACIÓN DE LA MUERTE Traducción del inglés de Alicia Sánchez editorial K YCairós Numancia, 117-121 08029 Barcelona www.editorialkairos.com www.FreeLibros.me Título original: THE DENIAL OF DEATH © 1973 by The Free Press All Rights Reserved Published by arrangement with the original publisher, Simón & Schuster, Inc. © de la edición en castellano: 2000 by Editorial Kairós, S.A. Primera edición: Febrero 2003 I.S.B.N.: 84-7245-500-9 Depósito legal: B -l 626/2003 Fotocomposición: Beluga y Mleka, s.c.p. Córcega 267. 08008 Barcelona Impresión y encuademación Indice. Fluviá, 81-87. 08019 Barcelona Todos los derechos reservados. No está permitida la reproducción total ni parcial de este libro, ni la recopilación en un sistema informático, ni la transmisión por medios electrónicos, mecánicos, por fotocopias, por registro o por otros métodos, salvo de breves extractos a efectos de reseña, sin la autorización previa y por es­ crito del editor o el propietario del copyright. www.FreeLibros.me A la memoria de mis amados padres que, sin saberlo, me dieron -entre otras muchas cosas- el don más paradójico posible: la perplejidad ante el heroísmo. Non ridere, non lugere, ñeque detestan, sed intellegere. (No reír, no lamentarse, no maldecir, sino comprender) S p in o z a www.FreeLibros.me SUMARIO Prólogo .....................................................................................9 Prefacio .................................................................................17 1. Introducción; la naturaleza humana y lo heroico. .. 27 Parte I: LA PSICOLOGÍA PROFUNDA DEL HEROÍSMO ...................................................39 2. El terror a la m u e r te ........................................................ 41 3. Remodelación de algunas ideas psicoanalíticas básicas ..............................................................................60 4. El carácter humano como mentira v i t a l ...................... 88 5. Kierkegaard: El psicoanalista ..................................115 6. El problema del carácter de Freud: Noch Einmal ...............................................................149 Parte II: LOS FRACASOS DEL HEROÍSMO . . . 191 7. El hechizo que emiten las personas: el nexo de la falta de lib e r ta d ....................................193 8. Otto Rank y la conclusión del psicoanálisis de Kierkegaard ............................. 236 9. La salida actual del p sic o a n á lisis............................. 259 10. Una visión general de la enfermedad mental . . . . 302 www.FreeLibros.me Sumario Parte III: RETROSPECCIÓN Y CONCLUSIÓN: LOS DILEMAS DEL HEROÍSMO .................. 363 11. Psicología y religión: ¿Qué es el individuo heroico? ..................................365 Notas ...................................................................................407 índice .................................................................................425 www.FreeLibros.me PRÓLOGO Las primeras palabras que me dirigió Em est Becker cuando entré en su habitación del hospital fueron: «Me co­ ges in extremis. Esto es una prueba sobre todo lo que he es­ crito acerca de la muerte. Es mi oportunidad de mostrar cómo se muere, la actitud que se adopta si uno muere dig­ namente y con valor; de qué pensamientos rodea su muerte; cómo la acepta». Cuando La negación de la muerte llegó a Psychology Today a finales de 1973 y me lo colocaron en mi mesa de trabajo para que lo valorase, me llevó menos de una hora to­ mar la decisión de entrevistar a Em est Becker. El 6 de di­ ciembre llamé a su casa de Vancouver con el fin de ver si aceptaba una entrevista para la revista. Su esposa, Marie, me contó que le acababan de trasladar al hospital, estaba ya en la etapa terminal del cáncer. No le daban más de una se­ mana de vida. Para mi sorpresa, al día siguiente me llamó y me dijo que, mientras le quedara energía y lucidez, a Em est le gustaría mantener una conversación si yo podía acercar­ me por allí. Me fui a Vancouver enseguida, estremecido, a sabiendas de que lo único que podía haber más atrevido que invadir el mundo privado del moribundo sería rehusar su in­ vitación. Aunque no nos habíamos visto nunca, Emest y yo nos metimos rápidamente a fondo en la conversación. La proxi­ 9 www.FreeLibros.me Prólogo midad de su muerte y los drásticos límites de su energía ahuyentaron cualquier posible cháchara. Hablamos de la' muerte delante de la muerte, del mal en presencia del cán­ cer. Al final del día, a Em est no le quedaba energía, así es que se nos acabó el tiempo. Aún nos demoramos con difi­ cultad unos cuantos minutos, porque decir “adiós” por últi­ ma vez es duro, y ambos sabíamos que él no viviría para ver nuestra entrevista impresa. Un vaso de jerez medicinal en la mesita de noche nos proporcionó un ritual piadoso para aca­ bar. Bebimos juntos el vino, y me fui. Aquel día, hace un cuarto de siglo, se convirtió en un acontecimiento crucial que cambió mi relación con el mis­ terio de mi propia muerte y, por tanto, con el de mi vida.' Llevaré siempre conmigo la imagen de la presencia de áni-* mo de Emest, su lucidez, que mantuvo al precio de soportal' el dolor, y cómo su pasión por las ideas mantuvo la m uerta a distancia durante un tiempo. Es un privilegio haber estado con un hombre así en la heroica agonía de su muerte. 1 En los años transcurridos desde entonces, Becker ha te­ nido un amplio reconocimiento como uno de los grandes cartógrafos espirituales de nuestro tiempo, como un sabic? médico del alma. Gradualmente, sin demasiado entusiasmo, comenzamos a reconocer que la amarga medicina que pres­ cribe -la contemplación del horror de nuestra inevitable m uerte- es, paradójicamente, el pigmento que añade dulzu­ ra a la mortalidad. La filosofía de Becker, como aparece en La negación dé la muerte y en La huida del m al, está tejida como una tren­ za de cuatro cabos. 1 El primer cabo. El mundo es aterrador. La explicación de la naturaleza de Becker tiene poco en común con Walt Dis­ ney, por decir algo. La madre naturaleza es una brutal rame­ ra, de fauces y garras rojas como la sangre, que destruye lo que crea. Vivimos, dice, en una creación en la que la activi­ dad rutinaria de los organismos es descuartizar a otros cotí 10 www.FreeLibros.me Prólogo los dientes, de todas las maneras posibles: mordiendo, tritu­ rando carne, tallos de plantas y huesos entre los molares, engullendo vorazmente la pulpa hacia el esófago con frui­ ción, incorporando su esencia en nuestro propio organismo para defecar después los residuos con fetidez nauseabunda y ventosidades. El segundo cabo. La motivación básica del comporta­ miento humano es la necesidad biológica de controlar nues­ tra ansiedad básica, de negar el terror a la muerte. Los seres humanos somos ansiosos por naturaleza porque, en última instancia, nos encontramos indefensos y abandonados en un mundo donde nuestro destino es morir. «Este es el terror de haber emergido de la nada, tener un nombre, conciencia de sí mismo, sentimientos íntimos profundos, un agudísimo anhelo de vivir y autoexpresarse, y, sin embargo, pese a todo esto, morir.» Elizabeth Kíibler-Ross y Ernest Becker fueron unos alia­ dos insólitos que fomentaron la revolución cultural que sac6 a la luz la muerte y el proceso de morir. Al mismo tiem pa que Kübler-Ross nos autorizaba a practicar el arte de morir con gracia, Becker nos enseñaba que el pasmo, el miedo y la ansiedad ontològica eran los acompañantes naturales de contemplar el hecho de la muerte. El tercer cabo. Puesto que el terror a la muerte es avasa­ llador, conspiram os para m antenerlo inconsciente. «La mentira vital del carácter» es la primera línea de defensa que nos protege contra la dolorosa conciencia de nuestra in­ defensión. Todos los niños toman prestado poder de los, adultos y crean una personalidad introyectando las cualida­ des del ser divino. Si soy como mi todopoderoso padre, no moriré. Mientras obedecemos a los mecanismos de defensa de nuestra personalidad, nos sentimos a salvo y creemos que el mundo es manejable; es lo que Wilhelm Reich deno­ minó «la coraza del carácter». Pero el precio que pagamos es alto. Reprimimos nuestros cuerpos para adquirir un alma 11 www.FreeLibros.me Prólogo que el tiempo no puede destruir; sacrificamos el placer para comprar inmortalidad; nos encerramos en nosotros mismos para evitar la muerte. Y la vida se nos escapa mientras nos hacemos fuertes en el interior de la fortificación que es el carácter. La sociedad nos suministra una segunda línea de defen­ sa contra nuestra impotencia innata creando un sistema de héroes que nos permite creer que transcendemos la muerte al participar en algo de un valor duradero. Alcanzamos un substituto de la inmortalidad al sacrificamos para conquis­ tar un imperio, construir un templo, escribir un libro, cons­ tituir una familia, acumular una fortuna, promover el pro­ greso y la prosperidad, crear una sociedad de la información y un libre mercado global. Puesto que la tarea principal de la vida humana es el heroísmo y trascender la muerte, todas las culturas tienen que proveer a sus miembros con un com ­ plicado sistema simbólico que es secretamente religioso. Lo que significa que los conflictos ideológicos entre las cultu­ ras son en su esencia batallas entre proyectos de inmortali­ dad, guerras santas. Una de las contribuciones más duraderas de Becker a la psicología social ha sido la de ayudamos a entender que lo que impulsa a las corporaciones y a las naciones son moti­ vos inconscientes que poco tienen que ver con los objetivos que declaran. Organizar una matanza en el campo de los ne­ gocios o en el de batalla, por lo común, tiene menos relación con las necesidades económicas o la realidad política que con la necesidad de convencemos a nosotros mismos de que hemos conseguido algo de un valor duradero. Pensemos, por ejemplo, en la guerra del Vietnam, donde lo que movió a Estados Unidos no fue ninguna realidad económica o in­ tereses políticos sino la abrumadora necesidad de derrotar al “comunismo ateo”. El cuarto cabo. Nuestros proyectos heroicos que tienen como objetivo destruir el mal logran el efecto paradójico de 12 www.FreeLibros.me Prólogo aportar aún más mal al mundo. Los conflictos humanos son luchas; mis dioses contra tus dioses, mi proyecto de inm or­ talidad contra tu proyecto de inmortalidad. La raíz del mal causado por los humanos no es la naturaleza animal del hombre, ni su agresividad territorial, o su egoísmo innato, sino nuestra necesidad de ganar autoestima, negar nuestra mortalidad y lograr una imagen heroica de nosotros mis­ mos. Nuestro deseo de lo mejor es la causa de lo peor. Que­ remos limpiar el mundo, convertirlo en algo perfecto, man­ tenerlo a salvo para la democracia o para el comunismo, purificarlo de los enemigos de dios, eliminar el mal, crear una ciudad de alabastro sin rastro de lágrimas humanas, o un Reich que dure mil años. Quizás el mayor logro de Becker ha sido crear una cien­ cia del mal. Nos ha aportado una nueva forma de entender cómo creamos un superávit de mal; armamento, limpieza ét­ nica, genocidio. Desde el principio de los tiempos, los hu­ manos se han enfrentado con lo que Cari Jung llamó su som­ bra -sentimientos de inferioridad, odio a uno mismo, culpa, hostilidad- al proyectarla sobre su enemigo. Le ha quedado a Becker la tarea de dejar totalmente claro que el armamen­ to es un ritual social para la purificación del mundo, en el que al enemigo se le asigna el papel de sucio, peligroso y ateo. Dachau, Ciudad del Cabo y Mi Lai, Bosnia, Ruanda, son el sombrío testimonio de la necesidad universal del chi­ vo expiatorio; un judío, un negro, un asqueroso comunista, un musulmán, un tutsi. La guerra es un potlatch* de muerte en el que sacrificamos a nuestros valientes muchachos para destruir a los cobardes enemigos de la probidad. Y cuanta * Significa “regalo”. Ceremonia competitiva de los indios americanos de la cos­ ta del Pacífico Norte, donde una persona de prestigio reparte regalos a los ri­ vales para hacer alarde de su riqueza, posteriormente los invitados o rivales que han recibido los presentes intentan superar ese alarde de riqueza en otra ceremonia celebrada por ellos. (N. de la T.) 13 www.FreeLibros.me Prólogo más sangre, mejor. Porque cuanto mayor sea el recuento de cuerpos, más grandioso será el sacrificio por la sagrada cau­ sa, la cara del destino, el divino plan. La conclusión radical de Becker es que nuestros motivo^ altruistas que convierten al mundo en un depósito de cadá­ veres -e l deseo de fundirnos con un todo más extenso, de dedicar nuestras vidas a una causa superior, de servicio a los poderes cósm icos- plantean una cuestión incómoda y revo­ lucionaria a cada individuo y a cada nación. ¿A qué precio, adquirimos la convicción de que somos heroicos? No cabe duda de que una de las razones por las que Becker no ha te­ nido nunca una audiencia masiva es porque nos avergüenza con el reconocimiento de la facilidad con la que derrama­ mos sangre para comprar la certeza de nuestra propia recti­ tud. Nos revela que-la necesidad de negar nuestra desnudez y envolvernos en gloria nos impide reconocer que el empe­ rador no lleva vestidos. Después de un diagnóstico tan sombrío de la condición humana, no es sorprendente que Becker ofrezca sólo reme­ dios paliativos. No hay expectativas de una curación mila­ grosa, ni de una próxima apoteosis del ser humano, ni de un, futuro esclarecido, ni del triunfo de la razón. Becker bosqueja dos estilos posibles de heroísmo no destructivo. Lo máximo que podemos esperar de la sociedad en ge­ neral es que la masa de individuos inconscientes llegue a desarrollar una moral equivalente a la de la guerra. Las ciencias del ser humano nos han mostrado que la sociedad siempre se compondrá de sujetos pasivos, líderes poderosos y enemigos, sobre los que proyectar nuestras culpas y odio hacia nosotros mismos. Este conocimiento quizás nos per­ mita desarrollar una “animadversión objetiva" en la que objeto de odio no sea un chivo expiatorio sino algo imper­ sonal, como la pobreza, la enfermedad, la opresión o los de­ sastres naturales. Al hacer de ese odio inevitable algo inteli­ 14 www.FreeLibros.me Prólogo gible e informado, podríamos empezar a reconvertir nuestra energía destructiva en un hábito creativo. Para el individuo excepcional siempre existe el antiquí­ simo camino de la sabiduría. Becker, como Sócrates, nos aconseja entrenamos para la muerte. El cultivo de la con­ ciencia de nuestra muerte lleva a la desilusión, a la pérdida de la coraza del carácter y a una elección consciente para te­ ner entereza ante el terror. El héroe existencial que sigue esta vía del autoanálisis se diferencia del individuo medio en que sabe que está obsesionado. En lugar de esconderse en la ilusión de su carácter reconoce su impotencia y vulne­ rabilidad. El héroe desilusionado rechaza los melodramas estandarizados de la cultura de masas en favor de un heroís­ mo cósmico en el que se siente la dicha auténtica de des­ prenderse de las cadenas de la dependencia acrítica y autoderrotista. Así, descubre nuevas posibilidades de elección, acción y nuevas formas de valor y resistencia. Al vivir con la consciencia voluntaria de la muerte, el individuo heroico puede elegir desesperarse, o dar un salto a lo Kierkegaard y confiar en la «sacrosanta vitalidad del cosmos», en el des­ conocido dios de la vida cuyo propósito misterioso se ex­ presa en el drama abrumador de la evolución cósmica. Existen signos - y la aceptación de la obra de Becker es uno de ellos- de que algunos individuos se están despertan­ do de la larga y obscura noche del tribalismo y el naciona­ lismo, de que están desarrollando lo que Tillich denominó una consciencia transmoral, una ética que es universal más que étnica. Nuestra misión en el futuro es explorar lo que significa para cada persona ser miembro de la familia de la Tierra, una mancomunidad de seres afines. Si vamos a utili­ zar la libertad para encerramos en nosotros mismos en per­ sonalidades estrechas, tribales, paranoicas y crear más uto­ pías sangrientas, o para formar comunidades compasivas con los abandonados, es algo que está todavía por decidir. Mientras los seres humanos gocen de una porción de liber­ 15 www.FreeLibros.me Prólogo tad, todas las esperanzas de futuro han de contemplarse en subjuntivo; que podamos, que pudiéramos, que nos fuese posible. Ningún experto puede predecir si prosperaremos, o sucumbiremos. Tal vez elijamos incrementar o aminorar el dominio del mal. El guión del mañana aún no se ha escrito. Al final, Becker nos deja con una esperanza tremendai mente frágil y asombrosamente poderosa. «Es el disfraz del pánico -d ic e - lo que nos hace vivir en medio de la fealdad, no el natural regodeo animal. Esto significa que el propio mal es sensible al análisis crítico y, probablemente, al influí jo de la razón.» Si en un futuro lejano la razón conquista nuestro hábito de hacer melodramas autodestructivos y so­ mos capaces de disminuir la cantidad de mal que genera-* mos, será en gran medida porque Em est Becker nos ha ayu­ dado a entender la relación entre la negación de la muerte y el dominio del mal. > Quienes estén interesados en cómo se ha aprovechado la obra de Becker y cómo la han continuado los filósofos, los científicos sociales y los teólogos, pueden contactar con la Fundación Ernest Becker, 3621, 72nd St., M ercer Island, WA 98040 para recibir un boletín e información sobre con-» ferencias. S am Keen 16 www.FreeLibros.me PREFACIO [...] durante un tiempo dejé de escribir: ya se han dicho demasiadas verdades en el mundo, ¡una super­ producción que, al parecer, no se puede consum ir! O tto R ank 1 La perspectiva de la muerte, decía el doctor Johnson, concentra la mente de forma asombrosa. La tesis principal de este libro es que hace mucho más que esto: la idea de la muerte, el miedo que ocasiona, acosa al animal humano como ninguna otra cosa. Es causa principal de la actividad humana, diseñada, en su mayor parte, para evitar la fatali­ dad de la muerte, para superarla negando de algún modo que es el destino final de la persona. El célebre antropólogo A.M. Hocart argumentaba en cierta ocasión que a los primi­ tivos no les inquietaba el temor a la muerte, y que una sagaz muestra de datos antropológicos revelaría que lo más fre­ cuente era acompañar la muerte con regocijo y festejos. La muerte parecía tomarse como una ocasión de celebración más que de miedo, al estilo del velatorio tradicional irlan­ dés. Hocart quería erradicar la noción de que los primitivos fueran infantiles (comparados con el hombre y la mujer mo­ dernos) y que estuvieran aterrorizados por la realidad. Hoy en día, la mayoría de los antropólogos ha llevado a cabo esta rehabilitación del primitivo. Además, esa argumenta­ 17 www.FreeLibros.me Prefacio ción deja intacto el hecho de que el miedo a la muerte es, evi­ dentemente, un universal de la condición humana. Los pri­ mitivos celebran con frecuencia la muerte para sentirse se­ guros -com o han demostrado Hocart y otros- justo porque creen que la muerte es el postrer ascenso, el último ritual de elevación hacia una forma de vida superior, al disfrute de una eternidad de algún tipo. La mayoría de los occidentales tienen dificultades para seguir creyendo en estas cosas. Esto hace que el miedo a la muerte sea una parte tan importante de nuestra estructura psicológica. En estas páginas trato de demostrar que el miedo a la muerte es un universal que reúne datos de distintas discipli­ na, de las ciencias humanas, y que convierte las acciones humanas, que hemos sepultado bajo una montaña de datos y obscurecido con inacabables argumentos, en un sentido u otro, sobre los “verdaderos motivos” humanos, en algo ad­ mirablemente claro e inteligible. El estudioso de nuestro tiempo se encuentra doblegado bajo un peso que nunca hu­ biese imaginado tener que aguantar: la superproducción de verdades que no pueden consumirse. Durante siglos, el hombre vivió en la creencia de que la verdad era sutil y es­ curridiza, y que una vez que la encontrase se acabarían los problemas de la humanidad. Ahora nos encontramos a ini­ cios del siglo xxi y nos estamos atragantando con la verdadí Se han producido tal cantidad de escritos brillantes, de des­ cubrimientos geniales, semejante expansión y elaboración de esos descubrim ientos... y, sin embargo, la mente perma­ nece en silencio mientras que el mundo gira en su milenaria carrera demoníaca. Recuerdo haber leído cómo en la famo­ sa Exposición Universal de Saint Louis, en 1904, el orador de una prestigiosa reunión científica tenía problemas para hacerse oír por el ruido de unas armas nuevas con las que hacían una demostración cerca de allí. Dijo algo en un tono condescendiente y tolerante acerca de ese juego molesto e innecesario, como si el futuro perteneciera a la ciencia y no 18 www.FreeLibros.me Prefacio al militarismo. La Primera Guerra Mundial nos enseñó a to­ dos cuál era la prioridad en este planeta, qué bando jugaba con fuego, y cuál no. En la actualidad, el orden de priorida­ des ha podido verse de nuevo en un presupuesto armamen­ tista de miles de millones de dólares en una época en que las condiciones de vida en el planeta han sido de las peores. ¿Para qué, puede que se pregunte el lector, añadir toda­ vía una pesada tonelada más de superproducción inútil? Hay, por supuesto, razones personales: hábito, instinto, op­ timismo contumaz. Y está Eros, la necesidad interna de uni^ ficar la experiencia, de crear, de un sentido más pleno. Creo que una de las razones por las que el conocimiento se halla en una situación de superproducción inútil es porque se en­ cuentra diseminado por todos lados, transmitido por mil bo­ cas que compiten entre ellas. Sus más insignificantes frag­ mentos se magnifican de forma desproporcionada, mientras que sus principales visiones profundas, de valor histórico mundial, quedan en el olvido reclamando atención. No exis­ te ningún latido, ningún centro vital. Norman O. Brown ya advirtió que el gran mundo necesita más Eros y menos an­ tagonismo y que al mundo intelectual le ocurre lo mismo. Queda por revelar la armonía que aúne muchas actitudes desacordes de forma que la «polémica estéril e ignorante» amaine.2 He escrito este libro fundamentalmente a modo de estudio de la armonización de la Babel existente de puntos de vista sobre el ser humano y la condición humana, en la creencia de que ha llegado el momento adecuado para una síntesis que al­ bergue lo mejor del pensamiento en muchos campos, desde las ciencias humanas hasta la religión. He tratado de evitar ir a contracorriente y negar ningún punto de vista, sin tener en cuenta lo contrario que me pueda resultar, si me ha parecido que podía encerrar algo de verdad. A lo largo de estos últi­ mos años he aprendido que el problema del conocimiento del ser humano no es rebatir y destruir las opiniones contra19 www.FreeLibros.me Prefacio rías, sino incluirlas en una estructura teórica más amplia. Una de las ironías del proceso creativo es que nos inhabili­ ta parcialmente para funcionar. Quiero decir que, en gene­ ral, para producir, el autor tiene que exagerar la importancia de lo que produce y confrontarlo, de forma competitiva, con otras versiones de la verdad; es así como se ve arrastrado por su propia exageración, ya que su imagen diferenciada se ha construido sobre este hecho. Pues, cada pensador honra­ do, que en lo básico es un empirista, tiene que mantener algo de verdad en sus posiciones, cualquiera que sea la radicalidad con que las ha formulado. El problema consiste en encontrar la verdad que subyace en la exageración, reducir la elaboración o la distorsión excesivas e incluir esa verdad donde mejor se acomode. Una segunda razón para escribir este libro es que, en los últimos años, he tenido algo más que mi ración de problemas en esta cuestión de conjugar verdades válidas. He tratado de acabar de entender las ideas de Freud y sus intérpretes y he­ rederos con lo que podríamos llamar la destilación de la psi­ cología moderna. Creo que, por fin, lo he conseguido. En este sentido, el libro es una propuesta de paz para mi espíritu eru­ dito, una ofrenda para mi absolución intelectual. Tengo la sensación de que es mi primera obra madura. Una de las cosas más importantes que he tratado de ha­ cer en este libro es presentar una recapitulación de la psico­ logía después de Freud, enlazando el conjunto del desarro­ llo de la psicología con la todavía imponente cumbre de Kierkegaard. Argumento a favor de una fusión de la psico­ logía y de una perspectiva mítico-religiosa. Para ello, me baso en gran medida en la obra de Otto Rank. He llevado a cabo un intento importante de transcribir la relevancia de la magnífica construcción de su pensamiento. Entrar a fondo en la obra de Rank es algo que había demorado durante lar­ go tiempo. Si lo he logrado, probablemente en ello consiste el valor principal de este libro. 20 www.FreeLibros.me Prefacio Rank tiene tanta relevancia en estas páginas que quizás serviría de ayuda dedicarle unas palabras introductorias. Frederick Perls comentó en una ocasión que el libro de Rank Arte y artista estaba «más allá de toda alabanza».1Re­ cuerdo que me impresionó tanto ese juicio que cogí el libro de inmediato: no podía imaginar que algo científico estu­ viese «más allá de toda alabanza». La misma obra del pro­ pio Freud me parecía digna de alabanza, esto es, como algo que uno puede esperar de la mente humana. Pero Perls tenía razón: Rank era, como dice la gente joven, «otra cosa». No se puede ensalzar gran parte de su obra simplemente porque con brillo abrumador es con frecuencia fantástico, gratuito, superlativo; sus visiones interiores aparecen como un don más allá de lo necesario. Supongo que en gran parte se debe a que, además de su genio, el pensamiento de Rank siempre abarcó varios campos del conocimiento. Cuando, por ejem­ plo, suministraba datos antropológicos y se esperaba una vi­ sión antropológica, se encontraba uno otra cosa, algo más. Viviendo como vivimos en una era de hiperespecialización, hemos perdido la expectativa de este tipo de placer. Los ex­ pertos nos dan emociones razonables, si es que nos dan al­ guna. Algo que sí que espero de mi encaramiento con Rank es que los lectores vayan después directamente a sus libros. No existe un substituto de la lectura de Rank. Mis ejemplares de lectura de sus libros tienen las tapas llenas de un número poco frecuente de notas, subrayados, puntos de exclama­ ción dobles; es una abundante fuente de años de introspec­ ciones y reflexión. Mi tratamiento de Rank no es más que un esbozo de su pensamiento: su fundamentación, muchas de sus visiones profundas y sus implicaciones globales. Este sería el Rank empalidecido, no el pasmosamente rico de sus libros. También el esbozo de presentación de Ira Progoff y su valoración de Rank es tan correcto, de un discer­ nimiento tan sutilmente equilibrado, que difícilmente puede 21 www.FreeLibros.me Prefacio superársele como una revalorización breve de su obra.4 Rank es muy difuso, difícil de leer, tan rico que casi es inac­ cesible al lector general. Era tan consciente de esto que, du­ rante un tiempo, mantuvo la esperanza de que Anais Nin le reescribiera sus libros de modo que estos tuvieran el efecto que deberían haber tenido. Lo que ofrezco en estas páginas es mi propia versión de Rank, rellenado a mi manera, una especie de “traducción” breve de su sistema, con la espe­ ranza de hacerlo accesible en su conjunto. Este libro sólo comprende su psicología individual; en otro, trazaré su es­ quema de la psicología de la historia. Hay diversas maneras de aproximarse a Rank. Algunos le ven como un colaborador brillante de Freud, un miembro del primer círculo del psicoanálisis que ayudó a ponerlo en mar­ cha en sectores más amplios con la aportación de su vasta erudición, alguien que mostró cómo el psicoanálisis puede iluminar la historia de la cultura, el mito y la leyenda, como, por ejemplo, en su temprana obra El mito del nacimiento del héroe y en el Motivo del incesto. Estos añadirían que, pues­ to que a Rank no se le había analizado nunca, su represión logró sacar lo mejor de él, a la vez que se alejaba de la vida estable y creativa que tenía con Freud. En sus últimos años, su inestabilidad personal le fue sobrepasando poco a poco y murió de forma prematura en plena frustración y soledad. Otros ven a Rank como a un más que entusiasta discípulo de Freud que intentó ser original prematuramente, lo que le lle­ vó a exagerar el reduccionismo psicoanálitico. Este juicio se basa casi exclusivamente en su libro El trauma del nacimiento y, en general, se detiene ahí. Por últi-r mo, quedan los que ven a Rank como un miembro brillante del círculo más próximo a Freud, un entusiasta favorito Freud cuya educación universitaria sugirió y financió éste¿ Rank devolvió acrecentada su deuda con el psicoanálisis coa. visiones profundas en muchos campos: historia cultural, de* sarrollo del niño, psicología del arte, crítica literaria, pensa­ 22 www.FreeLibros.me Prefacio miento primitivo y otros. En resumen, fue una especie de ser polifacético, un niño prodigio no demasiado organizado o autocontrolado, un Theodor Reik al que podemos considerar intelectualmente superior. Pero todas estas maneras de recapitular a Rank son erró­ neas. Sabemos que proceden en gran parte de la mitología del propio círculo de psicoanalistas, que nunca le perdona­ ron su alejamiento de Freud, lo que conllevó una mengua de su símbolo de inmortalidad (para utilizar la forma en que en­ tendió Rank la amargura y bajeza que mostraron). Hay que reconocer que El trauma del nacimiento ofreció a sus de­ tractores una excusa contra él, una razón justificada para em­ pequeñecer su estatura. Fue un libro exagerado y funesto que envenenó su imagen pública, aun después de haberlo reexa­ minado él mismo e ir mucho más allá de esta obra. Al dejar de ser un mero colaborador de Freud, un servidor del psico­ análisis para su mayor divulgación, Rank logró su propio y único sistema de ideas, que elaboró cuidadosamente. Supo por dónde quería empezar, con qué sistema de datos contaba y lo que pretendía hacer con todo ello. Conoció todas estas cosas específicamente por lo que se refiere al psicoanálisis, al que quería trascender, y lo logró. En cuanto a las implica­ ciones filosóficas de su propio sistema de pensamiento, las conoció en líneas generales, pero no tuvo tiempo para llegar a obtener resultados ya que su vida fue corta. Fue, desde lue­ go, un creador de sistemas tan completo como Adler o Jung. Su sistema de pensamiento es tan brillante como el de ellos, incluso más en algunos aspectos. Respetamos a Adler por la solidez de sus juicios, por la franqueza de sus visiones pro­ fundas, por su humanismo intransigente. Admiramos a Jung por su coraje y la apertura mental con que abarcó la ciencia y la religión. Pero el sistema de Rank tiene, además, impli­ caciones para un desarrollo más profundo y amplio de las ciencias sociales que en Adler y Jung, implicaciones que acaban de empezar a destaparse. 23 www.FreeLibros.me Prefacio Cuando Paul Roazen escribió “The Legend o f Freud”,5 hizo la acertada observación de que: «cualquier escritor, cu­ yos errores se ha tardado tanto tiempo en corregir es [...] una figura a considerar en la historia intelectual». Sin em­ bargo, todo el asunto es muy raro, porque Adler, Jung y Rank corrigieron muy pronto la mayoría de los desaciertos de Freud. La cuestión que concierne al historiador es más bien qué ocurría en la historia del pensamiento psicoanalítico, las ideas mismas, el público y la mentalidad erudita que conservaron esas correcciones tan en la ignorancia o tan aparte del movimiento más im portante de pensamiento científico acumulativo. Incluso un libro de amplio alcance ha de ser muy selec­ tivo en las verdades que escoge de entre la montaña de ver­ dades que nos ahoga. A muchos pensadores importantes se les menciona sólo de pasada. El lector, por ejemplo, puede preguntarse acerca de mi gran inclinación por Rank y lo poco que menciono a Jung en un libro cuyo principal obje­ tivo es el dar por terminada la cuestión del psicoanálisis y la religión. Una de las razones es lo destacado que ha sido Jung, y los muchos intérpretes notables que ha tenido, mientras que a Rank apenas se le conoce, y casi nadie ha ha-j blado de él. Otra razón es que, aunque el pensamiento d^ Rank es difícil, siempre acierta en los problemas clave^ Jung no lo es, y una gran parte de su obra deambula por eso^ terismos innecesarios; el resultado es que a menudo obscu-¡ rece por una parte lo que descubre por otra. No veo que to-» dos sus tomos sobre alquimia añadan un ápice al peso que tiene su visión profunda del psicoanálisis. Mucha de la buena fraseología sobre la visión profunda de la naturaleza humana se la debo a Marie Bcckcr, cuya fi­ neza y realismo en estas cuestiones están fuera de lo común. Quiero expresar mi agradecimiento (con las abstenciones de costumbre) a Paul Roazen por su amabilidad al pasar e^ capítulo 6 por el cedazo de su gran conocimiento sobre 24 www.FreeLibros.me Prefacio Freud. También a Robert N. Bellah, que leyó el manuscrito entero; le estoy muy agradecido por sus críticas, en general, y por sus sugerencias específicas. A cuantos han colaborado activamente les debo, sin duda alguna, el enriquecimiento del libro. En cuanto a los restantes, temo que me plantean una tarea de vasto y largo alcance: la de cambiarme a mí mismo. 25 www.FreeLibros.me www.FreeLibros.me 1. INTRODUCCION: LA NATURALEZA HUMANA Y LO HEROICO En nuestra época existe una gran presión para que se planteen conceptos que ayuden a los seres humanos a en­ tender sus dilemas; una avidez de búsqueda de ideas vitales, de simplificar una complejidad intelectual innecesaria. A veces, ello conduce a grandes mentiras que solucionan ten­ siones y facilitan que la acción avance con la dosis de ra­ cionalizaciones que la gente necesita. Pero también lleva a una desconexión paulatina de algunas verdades que ayudan a las personas a controlar lo que les sucede, que les indican donde residen realmente los problemas. Una de estas verdades es la idea de heroísmo, que tiene a sus espaldas una larga historia. En tiempos académicos “normales”, no se nos ocurrió nunca que pudiéramos hacer nada de particular con ello, llevarlo como estandarte o usar­ lo como un concepto nuclear. Sin embargo, la mentalidad popular siempre supo lo importante que era. Como observó a principios de siglo William James, que abarcó casi todo, «el instinto común de la humanidad por la realidad [...] ha mantenido siempre que el mundo era esencialmente un tea­ tro para el heroísmo».1No sólo la mentalidad popular lo sa­ 27 www.FreeLibros.me La negación de la muerte bía, también los filósofos de todos los tiempos; en nuestra cultura, especialmente Emerson y Nietzsche, y por ello to­ davía nos estremecemos con ellos. Nos gusta que nos re­ cuerden que nuestra llamada primordial, nuestra tarea prin­ cipal en este planeta, es lo heroico.* Una forma de ver el desarrollo global de las ciencias so­ ciales desde los tiempos de Marx y el de la psicología des­ de los de Freud, es que ambas representan la pormenorización y clarificación masivas del problema del heroísmo humano. Esta perspectiva establece el tono de seriedad que requiere nuestra discusión: en la actualidad, tenemos el so­ porte científico necesario para una comprensión auténtica de la naturaleza del heroísmo y del lugar que ocupa en la vida humana. Si «el instinto común para la realidad que tie­ nen los seres humanos» es correcto, hemos logrado el hecho extraordinario de descubrir esa realidad de forma científica. Uno de los conceptos clave para entender el afán por el heroísmo es la idea de “narcisismo” . Como con gran acier­ to nos lo ha recordado Erich Fromm, esta idea es una de las mayores y más duraderas contribuciones de Freud. Freud descubrió que cada uno de nosotros repite la tragedia del mítico dios griego Narciso; estamos irremediablemente ab­ sortos en nosotros mismos. Si nos preocupamos alguna vez de alguien, normalmente es, ante todo, de nosotros mismos. Como dijo Aristóteles en algún sitio: la suerte llega cuando la flecha alcanza a la persona que está a tu lado. Veinticin­ co siglos de historia no han cambiado el narcisismo básico del ser humano; para muchos de nosotros, aquella defini­ ción de suerte todavía es útil. Uno de los aspectos más mí­ seros del narcisismo es ese sentimiento de que práctica- En la discusión siguiente, tendré que recapitular algunas cosas que ya he es­ crito en otros libros (The Birth and Death o f Meamng, segunda edición, Nue­ va York Free Press, 1971) a fin de establecer un contexto para los otros ca­ pítulos 28 www.FreeLibros.me Introducción mente todo el mundo es prescindible excepto nosotros mis­ mos. Tendríamos que estar preparados, como dijo Emerson en cierta ocasión, para recrear el mundo entero fuera de no­ sotros, incluso si no existiese nadie más. Ese pensamiento nos aterra; no sabemos cómo nos podríamos arreglar sin los otros. Pero en el fondo subsiste el recurso básico; en caso de necesidad nos bastaríamos con nosotros mismos si confiá­ semos en nosotros como lo deseaba Emerson. Incluso, aun­ que no sintiéramos esta confianza emocionalmente, la ma­ yoría de nosotros lucharía para sobrevivir con todas sus fuerzas sin importar cuántos mueren a nuestro alrededor. Nuestro organismo está preparado para llenar el mundo en­ tero por sí solo, aunque nuestra mente se encoja ante este pensamiento. El narcisismo es lo que hace que los soldados sigan avanzando frente al fuego a quemarropa de las gue­ rras. En el fondo de su corazón, uno no siente que va a mo­ rir, sino que se compadece de sus compañeros. La explica­ ción de Freud fue que el inconsciente no conoce el tiempo o la muerte. En sus recovecos orgánicos y psicoquímicos in­ ternos el ser humano se siente inmortal. Ninguna de esas observaciones denota astucia humana. No parece que la persona pueda evitar su egoísmo; es como si proviniese de su naturaleza animal. A través de inconta­ bles siglos de evolución, el organismo ha tenido que prote­ ger su propia integridad; tenía su identidad psicoquímica y se dedicó a preservarla. Este es uno de los principales pro­ blemas que se presentan con los trasplantes de órganos; el organismo se protege contra la materia ajena, incluso si se trata de un corazón nuevo que lo mantendría vivo. El propio protoplasma se cobija y nutre a sí mismo contra el mundo y las agresiones a su integridad. Da la impresión de que dis­ fruta de sus propias pulsaciones, expandiéndose por el mun­ do al tiempo que metaboliza segmentos de éste. Si se toma­ se un organismo mudo y ciego y se le diese autoconciencia y nombre, si se lograra que destacase en su entorno natural y 29 www.FreeLibros.me La negación de la muerte adquiriese conciencia de que es único, se obtendría narcisis­ mo. En la persona, la identidad psicoquímica, el sentido del poder y la actividad se han hecho conscientes. En el ser humano, un cierto nivel de narcisismo operati­ vo es inseparable de su autoestima, a partir de un senti­ miento básico del propio valor. Hemos aprendido, sobre todo de Alfred Adler, que lo que más necesita el ser huma­ no es la seguridad de su autoestima. Pero este no es sola­ mente una gota ciega de protoplasma holgazán, sino una creatura con un nombre que habita en un mundo de símbo­ los y sueños, no sólo de materia. Su sentimiento de autovaloración se constituye simbólicamente, su tan apreciado narcisismo se alimenta de símbolos sobre la base de una idea abstracta de su propio valor; una idea compuesta de so­ nidos, palabras e imágenes que están en el aire, en la mente, en el papel. Todo esto significa que el anhelo natural de la persona por la actividad orgánica, los placeres de la incor­ poración y la expansión emocional, puede nutrirse sin lími­ tes en el campo de los símbolos y por tanto, en el de la in­ mortalidad. El organismo simple puede expandirse en dimensiones de mundos y tiempos sin mover un solo miem­ bro físico: puede imbuir la eternidad en sí mismo aunque sea con boqueadas de agonía. En la infancia, la lucha por la autoestima al menos está disfrazada. El niño no se avergüenza de sus necesidades; y cuanto más desea, mejor. Todo su organismo reclama a gri­ tos su narcisismo originario. Esta demanda puede convertir la infancia en un infierno para los adultos, especialmente cuando hay varios niños que compiten a la vez por la pre­ rrogativa de una autoexpansión sin límites, lo que podría­ mos llamar “significado cósmico” . Este término no debe to­ marse a la ligera, ya que es ahí adonde nos conduce nuestra discusión. Hablamos despreocupadamente de la “rivalidad fraterna”, como si fuese un subproducto del crecimiento, una brizna de competitividad y egoísmo de niños mimados 30 www.FreeLibros.me Introducción que todavía no han alcanzado su generosa naturaleza social. Pero todo es demasiado superabsorbente y despiadado para ser una aberración, expresa las entrañas de la creatura; el deseo de destacar, de ser el mismísimo número uno de la creación. Cuando se combinan el narcisismo original con la necesidad básica de autoestima, se da a luz a una creatura que ha de sentirse a sí misma como un objeto de valor pri­ mordial: la primera en el universo, personificando en sí mis­ ma toda la vida. Esta es la razón de la lucha diaria, normal­ mente feroz, entre hermanos. El niño no puede permitirse ser el segundo, o sentirse devaluado, y menos excluido. «¡Le has dado el caramelo más grande!» «¡Le has dado más zumo!» «Toma tú un poco más.» «¡Ahora tiene ella más que yo!» «Le has dejado encender la chimenea y a m í no.» «¡Vale, enciende un trozo de papel!» «Pero este papel es más pequeño que el que ha encendido ella.» Y así, una y otra vez. Un animal que adquiere sus sentimientos de valía simbólicamente tiene que compararse a cada minuto con los que le rodean para asegurarse de que no se convierte en el segundo. La rivalidad fraterna es un problema crítico que refleja la condición humana básica: no se trata de que los ni­ ños sean depravados, egoístas y dominantes. Expresan de forma abierta el destino trágico del ser humano. El niño tie­ ne que justificarse ante sí mismo como un objeto de valor primordial en el universo; tiene que destacar, ser un héroe, contribuir lo más posible a la vida en el mundo, mostrar que cuenta más que nada o que nadie. Cuando valoramos lo natural que le resulta al ser huma­ no la lucha para ser un héroe, hasta qué punto es inherente en su constitución evolutiva y orgánica, la claridad con que se muestra de niño, resulta de lo más extraño lo ignorantes que somos, conscientemente la mayoría de nosotros, de lo que en realidad queremos o necesitamos. De todos modos, en nuestra cultura, y sobre todo en nuestros días, lo heroico parece quedarnos demasiado grande, o nosotros somos de31 www.FreeLibros.me ^ La negación de la muerte masiado pequeños para ello. Dígale a un chico joven que está capacitado para ser un héroe, ya verá como se enrojece. Disfrazamos nuestra lucha acumulando cifras en un libro de contabilidad para recoger en privado nuestro sentido del va­ lor de lo heroico, o teniendo una casa un poco mejor en el barrio, un coche más grande, niños más listos. Pero, por de­ bajo, late el dolor de la especificidad cósmica, cualquiera que sea la forma bajo la que lo enmascaremos en relación a una esfera menor. De vez en cuando, alguien admite que se ha tomado en serio el heroísmo, y ello nos produce un esca­ lofrío, como cuando el congresista estadounidense M endel Rivers pasaba asignaciones al ejército y dijo que era el hombre más poderoso desde Julio Cesar. Puede que nos es­ tremezcamos ante la tosquedad del heroísmo terrenal, tanto de Cesar como de sus imitadores, pero no es culpa de ellos, sino de la manera en que la sociedad establece su sistema de héroes, y de la gente a la que el sistema da ocasión de re­ presentar sus papeles. La cuestión es que esto es lo que es y ha sido siempre la sociedad: un sistema de acción simbólico, una estructura de statu quo y papeles, de costumbres y normas de comporta­ miento diseñadas para servir de vehículo al heroísmo terre­ nal. Cada guión es único, cada cultura tiene un sistema de héroes diferente. Lo que los antropólogos denominan “rela­ tividad cultural” es, en realidad, la relatividad de los siste­ mas de héroes del mundo entero. Cada sistema cultural es una dramatización de las heroicidades sobre la Tierra; cada sistema configura papeles para actuar con diferentes grados de heroísmo; desde el heroísmo “de lujo” de un Churchill, un Mao o un Buda al “barato” heroísmo del minero, del la­ briego o del cura; el heroísmo escueto, de cada día, terrenal, forjado por manos nudosas de trabajador que conduce a su familia a través del hambre y la enfermedad. Carece de importancia que el sistema de héroes cultural sea abiertamente mágico, religioso, primitivo o secular, cien­ 32 www.FreeLibros.me Introducción tífico y civilizado. De cualquier modo, es un sistema mítico al que la gente se somete para adquirir un sentimiento de va­ lor primordial, de peculiaridad cósmica, de utilidad última de la creación, de significado inamovible. Se adquiere este sen­ timiento forjándose un lugar en la naturaleza, construyendo un edificio que refleje el valor de lo humano: un templo, una catedral, un tótem de madera, un rascacielos, una familia que abarca tres generaciones. Lo hacen con la esperanza y el con­ vencimiento de que las cosas que crean las personas en la so­ ciedad tienen un valor y un significado duraderos, que sobre­ viven o eclipsan a la muerte y a la descomposición, que el ser humano y su producción tienen importancia. Cuando Nor­ man O. Brown dijo que desde Newton la sociedad occidental sigue siendo tan religiosa como cualquier otra, independien­ temente de lo científica o secular que se autoproclame, quiso decir lo siguiente: la sociedad “civilizada” es una protesta y una creencia optimista en que la ciencia, el dinero y los bie­ nes hacen que el ser humano tenga más importancia que cualquier otro animal. En este sentido, todo lo que este hace es religioso y heroico, y, sin embargo, corre el riesgo de ser ficticio y falible. La pregunta más importante que podemos llegar a plan­ teamos es sencillamente la siguiente: ¿hasta qué punto so­ mos conscientes de lo que estamos haciendo para adquirir nuestro sentido del heroísmo? Creo que si cada uno de no­ sotros admitiese su anhelo de ser un héroe, nos encontraría­ mos ante una descarga en verdad devastadora. Provocaría que exigiéramos a la cultura que nos diese lo que nos debe: un sentimiento primordial del valor del ser humano como partícipe único de la vida cósmica. ¿Cómo se las arreglarí­ an nuestras sociedades para satisfacer una petición tan au­ téntica sin removerse hasta sus cimientos? Sólo las sociedades que llamamos “primitivas” propor­ cionaron este sentimiento a sus miembros. Los grupos m i­ noritarios de nuestra actual sociedad industrial que recla­ 33 www.FreeLibros.me La negación de la muerte man a gritos libertad y dignidad humana están, en realidad, pidiendo de forma torpe que se les otorgue un sentido de he­ roísmo básico que se les ha estafado históricamente. Por eso resultan sus pretensiones tan enojosas y perturbadoras; ¿cómo hacer algo tan “irracional” dentro de los cauces so­ bre los que la sociedad está asentada? “Piden lo imposible”, es la fórmula con la que solemos expresar nuestro descon­ cierto. Pero a nadie le resulta fácil admitir la verdad de la nece­ sidad del heroísmo, ni siquiera para los que realmente quie­ ren que se les reconozca su pretensión. Ese es el problema. Como veremos en discusiones posteriores, llegar a ser cons­ ciente de lo que uno hace para conseguir el sentimiento de heroísmo es el principal problema autoanalítico de la vida. Todo lo que hay de doloroso y sobrio en lo que los genios psicoanalíticos y religiosos han descubierto sobre la perso­ na gira en tom o al terror de admitir lo que hace para conse­ guir su autoestima. Por ello, las heroicidades humanas se deben a un impulso ciego que consume a la gente; en las personas apasionadas es un alarido de gloria tan poco críti­ co y reflexivo como el aullido de un perro. En las masas más pasivas de personas mediocres se halla disfrazado, a la vez que aceptan humildes y quejosas los papeles que la so­ ciedad les proporciona para sus heroicidades y tratan de promocionarse dentro del sistema: llevan los uniformes convencionales aunque se permiten promocionarse, si bien, poco y con precauciones, con lazadas o flores rojas en el ojal, pero no de forma francamente superior. Si arrancáramos este disfraz masivo, esos bloques de re­ presión que ocultan las técnicas humanas para ganar la glo­ ria, llegaríamos a la cuestión potencialmente más liberado­ ra de todas, al problema principal de la vida: ¿hasta qué punto es el sistema cultural del héroe que mantiene y guía a la humanidad una verdad empírica! Nos hemos referido a la parte más mezquina del ansia de heroísmo cósmico del ser 34 www.FreeLibros.me Introducción humano, pero, por supuesto, existe también su parte noble. Entrega la vida por su país, su sociedad, su familia. Elige caer bajo una granada para salvar a sus camaradas; es capaz de la mayor generosidad y autosacrificio. Pero tiene que sentir y creer que lo que hace es de verdad heroico, intem­ poral y con un significado soberano. La crisis de la sociedad actual radica precisamente en que la juventud ya no se sien­ te heroica en el plan de acción que la cultura ha establecido. No cree que sea empíricamente realista con los problemas de su vida y de su tiempo. Vivimos una crisis de heroísmo que penetra todos los aspectos de nuestra vida social: los fracasados del heroísmo universitario, del heroísmo de los negocios y las carreras, del heroísmo de la acción política; el ascenso de los antihéroes, los que querrían ser heroicos a su manera, o, como Charles Manson con su familia “espe­ cial”, los que con sus heroicidades atormentadas atacan al sistema que ha dejado de representar un heroísmo consen­ suado. La gran perplejidad de nuestro tiempo, lo que re­ mueve nuestra época, es que la juventud ha percibido -p ara bien o para m al- una gran verdad socio-histórica; que de la misma manera que hay autosacrificos inútiles en guerras in­ justas, también existen heroicidades innobles en sociedades enteras: puede tratarse de las heroicidades perversamente destructivas de la Alemania de Hitler, de la simple heroici­ dad envilecedora y tonta de la adquisición y exhibición de bienes de consumo o de la acumulación de dinero y privile­ gios que caracteriza actualmente formas enteras de vida. Y una crisis de la sociedad es también, por supuesto, la crisis de la religión organizada. La religión ya no es válida como sistema heroico, por eso la juventud la desprecia. Si la cultura tradicional se encuentra desacreditada como heroica, la iglesia que apoye esa cultura se desacredita a sí misma au­ tomáticamente. Si la iglesia, por otro lado, prefiere insistir en su propia cultura de la heroicidad, puede que se encuentre con que, en algunos aspectos cruciales, tiene que trabajar 35 www.FreeLibros.me La negación de la muerte contra la cultura establecida, reclutar jóvenes a fin de que sean antihéroes para el tipo de vida de la sociedad en la que viven. Este es el dilema de la religión en la actualidad. Conclusión Lo que he intentado sugerir en esta breve introducción es que el problema de lo heroico es lo más importante en la vida humana, que penetra más profundamente en su naturaleza que ninguna otra cosa porque se basa en el narcisismo orgá­ nico y en la necesidad de autoestima del niño como la con­ dición para su vida. La propia sociedad es un sistema codifi­ cado de héroes, lo que significa que, en todas partes, la sociedad vive el mito del significado de la vida humana, una provocadora creación de sentido. Toda sociedad es, por lo tanto, una “religión” tanto si así lo cree como si no: la “reli­ gión” soviética y la maoísta son verdaderas religiones, como lo son la científica y la de consumo, por mucho que traten de disfrazarse al excluir las ideas espirituales y religiosas de sus vidas. Como veremos más adelante, fue Otto Rank quien de­ mostró desde lo psicológico esta naturaleza religiosa de toda creación cultural humana. Posteriorm ente, N orm an O. Brown resucitó esta idea en su Eros y Tanatos, y Robert Jay Lifton en su Revolutionary Inmortality. Si aceptamos esas sugerencias, hemos de admitir que estamos tratando el pro­ blema humano universal por excelencia y tenemos que estar preparados para investigarlo lo más sinceramente posible para conmocionamos por la autorrevelación del ser humano lo mejor que podamos. Vamos a retomar todo este pensa­ miento con Kierkegaard y a desarrollarlo con Freud para ver adonde nos conduce este recorrido a través de los últimos 150 años. Si la profunda sinceridad que encierran algunos li­ bros pudiera cambiar el mundo de forma inmediata, los cin­ co autores que acabo de mencionar habrían hecho que las 36 www.FreeLibros.me Introducción naciones se tambalearan hasta sus cimientos. Pero, puesto que todo el mundo continúa como si las verdades vitales so­ bre la humanidad no existieran, es necesario hacer más hin­ capié en ellas. Durante 2.500 años hemos esperado y creído que si la humanidad pudiera revelarse a sí misma, si pudie­ ra conocer en su verdadera extensión los motivos que abri­ ga, inclinaría de algún modo la balanza a su favor. 37 www.FreeLibros.me www.FreeLibros.me PARTE I: LA PSICOLOGÍA PROFUNDA DEL HEROÍSMO No bebo p o r el mero placer del vino ni para escarnecer la fe, lo hago para olvidarme de m í mismo p o r un momento, tan sólo eso deseo de la embriaguez,> sólo eso. O m a r K hayyam www.FreeLibros.me www.FreeLibros.me 2. EL TERROR DE LA MUERTE ¿No hemos de confesamos, una vez más, que con nuestra civilizada actitud hacia la muerte vivimos psicológicamente* más allá de nuestros recursos y que debemos enmendar toda, esto dándole a la verdad lo que se le debe? ¿No sería mejor* darle a la muerte en la realidad y en nuestros pensamientos el lugar que le pertenece y otorgarle un poco más de relevancia a esa actitud inconsciente hacia la muerte que hemos suprimido hasta la fecha con tanto cuidado? Es verdad que a duras penas se nos aparece como una gran proeza, sino más bien como un paso atrás [...} pero tiene el mérito de tener algo más en cuenta el verdadero estado de la cuestión [...] SiGMUND F r e u d Lo primero que hemos de hacer con el heroísmo es po­ ner al descubierto su parte oculta, mostrar lo que da a la he­ roicidad humana su naturaleza específica y su ímpetu. Aquí introducimos directamente uno de los grandes redescubri­ mientos del pensamiento moderno: que entre todas las cosas que conmueven al ser humano, una de las más importantes es el terror a la muerte. A partir de Darwin, el problema de la muerte como algo evolutivo pasó a primera línea. M u­ chos pensadores vieron de inmediato que se trataba de un problema trascendental para el ser humano.2También advir­ - 411 www.FreeLibros.me La psicologia profunda del heroísmo tieron muy rápidamente en qué consistía el verdadero hero­ ísmo. Como escribió Shaler a principios de siglo,3ante todo, el heroísmo es un reflejo del terror a la muerte. Admiramos al máximo el valor para enfrentarse a la muerte y le otorga­ mos a ese valor nuestra mayor y más constante adoración; nos emociona profundamente porque dudamos del coraje que tendríamos nosotros. Cuando vemos a una persona afrontando con entereza su propia extinción, es como si en­ sayáramos la mayor victoria que podamos imaginar. De este modo, el héroe ha sido el centro del honor y la aclamación, probablemente desde el principio de la evolución humana específica, incluso antes de que nuestros antepasados pri­ mates respetaran a los que tenían fuerza y valor por encima de lo normal y despreciaran a los cobardes. El ser humano ha elevado el valor a la categoría de culto. En el siglo xix, la investigación antropológica e históri­ ca comenzó a configurar una imagen de lo heroico desde la época primitiva y arcaica. El héroe era la persona que podía ir al mundo de los espíritus y de los muertos, y regresar viva. Tuvo sus descendientes en los cultos mistéricos del Mediterráneo oriental, que fueron cultos de muerte y resu­ rrección. El divino héroe de todos estos cultos era alguien que había regresado de la muerte. Como sabemos hoy en día por la investigación en los mitos y rituales arcaicos, el propio cristianismo fue un competidor de los cultos mistéri­ cos y ganó, entre otras razones, porque también pudo exhi­ bir a un sanador con poderes sobrenaturales que se había al­ zado de entre los muertos. El gran triunfo de Pascua es el grito alborozado de «¡Cristo ha resucitado!», un eco del mismo júbilo con que los devotos de los cultos mistéricos representaban sus ceremonias de la victoria sobre la muerte. Esos cultos fueron, como lo expresó G. Stanley muy acerta­ damente, un intento de alcanzar «un baño de inmunidad» frente al mayor de los males: la muerte y el espanto ante ella.4Todas las religiones históricas se enfrentaron al mismo 42 www.FreeLibros.me El terror de la muerte problema de cómo soportar el final de la vida. Hay religio­ nes, como el hinduismo y el budismo, que llevaron a cabo un truco ingenioso: hacer como si no quisieran volver a na­ cer, es decir, una especie de magia negativa, pretender que no se quiere lo que más se desea.5 Cuando la filosofía tomó el puesto de la religión, también se hizo cargo del problema religioso más importante, y la muerte se convirtió en la ver­ dadera “musa de la filosofía” desde sus inicios en Grecia pasando por Heidegger hasta llegar al existencialismo mo­ derno.6 Existen ya muchos trabajos e ideas sobre este tema que parten de la religión, la filosofía y -desde D arw in- de la propia ciencia. El problema es cómo darle sentido a todo esto. La acumulación de investigaciones y opiniones sobre el miedo a la muerte es ya demasiado abundante como para lidiar con ella y resumirla de modo sencillo. El resurgi­ miento del interés sobre la muerte en las últimas décadas ha originado una enorme cantidad de bibliografía, y esa litera­ tura no apunta en una sola dirección. 1 El argumento de lo “mentalmente saludable99 Hay personas “mentalmente saludables” que mantienen que el miedo a la muerte no es connatural al ser humano, que no nacemos con él. Un número creciente de estudios meticulosos sobre el modo en que se desarrolla en el niño7 el miedo real a la muerte coincide, en buena medida, en que este no conoce la muerte hasta la edad de entre tres y cinco años. ¿Cómo podría ser de otra manera? La idea es muy abstracta, demasiado ajena a su experiencia. Vive en un mundo lleno de seres vivos que realizan obras, que reaccio­ nan ante él, que le divierten y le alimentan. No conoce lo que significa que la vida desaparezca para siempre, ni teori­ za sobre adonde puede ir a parar ésta. Sólo de forma gradual 43 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo va aceptando que existe algo que se llama muerte que se lle­ va a la gente para siempre. Llega a admitir, de mala gana, que la muerte, tarde o temprano, se lleva a todo el mundo. Esta concienciación gradual de que la muerte es inevitable puede continuar hasta los nueve o diez años. Aunque el niño no conoce ideas abstractas, como la ne­ gación absoluta, sí que padece sus ansiedades. Tiene una dependencia total de su madre, siente soledad cuando ella no está, frustración cuando no se le gratifica, irritación ante el apetito y la incomodidad, etc. Si se le dejase a su suerte, su mundo se derrumbaría de golpe; su organismo tiene que detectarlo en algún grado. A esta ansiedad la denominamos pérdida de objeto. ¿No es dicha ansiedad, pues, un miedo de aniquilación natural del organismo? Una vez más, hay mu­ chos que miran esta cuestión como algo muy relativo. Creen que si la madre ha ejercido como tal de forma afectuosa y responsable, la ansiedad y los sentimientos de culpa natura­ les del niño evolucionarán razonablemente, y podrá situar­ los bajo el control de su personalidad en desarrollo.8El niño que tiene una experiencia materna positiva desarrolla un sentido de seguridad básico y no está sujeto a temores insa­ nos de pérdida de apoyo, de aniquilación o similares.9 Al tiempo que crece y entiende la muerte racionalmente hacia los nueve o diez años, la acepta como parte de su cosmovisión, pero la idea no envenena su actitud autoconfiada hacia la vida. El psiquiatra Reinhold dice de forma categórica que la ansiedad anuladora no forma parte de la experiencia na­ tural del niño, sino que se genera en él por sus experiencias negativas con una madre con deficiencias.10Esta teoría hace recaer todo el peso de la ansiedad en la crianza del niño, no en su naturaleza. Otro psiquiatra, en una línea menos radi­ cal, considera el miedo a la muerte como algo acrecentado^ en gran medida, por las experiencias que tenemos de pe-i queños con nuestros padres, por la negación hostil de nues­ tros impulsos de vida y, de modo más general, por el anta­ 44 www.FreeLibros.me El terror de la muerte gonismo de la sociedad a la libertad humana y a la autoexpansión.11 Como veremos más adelante, esta visión es muy popular hoy en día dentro del movimiento generalizado de vivir sin represiones, del deseo urgente de una nueva libertad para los impulsos biológicos, de una actitud nueva de orgullo y disfrute del cuerpo, del abandono de la vergüenza, la culpa y del aborrecimiento de uno mismo. Desde este punto de vista, el miedo a la muerte es algo que crea la sociedad y que, al mismo tiempo, utiliza contra la persona para mante­ nerla sometida. El psiquiatra Moloney se refería a ello como un «mecanismo cultural», y M arcuse como una «ideolo­ gía».12 Norman O. Brown llegó a decir, en un libro de enor­ me influencia que abordaré con cierto detenimiento, que podría darse un nacimiento y desarrollo del niño en una «se­ gunda inocencia» libre del temor al miedo a la muerte por­ que no negaría la vitalidad natural y permitiría que el niño estuviese plenamente abierto a la vida física.13 Desde ese punto de vista, se entiende fácilmente que quienes han pasado experiencias tempranas negativas ten­ gan una fijación más insana sobre la ansiedad por la muerte y, si, por casualidad, llegan a ser filósofos, probablemente convierten esta idea en la máxima central de su vida, como le ocurrió a Schopenhauer, que odiaba a su madre y llegó a proclamar a la muerte como la «musa de la filosofía». Si se tiene un carácter “amargado”, o experiencias especialmente trágicas, entonces se está destinado a ser pesimista. Un psi­ cólogo me hizo constatar que la idea del miedo a la muerte provenía de los existencialistas y de los teólogos protestan­ tes que llevaban las cicatrices infligidas por sus experien­ cias europeas, o que se dejaban llevar por el peso extra de la herencia calvinista y luterana. Incluso el conocido psicólo­ go Gardner Murphy parece inclinarse en esta dirección y nos insta a estudiar a la persona que exhibe el miedo a la muerte, que coloca la ansiedad en el centro de su pensa­ 45 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo miento. Murphy pregunta por qué la vivencia de la vida con amor y alegría no puede contemplarse asimismo como real y básica.14 El argumento de lo “mentalmente insano” El argumento de lo “mentalmente saludable” que acabo de discutir es una cara de la moneda de entre la multitud de investigaciones y opiniones acumuladas sobre el problema del miedo a la muerte, pero existe otra. Numerosas personas estarían de acuerdo con esas observaciones sobre las expe­ riencias tempranas y admitirían que esas experiencias pue­ den intensificar la ansiedad natural y los miedos posterio­ res. Sin embargo, esa misma gente aseguraría con todo su empeño que, a pesar de todo, el miedo a la muerte es natu­ ral y se encuentra en cada uno de nosotros, que es el miedo básico que influye sobre los restantes, un miedo al que na­ die es inmune, sea cual sea su disfraz. William James se pronunció pronto en favor de esta escuela y, con su acos­ tumbrado realismo colorista, llamó a la muerte «el gusano que está en el eje» de las pretensiones de felicidad huma­ na.15Nada menos que un estudioso de la naturaleza humana como M ax Scheler pensó que todas las personas poseen al­ gún tipo de intuición de este «gusano del eje», tanto si lo ad­ miten como si n o.16 Existen incontables autoridades (algu­ nas de las cuales desfilarán por las páginas siguientes) que pertenecen a esta corriente: estudiosos de la talla de Freud, muchos de su círculo más próximo e investigadores respon­ sables que no son psicoanalistas. ¿Qué podemos obtener de una disputa en la que se oponen dos campos tan distintos y avalados por autoridades tan eminentes? Jacques Choron llega a decir que es poco probable que alguna vez sea posi­ ble decidir si el miedo a la muerte es la ansiedad básica, o no.17 Lo máximo que se puede hacer en cuestiones como 46 www.FreeLibros.me El terror de la muerte ésta es tomar partido, dar una opinión basada en las autori­ dades que nos resultan más convincentes y que nos presen­ tan algunos de los argumentos más persuasivos. Yo me alineo claramente con la segunda tendencia. De hecho, todo este libro es una red de argumentos basados en la universalidad del miedo, o más bien “terror” a la muerte, como prefiero llamarlo, para transmitir hasta qué punto aca­ ba con todo cuando lo miramos directamente a la cara. El primer documento que quiero presentar con detenimiento es un trabajo escrito por el célebre psicoanalista Gregory Zilboorg. Se trata de un ensayo singularmente profundo que, por su brevedad y alcance, no ha sido fácil de mejorar, aun­ que apareció hace ya varias décadas.18 Zilboorg dice que la mayoría de la gente piensa que el miedo a la muerte está au­ sente porque pocas veces nos muestra su verdadera faz. Sin embargo, arguye que, bajo todas las apariencias, el miedo a la muerte está presente de forma universal: Porque, tras toda sensación de inseguridad frente al pe­ ligro, de abatimiento y de depresión, siempre acecha el miedo básico a la muerte, un temor sometido a las elabora­ ciones más complejas que se manifiesta de formas múlti­ ples e indirectas [...]. Nadie se libra del terror a la muerte [...]. Las neurosis de ansiedad, los diferentes estados fóbicos, incluso un número considerable de depresiones suici­ das y muchas esquizofrenias, dejan amplia constancia del omnipresente miedo a la muerte que se va entretejiendo en los conflictos principales de cada una de estas condiciones psicológicas [...]. Podemos dar por descontado que el mie­ do a la muerte está siempre presente en nuestro funciona­ miento mental.19 1 ¿No es lo mismo que ya había dicho James a su manera? 47 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Dejemos que la mentalidad sana y optimista actúe lo mejor posible con su extraño poder de vivir el momento mientras desatiende y olvida. Pese a ello, el trasfondo ma­ ligno estará ahí, en nuestro recuerdo, y la calavera sonrei­ rá sarcásticamente en el banquete.20 La diferencia entre estas dos afirmaciones no radica tan­ to en las metáforas y en el estilo como en el hecho de que la de Zilboorg aparece casi medio siglo más tarde y se basa en mucha más cantidad de trabajo clínico real, no sólo en es­ peculaciones filosóficas o intuiciones personales. Sin em­ bargo, también continúa la línea correcta de desarrollo que proviene de James y los postdarwinistas que entendieron el terror a la muerte como un problema biológico y evolutivo. Creo que pisa tierra firme y, en particular, me gusta como expone la cuestión. Zilboorg señala que este miedo es, en realidad, una expresión del instinto de autoconservación, que funciona como un aliciente constante para asegurar la vida y dominar los peligros que la amenazan. Semejante gasto continuo de energía psicológica en pre­ servar la vida sería imposible si el miedo a la muerte no fue­ se tan persistente. El mismo término “autoconservación” implica un esfuerzo contra alguna fuerza desintegradora; es el aspecto afectivo de tal miedo, del miedo a la muerte.21 En otras palabras, el miedo a la muerte ha de encontrar­ se tras nuestro funcionamiento normal a fin de que el orga­ nismo tenga armas para la autoconservación. Pues no es po­ sible que el miedo a la muerte esté permanentem ente presente en nuestra mente, si no el organismo no podría fun­ cionar. Añade Zilboorg: Si este miedo fuese siempre consciente, seríamos inca-* paces de funcionar con normalidad. Lo hemos de reprimir 48 www.FreeLibros.me El terror de la muerte como es debido para mantenemos vivos con un mínimo des bienestar. Sabemos muy bien que reprimir más que escon­ der significa olvidar lo escondido y el sitio donde lo es­ condimos. Significa también perseverar en un esfuerzo psicológico constante para mantenerlo algo tapado y no bajar nunca la guardia interiormente.22 Comprendemos, entonces, lo que parece una paradoja imposible: el omnipresente miedo a la muerte en el funcio­ namiento normal biológico de nuestro instinto de autoconservación, así como la ajenidad absoluta de este miedo en nuestra vida consciente. Por ello, en épocas normales nos movemos sin creer nunca en nuestra propia muerte, como si creyéramos com­ pletamente en nuestra inmortalidad corpórea. Tratamos de controlar la muerte [...]. Por descontado, cualquier perso­ na dirá que sabe que ha de morirse algún día, pero en rea­ lidad no le preocupa. Se encuentra bien viviendo, no pien­ sa en la muerte ni se molesta en ocuparse de ella: se trata sólo de una confesión verbal. El sentimiento del miedo está reprimido.23 s El razonamiento biológico y evolucionista es fundamen­ tal y ha de tomarse en serio; no se puede dejar de lado en ninguna discusión. Los animales han tenido que protegerse con respuestas de temor para sobrevivir, no sólo con res­ pecto a otros animales, sino a la misma naturaleza. Han te­ nido que entender la relación real entre sus fuerzas limita­ das y el mundo lleno de peligros en el que estaban inmersos. ¡ La realidad y el miedo se aúnan de forma natural. Como el recién nacido humano se encuentra en una situación aún más desvalida e indefensa, sería una insensatez pensar que la respuesta del miedo haya podido desaparecer en una es­ pecie tan débil y sensible. Es más razonable pensar que se 49 www.FreeLibros.me * La psicología profunda del heroísmo ha intensificado, como ya creían algunos de los primeros darwinistas: los primeros seres humanos, los que más su­ pieron sobre el miedo, fueron los más realistas en cuanto a su situación en la naturaleza y transmitieron a sus descen­ dientes un realismo que tenía un alto valor de superviven­ cia.24 El resultado fue la aparición del ser humano, como le conocemos: un animal hiperansioso que inventa constante­ mente razones para su ansiedad, incluso cuando no existe ninguna. El razonamiento psicoanalítico es menos especulativo y debe tomarse aún más en serio. Nos muestra cosas del mun­ do interior, de cuando éramos pequeños, de las que no éra­ mos conscientes: en concreto, que cuanto mayor terror sen­ timos más nos diferenciamos de otros animales. Se podría decir que el miedo se encuentra programado en la escala más baja de los animales determinado por sus instintos, pero un animal sin instintos no tiene miedos programados. Nuestros temores se forman a partir de nuestra manera de percibir el mundo. ¿Qué es lo que hay de único en la per­ cepción infantil del mundo? En primer lugar, su exagerada confusión sobre la relación causa-efecto y, por otra parte, su acusada carencia de realismo sobre los límites de sus fuer­ zas. En la infancia vivimos en un estado de dependencia to­ tal: cuando se satisfacen nuestras necesidades, debe pare­ cem o s que p o seem o s p o d eres m ág ico s, que som os verdaderamente omnipotentes. Si sufrimos dolores, hambre o malestar, todo lo que hemos de hacer es gritar, y ensegui­ da nos sosiegan con suaves y amorosos arrullos. Somos ma­ gos y telépatas: no tenemos más que chistar y soñar, y el mundo acude a satisfacer nuestros deseos. Pero, ahora, viene la penalización para tales percepcio­ nes. En un mundo mágico en el que unas cosas hacen que otras sucedan gracias al mero pensamiento o a una mirada de descontento, todos estamos expuestos a que nos pase cualquier cosa. Cuando tenemos la experiencia de las au­ 50 www.FreeLibros.me El terror de la muerte ténticas e inevitables frustraciones con los padres, dirigimos nuestro odio y sentimientos destructivos hacia ellos. No te­ nemos modo alguno de saber que los sentimientos malignos no pueden satisfacerse con la misma magia con la que lo lo­ graban nuestros deseos. Los psicoanalistas creen que esta confusión es la causa más importante del sentimiento de culpa e impotencia en la infancia. Wahl en su excelente en­ sayo resumió esta paradoja: [...] los procesos de socialización de todos los niños son dolorosos y frustrantes. Por ello, no hay niño que se li­ bre de sentir los deseos hostiles de muerte de sus socializadores, bien de forma directa, bien simbólicamente. La represión es normalmente [...] inmediata y eficaz.. ,25 En la infancia, somos demasiado débiles como para res­ ponsabilizarnos de todos nuestros sentimientos destructivos y no podemos controlar la consecución mágica de nuestros deseos. Esto es lo que llamamos un ego inmaduro. No tiene la capacidad y certeza de organizar sus percepciones y sus relaciones con el mundo; no puede controlar su actividad y dominar los actos de los demás; no posee un control real de la acción causa-efecto mágica que percibe en su interior, en la naturaleza exterior o en los otros. Sus impulsos destructi­ vos pueden estallar violentamente, lo mismo que los de sus padres. Las fuerzas de la naturaleza le desconciertan exter­ na e internamente. Para un ego débil, esto conduce a gran­ des cantidades de energía potencial desproporcionada y a un terror añadido. El resultado es que en la infancia vivi­ mos, al menos durante un tiempo, con un sentimiento inte­ rior de caos interno al que otros animales son inmunes.26 Resulta irónico que incluso cuando distinguimos entre las relaciones de causa y efecto se nos convierten en una carga porque las supergeneralizamos. Estas generalizacio­ nes son las que el psicoanálisis conoce como “principio del 51 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo talión”. El niño aplasta insectos, ve como el gato se come al ratón y lo hace desaparecer, participa con su familia en co­ merse un conejito doméstico y otras cosas por el estilo. Lle­ gamos a saber algo sobre las relaciones de poder en el mun­ do, pero no podemos relativizarlas: nuestros padres podrían comemos y hacemos desaparecer; del mismo modo, noso­ tros también nos los podríamos comer a ellos. Cuando a un padre le brillan los ojos fieramente mientras pega a una rata con un palo, el niño puede creer que a él también le darán garrotazos, sobre todo si ha tenido pensamientos mágicos malos. No quiero que parezca que trazo un cuadro exacto de unos procesos que aún no conocemos claramente o que ar­ gumento que todos los niños y niñas viven en el mismo mundo y tienen los mismos problemas. Tampoco quisiera presentar el mundo infantil como más morboso de lo que en general es. Sin embargo, creo que es importante mostrar las contradicciones penosas que deben ocurrir, al menos en al­ gunas ocasiones, y evidenciar lo fantástico que probable­ mente es ese mundo de los primeros años infantiles. Quizás entonces podamos entender mejor por qué Zilboorg dijo que el miedo a la muerte «sufre elaboraciones más com ple­ jas y se manifiesta indirectamente de muchas maneras», o, como manifestó Wahl con toda exactitud, que la muerte es un símbolo complejo, no una cosa concreta y claramente de­ finida. [...] el concepto de muerte que tiene el niño no es el de una cosa única y sencilla, sino más bien un compuesto de paradojas mutuamente contradictorias [...] la propia muer­ te no es un estado, sino un símbolo complejo cuyo signifi­ cado varía de una persona a otra, de una a otra cultura.27 Podríamos entender también por qué en la infancia tene­ mos pesadillas reiteradas, fobias universales a los insectos y 52 www.FreeLibros.me El terror de la muerte a los perros fieros. En nuestros mundos interiores y tortura­ dos, proyectamos símbolos complejos de muchas realida­ des inadmisibles: el terror al mundo, el espanto de los pro­ pios deseos, el miedo a la venganza de los padres, la desaparición de los objetos, la propia falta de control sobre cualquier cosa. Es demasiada carga para cualquier animal, pero nosotros hemos de asumirla. Por ello nos despertamos gritando con una regularidad casi exacta durante el período en que nuestro ego débil está en un proceso de consolida­ ción de muchas cosas. La desaparición del miedo a la muerte Pese a todo, las pesadillas se van espaciando, y, además, unas personas tienen más que otras. Regresamos al princi­ pio de nuestra discusión, a los que no creen que el miedo a la muerte es normal, a los que creen que es una exageración neurótica que se origina en experiencias tempranas. En caso contrario, dicen: ¿cómo explicar que una vasta mayoría de gente sobreviva a las oleadas de pesadillas infantiles y lleve una vida saludable, más o menos optimista y despreocupa­ da de la muerte? Como dijo Montaigne, el campesino sien­ te una profunda indiferencia por la muerte y el lado sinies^ tro de la vida, a la vez que es paciente respecto a estoá^ nosotros decimos que es así por su necedad. De ser así, «aprendamos todos de su necedad».28 Hoy e,n día, con conocimientos que Montaigne, diríamos «aprendamos tod c^d e la represión», aunque la moral tendría un peso equiLa represión se encarga del símbolo compfejo de la muerte en la mayoría de las personas. „y Sin embargo, su desaparición no significa que el miedo no haya existido nunca. La argumentación de los que creen en la universalidad del terror a la muerte se apoya casi siem­ pre en lo que conocemos sobre la eficacia de la represión. 53 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Probablemente, esta cuestión no podrá resolverse nunca del todo. Si aseguras que un concepto no está presente porque está reprimido, nunca puedes perder. No es un juego limpio desde el punto de vista intelectual porque siempre juegas con una baza segura. Este tipo de argumentación provoca que mucha gente considere el psicoanálisis acientífico. Ello proviene del hecho de que sus defensores aseveran que si alguien niega uno de sus conceptos, es porque está repri­ miendo la conciencia de su realidad. La represión no es una palabra mágica para ganar argu­ mentos: es un fenómeno real del que se han podido estudiar muchos de sus efectos. Estos estudios la legitiman como concepto científico y la convierten en un aliado más o m e­ nos fiable en nuestra argumentación. En primer lugar, hay un volumen creciente de investigaciones que intentan llegar a la conciencia de la muerte negada por la represión, que utiliza tests psicológicos, como la medición de las respues­ tas galvánicas de la piel. Con ello se sugiere que, bajo las capas externas más suaves, acecha la ansiedad universal, el «gusano que está en el eje».29 En segundo lugar, en la vida, no hay nada como los shocks para dar salida a las represiones. Hace poco, algunos psiquiatras informaron de que las neurosis de ansiedad en los niños habían aumentado a raíz de los temblores de tierra en California del Sur. Para estos niños, el descubrimiento de que la vida incluye el riesgo de cataclismos fue excesivo para su sistema de negación, aún imperfecto; de ahí sus bro­ tes de ansiedad. Con los adultos puede observarse esta m a­ nifestación de ansiedad, en forma de pánico, ante catástro­ fes inminentes. Recientemente, algunas personas sufrieron fracturas y otras lesiones al tener que realizar una salida de emergencia del avión durante el despegue y saltar desde el ala al suelo; el suceso lo desencadenó el incendió de un mo­ tor. Es obvio que bajo estos ruidos inocuos subyacen frago­ res mayores en la creatura. 54 www.FreeLibros.me El terror de la muerte Aún más importante es saber cómo funciona la repre­ sión. No se trata simplemente de una fuerza negativa que se opone a la energía de la vida; vive de la energía vital y la usa creativamente. Quiero decir que los miedos son absorbidos de forma natural por la lucha orgánica expansiva. Parece que la naturaleza ha construido en el interior del organismo una salud mental innata que se expresa a sí misma en el pro­ pio placer, en el gusto por desplegar sus capacidades en el mundo, en la incorporación de cosas en ese mundo y en nu­ trirse de sus experiencias sin límites. Todo esto supone una gran cantidad de experiencia muy positiva y, cuando un or­ ganismo lleno de energía se conmueve con ella, le produce gozo. Como lo expresó Santayana en cierta ocasión, un león debe sentirse más seguro de que Dios está de su parte que una gacela. En su nivel más elemental, el organismo trabaja activamente contra su propia fragilidad buscando su desa­ rrollo y perpetuándose en la experiencia de vivir. En lugar de encogerse, se abre hacia más vida. Además, sólo hace una cosa a la vez, evitando así distracciones innecesarias en la actividad que le absorbe por completo. De este modo, pa­ rece que el miedo a la muerte se puede desoír o que, de he­ cho, esté incluido en los procesos de expansión vital. A ve­ ces, tenemos la impresión de reconocer un organism o semejante vitalidad en el plano humano. Pienso en el reífas to de Zorba el Griego trazado por Nikos Kazantzakis. Zorba era el ideal de la victoria indolente, al tiempo que absor­ bente, de la pasión por lo cotidiano sobre la timidez y la muerte, y purificó a los demás en su llama de afirmación de la vida. Sin embargo, el propio Kazantzakis no era Zorba, lo 'que explica, en parte, por qué el personaje de Zorba sonaba un ppco a falso. Tampoco lo son la mayoría de las personas. P e ^ e ^ U n , tndo_eJ mundo fosfruta de una^antiéatf activa de narcisismo Da§re%^unc¡ue no sea el de un león. El niñcfbien alimentado y querido d(Tsárf611á,’cóm() hemos dicho, un sentido de omnipotencia mágica y de indestructibilidad, un 55 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo sentimiento de poder irrefutable y de apoyo firme. En lo más profundo de sí puede imaginarse que es eterno. Podría­ mos decir que la represión de la idea de su propia muerte le resulta fácil porque está fortalecido contra ella por su propia vitalidad narcisista. Esto probablemente contribuyó a que Freud dijese que el inconsciente no conoce la muerte. Sea como sea, sabemos que el narcisismo básico se incrementa cuando las experiencias de la propia infancia con seguridad han sido un apoyo para la vida y con su calidez han poten­ ciado el sentido del yo, el sentimiento de ser realmente es­ pecial, el auténtico número uno de la Creación. El resultado es que algunas personas poseen mayor cantidad de lo que el psicoanalista Leon J. Saul denominó con acierto «sustento interior».10Es este sentido de seguridad corporal ante la ex­ periencia lo que conduce a la persona con más facilidad a buen término en las crisis graves de su vida e incluso en los cambios bruscos de personalidad. Casi parece que ocupe el lugar de los instintos directrices de animales más inferiores. Es imposible evitar pensar de nuevo en Freud, que tenía más vigor interior que la mayoría de las personas gracias a su madre y a su entorno temprano favorable. Conoció la se­ guridad y el valor que le daba a la persona y él mismo se en­ frentó a la vida y a un cáncer letal con un heroísmo estoico. Una vez más, tenemos evidencias de que el complejo sím­ bolo del miedo a la muerte varía en intensidad. Como infie­ re Wahl, sería «profundamente dependiente de la naturaleza y vicisitudes de los procesos de desarrollo».31 Sin embargo, deseo ser cuidadoso en cuanto a no exage­ rar la vitalidad natural y la vigorización interior. Como ve­ remos en el capítulo 6, incluso el propio Freud, un privile­ giado de excepción, padeció toda su vida fobias y ansiedad por la muerte y llegó a percibir el mundo bajo este aspecto de terror natural. No creo que el complejo símbolo de la muerte esté nunca ausente, cualquiera que sea la vitalidad y el vigor interior de la persona. Más aún, si decimos que esos 56 www.FreeLibros.me El terror de la muerte poderes hacen que la represión sea fácil y natural, sólo de­ cimos la mitad de la verdad. En realidad, adquieren su po­ der de la represión. Los psiquiatras arguyen que el miedo a la muerte varía en intensidad dependiendo del proceso de desarrollo, y creo que una razón importante para esta varia­ bilidad es que el miedo se transforma durante ese proceso. Si el niño ha recibido una educación favorable, sólo sirve para facilitar la ocultación del miedo a la muerte. Después de -todorla represión es posible por la identificación natural del niño con los poderes de sus padres. Si se le ha atendido bien, la identificación se produce con facilidad y consisten­ cia, y el poder de sus padres sobre la muerte se convierte au­ tomáticamente en el suyo. ¿Q ué hay más natural para deste­ rrar Jo s propios miejdos-que vivir de poderes prestados! ¿Qué significa el período de crecimiento sino dejar el pro*, ygcto de vida propio? Voy a hablar sobre todas estas cosas a lo largocle todo el libro y no voy a revelarlas en esta intro­ ducción. Lo que veremos es que el ser humano está hecho para un mundo manejable y que se lanza a la acción de for­ ma acrítica e irreflexiva. Acepta una programación cultural que dirige su mirada hacia donde se supone que debe. No so come el mundo de un bocado, como lo haría un gigante, sino que se lo toma a pedacitos, como lo haría un castor. Utiliza todo tipo de técnicas, a las que llamamos “defensas del carácter” ; aprende a no exponerse, ni a destacar; apren­ de a incluirse dentro de otros poderes, de personas y cosas concretas, de mandatos culturales. El resultado es que llega a vivir en la infalibilidad imaginada del mundo que le rodea. No ha de temer nada cuando tiene los pies firmes sobre el suelo y su vida está planificada dentro de un laberinto pre­ fabricado. Todo lo que ha de hacer es zambullirse de cabeza en un estilo de vida compulsivo por “los caminos del mun­ do” que aprende de pequeño y que vive posteriormente como una ecuanimidad sombría: el ^Tftrnñn ppflfir rif. vivir _£L momento e ignorar y olvidan»,^como lo expresó James. , 57 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Esta es la razón más profunda por la que el campesino de M ontaigne no se altera hasta el final, cuando el Angel de la Muerte, que ha estado siempre sentado sobre su hombro, extiende sus alas. O, al menos, hasta que se sorprende a sí mismo en un conocimiento mudo, com o los “M aridos” dg la excelente película de John Cassavetes. Én tiempos como estos, cuando la conciencia clarea lo que siempre había per­ manecido oculto por la actividad frenética y convencional, contemplamos la transmutación de la represión redestilada, por así decirlo, y cómo el miedo a la muerte aflora en su más pura esencia. Por ello, la gente tiene brotes psicóticos cuando la represión no funciona, cuando ya no es posible que el impulso de la actividad nos haga seguir avanzando. Además, la mentalidad del campesino es mucho menos ro­ mántica que lo que a Montaigne le gustaría hacemos creer. La ecuanimidad del campesino se encuentra normalmente inmersa en un estilo de vida que tiene elementos de auténti­ ca locura; de este modo, se protege. Odios y amarguras sub­ terráneos y constantes que se expresan en desavenencias, bravuconadas, altercados y peleas familiares, una mentali­ dad mezquina, el propio rechazo, la superstición, el control obsesivo de la vida diaria mediante un autoritarismo severo y otras muchas cosas. Como lo rejyesenta el título de un ensayo recicnte d e Joseph Lopreato, ¿Le gustaría ser un cam­ pesino? También mencionaremos otra gran dimensión en la que el complejo símbolo de la muerte se transmuta y transcien­ de por la creencia del ser humano en la inmortalidad, en la prolongación del propio ser en la inmortalidad. Ahora mis­ mo, podemos sacar la conclusión de que existen muchas maneras en que puede actuar la represión para calmar al an­ sioso animal humano. Para que no tenga que padecer nin­ guna ansiedad. Creo que hemos reconciliado las dos posturas divergen­ tes sobre el miedo a la muerte. Tanto la posición “depen­ 58 www.FreeLibros.me El terror de la muerte diente del entorno” como la “innata” forman parte de la misma imagen. Ambas se funden de forma natural. Todo de­ pende del ángulo desde el que te acercas a la imagen; si es desde el de los disfraces y transmutaciones del miedo a la muerte, o desde el de su ausencia aparente. Admito, con cierto sentido de desasosiego científico, que, cualquiera que sea el ángulo que se use, no se llega al miedo real a la muerte. Por esta razón, aim m e ^ p n poco entusiasmo, estoy de acuerdo con Choron enjjue no se podrá “ganar” nunca pam c E ñ im ^ E S r e s ta dispuU^jSin embarco, hay algo m u ¿ importante que emerge de todo esto* y es que pueden tra­ zarse y elegirse imágenes diversas del hojjibr.eirs Por una~parte, contemplamos un animal humano que está parcialmente muerto en relación al mundo, que se “dig­ nifica” al máximo cuando muestra un cierto olvido de su destino, cuando se permite dejarse llevar por la vida; y que es “libre” en el mayor grado posible cuando depende de los poderes de su entorno, cuando está al menos en posesión de sí mismo. Por otro, nos llega la imagen de un animal huma­ no que es claramente sensible al mundo, que no puede ce­ rrarse a él, que tiene que valerse con sus propios exiguos poderes y que se nos muestra como el menos libre para mo­ verse y actuar, el que está en menor posesión de sí mismo y el más falto de dignidad. Cualquiera que sea la imagen con la que decidamos identificarnos, depende en gran parte de nosotros. Vamos, entonces, a explorar y desarrollar esas imágenes, más aún, para ver qué es lo que nos revelan. 59 www.FreeLibros.me 3. LA REMODELACIÓN DE ALGUNAS IDEAS PSICOANALÍTICAS BÁSICAS Del niño de cinco años que fu i a lo que soy no hay más que un escalón. Del recién nacido al niño de cinco años hay una distancia sobrecogedora. L e ó n T o lsto i Ahora que ya hemos bosquejado el argumento en los dos primeros capítulos, ha llegado el momento de completar los detalles. ¿Por qué es el mundo tan pavoroso para el animal hu­ mano? ¿Por qué tiene la gente tantos problemas para encon­ trar recursos que le ayuden enfrentarse a ese terror abierta y valerosamente?JM>l¿Ldg-£§tasf£OS(a s nos conduce de-manera directa al corazótrdelaieoría psicoanalítica y a lo que CT*hoy el renacimiento existencia en psicología. La naturaleza hu­ mana queda al descubierto con una claridad y amplitud real­ mente sorprendentes. El conflicto existendal del hombre Siempre se supo que existía algo distintivo en el ser hu­ 60 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas mano, algo que, en el fondo, le caracterizaba y le hacía di­ ferente de otros animales. Era algo que tenía que ir a afec­ tarle en lo más hondo, algo que le hacía sufrir su destino sin­ gular y que le imposibilitaba escaparse. Durante siglos, cuando los filósofos hablaban de lo más profundo en el ser humano, se referían a ello como la “esencia”, algo que esta­ ba inscrito en su naturaleza y que en el fondo era de una cualidad o substancia especial. Sin embargo, nunca pudo hallarse nada similar: lo característico del ser humano con­ tinuó siendo un dilema. L ara zó n p o r la que 110 s£ encontró, según explicó Edch Fromm en un excelente debate, era por­ que no había tal e§&J2£Ía*Ja es&noaBel jser humana alidad, su naturaleza paradójica, el hecho de ser mitad mal, mitad simbólico.1 Como veremos en el capítulo 5, fue Kierkegaard quien introdujo a la fuerza la paradoja exist^ncial en la psicología moderna con su brillante análisis"fiel de Adán y Eva, que había transmitido históricamente esta~"Jmradoja al pensamiento occidental. Más tarde, cada psicólogo que ha realizado un trabajo substañcíaTKa con­ vertido esta paradoja en el principal problema de su pensa­ miento. Otto Rank (a quien dedicaré algunos capítulos más adelante) lo ha hecho de forma más sistemática y brillante que nadie desde Kierkegaard, Cari Jung, Erich Fromm, R o­ llo May, Ernest 5cTí3cTiteI7Abraham Maslow, Harold F. S&: árlesTNorman O. Brown, Laura Perls y-otros. Podríamos denominar existencial esta paradoja: l^xondid ó n de la jndividualidadJ&Mrp 4e laj2uULidA^‘d persona posee una identidad simbólica que la separa tajantemente de la naturaleza. Es un “yo” simbólico, una creatura con un nombre y una historia vital. Es una creadora con una mente que se eleva para hacer conjeturas sobre los átomos y el in­ finito. Con la imaginación puede volar a cualquier punto del espacio y contemplar con perplejidad su propio planeta. Esta tremenda expansión emocional, su pericia, su capaci­ dad etérea y su autoconciencia, literalmente otorgan al ser 61 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo humano el statu quo de un diosecillo de la naturaleza, como •bien sabían los pensadores del Renacimiento^* Sin embargo, como también conocían los sabios orienta­ les, el ser humano es a la vez gusano y alimento para los gu­ sanos. He aquí la paradoja: está fuera y asimismo irreme­ diablemente dentro de la naturaleza. Es ambivalente; se eleva a las estrellas, pero se aloja en un cuerpo con un cora­ zón que bombea, un cuerpo que jadea para aspirar aire, que en tiempos ocupó un lugar entre los peces y que aún lleva en sí los restos de agallas que lo prueban. Su cuerpo es una cu­ bierta carnosa ajena a él en muchos sentidos, de los que los más extraños y repugnantes son los de que padece dolen­ cias, sangra, se deteriora y muere. El ser humano se en­ cuentra literalmente partido en dos: tiene conciencia de su propia y magnífica unicidad, en cuanto destaca en la natu­ raleza con majestad catedralicia y, no obstante, volverá a la tierra cuando lo entierren a unos pocos metros parajUMGfírperse sordo y mudo y desaparecer pairá siempre. Se encuen­ d a en un conflicto aterrador con el que tiene que convivir. Claro está que los animales inferiores se ahorran esta dolorosa contradicción, ya que carecen de identidad simbólica y de la autoconciencia que la acompaña. Simplemente actúaa y se mueven de manera refleja al tiempo que susL instintos les guía»r-Si hacen un alto, §e trata sólo de un pararse físico: en su interior son anónimos, e incluso sus rostros no tienen nombre. Viven en un mundo sin tiempo, palpitando, por así decirlo, como en un estado de estupidez. Ello ha hecho que fuese tan sencillo derribar a tiros manadas enteras de búfa­ los o de elefantes. Los animales no saben que la muerte su­ cede junto a ellos y continúan pastando plácidamente mien­ tras otros se derrumban a su lado. El conocimiento de la muerte es un acto reflexivo y conceptual, y los animales es­ tán a resguardo de él. Viven y desaparecen con el mismo descuido; unos minutos de miedo, unos segundos de angus­ tia y ya ha pasado todo. Pero vivir toda una vida con el sino 62 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas de la muerte acosándonos en sueños, incluso en los mejores días, es algo muy distinto. Sólo dejando que la propia mente y los sentimientos se impregnen del peso que tiene esta paradoja, puede uno lle­ gar a darse cuenta de hasta qué punto es imposible para un animal verse involucrado en ella. Creo que los que conside­ ran que la comprensión total de la condición humana nos volvería locos están en lo cierto. A veces, hay recién naci­ dos que tienen agallas y colas, aunque no se le da publici­ dad, sino que se silencia. ¿Quién quiere aceptar por com­ pleto a estas criaturas que arañan y jadean en un universo que se sale de nuestro alcance? Creo que estos fenómenos ilustran el significado de la escalofriante consideración de Pascal: «Los seres humanos han de estar necesariamente lo­ cos, pues no estarlo equivaldría a otra forma de locura». N e­ cesariamente, porque el dualismo existencial crea una si­ tuación imposible, un conflicto intolerable. Locos, porque como veremos todo lo que hace el ser humano en su mundo simbólico es un intento de negar y superar su grotesco des­ tino. El ser humano, literalmente, se sume en el ciego olvi­ do mediante juegos sociales, engaños psicológicos, preocu­ paciones personales tan alejadas de la realidad de su situación que son formas de locura, locura acordada, locura compartida, locura disfrazada y dignificada, pero locura de todos modos. «Los rasgos del carácter», dijo Sandor Ferenczi, una de las mentes más brillantes del círculo íntimo de los primeros psicoanalistas de Freud, «son psicosis se­ cretas». No se trata de una ocurrencia petulante que suelta como de paso un joven borracho de ciencia con su propio poder explicativo y su éxito; es un juicio científico maduro, de la índole más devastadora y autorreveladora que jamás haya formulado el ser humano al tratar de comprenderse a sí mismo. Ferenczi ya había descubierto lo que se ocultaba tras las máscaras herméticas, las sonrientes, las serias, las satisfechas, y cómo la gente se marcaba un farol ante el 63 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo mundo y ante sí misma sobre sus psicosis secretas. Más re­ cientemente, Erich Fromm2 se preguntaba por qué mucha gente no enloquecía ante la contradicción existencial entre un yo simbólico, que parece darle a la persona un valor in­ finito en un esquema intemporal de las cosas, y un cuerpo que no vale un duro. ¿Cómo reconciliar ambos aspectos? Para entender el peso del dualismo en la condición hu­ mana hace falta saber que en la infancia no podemos real­ mente manejar ninguno de los dos. Lo que nos caracteriza es ser precoces y prematuros: nuestro mundo se amontona sobre nosotros, y nosotros nos amontonamos sobre nosotros mismos. Desde la más tierna infancia poseemos un exquisi­ to sistema sensorial que se desarrolla rápidamente para asi­ milar todas las sensaciones de nuestro mundo con extrema sutileza. Añádase a ello el rápido desarrollo del lenguaje y el sentido del yo y póngase todo sobre el cuerpo indefenso de un bebé que intenta en vano asir el mundo de forma ati­ nada y segura. El resultado es ridículo. Nos hallamos abru­ mados por las experiencias del dualismo del yo y del cuer­ po a partir de ambas partes, ya que no dominamos ninguna de las dos. No somos un yo social confiado, manipulador avezado de las categorías simbólicas de las palabras, pensa­ mientos, nombres y lugares, o específicamente del tiempo, ese gran misterio; ni siquiera sabemos qué es un reloj. Tam­ poco somos un animal adulto en funcionamiento que pueda crear y procrear, llevar a cabo las cosas serias que ve a su al­ rededor; no podemos, en modo alguno, actuar “como papá”. Somos un prodigio en el limbo. Nos sentimos desposeídos en las dos mitades de nuestra experiencia, sin embargo, las impresiones continúan invadiéndonos, y las sensaciones brotan desde nuestro interior anegando nuestro cuerpo. N e­ cesitamos encontrar un sentido a partir de todo esto y esta­ blecer algún tipo de poder sobre todo ello. ¿Predominarán los pensamientos sobre el cuerpo o el cuerpo sobre los pen­ samientos? No es tan fácil saberlo. Puede que no haya una 64 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas victoria clara o una solución directa al dilema existencial en el que estamos inmersos. Desde el principio, es práctica­ mente el gran problema de nuestra vida, pero aún somos de­ masiado pequeños para tratarlo. De pequeños nos acosan símbolos que no entendemos para qué se necesitan, peticio­ nes verbales insignificantes, más reglas y códigos que nos apartan del placer y de la expresión directa de nuestras ener­ gías naturales. Y cuando tratamos de controlar nuestro cuer­ po, hemos de hacer como si no estuviese allí, actuar “como personitas”, el cuerpo nos apabulla, nos sumerge en vóm i­ tos o excrementos: entonces, quebramos en lágrimas deses­ peradas, diluida por completo nuestra pretensión de ser pu­ ram ente un anim al sim bólico. Con frecuencia, en la infancia, nos ensuciamos o continuamos mojando la cama para protestar contra la imposición de esas reglas simbóli­ cas artificiales; en un intento de querer decir que el cuerpo es la realidad primordial y que lo que quiere es permanecer en un Edén físico más sencillo, y no que se le arroje al mun­ do del “bien o del mal”. De este modo, nos damos cuenta directa y punzantemente de que lo que llamamos el carácter infantil es un modus vivendi logrado después de la más desigual lucha que nin­ gún animal haya librado: una lucha que el niño nunca pue­ de entender del todo porque no sabe lo que le sucede, por qué reacciona como lo hace, o qué es lo que realmente está enjuego en esa batalla. La victoria en este tipo de batalla es, por supuesto, pírrica: el carácter es una cara que uno pone ante el mundo, pero oculta una derrota interna. El niño cre­ ce con un nombre, una familia, un mundo de juegos en su vecindario, todo ello claramente hecho para él. Pero su mundo interior está lleno de recuerdos de pesadillas, de ba­ tallas imposibles, de ansiedades terroríficas de sangre, do­ lor, soledad y oscuridad. Todo ello se halla entremezclado con deseos ilimitados, sensaciones de belleza inexplicables, majestuosidad, pasmo, misterio, fantasías y alucinaciones y 65 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo mezclas de ambas cosas. Es el intento imposible del com­ promiso entre cuerpos y símbolos. Veremos en unas pocas páginas cómo la sexualidad penetra con su enfoque defini­ tivo para crear aún más confusión y complicar el mundo in­ fantil. Crecer es ocultar la masa de tejido interno cicatriza­ do que palpita en nuestros sueños. Vemos, pues, que las dos dimensiones de la existencia humana -e l cuerpo y el y o - no pueden reconciliarse a la perfección, lo que explica la segunda parte de la reflexión de Pascal: «no estar loco equivaldría a otra forma de locu­ ra». Pascal es una prueba de que los grandes estudiosos de la naturaleza humana podían ver lo que había detrás de las máscaras de los seres humanos mucho antes de existir el psicoanálisis científico. Carecían de documentación clínica, pero supieron ver que la represión más distante, la ecuani­ midad más convincente o la autosatisfacción más cálida eran perfectas mentiras de cara al mundo y a uno mismo. Con la documentación clínica del pensamiento psicoanalítico, conseguimos una imagen bastante global de los estilos del carácter humano, lo que en la actualidad denominamos “estilos de locura”, siguiendo la línea de Pascal. Podríamos decir que el psicoanálisis nos revela el complejo castigo que conlleva negar la verdad de la condición humana; lo que po­ dríamos llamar el coste de hacer como si no se estuviese loco. Si tuviésemos que ofrecer una breve explicación de todo el mal que las personas se han causado a sí mismas y a su mundo desde el principio de los tiempos hasta el día de hoy, no lo haríamos en términos de la herencia animal del ser humano, de sus instintos y evolución, sino, simplemen­ te, como el precio que ha de pagar debido a su presunción de cordura al tiempo que trata de negar su verdadera con­ dición. Más adelante desarrollaré extensamente esta idea vital. 66 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas E l sentido de la analidad En tiempos de Freud, un pensador sensible debía vivir atormentado intelectualmente, al menos esta es mi reflexión autobiográfica. Parece haber mucho de verdad en la visión freudiana del mundo, y, a la vez, gran parte de ella nos re­ sulta mal encaminada. Las ambigüedades del legado de Freud no se encuentran en sus ideas erróneas, ya que ha sido bastante fácil dejarlas de lado. El problema ha recaído sobre sus visiones interiores genialmente ciertas, ya que las for­ muló de modo que atacó sólo una cara de la realidad: se ne­ cesitaba una inmensa cantidad de trabajo y clarificación para acoplar las dos. En realidad, lo que necesitábamos era un marco en el que pudiésemos adecuar el corpus de la vi­ sión interior psicoanalítica para que emergiese cuanto de verdadero hay en ella con toda claridad y sin ambigüedades, liberada del reduccionismo del siglo xix y del instintivismo y biologicismo con que Freud la encadenó. Este marco es el existencial. Las reinterpretaciones de Freud dentro de un contexto existencial suministran a sus visiones interiores toda su talla científica. Este es un objetivo que ha logrado Norman O. Brown3 en su reinterpretación de la idea de “analidad” y su papel central en la teoría psicoanalítica. Es probable que el valor principal de su libro, desde un punto de vista histórico, sea que ha reivindicado las más esotéricas y subvertidas de las ideas freudianas y las ha convertido en propiedad de las ciencias humanas. Siento la tentación de citar profusamente el libro de Brown por su riqueza analítica, pero no tiene sentido repe­ tir lo ya escrito y publicado. Me limito a la observación de que la clave del problema de la analidad reside en que refle­ ja el dualismo de la condición humana, el yo y el cuerpo. La analidad y sus problemas se originan en la infancia, puesto que es cuando el niño realiza ya un descubrimiento alar­ mante: su cuerpo es extraño y vulnerable. Además, el cuer­ 67 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo po tiene un claro predominio sobre él, con sus exigencias y necesidades. Aunque trate de hacer volar su fantasía, siem­ pre vuelve a encontrarse con lo mismo. Lo más extraño y degradante de todo es el descubrimiento de que el cuerpo tiene, situado en la parte trasera más baja, en un lugar invi­ sible, un agujero que emite olores fétidos, y más aún; una substancia pestilente que desagrada a todo el mundo y, con el tiempo, al propio niño. Al principio, al niño le divierten su ano y sus heces; mete alegremente los dedos en el orificio, lo huele, embadurna las paredes con las defecaciones, juega a tocar objetos con el ano y cosas por el estilo. Se trata de una forma de jugar que es universal y que refleja la seriedad del trabajo de todo el juego que realiza: el descubrimiento y la ejercitación de las funciones corpóreas naturales, el dominio sobre una zona novedosa, el poder y el control sobre las leyes deter­ ministas del mundo natural, y lo hace con símbolos e ima­ ginación.* Con el juego anal, el niño se está convirtiendo ya en un filósofo de la condición humana. Pero, como todos los filósofos, no puede desprenderse de él, su principal tarea en la vida se convierte en negar lo que representa el ano, es decir, que, en realidad, él no es sino un cuerpo en lo que res­ pecta a la naturaleza. Los valores de la naturaleza son valo­ res corpóreos, los valores humanos son valores mentales y, aunque se eleven a lo más alto, están construidos sobre ex­ crementos; nada es posible sin esto, siempre se vuelve a lo mismo. Como lo expresó Montaigne, cuando el ser humano * Como el juego anal es un ejercicio esencial para la pericia humana, es mejor no cortarlo. Si el adulto, por ansiedad, acorta esta etapa, le añade a esta fun­ ción animal una dosis extra de ansiedad. Se convierte en algo más amenaza­ dor que necesita una negación y unos esfuerzos adicionales para evitarla, como si fuese algo ajeno a uno mismo. Esta negación extra sombría es lo que conocemos como “carácter anal”. Una educación “anal” sería, por causa de esta intensa represión, una afirmación del horror por el cuerpo animal en de­ gradación como la carga humana sans pareil (sin igual). 68 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas se sienta en el trono más elevado del mundo, lo hace sobre el culo. Habitualmente, este epigrama hace reír porque res­ cata al mundo del orgullo artificial y del esnobismo y es un retomo a los valores igualitarios. Pero si llevamos esta ob­ servación más allá y decimos que los seres humanos no sólo se sientan sobre el culo, sino sobre sus propios excremen­ tos, el chiste ya no tiene gracia. La tragedia del dualismo humano, su ridicula situación se torne demasiado real. El ano y su producto incomprensible y repulsivo representan no sólo el deterninism o físico y la dependencia, sino el des­ tino, así como todo lo que es físico: la degeneración y la muerte. Ahora entendemos que lo que los psicoanalistas han de­ nominado “analidad” o rasgos de carácter anales son, en re­ alidad, formas de la protesta universal contra el accidente y la muerte. Si lo vemos así, una gran parte del corpus de las visiones interiores psicoanalíticas más esotéricas adquiere una nueva vitalidad y sentido pleno. Decir de alguien que es “anal” significa que esa persona trata de protegerse de una manera fuera de lo corriente contra los accidentes de la vida y el pe­ ligro de la muerte. Intenta utilizar los símbolos de la cultura como un medio seguro de triunfar sobre el misterio natural, tratando de hacerse pasar como sea menos por un animal. Cuando hurgamos en la bibliografía antropológica encon­ tramos que en todas partes las personas han sido anales en algún nivel básico de sus forcejeos culturales. Descubrimos que los primitivos han mostrado frecuentemente la analidad más descarada de todas. Han sido más inocentes con su pro­ blema real y, por así decirlo, no han enmascarado bien el disfraz que tapa la falibilidad de la condición humana. Lee­ mos que los hombres de la tribu chagga llevan puesto un ta­ pón anal toda su vida, fingen así que han sellado el ano y no necesitan defecar. Es un triunfo obvio sobre la mera condi­ ción física. Otro ejemplo es la extendida práctica de segre­ www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo gar a las mujeres en chozas especiales durante la menstrua­ ción y todos los tabúes que rodean esta. Queda claro que el ser humano busca el control de los misteriosos procesos de la naturaleza cuando se manifiestan en su propio cuerpo. No puede permitir que el cuerpo tenga predominio sobre él.4 La analidad explica por qué las personas anhelan librar­ se de las contradicciones y ambigüedades y por qué les gus­ tan los símbolos puros y la Verdad con “V” mayúscula. Por otra parte, cuando quieren protestar de verás contra la artificialidad, cuando se rebelan contra el simbolismo cultural, recurren a lo físico. Invocan los pensamientos que les de­ vuelven a la realidad, los gestos que les devuelven la quími­ ca básica. Un ejemplo de esto ha sido la reciente película “anal” Brewster McLoud, donde discursos, insignias oficia­ les y superficies brillantes eran lanzadas desde el cielo como una lluvia de excrementos olvidados. El mensaje era el que los modernos cineastas están transmitiendo audaz­ mente: sacar al mundo de su hipocresía acentuando lo pri­ mario de la vida y del cuerpo. Stanley Kubrick infligió una buena sacudida al público cuando mostró en su película 2007, Odisea en el espacio cómo el ser humano caminaba por el espacio al igual que un simio, bailando al son de los románticos valses de Strauss. En La naranja mecánica repi­ tió de nuevo la naturalidad y satisfacción con que un hom­ bre puede asesinar y violar al compás de la trascendencia heroica de la Novena de Beethoven. Lo inquietante de la analidad es que revela que toda la cul­ tura, todas las formas de creatividad humana, son, en algunos aspectos básicos, una protesta elaborada contra la realidad natural, una negación de la realidad de la condición humana y un intento de olvidar la creatura patética que es el ser hu­ mano. Una de las partes más pasmosas del estudio de Brown era su presentación de la analidad en Jonathan Swift. El máximo horror para Swift era el hecho de que lo sublime, lo bello y lo divino eran inseparables de las funciones ani­ 70 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas males primarias. En el cerebro del macho adorador se en­ cuentra la ilusión de que la belleza sublime «es todo cabeza y alas sin un culo que la traicione».5 En uno de los poemas de Swift, un joven explica la contradicción grotesca que le desgarra:6 No me asombra haber perdido el juicio; ¡Oh!, Celia, Celia, ¡Celia caga! En otras palabras, en la mente de Swift existía una con­ tradicción absoluta «entre el estado de enamoramiento y la conciencia de las funciones excrementales de su amada».7 Así mismo, Erwin Straus demostró, en su brillante mo­ nografía sobre la obsesión,8 la repulsión que sentía Swift por la animalidad del cuerpo, su suciedad y descomposi­ ción. Straus emitió un juicio más clínico sobre la repugnan­ cia de Swift al considerarla como una parte de la típica vi­ sión obsesiva del mundo: «para todos los obsesivos, el sexo está escindido de la unificación y la procreación [...]. Debi­ do a la separación de los genitales del conjunto del cuerpo, las funciones sexuales se experimentan como evacuaciones y descomposición».9 Tal grado de fragmentación es excesi­ vo, aunque es cierto que todos vemos el mundo con ojos ob­ sesivos, al menos en parte y hasta cierto punto. Como dijo Freud, no sólo los neuróticos se ofenden por haber nacido “entre orinas y heces”.10 Sumido en el horror de la incon­ gruencia humana, el poeta Swift expresa sus más íntimos pensamientos sobre el dilema que nos acosa a todos y que vale la pena resumir una vez más; expulsar excrementos es la maldición que nos amenaza con la locura porque nos muestra nuestra finitud abyecta, nuestra condición física, la plausible irrealidad de nuestras esperanzas y sueños. De un modo más inmediato, representa nuestro completo descon­ cierto ante el evidente sinsentido de la creación: dar forma al milagro sublime de la faz humana, al mysterium tremen- v www.FreeLibros.me 71 La psicología profunda del heroísmo dum de la radiante belleza femenina, a las verdaderas diosas que son las mujeres hermosas. Sacar todo esto de la nada, del vacío y hacer que reluzca a mediodía; tomar el milagro y crear nuevos milagros en su seno, allá en lo profundo de los ojos que atisban, unos ojos que estremecieron incluso al seco Darwin. Poder hacer todo esto y tener que compaginarlo con un ano que caga, ¡es demasiado! La naturaleza se burla de nosotros, y los poetas viven en medio de la tortura. He tratado de reproducir mínimamente el impacto de la discusión científica y poética sobre el problema de la analidad. Si lo he conseguido aunque haya sido de un modo tan a la ligera, podremos entender lo que significa la paradoja existencial: lo que realmente incomoda a la gente es la in­ congruencia, la vida como es. Esta visión nos conduce a una revisión total de la teoría freudiana, no sólo del problema de la analidad sino de la idea central de Freud, del complejo de Edipo. Nos extenderemos en ello utilizando de nuevo la es­ pléndida reformulación de Brown. El proyecto edípico Freud solía comprender las motivaciones humanas de una forma que podemos denominar “primitiva” . A veces, tanto que, cuando sus discípulos Rank y Ferenzci se aparta­ ron de él, le acusaron de ingenuo. No cabe duda de que la acusación es risible, pero algo hay de cierto en ella y es a lo que ellos apuntaban: la obstinación con la que Freud se aga­ rró a sus estrictas fórmulas sexuales. Pese a lo que fue cam­ biando a lo largo de su vida, siempre mantuvo vivo el dog­ ma psicoanalítico y luchó contra la posibilidad de que los motivos que había descubierto se fuesen descafeinando. Lo entenderemos mejor en capítulos posteriores. Tomemos ahora el complejo de Edipo. En sus primeros trabajos, Freud había dicho que este complejo era el deto­ 72 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas nante de la vida psíquica. Desde su punto de vista, el varón en la infancia tenía impulsos sexuales innatos e incluso de­ seaba poseer a su madre. Al mismo tiempo, sabía que su pa­ dre era su competidor, por lo que albergaba una agresividad* asesina contra él. La razón era que sabía que su padre era más fuerte físicamente que él y que, si se peleaban abierta­ mente, el resultado sería la victoria paterna y su propia cas­ tración. De ahí el horror a la sangre, a la mutilación y a los genitales femeninos que parecían haber sido mutilados ya que testificaban que la mutilación era un hecho. Freud fue modificando sus teorías a lo largo de su vida^ pero nunca se distanció del todo. Nada tiene de particular* pues la gente a la que estudiaba se las “confirmaban” de ma­ nera intrínseca. Desde luego existía algo relacionado con el ano y los genitales, la condición física de la familia y sus co­ pulaciones que pesaban en la psique de los neuróticos como una piedra milenaria. Freud pensó que un peso tan enorme debía remontarse a tiempos inmemoriales, a la primera apa­ rición de los seres humanos a partir de nuestros antepasados los primates. Creyó que la culpa que sentimos en nuestro in­ terior estaba relacionada con un crimen primordial de parri­ cidio e incesto cometido en los obscuros recovecos de la prehistoria. La culpa se halla profundamente arraigada, se confunde con el cuerpo, el sexo, los excrementos y los pa­ dres. Freud no abandonó nunca sus creencias porque en esencia eran correctas en lo que sugerían sobre la condición humana, pero no exactamente en el sentido que él pensó ni en el marco que él brindaba. Hoy en día, nos damos cuenta de que todo lo dicho sobre la sangre y los excrementos, el sexo y la culpa es cierto, pero no porque estimule el parrici­ dio, el incesto y el temor a una verdadera castración física, sino porque todas estas cosas reflejan el horror del ser hu­ mano a su condición animal básica. Es esta una condición que, especialmente de pequeño, no consigue entender y que de adulto no puede aceptar. La culpa que siente respecto a 73 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo los procesos corporales y sus impulsos es culpa “pura” ; cul­ pa como inhibición, como determinismo, como insignifi­ cancia y límite. Nace de la compulsión de la condición ani­ mal básica, del misterio incomprensible del cuerpo y el mundo. Los psicoanalistas se ocuparon de las experiencias de la infancia desde finales del siglo xix. Sin embargo, aunque parezca extraño, total “hace dos días”, como quien dice, que hemos podido unificar una imagen con sentido común, completa y plausible de por qué la infancia es un período tan crucial para la persona. Debemos esta imagen a mucha gente, en especial al olvidado Rank, aunque, en mi opinión, es Norman O. Brown quien la ha resumido con más m orda­ cidad y más categóricamente que ningún otro. Como argu­ mentaba en su propia reorientación sobre Freud, el comple­ jo de Edipo es el proyecto edípico, un proyecto que resume el problema básico de la vida infantil: esto es, si seremos objetos pasivos del destino, un apéndice de los otros, un ju ­ guete del mundo, o si la actividad nacerá de nosotros mis­ mos y podremos controlar nuestro destino con nuestras fa­ cultades y energía. Como dijo Brown: El proyecto edípico no es, como sugieren las formula­ ciones más tempranas de Freud, el amor natural por la ma­ dre, sino, como reconoce en sus escritos posteriores, el producto de la ambivalencia y del intento de superar ese conflicto con un aumento del narcisismo. La esencia del complejo de Edipo es el proyecto de convertirse en Dios causa-sui, según la fórmula de Spinoza [...]. Por la misma razón, exhibe explícitamente el narcisismo infantil distor­ sionado por la huida de la muerte... Si la tarea más importante del niño es escapar de la im­ potencia y el aniquilamiento, entonces las cuestiones sexua­ les son secundarias y derivadas. Como dice Brown: 74 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas De nuevo nos encontramos con que la organización se­ xual, la pregenital y la genital no se corresponden con la distribución natural de Eros en el cuerpo humano: repre­ sentan una hipercatexia, una sobrecarga de zonas y funcio­ nes corporales específicas inducida por el narcisismo hu­ mano en su huida de la muerte.11 Tomemos esas joyas técnicas y extendámolas ante noso­ tros. El proyecto edipico es la huida de la pasividad, del ani­ quilamiento y de la contingencia. El niño quiere vencer a la muerte constituyéndose en su propio padre, creador y sus­ tentador de su propia vida. Vimos en el capítulo 2, que el niño adquiere la idea de la muerte hacia los tres años, pero ya mucho antes ha comenzado a trabajar para fortalecerse contra la vulnerabilidad. Este proceso empieza de forma na­ tural en una etapa muy temprana de su vida, conocida como el estadio “o ra r’. Atraviesa esta etapa antes de saberse dife­ rente de su madre, antes de conocer todo su cuerpo, sus fun­ ciones, o, como solemos decir con términos técnicos, antes de que su cuerpo se haya convertido en un objeto de su cam­ po fenomenologico. En ese momento, la madre representa literalmente la vida y el mundo del niño. Sus esfuerzos se encaminan a la gratificación de sus deseos, al alivio auto­ mático de sus tensiones y dolores. El niño, en esa etapa, está simplemente “lleno de sí mismo”. Vive bañado en su propia omnipotencia, controlando cuanto necesita para nutrirla. No tiene más que llorar y consigue comida y calor; pide la Luna, y suenan sonajeros encantadores a su alrededor. No hay duda de que ese período se caracteriza por el “narcisis­ mo primario” ; el niño domina el mundo con sentimientos de triunfo a través del control de su madre. Su cuerpo es un proyecto narcisista; lo usa para “comerse el mundo”. La eta­ pa “anal” es otra manera de denominar el período en el que el niño empieza a dirigir su atención a su propio cuerpo como un objeto del campo fenomenologico. Lo descubre y 75 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo trata de controlarlo El proyecto narcisista se convierte en la habilidad de dominar y poseer el mundo a través del auto­ control. En cada etapa de la evolución del descubrimiento de su cuerpo y de los problemas que ello plantea, el niño está ab­ sorto en modelar el mundo para su propio engrandecimien­ to. Necesita conservar el sentimiento de que tiene poderes y controles absolutos y, para lograrlo, ha de cultivar algún tipo de independencia; la convicción de que está configu­ rando su vida. A esto se debe que Brown, como Rank, dije­ ra que el proyecto edípico «se autogenera inevitablemente y se dirige en contra de los padres cualquiera que sea su com ­ portamiento». Lo paradójico es que «los niños se entrenan para el retrete ellos solos».12Todo esto significa que no exis­ te una manera “perfecta” de educar a un niño, ya que es él quien se educa al intentar convertirse en el perfecto contro­ lador de su destino. Como esto es imposible, cada persona­ lidad es, de alguna manera, asombrosamente irreal, básica­ mente imperfecta. Como muy bien lo resumió Ferenczi: «La personalidad, desde el punto de vista del psicoanalista, es una anormalidad, una especie de mecanización de una forma singular de reaccionar, bastante similar al síntoma obsesivo».13 El complejo de castración En otras palabras, el proyecto narcisista de autocreación, que utiliza el cuerpo como base primaria de operaciones, está destinado al fracaso. Y el niño lo descubre. Entende­ mos la intensidad y el sentido de lo que se conoce como “complejo de castración”, como llegó a concebirlo Freud en sus últimos escritos, y como Rank14 y Brown lo han descri­ to de manera detallada. En esta última concepción del com ­ plejo de castración, el niño no reacciona ante las amenazas 76 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas del padre. Como dice Brown, el complejo de castración aparece sólo en confrontación con la madre. El fenómeno es realmente crucial. Nos detendremos para ver qué sucede. Todo se centra en el hecho de que la madre monopoliza el mundo infantil; en sus inicios, ella es el mundo. El niño no puede sobrevivir sin ella; sin embargo, para controlar sus propios impulsos tiene que librarse de ella. Por tanto, la ma­ dre representa dos cosas para el niño. Ello nos ayuda a en­ tender por qué los psicoanalistas dicen que la ambivalencia caracteriza todo el período de crecimiento. Por otro lado, la madre es pura fuente de placer y satisfacción, un poder se­ guro en el que apoyarse. Al niño, debe aparecérsele como la diosa de la belleza y de la bondad, de la victoria y el poder. Podríamos decir que esta es su cara “luminosa”, de lo más atractiva. Por otra parte, el niño debe esforzarse contra esta dependencia, si no, pierde el sentimiento de que tiene su propio poder sobre sus impulsos. Es otra manera de decir que la madre, al representar la dependencia biológica segu­ ra, también es la amenaza fundamental. El niño llega a percibirla como una amenaza, lo que su­ pone ya el principio del complejo de castración en confron­ tación con ella. Se da cuenta de que el cuerpo materno es di­ ferente del m asculino, in creíb lem en te d istin to . E sta diferencia provoca que se sienta incómodo. Freud no trató nunca de amainar el impacto de la revelación de esta teoría. Denominó este malestar como «el horror de la creatura mu­ tilada», la «madre castrada», la visión de los genitales «ca­ rentes de pene». A mucha gente le pareció que el efecto cho­ cante de lo dicho por Freud era como com partir una caricatura. El horror de las percepciones infantiles parecía algo demasiado fraguado, demasiado ajustado a la teoría, demasiado diseñado para encajar en la propia adicción de Freud a las explicaciones sexuales y al reduccionismo bio­ lógico. Otros vieron el pensamiento freudiano como un re­ flejo de su propio arraigado patriarcalismo, su fuerte senti­ 77 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo do de la superioridad masculina que, por definición, hacía aparecer a la mujer como inferior por carecer de los atribu­ tos masculinos. De hecho, el “horror de la creatura mutilada” es una elu­ cubración, pero es el niño quien la realiza. Los psicoanalis­ tas nos han informado acerca de lo que sus pacientes neuró­ ticos les han contado, cuidando de que el vocabulario fuese el adecuado a lo expresado. Lo que altera a los neuróticos -y a la mayoría de la gente- es su propia impotencia: tienen que encontrar algo a lo que oponerse. Si la madre represen­ ta la dependencia biológica, entonces se puede luchar con­ tra ella centrándose en la diferencia sexual. Si el niño tiene que realizarse causa-sui, tiene que desafiar con algo de agresividad a sus padres, sobrepasarles e ir más allá de las amenazas y tentaciones que encarnan. Los genitales son algo muy pequeño desde la percepción del niño, práctica­ mente insuficientes como para traumatizarle porque care­ cen de protuberancia. Como dice Brown, el horror es «la propia invención infantil; una urdimbre imaginada insepa­ rable de su propio proyecto fantástico de convertirse en su propio padre (como fantasía, sólo se conecta muy lejana­ mente con la visión real de los genitales femeninos)».15 Di­ gámoslo de otro modo: el niño “fetichiza” el cuerpo mater­ no como objeto de peligro global para sí mismo. Es una manera de reducirlo a su medida, despojándola de su lugar primordial en la creación. Utilizando la fórmula de Erwin Straus, podemos decir que el niño escinde los genitales ma­ ternos de su totalidad como objeto amado y pasa a conce­ birlos como amenaza y putrefacción. Envidia del pene La amenaza auténtica de la madre está relacionada con su pura condición orgánica. Sus genitales suponen un punto 78 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas de referencia conveniente para la obsesión del niño con el problema de la condición física. Si la madre es una diosa de la luz, también es una bruja de la oscuridad. El niño la ve li­ gada a la Tierra, ve sus secretos procesos corporales que la ligan a la naturaleza, el pecho con su misteriosa leche pega­ josa, los olores menstruales, la sangre, la casi continua in­ mersión de esa fecunda madre en su corporeidad y, lo que no es menos, el carácter neurótico y a menudo inerme de esa inmersión. Después de que el niño capta indicios de que su madre da a luz a sus hermanos o hermanas, ve cómo los alimenta, contempla el inodoro lleno de sangre menstrual -cosa que parece dejar a la bruja intacta y despreocupada-, no le cabe duda sobre su inmersión en significados y errores corporales oscuros. La madre ha de rezumar determinismo y el niño expresa su horror ante esta completa dependencia de lo que es físicamente vulnerable. Así, se comprende no sólo la preferencia del niño por la masculinidad, sino tam­ bién la «envidia del pene» de las chicas. Tanto los chicos como las chicas sucumben al deseo de huir del sexo repre­ sentado por la m adre;16 necesitan poco para identificarse con el padre y su mundo. El padre parece más neutro física­ mente, más limpiamente potente, menos inmerso en determinismos corporales. Aparece más «libre simbólicamente», representa el vasto mundo fuera del hogar, el mundo social con su triunfo organizado sobre la naturaleza, el auténtico escape de la contingencia que busca el niño.* * Según esto, la envidia del pene surge del hecho de que los genitales matemos están cercenados del cuerpo como focalización del problema de la decadencia y la vulnerabilidad. Bernard Brodsky comenta en relación a una paciente: «Su concepto de Ja mujer como algo fecal había sido un enorme estímulo para su envidia del pene, ya que éste, vivaz y erecto, era el antónimo del asiento iner­ te y sin vida» (B. Brodsky, “The Self-Representation, Anality and the Fear of Dying”, Journal o f the American Psychoanalytic Association, 1959, volumen 7, pág. 102). Phyllis Greenacre, un destacado estudioso de las experiencias in­ fantiles, ya ha hecho notar la misma ecuación en la percepción del niño: 79 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Tanto el niño como la niña se alejan de su madre como si obedeciesen a un reflejo automático de sus propias necesi­ dades de crecimiento e independencia. Ese “horror, terror, rebeldía” 17 que sienten es, como dijimos, parte sus propias percepciones fantásticas de una situación que no pueden aguantar. Esta situación no sólo es la dependencia biológica y física que representa la madre, sino también la revelación terrorífica del problema del propio cuerpo del niño o de la niña. El cuerpo de la madre no sólo revela un sexo que am e­ naza vulnerabilidad y dependencia, sino que representa mu­ cho más: muestra el problema de los dos sexos y, de este modo, enfrenta al niño con el hecho de que su propio cuer­ po es arbitrario. No se trata sólo de que el niño vea que ni el sexo es “completo” en sí mismo, ni que comprenda que la particularidad de cada sexo es una limitación de potenciali- pene=movimiento, es decir, vida; heces=inercia, es decir, muerte (Greenacre, Trauma, Growth and Personality, Nueva York, Norton, 1952, pág. 264). Esta ecuación convierte a la envidia del pene en algo natural. Greenacre llega a uti­ lizar la atinada idea de «pavor reverencial al pene» para referirse al hechizo que el largo apéndice masculino modela en las diversas percepciones que el niño tiene de su padre. Después de todo, el niño vive en un mundo en el que predomina el poder corporal, sin entender lo que significa el poder simbólico o abstracto. Para él, más corporeidad equivale a más vida. Una mujer adulta puede aún tener latentes los mismos sentimientos. Una pérdida de sangre o la carencia de una protuberancia, con todo lo que conlleva, es algo muy diferen­ te de una prolongación agresiva que seguramente atenúa los sentimientos de vulnerabilidad. La paciente de Brodsky, como cabía esperar, presentaba problemas porque las dos dimensiones de ambivalencia hacia su madre se intensificaban; la necesi­ dad de la paciente de su madre y la amenaza de la madre hacia la paciente. «La sobreprotección de la madre y el obstáculo que suponía el progreso de las ha­ bilidades motrices de la paciente contribuían a un desarrollo defectuoso de la propia imagen. Padecía una intensa ansiedad por la separación y una destaca­ da ansiedad de castración.» En otras palabras, se había acentuado su depen­ dencia y, al mismo tiempo, se intensificaba también su ansiedad de castración puesto que no podía separarse del objeto que representaba decadencia. Esta es una fórmula casi segura para la neurosis clínica. 80 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas dad, una estafa a la plenitud de la vida en cierta manera; pues no puede saber todo esto o sentirlo plenamente. De nuevo, no se trata de un problema sexual, es algo más glo­ bal que se ha experimentado como la maldición de la arbi­ trariedad que representa el cuerpo. El niño se encuentra en un mundo en el que tanto podría haber nacido varón como hembra, o incluso perro, gato o pez, puesto que todo ello pa­ rece no importar en relación al poder y al control y a la ca­ pacidad de soportar el dolor, la aniquilación y la muerte. El horror de la diferencia sexual es el horror del “hecho bioló­ gico”, como acertadamente señala Brown.18 Es la caída del velo de la ilusión que nos hace aterrizar en la cruda realidad, el horror de asumir un nuevo e inmenso peso, el del sentido de la vida y el cuerpo, de la fatalidad de la propia imperfec­ ción, indefensión y finitud. En definitiva, es el terror sin esperanza del complejo de castración lo que hacer temblar a los hombres en sus pesa­ dillas. Expresa la conciencia del niño de que lleva la carga de un proyecto imposible, de que la búsqueda causa-sui en la que se ha embarcado no puede lograrse mediante la se­ xualidad corporal,19 ni siquiera reclamando un cuerpo dis­ tinto al de su madre. La fortaleza del cuerpo, la base pri­ mordial para las operaciones narcisistas contra el mundo a fin de asegurarse los propios poderes ilimitados, se desmo­ rona como la arena. Este es el destronamiento trágico del niño, la expulsión del paraíso que representa el complejo de castración. Hubo un tiempo en que usaba cualquier zona o apéndice para su proyecto edípico o autogeneración; ahora los mismos genitales se burlan de su autosuficiencia. Ello plantea toda la cuestión de por qué la sexualidad es un pro­ blema universal de tanta importancia. Nadie ha escrito so­ bre el problema de la sexualidad mejor que Rank en su abrumador ensayo sobre «La iluminación sexual».20 No tie­ ne sentido repetir esta discusión aquí ya que me detendré en ella más detalladamente en el capítulo 8. Pero podemos an81 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo ticiparla mostrando cómo la sexualidad es inseparable de nuestra paradoja existencial: el dualismo de la naturaleza humana. La persona es al mismo tiempo un yo y un cuerpo. Desde el principio tenemos la confusión sobre dónde “exis­ te” en realidad, si en el yo simbólico interno o en el cuerpo físico. Cada área fenomenológica es diferente. El yo interno representa la libertad de pensamiento, la imaginación y el alcance infinito del simbolismo. El cuerpo representa determinismo y sujeción. El niño aprende gradualmente que su libertad como un ser único está lastrada por el cuerpo y sus apéndices que dictan lo que es. Por esta razón, la sexualidad es tan problemática para el adulto como para el niño. La so­ lución física al problema de quiénes somos y por qué hemos surgido en este planeta no sirve: de hecho, supone una terri­ ble amenaza. No nos aclara lo que existe en el fondo de nuestro mundo interno, con qué clase de don específico ha de enfrentarse al mundo. Por ello es tan difícil practicar el sexo sin culpa: la culpa aparece porque el cuerpo arroja una sombra sobre la libertad interna de la persona, sobre su “yo real” que, a través del acto sexual, se encuentra por fuerza en un papel biológico estandarizado y mecánico. Aún peor, al yo interior no se le toma en absoluto en consideración: el cuerpo se adueña por completo de la persona. Este tipo de culpa hace que el yo interior se retraiga y le amenaza con desaparecer. ^ Esta es la causa por la que la mujer quiere asegurarse de que el hombre: me quiere “a mí” y “no sólo mi cuerpo”. Es dolorosamente consciente de que se puede prescindir de su peculiar personalidad interna en el acto sexual. Si se puede prescindir, es que no cuenta. La cuestión es que el hombre por lo general sólo, desea el cuerpo y la personalidad total de la mujer se ve reducida a una mera función animal. La paradoja existencial se desvanece y ya no hay una humani­ dad característica que pueda reclamarse. Una forma creati­ va de hacerle frente es, sin duda, permitir que suceda y 82 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas aceptarlo: es lo que los psicoanalistas denominan «regre­ sión al servicio del ego». Durante un tiempo, la persona se convierte en su yo físico y así queda libre de la paradoja existencial y de la culpa que acompaña al sexo. El amor es la gran clave para este tipo de sexualidad porque permite la caída del individuo en la dimensión animal sin temor ni cul­ pa, sino al contrario, con la confianza y la seguridad de que su libertad interior característica no quedará anulada por una abdicación animal. La escena primordial Ha llegado el momento de discutir otra idea psiconalítica que siempre me ha parecido que bordeaba la credulidad: el llamado «trauma de la escena primordial». La noción or­ todoxa psicoanalítica era que cuando el niño presenciaba el acto sexual de sus padres (la escena primordial) le quedaba un profundo trauma porque él no podía participar. Freud ha­ blaba literalmente de «la estimulación de la excitación se­ xual al contemplar el coito de los padres».21 Planteada de una forma tan contundente, la idea nos parece increíble, pero hay que recordar que, ante todo, Freud se enorgullecía del descubrimiento de la sexualidad infantil. Otros psicoa­ nalistas aceptan esta idea con un giro ligeramente diferente. Así, Roheim considera que la escena primordial representa la satisfacción de los deseos de reconciliación del niño con su madre. Sin embargo, también ve que su padre ocupa su lugar, de modo que, en lugar de sentir una identificación completa con la madre protectora, contempla el «ejercicio violento» de una lucha.22 Por último, Ferenczi, que fue un gran estudioso de la influencia de los padres sobre los hijos, trata este asunto dándole otro giro ligeramente imprevisto y distinto de la estricta formulación de Freud: Wi- 83 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Si el niño contempla la relación íntima sexual entre los padres durante el primer o segundo año de su vida, cuando su capacidad de excitación ya existe, pero carece aún de salidas apropiadas para sus emociones, puede producirse una neurosis infantil.23 En realidad, Roheim y Ferenczi hablan de cosas comple­ tamente distintas en relación al tema de Freud. Roheim se refiere a la identificación con la madre, que representa el apoyo total del niño y su incapacidad para comprender la relación de su objeto amado con otros objetos, como su pa­ dre. Lo que dice Ferenczi es que el niño se encuentra abru­ mado por emociones en las que todavía no puede poner or­ den. A quí es p recisa m en te donde se in tro d u ce una interpretación más existencial del problema. El niño utiliza su cuerpo como su proyecto causa-sui y sólo lo abandona cuando comprende la imposibilidad de realizarlo. Cada una de estas alternativas se convierte para él en un asunto de vida o muerte. Si hablamos de trauma, tiene que ser porque existe una confusión en estas cuestiones de vida y muerte. Incluso cuando ya somos adultos, la mayoría de nosotros siente desagrado y desilusión ante la idea del acto sexual de sus padres; no nos parece que, en ellos, sea algo correcto. Creo que la razón de nuestro desagrado es que su imagen re­ sulta confusa ante nuestros ojos. Lo que representan los pa­ dres más que nada es el desaliento del cuerpo como un pro­ yecto causa-sui: representan el complejo de castración, desilusión y miedo del cuerpo. Más aún, ellos encaman la visión cultural del mundo que el niño ha de interiorizar para librarse del punto muerto en el que se halla con su cuerpo. El niño debe experimentar cierta confusión ansiosa cuando ellos son los primeros en no transcender sus cuerpos en sus relaciones íntimas. ¿Cómo puede manejar su ego forcejean­ te los dobles mensajes y darles sentido? Más aún, uno de los mensajes le llega en forma de gruñidos, gemidos y movi­ 84 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas mientos que debe percibir como abrumadores, sobre todo porque es el horror al cuerpo precisamente lo que el niño trata de superar. Si se refugia en el papel corporal imitando a sus progenitores, estos se enfurecen y les provoca ansia. Se siente traicionado: reservan sus cuerpos para sus relacio­ nes más íntimas y a él se lo niegan. Le desaniman al con­ tacto físico con todas las fuerzas a su alcance, pero, sin em­ bargo, ellos lo practican como una vindicación totalmente absorbente. Si reunimos todo esto, vemos que la escena pri­ mordial puede ser un verdadero trauma, no porque el niño no pueda participar del acto sexual y expresar sus propios impulsos, sino, más bien, porque la escena primordial es un símbolo complejo en sí mismo que combina el horror por el cuerpo, la cultura del superego y el bloqueo completo de cualquier acción que pudiera realizar el niño en esa situa­ ción, o cualquier comprensión directa que pudiera tener de todo ello. Es el símbolo de un doble vínculo ansioso. El cuerpo es el destino del animal que somos y contra el que hay que luchar de varias maneras. Al mismo tiempo, ofrece experiencias y sensaciones, placeres concretos de los que carece el mundo simbólico interior. No es de extrañar que el ser humano esté atrapado entre la espada y la pared por los problemas sexuales, ni que Freud descubriera que el sexo es tan importante en la vida humana, especialmente en los conflictos neuróticos de sus pacientes. El sexo es un componente inevitable de la confusión del hombre sobre el sentido de la vida, que está sin remedio escindido en dos: los símbolos (la libertad) y el cuerpo (el destino). No hay que extrañarse de que la mayoría de nosotros no acabemos de abandonar los intentos iniciales de nuestra infancia de usar el cuerpo y sus apéndices como una fortaleza o una m á­ quina para presionar al mundo. Tratamos de responder al misterio trascendente de la creación con las experiencias de un producto físico y parcial de ella. A ello se debe la exten­ dida práctica de la mística del sexo, como en la Francia tra­ 85 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo dicional, y, al mismo tiempo, el que produzca tanta desilu­ sión. Es puerilmente reconfortante con su lenidad y placer, sin embargo, derrota a la conciencia y al crecimiento autén­ tico si se utiliza para dar respuesta a cuestiones metafísicas. Entonces se transforma en una mentira sobre la realidad, en una pantalla que oculta la plena conciencia.24 Si el adulto re­ duce el problema de la vida al área de la sexualidad, no hace más que repetir la fetichización del niño que concentra el problema de la madre en los genitales de esta. El sexo de­ viene esa pantalla contra el terror, la fetichización de la con­ ciencia completa sobre el problema real de la vida. Esta discusión no agota las razones por las que el sexo ocupa una parte tan destacada. El sexo constituye también una forma positiva de trabajar el propio proyecto de liber­ tad. Al fin y al cabo, es una de las pocas áreas realmente ín­ timas que posee una persona en una existencia que es casi del todo social, moldeada por completo por los padres y la sociedad. En este sentido, el sexo como proyecto represen­ ta apartarse de la estandarización y monopolización de la sociedad. No es de extrañar que la gente se entregue a él con tanta fruición y, con frecuencia, desde la infancia, con mas­ turbaciones secretas que representan la protesta y el triunfo del yo. Como veremos en la segunda parte de este libro, Rank llega a decir que este uso del sexo explica todos los conflictos sexuales del individuo, «desde la masturbación hasta las perversiones más variadas».25La gente trata de uti­ lizar el sexo de forma totalmente individual para controlar y mitigar el determinismo. Es como si se quisiera trascender el cuerpo despojándole por completo de su carácter origi­ nal, recreándolo y reinventándolo en lugar de lo que la na­ turaleza propuso. Las “perversiones” infantiles lo muestran inequívoca y claramente. Los niños son los verdaderos ar­ tistas del cuerpo, lo usan como barro para hacer valer su po­ der simbólico. Freud lo observó y lo registró como «perver­ sidad polimórfica», una manera de denominarlo. Pero da la 86 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas impresión de que no se dio cuenta de que este juego constitu­ ye ya un intento serio de trascender el determinismo, no sim­ plemente una búsqueda animal de una diversidad de áreas corporales placenteras. Cuando el niño crece, la búsqueda inversa en pos de una existencia personal se consolida como un patrón individual aún más secreto. Tiene que ser secreto porque la sociedad no tolera ese intento de individualizarse totalmente.25 Si ha de darse una victoria sobre la imperfección y la limitación humanas, será con un proyecto social, no individual. La so­ ciedad quiere ser quien decida cómo se ha de trascender la muerte; tolerará el proyecto causa-sui sólo si se acopla al proyecto social estandarizado. De lo contrario, saltará la alarma. ¡Anarquía! Esta es una de las causas de la intole­ rancia y la censura de cualquier clase de moralidad perso­ nal. Existe el temor de que la moralidad convencional se so­ cave, lo que es otra forma de expresar el temor a no poder seguir controlando la vida y la muerte. Se dice de una per­ sona que ya esta “socializada” precisamente cuando acepta sublimar el carácter sexo-corporal del proyecto edípico.27 Hoy en día, estos eufemismos normalmente significan que la persona acepta la tarea de convertirse en su propio padre al abandonar su proyecto traspasándoselo a “los Padres” . El complejo de castración ha realizado su trabajo cuando se somete a la “realidad social”. Ahora ya puede, desvalorizar los deseos y pretensiones propios y moverse sin riesgos en el mundo de los poderosos mayores. Incluso puede entregar su cuerpo a la tribu, al Estado, al paraguas mágico y protec­ tor de los mayores y sus símbolos. Es así como deja de su­ ponerle una peligrosa negación de sí misma. No existe, sin embargo, una diferencia real entre la imposibilidad infantil y la de un adulto; lo único que logra el adulto es la expe­ riencia del autoengaño, lo que denominamos el carácter “maduro”. 87 www.FreeLibros.me 4. EL CARÁCTER HUMANO COMO MENTIRA VITAL Observad a los que os rodean y [...] los oiréis hablar en fórm ulas taxativas sobre sí mismos y sobre su entorno, lo cual indicaría que poseen ideas sobre todo ello. Pero si analizáis someramente esas ideas, notaréis que no reflejan ni mucho ni poco la realidad a que parecen referirse, y si ahondáis más en el análisisf hallaréis que ni siquiera pretenden ajustarse a tal realidad. Todo lo contrario: el individuo trata con ellas de interceptar su propia visión de lo real, de su vida misma. Porque la vida es por lo pronto un caos donde uno está perdido. El hombre lo sospecha; pero le aterra encontrarse cara a cara con esa terrible realidad y procura ocultarla con un telón fantasmagórico, donde todo está muy claro. Le trae sin cuidado que sus “ideas” no sean verdaderas; las emplea como trincheras para defenderse de su vida, como aspavientos para ahuyentar la realidad. J o sé O r te g a y G a s s e t1 El problema de la analidad y del complejo de castración contribuirá a contestar a la pregunta que a todos nos intriga: si la cualidad básica del heroísmo es el auténtico valor, ¿por qué hay tan poca gente con auténtica presencia de ánimo?, www.FreeLibros.me El carácter humano ¿por qué es tan excepcional encontrar a alguien que se man­ tenga en pie por sí mismo? Incluso el gran Carlyle, que ate­ morizó a tanta gente, decía a los cuatro vientos que se apo­ yaba en su padre como si lo hiciera sobre un pilar enterrado bajo sus pies. La implicación tácita es que, si intentara man­ tenerse en pie por sí mismo, la tierra se hundiría bajo sus pies. La pregunta va derecha a la esencia de la condición humana, y la abordaremos desde varios ángulos a lo largo de todo el libro. En cierta ocasión, escribí2 que pensaba que la razón por la cual el ser humano era cobarde por naturale­ za era porque sentía que no tenía autoridad, y que la razón por la que no tenía autoridad radicaba en lo que caracteriza­ ba al animal humano: todo cuanto tiene significado se in­ corpora a nosotros desde el exterior, a partir del trato con los otros. Esto es lo que nos confiere un “yo” y un superego. Todo nuestro mundo de aciertos y errores, lo bueno y lo malo, nuestro nombre y, aún más exactamente, quiénes so­ mos, se nos ha injertado; nunca nos sentimos con autoridad suficiente como para ofrecer cosas propias. ¿Cómo podría ser de otro modo? -argumentaba yo-, puesto que nos senti­ mos culpables y bajo la mirada de los otros, como una cre­ ación suya inferior, en deuda con ellos por nuestro mero na­ cimiento. Sin embargo, todo esto es sólo parte del asunto. Existen razones más profundas para nuestra falta de coraje; si que­ remos entenderlas, tendremos que escarbar para encontrar­ las. El psicólogo Abraham Maslow tenía un sentido muy fino para las ideas importantes. Poco antes de su muerte em ­ pezó a abordar el problema del miedo a la soledad.3Maslow utilizaba una amplia perspectiva humanística en sus obras y le gustaba usar conceptos como «actualizar el propio poten­ cial» y «humanización plena». Veía todo esto como necesi­ dades naturales del desarrollo y se preguntaba qué era lo que las atascaba y bloqueaba. Respondió a la pregunta con un lenguaje existencial, usando términos como «el temor a 89 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo la propia grandeza» y «la evasión del propio destino». Su enfoque ofrece una nueva visión sobre el problema de la va­ lentía. En sus propias palabras: Tememos a nuestras más altas posibilidades (como también a las más bajas). En general, nos asusta llegar a ser lo que vislumbramos en nuestros mejores momentos [...]. Disfrutamos, e incluso nos emocionamos, ante las posibilidades de divinidad que notamos en las experien­ cias cumbre. Y, sin embargo, temblamos de debilidad, te­ mor reverencial y miedo ante las mismas posibilidades.4 Maslow utilizó un término muy adecuado para esta hui­ da del crecimiento, este miedo a culminar nuestras máximas potencialidades. Lo denominó «el síndrome de Jonás». En­ tendió este síndrome como la evasión de la plena intensidad de la vida. \No somos lo suficientemente fuertes para soportar nada másl La gente suele decir en momentos de exaltación cosas como: «¡Es demasiado!», «¡No lo aguanto!», «¡Es­ toy que me muero!» [...]. Los delirios de felicidad no se soportan mucho tiempo. Nuestros organismos son dema­ siado débiles para dosis extraordinarias de grandeza. Desde este punto de vista básico, el síndrome de Jonás es «en parte, un miedo justificado al desgarro, a la pérdida de control, a que nos hagan pedazos y a desmoronamos, inclu­ so al temor de que la experiencia nos aniquile». El efecto del síndrome es el que cabría esperar de un organismo débil: reduce la intensidad plena de la vida. Para algunas personas, esta evasión del propio creci­ miento, poniendo sus aspiraciones a un nivel bajo, el mie­ do a hacer lo que se es capaz de hacer, la automutilación 90 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas voluntaria, la pseudoestupidez y la falsa humildad son, de hecho, defensas contra la grandiosidad.. .5* Todo se reduce a una simple carencia de energía para aguantar lo superlativo, la apertura de uno mismo a la tota­ lidad de la experiencia, a una idea que ya percibía William James y que, más recientemente, se ha desarrollado en tér­ minos fenomenológicos en la clásica obra de Rudolf Otto. Otto hablaba del terror al mundo, del sentimiento de admi­ ración reverente, asombro y miedo ante la creación -d e l m i­ lagro que supone, del mysterium tremendum et fascinosum que encierra cada una de las cosas existentes, el mero hecho de la existencia de las cosas-.6 Lo que hizo Otto fue captar de forma descriptiva el sentimiento natural de inferioridad ante la trascendencia masiva de la creación; el auténtico. sentimiento de creatura frente al aplastante y negador mila­ gro del Ser. Ahora entendemos" cómo la fenomenología de la experiencia religiosa se vincula con la psicología, preci­ samente, en el asunto del problema del valor. Podríamos decir que de pequeños somos cobardes “por naturaleza” . Carecemos de fortaleza para soportar el terror a la creación. El mundo como es, la creación desde el vacío, las cosas como son, las cosas como no son, es demasiado para nosotros. M ejor dicho, sería demasiado soportarlo * Como veremos en las páginas siguientes, otros pensadores formularon sus propias versiones del «síndrome de Jonás» mucho antes que Maslow. Pienso especialmente e$ Rank, quien fffPRTdio a la idea ningún nombre especial, y en Freud, quien probablemente fue el iniciador de nuestra aproximación científi­ ca a esta cuestión con su famoso descubrimiento del síndrome del «naufragio por éxito». Observó que algunas personas no podían aguantar el éxito después de conseguirlo; como les resultaba excesivo, enseguida se retiraban o se des­ moronaban JD ejoaFreudporque Maslow representa tan bien el método exis.tgacial que creo que supone una ampliacíón muy estimable del horizonte freudiano, si bien es cierto que Freud realizó un considerable desarrollo hacia un contexto existencial, como veremos en el capítulo 6 al discutir de nuevo este problema. 91 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo todo sin desfallecer, temblando como hojas, permaneciendo en un trance como respuesta al movimiento, a los colores y olores del mundo. Digo “sería” porque, para cuando aban­ donamos la infancia, la mayoría de nosotros ya hemos re­ primido nuestra visión del milagro primordial de la crea­ ción. La hemos clausurado, cambiado, y ya no percibimos el mundo como es para la experiencia directa. A veces, po­ demos recuperarla recordando algunas percepciones que nos impresionaron de manera especial, cómo nos inundaron de emoción y asombro el aspecto del abuelo preferido o delj primer amor en la temprana adolescencia. Transformamos^ todas esas percepciones de gran carga emocional sobre todo porque necesitamos movernos por el mundo con cierta ecuanimidad, fuerza y franqueza: no podemos seguir bo­ quiabiertos con el alma en vilo, succionando ávidam ent¿ con la mirada todo lo espléndido y poderoso que nos impre­ siona. El gran beneficio de la represión es que nos permite*« vivir con decisión en un mundo abrumadoramente milagro* so e incomprensible, un mundo tan lleno de belleza, majes-* tad y terror que si los animales lo percibieran, se quedarían paralizados de pánico. La naturaleza ha protegido a los animales inferiores do­ tándoles de instintos. Un instinto es una percepción progra­ mada que activa una reacción programada. Es muy sencillo: los animales no se conmueven por algo ante lo que no pueden reaccionar. Viven en un mundo reducido, un pedacito de la realidad con un programa neuroquímico que les hace caminar con el morro por delante y excluir todo lo demás. ¡Miremos, en cambio, al ser humano, esa creatura increíble! Da la im­ presión de que la naturaleza ha lanzado toda precaución por la borda junto con los instintos programados. Creó un animal sin defensas contra la percepción plena del mundo externo, un animal completamente abierto a la experiencia, y no sólo a lo que tiene delante de sus narices, en su Umwelt (entorno), sino en muchos otros Umwelten. Tiene capacidad para rela92 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas donarse no sólo con animales de su propia especie, sino, de alguna manera, con todas las otras especies. Puede contem­ plar no sólo lo que es comestible para él, sino también todo cuanto crece. Ño sólo vive el momento presente, sino que también extiende su y o al ayer, a su curiosidad por siglos an­ teriores, a sus temores de que dentro de 5.000 millones d e años el sol se enfríe, a sus esperanzas de eternidad desde ahor­ ra. No vive únicamente en un pequeño territorio ni en un pla­ neta entero, sino en una galaxia, en un universo y en dimen­ siones más allá de los universos visibles. Sobrecoge pensar en el peso que lleva a cuestas el ser humano, la pesada carga de la experiencia. Como vimos en el capítulo anterior, el ser humano ni siquiera puede dar por hecho su cuerpo como ha­ cen otros animales. No se trata sólo de unas patas traseras, de una cola que ha de arrastrar, miembros que están “ahí”, para usarlos, considerarlos normales, o arrancárselos a mordiscos cuando caen en una trampa, causan dolor o impiden el movi­ miento. El-cuerpo supone un problema que debe resolver. No sólo le es extraño, sino también su paisaje interior, sus re­ cuerdos y sus sueños. El auténtico interior del ser humano, su yo, le es ajeno. No sabe quién es, por qué nació, qué hace en el planeta, qué se espera que haga, qué es lo que él puede es­ perar. Su propia existencia le resulta incomprensible, es un milagro, como el resto de la creación, más cercano a él, junto a los latidos de su corazón, pero, por esta razón, más extraño que nunca. Cada cuestión es un problema, y el hombre no ex­ cluye ninguna. Como bien dijo Maslow: «Es precisamente afcerca de lo divino que hay en nosotros sobre lo que somos ambivalentes, estamos fascinados por ello al tiempo que te­ merosos, motivados y a la defensiva. Este es un aspecto de la situación humana básica: somos simultáneamente dioses y gusanos».7De nuevo, dioses con anos. El valor histórico de la obra de Freud es haber entendido que el ser humano era un animal singular, un animal que no está programado por instintos para cerrarse a la percepción 93 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo y asegurarse una ecuanimidad automática y una acción con­ tundente. Tuvo que inventar y crear por sí mismo las limita­ ciones a la percepción y la ecuanimidad para vivir en este pla­ neta. Por tanto, el meollo de la psicodinàmica, la formación del carácter humano, es el estudio de la autolimitación huma­ na y del terrible coste de esa limitación. La hostilidad contra el psicoanálisis en el pasado, hoy y en el futuro será siempre una actitud beligerante para no admitir que el ser humano vive porque se miente a sí mismo sobre sí mismo y su mun­ do y que el carácter, según Ferenczi y Brown, es una mentira vital. Me gusta especialmente la forma en que Maslow ha re­ sumido esta contribución al pensamiento freudiano: El mayor descubrimiento de Freud, el que se halla en la raíz de la psicodinàmica, es que la gran causa de muchas enfermedades psicológicas es el miedo al conocimiento de uno mismo, de las propias emociones, impulsos, recuer­ dos, aptitudes y potencialidades de nuestro destino. Hemos descubierto que el miedo al conocimiento de uno mismo es frecuentemente isomórfico y paralelo al miedo al mundo exterior. ¿Qué es este miedo sino el miedo a la realidad de la crea­ ción en relación a nuestros poderes y posibilidades? En general, este tipo de miedo es defensivo, en el sen­ tido de que supone la protección de la autoestima, del amor y respeto por nosotros mismos. Solemos asustarnos de cualquier conocimiento que pudiera causamos desprecio hacia nosotros mismos, o hacer que nos sintiésemos infe­ riores, débiles, despreciables, malvados y avergonzados. Nos protegemos y protegemos nuestra imagen ideal con la represión y otras defensas similares, que, básicamente, son técnicas con las que evitamos ser conscientes de verdades desagradables y peligrosas.8 94 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas El individuo tiene que reprimirse globalmente, en todo el espectro de su experiencia, si quiere notar el agradable senti­ miento de poseer valores interiores y una seguridad básica. El sentido del valor y del apoyo es algo que la naturaleza le da a cada animal a través de la programación instintiva automáti­ ca y del palpitante proceso vital. Pero el humano, una inma­ culada creatura desnuda, tiene que construirse y ganarse sus valores interiores y su seguridad. Tiene que reprimir su pequeñez en el mundo adulto, sus fracasos para vivir acorde con los mandatos y códigos de los adultos. Ha de reprimir tam­ bién sus propios sentimientos de inadecuación física y moral, no sólo la falta de adecuación de sus buenas intenciones, sino también su culpa y sus malas intenciones y los deseos de muerte y los odios que provienen de sentirse frustrado y blo­ queado por los adultos. Reprime la incompetencia de sus pa­ dres, sus terrores y ansiedades porque le dificultan sentirse seguro y fuerte. Asimismo, ha de reprimir su propia analidad, sus comprometedoras funciones corporales que conjuran su mortalidad, su prescindibilidad fundamental. Con todo esto, y más cosas que silenciamos, tiene que reprimir las intimida­ ciones fundamentales del mundo exterior. En sus últimos años, Freud, evidentemente, se dio cuen­ ta, como le ocurrió antes a Adler, de que lo que en realidad preocupaba al niño era la naturaleza de su mundo, y no sus impulsos interiores. Hablaba menos del complejo de Edipo y más de «la perplejidad humana y de la impotencia frente a las temibles fuerzas de la naturaleza», «del doloroso enig­ ma de la muerte», «nuestra ansiedad ante los peligros de la vida», y «la gran necesidad del destino, contra el que no hay remedio».9 Y cuando trató el problema central de la ansie­ dad, dejó de hablar del anonadamiento interno del niño por sus necesidades instintivas, como lo había hecho en su obra más temprana. Las formulaciones de Freud se volvieron existenciales. Dejó de considerar la ansiedad como una re­ acción a la impotencia global, al abandono, al destino: 95 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo En consecuencia, mantengo que el miedo a la muerte ha de contemplarse como algo análogo al complejo de cas­ tración, y que la situación ante la que reacciona el ego es consecuencia del rechazo o abandono del superego protec­ tor -los poderes del destino- que termina con la seguridad contra todo peligro.10 Esta formulación indica una gran ampliación de la pers­ pectiva. Añádase una generación o dos de trabajo clínico psicoanalítico, y habremos alcanzado una comprensión no­ tablemente fiel de lo que en realidad desazona al niño, dé que la vida es en realidad demasiado para él, de cómo tiene que evitar excesivos pensamientos, demasiada percepción, demasiada vida. Al mismo tiempo, de cómo ha de evitar la muerte, que retumba detrás y bajo cada una de las despreo­ cupadas actividades, que aparece tras sus hombros mientras juega. El resultado es que ahora sabemos que el animal hu­ mano se caracteriza por dos grandes miedos, de los que otros animales se encuentran protegidos: el miedo a la vida y el miedo a la muerte. En las ciencias humanas, fue sobre todo Otto Rank quien destacó esos miedos, basó totalmente su sistema de trabajo en los ellos y mostró que eran funda­ mentales para comprender al ser humano. Casi a la vez que Rank escribía estas cosas, Heidegger reintroducía esos te­ mas en el centro de la filosofía existencial. M antenía que la ansiedad humana básica es la ansiedad respecto a estar en el mundo, así como la ansiedad de estar en el mundo. Es decir, el miedo a la muerte y el miedo a la vida, a la experiencia y a la individuación.11 La persona se resiste a salir y mudarse a su abrumador mundo, a sus verdaderos peligros: se echa atrás por temor a perderse en los apetitos incombustibles de los demás, a ir rodando fuera de control entre los ávidos agarrones y zarpazos de sus congéneres, de las bestias y de las máquinas. Como organismo animal, intuye la clase de planeta al que ha ido a parar, la pesadilla, el frenesí demoní96 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas acó en el que la naturaleza ha dado rienda suelta a millones de apetitos de toda clase de organismos individuales, por no hablar de los terremotos y huracanes, que parecen tener sus propias bramantes apetencias. Cualquier cosa que se desa­ rrolle placenteramente ha de estar siempre engullendo a otros. Los apetitos pueden ser inocentes, puesto que apare­ cen de forma natural, pero cada organismo atrapado en los muchos miles de cosas distintas de este planeta es una víc­ tima potencial de esa misma inocencia y se retira de la vida por miedo a que esta pierda la suya propia. La vida puede succionarle, debilitar sus energías, anegarlo, desposeerle de su autocontrol, producir gran cantidad de experiencia con tal rapidez que le hará estallar; puede hacerle destacar entre los demás, llevarle a terrenos delicados, cargarle con nuevas responsabilidades que exigen una gran fortaleza para poder­ las soportar, exponerle a nuevas contingencias, nuevas oportunidades. Sobre todo, existe el riesgo de equivocarse, de un accidente, de la posibilidad de una enfermedad y, por descontado, de la muerte que es la succión definitiva, la ab­ soluta inmersión y negación. La gran simplificación científica del psicoanálisis es el concepto de que la globalidad de las primeras experiencias es un intento del niño de negar la ansiedad que le produce su nacimiento, su temor a perder apoyos, a quedarse solo, in­ defenso y asustado. El carácter del niño, su estilo de vida, es la manera de usar el poder de los demás, el sostén que le proporcionan los objetos e ideas de su cultura para hacer de­ saparecer de su conciencia el hecho real de su impotencia primordial. No sólo su impotencia para evitar la muerte, sino la de permanecer solo, firmemente arraigado en sus propios poderes. Ante el terror al mundo, al milagro de la creación y al poder aplastante de la realidad, ni siquiera el tigre tiene un poder seguro y sin límites; mucho menos lo tiene el niño. Su mundo es un misterio trascendente; inclu­ so sus padres, con los que mantiene una dependencia natu­ 97 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo ral y segura, son milagros de prim er orden. ¿De qué otra manera pueden aparecérsele? La madre es el primer pavo­ roso milagro que hechiza al niño durante toda su vida, tanto si vive en el entorno de su poderosa aura como si se rebela contra ella. La superordenación de su mundo se introduce en él en forma de semblantes fantásticos que le sonríen de cerca a través de unos dientes enormes y unos espantosos ojos en blanco que le atraviesan desde lejos con miradas in­ cendiarias y amenazadoras. Vive en un mundo de máscaras kwakiutl* de su misma sangre que se burlan de su autosufi­ ciencia. La única forma de estar seguro de contrarrestarlas sería sabiendo que es tan parecido a los dioses como ellas, pero no llega a saberlo nunca directa y claramente. No exis­ te una respuesta cierta al pavoroso misterio de la faz hum a­ na que se escudriña en el espejo; ninguna respuesta, a cual­ quier precio, que provenga de la propia persona, de su propio centro. La propia cara puede ser divina por su apa­ riencia milagrosa, pero carecemos de poderes para conocer su significado y de la divina energía que nos hubiese hecho responsables de su creación. En este sentido, entendemos que, si el niño cediera ante el carácter todopoderoso de la realidad y la experiencia, no podría actuar con la ecuanimidad que necesitamos en nues­ tro mundo no instintivo. Por lo tanto, una de las primeras cosas que debe hacer el niño es aprender a “abandonar el arrobamiento”, actuar sin temor, olvidarse del miedo y los estremecimientos. Sólo entonces puede actuar con una cier­ ta autoconfianza inconsciente, cuando ya se ha naturalizado con el mundo. Decimos “naturalizado”, pero lo que quere­ mos decir es desnaturalizado, falseado tras una verdad opa­ ca y turbia, con la desesperanza de la condición humana esi * Son las máscaras que emplean los indios kwakiutl, de la costa del Pacífico Norte, en Canadá, para sus ceremonias, como la del potlatch, que tienen gran­ des ojos y bocas con expresiones feroces (N de la T) 98 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas condida, una desesperanza que el niño atisba en sus terrores nocturnos y en sus fobias y neurosis diurnas. Huye del de­ saliento construyendo defensas que le permitan tener un sentimiento básico de autoestima, de sentido pleno y de po­ der. Le dejan sentir que controla su vida y su muerte, que re­ almente vive y obra como un individuo libre y con volun­ tad, que posee una identidad irrepetible que ha construido a su medida, que es alguien, no simplemente un accidente tembloroso que ha germinado en un planeta invernadero al que Carlyle denominó para siempre «el vestíbulo de la muerte». Hemos llamado a nuestra manera de vivir una mentira vital y ahora podemos entender mejor por qué diji­ mos que es vital: es una necesaria y deshonestidad básica sobre uno mismo y la propia situación. Es en esta revelación donde realmente culmina la revolución del pensamiento de Freud; también es la razón fundamental por la que todavía nos afanamos contra Freud. No queremos admitir que so­ mos poco honrados con la realidad, que la verdad es que no controlamos nuestras propias vidas. No queremos admitir que la verdad es que no estamos solos, que siempre confia­ mos en algo que nos transciende, algún sistema de ideas y poderes en que nos hallamos incrustados y nos sirve de apo­ yo. Este poder no siempre es evidente. No hace falta que sea un dios o una persona indiscutiblemente más fuerte: puede ser el poder de una actividad que nos absorba por completo, una pasión, la dedicación a un juego, una forma de vivir que, como una confortable tela de araña, nos mantiene con ánimos, alejados de nosotros mismos, del hecho de que no descansamos en nuestro propio centro. Todos tendemos a recibir apoyo de una forma que consigue que nos olvidemos ) de nosotros mismos, sin conocer cuáles son las energías que ^ realmente utilizamos, la clase de mentira que hemos inven­ tado para vivir seguros y serenos. San Agustín fue un maes­ tro en el análisis de estas cuestiones, como lo fueron Kierkegaard, Scheler y Tillich en nuestros días. Todos vieron 99 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo que el ser humano podía pavonearse y jactarse todo lo que quisiera, pero que, en realidad, sacaba su “valor para exis­ tir” de un dios, de una serie de conquistas sexuales, un líder político, una bandera, el proletariado, el talismán del dinero y el saldo de la cuenta bancaria. Las defensas que constituyen el carácter de una persona son la base de un grandioso espejismo; cuando lo captamos, entendemos toda la dinámica humana. El ser humano se aparta de sí mismo, de su autoconocimiento y autorreflexión. Se siente impulsado hacia aquellas cosas que sostie­ nen la mentira de su carácter, su ecuanimidad automática. Sin embargo, sus impulsos le llevan precisamente hacia esas cosas que le producen ansiedad, como si fuera una ma­ nera magistral de eludirlas; se pone a prueba enfrentándose a ellas, controlándolas al desafiarlas. Como nos enseñó Kierkegaard, la ansiedad es como un señuelo que se con­ vierte en el acicate de gran parte de nuestra actividad ener­ gética: coqueteamos con nuestro propio desarrollo, pero, de nuevo, con deshonestidad. De ahí provienen muchas de las fricciones de nuestras vidas. Establecemos relaciones sirqr bióticas para obtener la seguridad que necesitamos, para re­ mediar nuestra ansiedad, nuestro aislamiento e impotencia. Estas relaciones, no obstante* también nos sujetan, nos es­ clavizan más aún porque sostienen la mentira que nos he­ mos labrado. Nos mantenemos crispados y en su contra para sentirnos más libres. Lo irónico del caso es que estamos so­ metidos a esta tensión sin cuestionarnos nada, luchando, dentro de nuestra propia coraza, por así decirlo, de este modo, intensificamos nuestra compulsión, la cualidad se­ cundaria en nuestra lucha por la libertad. Incluso en nues­ tros flirteos con la ansiedad no somos conscientes de nues­ tros motivos. Buscamos estrés, forzamos nuestros límites, pero lo hacemos con nuestra mampara de protección contra la desesperanza, no con la propia desesperación. Lo hace­ mos jugando en Bolsa, comprando coches deportivos, lan­ 100 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas zando misiles atómicos* ascendiendo por la escala del éxito en la competición universitaria. Lo hacemos en la prisión det nuestra pequeña familia, bien casándonos contra sus dese­ os, o eligiendo un modo de vida que les disgusta, o cual­ quier otra cosa similar. De ahí la complicada cualiíjad se­ cundaria de toda nuestra compulsión. Hasta en nu£kras| pasiones somos niños de guardería que se entretienen cpfc juguetes como si fuesen el mundo real. Aun cuando los ju ­ guetes se estrellan y nos cuestan nuestras vidas o nuestra cordura, se nos engaña con el consuelo de que estábamos en el mundo real en lugar de en un parque donde juegan los ni­ ños. Todavía no nos hemos encontrado con nuestro destino en nuestros propios términos varoniles en contienda con la realidad objetiva. Es desafortunado e irónico, el que la men­ tir^ que necesitamos para vivir nos condene a una vida qpe nunca es realmente nuestra. Hasta la llegada del psicoanálisis moderno n£uhemos po­ dido entender lo que los poetan y los sabios rélígiosos sabían desde hacía mucho tiempo: que la coraza de nuestro carácter qs tan vital para nosotros que despojamos de ella podía sig¿ nificar arriesgamos a morir o volvernos locos. No es difícil encontrar una explicación: si el carácter es una defensa neu­ rótica contra el desaliento, y nos despojamos de esa defen­ sa, admitimos la desesperación desbordante, la plena com­ prensión de la condición humana, lo que de verdad temen los seres humanos, aquello contra lo que luchan y hacia 1(^ que son conducidos, o de lo que son alejados. Freud lo re­ sumió maravillosamente cuando comentó en alguna oca­ sión que el psicoanálisis curaba el infortunio humano sólo para insertar al paciente en la vulgar mezquindad de la vida. Neurosis es otro término que describe una complicada téc-^ nica para eludir la desdicha, pero la realidad es la desdicha. Por ello, los sabios han insistido desde tiempos remotos en que para ver la realidad es necesario morir y renacer. La) idea de la muerte y la reencarnación se planteó en la época 101 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo chamanística, en el pensamiento Zen, en el estoico, en El Rey Lear de Shakespeare, así como en el judeocristianismo y en el pensamiento existencial contemporáneo. Pero hasta que no comenzó la psicología científica no lográbamos en­ tender cuánto había en juego en la muerte y la reencarna­ ción: el hecho de que el carácter de la persona era una es­ tructura neurótica penetró directamente en el corazón de la humanidad. Como lo planteó Frederick Perls: «Sufrir la propia muerte y renacer no es fácil». Y no es fácil precisa­ mente porque gran parte de uno mismo tiene que morir. Me gusta cómo concibió Perls la estructura neurótica, como si fuera un edificio construido en cuatro estratos. Los dos primeros estratos son los cotidianos, las tácticas que aprende el niño para convivir en sociedad mediante el uso fácil de términos para ganarse una pronta aprobación, apa­ ciguar a los demás y avanzar con ellos: son los estratos elo­ cuentes, los de la vacua charlatanería de “clichés” y simula­ ciones sociales. Hay mucha gente que pasa el resto de su vida sin mirar lo que hay debajo. El tercer estrato es de difí­ cil acceso; se trata del “impasse” que esconde nuestros sen­ timientos de vacuidad y soledad, los sentimientos auténti­ cos que intentamos desterrar al construir nuestras defensas del carácter. Bajo este estrato, se encuentra el cuarto, el más desconcertante: es el de la muerte y el miedo a la muerte. Como ya hemos visto este es el estrato de nuestra verdad y de nuestra ansiedad animal básica, el terror que llevamos con nosotros en el fondo de nuestro corazón. Solamente cuando exploramos ese cuarto estrato, según Perls, llega­ mos al que podríamos llamar el de nuestro auténtico yo: lo que somos sin imposturas, sin disfraces, sin defensas contra el miedo.12 A partir de este esquema de intrincados círculos de de­ fensas que componen nuestro carácter, del escudo que pro­ tege nuestro palpitante temor a la verdad, podemos hacer­ nos una idea del difícil, penosísimo y doloroso proceso del 102 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas “todo o nada” que es la reencarnación psicológica. Y cuan­ do hemos terminado con lo psicológico comienza lo huma­ no: lo peor no es la muerte, sino la propia reencarnación. Ahí está el truco: ¿qué significa “volver a nacer” para un ser humano? Significa que por primera vez se está supeditado a la terrorífica paradoja de la condición humana, puesto que no se nace como un dios, sino como un ser humano, un dios gusano, o un dios que caga. Sólo que ahora sin el escudo neurótico que oculta toda la ambigüedad de la propia vida. Sabemos, pues, que cada auténtica reencarnación es una ex­ pulsión del paraíso, como lo atestiguan las biografías de Tolstoi, Péguy y otros. Asalta a personas duras como el gra­ nito, que se encuentran en los engranajes del poder, “segu­ ras de su empuje”, y les hace temblar y llorar como a Péguy, cuando se quedó parado en el andén de una estación de au­ tobuses de París con lágrimas amargas cayéndole por las mejillas mientras musitaba plegarias. Fue Rank quien pronto reconoció que no se podía vencer la ansiedad terapéuticamente. Lo que nos quiso decir es que es imposible resistirse al horror de la propia condición sin ansiedad. Fue Andras Angyal quien llegó al fondo de la cuestión de la reencarnación psicoterapéutica cuando dijo que el neurótico al que se ha tratado terapéuticamente es como un miembro de Alcohólicos Anónimos: no puede dar por sentada su curación, y el mejor signo de la autenticidad de su curación es vivir con humildad.13 Plenamente humanos y parcialmente humanos Esta discusión saca a la luz una contradicción funda­ mental de la empresa terapéutica que no hemos ventilado lo suficiente. Nos detendremos en ella al final del libro, pero ahora hemos llegado al punto adecuado para introducir el tema. Se trata tan sólo de lo siguiente: ¿qué sentido tiene ha­ 103 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo blar de “disfrutar de la plenitud de la propia humanidad”, como Maslow y otros nos instan a hacer, si “la plenitud de la propia humanidad” significa una semi-adaptación prim a­ ria al mundo? Si uno puede liberarse de las cuatro capas del escudo neurótico, de la coraza que envuelve la mentira caracteriológica sobre la vida, ¿cómo puede hablarse de “dis­ frutar” esta victoria pírrica? Es cierto que la persona aban­ dona algo restrictivo e ilusorio, pero sólo le sirve para encontrarse cara a cara con algo aún más terrible: la autén­ tica desesperación. La plenitud humana significa temor ab­ soluto y estremecimiento, al menos durante una parte del tiempo en que se está despierto. Cuando se consigue que una persona se abra a la vida, se aleje de sus dependencias, de su seguridad automática camuflada en el poder de algún otro, ¿qué alegría se le puede ofrecer junto a la pesada carga de su soledad? Cuando se logra que una persona mire al Sol que cuece la carnicería diaria que se produce en la Tierra, los ac­ cidentes ridículos, la completa fragilidad de la vida, la impo­ tencia de los que creía poderosos, ¿qué consuelo puede dár­ sele desde un punto de vista terapéutico? A Luis Buñuel le gustaba introducir un perro loco en sus películas como con­ trapunto a la seguridad de la rutina diaria de nuestra repre­ sión vital. El significado de este símbolo es el de que sea lo que sea lo que los hombres pretenden, son sólo mordiscos accidentales a una falibilidad total. El artista disfraza la in­ congruencia, que es latido de la locura, pero es consciente de ello. ¿Qué haría la persona corriente si tuviese conciencia plena de lo absurdo? Ha moldeado su carácter con el propó­ sito de que le sirva de pantalla protectora frente a los aconte­ cimientos de la vida. Se trata de su tour-de-force específico que le permite pasar por alto las incongruencias, nutrirse de cosas imposibles, medrar en su ceguera. Culmina así una ex­ traña victoria humana: la aptitud para estar orgulloso del te­ rror. Sartre llamó al ser humano «pasión inútil» porque es un chapucero sin remedio, por lo engañado que vive sobre su 104 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas idea^ verdadera condición. Quiere ser un dios con los pertrechos de un animal, y así proliferan sus fantasías. Como escribió^ Ortega en el epígrafe que hemos utilizado para ese capítulo,$ el ser humano usa sus ideas para la defensa de su existenci^ y para ahuyentar la realidad. Se trata de un juego serio, el de¡| la defensa de la propia existencia, ¿cómo se le puede quitar* a la gente y dejarla contenta? Maslow habla muy convincentemente de «autorrealiza-^ ción» y del éxtasis de las «experiencias cumbre», en las que la persona llega a ver el mundo en todo su esplendor y sobreco^ gimiento y de cómo siente su propia expansión interna y elj milagro de existir. Denomina a este estado «el proceso del co-j nocimiento del ser», la apertura de la percepción a la verdad* del mundo, una verdad oculta por las distorsiones neuróticas las ilusiones de protegerse a sí mismo contra experiencias^ abrumadoras. La idea es buena y correcta; se trata de la ense-* ñanza para desarrollar la capacidad del «proceso del conoció miento del ser» con el fin de escapar de la unidimensionalidad* de nuestras vidas, de la caverna de la seguridad que nos tiene*} prisioneros. Sin embargo, como la mayoría de las cuestioneS| humanas, es un triunfo paradójico. Maslow lo vio ya con cla-| ridad al hablar de «los peligros del proceso del conocimien^ to».14 Maslow era demasiado abierto y claro de mente comoj para no darse cuenta de que el proceso de conocimiento del^ ser no tenía una cara oculta, pero no fue lo suficientemente le­ jos como para señalar cuál era esa peligrosa cara oculta que¿ podía socavar nuestra posición en el mundo. Una vez más, re­ pito que ver el mundo como en realidad es, resulta algo de­ vastador y horrible. Con ello se consigue justo el resultado que el niño que va construyendo penosamente su carácter a lo lar­ go de los años quiere evitar: convierte la actividad rutinaria automática, firm e y segura de sí misma en un imposible. Hacej que el hecho de vivir de forma despreocupada en el mundo dej los humanos sea imposible. Deja a un animal tembloroso % merced del cosmos y del problema de su significado. } 105 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Hagamos un breve inciso para demostrar que esta opi­ nión sobre el carácter no es algo que postularon unos existencialistas morbosos, sino que representa la nueva fusión acordada entre la psicología freudiana y postfreudiana. Se ha producido un cambio muy sutil y profundo en cuanto a la comprensión del desarrollo temprano del niño. Es un cam­ bio que puede resumirse brevemente en la evolución de po­ siciones desde la psicología freudiana a la postfreudiana y, de nuevo, de vuelta a un freudianismo formal. Freud vio al niño como a un antagonista de su mundo, como alguien con impulsos agresivos y una sexualidad que quiere volcar en el mundo. Pero, al no conseguirlo, tiene que desarrollar frus­ traciones y satisfacciones que la substituyan. La frustración de esos impulsos en su infancia le conduce a tener tales re­ siduos de amargura y antisociabilidad que el mundo se ha ido poblando de un tipo de animal al que le parece injusto lo que se le ha hecho y de lo que se le ha privado. En el fondo es un animal mezquino que se siente estafado por haber al­ bergado sentimientos y deseos que se le han quedado atra­ gantados. Aparentemente, puede que sea muy agradable, responsable y creativo, pero bajo todo ello no hay más que un residuo de basura que amenaza con estallar de repente; un residuo que, por cualquier circunstancia, de un modo u otro, puede agredir a los otros o a sí mismo. La teoría freudiana de los instintos innatos pronto se vio minada en el ámbito de la psicología social y muy tardía­ mente en el del propio psicoanálisis. Se puso de moda una nueva visión de la infancia que se inclinaba a verla como neutral, libre de instintos y, sobre todo, maleable. Excepto en relación a algunos factores de constitución y de tem pe­ ramento heredados, se consideró que el niño era una creatura totalmente configurada por su entorno. Desde esta óp­ tica, se creía que los padres eran los responsables de las represiones infantiles, de las defensas del carácter que de­ sarrollaba y del tipo de persona en que se convertía, puesto 106 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas que le habían proporcionado un entorno al que le habían amoldado. Más aún: puesto que los padres se habían opues­ to a la libre expansión natural y activa y le habían exigido que se rindiese al mundo, se les podía considerar básica­ mente culpables de cualquier deformación de su carácter. Si el niño no tenía instintos, al menos sí que tenía una enorme cantidad de energía libre y de inocencia corporal. Buscaba actividad y diversiones constantes, quería moverse a menu­ do en la plenitud del mundo, doblegarlo al máximo para su uso y placer. Buscaba expresarse con espontaneidad, sentir la mayor satisfacción en sus procesos corporales, obtener el mayor consuelo, entusiasmo y placer de los otros. Como esta expansión ilimitada es imposible, había que controlar al niño; los padres eran los controladores de su actividad. Cualquiera que fuesen las actitudes del niño hacia sí mis­ mo, su cuerpo o su entorno, se consideraba que habían sido puestas en práctica a través de la experiencia con sus pre­ paradores y con su entorno inmediato. Esta fue la visión postfreudiana del desarrollo del carác­ ter, la reacción contra el instintivismo freudiano. En realidad es prefreudiana y se remonta a la Ilustración, a Rousseau y a Marx. En los últimos años, la crítica más mordaz y elabora­ da de esta visión la proporcionó Norman O. Brown.15 Los epítetos que utilizó contra Fromm y los neofreudianos eran verdaderamente amargos para tratarse de un libro que nos reconduce a Eros. Sin embargo, el gravamen de la crítica de Brown ha sido serio, a saber: que la situación del niño es imposible, que tiene que crear sus propias defensas contra el mundo, y hallar un modo de sobrevivir en él. Como vimos en el capítulo 3, los propios dilemas existenciales del niño le conducen a ello con independencia de sus padres. Sus “actitudes” provienen de su necesidad de adaptarse a la de­ sesperada condición humana, no sólo de ponerse en sintonía con los caprichos de sus padres. El estudioso de las ideas tiene derecho a preguntarse qué 107 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo tipo de libro hubiese producido Brown con su brillantez si hubiese estudiado y asimilado a Adler y a Rank con el mis­ mo rigor que tuvo por Freud. Al fin y al cabo, fueron Adler y Rank quienes comprendieron la situación desesperada del niño sin caer en la trampa freudiana de los instintos interio­ res o en el medioambientalismo facilón. Como lo planteó Rank de una vez por todas, para todos los futuros psicoana­ listas y estudiosos del hombre: [...] cada ser humano tiene [...] la misma carencia de libertad, es decir, nosotros [...] creamos [...] una prisión a partir de la libertad...16 Lo que Rank criticaba era la visión rousseauniana de la persona nacida en libertad y posteriormente encadenada por la educación y la sociedad. Rank entendió que, ante la fuer­ za abrumadora del mundo, el niño no podía conseguir por sí mismo la resistencia y la autoridad necesarias para vivir una comunicatividad plena de horizontes ilimitados de percep­ ción y experiencia. Hemos llegado a una fase excepcional en el desarrollo del pensamiento psicoanalítico. Al equiparar plenamente la obra de Adler y Rank con la de Freud, el psiconálisis moder­ no ha podido conservar la redondez y sobriedad del maestro sin los errores, las formulaciones extremistas y el dogma del freudianismo estricto. A mi parecer, el libro de Brown cons­ tituye la afirmación de que el círculo entre los fundadores del psicoanálisis y el trabajo clínico y teórico más reciente se ha acabado de cerrar sin que se haya perdido nada esen­ cial. Ocurre incluso en relación a la esquizofrenia, el sín­ drome que más podría justificar la acusación contra los pa­ dres de fracasar en la educación de un ser humano. Se ha producido un notable cambio de énfasis, una nueva con­ ciencia de la dimensión trágica de la vida humana. Nadie lo ha resumido mejor que Harold Searles. Me gustaría citar ex­ 108 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas tensamente su fidedigno testimonio personal, lleno de sen­ sibilidad, y que considero de gran importancia desde el pun­ to de vista histórico: En Chestnut Lodge, la sesión de presentación de casos de una hora de duración dos veces a la semana normalmen­ te tiene que ver con pacientes esquizofrénicos [...]. Cuando este autor fue allí hace casi 12 años, los terapeutas que pre­ sentaban los casos -incluido el autor- tendían a dar una imagen totalmente negra, o casi negra, de las relaciones fa­ miliares en la infancia del paciente; la atmósfera que se res­ piraba en las presentaciones era la de la culpabilización de los padres más que ninguna otra cosa. Transcurridos los años, este autor se ha encontrado con que las presentacio­ nes transmiten cada vez menos esa culpabilización y más la tragedia de la vida de los pacientes. Esta tragedia está tan relacionada con la vida de todos nosotros que, con frecuen­ cia, las presentaciones son una experiencia profundamente cargada de dolor, tanto para el presentador como para la au­ diencia. Uno siente que la presentación de los profesionales proporciona en la actualidad una imagen más verdadera de la vida de los pacientes, una imagen que nos sacude con mayor profundidad que aquella teñida de culpa que se nos presentaba anteriormente.17 La tragedia de la vida señalada por Searles es la que he­ mos discutido: la finitud humana, su horror a la muerte y el peso aplastante de la vida. El esquizofrénico siente todo esto más que nadie porque no ha logrado construir las de­ fensas seguras que usa habitualmente una persona para ne­ garlas. La desgracia del esquizofrénico es que se ha encon­ tra d o co n u n a c a rg a e x tra de a n s ie d a d e s e x tra s , culpabilidades e impotencias, lo que supone un entorno aún más impredecible y falto de apoyo. No está verdaderamen­ te asentado en su cuerpo, ni tiene una base segura desde la 109 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo que negociar el desafío y la negación de la naturaleza real del mundo. Los padres le han hecho un organismo sólida­ mente inepto. Tiene que arreglárselas con formas de vivir en el mundo especialmente ingeniosas y desesperadas que evi­ tarán que la experiencia le desgarre por completo, puesto que ya se encuentra casi desgarrado. Confirmamos, pues, de nuevo, el punto de vista de que el carácter de una persona es una defensa contra la desesperanza, un intento de evitar la insania debida a la naturaleza real del mundo. Searles con­ templa la esquizofrenia en concreto como el resultado de la incapacidad para excluir al terror, como un estilo desespera­ do de convivir con este. Con franqueza, no conozco nada más convincente que pueda decirse sobre este síndrome; es un fallo en la humanización, lo que significa un fallo en ne­ gar con seguridad la situación real del ser humano en el pla­ neta. La esquizofrenia es el test del caso límite para la teo­ ría del carácter y de la realidad que hemos expuesto aquí: el fracaso en construir defensas dignas de confianza hace pa­ tente en la persona la verdadera naturaleza de la realidad. Es algo científicamente apodíctico. La creatividad de las per­ sonas situadas en el extremo esquizofrénico del continuo humano es una creatividad que surge de la incapacidad para aceptar la negación estandarizada de la naturaleza real de la experiencia. El precio de esta creatividad casi “extrahumana” es el de vivir al borde de la locura, algo que los huma­ nos saben desde hace mucho tiempo. El esquizofrénico es sumamente creativo en un sentido casi extra humano por­ que está más allá del animal. Carece de la programación instintiva de los organismos inferiores y de la programación cultural estable de la persona media. No es asombroso que la persona normal y corriente le vea como a un “loco” : no pertenece a ningún mundo.* * Para un resumen más extenso sobre el problema del fracaso de la esquizofre­ nia, véase el capítulo 10. 110 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas Conclusión Vamos a cerrar esta larga discusión sobre la función del carácter yuxtaponiendo dos trozos de escritura poética y de visión interior separados por casi tres siglos. El primero, de Thomas Traheme, nos proporciona una preciosa descrip­ ción del mundo como se le aparece al niño antes de poder crearse reacciones automáticas. Traheme describe las im pe­ cables reacciones del infante: Al principio todo parecía nuevo y extraño, indescripti­ blemente singular, delicioso y bello [...] El grano era trigo inmortal de Oriente que nunca debía recogerse, ni se había sembrado jamás. Pensaba que había estado desde toda la eternidad. El polvo de las piedras de la calle era tan pre­ cioso como el oro: las puertas eran el fin del mundo. Cuan­ do vi los verdes árboles por vez primera a través de una de las verjas, me extasiaron y embelesaron. Su dulzor e inu­ sual belleza hicieron saltar mi corazón y casi me enloque­ cieron de éxtasis: tan extrañas y maravillosas eran aquellas cosas. ¡Los Hombres! ¡Cuán venerables e ilustres criaturas parecían los ancianos! ¡Querubines inmortales! Los jóve­ nes, relucientes y brillantes ángeles, y las doncellas raras figuras seráficas de vida y belleza! Los muchachos y las muchachas retozando y jugando en la calle eran joyas en movimiento. No sabía que eran nacidos y habían de morir [...]. La ciudad parecía estar detenida en el Edén... Podríamos llamarlo el paraíso de la prerrepresión. Pero Traherne continúa describiéndonos su caída del Edén con el desarrollo de las percepciones culturales y la negación del carácter impoluto de la realidad; y, como psicoanalista mo­ derno en su primera época de, por ejemplo, Chestnut Lodge, acusa a los padres de la caída y entabla un proceso con­ tra ellos: 111 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Los pensamientos son la cosa más presente para los pensamientos y la mayor de las influencias. Mi alma sólo estaba presta y dispuesta para las grandes cosas; pero las almas son para las almas lo que las manzanas para las manzanas; si una está podrida, pudre a la otras. Cuando empecé a hablar y caminar nada tenía fuerza en mí, más que lo que estaba presente para mí en sus pensamientos. Nada se me presentaba tampoco de otro modo que del modo que lo era para ellos [...]. De lo que no hablaban sólo existía la ausencia. Así es que entre mis compañeros de juego comencé a apreciar un tambor, un buen abrigo, un penique, un libro dorado [...]. En cuanto a los Cielos, el Sol y las Estrellas, desaparecieron y no eran para mí más que desnudos muros. Tanto, que la rara riqueza de la in­ vención humana, aprendida con más laboriosidad y en se­ gunda instancia, venció por completo a la riqueza de la Na­ turaleza.18 ¿Qué falta en esta espléndida descripción de la caída del niño desde su percepción natural a la artificialidad del mun­ do cultural? Nada menos que lo que hemos citado como la gran fusión postfreudiana de la personalidad: la propia com­ plicidad de Traheme en el proceso, su necesidad de la caída del estado de gracia para crecer, experimentar cambios sin ansiedad, protegerse contra el Sol, las Estrellas, los Cielos. Traheme no anota, por ejemplo, sus restantes reacciones iniciales a los gritos desgarradores de sus «compañeros de juego» mientras se cortaban las manos, o se daban golpes en las narices y en la boca y se salpicaban con extrañas gotas rojas que le llenaban las entrañas de terror. Dice que no sa­ bía que habían de morir, que todos parecían inmortales: pero, ¿fueron sus padres quienes trajeron la muerte al mun-^ do? Esto era lo que le roía el alma, no por causa de sus pa-^ dres, sino por la «riqueza del mundo». La muerte avanzaba en su percepción como un símbolo de formas complejas en­ 112 www.FreeLibros.me La remodelación de algunas ideas friando su espíritu. Así es que, para prohibir los hechos de la vida, Traheme tuvo que remodelar su paraíso, incluso de­ jándolo por ahí, en su memoria, como hacemos todos. Cier­ to es que la Tierra era el lugar de la belleza mística que des­ cribió, y que posteriormente Carlyle estuvo de acuerdo en que era «un templo místico», pero, al mismo tiempo, era «el vestíbulo de la muerte» que Traheme prefirió negar en sus memorias de infancia. La totalidad de la condición humana es ese algo muy di­ fícil de recuperar para el ser humano, que quiere un mundo seguro para su placer y culpar a los demás por su destino u Comparemos la conciencia del recorrido completo de la condición humana de un poeta moderno a la de Traherne. Marcia Lee Anderson nos cuenta brillantemente cómo se ha de vivir en «el vestíbulo de la muerte» y lo que hemos de hacer para protegemos. Multiplicamos las enfermedades por gusto, inventamos un horrible deseo, una vergonzosa duda, nos entregamos al lujo del libertinaje, que propicia la noche, La armamos buena en nuestro interior, y no lo remediamos. ¿Por qué hacerlo? Despojados de sutiles complicaciones, ¿Quién podría mirar al Sol si no es con miedo? Este es nuestro refugio contra la contemplación, Nuestro único refugio contra lo obvio y claro. ¿Quién se arrastraría afuera desde la más honda oscuridad para mantenerse en pie indefenso a pleno sol? No hay terror a la desviación tan seguro Como el más lúcido terror de la desesperación De saber cuán simple es nuestra más íntima necesidad, cuán aguda e imposible de nutrir.19 La ironía de la condición humana consiste en la necesi­ dad más profunda de verse libre de la ansiedad de la muer­ te y la aniquilación, pero es la propia vida la que la despier113 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo ta. Por ello, es mejor retraerse de estar plenamente vivos. Marcia Lee Anderson traza un círculo no sólo alrededor de Traheme, sino de Maslow, del psicoanálisis humanístico e incluso sobre el freudiano Norman O. Brown. ¿Qué demo­ nios significa no estar nada reprimido, vivir en plena comu­ nicación corporal y psíquica? Sólo puede significar renacer en la locura. Brown nos previene de la absoluta radicalidad de su lectura de Freud haciendo hincapié en que se ajusta decididamente a la visión de Ferenczi de que: «Los rasgos de carácter son, por así decirlo, psicosis secretas».20 Se trata de una verdad científica que hace temblar; la subscribimos con Brown. Resultaba difícil llegar a un acuerdo sobre tal verdad en la época de Freud: algún día será algo seguro. Sin embargo, la fría realidad que subyace a esta verdad es aún más inquietante y nos da la impresión de que no pode­ mos hacer gran cosa con ella, ni que nunca vayamos a poder hacerlo. Quiero decir, que sin los rasgos de carácter tiene que haber una pura y manifiesta psicosis. Al final de este libro quiero resumir las contradicciones básicas de la argumenta­ ción de Brown sobre los nuevos humanos sin las defensas del carácter, su esperanza de un renacimiento de la humani­ dad en una «segunda inocencia». Por el momento es sufi­ ciente acogerse a la fórmula completamente científica de Marcia Lee Anderson: «Despojados de complicaciones suti­ les (por ejemplo, de todas las defensas del carácter, como la represión, la negación y la defectuosa percepción de la reali­ dad), ¿quién podría mirar al Sol si no es con miedo?». 114 www.FreeLibros.me 5. KIERKEGAARD: EL PSICOANALISTA El orden total de las cosas me embarga con una sensación de angustia, desde el mosquito hasta los misterios de la encamación; todo es totalmente ininteligible para mí, y en especial mi propia persona. Grande es mi pesar, no tiene límites. Nadie lo sabe, salvo Dios en el Cielo, y El no puede sentir lástima, ¿O R E N K lERK EGA ARD 1 En la actualidad, podemos llamar a Kierkegaard “psicoa­ nalista” sin temor a que se rían de nosotros - o al menos con la esperanza de que los sarcásticos no se enteren-. Última­ mente se ha producido un nuevo descubrimiento de Kierke­ gaard, hecho que es de suma importancia porque le vincula con toda la estructura del conocimiento de las humanidades de nuestro tiempo. Antes pensábamos que existía una clara diferencia entre la ciencia y las creencias y que la psiquiatría y la religión eran opuestas. Sin embargo, ahora nos damos cuenta de que las visiones de la psiquiatría y de la religión están íntimamente relacionadas. Por una parte, en el plano histórico la una surge de la otra, como veremos más tarde en esta sección. Pero ahora lo más importante es que se refuer­ zan entre ellas. La experiencia psiquiátrica y religiosa no se 115 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo pueden separar subjetivamente de la propia visión de la perso­ na, ni objetivamente en la teoría del desarrollo del carácter. Donde mejor se refleja esta fusión de las categorías psi­ quiátrica y religiosa es en la obra de Kierkegaard. Él nos ha legado algunos de los mejores análisis empíricos de la con­ dición humana jamás diseñados por la mente de una perso­ na. Pero, irónicamente, no fue hasta la época del ateísta Freud que pudimos ver la talla científica de la obra teológi­ ca de Kierkegaard. Sólo entonces tuvimos las pruebas clíni­ cas que la respaldaban. El eminente psicólogo M owrer lo resumió a la perfección en los años cincuenta: «Freud tenía que haber vivido y escrito antes de que se publicaran los pri­ meros trabajos de Kierkegaard para que estos hubieran po­ dido ser comprendidos y apreciados correctamente».2 Ha habido varios intentos serios de mostrar cómo Kierkegaard adelantó datos de la psicología clínica moderna. La mayoría de los existencialistas europeos han dicho algo al respecto, así como teólogos de la talla de Paul Tillich.^ El sentido de este trabajo es que traza un círculo en tom o a la psiquiatría y la religión; nos muestra que el mejor análisis existencial de la condición humana conduce de manera directa a los problemas de dios y de la fe, que es justamente lo que argü­ yó Kierkegaard. * No voy a intentar repetir ni descifrar su impresionante, profundo y con frecuencia difícil de entender análisis de la condición humana. Lo que pretendo es presentar un resu­ men del principal argumento que encierra su trabajo psico­ lógico, de la forma más concisa y breve posible, de modo que el lector pueda ver en “pocas palabras” lo que Kierke­ gaard quiso decir. Si lo consigo sin extenderme demasiado debido a mi fascinación por la genialidad del autor, el lector quedará sorprendido por el resultado. La estructura de la comprensión del ser humano que tenía Kierkegaard es casi una recapitulación del cuadro clínico moderno del ser hu­ mano que hemos esbozado en los cuatro primeros capítulos 116 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista de este libro. El lector podrá juzgar por sí mismo la cohe­ rencia de ambas imágenes en los puntos básicos (aunque no presente a Kierkegaard con todo detalle), la razón por la que hoy estamos comparando la talla de Kierkegaard en la psi­ cología con la de Freud, y por la que yo mismo y otros esta­ mos dispuestos a considerarle un gran estudioso de la con­ dición humana a semejanza de Freud. Lo cierto es que a pesar de haber escrito en la década de 1840, en realidad fue un postfreudiano que transmitió una genialidad eterna y asombrosa. La paradoja existencial como el comienzo de la psicología y la religión La piedra angular de la visión del ser humano en Kier­ kegaard es el mito de la Caída, la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén. En este mito, encontramos, como ya hemos visto, la idea esencial de la psicología de todos los tiempos: que el ser humano es una unión de opuestos, de autoconciencia y de cuerpo físico. El ser humano emergió de la acción instintiva irreflexiva de los animales inferiores y llegó a reflexionar sobre su condición. Se le dio una con­ ciencia de su propia individualidad y de su divinidad parcial en la creación, la belleza y exclusividad de su rostro y su nombre. Al mismo tiempo, recibió la conciencia del terror al mundo y a su propia muerte y desintegración. Esta para­ doja es lo verdaderamente constante respecto al ser humano en todos los períodos de su historia y sociedad; es, pues, su verdadera «esencia», como dijo Fromm. Como ya hemos visto, los psicólogos modernos más destacados lo han con­ vertido en la piedra angular de su interpretación. Pero Kier­ kegaard ya les había aconsejado: «La psicología no puede llegar más lejos [...] y además puede ratificar este punto una y otra vez en su observación de la vida humana».4 117 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo El descenso a la autoconciencia, salir de la confortable ignorancia de la naturaleza, supuso una gran penalización para el ser humano: el miedo o la ansiedad. La bestia no tie­ ne miedo, dice Kierkegaard, «justamente por que, por natu­ raleza, la bestia no está dotada de espíritu».5 Por “espíritu” entiéndase “yo” o identidad simbólica interna. La bestia no tiene. Es ignorante, dice Kierkegaard, por consiguiente, inocente; pero el ser humano es una «síntesis de almedad y de corporeidad»6 y por eso experimenta ansiedad. Por “al­ medad” léase “autoconciencia” . Si el ser humano fuera una bestia o un ángel, no sería capaz de tener miedo. [Es decir, si fuera totalmente no-autoconsciente o totalmente no-animal.] Puesto que es una síntesis, puede tener miedo [...] el propio ser humano pro­ duce temor.7 La ansiedad del ser humano es una función de su propia ambigüedad y de su total impotencia para superar dicha am­ bigüedad, y ser directamente un animal o un ángel. No pue­ de vivir sin pensar en su destino, tampoco puede controlar con toda seguridad ese destino y triunfar sobre él estando fuera de la condición humana: El espíritu no puede autoeliminarse [es decir, la autoconciencia no puede desaparecer] [...]. Tampoco puede el ser humano abandonarse a una vida vegetativa [es decir, ser completamente un animal] [...]. No puede huir del miedo.8 }. Pero el verdadero centro del miedo no es la ambigüedad en sí misma, sino el resultado del juicio del ser humano: es decir, si Adán se come el fruto del árbol del conocimiento Dios le dice: «Tú morirás». En otras palabras, el terror má­ ximo de la autoconciencia es el conocimiento de la propia 118 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista muerte, que es la condena exclusiva del ser humano en el reino animal. Este es el significado del mito del Jardín del Edén y del redescubrimiento de la psicología moderna: que la muerte es la mayor ansiedad del ser humano y que sólo es propia de su especie.* La caracterología de Kierkegaard Kierkegaard concibe el carácter del ser humano como una estructura construida para evitar la percepción del «te­ rror, de la perdición [y] de la aniquilación [que] en todo ser humano moran codo a codo».9 Él comprendió la psicología como lo haría un psicoanalista contemporáneo: su tarea es la de descubrir las estrategias que una persona utiliza para evitar la ansiedad. ¿Qué estilo emplea para funcionar de manera automática y acrítica en el mundo y de qué modo este estilo perjudica su propio crecimiento y libertad de ac­ ción y elección? En palabras que serían casi las de Kierke­ gaard: ¿cómo queda esclavizada una persona a causa de su propia mentira caracterológica sobre sí misma? Kierkegaard describió estos estilos de una manera tan brillante que aún hoy en día resulta inexplicable y con un vocabulario que resume gran parte de la teoría psicoanalítica de las defensas del carácter. Mientras en la actualidad háblamos de los “mecanismos de defensa”, como la represión y la negación, Kierkegaard habló de las mismas cosas con * Dos de los usos y análisis más brillantes de la idea de la dualidad y de la am­ bigüedad del ser humano en el moderno pensamiento cristiano son: el de Reinhold Niebuhr, The Nature and Destiny o f Man, volumen i, Nueva York: Scribner’s Sons, 1941; y de Paul Tillich, Systematic Theology, volumen in, Chicago: University of Chicago Press, 1963, capítulo i. Estos estudios prue­ ban sin duda alguna la verdad que encierra la obra de Kierkegaard, que los análisis psicológicos y religiosos de la condición humana no se pueden sepa­ rar, si nos remontamos hasta sus orígenes. 119 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo términos diferentes: se refirió al hecho de que la mayoría de los seres humanos viven en una «semioscuridad» en lo que respecta a su propia condición,10 están en un estado de «ce­ rrazón» en el que bloquean sus propias percepciones de la realidad.11 Él comprendió el carácter compulsivo y la rigi­ dez de la persona que ha tenido que construirse unas defen­ sas extrafuertes para protegerse de la ansiedad, una pesada coraza del carácter, y la describió del siguiente modo: Partidaria de la más rígida ortodoxia [...] lo sabe todo, se inclina ante lo sagrado, la verdad es para ella un con­ junto de ceremonias, habla de presentarse ante el trono de Dios, del número de veces que uno se ha de inclinar, lo sabe todo del mismo modo que un alumno que es capaz de demostrar una proposición matemática con las letras ABC, pero cuando estas cambian a DEF, está perdido. Se asusta cuando oye algo que no está expuesto en el mismo orden.12 No cabe duda de que por “cerrazón” Kierkegaard se re­ fiere a lo que ahora denominamos represión; es la persona­ lidad cerrada, con la que uno se ha cercado a sí mismo en la infancia, en la que no ha probado sus propios poderes en ac­ ción, que no se ha permitido descubrirse a sí mismo ni a su mundo de una forma relajada. Si el niño, o la niña, no tiene la carga de una acción bloqueante excesiva por parte de los padres, podrá desarrollar sus defensas de un modo menos monopolizado y disfrutará de un carácter algo más fluido y abierto. Estará preparado para probar la realidad, basándose en su propia acción y experimentación, en lugar de hacerlo en los de la autoridad delegada, los prejuicios o las ideas preconcebidas. Kierkegaard comprendió esta diferencia e hizo una distinción entre cerrazón «altanera» y cerrazón «equivocada». Prosiguió con un mandato rousseauniano para educar a los niños con la orientación de carácter ade­ cuada: 120 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista Es de suma importancia que una persona en su infancia sea educada con un concepto de cerrazón altanera [reser­ va] y se la salve de la equivocada. Externamente, es fácil percibir cuándo ha llegado el momento en que se ha de de­ jar que ande sola; [...] es un arte de estar siempre presente sin que se note, dejar que ella se desarrolle a sí misma, a la vez que uno mantiene claramente una constante supervi­ sión. Es el arte de dejar al niño a su aire en la mayor medi­ da y escala posible y de expresar una aparente indiferen­ cia, de modo tal que, sin que se note, uno lo sepa todo [...]. Y el padre que educa, o hace todo lo que haga falta por el hijo que está a su cargo, pero que no puede evitar que este se cierre, incurre en una gran responsabilidad.13 Al igual que Rousseau y Dewey, Kierkegaard está advir­ tiendo a los padres que el niño o la niña han de realizar su propia exploración del mundo, desarrollar y afianzar sus propios poderes experimentales. El sabe que se ha de prote­ ger al niño y que la vigilancia de los padres es de vital im ­ portancia, pero no quiere que ellos trasladen sus propias an­ siedades a la escena, para reprimir la acción del niño antes de que sea absolutamente necesaria. En la actualidad sabe­ mos que sólo este tipo de educación proporciona autoconfianza al niño ante la experiencia que no llegaría a tener si estuviera demasiado bloqueado: le ofrece un «apoyo inter­ no». Es precisamente este apoyo interno el que permite que el niño desarrolle una cerrazón «altanera» o reserva, es de­ cir, una valoración ego-controlada y autoconfiada del mun­ do a cambio de una personalidad que se puede abrir con ma­ yor facilidad a la experiencia. La cerrazón «equivocada», por otra parte, es el resultado de demasiados bloqueos, de­ masiada ansiedad, demasiado esfuerzo como para que un organismo que ha sido sobrecargado y debilitado por sus propios controles haga frente a la experiencia: significa, pues, más represión automática por parte de una personali­ 121 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo dad esencialmente cerrada. Para Kierkegaard, el “bien” es la apertura hacia una nueva posibilidad y elección, la capa­ cidad para enfrentarse a la ansiedad; lo cerrado es el mal, eso que te aparta de la novedad y de percepciones y expe­ riencias más amplias; impone un velo entre la persona y su propia situación en el mundo.14 En teoría, este debería ser transparente, pero para la persona cerrada es opaco. Es fácil ver que la cerrazón es precisamente lo que he­ mos denominado «la mentira del carácter» y Kierkegaard lo llama del mismo modo: Es fácil ver que la cerrazón eo ipso significa mentira o, si se prefiere, negación de la verdad. Pero la negación de la verdad es justamente la falta de libertad [...] la elasticidad de la libertad se consume al servicio de la reserva total [...]. La reserva total fue el efecto de la neg^ión de la ra­ cionalización del ego en la individualidad.15 Esta es una descripción psicoanalítica perfectamente contemporánea de la personalidad global. He omitido el análisis más profundo y detallado de Kierkegaard sobre cómo la persona se fragmenta dentro de sí misma mediante la represión, acerca de cómo la percepción de la realidad mora bajo la superficie, al alcance de la mano, lista para acabar con la represión, sobre cómo la represión deja a la personalidad en apariencia intacta, funcionando como un conjunto, en continuidad -pero cómo esa continuidad es in­ terrumpida, cómo la personalidad se encuentra en realidad a merced de la discontinuidad expresada por la represión-.16 Para una mente moderna y con formación clínica semejante análisis ha de resultar maravilloso. Kierkegaard comprendió que la mentira del carácter se forja porque el niño se ha de adaptar al mundo, a los padres y a sus propios dilemas existenciales. Se crea antes de que el niño tenga la oportunidad de conocerse a sí mismo de una 122 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista manera abierta o libre, y por eso las defensas del carácter son automáticas e inconscientes. El problema es que el niño se vuelve dependiente de ellas y se queda encasillado en su propia armadura de carácter, incapaz de ver con libertad más allá de su prisión o dentro de sí mismo, de las defensas que está utilizando, de las cosas que están determinando su esclavitud.17 Lo único que el niño puede esperar es que su cerrazón no sea de la clase «equivocada» o del tipo masivo, por lo que tendrá un carácter con demasiado temor al mun­ do como para abrirse a las posibilidades de la experiencia. Pero eso depende en gran medida de los padres, de las cir­ cunstancias del entorno, como bien sabía Kierkegaard. La mayoría de las personas tienen padres que han «incurrido en una gran responsabilidad» y, por lo tanto, se ven obligadas a desconectarse de la posibilidad. Kierkegaard nos ofrece algunos bocetos de retratos de los estilos de negación de la posibilidad, o de las mentiras del carácter, que es lo mismo. Está resuelto a describir lo que hoy en día llamamos personas «no auténticas», que evi­ tan desarrollar su carácter único; que siguen los estilos de una forma de vida automática y sin sentido de crítica en la que fueron condicionadas durante su infancia. Estas perso­ nas «no son auténticas» porque no se pertenecen a ellas mismas, no son su «propia persona», no actúan desde su propio centro, no ven la realidad como es; son personas uni­ dimensionales totalmente inmersas en los juegos ficticios que se juegan en la sociedad, incapaces de trascender sus condicionamientos sociales: los hombres y las mujeres de negocios occidentales, los burócratas orientales, los pueblos tribales encerrados en la tradición -e l ser humano sea cual sea su procedencia que no comprende lo que significa pen­ sar por sí mismo y que, si lo hiciera, se echaría atrás ante la idea de semejante audacia y riesgo-. Kierkegaard nos da una descripción: 123 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo La persona inmediata [...] su yo o ella misma es un algo incluido en “el otro” en el perímetro de lo temporal y de lo mundano [...]. Por consiguiente, el yo se adhiere in­ mediatamente a “el otro”, anhelando, deseando, disfrutan­ do, etc., pero pasivamente; [...] se las arregla para imitar a los demás, observando cómo viven y de este modo tam­ bién intenta vivir como ellos. En la comunidad cristiana, también es cristiana, va a la iglesia los domingos, escucha y comprende al pastor; sí, se comprenden bien mutuamen­ te; muere, y el pastor le conduce a la eternidad por el pre­ cio de 10 dólares -pero a un yo que no fue y a un yo que nunca llegó a ser [...] pues la persona inmediata no reco­ noce a su yo, sólo se reconoce a sí misma por su atuendo [...] reconoce que tiene un yo sólo por lo externo.18 Esta es una descripción perfecta del “ser humano cultu­ ral automático” - e l ser humano confinado por la cultura, es­ clavo de ella, que se imagina que tiene una identidad porque paga su prima a la Seguridad Social, que tiene más control sobre su vida si aprieta el acelerador de su deportivo o usa un cepillo de dientes eléctrico-. Hoy en día, las personas in­ mediatas, o que no son auténticas, son tipos familiares, tras décadas de marxismo y de análisis existencialista sobre la esclavitud humana respecto a su sistema social. Pero en los tiempos de Kierkegaard debió haber supuesto un shock ser un ciudadano europeo moderno y ser considerado un filis­ teo. Para Kierkegaard el “filisteísmo” significaba triviali­ dad, la persona que vive embaucada por las rutinas cotidia­ nas de su sociedad, contenta con las satisfacciones que esta le ofrece en nuestro mundo actual: el coche, el centro co­ mercial, las dos semanas de vacaciones. El ser humano está protegido por las alternativas seguras y limitadas que su so­ ciedad le ofrece y, si no levanta la mirada de su camino, puede vivir toda su vida con una monotonía asegurada: 124 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista Carente de imaginación, como siempre sucede con el fi­ listeo, vive en cierta provincia trivial de la experiencia en cuanto a cómo son las cosas, lo que es posible, lo que suele ocurrir [..,] el filisteísmo se autotranquiliza en lo trivial.. -19 ¿Por qué acepta el ser humano lo trivial? Por el peligro de todo un horizonte de experiencia, por supuesto. Esta es la motivación más profunda del filisteísmo, que celebra el triunfo sobre la posibilidad, sobre la libertad. El filisteísmo conoce a su verdadero enemigo: la libertad es peligrosa. Si la sigues de buen grado, amenaza con la incertidumbre; si la abandonas por completo, te conviertes en un prisionero de la necesidad. Lo más seguro es conformarse con lo que es socialmente posible. Creo que esto es lo que significa la ob­ servación de Kierkegaard: Pues el filisteísmo piensa que tiene el control de la posi­ bilidad, que, cuando ha atraído con un señuelo a esta prodi­ giosa elasticidad al campo de la probabilidad o al manico­ mio que la retiene prisionera, la lleva de un lado a otro, cual prisionero en la celda de lo probable, hace alarde de.. .20 Kierkegaard como teórico de la psicosis Pero ahora aparece algo nuevo en nuestra discusión. Kierkegaard habla de atraer a la prodigiosa elasticidad de la libertad “al manicomio” donde está prisionera. ¿Qué quiere decir con esa imagen tan condensada? Yo lo interpreto como que uno de los grandes peligros de la vida es dema­ siada posibilidad y que el lugar donde hallamos a las perso­ nas que han sucumbido a este peligro es el manicomio. Aquí Kierkegaard demuestra que era un maestro teórico no sólo de la “patología cultural normal”, sino también de la pato­ logía anormal o psicosis. Él entiende la psicosis como la 125 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo neurosis llevada a un extremo. Al menos, así, es como yo interpreto muchas de sus observaciones en la sección de su libro denominada «La desesperación vista bajo los aspectos de la finitud/infinitud».21 Vamos a detenemos en esto por­ que, si m i interpretación es correcta, nos ayudará a com­ prender mejor de qué modo las formas más extremas de los trastornos mentales son torpes intentos de afrontar el pro­ blema básico de la vida. Kierkegaard nos está dibujando un amplio e increíble­ mente elaborado retrato de los tipos del fracaso humano, las formas en que el ser humano sucumbe y es derrotado por la vida y el mundo; derrotado porque no es capaz de afrontar la verdad existencial de su situación - la verdad de que es un yo simbólico interior, que implica cierta libertad y que está limi­ tado por un cuerpo finito, que limita esa libertad-. El intento de pasar por alto cualquier aspecto de la situación del ser hu­ mano, de reprimir la posibilidad o negar la necesidad, signi­ fica que la persona vivirá una mentira, que no podrá realizar su verdadera naturaleza, será «la más miserable de todas las cosas». Pero el ser humano no siempre tiene tanta suerte, no siempre puede salir del paso sencillamente lamentándose. Si la mentira que intenta vivir hace demasiado alarde de la realidad, puede perderlo todo durante su vida, y esto es pre­ cisamente lo que queremos decir con psicosis: el colapso to­ tal y absoluto de la estructura del carácter. Si hemos de con­ siderar a Kierkegaard como un maestro del análisis de la situación humana, nos ha de demostrar que comprende los extremos de la condición humana, así como del medio cul­ tural cotidiano. Esto es justamente lo que hace en su exposición de los extremos de exceso o defecto de posibilidad. El exceso de posibilidad es el intento de la persona de sobrevalorar los poderes del yo simbólico. Refleja el intento de exagerar una mitad del dualismo humano a expensas del otro. En este sentido, lo que denominamos esquizofrenia es un intento 126 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista del yo simbólico de negar las limitaciones del cuerpo finito; con ello, la persona en su totalidad es despojada de su equi­ librio y destruida. Es como si el cuerpo no pudiera contener la libertad de la creatividad que surge desde el interior del yo simbólico, y la persona quedara dividida. Así es como entendemos la esquizofrenia hoy en día, como la división del yo y del cuerpo, una división en la que el yo no está an­ clado, es ilimitado, no está lo suficientemente vinculado con las cosas cotidianas, no se encuentra en las conductas físicas habituales.22 A sí es como Kierkegaard entiende el problema: El yo es una síntesis en la que lo finito es el factor li­ mitador, y lo infinito es el factor expansivo. La desespera­ ción de la infinitud es, por lo tanto, lo fantástico, lo ilimi­ tado.23* Por «desesperación de la infinitud» Kierkegaard quiere decir la enfermedad de la personalidad, lo opuesto a la sa­ lud. Así la persona enferma va sumiéndose en lo ilimitado, el yo simbólico se vuelve “fantástico” -com o sucede en la esquizofrenia- cuando se aparta del cuerpo, de una base só­ lida en la experiencia real del mundo cotidiano. El esquizo­ frénico declarado es abstracto, etéreo, irreal; se eleva por encima de las categorías terrenales del espacio y del tiempo, flota por encima de su cuerpo, mora en un eterno presente, no está sujeto a la muerte ni a la destrucción. Las ha venci­ do en su fantasía o, lo que es mejor, en el hecho real de que * Kierkegaard utiliza la palabra “yo” de un modo un tanto confuso. La emplea para hacer referencia al yo simbólico y al cuerpo físico. En realidad, es un si­ nónimo de “personalidad total” que trasciende la persona hasta incluir lo que ahora denominamos el “alma” o la “base de la existencia” de la cual ha surgi­ do la persona creada. Pero esto a nosotros aquí no nos atañe, salvo para intro­ ducir la idea de que la persona total es un dualismo de finitud e infinitud. 127 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo ha abandonado su cuerpo, ha renunciado a sus limitaciones. La descripción de Kierkegaard no sólo es elocuente, sino que también es de precisión clínica: En general, lo fantástico es aquello que conduce a un ser humano de tal manera hacia lo infinito, que simple­ mente le aparta de sí mismo, y de ese modo también le impide que regrese a su centro. Así, cuando el sentimien­ to se vuelve fantástico, el yo simplemente se volatiliza más y más [...]. El yo, pues, vive una existencia fantásti­ ca en una empresa abstracta en pro de lo infinito, o en un aislamiento abstracto, en el que constantemente está au­ sente de sí mismo, y gracias al cual se aparta cada vez más. Esto es al más puro estilo de El yo dividido de Ronald Laing, hace aproximadamente un siglo. De nuevo: Si la posibilidad supera a la necesidad, el yo se aleja de sí mismo, de modo que no exista necesidad adonde esté obligado a retornar -entonces esto es la desesperación [en­ fermedad] de la posibilidad-. El yo se convierte en una po­ sibilidad abstracta que se pone a prueba [sic: ¿“se cansa”?] forcejeando de forma inútil con lo posible, pero sin mo­ verse del sitio, ni llegar a ninguna parte, pues justamente lo necesario es el sitio; convertirse en uno mismo es, por tan­ to, un movimiento en el lugar.24 Lo que Kierkegaard quiere decir aquí es que el desarro­ llo de la persona es un desarrollo profundo desde un centro fijo de la personalidad, un centro que une los dos aspectos del dualismo existencial -e l yo y el cuerpo-. Pero este tipo de desarrollo necesita un reconocimiento de la realidad, la realidad de los propios límites: 128 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista Lo que ahora le falta al yo es, sin duda, la realidad -como se diría comúnmente, al igual que se diría de un ser humano que se ha vuelto irreal-. Pero cuando lo miramos más detenidamente, lo que en realidad le falta al ser huma­ no es la necesidad [...] lo que realmente le falta es el poder de [...] someterse a lo necesario en uno mismo, a lo que se podría denominar el propio límite. Por consiguiente, la desgracia no consiste en el hecho de que dicho yo no se equipare a nada en el mundo; no, la desgracia es que el ser humano no sea consciente de sí mismo, consciente de que ese yo que es, es algo perfectamente definido y, por tanto, necesario. Por el contrario, se ha perdido a sí mismo, debi­ do a que este yo se ha visto fantasiosamente reflejado en lo posible.25 Por supuesto, esta descripción se puede aplicar tanto a la persona normal y corriente como al extremo del esquizofré­ nico, y esa es justamente la contundencia del análisis de Kierkegaard, de que ambas se pueden colocar en el mismo continuo: En lugar de reunir de nuevo la posibilidad con la nece- s sidad, el ser humano persigue la posibilidad -y al final no puede hallar su camino de regreso hacia sí mismo.26 Esta es la misma generalidad que se puede aplicar a lo si­ guiente, lo que podríamos describir como la persona media que vive en un mundo simple de energía y fantasía interna inflada, como Walter Mitty, o lo que hoy denominaríamos «esquizofrénicos de ambulatorio» -aquellas personas cuyo yo y cuerpo mantienen una relación muy tenue, pero que a pesar de ello pueden funcionar sin dejarse llevar por las energías internas y las emociones, las imágenes fantásticas, los sonidos, los miedos y las esperanzas que no pueden con­ tener: 129 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Pero, a pesar del hecho de que un ser humano se ha vuel­ to fantástico de esta manera, puede, sin embargo [...] ser perfectamente capaz de vivir, de ser una persona, aunque parezca estar ocupada en cosas temporales, estar casada, en­ gendrar hijos, conseguir honores y estima -y quizás nadie se dé cuenta de que en un sentido profundo carece de yo.27 Es decir, que le falta un yo y un cuerpo bien unificados, centrados en sus propias energías de control egotistas y que se enfrenten realísticamente a su situación y a la naturaleza de sus limitaciones y posibilidades en el mundo. Pero esto, como veremos, es la idea de Kierkegaard de la salud consu­ mada, que no es fácil de alcanzar. Si la psicosis esquizofrénica se encuentra dentro de un continuo como una especie de inflación normal de fantasía interna, de posibilidad simbólica, entonces algo similar de­ bería suceder con la psicosis depresiva. Este es el retrato que nos hace Kierkegaard. La psicosis depresiva está en el extremo del continuo de exceso de necesidad, es decir, de­ masiada finitud, demasiada limitación por parte del cuerpo y de las conductas de la persona en el mundo real, y no bas­ tante libertad del yo interior, de la posibilidad simbólica in­ terna. Así es cómo entendemos hoy en día la psicosis depre­ siva: como un sentimiento de desbordamiento ante las exigencias de los demás -fam ilia, trabajo, el estrecho hori­ zonte de las rutinas diarias-. En dicho desbordamiento, el individuo no siente o ve que tenga otras opciones, no puede imaginar ninguna elección o forma de vida alternativa, no puede liberarse de la red de obligaciones aunque estas ya no le proporcionen un sentido de autoestima, de valor prim a­ rio, de ser un contribuidor heroico a la vida mundana, in­ cluso aunque cumpla con sus obligaciones familiares y la­ borales diarias. Como ya sugerí28 una vez, el esquizofrénico no está lo suficientemente asentado en su mundo -q u e es lo que Kierkegaard llamó la enfermedad de la infinitud; por 130 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista otra parte, el depresivo está demasiado afirmado en su m un­ do, hasta el punto de que este le supera-. Kierkegaard lo ex­ puso del siguiente modo: Pero mientras un tipo de desesperación se sume irre­ mediablemente en el infinito y se pierde a sí misma, existe otra que se permite, por así decirlo, ser defraudada “por los otros”. Al ver la multitud de personas a su alrededor, al in­ volucrarse en todo tipo de asuntos mundanos, al ser cons­ ciente de cómo funcionan las cosas en este mundo, esa per­ sona se olvida de sí misma [...] no se atreve a creer en sí misma, encuentra demasiado arriesgado ser auténtica, es mucho más seguro y fácil ser como los demás, convertirse en una imitación, en un número, en una cifra dentro de la masa.29 Es una soberbia caracterización del individuo “cultural­ mente normal”, que no es capaz de defender su propio sen­ tido de las cosas porque eso supone demasiado riesgo, de­ masiada exposición. M ejor no ser uno mismo, mejor vivir al abrigo de los demás, protegido por un contexto seguro de obligaciones, deberes sociales y culturales. De nuevo, este tipo de caracterización se ha de com ­ prender dentro de un continuo, donde en uno de sus extre­ mos hallamos la psicosis depresiva. La persona deprimida tiene tanto miedo de ser ella misma, de ejercer su propia in­ dividualidad, de insistir en lo que podría ser su propio sen­ tido de las cosas, sus propias condiciones de vida, que lite­ ra lm e n te p a re c e e s tú p id a . D a la im p re s ió n de no comprender la situación en la que se encuentra, no puede trascender sus temores, no puede entender por qué está des­ bordada. Kierkegaard lo expresa magníficamente: Si uno compara la tendencia a dar rienda suelta a la po­ sibilidad con los esfuerzos de un niño para pronunciar pa­ 131 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo labras, la falta de posibilidad es como ser mudo [...] pues sin posibilidad una persona no puede respirar, por así de­ cirlo.30 Esta es precisamente la condición de la depresión, que uno apenas puede respirar o moverse. Una de las tácticas in­ conscientes a la que recurre la persona para intentar dar sen­ tido a su situación, es considerarse como algo despreciable y sentirse culpable. Este es, en realidad, un maravilloso “in­ vento”, porque le permite salir de su condición de mudez y realizar algún tipo de conceptualización de su situación, darle algún sentido -aunque eso implique cargar con toda la responsabilidad, ser culpable de causar mucho dolor inne­ cesario a los dem ás-. Puede que Kierkegaard se estuviera refiriendo sencillamente a dicha táctica imaginativa cuando hizo esta observación de manera informal: A veces, la inventiva de la imaginación humana basta para proporcionar posibilidad.. .31 En cualquier caso, la condición depresiva puede permi­ tir una invención que cree la ilusión de la posibilidad, del sentido, de la acción, pero no ofrece ninguna posibilidad real. Como Kierkegaard lo resume*. La pérdida de posibilidad significa: que todo se ha vuelto necesario o que todo se ha vuelto trivial para el ser humano.32 De hecho, en el extremo de la psicosis depresiva parece que se pueda ver la fusión de estas dos: todo se vuelve ne­ cesario y trivial al mismo tiempo, lo cual conduce a la de­ sesperación total. La necesidad con la ilusión de un sentido de la existencia sería el mayor logro de una persona, pero cuando se vuelve trivial, la vida carece de sentido. 132 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista ¿Por qué preferiría una persona las acusaciones de culpa, de desmerecimiento, ineptitud -incluso de deshonra y trai­ ción- a la posibilidad real? No parece que esta sea la solución, pero lo es: retraimiento total, supeditación a los “demás”, ne­ gación de cualquier dignidad o libertad personal, por una par­ te; y, por la otra, libertad e independencia, alejamiento de los demás, prescindencia de sí mismo y de los vínculos familiares y deberes sociales. Esta es la opción a la que la persona depri­ mida se enfrenta, y que evita parcialmente mediante su autoa­ cusación de culpabilidad. La respuesta no es muy difícil de en­ contrar: la persona deprimida evita la posibilidad de la independencia y de tener más vida, porque esto es lo que la amenaza con la destrucción y la muerte. Se aferra a las perso­ nas que la han esclavizado en una red de obligaciones aplas­ tantes, en interacciones donde es menospreciada, pero porque son precisamente esas personas las que suponen su refugio, su fortaleza, su protección contra el mundo. Como la mayoría de los deprimidos, esa persona deprimida es una cobarde que no será capaz de mantenerse sola en su propio centro, que no po­ drá sacar de su interior la fuerza necesaria para hacer frente a la vida. De modo que se ampara en los demás; se cobija en lo necesario y lo acepta voluntariamente. Pero ahora su tragedia es evidente: su necesidad se ha vuelto trivial y su vida escla-\ vizada, dependiente y despersonalizada ha perdido su sentido. Es aterrador encontrarse en semejante encrucijada. Se elige la esclavitud porque es segura y tiene sentido; luego pierde el sentido, pero se tiene miedo de salir de ella. Uno literalmente ha muerto para la vida, pero ha de seguir físicamente en este mundo. Esta es la tortura de la psicosis depresiva: permanecer inmerso en tu propio fracaso y, sin embargo, intentar justifi­ carlo, seguir intentando darle un sentido.* * Hablaré de esto en el capítulo 10, pero seguiré tratándolo aquí para demostrar hasta qué punto es una parte orgánica de la visión de Kierkegaard y cómo se puede expresar según sus propios conceptos y palabras. 133 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo La neurosis normal Por supuesto, la mayoría de las personas evitan la m uer­ te psicótica y están fuera del dilema existencial. Son lo bas­ tante afortunadas como para estar en el punto medio del “fi­ listeísmo”. La ruptura se produce o por exceso o por defecto de posibilidad; el filisteísmo, como hemos visto antes, co­ noce a su verdadero enemigo e intenta protegerse con la li­ bertad. A sí es como Kierkegaard resume las tres alternati­ vas de las que disponen las personas, las dos primeras corresponden a los síndromes psicóticos de la esquizofrenia y la depresión: Pues con la audacia de la desesperación esa persona se eleva y da rienda suelta a la posibilidad; pero está destro­ zada por la misma lucha contra la existencia porque para ella todo se ha vuelto necesario. Pero el filisteísmo celebra el triunfo sin demasiada convicción [...] se imagina que es el maestro, no se da cuenta de que él mismo se ha hecho prisionero para ser esclavo del desaliento y convertirse en la más lastimosa de las cosas.33 En otras palabras, el filisteísmo es lo que podríamos de­ nominar “neurosis normal”. La mayoría de las personas in­ tentan descubrir cómo vivir seguras dentro de las posibili­ dades de ciertas reglas sociales establecidas. El filisteo confía en que manteníendose en un nivel de intensidad per­ sonal bajo podrá evitar que la experiencia le haga perder su equilibrio; el filisteísmo funciona, como dijo Kierkegaard, «tranquilizándose con lo trivial». Su análisis lo escribió casi un siglo antes de que Freud hablara de la posibilidad de las «neurosis sociales», la «patología de comunidades cultura­ les enteras».34 134 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista Otras razones que impulsan a la libertad La triple tipología de Kierkegaard no abarca todo el ca­ rácter del ser humano. Él sabe que no todas las personas son tan “inmediatas” o superficiales, están tan automáticamente moldeadas en su cultura, se apoyan tanto en las cosas y en los demás, ni son un reflejo tan fiel de su mundo. Por otra parte, tampoco hay tantas personas que terminan en los ex­ tremos psicóticos del continuo de la derrota humana; algu­ nas consiguen un grado de autorrealización sin rendirse por completo a la apatía o a la esclavitud. Aquí es donde el aná­ lisis de Kierkegaard se vuelve de lo más significativo: está intentado hacer ver a las personas cuya vida no parece una mentira, que parecen haber conseguido ser sinceras, com­ pletas y auténticas, la falsedad de su existencia. Existe un tipo de persona que siente un gran desdén por la “inmediatez”, que intenta cultivar su interioridad, que basa su orgullo en algo más profundo e interno, que crea una distancia entre ella y una persona corriente. Kierkegaard de­ nomina a este tipo de persona «introvertida». Le preocupa algo más lo que significa ser una persona, con individualidad y carácter único. Le gusta la soledad y se retira de vez en cuando para reflexionar, o quizás para alimentar ideas sobre su yo secreto, como quiera que este sea. Al fin y al cabo, esto es dicho y hecho, es el único problema real de la vida, la única preocupación de la persona que realmente vale la pena: ¿Cuál es su verdadero talento, su regalo secreto, su auténtica vocación? ¿De qué modo uno es verdaderamente único y cómo puede expresar este carácter exclusivo, darle forma, dedicarlo a algo que sea superior a ella? ¿Cómo pue­ de la persona recurrir a su ser interno privado, el gran m is­ terio que siente en lo más hondo de su corazón, de sus emo­ ciones, de sus anhelos, y utilizarlo para vivir de un modo más distintivo, para que con la peculiar calidad de su talen­ to la enriquezca a ella y a la humanidad? En la adolescencia, 135 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo la mayoría vibramos con este dilema, lo expresamos ya sea con palabras o con un simple dolor y anhelo paralizador. En general, la vida nos absorbe en actividades estandarizadas. El sistema social del héroe en el que hemos nacido nos m ar­ ca las sendas hacia nuestro heroísmo, caminos con los cua­ les hemos de conformamos, a los que hemos de adaptamos para complacer a los demás, para convertirnos en lo que ellos esperan de nosotros. En lugar de trabajar nuestro se­ creto interior, poco a poco lo vamos cubriendo y lo olvida­ mos, a la vez que con ello nos convertimos en personas pu­ ramente externas, que representan satisfactoriamente el estandarizado juego del héroe en el cual participamos por accidente, por conexión familiar, por patriotismo reflejo o por la pura necesidad de comer y el impulso de procrear. No pretendo decir que el «introvertido» de Kierkegaard mantenga esta búsqueda interna viva o consciente, sólo que es más representativa, dentro de un problema del que ape­ nas somos conscientes, que la persona inmediata y reprimi­ da. El introvertido de Kierkegaard siente que es distinto del mundo, que hay algo en él que el mundo no puede reflejar, en su inmediatez y superficialidad; y por eso se mantiene separado de él. Pero no demasiado, no del todo. Sería m ara­ villoso ser el yo que quiere ser, realizar su vocación, su au­ téntico talento, pero es peligroso, puede trastornar su m un­ do por completo. Al fin y al cabo, básicamente es débil, se encuentra en una posición de compromiso: no es una perso­ na inmediata, pero tampoco real, aunque aparente serlo. Kierkegaard la describe así: is [...] externamente es totalmente “una persona real”. Universitaria, casada y con descendencia, funcionaría civil raramente competente, incluso padre o madre respetable, muy gentil con su cónyuge y la atención personificada res­ pecto a sus hijos o hijas. ¿Y también cristiana? Pues sí, también lo es de mala gana, sin embargo, prefiere evitar 136 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista hablar del tema [...]. Rara vez va a la iglesia, porque pien­ sa que la mayoría de los pastores no saben de lo que están hablando. Hace una excepción en el caso de uno de ellos en particular, al cual le hace la concesión de creer que sabe de qué habla, pero no quiere escucharle porque teme que este pueda llevarla demasiado lejos.35 «Demasiado lejos» porque en realidad no quiere llevar el problema de su carácter único a una confrontación total: Eso que como esposo o esposa le hace tan gentil y como padre o madre tan cuidadoso es, aparte de su buen carácter y de su sentido del deber, la concesión que se ha hecho en lo más profundo de sí respecto a su debilidad.36 Así vive en una especie de “incógnito”, contenta de ju ­ gar -e n sus soledades periódicas- con la idea de quién pue­ de ser realmente; de insistir en una “pequeña diferencia”, para enorgullecerse de una superioridad que siente vaga­ mente. Pero no se encuentra en una posición fácil de mantener, con ecuanimidad. No es habitual, dice Kierkegaard, poder mantenerla. Una vez que se plantea el problema de lo que» significa ser una persona, aunque sea en silencio, débilmen-* te o con un aparente orgullo en lo que se refiere a su diferen­ cia imaginaria respecto a los demás, puede que tenga proble­ mas. La introversión es impotencia, pero una impotencia* consciente de sí misma en cierto grado, y puede llegar a ser; problemática. Puede conducir al enfado ante la propia de­ pendencia en su familia y en su trabajo, a una úlcera voraz como reacción al propio arraigamiento, a una sensación de esclavitud de la seguridad. Para una persona fuerte, puede resultar intolerable e intentar acabar con ello, unas veces m e­ diante el suicidio, otras sumiéndose desesperadamente en el mundo y en la urgencia de la experiencia. 137 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Esto nos conduce a un último tipo de persona: la que se reafirma a sí misma mediante el reto de su propia debilidad, que intenta ser una diosa para sí misma, la dueña de su des­ tino, una persona autocreada. No será el peón de los demás, de la sociedad; no será una sufridora pasiva y una soñadora secreta, alimentando su propia llama interior en el olvido. Se meterá de lleno en la vida, [...] en las distracciones de las grandes empresas, se convertirá en un espíritu incansable [...] que quiere olvi­ dar [...]. O buscará el olvido en la sensualidad, quizás en el libertinaje...37 En su aspecto extremo, la autocreación desafiante se puede volver demoníaca, una pasión que Kierkegaard deno­ mina «rabia demoníaca», un ataque a todo aquello que la vida ha osado hacerle, una rebelión contra la propia exis­ tencia. Hoy en día, no tendríamos problemas para reconocer es­ tas formas de autocreación provocadora. Podemos ver sus efectos con toda claridad en el plano personal y social. So­ mos testigos del nuevo culto a la sensualidad que parece re­ petir el naturalismo sexual del antiguo mundo romano. Es un vivir al día, desafiando al mañana; una inmersión en el cuerpo y con sus experiencias y sensaciones inmediatas, en la intensidad del tacto, de la carne hinchada, del sabor y del olfato. Su finalidad es negar la falta de control sobre los acontecimientos, su impotencia, su vaguedad como persona en un mundo mecánico que se precipita hacia la desintegra­ ción y la muerte. No estoy diciendo que este redescubri­ miento y reaserción de la vitalidad básica como animal sean negativos. Al fin y al cabo, el mundo moderno ha querido negar a la persona, incluso su propio cuerpo, la emanación de su naturaleza animal; ha querido hacer de ella una abs­ tracción completamente despersonalizada. Pero el ser hu­ 138 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista mano conservó su cuerpo de simio y descubrió que podía usarlo como base para la aserción de la carne y el pelo -y maldecir a los burócratas-. Lo único que puede ser indeco­ roso al respecto es su desesperada reflexión, un desafío que no es reflexivo y no totalmente dueño de sí mismo. En el ámbito social, también hemos visto un sentido prometeico desafiante que es básicamente inocuo: el poder de la seguridad que puede catapultar al ser humano a la Luna y liberarlo de algún modo de su total dependencia y confina­ miento a la Tierra, al menos en su imaginación. La parte de­ sagradable del sentido prometeico es que este también es' imprudente, una inmersión impulsiva en las delicias de las técnicas sin pensar en las metas o los significados; de modo que el ser humano se mueve por la Luna golpeando pelotas de golf que no se desvían por la ausencia de atmósfera. El triunfo técnico de un simio versátil, como los productores de la película 2001 Odisea en el espacio nos transmitieron de un modo tan escalofriante. En planos más ominosos, que desarrollaremos más adelante, el desafío de la persona mo­ derna del accidente, del mal y de la muerte adopta la forma de la producción desenfrenada de artículos de consumo y de armamento militar. Llevado a su extremo más demoníaco este desafío nos dio a Hitler y Vietnam: una rabia contra nuestra impotencia, un reto de nuestra condición animal, de nuestras patéticas limitaciones como creaturas. Si no tene­ mos la omnipotencia de los dioses, al menos podemos des­ truir como ellos. El significado de la humanidad Kierkegaard no tuvo necesidad de vivir en nuestro tiem­ po para comprender estas cosas. Al igual que Burckhardt ya las vio prefiguradas en su época porque comprendió cuál era el coste de mentirse a uno mismo. Todos los caracteres 139 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo que ha esbozado hasta ahora representan grados de mentira respecto a uno mismo en relación con la realidad de la con­ dición humana. Kierkegaard se ocupó de este sutil asunto extraordinariamente difícil e increíble por una sola razón: ser capaz de decir con autoridad cómo sería una persona si no mintiera. Kierkegaard quería demostrar las múltiples formas en que la vida se atasca y fracasa cuando una perso­ na se cierra a la realidad de su condición. En el mejor de los casos, qué indecorosa y patética creatura puede llegar a ser la persona cuando imagina que viviendo encerrada en sí misma está realizando su naturaleza. Ahora Kierkegaard nos ofrece el fruto dorado de todas sus tortuosas labores: en lugar de los callejones sin salida de la impotencia humana, del egocentrismo y de la autodestrucción, nos muestra cómo sería la verdadera posibilidad para el ser humano. A fin de cuentas, Kierkegaard apenas fue un científico desinteresado. Ofreció su descripción psicológica porque vislumbró la libertad del ser humano. Fue un teórico de la personalidad abierta, de la posibilidad humana. En este ob­ jetivo, la psiquiatría actual va muy atrasada. Kierkegaard no tenía una idea sencilla de lo que era la “salud”. Pero sabía lo que no era: no era una adaptación normal, cualquier cosa menos eso, como nos ha demostrado a través de sus esfuer­ zos por realizar arduos análisis. Para Kierkegaard, ser una* “persona cultural normal” es estar enfermo, tanto si uno lo sabe como si no: «existe la salud ficticia».38 Nietzsche, pos­ teriormente expresó el mismo pensamiento: «¿Existen qui­ zás -u n a pregunta para los psiquiatras- neurosis de la sa­ lud?». Pero Kierkegaard no sólo planteó la pregunta, sino que también la respondió. Si la salud no es “normalidad cul­ tural”, entonces ha de ser otra cosa, ha de apuntar a algo que trascienda la situación usual de la persona, sus ideas habi­ tuales. La salud mental, en una palabra, no es típica, sino típico-ideal. Es algo que trasciende al ser humano, algo que se ha de alcanzar, por lo que se ha de luchar, algo que le con140 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista duce mucho más allá de sí mismo. La persona “sana”, el in­ dividuo verdadero, el alma autorrealizada, el ser humano “real”, es aquel que se ha trascendido a sí mismo.39 ¿Cómo se trasciende uno a sí mismo; cómo se abre a una nueva posibilidad? Al realizar la verdad de su situación, al disipar la mentira de su carácter, al sacar a su espíritu de su prisión condicionada. El enemigo, tanto para Kierkegaard como para Freud, es el complejo de Edipo. El niño ha crea­ do estrategias y técnicas para mantener su autoestima ante el terror de su situación. Estas técnicas se convierten en una coraza que le tienen prisionero. Esas mismas defensas que necesita para moverse con confianza y autoestima se con­ vierten en su trampa de por vida. Para trascenderse a sí mis­ mo ha de romper aquello que necesita para vivir. Al igual que el rey Lear, ha de despojarse de todos sus “préstamos culturales” y permanecer desnudo en la tormenta de la vida. Kierkegaard no se hacía ilusiones respecto al deseo de li­ bertad del ser humano. Sabía lo cómoda que se sentía la gente en su prisión de las defensas de su carácter. Al igual que muchos prisioneros se sienten a gusto en sus limitadas y protegidas rutinas, y la idea de una libertad bajo fianza en el vasto mundo de la casualidad, el accidente y la elección les aterra. Basta con recordar la confesión de Kierkegaard en el epígrafe de su capítulo para saber la razón. En la pri­ sión del propio carácter uno puede fingir y sentir que es al­ guien, que puede controlar el mundo, que la propia vida tie­ ne sentido, que existe una justificación a punto para las propias acciones. Vivir de manera automática y sin prejui­ cios es tener garantizada al menos una mínima parte del he­ roísmo cultural programado -lo que podríamos denominar “el heroísmo de la prisión”: la presunción de los “entera­ dos” que están dentro. El tormento de Kierkegaard fue el resultado directo de ver el mundo como realmente es en relación con su situa­ ción como creatura. La prisión del propio carácter se cons­ 141 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo truye con esfuerzo para negar una cosa, sólo una: nuestra creaturabilidad. Esa creaturabilidad es lo que causa el te­ rror; cuando admites que eres una creatura que defeca e in­ vitas a que el océano primordial de la ansiedad de las creaturas te inunde. Pero es algo más que la ansiedad de la creatura, es también la ansiedad del ser humano, la ansiedad que procede de la paradoja humana de que la persona es un animal consciente de su limitación como tal. La ansiedad es el resultado de la percepción de la verdad de la propia con­ dición. ¿Qué significa ser un animal autoconscientel La idea es absurda, cuando no monstruosa. Significa saber que uno es pasto para los gusanos. Este es el terror; haber surgi­ do de la nada, tener un nombre, ser consciente de uno mis­ mo, tener sentimientos internos profundos, un insoportable anhelo por la vida y expresarse y, a pesar de todo esto, m o­ rir. Parece una trampa, que es la razón por la que un tipo de persona cultural se rebela abiertamente contra la idea de Dios. ¿Qué tipo de deidad crearía semejante pasto tan com­ plejo y rebuscado para los gusanos? Deidades cínicas, dije­ ron los griegos, que utilizan los tormentos del ser humano para divertirse. Pero ahora Kierkegaard parece habernos conducido a un callejón sin salida, a una situación imposible. Por una parte, nos ha dicho que al realizar la verdad de nuestra condición podemos trascendernos a nosotros mismos. Por otra, nos dice que la verdad de nuestra condición es nuestra com ple­ ta y abyecta creaturabilidad, que parece empujamos todavía más hacia abajo en la escala de la autorrealización, alejar­ nos de cualquier posibilidad de autotrascendencia. Pero esto no es más que una contradicción aparente. La inundación de ansiedad no es la meta del ser humano. Es, más bien, una “escuela” que le proporciona la educación de grado supe­ rior, la madurez final. Es mejor maestra que la realidad, dice Kierkegaard,40porque se puede mentir sobre la realidad, ter­ giversar y dominar mediante los trucos de la percepción 142 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista cultural y la represión. Pero no se puede mentir sobre la an­ siedad. Una vez te enfrentas a ella, te revela la verdad de tu situación y, sólo viendo esa verdad, puedes abrirte a una nueva posibilidad. Aquel que está educado en el miedo [ansiedad] está educado en la posibilidad [...]. Por tanto, cuando esa per­ sona sale de la escuela de la posibilidad y conoce mejor que un niño conoce el alfabeto, que no le exige nada a la vida, y que el terror, la perdición, la aniquilación son veci­ nas de todo ser humano, y ha aprendido la provechosa lec­ ción de que todo temor que alarma, al momento siguiente se puede convertir en un hecho, entonces interpretará la re­ alidad de modo diferente.. .41 No nos confundamos: el currículo en la “escuela” de la ansiedad es el desaprendizaje de la represión, de todo lo que el niño se ha enseñado a sí mismo a negar, para poderse mo­ ver con una ecuanimidad animal mínima. De este modo, Kierkegaard se sitúa directamente en la tradición agustiniana-luterana. Para una persona, la educación significa afron­ tar su impotencia natural y la muerte.42 Como nos instó Lutero: «Digo muere, es decir, saborea la muerte como si estuviera presente». Sólo si “saboreas” la muerte con los la­ bios de tu cuerpo vivo, podrás saber emocionalmente que eres una creatura que va a morir. Lo que Kierkegaard nos está tratando de decir, con otras palabras, es que la escuela de la ansiedad conduce a la posi­ bilidad sólo si destruimos la mentira vital del carácter. Pare­ ce la última autoderrota, lo único que uno no debe hacer, porque entonces ya no le queda nada. Pero ten por seguro -dice K ierkegaard- que «la dirección es bastante normal [...] el yo se ha de romper para convertirse en un y o ...» .43 William James resumió magníficamente esta tradición lute­ rana con las siguientes palabras: 143 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Esta es la salvación a través de la autodesesperación, la muerte para nacer de verdad, de la teología luterana, el pa­ saje a la nada sobre la cual escribe Jacob Behmen [Boehme). Para llegar a ella, se ha de superar un punto crítico, se ha de doblar una esquina en el interior. Algo ha de ceder el paso, se ha de derrumbar y licuar la dureza innata .. .u De nuevo -com o vimos en el capítulo anterior-, es la destrucción de la coraza del carácter emocional del rey Lear, de los budistas Zen, de la psicoterapia moderna y, de hecho, de las personas autorrealizadas de cualquier época. Ese gran espíritu, Ortega, lo ha expresado de un modo par­ ticularmente poderoso. Su afirmación es casi como la de Kierkegaard: La persona de cabeza clara es la que se libera de esas “ideas” fantasmagóricas y mira de frente a la vida, y se hace cargo de que todo en ellas es problemático, y se siente per­ dida. Como esto es la pura verdad -a saber, que vivir es sen­ tirse perdido-, el que lo acepta ya ha empezado a encontrar­ se, ya ha comenzado a descubrir su auténtica realidad, ya está en lo firme. Instintivamente, lo mismo que el náufrago, buscará algo a que agarrarse, y esa mirada trágica, perento­ ria, absolutamente veraz, porque se trata de salvarse, le hará ordenar el caos de su vida. Estas son las únicas ideas verda­ deras: las ideas de los náufragos. Lo demás es retórica, pos­ tura, íntima farsa. El que no se siente de verdad perdido se pierde de forma inexorable; es decir, no se encuentra jamás, no topa nunca con la propia realidad.45 Así se llega a una nueva posibilidad, a una nueva reali­ dad, mediante la destrucción del yo al enfrentarse a la an­ siedad del terror de la existencia. El yo ha de ser destruido, reducido a la nada, para que comience la trascendencia del yo. Entonces, el yo puede empezar a relacionarse con los 144 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista poderes que le superan. Ha de revolcarse por los suelos en su finitud, para poder ver más allá de ella. ¿Para qué? Kierkegaard responde: para la infinitud, para la trascendencia absoluta, para el Poder Ultimo de la Creación que nos hizo creaturas finitas. Nuestra visión moderna de la psicodinámica confirma que esta progresión es muy lógica: si admi­ tes que eres una creatura, cumples con algo básico, demue­ les todos tus vínculos o apoyos de poder inconsciente. Como vimos en el capítulo anterior -y vale la pena repetir­ lo aquí-, todo niño se aferra a algún poder que lo trascien­ de. Generalmente, es una combinación de sus padres, grupo social y los símbolos de su sociedad y nación. Esta es la irreflexiva red de apoyo que le permite creer en sí mismo, mientras actúa en la seguridad automática de los poderes delegados. Por supuesto, no admite que vive con poderes prestados, pues ello le llevaría a cuestionarse su propia ac­ ción segura, esa misma confianza que necesita. Ha negado su condición como creatura, justamente imaginando que posee un poder seguro, que ha conseguido apoyándose de manera inconsciente en las personas y las cosas de su socie­ dad. Una vez expuesta la debilidad y el vacío básicos de la persona, su impotencia, entonces nos vemos forzados a ree­ xaminar todo el problema de los vínculos de poder. Hemos de pensar en volverlos a forjar en una fuente real de poder creativo y regenerador. Llegados a este punto, podemos em­ pezar a proponer la creaturabilidad frente a un Creador que es la Causa Primera de todas las cosas creadas, no como meros intermediarios y creadores secundarios de la socie­ dad, de los padres y de la panoplia de héroes culturales. Es­ tos son los progenitores culturales y sociales que a su vez también han sido causados, que también están dentro de la red de poderes de otra persona. En cuanto la persona empieza a contemplar su relación con el Poder Ültimo, con la infinitud, y a remodelar todos sus vínculos, empezando por quienes le rodean hasta termi­ 145 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo nar en ese Poder Último, se abre a un horizonte de posibili­ dad ilimitada, de libertad real. Este es el mensaje de Kierkegaard, la culminación de todo su argumento sobre los calle­ jones sin salida del carácter, el ideal de la salud, la escuela de la ansiedad, la naturaleza de la posibilidad real y de la liber­ tad. Se pasa por todo ello para llegar a la fe, la fe de que nuestra propia creaturabilidad tiene algún sentido para un Creador; que a pesar de nuestra verdadera insignificancia, debilidad y muerte, nuestra existencia tiene un sentido en al­ gún plano último, porque existe dentro de un esquema eter­ no e infinito de cosas causadas y mantenidas según algún tipo de diseño por una fuerza creativa. Kierkegaard, una y otra vez, en sus escritos, repite la fórmula básica de la fe: so­ mos creaturas que nada podemos hacer, pero existimos fren­ te a un Dios vivo para el cual «todo es posible». Todo su argumento se vuelve diáfano cuando el puntal de la fe corona la estructura. Podemos comprender por qué la ansiedad «es la posibilidad de la libertad», por qué la an­ siedad acaba con «todas las metas finitas» y así la «persona que está educada por la posibilidad está educada de acuerdo con su infinitud».46 La posibilidad no conduce a ninguna parte, si no es a la fe. Es una etapa intermedia entre el con­ dicionamiento cultural, la mentira del carácter y la apertura a la infinitud con la que uno se puede relacionar a través de la fe. Pero sin saltar a la fe, la nueva impotencia de despo­ jarse de la coraza del carácter nos hace permanecer aterra­ dos. Significa que vivimos indefensos sin la armadura, ex­ puestos a nuestra soledad e impotencia, a la constante ansiedad. En palabras de Kierkegaard: Ahora, el temor de la posibilidad le tiene preso, hasta que pueda liberarlo en las manos de la fe. En ningún otro lugar, halla reposo [...] el que ha pasado por el currículo del infortunio que ofrece la posibilidad lo ha perdido todo, absolutamente todo, de un modo en que nadie lo ha perdi­ 146 www.FreeLibros.me Kierkegaard: el psicoanalista do en la realidad. Si en esta situación no se comportara con falsedad respecto a la posibilidad, si no intentara eludir ha­ blar del temor que le salvaría, entonces se le devolvería todo de nuevo, pues en la realidad nadie lo hizo incluso aunque lo hubiera recibido todo multiplicado por diez, pues el alumno de la posibilidad ha recibido la infini­ tud...47 Si ponemos toda esta progresión en términos de nuestra argumentación sobre las posibilidades del heroísmo, sería del siguiente modo: el ser humano se abre camino a través de las ataduras del heroísmo meramente cultural; destruye la mentira del carácter que le había hecho actuar como un héroe en el esquema social de las cosas cotidianas; y con ello se abre a la infinitud, a la posibilidad del heroísmo cós­ mico, al mismísimo servicio de Dios. A través de eso, su vida adquiere un valor último en lugar de tener un valor m e­ ramente social, cultural e histórico. Vincula su yo secreto interno, su auténtico talento, sus más profundos sentimien­ tos de exclusividad, su anhelo interno de un sentido absolu­ to, a la misma base de la creación. Lejos de las ruinas del yo cultural destrozado, se encuentra el misterio del yo privado, invisible interno que anhela el significado último, el heroís­ mo cósmico. Este misterio invisible en lo más profundo de toda creatura, alcanza ahora un significado cósmico afir­ mando su conexión con el misterio invisible que reside en el corazón de la creación. Este es el sentido de la fe. Al mismo tiempo es el sentido de la fusión de la psicología y la reli­ gión en el pensamiento de Kierkegaard. La persona verda­ deramente abierta, la que se ha despojado de la coraza de su carácter, de la mentira vital de su condicionamiento cultu­ ral, está más allá de cualquier “ciencia”, de cualquier regla social estándar de salud. Está totalmente sola y temblando al borde del olvido -q u e al mismo tiempo es estar al borde de lo infinito-. El nuevo apoyo que necesita el «valor para 147 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo renunciar al temor sin temor [...] sólo la fe puede dárselo», dice Kierkegaard. No es una salida fácil para la persona, ni la solución para la condición humana -K ierkegaard nunca es sencillo-. Nos da una idea sorprendentemente bella: [...] eso no [fe] aniquila el temor, sino que siempre per­ manece joven, alimentándose a sí misma constantemente en la agonía del miedo.48 Dicho en otras palabras, mientras el ser humano sea una creatura ambigua, nunca podrá acabar con su ansiedad; lo que puede hacer en su lugar es utilizarla como una fuente eterna de inspiración para crecer en nuevas dimensiones de pensamien­ to y de confianza. La fe plantea una nueva tarea en la vida la aventura abierta a una realidad multidimensional. Podemos entender la razón por la que Kierkegaard sólo tuvo que concluir su gran estudio sobre la ansiedad con las siguientes palabras, que tienen el peso de un argumento apodíctico: El verdadero autodidacta [es decir, aquel que ingresa solo en la escuela de la ansiedad para llegar a la fe] se en­ cuentra precisamente en el mismo grado que un teodidacta [...]. Tan pronto como la psicología termina con el temor, nada le queda por hacer salvo entregarlo al dogmatismo.49 En Kierkegaard, la psicología y la religión, la filosofía y la ciencia, la poesía y la verdad se fusionan de forma indis­ tinguible en el anhelo de la creatura.50 Vamos ahora a examinar al otro gigante de la psicología que tuvo el mismo anhelo, pero para quien estas cosas no se fusionaban de manera consciente. ¿Cómo es que con toda probabilidad los dos mayores estudiosos de la naturaleza hum ana pudieran tener opiniones tan diam etralm ente opuestas sobre la realidad de la fe? 148 www.FreeLibros.me 6. EL PROBLEMA DEL CARÁCTER DE FREUD: NOCHEINMAL* La sexualidad en general, no el mero erotismo anal, se ve amenazada con ser víctima de la represión orgánica de­ bida a la adopción de la postura erecta p or parte del ser humano y de la consiguiente disminución del sentido del olfato [...]. Todos los neuróticos, y también muchos otros, se oponen al hecho de que «ínter urinas et faeces nascim ur...».** De modo que, mientras la raíz más profunda de la represión sexual avanza con la cultura, hemos de descubrir la defensa orgánica de la nueva form a de vida que comenzó con la postura erecta. S ig m u n d F r e u d 1 En unas pocas páginas, he intentado demostrar que Kierkegaard entendió el problema del carácter y del crecimien­ to humano con una agudeza que demostraba el extraordina­ rio sello de su genialidad, que apareció mucho antes que la psicología clínica. Anticipó algunos de los fundamentos de * De nuevo; una vez más; otra vez. (N. d elaT .) ** Entre orinas y heces nacemos. (N. dela T .) 149 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo la teoría psicoanalítica e incluso fue más allá de ella para abarcar el problema de la fe, y, de este modo también, la comprensión más profunda del ser humano. Uno de los pro­ pósitos de este libro es defender esta declaración. Es inevi­ table que parte de la defensa sea algún tipo de esquema del problema del carácter de Freud, como yo lo veo. Freud también llevó la teoría psicoanalítica hasta sus límites, pero no tocó el tema de la fe; su carácter debería explicamos, al menos en parte, sus razones. f El psicoanálisis como una doctrina sobre la creaturabilidad del ser humano Una de las cosas sorprendentes respecto a la revolución freudiana en el pensamiento es que todavía no hemos podi­ do digerirla, pero tampoco desoírla. El freudianismo se im­ pone a la persona contemporánea vigilándola y oponiéndose a ella como si fuera un espectro acusador. En este sentido, como muchos han señalado, Freud fue como un profeta bí­ blico, un iconoclasta religioso que dijo una verdad que na­ die quería oír y que nunca nadie querrá escuchar. Esa ver­ dad es, como Norman Brown nos recordó, que Freud no se hacía ilusiones respecto a la condición básica de creatura; incluso citó a san Agustín.2 Sobre el problema de la condi­ ción básica como creaturas, Freud era evidente que sentía una afinidad con una religión, de la cual, de no ser por esto, no hubiera tenido una opinión muy buena, por decirlo de una forma suave. No tenía muy buena opinión de ninguna religión y, sin embargo, en un asunto tan fundamental como la naturaleza básica del ser humano, podríamos ponerlo hombro con hombro con el agustiniano Kierkegaard. Este es un tema de vital importancia; pues explica por qué el tremendo pesimismo y cinismo de Freud es todavía lo más contemporáneo de su pensamiento: es un pesimismo ba­ 150 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud sado en la realidad, en la verdad científica. Pero aún explica mucho más. La obstinada insistencia de Freud en la creaturabilidad del ser humano explica casi por sí sola lo que no funciona en la teoría psicoanalista. Al mismo tiempo, con un ligero cambio de esta, como el que realizó primero Rank y ahora Brown, el énfasis psicoanalítico en la creaturabilidad emerge como la visión duradera del carácter humano. Sobre el primer punto, la insistencia de Freud en la crea­ turabilidad como conducta instintiva, no se ha visto nada mejor reflejado en ninguna parte como en la autobiografía de Jung. Jung recuerda las dos ocasiones, en 1907 y 1910, en las que se dio cuenta de que nunca podría hacer las paces con Freud, porque jamás podría aceptar su teoría sexual. Voy a utilizar las propias palabras de Jung con cierta fre­ cuencia para narrar este encuentro crítico en la historia del pensamiento, en la reunión de 1910 en Viena: Recuerdo todavía, muy vivamente, cómo me dijo Freud: «Mi querido Jung, prométame que nunca desechará la teoría sexual. Es lo más importante de todo. Vea usted, debemos hacer de ello un dogma, un bastión inexpugnable». Me dijo esto apasionadamente y en un tono como si un padre dijera: «Y prométeme, mi querido hijo, ¡que todos los domingos irás a misa!». Algo extrañado le pregunté: «Un bastión, ¿contra qué?». A lo que respondió: «Contra la negra avalan­ cha», aquí vaciló un instante y añadió: «del ocultismo». [...] Lo que Freud parecía entender por “ocultismo” era, más o menos, todo lo que la filosofía y la religión, incluyendo la parapsicología, tenían que decir sobre la psique. Y respecto a la anterior reunión, en 1907, Jung revela: En especial, la postura de Freud respecto al espíritu me pareció muy cuestionable. Siempre que en una persona o en una obra de arte se manifestaba el lenguaje de la espiritua­ 151 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo lidad, le parecía sospechoso y dejaba entrever una «sexua­ lidad reprimida». Lo que no podía explicarse directamente como sexualidad, lo caracterizaba como «psicosexualidad». Yo objetaba que su hipótesis, llevada a sus lógicas conclusiones, conducía a un juicio demoledor sobre la cul­ tura. La cultura aparecía como una mera farsa, como fruto morboso de la sexualidad reprimida. «Ciertamente -asentía él-, así es. Ello es una maldición del destino contra la cual nada podemos hacer.» [...] No cabía duda de que Freud es­ taba emocionalmente implicado en su teoría sexual en un grado muy elevado. Cuando hablaba de ella, su tono se vol­ vía imperioso, casi ansioso [...]. Una extraña expresión de gran conmoción se dibujaba en su rostro...1 Para Jung, esta actitud era inaceptable porque no era es­ pecífica. A él, Freud le parecía que había abandonado su normalidad crítica y su carácter escéptico: Para mí, la teoría sexual era igualmente «oculta», es decir, indemostrable, pura hipótesis, como muchas otras concepciones especulativas. Una verdad científica era para mí una hipótesis satisfactoria por el momento, pero no un artículo de fe para todos los tiempos.4 Jung estaba confundido y le desagradaba este aspecto de Freud, pero hoy sabemos muy bien lo que estaba en juego. Freud, sin duda, creía ciegamente en que su auténtico talen­ to, su más privada y querida imagen de sí mismo y su mi­ sión para ese talento, era decir las verdades sobre los peores aspectos de la condición humana. Él vio esas atrocidades como sexualidad instintiva y agresividad instintiva al servi­ cio de dicha sexualidad. «¡Vaya sorpresa se llevarán cuando escuchen lo que tenemos que decirles!», le exclamó a Jung mientras contemplaban el perfil de la ciudad de Nueva York en 1909.5 Lo “oculto” era todo aquello que mentía sobre la 152 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud creaturabilidad básica del ser humano, todo aquello que pretendía convertir al ser humano en un altivo creador espi­ ritual, cualitativamente diferente del reino animal. Este tipo de “ocultismo” autoengañoso y arrogante estaba arraigado en el espíritu humano, se trataba de un presuntuoso acuerdo social, que, durante demasiado tiempo, se había predicado en todos los ambientes y desde todos los pulpitos, tanto re­ ligiosos como seculares, y había velado el verdadero móvil del ser humano. Ahora, sólo el psicoanálisis podía atacar a esa antigua máscara, hacerla pedazos con un contradogma bien protegido dentro de un bastión. Ninguna otra cosa más débil serviría, nada que no fuera la autodecepción humana podría atacar a ese antiguo y formidable enemigo. Así, te­ nemos la emoción de las primeras súplicas de Freud a Jung, así como las serias, calculadas y demoledoras críticas de sus últimos escritos, como en el epígrafe de este capítulo. La identidad de su vida fue única e inquebrantable. En la actualidad, está claro que Freud estaba equivocado respecto al dogma, como Jung y Adler supieron desde el principio. El ser humano no tiene instintos sexuales y agresi­ vos innatos. Ahora, vemos más allá al nuevo Freud rena­ ciendo en nuestros tiempos, que tenía razón en su obstinada dedicación en revelar la creaturabilidad humana. Su implica­ ción emocional era correcta. Reflejaba las verdaderas intui­ ciones de un genio, aunque la contrapartida intelectual con­ creta de esa emoción - la teoría sexual- demostrara no ser cierta. El cuerpo del ser humano era «una maldición del des­ tino», y la cultura se había creado basándose en la represión, no porque el ser humano fuera un buscador sólo de sexuali­ dad, placer, de vida y de expansión, como pensaba Freud, sino porque también evitaba la muerte. La conciencia de la muerte es la represión primordial, no la sexualidad. Como Rank desarrolló libro tras libro y Brown ha vuelto ha argüir recientemente, la nueva perspectiva del psicoanálisis es que su concepto más importante es la represión de la muerte.6 153 www.FreeLibros.me La psicologia profunda del heroísmo Este es el verdadero aspecto creatural del ser humano, esta es la represión por excelencia sobre la que se funda la cultu­ ra, una represión única para el animal consciente de sí mis­ mo. Freud vio esa maldición y dedicó su vida a desvelarla con todo el poder del que disponía. Pero irónicamente, se pasó por alto la razón científica exacta de esa maldición. Esta es una de las razones por las que su vida justo hasta el final fue un diálogo consigo mismo sobre las causas rea­ les de los móviles humanos. Freud intentó sacar el máximo de su trabajo, intentó hacer salir a la luz la verdad de la ma­ nera más clara y desnuda posible y, sin embargo, siempre parecía estar más velada, ser más compleja, más evasiva. Admiramos a Freud por su gran dedicación, por su voluntad de retractarse, por el intento estilístico en algunas de sus aserciones, por su constante revisión de algunas de sus no­ ciones favoritas.* Le admiramos por sus artimañas, evasi­ vas y sus dudas, porque parecen hacer de él un científico más sincero, que reflejaba genuinamente la infinita diversi­ dad de la realidad. Pero eso es admirarle por la razón equi­ vocada. Una de las razones básicas de sus propias distorsio­ nes a lo largo de toda su vida fue que jamás abandonó del todo el dogma sexual, nunca vio o admitió claramente que el terror a la muerte era la represión básica. El primer gran rechazo de Freud: la idea de la muerte Sería demasiado complicado intentar buscar los orígenes de este problema utilizando los escritos de Freud como prueba. Antes hemos mencionado que en sus últimas obras * Pero véase la idea de Paul Roazen sobre lo seguro que estaba Freud en su uso del estilo. Véase Brother Animal: The Story o f Freud and Tausk, Londres: Alien Lañe the Penguin Press, 1970, págs. 92-93. 154 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud se apartó de las rígidas formulaciones sexuales del comple­ jo de Edipo y se decantó más hacia la naturaleza de la pro­ pia vida, hacia los problemas generales de la existencia hu­ mana. Podríamos decir que abandonó una teoría de la cultura del temor al padre para adoptar una de terror a la na­ turaleza.7 Pero, como de costumbre, escurrió el bulto. Nun­ ca se convirtió abiertamente en un existencialista, sino que permaneció fiel a su teoría del instinto. Parece haber existido cierto rechazo en Freud; y sin pre­ tender sondear sus escritos, creo que este puede revelarse en una idea clave. Esta es la idea más importante que emergió en sus últimos escritos, el «instinto de muerte». Tras leer su introducción a esta idea en Más allá del principio del p la ­ cer, me parece ineludible la conclusión de que la idea del «instinto de muerte» fuera un intento de remendar la teoría del instinto o de la libido que se negaba a abandonar, pero que le estaba resultando muy incómoda y cuestionable para explicar la motivación humana. Empezaba a ser difícil man­ tener la casuística de la teoría de los sueños, de que todos los sueños, incluso los de ansiedad, son realizaciones de de­ seos.8 Empezaba a ser difícil mantener la aserción funda­ mental del psicoanálisis de que el ser humano es puramente un animal buscador de placer.9 Por otra parte, los terrores del ser humano, sus luchas contra sí mismo y los demás no eran fáciles de explicar como un conflicto instintivo entre la sexualidad y la agresividad, especialmente cuando se creía que el individuo era alimentado por Eros, por la libido, por la burda fuerza vital que busca su propia satisfacción y ex­ pansión.10 La nueva idea de Freud del «instinto de muerte» fue un instrumento que le permitió mantener intacta su an­ terior teoría del instinto, ahora atribuyendo el mal humano a un substrato orgánico más profundo que el mero conflicto del ego con la sexualidad. Entonces, mantuvo que existía una inclinación innata tanto hacia la muerte como hacia la vida; así, pudo explicar la violencia de la agresividad hu­ 155 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo mana, el odio y el mal de un modo nuevo -aunque todavía biológico-: la agresividad humana se produce por una fu­ sión del instinto a la vida y del instinto de muerte. El instin­ to de muerte representa el deseo del organismo de morir, pero el organismo puede salvarse de su propio impulso ha­ cia la muerte redireccionándolo hacia afuera. El deseo de morir se substituye, pues, por el deseo de matar, y el ser hu­ mano vence su propio instinto de muerte matando a los de­ más. Aquí nos encontramos de nuevo ante un nuevo dualis­ mo simple que ordenaba la teoría de la libido, que le permitió a Freud conservarla como el bastión de su tarea profètica, para proclamar que el ser humano estaba firm e­ mente arraigado en el reino animal. Freud pudo de este modo seguir manteniendo su lealtad básica a la fisiología, la química, la biología y a sus esperanzas de una ciencia re­ duccionista de la psicología simple y absoluta.11 Hay que reconocer que, al hablar de aminorar el instinto de morir mediante el asesinato de otros, Freud halló la co­ nexión entre la propia muerte y las carnicerías practicadas por la raza humana. Pero la consiguió al precio de interpo­ ner constantemente los instintos en las explicaciones de la conducta humana. De nuevo vemos cómo la fusión de una revelación verdadera con una explicación falaz ha hecho que fuera tan difícil comprender a Freud. Parece que no fue capaz de llegar al plano existencialista realmente directo de la explicación, para establecer tanto la continuidad del ser humano como su diferenciación de los animales inferiores, al basarse en su protesta contra la muerte, en lugar de ha­ cerlo en la de su impulso instintivo hacia ella. La atrocidad de la agresividad humana, la facilidad con la que el animal regido por Eros acaba con la vida de otros seres vivos, que­ daría explicada mediante esta teoría de una forma aún más sencilla y directa.12 Matar es una solución simbólica a una limitación biológica; es el resultado de la fusión del plano biológico (ansiedad animal) con el simbólico (miedo a la 156 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud muerte) en el animal humano. Como veremos en la siguien­ te sección, nadie explicó esta dinámica de forma más ele­ gante que Rank: «el miedo a la muerte del ego es aliviado mediante el asesinato, el sacrificio, del otro; a través de la muerte del otro, uno compra su libertad de la pena de muer­ te, de ser asesinado».13 Las tortuosas formulaciones de Freud sobre el instinto de muerte, ahora se pueden relegar sin más a la papelera de la historia. Sólo son de interés si se contemplan como los in­ genuos esfuerzos de un entregado profeta para mantener in­ tacto su dogma básico. Pero la segunda conclusión que sa­ camos de las tareas de Freud sobre este problema es mucho más importante. A pesar de todas sus tendencias hacia la idea de la muerte, la situación de impotencia en la infancia, el terror real al mundo exterior y similares, Freud no sintió la necesidad de que ocuparan un lugar importante en su pensamiento. No necesitó modificar su visión del ser huma­ no, como buscador de placer sexual, para adoptar la del ani­ mal aterrado que evita la muerte. Lo único que tuvo que ha­ cer fue decir que el ser humano llevaba inconscientemente la muerte en su interior como parte de su biología. La fic­ ción de la muerte como un “instinto” le permitió mantener, al margen de sus formulaciones, el terror a la muerte como un problema humano primario del dominio del ego. No le hizo falta decir que la muerte estaba reprimida pues el or­ ganismo la llevaba de forma natural en sus procesos.14 En esta hipótesis, no supone un problema humano general, mu­ cho menos el problema humano por excelencia, sino que está transformado de manera mágica, como Rank lo expuso sucintamente, «de una necesidad no deseada a una meta ins­ tintiva deseada». A esto añade que «la naturaleza compla­ ciente de esta ideología no podía afrontar ni la lógica ni la experiencia durante mucho tiempo».15 De este modo, como dice Rank, Freud se deshizo del «problema de la muerte» y lo convirtió en un «instinto de muerte»: 157 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo [...] incluso cuando por fin tropezó con el ineludible problema de la muerte, buscó también darle un nuevo sig­ nificado que estuviera en armonía con el deseo, puesto que habló del instinto de muerte en lugar del temor a la muer­ te. Entretanto, él ya se había deshecho del miedo en algu­ na otra parte, donde no fuera tan peligroso [...]. [Él] con­ virtió el miedo general en un miedo sexual [miedo a la castración] [...] [y luego buscó] curar este miedo a través de liberar la sexualidad.16 Esta es una soberbia crítica del psicoanálisis, incluso en nuestros días. Rank se lamentaba: Si nos hubiéramos aferrado al fenómeno, habría sido imposible comprender cómo una discusión sobre el impul­ so a la muerte podría descuidar el miedo universal y fun­ damental a ella hasta el grado en que se produce en la lite­ ratura psicoanalítica.17 La literatura psicoanalítica permaneció prácticamente muda respecto al miedo a la muerte casi hasta finales de los treinta y la Segunda Guerra Mundial. Y la razón fue, como dijo Rank: ¿cómo podía la terapia psicoanalítica curar cien­ tíficamente el terror a la vida y a la muerte? Pero sí podía curar los problemas sexuales que ella misma planteaba.l8 No obstante, lo que más se acerca al tema de nuestra dis­ cusión es si la ficción del instinto de muerte reveló algo en la actitud personal de Freud respecto a la realidad. Rank opina que sí, al mencionar la «amenazadora» naturaleza del miedo a la muerte -amenazadora, no sólo para la teoría sis­ temática de Freud, hemos de suponer-. Otro escritor tam­ bién dice que es muy probable que la idea de la muerte como una meta natural de la vida hubiera aportado algo de paz a Freud.19Y así volvemos al carácter personal de Freud y a cualquier elucubración que podamos realizar sobre él, 158 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud especialmente en relación al problema más fundamental y aterrador de la vida humana. Afortunadamente, gracias en gran medida a la entregada labor bibliográfica de Em est Jones, contamos con una ima­ gen bien documentada de Freud como hombre. Conocemos las migrañas que padeció toda su vida, su sinusitis, sus pro­ blemas de próstata, sus largos períodos de estreñimiento, su compulsión por fumar puros. Tenemos una idea de cómo desconfiaba de las personas que le rodeaban, de su exigen­ cia de lealtad y reconocimiento por su antigüedad y priori­ dad como pensador; de lo despiadado que era con los deser­ tores como Adler, Jung y Rank. Su famoso comentario sobre la muerte de Adler es absolutamente cínico: Para un muchacho judío de un suburbio vienés, morir en Aberdeen supone de por sí una carrera sin precedentes, y una prueba de lo lejos que había llegado. El mundo real­ mente le recompensó con generosidad por su servicio de contradecir al psicoanálisis.* Especialmente en sus primeros años, Freud trabajó con frenesí. Este tipo de frenesí requiere cierta atmósfera labo­ ral - y Freud no dudó en estructurar sus relaciones familia­ * La biografía de Jones, por toda la suerte de cándidos detalles que ofrece res­ pecto a Freud, está diseñada para transmitir una imagen heroica de él; ahora no se considera que sea la obra más objetiva respecto al aspecto humano de Freud. Eric Fromm lo ha demostrado agudamente en su Sigmund Freud's Mission: An Analysis ofHis Personality andInfluence, Nueva York, Grove Press, 1959. Re­ cientemente, Paul Roazen ha vuelto a examinar los archivos de Jones, a la vez que ha realizado más investigaciones, para presentar una imagen “humana” de Freud mucho más equilibrada. Véase su importante libro Brother Animal y compárese especialmente con los comentarios de Freud sobre Tausk (pág. 140) respecto a la cita sobre Adler. Más adelante hablaremos con mayor deteni­ miento sobre la visión de Roazen del carácter de Freud. Otro excelente retrato humano de Freud es la brillante biografía crítica de Helen Walker Puner, Freud, His Life and His Mind, Londres, The Grey Walls Press, 1949. 159 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo res para que se adaptaran a su trabajo de un modo verdade­ ramente patriarcal. Al mediodía, a la hora de comer tras sus entrevistas psicoanalíticas observaba un estricto silencio, pero les obligaba a todos a estar presentes; si había una silla vacía, gesticulaba interrogativamente a Martha respecto a la ausencia. La actitud servil y entregada de su hija Anna le alarmó incluso a él, y mandó que la analizaran; es como si no fuera consciente de que su propia puesta en escena de su grandeza en la familia no podía dejar escapar a los suyos. Sabemos que hizo sus largos viajes de vacaciones con su hermano pero jamás con su esposa, y en docenas de formas organizó su vida para que reflejara su propio sentido de te­ ner una misión y un destino histórico. Nada de esto es excepcional: no es más que cotilleo in­ teresante respecto a un gran hombre. Lo menciono sencilla­ mente para demostrar que Freud no fue ni mejor ni peor que otros hombres. Parece que mostró más narcisismo que la mayoría, pero su madre le había educado de ese modo, como el objeto especial de su atención y de sus más grandes esperanzas; ella le llamó “mi dorado Sigi” hasta su muerte. Todo su estilo de vida fue como una obra dramática de acuerdo al modo en que siempre había sido tratado. No cabe duda de que la actitud de su madre le había aportado una fuerza añadida, como él mismo remarcó; y soportó su cán­ cer incurable, con sus horribles y dolorosos efectos, con una admirable dignidad y paciencia. Pero, de nuevo, ¿es esto tan extraordinario? Una vez alguien le alabó el coraje de Franz Rosenzweig para soportar su parálisis total. Y Freud le res­ pondió: «¿Qué otra cosa puede hacer?». La misma observa­ ción puede hacerse de Freud, como de todas las personas que sufren una enfermedad. En cuanto a su dedicación al trabajo, escribir hasta el final tomando la menor dosis de medicamentos posible a pesar de sus dolores, ¿no prosiguió Georg Simmel hasta el final con su cáncer, rechazando tam­ bién la medicación porque ofuscaba su mente? Sin embar­ 160 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud go, nadie piensa que Simmel tuviera un temperamento es­ pecialmente fuerte. Este tipo de valor no es inusual en per­ sonas que se consideran figuras históricas; la imagen que tienen de sí mismas acompaña la necesaria dedicación al trabajo que les concederá la inmortalidad; ¿qué es el dolor en comparación con eso? Creo que podemos concluir justa­ mente que en todo esto apenas había algo en Freud que le distinguiera de los demás hombres. Freud en su egocentris­ mo; Freud en su casa llevando la voz cantante y organizan­ do la vida familiar en tomo a su trabajo y ambiciones; Freud en su vida interpersonal, intentando influir y coaccionar a los demás, exigiendo una estima y lealtad especial, descon­ fiando de los otros, fustigándoles con cortantes y denigran­ tes epítetos; en todo esto, Freud es como todas las personas, al menos como todas las personas que poseen el talento y el estilo para crear el escenario que les gustaría. Pero Freud no era el hombre “inmediato”, que se lanza de cabeza a hacer las cosas sin reflexionar. En las formas que acabamos de exponer era una persona ordinaria; en un aspec­ to fue extraordinario, y eso fue lo que alimentó directamente su genialidad: era autoanalítico hasta la saciedad, levantó el velo de sus propias represiones e intentó descifrar sus motiva­ ciones más profundas hasta el final de sus días. Con anteriori­ dad, hemos señalado lo que el instinto de muerte podía haber supuesto personalmente para Freud, y este tema está todavía en el aire. A diferencia de la mayoría de las personas, Freud era consciente de su muerte como un problema muy personal e íntimo. Durante toda su vida, padeció el acecho de la ansie­ dad por la muerte y admitió que no pasó ni un día sin que pen­ sara en ella. Esto es muy inusual en el género humano, y es aquí donde creo que justificadamente podemos buscar pistas sobre la orientación especial de Freud respecto a la realidad y a un “problema” único para él. Si conseguimos indicios de di­ cho problema, creo que podremos utilizarlos para aclarar la estructura general de su obra y sus posibles límites. 161 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Las experiencias de Freud parecen demostrar dos enfo­ ques diferentes ante el problema de la muerte. El primero es lo que podríamos denominar una rutina bastante compulsi­ va, un juego mágico con dicha idea. Por ejemplo, parece que estuvo jugando con la fecha de su muerte durante toda su vida. Su amigo Fliess jugaba místicamente con los números, y Freud creyó en sus ideas. Cuando Fliess predijo la muerte de Freud a los 51 años, según sus cálculos, este “pensó que era más probable que muriera en la década de los cuarenta de hernia de corazón”.20 Cuando sobrepasó los cincuenta y uno sin percances, “Freud adoptó otra creencia supersticiosa, que moriría en el mes de febrero de 1918”.21 Freud escribió a me­ nudo a sus discípulos y habló con ellos respecto a su enveje­ cimiento, a su falta de ganas de vivir. Sobre todo temía mar­ charse antes que su madre, porque le aterraba que ella le viera morir, pues eso la haría sufrir. Tuvo miedos similares respecto a morir antes que su padre. Incluso cuando era jo ­ ven, tenía la costumbre de despedirse de los amigos dicien­ do: «Adiós, puede que nunca me vuelvas a ver». ¿Qué sacamos de todo esto? Creo que es una forma muy rutinaria y superficial de tratar el problema de la muerte. To­ dos estos ejemplos parecen reducirse a “juegos de control mágicos”. La preocupación de Freud por su madre parece un desplazamiento transparente y una racionalización: «Mi muerte no me aterra, lo que me aterra es el pensamiento del dolor que le causaría a ella». Nos asusta el vacío, el hueco que dejaremos cuando desaparezcamos. No es fácil enfren­ tarse a eso, pero sí es más llevadero enfrentarse al sufri­ miento de otra persona por nuestra desaparición. En lugar de experimentar el terror desnudo de perdernos a nosotros mismos como un objeto que desaparece, nos aferramos a la imagen de otra persona. Nada hay de complicado en el uso que hace Freud de estas herramientas intelectuales. Pero hay también otro aspecto de la respuesta de Freud al problema de la muerte que es muy confuso. Según su bió­ 162 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud grafo Jones, Freud estaba sujeto a ataques de ansiedad pe­ riódicos en los que la ansiedad se identificaba como un te­ mor real a morir y a viajar en ferrocarril.22En sus ataques de pánico a la muerte se veía agonizando y escenas de despe­ dida.23 Ahora bien, este es un asunto bastante distinto a los compulsivos juegos mágicos con la idea de la muerte. Aquí, Freud no parece haber reprimido el pensamiento de su pro­ pia desaparición y haberle respondido con total ansiedad emocional. El tren de la ansiedad es, por supuesto, un lige­ ro desplazamiento, pero no tan descontrolado como una fobia, según afirma Jones.24 Enseguida se verán los problemas que plantea esta línea de especulación. Es imposible ser claro respecto a estas co­ sas cuando estás tratando con ellas a semejante distancia, con palabras impresas en lugar de hacerlo con la persona en vivo. No sabemos con certeza cómo funciona la mente en relación a la emoción, lo hondo que calan las palabras al tra­ tar con la realidad o con las represiones. Unas veces, el mero hecho de admitir una idea en la conciencia es experi­ mentar esa idea vitalmente. Otras veces, admitir una ansie­ dad, aunque sea profunda, no tiene por qué suponer su ex­ periencia real, al menos no la experiencia profunda, pues puede que haya otra cosa que le esté preocupando. Los psi­ coanalistas hablan de la ansiedad sin conmoverse. ¿Pode­ mos admitir el terror a la muerte sin experimentarlo en pla­ nos más profundos? ¿Hasta qué punto puede haber una racionalización parcial aunque sólo sea de la ansiedad más profunda? ¿Cambian estas relaciones según la etapa de la vida en la que se encuentra una persona, según el estrés al que esté sometida? En el caso de Freud no hay modo de aclarar estos temas. El propio Jones está bastante confundido por las distintas formas de reaccionar de Freud ante el problema de la muer­ te; por una parte, ataques de ansiedad y, por la otra, resigna­ ción heroica. En su intento de comprenderlos dice: 163 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo Freud siempre se enfrentó con gran valor a cualquier peligro real en su vida, lo que prueba que su temor neuró­ tico a la muerte debió tener otro significado, aparte del li­ teral.25 No es necesario que nos enfrentemos al peligro real de una enfermedad conocida, como hizo Freud, porque eso nos da un objeto, un adversario, algo contra lo que hacer acopio de fuerzas; la enfermedad y la muerte siguen siendo proce­ sos de vida en los que todos estamos involucrados. Pero, desvanecerse, dejar un vacío en el mundo, desaparecer en el olvido, eso es algo bastante distinto. Sin embargo, la afirmación de Jones nos ofrece una cla­ ve real respecto a Freud porque, me parece, que lo que está diciendo es que existe una diferencia entre el hecho de la muerte y su justificación. Puesto que nuestra vida es un es­ tilo o un escenario con el cual uno intenta negar el olvido y extenderse más allá de la muerte en formas simbólicas, a menudo no nos damos cuenta del hecho de nuestra muerte porque nos las hemos arreglado para rodearla de significa­ dos más elevados. De acuerdo con esta distinción, podemos decir algunas cosas inteligibles respecto a la ansiedad de Freud por la muerte. Podemos intentar entender qué era lo que le preocupaba, a través de claves extraídas de su estilo de vida en general, en lugar de hacerlo mediante el infruc­ tuoso método de especular sobre la profundidad del contac­ to de sus pensamientos con sus emociones. El segundo gran rechazo de Freud La primera cosa que parece emerger con claridad res­ pecto a la postura de Freud en cuanto a la realidad es que, al igual que muchos hombres, tuvo muchos problemas para someterse. No se sometía ni al mundo ni a otras personas. 164 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud Intentó mantener un centro de gravedad dentro de sí mismo, sin descontrolarse, y situar ese centro en otra parte, como se evidencia en sus relaciones con sus discípulos, con los de­ sertores y con las amenazas externas de cualquier tipo. D u­ rante la invasión nazi, su hija se preguntaba por qué no se suicidaban todos, Freud le respondió del modo que le ca­ racterizaba: «Porque eso es justamente lo que quieren que hagamos». Pero Freud era ambivalente respecto al sometimiento. Hay muchas razones para sugerir que jugó con esa idea. Una anécdota muy significativa es su comentario cuando llegó sin problemas la fecha supersticiosa que él había fija­ do para su muerte, en el mes de febrero de 1918. Dijo: «Esto demuestra lo poco que se puede confiar en lo sobrenatu­ ral».26Este es un maravilloso ejemplo de cómo podemos ju ­ gar con una idea de sumisión a leyes y poderes superiores, pero sólo en nuestra propia mente, engañándonos, a la vez que permanecemos emocionalmente alejados e inflexibles. Pero también existen otros informes que sugieren que Freud no sólo jugó con el sometimiento, sino que en realidad an­ helaba poder cambiar su centro a otro lugar. Una vez, mien­ tras hablaban de los fenómenos psíquicos, Jones hizo la si­ guiente observación: «Si pudiéramos creer en los procesos mentales que flotan en el aire, podríamos llegar a creer en los ángeles». En ese momento, Freud zanjó la discusión con el comentario: «¡Así es!, incluso der liebe Gott» (el querido Dios). Jones prosigue diciendo que las palabras de Freud fueron pronunciadas en un tono jocoso, casi de prueba. Aunque Jones estaba claramente harto de la forma en que el maestro abordaba el problema de una creencia en Dios sin una postura negativa firme. Él nos cuenta: «[...] su mirada reflejaba una búsqueda, y me marché no del todo satisfecho, a menos que también existiera un sentido algo más serio».27 En otra ocasión, Freud conoció a una hermana de un an­ tiguo paciente que había muerto hacía un tiempo. La her­ 165 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo mana se parecía a su fallecido hermano, y un pensamiento espontáneo se cruzó por la mente de Freud: «Al fin y al cabo, es cierto que los muertos pueden regresar». Zilboorg, en su importante disertación sobre Freud y la religión, hace el comentario siguiente respecto a este episodio, así como sobre toda su ambivalente postura hacia lo sobrenatural; Aunque Freud contaba que este pensamiento iba segui­ do inmediatamente de una sensación de vergüenza, es in­ negable el hecho de que había un fuerte “elemento” emo­ cional en Freud que rozaba la superstición, después de la creencia en la inmortalidad física del ser humano sobre la Tierra. También es obvio que Freud luchó deliberadamente contra ciertas tendencias espirituales en su interior [...]. [El] parece haber estado en un estado de búsqueda y con­ flicto doloroso donde el erudito positivista (consciente) y el creyente potencial (inconsciente) mantenían una lucha abierta.28 Zilboorg llega a la siguiente conclusión respecto a estas tendencias espirituales, conclusión que apoya nuestra vi­ sión de que Freud jugaba con ambivalencia a someterse a los poderes trascendentes y que estaba muy tentado en ese sentido: Estas tendencias intentaron autoafirmarse mediante el conocido mecanismo de distorsión y elaboración secunda­ ria, descrito por Freud como una característica de lo in­ consciente y de los sueños. La tendencia adoptó la forma de pequeñas supersticiones ansiosas, de creencias involun­ tarias e irracionales en lo que en la jerga común se deno­ mina esplritualismo.29 En otras palabras, Freud dio tanta rienda suelta a sus ten­ 166 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud dencias espirituales como se lo permitió su carácter, sin te­ ner que rehacer sus bases. Lo máximo que pudo hacer fue entregarse a las supersticiones comunes. Creo que su con­ clusión está fuera de discusión basándonos sólo en el relato de Jones; pero también contamos con la admisión del propio Freud: «mi propia superstición tiene sus orígenes en la am­ bición reprimida (inmortalidad).. .».w Es decir, tiene sus raí­ ces en el problema estrictamente espiritual de trascender la muerte, problema que para Freud era una característica de la ambición, de la lucha y no de la confianza o la entrega. La siguiente cuestión lógica y vital es esta: ¿qué es lo que hace que el asunto de la entrega sea ambivalente, tan di­ fícil para Freud? La misma razón que para todas las perso­ nas. Someterse supone dispersar tu propio centro afianzado, bajar la guardia, la coraza del carácter, admitir la falta de autosuficiencia. Y este centro afianzado, esta guardia, esta coraza, esta supuesta autosuficiencia son las cosas que com­ ponen todo el proyecto de ser mayor de edad desde la in­ fancia hasta la etapa adulta. Aquí hemos de recordar nuestra disertación del capítulo 3, donde vimos que la tarea básica que la persona evita es convertirse en su propio padre, lo que Brown tan acertadamente denomina «proyecto Edipo». La pasión causa-sui es una fantasía energética que encubre el estruendo de la creaturabilidad fundamental humana, o lo que ahora podríamos denominar con más precisión, su de­ sesperada incapacidad para centrarse genuinamente en sus propias energías a fin de asegurarse la victoria de su vida. Ninguna creatura puede asegurar esto, y el ser humano sólo puede intentar hacerlo en su fantasía. La ambivalencia de este proyecto causa-sui se basa en la omnipresente amena­ za de la realidad que atisba con su mirada. Siempre sospe­ chamos que, en el fondo, estamos indefensos y que somos impotentes, pero hemos de protestar contra ello. Los padres y las madres siempre proyectan su sombra. ¿Cuál es, pues, el problema de la rendición? Representa nada más y nada 167 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo menos que el abandono del proyecto causa-sui, la acepta­ ción emocional más profunda, completa y total de que no existe fuerza en nuestro interior, ni poder que pueda sopor­ tar la superfluidad de la experiencia. Rendirse es admitir que la ayuda ha de venir desde fuera de uno mismo y que la justificación para la propia vida ha de proceder totalmente de alguna red autotrascendente en la que uno consienta es­ tar suspendido -com o un bebé en su mecedora, con la mira­ da helada ante su impotencia, dependiente de la admiración de una madre que le hace arrullos. Si el proyecto causa-sui es una mentira que resulta de­ masiado dura de aceptar, porque te devuelve a la cuna, será una mentira que se cobrará su minuta cuando intentemos evitar la realidad. Esto nos devuelve al centro mismo de nuestra discusión sobre el carácter de Freud. Ahora, pode­ mos hablar con propiedad sobre el diseño de su proyecto causa-sui y podemos conectarlo con su negativa absoluta de la amenazadora realidad. Me estoy refiriendo, por supuesto, a las dos ocasiones en que Freud se desmayó. El desmayo representa, como ya sabemos, la negación más rotunda, el rechazo o incapacidad para seguir consciente ante una am e­ naza. Las dos ocasiones en que un gran hombre pierde por completo el control de sí mismo han de contener alguna in­ teligencia vital respecto a la verdadera naturaleza de su pro­ blema con la vida. Afortunadamente, contamos con los in­ formes de primera mano de Jung sobre ambos incidentes, y me gustaría citarlos enteros. El primer desmayo sucedió en Bremen en el año 1909» mientras Freud y Jung iban de camino hacia Estados Unidos para impartir unas conferencias sobre su trabajo. Jung dice que este incidente fue provocado -indirectam ente- por su interés por las «momias de los pantanos»: Yo sabía que en ciertas regiones del Norte de Alemania se habían hallado las llamadas momias de los pantanos. 168 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud Son en parte cadáveres de hombres prehistóricos que se ahogaron en los pantanos, o fueron enterrados allí. El agua del pantano contiene ácidos húmicos, que deshacen los huesos y curten la piel de tal modo que esta, así como los cabellos, quedan perfectamente conservados [...]. Estas momias de los pantanos, sobre las cuales había yo leído algo, me vinieron a la memoria cuando estábamos en Bremen, pero estaba algo “confundido” y ¡las había to­ mado por las momias de las cámaras de plomo de la ciu­ dad! Mi interés irritó a Freud. «Pues, ¿qué le pasa a usted con estas momias?», me preguntó varias veces. Se disgus­ tó mucho y durante una conversación sobre ello en la mesa sufrió un desmayo repentino. Después me dijo que estaba convencido de que esta charla sobre las momias significa­ ba que yo le deseaba la muerte.31 El segundo incidente de desmayo ocurrió en 1912, en una ocasión en la que se celebraba un congreso especial, que reu­ nió a Freud y a algunos de sus seguidores en Múnich. Este es el relato personal de Jung sobre el incidente: Alguien dirigió la conversación hacia Amenofis IV (Akenatón). Se recalcó que su actitud hostil hacia su padre le llevó a destruir las inscripciones de las estelas funerarias y que detrás de su gran intuición de una religión monoteís­ ta se ocultaba su complejo de padre. Esto me irritó e inten-1 té explicar que Amenofis fue un hombre genial y profun­ damente religioso, cuyos hechos no pueden explicarse por antagonismos personales contra su padre. Por el contrario, honró la memoria de su padre, y su celo destructor se* orientó exclusivamente contra el nombre del dios Amón, que hizo suprimir en todas partes, y por supuesto quitó también de las inscripciones funerarias de su padre la pala­ bra Amón-hotep. Además, también otros faraones hicieron substituir en los monumentos y en las estatuas los nombres 169 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo de sus antepasados, por el suyo propio, dado que se sentían con derecho a hacerlo, por ser encamaciones del propio Dios. Pero, ellos no instauraron ningún estilo nuevo ni nin­ guna nueva religión. En ese instante, Freud cayó desmayado de su silla.32 Los desmayos en relación con el problema de la vida de Freud H a habido muchas interpretaciones sobre el significado de estos episodios de desmayos por parte de muchos estudio­ sos sensatos de la vida de Freud, tanto Freud como Jung die­ ron sus propias interpretaciones. Insisto en este tema no sólo porque puede desvelar el problema del carácter de Freud, sino porque, a mi entender, confirma, mejor que ninguna otra cosa, toda la visión postfreudiana del ser humano que hemos esbozado en los cinco primeros capítulos. Conseguimos la comprensión más clara cuando podemos reflejar abstraccio­ nes en el espejo vivo de la vida de un gran hombre. Fue Paul Roazen quien, en su reciente y brillante inter­ pretación, reveló el significado principal de estos desmayos-sortilegios.33 Al igual que Rank, Roazen comprendió que el movimiento psicoanalítico fue en su totalidad el pro­ yecto causa-sui distintivo de Freud; fue su vehículo perso­ nal para el heroísmo, para la trascendencia de su vulnerabi­ lidad y lim itaciones hum anas. Com o verem os en los siguientes capítulos, Rank fue el que demostró que el ver­ dadero genio tiene un tremendo problema que las demás personas no tienen. Tiene que ganarse su valor como perso­ na con su trabajo, lo que significa que este ha de llevar la carga de justificarlo. ¿Qué significa “justificar” para el ser humano? Significa trascender la muerte haciendo méritos para la inmortalidad. El genio repite la inflación narcisista del niño; vive la fantasía del control de la vida y de la muer­ 170 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud te, del destino, en el “cuerpo” de su obra. El carácter exclu­ sivo del genio también corta con sus raíces. Es un fenóme­ no que no fue presagiado; no parece tener ningún rasgo de las cualidades de los demás; parece haberse autogenerado de la naturaleza. Podríamos decir que posee el más puro proyecto causa-sui: en realidad no tiene familia, es su pro­ pio padre. Como indica Roazen, Freud había dejado tan atrás su familia natural que no es extraño que consintiera en fantasías de autocreación: «Freud regresó una y otra vez a la fantasía de haber sido educado sin padre».34Ahora bien, no puedes convertirte en tu propio padre hasta que puedes te­ ner tus propios hijos, como bien dice Roazen; y los hijos na­ turales no servirán, porque estos carecen de las «cualidades de inmortalidad asociadas a la genialidad».35 Esta formula­ ción es perfecta. Luego, Freud tuvo que crear toda una nue­ va familia -e l movimiento psicoanalítico- que sería su ve­ hículo distintivo para la inmortalidad. Cuando murió, el genio del movimiento aseguró su recuerdo eterno y, con ello, una identidad eterna en las mentes de las personas y en los efectos de su obra en la Tierra. Pero, ahora veamos el problema del proyecto causa-sui del genio. En el proyecto normal de Edipo, la persona interioriza a los padres y al superego que estos encaman, es decir, a la cultura en general. Sin embargo, el genio no puede hacer esto porque su proyecto es único, no puede ser llevado a cabo por los padres o por la cultura. Está especialmente creado por una renuncia a los padres, la renuncia de lo que representan e in­ cluso de sus propias personas físicas -al menos en la fanta­ sía-, pues no parece haber nada en ellos que haya producido al genio. Aquí vemos de dónde saca el genio su carga extra de culpabilidad: ha renunciado al padre tanto física como espiri­ tualmente. Este acto le produce una ansiedad extra porque ahora es vulnerable en su oportunidad y no tiene a nadie en quien respaldarse. Está solo en su libertad. La culpa es una función del miedo, como dijo Rank. 171 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo No es de extrañar, entonces, que Freud fuera especialmen­ te sensible a la idea del asesinato del padre. Podemos imaginar que el asesinato del padre supondría un símbolo complejo para él, que comprendería la pesada culpa de estar solo ante su vulnerabilidad y un ataque a su identidad como padre, en el movimiento psicoanalítico como su vehículo causa-sui y, por tanto, a su inmortalidad. En una palabra, el asesinato del padre significaría su propia insignificancia como creatura. Es justa­ mente esta interpretación la que indican los episodios de des­ mayos. Los años cercanos al 1912 fueron el momento en que el futuro del movimiento psicoanalítico cristalizó como pro­ blema. Freud buscaba un heredero, y era Jung el que debía ser el “hijo” que él había escogido orgullosamente como su suce­ sor espiritual y que aseguraría el éxito y la continuidad del psicoanálisis. Freud, literalmente cargó a Jung con sus espe-, ranzas y expectativas, así de importante era el lugar que ocu­ paba en el plan de vida de Freud.36Por eso, podemos compren­ der hasta qué punto era lógico que la disidencia de Jung del movimiento invocara -p o r sí mism a- el complejo símbolo del asesinato del padre y representara la muerte de Freud.37 No es de extrañar que, cuando Freud se desmayó por vez primera, este acusara a Jung de «tener deseos de muerte» hacia él, y que Jung se considerara totalmente inocente de albergar tales sentimientos. Dice que estaba «atónito ante semejante interpretación».38 Para él, esto eran fantasías de Freud, pero fantasías de gran intensidad, «tan fuertes que, evidentemente, le podían provocar el desmayo». De la se­ gunda ocasión, Jung dice que toda la atmósfera estaba muy tensa; cualesquiera que fueran las otras causas que pudieran haber contribuido a su desmayo, la fantasía del asesinato del padre era evidente que seguía estando presente. De hecho, la atmósfera de rivalidad se dejó sentir durante todo el al­ muerzo. Era una estrategia llena de posibilidades de discre­ pancias en las filas psicoanalíticas. Jones comunicó su ver­ sión de los desmayos de 1912: 172 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud [...] mientras estábamos terminando de almorzar [...] [Freud] empezó a reprochar a los dos suizos, Jung y Riklin, que hubieran escrito artículos exponiendo el psicoa­ nálisis en las revistas suizas sin haber mencionado su nom­ bre. Jung replicó que no lo habían considerado necesario, al ser él tan conocido, pero Freud había empezado a sentir ya los primeros signos de la disensión que vendría un año más tarde. El persistió, y recuerdo que pensé que se había tomado aquel asunto de un modo demasiado personaliza­ do. De pronto, para nuestra consternación, cayó al suelo en un desmayo total.39 Jung no es muy convincente en sus elegantes negativas de rivalidad con Freud, en sus poco ingenuas explicaciones sobre la razón por la que los suizos omitían el nombre de Freud. Incluso en su negativa de albergar deseos de muerte hacia él, deja patente su competitividad. ¿Por qué iba a querer que muriera? Yo había ido para aprender. No interfería en mi camino; él estaba en Viena, y yo en Zúrich.40 Por una parte, admite que se encuentra en una relación de aprendizaje con el maestro Freud; por la otra, intenta dejar claro que él tiene sus propias ideas, que se encuentra a su misma altura. Freud, sin duda, podía sentir la amenaza de su prioridad, que en realidad sería un acto de traición filial para él.41Jung se estaba apartando del rebaño, amenazando con su rivalidad desde el frente del psicoanálisis suizo. ¿Qué le su­ cedería al “padre” entonces, y a todo aquello que él repre­ sentaba? El hecho es que Freud se desmayó en el preciso momento en que Jung aclaró el asunto de las prioridades en la fundación de una nueva religión egipcia por parte de Amenofis IV. Eso ponía en peligro todo el trabajo misionario de Freud. Freud tenía una foto de la esfinge y de las pirámides 173 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo bien a la vista en su consultorio, su sanctum más íntimo. Para él no representaba una imagen romántica o una afición arqueológica. Egipto representaba todo el misterioso y oscu­ ro pasado de la humanidad que el psicoanálisis había elegi­ do descifrar.42 Roazen dice que existe una asociación directa entre el psicoanálisis del siglo xx y la egiptología antigua, entre Amenofis tachando el nombre de su progenitor de las estelas funerarias y Jung haciendo lo mismo desde Zúrich. Jung estaba atacando la inmortalidad de Freud. Pero este ataque que para Freud era real, no necesaria­ mente lo era para Jung. El hecho de que durante el primer desmayo estuviera hablando de las momias de los pantanos podía reflejar simples ansiedades existenciales. A Jung le fas­ cinaba la idea de la muerte. También podemos imaginar al jo ­ ven Jung entusiasmado por el viaje a América, insistiendo en el tema de las momias en presencia de un hombre al que res­ petaba, porque quería abordar algo que le fascinaba con un pensador con el que podría razonar y que quizás aportaría sus propias reflexiones sobre el misterio de los cuerpos, de la muerte y el destino. Por otra parte, Erich Fromm (que no es muy partidario de Jung) le diagnosticó un carácter necrófilo. Basándose en uno de los sueños de Jung de la época de su ruptura con Freud, Fromm cree que este verdaderamente al­ bergaba deseos de muerte respecto a Freud.43 No obstante, todas estas especulaciones nos desvían del tema, porque estamos hablando de las propias percepciones y problemas de Freud. Desde su punto de vista, lo más sig­ nificativo respecto al percance del prim er desmayo es que la conversación sobre las momias surgió a raíz de la confusión de Jung en cuanto a los cadáveres. Las ansiedades de Freud en ambas ocasiones están, pues, sujetas a los mismos temas de Egipto y de borrar el nombre del padre. También es im­ portante observar que, en este viaje histórico, Jung había sido invitado por su propio trabajo y no necesariamente por su relación con Freud; él era claramente un rival. 174 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud Las interpretaciones de Jones y de Freud Cuando observamos los intentos de Freud por compren­ der lo que le había sucedido, ahondamos todavía más en la “raíz” del problema. Jones narra una historia algo distinta a la de Jung sobre el primer desmayo. Jones dice que lo que caracterizó la reunión de 1909 fue que Freud, tras una pe­ queña discusión, persuadió a Jung para que tomara vino du­ rante el banquete del mediodía y de ese modo le hizo rom ­ per su fanática abstinencia. Fue «justo después de eso» cuando Freud cayó desmayado.44 En la reunión posterior de 1912, sucedió algo similar. Había habido algo de forcejeo entre Jung y Freud, y tras un «buen discurso paternalista» Jung «adoptó una actitud de extrema contrición, aceptó to­ das las críticas» de Freud y «prometió reformarse». Freud estaba muy eufórico, al volver a tener a Jung de su parte. Jo­ nes concluye diciendo que lo que caracterizó ambas reunio­ nes fue la victoria de Freud sobre Jung.45 ¿Qué relación tiene la victoria con el desmayo? Sólo re­ curriendo a la genialidad de la propia teoría de Freud se puede explicar de forma coherente dicha relación. Como vi­ mos en el capítulo 4, fue Freud quien descubrió la idea del «naufragio por éxito»: cuando una persona alcanza lo ver­ daderamente superlativo, a menudo suele sentirlo como una carga intolerable porque significa que ha ganado la compe­ tición con el padre, al haberle superado. No es de extrañar, pues, que cuando Freud autoanalizó sus episodios de des­ mayos, pudiera recurrir a su propio descubrimiento con una sagaz y despiadada honestidad. Él explicó que de niño ha­ bía deseado la muerte de su recién nacido hermano Julius, este murió cuando Freud tenía un año y siete meses y le dejó con un terrible sentido de culpabilidad. Jones comenta: Por consiguiente, podría parecer que el propio Freud' era un caso leve del tipo que él describió como «aquellos 175 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo que naufragan por el éxito», en este caso el éxito de derro­ tar a un oponente [Jung] -el primer ejemplo fue su deseo de muerte de su hermano pequeño Julius- En relación a esto, podemos pensar en el curioso ataque de ofuscación* que Freud padeció en la Acrópolis en el año 1904, que ana­ lizó cuando tenía ochenta y un años y que dedujo que se debía a haber gratificado el deseo prohibido de haber su­ perado a su padre. De hecho, el propio Freud mencionó la semejanza entre esa experiencia y el tipo de reacción del. que estamos hablando.46 i En otras palabras, todas las victorias sobre un rival, in­ cluyendo la del propio padre, vuelven a despertar la culpa de la victoria y desencadenan la reacción de no poderla so­ portar. Hemos de entender lo que significa la “victoria” en la cosmología de Freud a fin de comprender ese tipo de an­ siedad, y la razón por la que se podría llegar al desmayo. Ve­ mos su explicación en la dinámica del complejo de Edipo. El “premio” de la victoria es, por supuesto, la madre a la que el muchacho codicia, y vencer al padre significa asesi­ narle. Si el niño pierde, la venganza será terrible; y si gana, la culpa, como es natural, será irresistible. Ahora bien, el clásico complejo de Edipo, sin duda, expli­ ca algunos casos de temor a la victoria; pero luego el propio Freud abandonó la dinámica estrictamente sexual del proble­ ma, al menos en su propio caso. Al final de su vida, admitió con franqueza que su rechazo a sobrepasar a su padre se debía a un sentimiento de «piedad» hacia él.47 Este era el significado del ataque en la Acrópolis del que habla Jones. En la actuali­ dad, como arguyen algunos escritores, podríamos intuir que la palabra “piedad” pudiera ser un eufemismo para otros senti­ mientos que Freud albergaba respecto a su padre: realmente le preocupaba la debilidad de su padre, que proyectaba una som­ bra sobre su propia fortaleza y, por esa razón, se sentía ex­ puesto y ansioso cuando pensaba en su propio éxito. 176 www.FreeLibros.me El problema del carácter de Freud Nos hallamos, pues, ante un campo más amplio y existencial al explicar el carácter arrollador de la victoria. Ya hay dos generaciones de estudiantes que han deparado en cómo un Freud de diecinueve meses pudo ser tan analítico respecto a su experiencia como para llegar a reprocharse que sus celos y malos deseos habían provocado la muerte de su hermano. Incluso el propio Freud pasó por alto este gra­ do de conciencia en su trabajo teórico: dijo que era casi im­ posible para un niño de esa edad tener celos de un recién na­ cido. Jones que había registrado todo esto, evidentemente, no puede comprenderlo.48 Jones dice que el propio análisis de Freud del «naufragio por éxito» de su desmayo se confirma por el hecho de que en las ocasiones en que se produjeron los desmayos había una discusión argumentativa sobre el tema de los deseos de muerte. Esto es totalmente cierto, pero no en el modo con­ creto en que Freud quería demostrarlo, vinculado a la fuer­ za de la victoria. Es muy probable que Freud esté cometien­ do el error que comete a menudo, que es intentar definir con demasiada precisión lo que en realidad forma parte de un complejo símbolo y de un problema mucho mayor. Por su­ puesto, a lo que me estoy refiriendo es a la sensación de ex­ periencia abrumadora, de ser alejado demasiado de la base del hogar, de carecer de la fuerza para soportar lo superlati­ vo. Esa sensación es lo que caracteriza a ambos incidentes de desmayos, además de la presencia específica de Jung. Es razonable ampliar la carga que sintió Freud que trasciende la de la simple reacción a Jung. Al fin y al cabo, soportaba sobre sus hombros uno de los grandes movimientos icono­ clastas del pensamiento humano, contra toda competencia, hostilidad, denigración, contra todos los otros significados “espirituales” (“ocultos”) que tan sagrados consideraba la humanidad, contra todas las otras mentes que pensaron esos sublimes pensamientos, que insistieron en dichas verdades comúnmente aceptadas, que disfrutaron de tanto apoyo y 177 www.FreeLibros.me La psicología profunda del heroísmo fueron aclamadas durante eras. Su organismo en sus capas más profundas tiene todo el derecho a sentirse con la impo­ sible carga de semejante peso y sucumbir bajo ella en un placentero olvido. ¿Nos atreveríamos a imaginar que al­ guien pueda soportar toda esta superordenación fácilmente, sin tener poderes sobrehumanos en los que confiar? ¿Cómo adoptar una postura respecto a todo esto que sea impersonal e histórica, a la vez que personal y concreta, y que trascien­ da lo físico: las pirámides, las momias de los pantanos, la propia nueva religión? Es como si todo el organismo tuvie­ ra que declarar: «No puedo soportarlo, no tengo la fuerza para aguantarlo». Hay que reconocer que la fuerte e impo­ nente figura de Ju