La crisis del agua en el Valle de México es más grave que nunca, esto lo sabemos porque la capital ha enfrentado situaciones similares en ocasiones anteriores. Problemas previos dieron paso a soluciones que evitaron la falta de agua por un tiempo.
Esta segunda entrega de Mochilazo en el Tiempo sobre las crisis de agua en la CDMX recuerda la escasez que llevó a la construcción del acueducto que trajo agua desde el río Lerma en los años 50.
El acelerado crecimiento de la población del entonces Distrito Federal (DF) aumentó de forma crítica el consumo de agua en las primeras décadas del siglo 20.
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Sin líquido y sin luz
A inicios de los años 20, la Ciudad sobrevivió dos semanas sin servicio de agua por una falla mecánica en el sistema de bombeo que llevaba el líquido desde la colonia Condesa al resto de la capital.
Esas bombas ya se eran insuficientes desde 1935. Se decidió construir las bombas de Xotepingo, en Coyoacán, para llevar agua a las colonias Portales, Del Valle y Postal, en el sur de la Ciudad.
Sin embargo, a finales de la década de 1930 desde Tacubaya y la Del Valle, hasta La Villa, reportaban falta de agua.
La situación empeoró cuando comenzó la escasez de energía eléctrica, porque la planta hidroeléctrica de la presa del Necaxa, en Puebla, cada vez contaba con menos agua para trabajar.
Para diciembre de 1941 el gobierno federal concretó las medidas para financiar las obras necesarias y dotar de agua potable al DF, consciente de que explotar los pozos implicaba riesgos.
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Se decidió establecer un sistema para traer agua desde otro acuífero, esta vez en el Estado de México, pero en la práctica las obras y costos rebasaron todo pronóstico.
“Las obras van muy avanzadas”, una noticia que duró 10 años
De acuerdo con una nota de EL UNIVERSAL de 1945, cuando la Ciudad comenzó a recibir agua desde los manantiales de Xochimilco, en la década de 1920, la población capitalina era una cuarta parte que la de los años 40.
Datos actuales del Inegi precisan que la población del DF pasó de 1.8 millones a 3.1 millones entre 1940 y 1950, mientras que en 1921 era de 900 mil. La misma fuente de agua abastecía a una población que se triplicó en 30 años.
Para cambiar ese panorama, en 1942 se diseñó un acueducto que recorrería 52 kilómetros, desde el municipio de Almoloya del Río, en el poniente de la Ciudad, y que por el costo de 32 millones de pesos traería agua del río Lerma.
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Aunque más de una vez se aseguró que un “ejército” de ingenieros, contratistas y obreros trabajaban en el megaproyecto, las noticias a lo largo de 1943 repetían titulares como “están muy adelantadas las obras” y se prometía estrenarlas a inicios de 1945.
De nuevo, los resultados prometidos no llegaron. En cambio, para julio de 1947 se reportó que la escasez de agua ya alcanzaba “límites angustiosos”.
En octubre del 47, el descontento social orilló al DF a invitar periodistas a ver los avances en las obras del Lerma. Con todo, el regente Fernando Casas Alemán vio necesario pedir un préstamo para cubrir el creciente costo.
Para abril de 1949, el dinero invertido sumaba 186 millones de pesos, con la promesa de que a inicios de 1950 podría usarse la nueva infraestructura. Tampoco en ese año se inauguró.
Fue hasta el 5 de septiembre de 1951 que, por fin, EL UNIVERSAL reportaba el “gran acontecimiento inaugural”. El presidente Miguel Alemán Valdés y el titular del DF, Fernando Casas Alemán, encabezaron las ceremonias. Se afirmó que el DF tendría un servicio de agua como pocas ciudades del mundo y que el Sistema Lerma proveería el líquido necesario para 30 años. Si quieres saber el resultado de esa promesa, lee la última entrega sobre las crisis de agua en la capital el siglo pasado.