La musa destronada
Mia Farrow ha sido una de las grandes musas de Woody Allen, papel del que fue relevada. Aún así, la actriz puede presumir de tener una vida plena, tanto en lo profesional como en lo personal.
Mia Farrow nació el 9 de febrero de 1945 en Los Ángeles en una familia de lo más cinematográfica. Su padre fue el director John Farrow y su madre Maureen O'Sullivan, más conocida como Jane, la novia de Tarzán. Con semejante ambiente familiar no es raro que la pequeña debutará en el cine en 1959 con un pequeño papel en El capitán Jones, una cinta que dirigió su padre. Sólo cuatro años después, papá Farrow murió de un ataque al corazón, pero la pequeña ya estaba decidida a ser actriz. Así que para su siguiente película se puso a las órdenes de Anthony Mann en Sentencia para un dandy (1968). Ése mismo año interpretó su primer papel protagonista en la inquietante cinta de Roman Polanski La semilla del diablo. No le debió quedar mal recuerdo de la película, pues la actriz vive junto al edificio Dakota, donde rodó la terrorífica cinta. Un lugar también tristemente conocido porque fue donde murió asesinado John Lennon, amigo personal de Mia.
Después de su buena interpretación de Rosemary, su carrera se desarrolló por títulos con poca trascendencia donde tuvo la oportunidad de compartir cartel con grandes de la pantalla como Elizabeth Taylor en Ceremonia secreta (1968), Dustin Hoffman en John y Mary (1969) o Bette Davis en Muerte en el Nilo (1978). De esta etapa destaca su trabajo en El gran Gatsby (1974) junto a Robert Redford. Fueron años en los que también tuvo la ocasión de trabajar para grandes cineastas como Claude Chabrol en Doctor Casanova (1972) o Robert Altman en Un día de boda (1978). Sin embargo, el momento que marcaría su carrera llegó en 1982 cuando protagonizó junto a Woody Allen La comedia sexual de una noche de verano (1982). A partir de entonces, la actriz se convirtió en su musa y trabajó para él en doce títulos más, entre los que se encuentran Hannah y sus hermanas (1986) o Historias de Nueva York (1989). Su última colaboración se produjo en 1992 en Maridos y mujeres, algo que no llegaron a ser nunca. La pareja tuvo una relación sentimental durante varios años, pero su historia de amor se rompió en 1996 cuando el cineasta neoyorquino inició una relación con su hija adoptada Soon-Yi Previn, con la que se ha casado y vive actualmente. Antes de conocer a Allen, Mia estuvo casada dos años con Frank Sinatra y nueve con André Previn. De todas sus relaciones tiene 14 hijos, uno de los cuales murió de un problema de corazón. Diez de sus vástagos son adoptados y la mayoría nacidos en países del extranjero, pues Mia siempre se ha mostrado comprometida con los que más lo necesitan.
Su gran familia no le quitó tiempo para seguir trabajando, aunque cinematográficamente, la época post Allen no fue muy fructífera. Realizó películas con poca trascendencia como El pico de las viudas (1994) y participó en numerosos telefilmes y series de televisión. Su reencuentro con el gran público se está produciendo en estos años. En 2006 fue la diabólica niñera en el remake de La profecía (2006), papel con el que dejó claro que los temas de endemoniados no se le dan nada mal. Ése mismo año fue la tierna abuela del niño protagonista de Arthur y los Minimoys. Ahora está a punto de estrenar la comedia de Michel Gondry Rebobine, por favor, que protagoniza Jack Black. Si bien todavía no se puede hablar de una vuelta por todo lo alto al cine de Mia Farrow, la actriz parece estar en el camino correcto. Sin embargo, tiene una vida lo suficientemente ocupada como para que no se le pueda recriminar el que no haga más películas para el cine. Farrow nunca ha abandonado el teatro, ocupación que añadir a la de madre de una gran familia. Y por si fuera poco, Mia es un destacado miembro de UNICEF desde hace años. Su faceta más solidaria le ha llevado a implicarse con diferentes causas. Actualmente, el conflicto que consume sus días es el de Darfur en Sudán. La implicación de la actriz es tal que no dudó en criticar abiertamente a Steven Spielberg porque el cineasta iba a colaborar en un vídeo promocional de los Juegos Olímpicos de Pekín. Sin pelos en la lengua, lucha cotidianamente por lo que cree que es justo. Así pues, pese a ser una musa destronada, Mia Farrow puede presumir de tener una vida más que completa, tanto en lo profesional como en lo personal.