Fallece a los 71 años la Princesa Margarita, la hermana rebelde de Isabel II

Fallece a los 71 años la Princesa Margarita, la hermana rebelde de Isabel II

La Princesa Margarita, hermana menor de la Reina Isabel II, falleció ayer a los 71 años, pacíficamente y mientras dormía. La Princesa había sido ingresada en el hospital «King Edward VII» el viernes por la tarde tras un ataque neurovascular. La muerte se produjo a las seis y media de la mañana. Sus dos hijos, David y Sarah se encontraban junto a su lecho.

El cadáver de la Princesa, cubierto con su propia enseña, permanecerá en el palacio de Kensington hasta la semana que viene, y el funeral, según voluntad de la Casa Real, tendrá carácter privado.

La Reina Isabel II, por medio de su portavoz, expresó su «profunda tristeza por la muerte de su querida hermana». El Príncipe de Gales apareció por la tarde en la BBC recordando a su tía con cariño, destacando su inteligencia y su inusitada capacidad para la música y compartiendo su sentimiento con las familias de todos quienes han sufrido golpes en la vida de este tipo.

Aparentemente, el Príncipe pasó la tarde de ayer en Sandringham con la Reina Madre, cuya salud también es muy delicada y a quien la muerte de su hija habrá afectado con toda seguridad.

La muerte de la Princesa Margarita no ha sido inesperada. En 1985 ya le fue extirpado un pulmón, padecía toda suerte de enfermedades y en los últimos tres años había sufrido dos ataques vasculares empeorados por un accidente en el cual se escaldó los pies.

La Princesa no había llevado una vida demasiado sana y su debilidad por el tabaco y la bebida se han cobrado su deuda a una edad ya bastante avanzada.

Como prácticamente en toda la Familia Real, la vida de la Princesa Margarita está marcada por los altibajos y los contrastes y como todos los miembros de su familia, excepto la Reina Isabel y la Reina Madre, no era una persona excesivamente popular entre el gran público.

EXPECTATIVA FRUSTRADA

La Princesa nació en el castillo de Glamis, en Escocia, el 21 de agosto de 1930, donde en sus primeros años demostró una inclinación a la música que mantendría toda su vida, y donde se comportaba con una alegría y una ligereza que contrastaban poderosamente con la seriedad de su hermana mayor.

Tras la abdicación de Eduardo VIII y la muerte de su padre, Jorge VI, la joven Princesa se vio inmersa de golpe en una situación incómoda como hermana de la Reina pero fuera de la línea de sucesión y sin una función institucional precisa. Sin embargo era considerada una mujer elegante y muy guapa y todo hacía pensar que podía cumplir el papel moderno y popular que su hermana, Monarca y devota del deber, no podía cubrir.

No obstante, esas esperanzas se vieron rápidamente truncadas. La Princesa se enamoró del capitán Townsend, empleado en la Casa Real y un as de la II Guerra mundial. Pero Townsend era un divorciado y los sectores más conservadores de la política y el Palacio plantearon a la Princesa que si insistía en casarse con el capitán perdería todos sus privilegios.

Después de meses agónicos, Margarita decidió que prefería seguir siendo Princesa, una decisión en la cual pudo pesar el cuasi-exilio al que se vio impelido su tío, el Rey Eduardo VIII tras casarse con la norteamericana Wallis Simpson.

Margarita adujo que no se casaba con Townsend por respeto a las normas de la Iglesia, pero el pueblo, que celebraba ya la unión de la Princesa y el héroe se sintió profundamente decepcionado.

CRISIS Y REDENCIÓN

No ayudó mucho que, después de contraer matrimonio con el fotógrafo Anthony Armstrong-Jones en 1960, la Princesa se dedicara a un intensa vida social muy principesca, pero no demasiado edificante y que el matrimonio acabara en divorcio ocho años más tarde tras numerosos rumores de infidelidades mutuas, y después de que la Princesa fuera retratada en una isla del Caribe en compañía de su último amante. La Princesa que no se quiso casar con un divorciado acabó siendo ella misma la primera Princesa divorciada del Reino Unido.

A partir de ese momento, Margarita pasó por un periodo de evidente crisis que incluía pasar más tiempo de vacaciones en la isla de Mustique que cumpliendo sus deberes oficiales, tener un amorío con un hombre 17 años más joven que ella, Roddy Levellin, y dar en general la impresión de querer vivir su vida sin que la molestaran demasiado.

No obstante, en los últimos años de su vida, la antes Princesa rebelde se había pacificado mucho y se comprometió seriamente con sociedades como la de Prevención de la Crueldad contra los niños o apadrinando numerosas iniciativas artísticas.

Ayer todas las emisoras de radio y todas las televisiones dedicaron amplios espacios a recordar a la Princesa desaparecida. Muchos, como el arzobispo de Canterbury, hablaban de la entereza de la hermana de la Reina y de su bondad básica. Otros recordaban su incapacidad para asumir más seriamente las funciones por las cuales el erario público le pasaba una cantidad nada despreciable. Lo que no hubo ayer fue la más mínima expresión de duelo popular.

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