La muerte de Marat: por qué este icónico cuadro ayudó a consolidar la Revolución Francesa
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      La muerte de Marat: por qué este icónico cuadro ayudó a consolidar la Revolución Francesa

      Este 14 de julio se cumplen 233 de la Toma de la Bastilla, que decantó en la Primera República en Francia. ¿Quién fue Jean-Paul Marat y cuál fue su importancia?

      La muerte de Marat: por qué este icónico cuadro ayudó a consolidar la Revolución Francesa"La muerte de Marat", de Jacques-Louis-David.

      El 13 de julio de 1793, un día antes de que se cumplieran cuatro años de aquel emblemático momento en que una multitud tomó la cárcel medieval de la Bastilla, en París, dando inicio quizás al proceso revolucionario más importante de la historia moderna conocido como la Revolución Francesa, una joven de 24 años llamada Charlotte Corday se presentó en la casa de Jean-Paul Marat, uno de los líderes más sangrientos de esa gesta y, sin mucho preámbulo, le clavó un puñal en el pecho que le dio muerte instantánea.

      Poco menos de cuatro meses después, el pintor Jacques-Louis-David, íntimo amigo de Marat, presentó la que se convertiría en una de las pinturas más icónicas de la Revolución Francesa y, quizás, la mejor y más famosa obra del artista: La muerte de Marat.

      El cuadro, de honda belleza dramática, causó gran impacto emotivo en su momento y sirvió -¿cómo no?- para propagar las ideas antimonárquicas y consolidar definitivamente la instauración de la Primera República en Francia.

      "La muerte de Marat", de Jacques-Louis-David."La muerte de Marat", de Jacques-Louis-David.

      Con el paso del tiempo, otros artistas se encargaron de mantener viva la obra. En pintura, son relevantes las versiones de Paul Baudry (1860) y Edvard Munch (1907) y en cine, son absolutamente geniales el film Napoleón (1927), dirigido por Abel Grance, con el protagónico del mismísimo Antonin Artaud y Marat/Sade (1967), dirigida por Peter Brook y basada en la obra de teatro escrita en 1963 por Peter Weiss.

      El film (y el libro, claro) narra la persecución y asesinato de Jean-Paul Marat, a través de una obra representada por los internos del manicomio de Charenton, bajo la demencialmente cruel dirección del Marqués de Sade, que vivió sus últimos días en ese hospicio.

      Corday asesina a Marat

      Eran tiempos del Terror en Francia. Luis XVI y María Antonieta estaban supeditados bajo el poder de la Asamblea Nacional que se había constituido para hacer una Monarquía Parlamentaria, o sea, una especie de co-gobierno con los monarcas.

      Al menos esto es lo que se proponían los girondinos, la facción más moderada de los revolucionarios. En cambio, los jacobinos, que eran más extremos, no andaban con muchos miramientos: en octubre de ese mismo año -1793- finalmente rodarían las cabezas de los reyes bajo el temible artefacto propuesto por Joseph-Ignace Guillotin.

      Jean-Paul Marat era científico, médico y periodista, fundador en 1789 del diario L’ami du peuple (El amigo del pueblo) y, sobre todo, un político revolucionario del ala más dura de los jacobinos. Bajo su pluma, sucumbieron cientos de condenados; es quizás el hombre que más sentencias de muerte firmó en aquellos días.

      “Charlotte Corday" (1860), por Paul-Jacques-Aimé Baudry.“Charlotte Corday" (1860), por Paul-Jacques-Aimé Baudry.

      El político tenía una enfermedad en la piel y pasaba la mayor parte de su tiempo tomando baños de agua caliente para aliviar la constante picazón que le producía.

      Charlotte Corday, bisnieta del célebre escritor Pierre Corneille, era una joven girondina culta y de buena familia, que había leído a Montesquieu y a Rousseau. Los escritos de la época la describen como una mujer religiosa, piadosa y solitaria. Marat era para ella la encarnación del mismísimo demonio.

      “Vengo de Caen. Su amor por la patria me hace suponer que debe conocer bien los desafortunados acontecimientos de esta parte de la República. Me presentaré en su casa dentro de una hora. Tenga la bondad de recibirme y de concederme unos momentos para entrevistarnos. Les mostraré la posibilidad de prestar un gran servicio a Francia”, escribió Charlotte en su primera carta a Marat. Le envió otra en la que insiste: “Tengo que revelarle los secretos más importantes para el bienestar de la República”.

      Sin recibir respuesta, la chica se presentó en el número 18 de la rue des Cordeliers. Bajó del coche y llamó a la puerta. El ama de llaves no quería darle acceso pero ella insistió: “Quiero hablar con el amigo del pueblo”, suplicó a viva voz. Marat, que estaba escribiendo en su bañera (sí, escribía mientras tomaba sus baños), escuchó la discusión y ordenó a los gritos que la dejaran pasar.

      Jean-Paul Marat.Jean-Paul Marat.

      La chica llegó al cuarto de baño que estaba en penumbras, vio al político dentro de la tina, sumergido en agua hasta el cuello; solo sobresalían la cabeza –en la que usaba un turbante embebido en vinagre que engrasaba su pelo-, los hombros y el brazo derecho; vio un tablero instalado frente a ella, a modo de pequeño escritorio, lleno de papeles y cartas; vio a Jean-Paul Marat, vio la pluma en la mano de Jean-Paul Marat, esa pluma impiadosa y artera, responsable de tantas muertes; vio un tintero de plomo.

      El hombre preguntó a la chica cómo estaban las cosas en Normandía. Ella respondió brevemente. Él le pidió los nombres de los diputados refugiados en Caen: “¡En menos de ocho días irán todos a la guillotina!", sentenció Marat. Es entonces cuando Charlotte esgrimió el puñal y lo clavó de manera certera en medio del pecho del jacobino. "¡A mí, mi querida amiga!"—, alcanzó a murmurar Marat, antes de dar el último aliento.

      El cuadro de David Jacques-Louis David, gran pintor del neoclásico, es considerado el líder de las artes de la República Francesa y quedó identificado como el pintor de la revolución. Simpatizaba con los jacobinos más radicales: era gran amigo de Maximilien de Robespierre y de Jean-Paul Marat, a quien justamente había visitado la noche anterior al asesinato, para conocer su estado de salud.

      Cuando le encargaron la pintura, no lo dudó: era necesario glorificar la imagen de su amigo al punto de convertirlo en mártir de la revolución.

      Para ello, era necesario, entonces, destacar la figura de Marat con un uso dramático de la luz que resultara en un fuerte contraste entre figura y fondo. Había que atenuar, luego, los rasgos del occiso para imprimir en su rostro cierta pátina de heroicidad y sacrificio en el gesto final.

      Toma de la Bastilla y arresto del Gobernador M. de Launay, 14 de julio de 1789.Toma de la Bastilla y arresto del Gobernador M. de Launay, 14 de julio de 1789.

      También, era necesario eliminar de la escena cualquier elemento superfluo, sobre todo a Charlotte. Donde sí aparece la joven asesina es en las otras dos versiones. En la de Baudry, la luminosidad en el rostro de la joven le otorga incluso cierto protagonismo por sobre el de Marat y en la de Munch, se la ve desnuda y en primer plano.

      El trabajo artístico de Jacques-Louis David, en cambio, parece haber estado al servicio de la construcción de un mito, tal como ocurrió con la imagen de Cristo o mucho más tarde con la del Che Guevara.

      Sin ir más lejos, si se observa El entierro de Cristo, de Caravaggio, es muy fácil trazar un paralelo entre las dos obras: el brazo lívido cayendo a un costado, el rostro sufrido ladeado... El sacrificio de Cristo por los hombres es equiparado, aquí, al de Marat, por el pueblo francés.

      PC


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      Adriana Muscillo
      Adriana Muscillo


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