Matrimonio político

María Tudor, un retrato de boda para Felipe II

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María I de Inglaterra en su trono retratada por Tomás Moro en 1553. La pintura está expuesta en el Museo del Prado, Madrid. 

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En 1554 María I tenía 38 años y acababa de subir al trono de Inglaterra. Su padre, Enrique VIII, había cortado lazos con el papado, pero ella –emparentada con la familia real española– continuaba profesando la fe católica y pretendía su retorno como religión oficial de su reino. El emperador Carlos V maniobró entonces para casar al futuro Felipe II, entonces príncipe de Asturias, con la nueva monarca y retornar el catolicismo a Gran Bretaña. María tenía entonces 38 años y si en algún momento había sido considerada una mujer bella, por entonces se decía que tenía una mirada dura e irritada y que aparentaba ser mayor de lo que era debido a las preocupaciones. A Antonio Moro se le encargó una difícil misión: hacer el retrato nupcial de una mujer que entonces se consideraba vieja y fea sin esconder su verdadero aspecto, pero reflejando su dignidad como reina para que su prometido, a más de 1.000 kilómetros de distancia, pudiera hacerse una idea del aspecto de su futura esposa.

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Una guerra sucesoria

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Guerra dinástica Tudor

El 6 de julio de 1553 moría Eduardo VI y designaba como sucesora a Juana Grey, una mujer ajena a la familia Tudor, que era proclamada al cabo de cuatro días. El 19 de ese mismo mes, la hermanastra de Eduardo, María –que contaba con el apoyo de la mayoría de la nobleza y el pueblo– destronaba a Juana y se convertía en la nueva monarca. En el trasfondo de todo ello, se encontraban las disputas familiares y religiosas heredadas de los tiempos de Enrique VIII, que había cortado todos los lazos con la Iglesia católica para repudiar a su primera esposa, la madre de María, Catalina de Aragón. Descendiente de la muy católica familia real española (era nieta de los reyes Católicos), María I de Inglaterra se convirtió en la gran esperanza para restaurar la obediencia a Roma en su país. La familia de Enrique VIII, una alegoría de la sucesión Tudor (arriba) muestra los principales personajes de esta trama: Enrique VIII en su trono con Eduardo a su izquierda y María y Felipe a su derecha. Al otro lado, Isabel I (hija de Enrique y Ana Bolena) que acabaría sucediendo a su hermana María e implantando la fe anglicana a su reino.

Amor y política

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Amor y política

Cuando conoció la noticia del acceso al trono ingles de su prima María, Carlos V mandó detener las negociaciones matrimoniales entre su hijo Felipe y la infanta María de Portugal (sobrina del emperador y prima carnal de Felipe) para enviar a Londres una proposición de matrimonio en nombre de su hijo. La política matrimonial de las casas reales europeas, y en especial la de los Austrias, era un apéndice más de la diplomacia exterior y el fortalecimiento de sus reinos. En algún momento el emperador debió soñar con que su hijo heredara el trono hispano y fuera corregente de Inglaterra y que un hipotético nieto suyo añadiera la corona Inglesa a las posesiones de la familia Habsburgo en el futuro. Sobre estas líneas, el emperador Carlos V retratado por Tiziano en 1548.

Intercambio de retratos

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Intercambio de retratos

Como parte de las negociaciones, Las familias intercambiaron retratos de los candidatos, que no se habían visto nunca, en persona. Carlos V mandó hacer copia de varios retratos de Tiziano de su hijo Felipe para enviarlos a Londres: Felipe II con armadura, sobre estas líneas, cuyo original se encuentra en Museo del Prado, y Felipe II con abrigo, cuyo original ha desaparecido y solo se conservan un par de copias de él.

Una modelo mitificada

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Una modelo mitificada

Al parecer, María I quedó encantada con el retrato de Felipe (once años menor que ella). Para pintar el retrato de la reina, Carlos V envió a Londres a uno de sus pintores favoritos, Antonio Moro, que en pocas semanas ejecutó un trabajo inspirado en el retrato póstumo de la esposa del emperador, Isabel de Portugal que Tiziano había realizado en 1548. Así el resultado final conjugaba los gustos estéticos imperantes en la corte de los Habsburgo y el estilo que caracterizó la época Tudor.

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Una reina mayor

El pintor flamenco, sin falsear su aspecto (la reina no destacaba por su belleza), captó una actitud tensa y algo envarada de la reina. Embellecer sus rasgos exageradamente hubiera sido una falta de respeto por parte del artista, que a cambio dotó a su modelo de la dignidad que merecía su majestad. 

Poder dinástico

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Poder dinástico

Como en todas las obras de arte de este tipo, ningún detalle aparece por azar. Los símbolos pueblan cada rincón de la pintura de Moro. La rosa que sostiene la reina en su mano derecha (emblema de l familia Tudor) es un símbolo del amor hacia Felipe y también alude al vínculo de la soberana con a la Virgen María, por el nombre y la virginidad de ambas. Los guantes que agarra en la mano izquierda simbolizan el rango real de la protagonista. es un gesto que también se observa en el retrato de Carlos V de más arriba.

Las disputas de los Tudor

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Estilo Tudor

Los elementos más propios de la retratística típica de los Tudor los aportó María en su vestimenta y sus joyas. Los anillos engastados con una gema de sus dedos pertenecieron a su padre, a quien hustaba posar luciendo grandes gemas y sortijas tal como muestra este retrato de Enrique VIII realizado por Hans Holbein el Joven en 1537. En él también se observa el gusto por la decoración oriental geométrica y en forma de ramaje de la alfombra y las cortinas, parecida al patrón del vestido de María.

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Moda española

La ropa que viste María contiene también algún guiño a la moda española de la época,como el cuello alto o la forma acampanada de la saya (falda). El relicario de la parte inferior con el lema de su padre Dieu et mon droit recuerda que es una Tudor y la joya del pecho está hecha con una gran perla regalada por Felipe que había pertenecido a su madre, la emperatriz.

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El trono

El asiento sobre el que reposa la soberana también una exótica decoración de estilo oriental simboliza su papel como reina y también esconde detalles y alegorías: los nudos e los hilos reflejarían el amor y la unión de las dos dinastías en un futuro matrimonio.

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Amirado y reproducido

El retrato de Antonio Moro fue tan del agrado de Carlos V, que el emperador lo conservó hasta el día de su muerte. De él se hicieron infinidad de copias y versiones, como la que aparece sobre estas líneas, realizada por Hans Eworth, y es la imagen más conocida de María Tudor.

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