(DOC) Muñecos Metáforas y Soluciones María Colodrón Español A5 | Carlos Alberto de França Rebouças Junior - Academia.edu
maría colodrón Muñecos, metáforas y soluciones constelaciones familiares en sesión individual y otros usos terapéuticos 2ª Edición - 2010 Desclée De Brouwer 1ª edición: septiembre 2009 2ª edición: marzo 2010 © 2009, María Colodrón © 2009, Editorial DESCLÉE DE BROUWER, S.A. Henao, 6 - 48009 www.edesclee.com info@edesclee.com ISBN: 978-84-330-3548-6 Cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transformación de esta obra sólo puede ser realizada con la autorización de sus titulares, salvo excepción prevista por la ley. Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos – www.cedro.org–), si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta obra. Adquiera todos nuestros ebooks en www. ebooks. edesclee. Com Muñecos, metáforas y soluciones Constelaciones Familiares en sesión individual y otros usos terapéuticos “María Colodrón muestra al lector, de una forma didáctica y ordenada, las bases del trabajo con los muñecos como una valiosa herramienta del terapeuta en el encuentro con su cliente. Admiro su claridad, hilo conductor tanto de la presentación teórica como de los ejemplos prácticos. También incluye el trabajo con niños y adolescentes, que pocas veces se tiene en cuenta en la literatura terapéutica. Leer este práctico libro me ha enriquecido y felicito a María por su innovadora contribución. Será de gran ayuda tanto para psicólogos y psicoterapeutas como para os profesionales que aplican las Constelaciones Familiares y Organizacionales”. Peter Bourquin Autor de Las Constelaciones Familiares, director de ECOS “Es éste uno de esos pocos libros que es difícil dejar de leer una vez empezado. Y esto porque descubrir claridad, innovación, profundidad, sentido común y pedagogía para aplicar en la vida cotidiana tan bien hilvanadas en un mismo texto, es como hallar el cofre del verdadero tesoro cuando sólo estábamos jugando a seguir las pistas de un plano por el simples hecho de divertirnos”. Alfonso Colodrón Psicoterapeuta transpersonal Para Eric… …y para Candela, Carlota, Gabriel y Lucas Li. Agradecimientos Gracias a la vida que me ha dado tanto… Mi agradecimiento a Loretta Cornejo y Manuel Guerrero por su paciencia y apoyo durante todo el proceso de convertir unos apuntes en un libro “de verdad”. Gracias por vuestras palabras de ánimo en los momentos complicados y también por meterme prisa cuando era necesario. Gracias Peter por haber influido en que los “muñecos” se hayan convertido en mi principal herramienta de trabajo. Gracias Silvia por apuntarte desde el principio a la aventura de los cursos de muñecos y ser una compañera de viaje infatigable y divertida. Me siento especialmente agradecida a todos mis clientes y alumnos por confiar en mi trabajo, por permitirme vivir de una actividad que me gusta y por obligarme a seguir aprendiendo cada día. Tengo que agradecer a muchos autores y terapeutas por el legado de su pensamiento y su técnica: Jung, Kelly, Bateson, Watzlawick, Erickson, Haley, Hellinger y tantos otros que han ampliado mi mirada terapéutica. Finalmente mi más profundo agradecimiento a mis padres, por todo lo que me dieron y lo que no me dieron. A mis abuelos por introducirme en los misterios del amor, el dolor, la muerte y la aventura de ser humanos. A todos aquellos que me permitieron ser quien soy y que la vida me llegara tal cual es, gracias. PRIMERA PARTE Los muñecos como herramienta de trabajo 1 Introducción Disfruto jugando con los muñecos Playmóbil desde hace mucho tiempo. Es de los primeros juegos que mi hermano pequeño y yo compartimos. En aquel entonces se llamaban “clicks de famóbil”. Mi madre forró una caja de cartón, cuadrada y grande, y allí nos cabían vaqueros y piratas, la caravana y el helicóptero y hasta los animales del zoo. Me gustaba especialmente jugar a las casitas y las familias. Colocaba a papás y mamás con sus hijos y distribuía muebles y enseres por todos los rincones del salón de nuestra casa. Una vez nombrados a los muñecos y decididos sus parentescos, me inventaba una historia sobre sus vidas: profesiones, relaciones, hasta caracteres. Montado el escenario y esbozado el guión, yo me re tiraba y era mi hermano quien se quedaba como director de escena jugando hasta que nos llamaban a cenar. Algunos años (y casi un par de vidas) después, estuve trabajando como terapeuta en el Servicio de Psicología Aplicada de la UNED. Teníamos a nuestra disposición muchos recursos bibliográficos, psicométricos y materiales de todo tipo. Entre ellos me llamaba especialmente la atención un conjunto de muñecos de madera, una familia con abuelos, padres, dos niños y un bebé. Creí que era para trabajar en consulta y me pareció una idea estupenda. Me sonaba de algo lo de las “esculturas familiares” y también había oído sobre la “dramatización terapéutica”. Así que comencé a probar y a sacarlos en mis sesiones de vez en cuando. Después de haberme acostumbrado a tenerlos a mano, me enteré de que aquellos juguetes estaban destinados a los niños que acudían a consulta, para que se entretuvieran mientras sus padres estaban con el psicólogo de turno o llegaba la hora de su cita. Así que tuve que “devolverlos” al cajón de los entretenimientos infantiles. Como ya me había aficionado a usarlos, sobre todo en la segunda cita para valorar de un vistazo (literalmente) la situación familiar del cliente, acudí a aquella caja de cartón forrada por mi madre y que había heredado mi hija mayor. Pacté con ella cuáles me dejaba para el trabajo y cuáles se quedaba ella para jugar. He de reconocer que fue muy generosa y que todavía ahora seguimos, incorporada también mi hija pequeña a la afición por los playmóbil, trapicheando con ellos: “Mamá te cambio un bebé por dos niños”; “Mamá, te presto mi princesa si me dejas jugar con tu indio”. Hace unos años escuché un nombre (¡gracias Alfonso!) lo suficientemente esotérico y alejado de la psicología clínica, aunque claramente contextualizado en el ámbito terapéutico, para interesarme: constelaciones familiares. De la manera que en las novelas se llama “corazonada”, pensé mientras sentí, o quizá sentí mientras pensé: “eso es lo mío”. Así que, sin saber nada sobre los órdenes del amor, ni haber leído ningún libro de Bert Hellinger y menos aún haber asistido a uno de sus multitudinarios talleres, me enfrasqué en mi primera formación en constelaciones familiares con Peter Bourquin. Enseguida llegaría la fascinación por el trabajo de las constelaciones, acompañada después por alguna crisis profesional y personal; luego, más formación y conocer distintos enfoques y formas de trabajar y vivir las constelaciones sistémicas. Como suelo contar en mis talleres, con Hellinger aprendí a romper todos los tabúes que me había creado respecto a la terapia. Con Daan van Kampenhaut aprendí a romper todos los tabúes que me había creado respecto a las Constelaciones. Con Anke Grass, finalmente, he aprendido a respetar mis valores y principios sin necesidad de crear más tabúes. Aunque mi proceso de enamoramiento, decepción, rechazo, reencuentro e integración con las Constelaciones ha sido largo y arduo, de lo que muy pronto me percaté es que había encontrado el marco ideal para trabajar con los muñecos en consulta. Las constelaciones me permitieron comprender las reglas del juego al que llevaba tiempo invitando a jugar a mis clientes. Antes de comenzar a facilitar talleres de constelaciones, ya utilizaba los muñecos para ver la dinámica del problema, buscar una imagen de solución junto al cliente y reestablecer los órdenes que posibilitan relaciones más armoniosas dentro de la familia. También descubrí que los muñecos me permitían desarrollar las sesiones de supervisión con los terapeutas en formación y los alumnos en prácticas del Servicio de Psicología Aplicada de manera mucho más ágil y didáctica. Así que, curiosidades de la vida, actualmente estoy “especializada” en muñecos. En la juguetería de al lado de mi casa me tienen como una de sus clientas predilectas, y me divierte ver el asombro de los amigos y compañeros de mis hijas cuando ellas les explican que su madre se gana la vida “jugando con los Playmobil”. Hubo un momento, también he de reconocer, que no me gustaba demasiado eso de ser considerada “la de los muñecos”. Me sentía en cierta forma condenada a dedicarme a la “hermanita pequeña” de las Constelaciones, a una especie de premio de consolación para los que no facilitan talleres con personas (como diría Eric, mi pareja: “todo es vanidad, sólo vanidad”). Durante ese periodo dejé de utilizar los muñecos en terapia y, aunque seguía ofreciendo formación y la disfrutaba, sentía cierto desasosiego. Finalmente, todo volvió a su cauce y descubrí que cuanto más trabajaba con muñecos mejor me sentía constelando con grupos y viceversa (como dicta el aforismo de Mason Cooley, “la vanidad bien alimentada es benévola, una vanidad hambrienta es déspota”; y, ciertamente, la confianza de mis clientes, de mis alumnos y de mis compañeros tranquilizó mi ego y me devolvió un disfrute todavía mayor). A través de la práctica con esta técnica en las distintas fases del proceso psicoterapéutico, en las consultas individuales de asesoramiento o de constelaciones familiares, en los cursos y en las supervisiones, se ha ido afinando mi capacidad para percibir el lenguaje corporal, para leer entre líneas el discurso del cliente, para esperar el momento oportuno y no precipitarme, para acompañar a la otra persona en la felicidad y en el dolor, por lo que ahora agradezco infinitamente la oportunidad de formarme y formar en esta herramienta de trabajo. En los cursos que imparto conviven psicólogos y terapeutas no formados en constelaciones con consteladores, muchos de ellos no formados en psicología. Creo que sus diferentes miradas, bagajes y procesos personales y profesionales enriquecen mucho el grupo y la formación. Me gusta especialmente cuando alguien me pregunta sobre un término que doy por supuesto y que no necesariamente ambos grupos de alumnos comparten. Por ejemplo, en la última promoción, una alumna procedente de la psicología académica de corte cognitivo-conductual, me señalaba estos sobreentendidos entre el mundillo de los consteladores diciéndome simplemente “por favor ¿me lo puedes traducir a cristiano?”. Por otra parte, muchos alumnos que provienen del mundo de las constelaciones se sorprenden al oír hablar del constructivismo de Kelly, de las imágenes sanadoras de Erickson, de las prescripciones paradójicas de Watzlawick y la escuela de Palo Alto y tantos otros conceptos y técnicas que Hellinger ha utilizado en el desarrollo de las constelaciones y que los psicólogos conocemos de nuestro paso por la carrera. Con el objeto de atender estos dos tipos de intereses y formaciones previas, complementarias y en absoluto incompatibles, el libro se divide en dos partes. En la primera parte se contemplan aspectos generales del trabajo con muñecos así como aplicaciones desde diversos enfoques terapéuticos. La segunda parte incluye las distintas maneras de aplicar las constelaciones familiares en sesión individual. Entre las distintas formas de aplicación hago especial hincapié en la utilización de figuras como objetos de representación, es decir, en el uso de los muñecos. Este libro parte de los apuntes que año tras año he ido prometiendo a esos alumnos que tanto me obligan a seguir aprendiendo. Es por ello que nace, con bastante valentía, cierta timidez e indudable torpeza, de un terreno algo farragoso (¡cómo condensar las explicaciones orales, las discusiones compartidas, las reflexiones lanzadas al aire y las preguntas cazadas al vuelo!) y se configura, en un circo de tres pistas, como acrobacia o malabarismo sobre la cuerda floja entre lo académico y lo divulgativo, entre lo técnico y lo práctico, entre la experiencia acumulada y el descubrimiento continuo. 2 El uso de los muñecos en el espacio terapéutico Trabajar con muñecos [1] es utilizar una herramienta de tipo simbólico. Mediante el trabajo con muñecos representamos de manera metafórica y visual. Los muñecos permiten representar elementos de un sistema (personas o conceptos) y la ubicación de los distintos elementos, en referencia a los demás, es una representación de la dinámica relacional. Los muñecos, al mostrar visualmente elementos y dinámicas, permiten objetivar, exteriorizar múltiples dimensiones o aspectos de la realidad personal del cliente. Este acto de sacar fuera, de posibilitar verlo sin necesidad de contarlo, de presentar una realidad atemporal y no secuencial, facilita tres tipos de procesos fundamentales en el espacio terapéutico que propongo a mis clientes: 2.1. Un proceso de integración personal Se puede considerar que, en cierta forma, uno de los ejes fundamentales de un proceso terapéutico es que el cliente vaya ampliando el conocimiento que tiene acerca de su persona, de modo que cada vez pueda llevarse mejor consigo mismo y cuidarse más de acuerdo con sus necesidades. Frecuentemente, el hecho de “no conocerse” tiene que ver con los aspectos que la persona excluye de sí misma. Las razones y mecanismos por los que una persona puede excluir rasgos, sentimientos, episodios vitales, cualidades, estados y/o circunstancias, son variopintos. Entre ellos destacaría los intentos de evitar el dolor que conllevan determinadas vivencias y emociones (vergüenza, culpa, rechazo, frustración, etc.). Ya sea por haber vivido determinados sucesos donde la persona ha experimentado emociones intensas y desagradables y que no desea rememorar, por el condicionamiento creado a partir de estos episodios biográficos, o por la anticipación de respuestas negativas por parte del entorno, el hecho es que rechazamos o inhibimos aspectos de nosotros mismos que asociamos, por experiencias previas o por expectativas actuales, al padecimiento de dolor. Al mismo tiempo que las personas evitamos el dolor, nos esforzamos por conseguir el reconocimiento y la valoración de quienes nos rodean. En gran medida la necesidad de afecto, así como los mecanismos de apego y vinculación, son consustanciales al ser humano y facilitan, entre otras cosas, el desarrollo del individuo (y de la especie) como miembro de un colectivo en el que tiene que socializarse y aprender a convivir. Sin embargo, esta tendencia natural a la deseabilidad social y a la búsqueda de aprobación y reconocimiento, pone de manifiesto la delgada línea que separa la capacidad de vivir constructivamente nuestra naturaleza (con sus innumerables posibilidades y no muchas menos limitaciones), de la de hacerlo de una forma dañina y destructiva para nosotros mismos y para nuestro entorno. Así, frecuentemente y con gran facilidad, tendemos a subordinar nuestra identidad y nuestro bienestar a la mirada social. Cuando la necesidad de aprobación se eleva a una jerarquía superior a la necesidad de ser honestos con nosotros mismos y se convierte en el principal o único criterio de decisión en nuestra vida cotidiana, debemos plantearnos cuál es el precio que estamos pagando o con qué factura nos encontraremos algún día. Posiblemente este precio tenga que ver con los efectos de haber excluido aspectos de nosotros mismos que no nos parecían aceptables, atractivos o valiosos. Al mantener apartados determinados rasgos o aspectos de nosotros mismos, nos vemos reducidos a funcionar como personas incompletas, potenciándose así el circulo vicioso de cuánto menos identidad propia tengo, más inseguro me siento y más necesitado estoy de la aprobación de los demás. Algunos casos que han llegado últimamente a mi consulta y que ejemplifican estos mecanismos son: Una mujer diagnosticada desde hace 15 años con esclerosis múltiple y que no es capaz de nombrar su enfermedad. En el trabajo con muñecos se observaba que la figura que le representaba a ella daba la espalda a la que representaba la enfermedad. Un hombre de 29 años que había sufrido las burlas de sus compañeros de escuela y que actualmente no podía mantener relaciones de amistad y tendía a enfrentarse verbalmente ante cualquier señal que interpretara de “abuso”. En el trabajo de muñecos fue impactante el efecto que tuvo que la figura de él como adulto abrazara a la figura que le representaba como niño; en sesiones posteriores hacía referencia a esa imagen como un anclaje al que acudir cuando se sentía mal y comentaba que ahora era capaz de acompañarse cuando le dolían las cosas sin abandonarse a través de la ira. Un hombre de 50 años, alcohólico y ex-heroinómano, con una gran sensibilidad hacia la belleza y el dolor humano. Reprime esta sensibilidad pues la considera poco “masculina”. En el trabajo con muñecos, elige para representar esa parte sensible una muñeca con un vestido blanco y la pone detrás de un muñeco que representa el alcohol que, a su vez, sitúa a la espalda de la figura que le representa a él. Al ver la imagen comenta espontáneamente: “quizás necesite buscar otra forma de protegerme de mi sensibilidad”. Como se puede observar en los ejemplos comentados, la necesidad de integración de distintos aspectos de la persona puede ser de tipo sincrónico (aspectos que aparecen simultáneamente en un momento dado: polaridades, necesidades personales aparentemente poco compatibles, una enfermedad o un síntoma actual, etc.), o de tipo diacrónico (aspectos que aparecen a lo largo de una evolución o proceso temporal: sucesos biográficos como experiencias traumáticas o relaciones afectivas previas, reencuentro con el yo-niño, el yo- adolescente, el yo-actual o incluso la proyección de quien queremos llegar a ser). En cualquier caso, el trabajo con muñecos plasma mediante una metáfora visual este tipo de conflictos, concretando lo abstracto y provocando la vivencia emocional en el presente (aquí-ahora). Ahora bien, una vez que a través de los muñecos se ha mostrado algo, el terapeuta debe retirarse respetando la decisión del cliente de tomarlo o no. Caso-ejemplo 1: La soledad del triunfador El presente caso ilustra más detalladamente este tipo de trabajo de búsqueda de integración con la técnica de los muñecos. Se trata de una sesión intermedia de un proceso terapéutico, que finalmente duraría alrededor de dos años. En el inicio de la sesión, el cliente comenta la sensación de soledad que le perseguía desde hacia un tiempo. Relata haber tenido una infancia y una adolescencia feliz y que todo había cambiado en los últimos años. Le planteo un trabajo con muñecos para representar las distintas etapas de su vida y explorar las diferencias que podrían explicar el cambio que él percibía. Imagen 1.1: Recorrido autobiográfico Él eligió los muñecos para representarse a sí mismo en distintas edades (uno cada siete años) y yo los dispuse en una fila desde el nacimiento hasta el momento actual. Luego le pedí que recordara qué le había sucedido importante en cada momento de su vida y que eligiera muñecos para representar lo que ganó y lo que perdió. Por ejemplo, a los 14 años se fue a Estados Unidos con su familia ya que destinaron a su padre allí. Dijo haber ganado una buena experiencia y el aprender inglés y que había perdido a los amigos de aquí. Lo más interesante de la nueva imagen es que colocó sentados a todos los muñecos que simbolizaban ganancia o pérdida. La sensación evocada era la de mucha soledad y la de que valoraba poco las experiencias vividas, como si no quisiera sentir la pérdida y, por tanto, tampoco pudiera disfrutar plenamente de las ganancias o los logros. Al hacerle esta observación contesta: “no conozco la sensación de fracaso. Siempre he conseguido todo lo que me he propuesto y si no lo he conseguido es porque no me interesaba lo suficiente”. Imagen 1.2: Desvalorización de ganancias y pérdidas La intervención siguiente se planteó como una “prueba”, y fue levantar todos los muñecos y colocarlos al lado de cada etapa correspondiente. Imagen 1.3: Reconocer la ganancia y la pérdida Le pedí que observara la diferencia en las sensaciones que le provocaba la imagen de antes (ganancias y pérdidas sentadas) y la de después (ganancias y pérdidas como acompañantes). Por último, a través de una visualización, se trabajó la sensación de respaldo y de apoyo que daba la experiencia y el aprender de las pérdidas y los fracasos. Imagen 1.4: El apoyo de la experiencia 2.2. Un proceso de asunción de la propia responsabilidad sobre el cambio Desde la idea de que el cliente no siempre es responsable de lo que le acontece y que, sin embargo, sí es el único responsable de mantenerlo o cambiarlo, con los muñecos se puede trabajar para que la persona amplíe su visión del problema, contemple cómo su actitud forma parte del mismo, genere y explicite actitudes alternativas y acceda a una imagen de solución, a sentirse esperanzado y capacitado para realizar cambios. Si bien hacerse cargo de los propios actos y sus consecuencias puede formar parte del proceso, lo que creo fundamental es la toma de responsabilidad sobre el propio bienestar. Las personas manejamos múltiples y variadas fórmulas para “echar balones fuera” y no asumir la responsabilidad de hacerlo lo mejor posible para ser felices dadas la circunstancias externas e internas que a cada cual le toca vivir. Así, es frecuente culpar a los padres o a la infancia vivida (“no supieron educarme”, “no me dieron cariño”, “me hicieron daño”). También resulta común justificar la imposibilidad de un cambio personal mediante la creencia de que el entorno no lo permitirá o de que no servirá para nada (“da igual lo que haga porque mi marido no va a cambiar”, “¿de qué me sirve cambiar si no voy a poder hacer lo que quiero?”, “si dejara de hacer lo que hago, mi familia sufriría”…). Otro tipo de estrategia para no asumir la responsabilidad sobre nuestro bienestar es atribuirla a otros de manera que otorgamos a los demás el enorme poder de hacernos felices o infelices (“yo estaría bien si mi hijo estuviera bien”, “lo único que necesito para ser feliz es que mi esposa vuelva a mi lado”, “es imposible que pueda estar bien con el jefe que tengo”…). Por otra parte, conviene tener en cuenta que, estrechamente ligada a la necesidad de evitar el dolor que se ha comentado en el epígrafe anterior, existe también en nosotros una gran necesidad de búsqueda de control sobre el entorno físico y social. Como consecuencia de esta necesidad, el estado de incertidumbre resulta, por lo general y para la mayoría de las personas, enormemente aversivo. Un cambio en nuestra perspectiva, en nuestra actitud, en nuestro comportamiento o en nuestros hábitos supone, a este nivel, introducir algo nuevo y desconocido que, por tanto, nos provoca incertidumbre. Así, mientras sea posible, tendemos a evitar el cambio. Además, suele ser esta necesidad de controlar las respuestas del medio lo que nos lleva a las personas a crear y mantener conductas supersticiosas. Esto es, conductas que creemos eficaces para conseguir algo deseable o para evitar algo desagradable y que, sin embargo, está fuera de nuestro control. Un ejemplo típico sería el no ir al médico para sentirse sano y a salvo de una enfermedad. Otro sería el no montar en el ascensor para no caernos (y, claro, atribuimos el habernos “salvado” al no haber subido en él, así que seguiremos sin hacerlo). También al contrario, al comportarnos habitualmente de una forma, por ejemplo maquillándonos todas las mañanas al salir a la calle, podemos atribuir el que el vecino nos diga buenos días amablemente a este hecho (habernos maquillado) y no a otras razones (que le caemos bien, que es una persona educada, que quiere tener mantener una relación cordial para que le votemos como presidente de la comunidad de vecinos, etc.). A lo mejor, no nos importa mucho que el vecino no nos salude pero ¿y si lo relacionamos con que una persona importante para nosotros nos quiera o le vaya bien?: “si estoy más delgada encontraré novio”; ”si me sacrifico para llevar a mi hijo al mejor colegio le irá bien en la vida”; “si no le doy disgustos mi madre dejará el alcohol”; “si estudio lo que mi padre quiere se sentirá orgulloso de mí”… En definitiva, para promover el cambio, necesitamos tener en cuenta que si la persona no ha solucionado antes el asunto que le preocupa no es por falta de interés o de inteligencia. Muchos factores pueden estar dificultando dar el paso: poca confianza en su propia capacidad para hacerlo; miedo a las consecuencias o a las reacciones del entorno; miedo a lo desconocido (“más vale malo conocido que bueno por conocer”); la dificultad de renunciar a las ganancias secundarias (“cuando estoy mal me hacen caso”, “cuando no muestro mis sentimientos no me hacen daño”); …Sin embargo, en el espacio terapéutico, creo (siguiendo los principios del gran Viktor Frankl) que la persona puede encontrar un apoyo, impulso y acompañamiento en el proceso de cambiar, no tanto para ser una persona mejor o distinta sino para ser cada vez más ella misma y vivir su destino con toda la libertad y dignidad posibles. Caso-ejemplo 2: ¿A quién prefiere mamá? Este es un ejemplo de intervención mínima con los muñecos. Se trata de un trabajo con pocas pretensiones a priori y en el que se puede observar cómo el deseo de solucionar pequeñas dificultades cotidianas nos permite a veces ampliar la mirada y transformar nuestro malestar en grandeza. La cliente acude a sesiones quincenales cuyo objetivo es más de acompañamiento que de intervención clínica. Se trata de una mujer de 50 años con una enfermedad crónica no incapacitante. Está divorciada y tiene dos hijas mayores con familia propia. Debido a una serie de circunstancias, en este momento se encuentra viviendo con su madre y su hermano mayor que también padece una enfermedad crónica. Su padre murió varios años atrás. En una sesión comentó, como asunto que le preocupaba, la rabia que sentía hacia su hermano por pequeñas cosas de la convivencia. Como ejemplos de los conflictos que le afectaban puso los siguientes: su hermano se había comido lo que ella compraba para su dieta; la madre había comentado que él se duchaba todos los días cuando la cliente sabía que no era cierto. La imagen que me vino era la de dos niños pequeños peleando por ser el favorito de mamá, así que le propuse trabajar con muñecos (ya habíamos hecho trabajos previos con esta técnica) para poder explorar la situación actual con su hermano. Le pido que saque muñecos para representar a sus padres, a su hermano y a ella misma y que los coloque. En la disposición se observa que: los padres forman una pareja. la madre se sitúa a la derecha del padre. ambos hermanos miran hacia sus padres desde la misma línea generacional. existe un cruce de miradas padre-hija y madre-hijo. La imagen evocada era la existencia de una alianza cruzada entre el padre y la hija, por una parte, y la madre y el hijo, por otra; así, al morir el padre este equilibrio se rompe y ella se siente desfavorecida en la convivencia respecto a su hermano. Indago sobre ello y me comenta que el hermano era el preferido de la madre cuando eran pequeños y que todos los hermanos decían que ella era la favorita de papá. Imagen 2.1: Los hijos favoritos Le pregunto sobre la muerte de su padre y dice estar contenta por haber podido acompañarle durante sus últimos días y despedirse de él. Retraso el muñeco del padre para señalar su ausencia en la vida doméstica actual. Explorando cómo se siente cada uno de los personajes; ella afirma: “mi madre quiere repartirse entre mi hermano y yo, también quiere irse cerca de mi padre. Yo me siento bien aunque echo mucho de menos a mi padre. Mi hermano se siente como amenazado, como si le pudiera quitar algo. Además no quiere saber nada de nuestro padre, parece como si siguiera enfadado con él. Está muy atento a mi madre, quiere cuidarla y se siente el hombre de la casa”. La doy una serie de frases para que repita: “Querido hermano, respeto que tú lo tengas un poco más difícil que yo. Yo pude despedirme de papá y ahora tengo la oportunidad de disfrutar algo más de mamá. Me siento afortunada por ello y para mí está bien que sigas siendo el favorito de mamá, no tenemos que competir, ya no necesito quitarte el puesto”. Imagen 2.2: El desequilibrio se produce al morir el padre A medio plazo, la cliente tendrá que enfrentarse a la muerte de la madre, por lo que se finaliza el trabajo con una imagen que representa la situación futura cuando la madre haya partido. De esta manera también se explora la conciencia de la cliente respecto a esta posibilidad no tan remota. La cliente se siente tranquila al ver la imagen y dice que los padres parecen contentos de reunirse y que los miran con amor a su hermano y a ella. Respecto a su hermano comenta sentirse más tranquila y que el enfado ha desaparecido, aunque se siente algo triste porque no se hubiera reconciliado con el padre antes de su muerte. También se reafirma en la sensación de agradecimiento por haber tenido la oportunidad de estar con su padre durante sus últimos días y por disfrutar de su madre, ya que antes nunca se había sentido cercana a ella y ahora se llevan muy bien. Imagen 2.3: Algún día los padres se reunirán Desde un encuadre terapéutico más ortodoxo hubiera sido recomendable plantear la conveniencia de una segunda “emancipación” por parte de la cliente. Sin embargo, recordando el dicho “lo óptimo es enemigo de lo bueno”, podemos considerar que, dadas las circunstancias, el pacto que ha realizado la cliente con la realidad es suficientemente bueno para esta etapa de su vida. En este sentido, es valorable la idea de “movimiento” en su proceso personal, pues la situación de convivencia planteada se presenta más como una solución temporal, con el valor añadido de reencontrarse amorosamente con la madre, que como una situación de estancamiento o parálisis. 2.3. Un proceso de reubicación dentro de un sistema Como se ha visto en los dos epígrafes anteriores, trabajar con muñecos facilita enormemente el proceso de ampliar la visión del mundo del cliente. Junto a los procesos de integración y de toma de responsabilidad sobre el propio cambio, considero fundamental, especialmente en las sesiones de asesoramiento, ayudar al cliente a encontrar una buena posición o lugar de fuerza dentro de su sistema familiar, organizacional o socio-histórico. Así, trabajando desde una perspectiva sistémica no sólo nos dedicamos a rastrear problemas familiares a través del tiempo y el espacio sino que, sobre todo, se encuentran valiosos recursos para superar tanto dificultades personales como interpersonales. En este proceso es de gran ayuda apoyarnos en los órdenes (y no perder de vista los desórdenes) explicitados por Bert Hellinger: quién está excluido, quién se coloca por encima o por debajo, cómo se da y cuánto se toma. En los cursos que imparto sobre el empleo de los muñecos como técnica terapéutica, suelo dedicar bastante tiempo (aunque nunca tanto como me gustaría) a la construcción y manejo de la información del genograma. El genograma es un formato para registrar personajes, hechos y datos relevantes del árbol genealógico del cliente, teniendo en cuenta tanto la familia actual como la de origen y recogiendo información de al menos tres generaciones ascendentes (padres-abuelos-bisabuelos). La entrevista del genograma forma parte de una evaluación cualitativa. No existen escalas para medir cuantitativamente la información, sino que se trata de una herramienta interpretativa que nos ayuda a generar posibles hipótesis de trabajo. Para sacar el máximo partido a este instrumento conviene ser riguroso y sistemático en el procedimiento de recolección de datos y, al mismo tiempo, ser creativo en la búsqueda de explicaciones tentativas, y parciales, de los datos recogidos. A su vez, esta creatividad necesita basarse en una subjetividad fenomenológica, que puede verse facilitada enormemente con el conocimiento y manejo de las evidencias empíricas recogidas hasta la fecha por numerosos autores: Murray Bowen, Ivan Boszormenyi-Nagy, Anne Ancelin Schutzenberger, Monica McGoldrick, Bert Hellinger, Vicent de Gaulejac, etc. La teoría de los sistemas familiares propone que las familias tienden a establecer y mantener relaciones recíprocas, pautadas y reiterativas. Son estas pautas redundantes las que nos permiten realizar hipótesis tentativas a partir del genograma. A menudo encontramos que lo que sucede en una generación se repite, de algún modo, en algunas de las tres generaciones siguientes. Aunque las mismas cuestiones tienden a aparecer de generación en generación, estas cuestiones pueden tomar distintas formas de manifestarse, generalmente contextualizándose en el marco socio-histórico correspondiente. Así, por ejemplo, si un abuelo perdió su casa durante la guerra, es posible que el nieto tenga serias dificultades para pagar la hipoteca de la suya. Si una abuela murió en el parto, es posible que las descendientes tengan dificultades para quedarse embarazadas o que sus embarazos no lleguen a término. Este fenómeno de repetición de asuntos se conoce como transmisión multigeneracional de pautas familiares, y se basa en la idea de que pautas vinculares en generaciones previas pueden suministrar modelos implícitos para el funcionamiento familiar en la siguiente generación. Existen muchos tipos de pautas vinculares en las familias: de distancia vincular, de triangulación emocional, de protección de legados o secretos, de devolución de deudas, de complementariedad o reciprocidad, etc. A través del genograma podemos estudiar históricamente el sistema familiar y evaluar no sólo los sucesos críticos pasados y actuales sino también los temas, mitos, valores, normas evolutivas y cuestiones con implicaciones emocionales de generaciones previas que aparecen de manera reiterativa y se constituyen en pautas o patrones identificables. Desde esta perspectiva, los hechos concurrentes en distintas partes de la familia no pueden considerarse coincidencias azarosas o, por el contrario, causalidades necesarias, sino que se conceptualizan como sucesos interconectados, es decir, sincronías. Así, parece que existe una mayor probabilidad de que los hechos críticos ocurran en un momento determinado y no en otro, especialmente en las transiciones del ciclo vital de la historia familiar. Un ejemplo de ello sería el denominado síndrome de aniversario. Hace un tiempo, una amiga y colega me planteó un caso de supervisión en el que un chico de 19 años, que siempre había sido considerado como hijo y alumno ejemplar, había comenzado a suspender debido a pensamientos recurrentes sobre el suicidio. Al realizar el genograma, encontró en las generaciones anteriores hechos críticos de algunos miembros de la familia alrededor de esa edad: un primo carnal se había suicidado a esa edad; un tío había muerto en extrañas circunstancias a esa edad (se había caído de un balcón en estado ebrio); el hermano pequeño del abuelo paterno también había muerto a los veinte años al caerse desde la ventana de un tercer piso, aunque en este caso sonámbulo; y finalmente nos encontramos en la tercera generación de ascendientes que el bisabuelo (el padre del abuelo paterno) había desaparecido con esa edad al emigrar a Argentina, quedándose en España la mujer embarazada del segundo hijo y teniendo el primogénito (el abuelo) la edad de dos años. Parece que el suicidio y las muertes en extrañas circunstancias reproducen, a determinado nivel, la desaparición del bisabuelo en lo que se puede considerar “la flor de la vida”. No es de extrañar que un miembro de esta familia, que sea varón y se acerque a esa edad, sienta, aunque sea de forma inconsciente, ciertos temores a no poder continuar con vida. De la misma manera, parece que existe una mayor probabilidad de que determinados hechos críticos ocurran a unos miembros de la familia y no a otros, existiendo paralelismos llamativos en cuanto al sexo, orden de nacimiento entre hermanos y nombre compartido o “heredado”. Un caso que me llamó mucho la atención y que puede ejemplificar esta idea es el siguiente: la consultante es una mujer de treinta años preocupada por su falta de ilusión en cuanto a la recién estrenada convivencia de pareja con su novio de toda la vida. Al hacer el genograma nos encontramos con un paralelismo entre la generación de los abuelos maternos y la generación siguiente, la de su madre y sus hermanas (tías de la cliente). El abuelo se llamaba Pablo y se casó con una mujer llamada María, que era la mayor de tres hermanas. Esta mujer murió muy joven y Pablo, el abuelo, se casó con la hermana mediana de María llamada Manuela. Pablo y Manuela tuvieron tres hijas a las que llamaron María, Manuela y Margarita (la madre de la cliente). María (tía) se casó y, curiosamente, su marido se llamaba Pablo. Años más tarde, María (tía) murió tras un proceso oncológico. Pablo, ya viudo, se casó en segundas nupcias con Manuela (tía). Para mí, lo más sorprendente de todo fue que la cliente sólo se diera cuenta de esta reiteración de nombres y destinos familiares al hacer con ella su genograma. Anteriormente no se había fijado en este paralelismo. Por otra parte, aunque no se llamaba María ni tenía hermanas, sí era la primogénita y su novio también se llamaba Pablo. ¿Es posible que este patrón reiterativo y transgeneracional pudiera estar relacionado con su “falta de entusiasmo” en relación a la convivencia de pareja (equivalente, hoy en día, a casarse en generaciones anteriores)? En definitiva, los sucesos que debemos rastrear durante la entrevista del genograma son aquellos que generan o fortalecen los vínculos o lazos entre los miembros del sistema familiar. Y ¿cuáles son éstos? Pues son todos aquellos hechos en los que el destino de un miembro de la familia se ve afectado significativamente. Dado que el sistema familiar funciona como un todo en el que los elementos son interdependientes, aquellos sucesos que afectan a uno de los miembros repercutirán necesariamente en los demás. El nacimiento y la muerte son los principales sucesos que vinculan a las personas entre sí (vínculo entre padres e hijos y vínculo entre perpetradores y víctimas), pero existen otros como el compromiso (fundamentalmente matrimonio y adopción o acogimiento), el cambio de situación económica (ruina y fortuna), el cambio de estatus (ruptura de un compromiso o contrato, desgracia o encumbramiento social), el cambio de residencia (mudanzas y migraciones), etc. El nacimiento de un hijo afecta a todo el sistema, no sólo a los padres y hermanos, sino también a los ascendientes en tanto que se constituye en depositario del legado familiar y supone la perpetuación del sistema. La muerte, así mismo, afecta enormemente al sistema, no sólo a los que conocieron a la persona fallecida sino a los que llegarán a partir de esa muerte. En el ejemplo anterior, las tres hermanas debían su vida no sólo a sus padres sino también a la muerte de su tía, primera esposa de su padre. Si se trata de una muerte causada voluntaria o involuntariamente por otra persona, tiene una repercusión aún mayor sobre el sistema, siendo necesario contemplar al causante de la muerte como la persona más vinculada al fallecido o a la víctima, pues ha ejercido un papel trascendental en su destino. De manera similar, cuando el sistema o uno de sus miembros se ve beneficiado por la pérdida o perjuicio de otra persona, también establece un vínculo con ella. La primera novia de nuestro padre a la que dejó, los soldados que cayeron muertos mientras nuestro abuelo sobrevivió, los hijos no reconocidos de nuestro bisabuelo siendo nuestra abuela la única heredera de la fortuna familiar, etc. Si en generaciones anteriores nos encontramos con deudas hacia nuestro sistema, la pauta vincular funciona de manera similar, pudiendo repetirse de manera paralela (alguien de la generación posterior sufre la misma pérdida) o complementaria (provocamos la pérdida de alguien que, a priori, no pertenecía a nuestro sistema). Hay que recordar que el genograma es el punto de partida de un trabajo tan apasionante y creativo como prudente y humilde. Ya sea desde los enfoques clínicos más reconocidos académicamente, como desde las propuestas teóricas y metodológicas más heterodoxas, necesitamos situarnos no sólo como terapeutas sino también como personas en la posición de máximo respeto, sin juzgar ni apostolar, dejándonos sentir toda la vida, el amor, el dolor, la fuerza y la dignidad que hay en los sistemas de nuestros clientes de la misma forma que lo hay en nuestro sistema propio. Caso-ejemplo 3: El miedo al contacto Este caso sirve para ejemplificar un trabajo planteado desde los parámetros de la psicogenealogía [2] aunque resuelto a partir de la aplicación de los Órdenes de Amor explicitados por Hellinger [3]. Una mujer en terapia mostraba, entre otras cosas, mucho miedo a ser abandonada, cierta tendencia a conductas de riesgo y dificultad para establecer compromisos así como rechazo al contacto físico, tanto en relación a sus padres y hermano como respecto a sus amigos. Tras hacer el genograma se observan los siguientes “focos calientes”: el hermano mayor del padre murió siendo un niño. el abuelo materno perdió a su madre con 14 años. la abuela materna fue dada en adopción con 7 años. En una sesión se le pide que elija representantes para los miembros de su familia (de manera inespecífica con el fin de observar mejor a quien escoge, si deja a alguien excluido y el orden espontáneo de elección) y los coloque. Imagen 3.1: Imagen problema En la imagen 3.1. se observan los siguientes aspectos: Hay cierto orden intergeneracional e intrageneracional. La excepción más evidente es la madre del abuelo materno que se encuentra a la altura de la cliente (al mismo nivel que sus bisnietos). La madre parece disponible y el padre no. De la misma manera, parece que la abuela paterna está centrada en su hijo muerto mientras que el abuelo se encuentra más disponible para su hijo (el padre de la cliente). El abuelo paterno mira hacia sus nietos y el abuelo materno hacia su madre. La abuela paterna mira hacia su hijo muerto y la abuela materna hacia su hija y su nieta. Aparecen representantes para el sistema biológico y el adoptivo de su abuela, no excluyendo a ninguno de los dos. Además, coloca a los padres adoptivos detrás de su abuela y a los biológicos ligeramente apartados, en oblicuo, de manera que la bisabuela biológica parece mirar a las tres generaciones siguientes de mujeres (su hija, su nieta y su bisnieta). Por el contrario, la familia paterna se encuentra menos representada y no coloca a los bisabuelos de ese lado quedando una configuración claramente asimétrica. Sí elige y coloca un representante para el hermano muerto de su padre pero no para los hermanos vivos ni de su padre ni de su madre. Es por ello que esta configuración me evocaba la imagen de una persona que se sentía respetuosa con el orden de jerarquía, que se identificaba más con los miembros que habían sufrido o perdido en su familia y que, en cierta forma, excluía a los que habían disfrutado de un destino más fácil o más feliz. La intervención que se realizó después se puede resumir en los siguientes pasos: 1. Primero se introdujeron a los padres de los abuelos paternos, de manera que el sistema quedara más equilibrado y que pudieran disponer visualmente de apoyo frente a la pérdida de su hijo que tanto peso tiene en el sistema paterno. 2. Luego se tomó al muñeco de la cliente para colocarlo frente al hermano muerto del padre y se pidió que repitiera las siguientes frases: “Querido tío, ahora veo todo el dolor que provocó tu muerte. Ahora respeto tu destino y te dejo descansar en paz. Por favor, mírame con buenos ojos si yo me quedo en la vida un poco más y disfruto de ella también en tu nombre”. 3. Después colocamos el muñeco de la cliente frente a su padre y le pedimos que repitiera: “Querido papá, ahora veo donde se quedó parte de tu corazón. No tenías todo el corazón libre para nosotros. Tomo con amor la parte que quedó libre para mí y renuncio a la que nunca me podrás dar. Ya soy mayor y ahora me encargo yo de cuidarme. Gracias por todo lo que me has dado papá, para mí es más que suficiente”. 4. De la misma forma, frente a la madre del abuelo materno: “Querida bisabuela, moriste joven dejando atrás a tu marido y a tus hijos pequeños. Por favor mírame con buenos ojos si algún día yo tengo un marido y unos hijos y me es concedido disfrutar de ellos”. 5. Por último se recolocaron las figuras en orden y se le pidió que eligiera un muñeco para representar la vida. Giramos a la muñeca de la cliente hacia sus bisabuelos biológicos (padres de la abuela materna, que fue dada en adopción): “Gracias a lo que vosotros renunciasteis yo pude nacer. Ahora tomo la vida que también me llega de vosotros al precio que os costó y hago con ella lo mejor que pueda para que vuestra pérdida no sea en vano”. 6. Se cerró el trabajo escogiendo, en esta ocasión por parte del terapeuta, diez muñecos que representaran los sistemas de origen de los bisabuelos y colocándolos detrás de cada uno de ellos. Pusimos de nuevo al muñeco de la cliente mirando al frente, al futuro, y se le pidió que se visualizara en esa posición con sus padres, abuelos, bisabuelos y ancestros apoyándola detrás y con la vida aún más allá de ellos, abrazándolos a todos desde el origen de los tiempos. Evidentemente quedan cosas pendientes: presentar el respeto hacia la abuela que ha perdido un hijo; colocar la figura de una posible pareja; incluir a los tíos vivos por parte del padre y de la madre, etc. Sin embargo, al estar la cliente en un proceso terapéutico se podían ir realizando comprobaciones y reforzando alguno de los pasos mediante visualizaciones y ejercicios para casa de repetir las frases sanadoras. El trabajo constituyó así una introducción para una fase terapéutica más avanzada en la que se dio una visión sistémica a sus dificultades. Imagen 3.2: Imagen solución Es interesante señalar que este tipo de ejercicio, colocar un muñeco para el cliente y detrás varias generaciones así como una última fila de ancestros donde ya no se distingue quien pertenece a qué sistema, suele dar mucha serenidad al cliente así como sensación de energía y fortaleza. En otras ocasiones la persona refiere que se siente menos sola, más apoyada e, incluso, más protegida. Este ejercicio resulta muy potente en visualización y es recomendable para los propios terapeutas al enfrentarse a un caso especialmente desafiante o cuando se está agotado después de un largo día de sesiones. Trabajar con muñecos en el espacio terapéutico es utilizar una herramienta simbólica. La característica más destacable de los muñecos es su capacidad para representar mediante una imagen cualquier tema que quiera ser tratado por el cliente o por el terapeuta. Las representaciones o imágenes que se pueden realizar a partir de uno o varios muñecos son de tipo metafórico, espacial y relacional. De esta manera permiten la exteriorización, proyección y reformulación de los asuntos que el cliente trae a la consulta. Este tipo de representación abarca distintos niveles de análisis simultáneos, pudiéndose elegir uno o varios de ellos a la hora de enfocar un trabajo: En el nivel intrapersonal permite plantearnos objetivos como el de la integración de aspectos motivacionales, caracteriales, biográficos u otros. En el nivel interpersonal tiene cabida el análisis de contenidos socio-afectivos, así como un ensayo conductual facilitado por la escenografía presentada. En el nivel sistémico los muñecos nos permiten trabajar tanto desde los parámetros de la psicogenealogía como desde la metodología de las constelaciones familiares desarrolladas por Bert Hellinger. 3 Las reglas básicas para trabajar con muñecos Como se ha visto en el capítulo anterior, utilizar muñecos para representar una imagen constituye una herramienta simbólica que nos permite llegar a interpretaciones de tipo descriptivo, pero en ningún caso a interpretaciones causales o predictivas. A este respecto es necesario subrayar la necesidad de prudencia a la hora de explicar a nuestros clientes nuestras observaciones sobre la imagen que se despliega. Al trabajar con muñecos buscamos un conocimiento cuyo objetivo es captar significaciones existenciales y bajo ningún concepto permite establecer teorías explicativas propias del discurso paradigmático o científico. Es decir, no podemos utilizar los muñecos como oráculo adivinatorio, ni como prueba de verdad, ni como explicación de lo que le ocurre al cliente. He visto muy frecuentemente, en los terapeutas que comienzan a utilizar esta técnica, el valor añadido que dan a las imágenes representadas, dejando de trabajar con ellas como aproximaciones parciales a la realidad interna del cliente y e levándolas a la categoría de revelación infalible e indiscutible (de manera similar a como algunos psicólogos se comportan con los resultados de un test). En este sentido, hay una serie de aspectos que conviene tener en cuenta: Operamos con representaciones parciales y dinámicas que en absoluto pueden ser consideradas muestras de una realidad única e inmutable. Utilizamos un discurso narrativo, figurativo y de carácter mítico- mágico. Es decir, necesitamos usar un lenguaje evocador que dé cabida a aspectos tan difusos y humanos como los arquetipos, los constructos personales, los contenidos inconscientes o las metáforas vitales. Buscamos un conocimiento concreto a la vez que global y sintético. No podemos llegar a generalizaciones a partir de cada experiencia particular. Sin embargo, el trabajo con muñecos sí nos permite ampliar la visión de la realidad, completarla en vez de reducirla. Planteamos la comunicación terapéutica mediante un código analógico, de manera que se induce un procesamiento de la información que activa el hemisferio derecho y que opera con imágenes cargadas emocionalmente, en vez de con abstracciones racionales. El trabajo con muñecos consiste en un proceso continuo de evocación y resonancia donde superamos la unidireccionalidad de la interpretación y por tanto nos ayuda a alejarnos del juicio. El trabajo con muñecos es una labor de equipo (consultor-consultante) en el que nos encontramos con nuestro cliente como iguales. Nosotros ofrecemos nuestra posición de miembro externo al sistema y por tanto capaz de captar desórdenes e implicaciones a las que desde dentro estamos ciegos. Pero no se trata de tener razón, ni de convencer al cliente de que nuestra visión es más valida ni tampoco sirve de nada discutir sus desacuerdos haciendo uso de conceptos tales como la “resistencia”. En el trabajo de muñecos somos aliados, consultor y consultante, para encontrar la puerta a un campo más amplio y de mayor fuerza tanto para el cliente como para nosotros mismos. 3.1. Quién propone el trabajo El trabajo es propuesto por el consultor/terapeuta a partir de la demanda del cliente así como de las hipótesis de partida según la entrevista, el genograma o el conocimiento que se tenga del cliente. Sin embargo, necesitamos el permiso del cliente para trabajar con nuestra propuesta. El cliente fácilmente aceptará y se mostrará interesado y colaborador si la propuesta es explicada de manera clara y concisa en términos de su demanda: ya sea porque la recoge o bien porque no consideramos que debamos trabajarla y, entonces, debemos explicar el por qué y la relación que hay entre nuestra propuesta y sus necesidades. A veces el cliente tiene una propuesta de trabajo (por ejemplo “ver la relación con mi abuelo”); nosotros debemos decidir entonces si se trata de un trabajo que le dará fuerza al cliente y al sistema o que la restará (por ejemplo si sentimos que se trata sólo de curiosidad, o que un cambio ya está produciéndose y se trata de la falta de aceptación del cliente respecto al tiempo que el cambio requiere, etc.). Cada terapeuta puede, y de hecho debe, trabajar desde el marco donde se sienta más cómodo. Para cada cuestión planteada existen numerosas, si no infinitas, posibilidades de abordaje. En el caso de una persona que se encuentra dividida entre la necesidad de compromiso y la de libertad, podemos proponerle trabajar con muñecos, por ejemplo, de las siguientes maneras: Sacar un muñeco para sí mismo, otro para la necesidad de compromiso y otro para su necesidad de libertad. En este caso trabajaríamos con la idea de ver cómo podría integrar ambas polaridades, ver como sitúa a su representante respecto a sus dos necesidades, permitir que afloren proyecciones y connotaciones respecto a cada uno de los polos, qué implica para él ponerse cerca de uno o del otro, etc. Sacar un muñeco para sí mismo en el momento actual, uno para el niño que fue, otro para el adolescente, otro para el viejo que será. En este caso tendríamos en cuenta qué carga biográfica y qué significado emocional representa para el cliente cada una de las dos opciones, comprometerse-mantener su libertad, y también el proyecto de vida que se está planteando (¿cómo estará dentro de 5, 10 y 20 años eligiendo una u otra opción?). Sacar un muñeco para él mismo, otro para su madre y otro para su padre. Así podríamos observar si necesita replantearse o cambiar su relación con su progenitores y cómo puede estar influyendo la dinámica familiar establecida en su necesidad de escaparse (connotación negativa de la necesidad de libertad) o de atarse (connotación negativa de la necesidad de compromiso). Preguntarle sobre las relaciones y áreas de su vida donde vive el compromiso y en cuáles vive la libertad. Pedirle que saque muñecos para esas personas y aspectos. Por ejemplo, podría ubicar muñecos como la novia, el jefe y la hipoteca como experiencias de compromiso y su vocación de escritor, su sueño de viajar al polo norte y sus amigos como ejemplos de su necesidad de libertad. A partir de la primera disposición dada por el cliente podríamos pedirle que buscara un buen lugar para él. Así, mediante aproximaciones y consiguientes confrontaciones (¿ahora cómo se encuentra este muñeco que te representa en este nuevo lugar?; ¿de quién está cerca y cómo le hace sentir?, ¿de quién está lejos y cómo le hace sentir?, ¿dónde le gustaría probar ahora?) podríamos facilitar el que llegara a un pacto realista donde el balance entre ganancias y renuncias fuera consciente y satisfactorio. 3.2. Quién elige los muñecos Una vez que hemos propuesto el trabajo y los personajes que se van a ubicar inicialmente, es conveniente que sea el cliente quien escoja a los muñecos para representar a los miembros de su sistema que participan en el trabajo. El hecho de elegir facilita la implicación del consultante y a través de observar cómo mira los muñecos, cómo los coge, cómo los elige o descarta, etc. obtenemos mucha información sobre su actitud ante el trabajo, ante sus sistema y ante los distintos miembros escogidos. Las instrucciones suelen ser: “Por favor elige a un muñeco que represente a X, otro que represente a Y, otro que represente a Z y otro que te represente a ti mismo. Primero escoge todos antes de colocarlos. No hace falta que se parezcan físicamente, ni que coincida el color del pelo o que sean del color con que frecuentemente vistan. Escoge aquellos muñecos que para ti mejor podrían representarles.” 3.3. Quién coloca los muñecos En un primer momento el cliente es el más indicado para colocar a los muñecos tras la instrucción “ahora dales un lugar en este espacio; no lo pienses mucho, simplemente colócalos según creas que están situados. Puedes tener en cuenta quién está cerca de quién, quién mira a quién”. En algunas ocasiones los muñecos pueden ser utilizados por el terapeuta para explicar de manera visual algo pertinente en la sesión; en este caso es el terapeuta quien los coloca. 3.4. Quién mueve los muñecos Principalmente el consultor es quien debe asumir la responsabilidad de moverlos según las resonancias que se produzcan a lo largo del proceso. El cliente puede mover el muñeco que le representa a instancias del consultor (“busca un buen lugar para ti”) o incluso de manera espontánea (por ejemplo, cuando expresan: “creo que ahora me encuentro aquí” o “no, ahí no me siento bien”), pero no debemos permitir que muevan los muñecos que representan a otros miembros. En caso de que pidan permiso para cambiar un muñeco de lugar o que pidan al terapeuta que mueva alguno, debemos sopesar si ese movimiento está dentro del orden o si “resuena” en nuestro interior como adecuado. En caso afirmativo podemos permitir el movimiento. En caso de que vaya en contra de los órdenes podemos permitir el movimiento para explorar el efecto que tiene sobre el sistema representado y facilitar así que el cliente pueda verlo. También podemos explicar la razón de por qué no sería un buen movimiento. Muchas veces el cliente expresa que él se encontraría bien si las demás personas hicieran tal cosa o se colocaran de tal forma. En ese caso, suelo contestar que yo no puedo acceder a su sistema o a los otros miembros de su familia, pero que él sí y que por ello puede considerar el trabajo como una partida de billar, donde sólo podemos tocar nuestra bola pero que, cada vez que lo hacemos, cambiamos la configuración sobre el tapete y participamos en el curso de la partida. 3.5. Preguntar al cliente Hay que preguntar al cliente mucho más que en un taller grupal de constelaciones o que en una sesión habitual de psicoterapia. Necesitamos estar continuamente en contacto con la imagen que el cliente está teniendo de la representación de manera que podamos darnos cuenta de sus puntos ciegos así como de sus insights o “darse cuenta” y utilizarlos provechosamente. Para ello conviene preguntar de manera abierta, para facilitar el proceso de explicitar lo evocado, siempre haciendo referencia a los muñecos, cortando cualquier intento de irse fuera del aquí y el ahora, no permitiendo una verbalización excesiva y utilizando un tono y un ritmo pausado para facilitar la expresión libre del cliente y que no se convierta en un interrogatorio. Algunas de las preguntas más efectivas son: “¿Cómo se siente ese muñeco que te representa a ti?, ¿y ese que representa a tu hermana?”; “¿Cómo se encuentra el padre aquí? ¿Dónde mira? ¿Si pudiera hablar, qué crees que estaría diciendo?”; “Mira esta muñeca que representa a la esposa de este otro y a la madre de este chico y de esta chica: ¿cómo crees que se puede sentir ahí? ¿Está a gusto? ¿Dónde crees que le gustaría estar?”. Por lo general, los clientes entran bien en el trabajo y se permiten “jugar” de manera abierta y espontánea. Sin embargo, hay veces que nos podemos encontrar con dificultades a la hora de que la persona se implique en el trabajo con los muñecos. Cuando un cliente comienza a responder a nuestras preguntas relatándonos emociones, cogniciones o sucesos que no tienen tanto que ver con la ubicación de los muñecos en la sesión sino con la idea que tiene de lo que está sucediendo en su familia en la vida real, es necesario atraer su atención a los muñecos y su disposición y pedirle que base su respuesta en lo que está observando en la configuración y no en lo que sabe o cree que está pasando fuera de la consulta: “sí, es posible que tu madre esté triste porque tu padre se ha ido, pero mira a la muñeca que le representa y fíjate en cómo podría sentirse esta madre situada aquí al lado de sus hijos”; “lo que me estás contando es lo que crees que está pasando con tus hijos y es importante para ti, pero necesito que en este trabajo te permitas abrirte a una realidad algo diferente a la que tú vives cotidianamente, como si los muñecos pudieran darnos pistas de otras cosas que pueden estar ocurriendo bajo la superficie”. También, a veces, por pudor o porque simplemente nunca han jugado con muñecos, les cuesta dejarse llevar por las imágenes o las sensaciones ante las figuras. Es como si creyeran que existe una forma correcta de contestar y se sintieran paralizados por vergüenza o miedo a equivocarse. En esos casos subrayo la idea de que se trata de un juego, que no existen respuestas correctas y que es una forma de ayudarme a mí a ver lo que me han explicado antes sobre su familia o sobre lo que le preocupaba. 3.6. No interpretar Lo que nos interesa es el significado que algo tiene para el cliente, sus proyecciones, las connotaciones personales o las construcciones que emergen en el trabajo con muñecos. Podemos comentar lo que la imagen de los muñecos nos sugiere a nosotros para ver si al cliente le dice algo, si le resuena, pero no dándola como expertos o suponiendo que nuestra visión es mejor o más acertada. Por ejemplo, si un hombre ve a su representante muy tranquilo podemos señalar: “sí parece tranquilo, aunque yo lo veo un poco lejos de su mujer y de sus hijos ¿crees que además de tranquilo puede sentirse solo?”; o abiertamente mostrar nuestra sensación, “yo, en cambio, lo veo algo triste ¿tú qué opinas?”. Al mismo tiempo conviene utilizar términos como “me parece que” o “le veo”. 3.7. No discutir con el cliente No se trata de tener razón. El cliente puede ver hasta donde puede ver y no debemos forzarlo a ir más allá pues resulta contraproducente. Podemos darle nuestra visión y permitirle que la tome o no, sin obligación por nuestra parte de convencerle ni obligación por su parte de estar de acuerdo con nosotros. Como dijo Diderot: “A la conciencia hay que iluminarla, nunca empujarla”. En este trabajo, la tarea del consultor es facilitar al cliente que amplíe su mirada, pero no imponer la suya. 3.8. Buscar alternativas de evocación La imagen es que estamos en un cuarto con el cliente y le queremos mostrar otro donde nunca antes ha estado. Hay múltiples puertas para ello y no una sola. Posiblemente el cambiar de “cuarto” y moverse a un sitio desconocido le asuste y puede que nos cierre la primera o segunda puerta por la que le invitamos a pasar. Entonces necesitamos encontrar otra vía que le dé mayor confianza o donde sus miedos no sean tan paralizantes. Como no se trata de discutir ni de imponer, sino de ampliar la visión del consultante sobre un asunto, debemos buscar formas para que le resulte más fácil tomar una nueva perspectiva. A veces las dificultades para ver algo forman parte del problema y no se trata de culpar al cliente de sus “resistencias”, sino de buscar el lenguaje, la metáfora o el mito al que pueda acceder el cliente, que le ayude a salir de su propio laberinto. 3.9. Cerrar la sesión En el trabajo con muñecos es importante recapitular evitando que las palabras borren o diluyan la esencia de la remetaforización visual. También conviene advertir de posibles efectos del trabajo: cambios en el humor (irritabilidad, activación, decaimiento), síntomas físicos (hormigueos, palpitaciones, dolores de cabeza o de estómago) o incluso advertir que puede que no noten nada en absoluto (de manera que se disminuyan unas expectativas que pueden interferir negativamente en el proceso de cambio). 3.10. Retirarse del proceso de cambio La actitud más adecuada desde los órdenes de ayuda es la de retirarse, de manera que respetemos al cliente, su sistema y su destino. No podemos exigir que el cliente tome lo que se ha mostrado con el trabajo ni esperar que tenga unos efectos determinados. Conviene retrasar un siguiente trabajo por varias razones: dar tiempo a que el proceso de cambio tenga lugar; no interferir con el proceso de cambio con un nuevo trabajo; que el cliente no ponga la responsabilidad de la solución en nosotros como terapeutas o en los muñecos como “remedio mágico”; … Al utilizar los muñecos en consulta se pone de manifiesto un código visual que permite la comunicación interpersonal entre el terapeuta y el cliente y, también, una comunicación de tipo intrapersonal (del cliente consigo mismo, siendo el terapeuta testigo de la misma). En este sentido, los muñecos poseen un lenguaje característico y peculiar que requiere de un procedimiento que lo elucide y lo traduzca de forma que cliente y terapeuta puedan comprender y compartir. De manera similar al ajedrez, donde cada partida puede ser considerada diferente y única, aunque existan una única forma de mover las piezas y unas “reglas del juego” comunes, también cada trabajo con muñecos es diferente y único. Sin embargo, podemos echar mano de un procedimiento básico que nos garantice la implicación del cliente en el trabajo y una posición respetuosa por nuestra parte. En este sentido conviene tener en cuenta varios aspectos que pueden facilitar el trabajo: Necesitamos implicar al cliente: a través de que elija, coloque, preguntarle para que pueda comentar lo que siente ante la imagen. Debemos seguir muy de cerca el proceso que se está desarrollando en el interior del cliente: teniendo en cuenta tanto la información verbal que nos aporta como la no verbal, observando sus gestos y cambios posturales, su respiración, las reacciones emocionales. Se trata de una partida de ajedrez donde no hay contrincante, porque ganamos mientras el cliente gane: no se trata de tener razón ni de acertar, sino de facilitar que el cliente amplíe su construcción del mundo y de sí mismo de manera más coherente y constructiva. 4 Algunas técnicas relacionadas con el uso de muñecos en el espacio terapéutico Desde distintos marcos terapéuticos existen herramientas que también permiten procesos psicoterapéuticos similares o equivalentes a los facilitados en el trabajo con muñecos. Algunas de ellas son: 4.1. La “escultura familiar” Es una técnica por medio de la cual se recrean en el espacio las relaciones entre los miembros de la familia, a través de la formación de un cuadro físico. Esta técnica fue ideada por Kantor y Duhl (“Boston Family Institute”) y desarrollada por Papp (“Family Institute” de Nueva York) y por Virginia Satir [4]. La escultura familiar es tanto un instrumento de diagnóstico como una técnica terapéutica, en tanto que se visualizan y se experimentan, espacial y concretamente, las configuraciones relacionales de la familia. En la escultura familiar queda simbolizada la posición emocional de cada miembro de la familia respecto de los otros. Una vez seleccionado el escultor, el terapeuta pide al resto del grupo que se ponga de pie y que realice los movimientos que el escultor indique. Debe permitirse que la escultura se desarrolle a su propio ritmo y luego se pide a los participantes que compartan algunos de los sentimientos acerca de las posiciones físicas en que se encuentran. Cuando se pide a los miembros de la familia compartir dichos sentimientos con el escultor, es útil que el terapeuta los oriente para que expresen cómo se sienten, en relación a su posición física, en ese preciso momento. Así se evita que los miembros de la familia se sumerjan en una discusión intelectual sobre sus relaciones. Cuando el escultor ha terminado, el terapeuta puede pedirle que encuentre una posición para sí mismo en la escultura, ubicándose así dentro del cuadro. La técnica de la escultura familiar se puede emplear desde la primera sesión, pidiendo a los miembros de la familia que esculpan sus diferentes visiones de la familia en vez de “hablar” sobre sus problemas. En una sesión posterior, puede solicitar a los miembros que esculpan su visión “ideal” de la familia; de esta manera el terapeuta utiliza esta técnica con el fin de plantear los objetivos familiares del tratamiento. El terapeuta puede utilizar la técnica de la escultura familiar como un medio de afrontar un período de resistencia en el que pareciera no existir evolución. Puede ser particularmente eficaz, por ejemplo, para romper con la intelectualización defensiva de algunos grupos familiares altamente verbales. En conclusión, una escultura familiar es una “metáfora” espacial: se obtiene y se transmite información sobre la familia sin requerir comunicación verbal. La “comunicación analógica” de la escultura familiar sirve para abordar directamente el plano experimental sin la intervención del lenguaje. La principal diferencia entre esta técnica y el trabajo con muñecos es su asequibilidad. Las “esculturas familiares” constituyen una herramienta muy potente y una oportunidad única para la movilización corporal, energética y relacional, al requerir la construcción de esculturas humanas con los miembros de la propia familia. Por otra parte, también supone un alto coste de tiempo y energía en cuanto a que se requiere la presencia de todos los miembros de la familia en una misma sesión. A nivel práctico, los muñecos posibilitan utilizar las imágenes o cuadros configurados por los distintos participantes en una misma sesión o a lo largo del tiempo, disponiendo los muñecos de la manera en que los miembros de la familia lo hicieron. De esta forma se evitan los procesos de presión, coacción o sumisión durante la configuración y se facilita la planificación estratégica de la intervención, pudiendo decidir la secuencia de confrontación entre la imagen de un miembro de la familia y otro, o la conveniencia de mostrarlas sin presencia de aquel que configuró un determinado cuadro. Esto puede resultar especialmente interesante de cara a mostrar la imagen creada por un hijo a sus padres y darles las pautas consiguientes sin necesidad de que el hijo esté presente. De esta forma se pueden dar instrucciones estratégicas y, por ejemplo, evitar que siga inmerso en un proceso de parentalización, en el rol de “paciente identificado” o en el de intermediario entre la pareja de progenitores. Evidentemente la técnica de la escultura familiar no puede ser sustituida por la de muñecos sino que ambas se complementan mutuamente. 4.2. La rejilla de Kelly La técnica de rejilla parte de la Teoría de Constructos Personales. Fue elaborada por George A. Kelly [5] como un instrumento para evaluar las dimensiones y estructura del significado personal de las construcciones que una persona tiene de sí misma y del mundo que le rodea. Una rejilla consta de una serie de elementos representativos del área de construcción a estudiar, unos constructos [6] personales que sirven para discriminar entre los elementos y un sistema de puntuaciones que valora los elementos en función de la dimensión bipolar que representa cada constructo. Existen diversos formatos de rejilla, siendo uno de los más utilizados en el contexto clínico el trabajo con la rejilla de relaciones personales. En ella los elementos son seleccionados entre las personas significativas para el cliente, incluyendo las figuras del yo-actual y el yo- ideal. Entre los análisis que se pueden realizar de los resultados de esta técnica se encuentra el análisis de la familia, identificando los constructos que organizan la estructura familiar. Así, pueden observarse constructos que indican distintas dinámicas: límites generacionales, alianzas o coalición, de divergencia entre los padres, de identidad familiar, etc. La rejilla de Kelly es una herramienta de evaluación que, al contrario que los tests estandarizados de tipo psicométrico, se construye en colaboración con el cliente de manera que su administración permite, desde el primer momento, adentrarnos en su visión personal del mundo y en las dinámicas socioafectivas en las que se encuentra inmerso. La rejilla permite obtener, además, datos cuantitativos y gráficos referidos a las distintas dimensiones en que el cliente construye su realidad, así como a la disposición de las personas significativas para el cliente en ese espacio. Mientras que los muñecos no permiten la obtención de medidas cuantitativas, resultan mucho más cercanos e inmediatos, ya que una disposición con muñecos puede realizarse en veinte minutos o media hora, mientras que la construcción de la rejilla, y su ulterior análisis, requiere mucho más tiempo (una sesión para la obtención de los constructos; unas dos horas para que la persona rellene las casillas; otras dos horas para volcar los datos en un programa que los analice como por ejemplo el “Record”; y, al menos, otra sesión para hacer una devolución de los resultados al cliente). En mi experiencia personal, la combinación de ambas herramientas a lo largo del proceso terapéutico resulta altamente eficaz. 4.3. La silla vacía Es una técnica gestáltica que consiste en una dramatización donde el cliente toma alternativamente el papel de dos aspectos de un conflicto, mediante un diálogo guiado por el terapeuta (quien marca los momentos de cambio, sugiere el uso de expresiones, facilita la focalización en determinados aspectos experienciales, etc.). En esta forma gestáltica de “autopsicodrama” el cliente incorpora, mediante la dramatización, todos los personajes que intervienen en la representación (en el caso de los conflictos interpersonales no resueltos) o todas las partes o aspectos que generan el problema (para los conflictos intrapsíquicos). Esta incorporación se hace alternando los personajes con desplazamiento espacial. Es frecuente señalar simbólicamente la presencia “del otro” o de la “otra parte” mediante una almohadón o una silla (de ahí el nombre genérico de la técnica). Suele distinguirse dos aplicaciones [7]: el diálogo de la silla vacía para conflictos entre dos partes de sí mismo; y el dialogo de la silla vacía para sentimientos no resueltos relativos a otros. Ambas aplicaciones se pueden realizar en el trabajo con muñecos, de manera que el cliente hable desde los distintos representantes del conflicto intrapersonal o interpersonal. El hecho de que el cliente pueda ver a los distintos personajes también desde una “metaposición” de observador, permite que el terapeuta maneje más fácilmente la búsqueda de catarsis (dentro del personaje) o de contención (sacándolo al papel de observador externo) según considere conveniente. Muchos alumnos formados en las técnicas gestálticas suelen comentar que el trabajo de la silla vacía te da una información corporal y kinestésica muy valiosa. En este sentido puede considerarse que el trabajo con muñecos no facilita el acceso a ese tipo de información de una forma tan amplia y directa como la dramatización. Sin embargo, en el trabajo con muñecos es imprescindible tener en cuenta la comunicación no verbal y la información corporal del cliente (los gestos, la respiración, los cambios posturales, etc.), pues nos permite estar en contacto con el proceso interno que el cliente está realizando a través de los muñecos (¿se muestra indiferente?, ¿algo le afecta o le provoca una reacción emocional?, ¿intenta entenderlo?, ¿intenta no sentirse implicado? ). Por otra parte, muchas veces el trabajo con muñecos concluye con una intervención basada en visualizaciones guiadas donde la percepción del lenguaje corporal del cliente se torna fundamental para que el terapeuta pueda facilitar y acompañar los movimientos internos hacia una resolución del conflicto. 4.4. La reestructuración cognitiva Es una estrategia general de las terapias cognitivo-conductuales destinada a modificar el modo de interpretación y valoración subjetiva, mediante el diálogo socrático, la modelación y la práctica de hábitos cognitivos nuevos. La Terapia Racional-Emotiva Conductual y la Terapia Cognitiva [8] son modelos de abordaje clínico, donde la reestructuración cognitiva figura de modo prominente. Su hipótesis de trabajo es que los patrones de pensamiento, llamados distorsiones cognitivas, tienen efectos adversos sobre las emociones y la conducta, y que, por tanto, su reestructuración, por medio de intervenciones psicoeducativas y práctica continua, puede mejorar el estado del consultante. En este sentido y de cara a la reformulación de ideas o interpretaciones disfuncionales, dos son los aspectos que el trabajo con muñecos puede aportar a las técnicas de reestructuración: 1) permite que las emociones estén inmersas de manera orgánica en el proceso, superando el planteamiento de subordinación, control o manipulación del mundo afectivo del cliente mediante procesos cognitivos de corte analitico-racionalista; y 2) el facilitador no necesita colocarse en la posición de experto/maestro del diálogo socrático, sino que se convierte en colaborador en un proceso vivencial donde su autoridad no se basa en la posesión de la “respuesta correcta”, sino en el manejo de la perspectiva sistémica, la comunicación analógica y su actitud de respeto ante la realidad experimentada por el otro. 4.5. Las técnicas narrativas Dentro de la etiqueta de técnicas narrativas se pueden incluir tanto aquellas técnicas que elicitan narraciones por parte del cliente (diarios, poesías, historias de vida, episodios biográficos, etc.) como la utilización de narraciones por parte del terapeuta (cuentos terapéuticos, narraciones metafóricas, textos literarios y/o filosóficos o material de “biblioterapia”, etc.). Estas técnicas suelen abarcar tres objetivos comunes en psicoterapia: 1) ampliar la visión del mundo del cliente de manera que pueda estructurar y dar sentido a su experiencia y, por tanto, reconceptualizar sus problemas; 2) facilitar la activación emocional para que el cliente pueda reconocer, expresar, dar sentido y responsabilizarse de sus sentimientos, de manera que pueda establecer una “experiencia emocional correctiva” [9], una experiencia irreversible [10] o un anclaje de solución; y 3) promover la recapitulación de los “conflictos genéricos” del cliente con el fin de que supere aquellas pautas o “guiones” que provienen de experiencias de aprendizaje tempranas y que son poco adaptativos en el momento actual. En el trabajo con muñecos se puede acceder a estos tres objetivos comunes, con la ventaja adicional que utiliza simultáneamente dos tipos de lenguaje, ya que además de suscitar el discurso verbal de tipo narrativo permite el despliegue de un código simbólico basado en códigos espaciales y visuales. De esta manera, no sólo se activa el hemisferio izquierdo y las capacidades de análisis y racionalización, sino también el hemisferio derecho y los procesos de comprensión sintética, global y analógica. Estos son algunos ejemplos de técnicas muy utilizadas a lo largo de décadas en el contexto psicoterapéutico desde distintos marcos o enfoques teóricos. La mayoría de ellas gozan de gran popularidad y su eficacia se considera probada. Algunas de ellas pueden utilizarse, al igual que los muñecos, para objetivos distintos y complementarios. Por ejemplo, la técnica narrativa del diario permite la catarsis y la contención emocional y también facilita la metaforización y reformulación de cuestiones de interés para el cliente. Considero que la principal aportación del trabajo con muñecos, como herramienta terapéutica, es su enorme versatilidad para facilitar todos los procesos terapéuticos comentados en cualquier momento o fase de la intervención con un bajo coste temporal y material. La herramienta de los muñecos es hija y nieta tanto de un amplio repertorio de técnicas terapéuticas como de un importante bagaje de investigación filosófica y cultural. Sin olvidar que su procedencia debe mucho a marcos teóricos y a técnicas aplicadas con su propio origen, desarrollo y eficacia, en el trabajo con muñecos podemos encontrar una ventaja adicional en su versatilidad, ya que permite simultáneamente: Una comprensión sintética, al ampliar la construcción de la realidad mediante una imagen complementaria desde el hemisferio derecho. La experimentación de distintas vivencias y posibilidades (ensayo conductual, experiencia emocional correctiva, ampliar repertorio de respuestas). Facilitar tanto la catarsis como la contención emocional según la necesidad del cliente y del proceso terapéutico. Trabajar en distintos momentos del proceso terapéutico (evaluación inicial, valoración de necesidades, creación de alianza, fases intermedias, evaluación de progresos, cierre y seguimiento), con distintos objetivos e incluso desde distintos marcos terapéuticos. 5 Distintas utilidades del trabajo con muñecos El trabajo con muñecos, gracias a su versatilidad, pue de aplicarse de numerosas formas y con diversos objetivos. Al mismo tiempo, creo que el principal objetivo para plantear un trabajo con muñecos es la necesidad de ampliar la visión del mundo del cliente (los humanistas lo llamarían “toma de conciencia”, Hellinger hablaría de “perder la inocencia”) de manera que aumente los grados de libertad en sus elecciones vitales y cotidianas: que sus actuaciones dejen de estar motivadas o mediatizadas por implicaciones, compulsiones, introyecciones, etc. y pueda responsabilizarse de su bienestar de forma autónoma y adulta. Como se ha visto en los capítulos anteriores, los muñecos son una herramienta que permite representar visual y espacialmente distintos aspectos de la realidad subjetiva del cliente. Sin embargo, no se encuentran sujetos a un marco teórico propio, sino que necesitan estar guiados y apoyados por los conocimientos previos del terapeuta o consultor: en su experiencia vital y profesional, en su escuela filosófica y/o terapéutica, en su formación y en su sentido común. Así, los muñecos pueden ser útiles como test proyectivo o como herramienta de intervención cognitiva, emocional o, incluso, comportamental. A continuación se comentan algunos de los usos que puede darse a dicha herramienta: 5.1. Los muñecos como instrumento de evaluación Los muñecos sirven para valorar el estado actual del cliente, los conflictos expresados y no expresados, así como la imagen interna del problema y de sus intentos de solución. Muchas veces se puede trabajar con muñecos sin intención de intervenir a priori, sino como método de evaluación: como test pre-intervención, como test post-intervención y como test de una fase intermedia del proceso terapéutico. Por ello puede resultar conveniente sacar fotografías de las disposiciones, de manera que el terapeuta tenga archivadas las distintas imágenes y disponga de ellas para observar su evolución e incluso para mostrarlas al cliente en caso de considerarlo adecuado. Respecto a la conveniencia o no de mostrar estas imágenes configuradas con anterioridad, es necesario valorar cuidadosamente si mostrar una imagen antigua del problema puede resultar beneficioso para que el cliente se dé cuenta de su avance o mejora o si, por el contrario, puede tener efectos contraproducentes ya que puede retrotraerle a algo que ya está superado. Esta es una de las razones por lo que recomiendo no dejar durante mucho tiempo una imagen configurada del problema y por las que suelo dejar la imagen- solución sin recoger hasta que el cliente ha salido de la consulta. Caso-ejemplo 4: Fiel a su madre El siguiente caso ejemplifica el uso de los muñecos en la fase inicial del proceso terapéutico. Con el fin de evaluar la demanda del cliente, se planteó un ejercicio de muñecos que sirvió para tomar nota de algunos de los aspectos que convendría trabajar en las fases siguientes. El cliente es un hombre de 45 años, divorciado desde hace dos años, trabaja como directivo en una multinacional del sector de los videojuegos. Acude a consulta con la siguiente demanda inicial: “necesito ayuda para romper con mi amante, porque me he dado cuenta de que me estoy haciendo daño a mí mismo”. Por lo que relata, ha intentado dejar la relación tres veces y siempre ha vuelto antes de una semana porque “no podía aguantar la angustia de no estar con ella”. Después de recopilar algunos datos sobre la relación con sus padres, su matrimonio y su actual pareja afectiva (la considera “amante” aunque él está divorciado, porque ella se encuentra casada y tiene un hijo), le pido que realice la configuración con su padre, madre, ex-mujer, amante y él mismo. Imagen 4.1: Hombre no disponible busca mujer no disponible La imagen muestra varios aspectos que evocan desorden tanto en el sistema de origen como en el actual: Se sitúa en la misma línea que sus padres, siendo él el primero de la fila, formando él y su madre una pareja, mientras que el padre se encuentra alejado y de espaldas a ellos. Su ex-esposa se encuentra situada al frente, en el espacio del "futuro" y dentro de su campo de visión, como si quedara un asunto pendiente con ella. La amante se encuentra a la derecha, en la periferia de su campo de visión, mirando hacia fuera (es llamativa la simetría respecto a la posición del padre). Al comentar entre el cliente y la terapeuta lo que se observa en la configuración, destacan los siguientes comentarios por parte del cliente: “Mi madre está a gusto conmigo a su lado, así se siente protegida y acompañada”. “Mi padre siempre ha estado a lo suyo, es un egoísta y un cabrón. Se ha portado fatal con mi madre. Ya no nos hablamos”. “Mi ex-esposa me utilizó. Soy una víctima de sus manipulaciones. Nunca me quiso bien”. “X es el amor de mi vida”. Cuando la terapeuta hizo algunas observaciones como, por ejemplo, “parece que estás más cerca de tu madre que de tu pareja actual”, él tomó una actitud defensiva justificándose en las necesidades de su madre y afirmando que el muñeco que le representaba “quería realmente estar a lado de su pareja”. Cuando la terapeuta cambió el muñeco que le representaba al lado de la figura de la pareja, comentó: “Aquí estoy feliz, pero mi madre me necesita y tengo que volver con ella”. Él mismo tomo su figura y volvió a colocarla al lado de la madre. Estas observaciones indican cierta dificultad del cliente para adoptar una perspectiva más amplia de su situación y, simultáneamente, una alta implicación respecto al trabajo planteado con los muñecos (el hecho de discutir las observaciones hechas por la terapeuta en vez de ignorarlas o considerar el ejercicio como una “tontería” iría en este sentido). Como el objetivo era más la evaluación que la intervención, se le propuso incluir un personaje para una posible futura pareja que estuviera libre para él y así observar si la nueva imagen configurada representaba la dinámica del problema o planteaba una posible salida o paso hacia la solución. Imagen 4.2: Una mujer disponible no tiene oportunidad La imagen habla por si sola. Algunos de los aspectos que la terapeuta tomó en consideración para trabajar en las siguientes sesiones fueron cerrar el asunto pendiente con su ex-mujer, explorar la relación con el padre y trabajar el respeto hacia la madre. Entrar directamente a trabajar con la demanda inicial de poner fin a la relación con su “amante” (una mujer no disponible) parecía difícil por la ganancia secundaria (inconsciente, por supuesto) que obtenía con dicha relación: le permitía a él mismo no estar disponible. El hecho de estar en pareja con una mujer casada y madre de un hijo le permitía cubrir determinadas necesidades afectivas y, al mismo tiempo, no tener demasiadas responsabilidades de convivencia y relación. Así, podía evitar plantearse la necesidad de buscar y cuidar de una pareja con la que tener un proyecto común más realista, lo cual evidentemente, le provocaría conflictos personales e interpersonales (por ejemplo, tendría que asumir la culpa de no estar tan disponible para una de las dos mujeres, su madre o su pareja; tendría que asumir las quejas derivadas de ello; también tendría que plantearse que no puede sustituir a su padre en relación con su madre y que no puede ser mejor que él ni darle a su madre lo que el padre no le ha dado…). 5.2. Los muñecos como herramienta de metaforización y reformulación Los muñecos permiten a los clientes contemplar sus problemas desde una perspectiva nueva, ya que permiten crear analogías y conexiones no reconocidas hasta ese momento. De esta forma, como herramienta de metaforización, los muñecos ofrecen un paradigma o mundo de creencias diferentes, facilitando así el desarrollo de actitudes emocionales e interpretaciones nuevas y sugiriendo posibilidades no contempladas previamente. A través de los muñecos se puede evitar una confrontación directa, permitiendo al cliente tomar en consideración ideas o sentimientos que en otras circunstancias podrían ser evitados o negados. A través de la configuración de los muñecos se puede extraer una serie de metáforas que el cliente utiliza para representar su realidad. Por ejemplo, es frecuente observar imágenes en las que el cliente se sitúa apartado o excluido, imágenes donde se expresa una carga pesada o “mochila”, imágenes donde aparece atrapado o sin futuro, etc. De manera previa, incluso, a cualquier cambio en la configuración por parte del cliente o del terapeuta, se puede realizar una reformulación de la problemática y buscar una metáfora alternativa. Así, la “carga” puede ser reconceptualizada como un apoyo o una fuerza protectora, la enfermedad crónica puede ser tomada como una “amiga fiel” y la sensación de estar atrapado puede remetaforizarse como necesidad de sentirse arropado o de demostrar su agradecimiento. En cualquier caso, la reformulación se plantea siempre con el fin de buscar recursos en el cliente y aumentar su toma de responsabilidad, nunca de manera que se sienta obligado a resignarse a una situación que necesita cambiar. Caso-ejemplo 5: El regalo de la voz El caso que comento a continuación, a diferencia de la mayoría que presento como ejemplos, todavía no ha concluido. Se trata de Patricia, una mujer de 20 años con un retraso mental moderado, a quien su padre trae a consulta debido a que ha dejado de hablar hace poco más de un año. Entre los antecedentes se encuentra un diagnóstico muy temprano a la edad de dos años de retraso motriz y del habla. Cursa sus estudios de primaria en un centro normal donde le hacen una adaptación curricular. Termina la primaria sabiendo leer y escribir y con un desempeño social y académico bueno. Los pronósticos son muy favorables y todos los profesionales que intervienen consideran que su evolución le va a permitir una autonomía funcional. Sin embargo, durante la secundaria, que realiza en un centro especial, comienza a aislarse socialmente y los padres notan un cambio a peor a todos lo niveles. Actualmente no habla, no mantiene contacto ocular y muestra una actitud sumisa y apática. Está tomando un antidepresivo recetado por el psiquiatra y acude regularmente a un centro de terapia ocupacional donde se muestra poco participativa. Por otra parte, la madre se encuentra diagnosticada de una enfermedad degenerativa grave desde el nacimiento de la segunda hija hace 14 años. A lo largo de este tiempo ha perdido movilidad y ahora utiliza una silla de ruedas. Durante la entrevista inicial el padre me comenta que Patricia está muy celosa de la hija menor y que empezó a ir peor a todos los niveles desde que nació su hermana. Yo le señalo la coincidencia entre el curso de la enfermedad de la madre y el aparente retroceso de la hija y él responde que puede deberse a que siempre están juntas y que antes la madre la sacaba a pasear y a hacer cosas y que ahora se quedan en casa. Después le pido que me deje a solas con Patricia. Aunque Patricia no habla durante la consulta, sí se muestra participativa. Nos sentamos frente a una mesa y extiendo los muñecos. Le pido que busque un muñeco para ella, otro para su mamá, otro para su papá y otro para su hermana. Se toma tiempo para hacerlo, mira cada uno de ellos y finalmente elige y los coloca de la siguiente manera: Imagen 5.1: Soy pequeña y estoy primera Durante un tiempo no sé quién es quién. Supongo que el padre es la figura masculina y que ella se ha elegido como niña en contraposición a los muñecos adultos. Le coloco un post-it delante de cada figura y dejo un bolígrafo al lado, pidiéndole que escriba quien es cada muñeco. Tras un tiempo escribe su nombre delante del muñeco niña, “hermana” delante del muñeco de al lado, “papá” delante del muñeco hombre y “mi mamá” delante del último. De esta disposición me resulta significativo que ella se represente como una niña mientras que a su hermana, de 14 años, la representa con una figura adulta. Me llama la atención que ella se sitúe la primera del “batallón” y que la madre se encuentre en el extremo opuesto. También es interesante señalar la disposición de parejas: hermana-hermana, por una parte, y padre-madre por la otra. Le pido que ahora elija uno para su voz, para la voz de Patricia. Elige de la misma manera, tomándose su tiempo y mirando a los muñecos cuidadosamente. Cuando finalmente escoge uno, se lo queda un rato en la mano mirándolo y acariciándolo antes de colocarlo. Imagen 5.2: El regalo de la voz Ante esta imagen, le comento que me parece una voz muy bonita y que le ha hecho un regalo precioso a mamá: “ahora que tu mamá no puede andar le regalas tu voz y así tú tampoco puedes hablar, la debes querer mucho ¿no?”. Patricia sonríe ante este comentario y sigue mirando a los muñecos. Le cuento que su voz está muy contenta con su mamá y que seguro que la mamá también le agradece el regalo, pero que estoy convencida de que la voz estaría mucho más feliz cerca de Patricia ayudándola y protegiéndola y que su mamá también estaría más contenta si pudiera oír a su hija hablar y escuchar de nuevo esa voz tan bonita. Patricia sigue mirando los muñecos y ya no sonríe. Continúo hablando sobre lo tranquila que se sentiría la madre al saber que Patricia puede utilizar de nuevo su voz para contarle cosas y decirle si necesita algo, porque a las mamás les gusta mucho saber qué necesitan sus hijos y les gusta escuchar cómo les ha ido el día, y qué han hecho en el colegio y si se lo han pasado bien… Mientras continúo hablando, Patricia coge suavemente la voz y la vuelve a acariciar. La coloca al lado de su figura y vuelve a sonreír. Con la nueva imagen le comento lo contenta que está la voz de estar cerca de Patricia de nuevo y le pido que escoja un muñeco que sea la enfermedad de la madre. El cuidadoso proceso de elección se repite. En este caso, antes de colocarlo, toma a la figura de su hermana en la mano, la acaricia, y la coloca un poco adelantada respecto a los padres y ella. Luego pone el muñeco de la enfermedad al lado de su hermana. En este caso, sólo le pregunto: “¿no crees que mamá tiene derecho a descansar con su enfermedad?”. Después de un rato, donde parece estar decidiendo o reflexionando, mueve los muñecos muy despacio dejando la siguiente disposición: Imagen 5.3: Mamá puede descansar Cuando hablo con mis compañeros y con mis alumnos de esta sesión, suelo destacar el que los muñecos me permitieran trabajar con Patricia a pesar de que ella no me hablara ni me mirara. También me gusta señalar lo que me enseñó respecto a los posibles prejuicios ante un caso así. Patricia no sólo se implicó en el trabajo de los muñecos sino que compartió el significado metafórico y encontró, sin apenas intervención por mi parte, una metáfora visual alternativa que constituye una imagen de solución [11]. 5.3. Los muñecos como movilizador emocional Una persona no puede comprender totalmente sus emociones sólo hablando de las mismas de manera abstracta. La elección de las figuras que van a representar a personas significativas, su ubicación en el espacio, las dramatizaciones desde cada personaje, la repetición de frases sanadoras son elementos del trabajo con muñecos que provocan reacciones emocionales intensas en el cliente. Las figuras promueven la implicación y la sugestión del cliente y facilitan enormemente la catarsis. Por otra parte, la posibilidad de “mirar desde afuera” y desidentificarse de su propio representante permite llegar a una contención emocional de manera bastante inmediata y eficaz si el terapeuta lo considera conveniente. Caso-ejemplo 6: El dolor de necesitar Durante los cursos que imparto sobre el manejo de los muñecos como herramienta terapéutica, se plantean numerosas prácticas supervisadas. El trabajo que comento a continuación se desplegó a partir de uno de esos ejercicios entre dos alumnas: una que tomaba el rol de cliente y la otra de terapeuta. La propuesta era trabajar con dos aspectos de la personalidad del “cliente” que le resultara difícil integrar o manejar. La polaridad que planteó Marta fue la de su parte activa y su parte pasiva. La terapeuta, al observar los muñecos elegidos y su disposición, comentó a Marta que sí veía a la muñeca que representaba la parte activa con una actitud decidida. En cambio, la muñeca que representaba la parte pasiva no la veía como alguien sin iniciativa o sin capacidad de actuación, sino que más bien parecía con una actitud receptiva, dulce, más interesada en cuidar que en avanzar profesionalmente. Marta aceptó la reformulación de “receptiva”, aunque comentó que sólo se sentía a gusto con la muñeca que representaba su parte “activa” y sentía que la parte “receptiva” era infantil, poco práctica y que prefería tenerla lejos. Como en un ejercicio anterior se habían realizado los genogramas a partir de entrevistas entre los alumnos, la terapeuta trabajó con la hipótesis de que ambas partes estaban en relación con dos figuras familiares de Marta: Relacionó la parte “activa" con una tía abuela de Marta por la rama paterna, que había sido soltera, políticamente activa durante la Guerra Civil y que había muerto fusilada. Relacionó la parte “receptiva" con una tía abuela de Marta, en este caso de la rama materna, que también había sido soltera, que había cuidado de sus hermanos siendo pequeños y de sus padres de mayores y por la que sentía cierta pena. Al colocar las figuras de las dos tías, la cliente sintió que debía protegerse aún más de la parte “receptiva”. La terapeuta exploró las sensaciones que le producían a Marta mirar a cada una de esas partes. Colocó a la muñeca de Marta primero frente a su parte “activa” y después frente a su parte “receptiva”. Así se puso de manifiesto que Marta relacionaba la idea de “activa” con la de ser independiente y no necesitar nada de nadie, mientras que asociaba la parte “receptiva” a la sensación de necesitar algo de los demás y, por tanto, ser dependiente. En determinado momento, ante la pregunta de “¿cuál es el problema de recibir de los demás?”, Marta contestó que el problema era cuando necesitabas algo y no te lo daban y que no estaba dispuesta a pasar por ello otra vez. La actitud de Marta en ese momento era defensiva, como si intentara evitar la sensación de dolor que puede provocar la frustración de necesidades importantes. Por eso la terapeuta planteó la posibilidad de que dicha actitud, evitar necesitar o depender de los demás, estuviera relacionada con experiencias que Marta podía haber tenido en su infancia. Explicó a Marta lo siguiente: Que posiblemente, de pequeña, había necesitado algo de sus padres y no lo había podido recibir. Que ante el dolor que le había provocado la frustración de sus necesidades, Marta había desarrollado un mecanismo de defensa que le protegiera en lo sucesivo de dicho dolor: no necesitar nada de los demás. Lo curioso es que esta hipótesis también podía explicar el conflicto de Marta respecto a su deseo de tener pareja: Marta quería tener pareja. Sus relaciones de pareja no habían funcionado hasta la fecha. Marta sentía que ella daba todo a su pareja y que él se iba. Respecto a este tema, la terapeuta planteó la siguiente pregunta: “¿Qué hombre puede sentirse valorado por ti si no te permites necesitar nada de él?”. Tras este planteamiento, la terapeuta cogió la figura de una niña y la posicionó frente al muñeco que representaba a Marta. Después le pidió que dijera: “no quiero mirarte porque tus necesidades me hacen sentir vulnerable”. Marta se quedó muy impactada y comenzó a hablar sobre su infancia, sus padres, las dificultades económicas, las carencias afectivas y entró en contacto con un dolor profundo, sin entrar en el llanto sino de una manera contenida y, al mismo tiempo, muy evidente para los que estábamos presenciando la escena. Imagen 6.1: Ahora que soy adulta, puedo cuidarme Finalmente, la frase sanadora sugerida por la terapeuta fue: “mi querida pequeña, ahora que ya soy adulta puedo mirarte y protegerte. Por favor confía en mí y ayúdame a saber lo que necesitas para aprender a cuidarte y a cuidarme mejor”. Este caso muestra cómo, en muchas ocasiones, las hipótesis sistémicas pueden dar pistas y ayudar a ampliar la visión del cliente pero que, finalmente, el trabajo fundamental consiste en que la persona se responsabilice de su bienestar y deje de justificar sus dificultades y conflictos por experiencias pasadas, lealtades transgeneracionales o implicaciones diversas. 5.4. Los muñecos como apoyo explicativo Los muñecos también pueden ser utilizados por el terapeuta para representar gráficamente una observación sobre el asunto que el cliente trae a la sesión, clarificar una confrontación o una interpretación o ejemplificar una actitud/conducta alternativa. En general, esta forma de apoyar las intervenciones del terapeuta suele ser bien acogida en tanto que resulta menos directiva que la meramente verbal. Caso-ejemplo 7: ¿Por qué nos peleamos? Una pareja acudió a mi consulta por recomendación de la maestra de la niña que acude a un centro de educación infantil. Los padres, Darío y Elena, estaban muy preocupados por los problemas de comida de su hija de tres años. En la escuela no presenta problemas para comer ni de otro tipo. En casa, en cambio, la hora de la cena es temida por los padres pues la niña se niega a comer, tiene “rabietas” y ellos terminan agotados y discutiendo. Después de la entrevista inicial saco los muñecos y les pido que cada uno de ellos monte una escena familiar donde aparezcan los tres. Las dos configuraciones son prácticamente iguales salvo por un par de curiosas diferencias: En la configuración de Elena, el padre se encuentra más distante de la madre y de la niña que en la configuración de Darío. En la configuración del Darío, el muñeco que le representa mira hacia la madre y la niña mientras que la muñeca que representa a la madre mira a otro lugar. Por el contrario, en la imagen planteada por Elena, el muñeco que la representa a ella mira hacia el padre, mientras que el muñeco que representa al padre mira a otro lugar. Imagen 7.1: Ella no se siente cuidada (trabajo de la madre) Imagen 7.2: Él no se siente valorado (trabajo del padre) Entiendo, con estas configuraciones tan parecidas y al mismo tiempo contrapuestas, que: ambos sienten que están atentos al otro miembro de la pareja y que no sienten que el otro esté atento a ellos de la misma manera. Cuando les pregunto sobre la relación de pareja encuentro lo siguiente: Darío está acudiendo a psicoterapia por una depresión tras un despido improcedente. Elena ha montado un negocio de venta por internet con una socia hace poco más de un año y cada vez les va mejor. Darío siente que ha perdido la complicidad y la pasión de los primeros años de relación. Elena se queja que él no colabora en casa y que apenas la ayuda con la niña. Darío ha encontrado un trabajo nuevo con el que no está contento. A Elena le gustaría dedicar más tiempo y energía al negocio para sentirse tranquila con su socia y con su proyecto. Ambos consideran que su vida sexual podría ser más satisfactoria (“estamos tan cansados”, “a veces siento que es por obligación”, “me da miedo que la niña se despierte”). En la configuración de Elena añado un muñeco para representar donde mira Darío. Les explico que, posiblemente, ella está viviendo como ausencia o distancia la necesidad que tiene él de recuperar la confianza en sí mismo tras el despido. Que seguramente por ello él está intentando hacer cambios a nivel personal con la terapia y a nivel profesional con la búsqueda de un puesto más satisfactorio. Le propongo la idea de que si él se cuida e intenta encontrarse mejor no se debe a motivaciones “egoístas” o a que no piensa en ella. Puede que se deba a un deseo de aportar más a su familia y de sentirse valorado por su mujer. Darío se muestra conforme con la explicación y Elena acepta la propuesta de intentar tenerlo en cuenta cada vez que ella sienta que él sólo se preocupa por sí mismo. Imagen 7.3: Que él se cuide beneficia a la familia (reformulación) De la misma forma, en la configuración planteada por Darío coloco un muñeco para representar donde mira ella. En este caso también les explico: Que el hecho de que Elena mire a su negocio y a su necesidad de realizarse profesionalmente es algo que beneficia a la pareja y a la familia. Que posiblemente podrán disfrutar de ello a medio y largo plazo. Que necesitan asumir que a corto plazo puede tener algunos inconvenientes: él tiene que ocuparse más de las tareas domésticas que hasta ese momento ella se ha encargado, ella debe aceptar ciertos sentimientos de culpa respecto a la hija por dedicarle menos tiempo, etc. A continuación les pido que intenten crear entre los dos una imagen de la situación familiar “ideal” a la que les gustaría llegar. Imagen 7.4: Primera propuesta común de solución Lo curioso de esta imagen es que ellos la proponen como una posible “relación ideal” y sin embargo lo que muestra es claramente la dinámica del problema: La hija “está uniendo" a los padres y la relación de pareja queda relegada a segundo término. La hija no puede manejar bien el poder que otorga esa posición pues, por una lado, le gustará estar de protagonista y, por otro, le provocará inseguridad, ya que parece que el que los padres se miren o no depende de ella. Para mostrar mejor esta idea posiciono las dos figuras de los padres mirándose y les pregunto. “¿Os suena de algo esta imagen?”. Imagen 7.5: Explicación sobre el conflicto con la comida Sin dudarlo ni un instante ambos responden que esa era la situación habitual a la hora de la cena. Entonces les propongo una imagen de solución alternativa y pregunto si les resulta atractiva. Imagen 7.6: Propuesta de solución aceptada Tras una pequeña discusión sobre la proximidad de la hija (la madre la coloca pegada a ellos y el padre más distante) llegan a un acuerdo en la imagen y dicen que sí representa la familia feliz que ellos quieren llegar a ser. Tras este consenso, explicitamos los pasos para pasar de las imágenes iniciales configuradas por ellos a esta imagen de bienestar aceptada por los dos: Darío necesita seguir trabajando para mejorar su autoestima. Ella debe entender que cuando dedica tiempo a su terapia, a preparar y hacer entrevistas de trabajo o a hacer actividades gratificantes no sólo lo hace por él sino también por su familia. Elena necesita darse tiempo para encontrar su propio pacto que le permita reconciliar su proyecto profesional, su proyecto familiar y su bienestar emocional. También tiene que cuidarse más a sí misma y pedir ayuda a su esposo, confiando y apoyándose en él, de manera que no se cargue con tantas responsabilidades sin darse cuenta de las facturas físicas y afectivas que luego aparecen. Ambos deben encontrar una postura común en relación a la comida de la niña. Como Elena es la que más se preocupa y la que más se altera, es conveniente que aproveche el momento de la cena para retirarse y descansar. Así cede la autoridad al padre en esa situación, toma un tiempo para sí misma y evita que la niña utilice la comida para “obligar” a los padres a mirarse a través de la discusión. Necesitan retomar poco a poco la relación de pareja. A pesar del cansancio y de las dificultades de buscar alguien que cuide a la pequeña resulta conveniente que se planteen salir de vez en cuando solos como pareja. Al principio tienen que verlo como una obligación y salir, al menos, una vez cada quince días. Poco a poco es de esperar que encuentren cada vez más motivación en el hecho de compartir juntos algo que les gustara antes o probar nuevas actividades en pareja: cine, amigos, cenar, charlar en un café, etc. Así, se dan la oportunidad de encontrar de nuevo puntos de complicidad y podrán volver a sentir la familia como un proyecto común y no como un cúmulo de responsabilidades y cargas a repartirse y aguantar en solitario. Por otra parte, solicitar al cliente que utilice los muñecos para explicarnos alguna cuestión o aspecto de su vivencia que le preocupa puede ayudarnos a comprender mejor todas las implicaciones que tiene dicha cuestión para el cliente. A través de crear la imagen o cuadro de un aspecto de la realidad construida internamente por el cliente, pueden surgir elementos nuevos o no identificados en el discurso. A modo de herramienta de proyección, supera el reduccionismo secuencial, característico del código verbal, ya que plasma de manera atemporal un conflicto permitiendo que entren en escena todos los aspectos simultáneamente. Por eso, puede resultar conveniente pedir al cliente que explique algún aspecto de su discurso mediante los muñecos, de manera que lo que resultaba confuso o contradictorio pueda tener un espacio para la clarificación, así como permitir que aparezcan los aspectos ocultos u olvidados. En numerosas ocasiones, el mero hecho de desplegar la configuración y observar aquellos elementos que durante el discurso verbal no habían aparecido resulta extremadamente satisfactorio y provechoso para el cliente. Caso-ejemplo 8: Cuando la confianza ayuda más que la preocupación Este trabajo se planteó en una de las sesiones del proceso terapéutico de Silvia, una mujer de 43 años, casada, con una hija de 8 años, licenciada en Periodismo y que se dedica actualmente a las tareas de cuidado de la familia y de la casa. Durante la sesión planteó su preocupación por una serie de sucesos que se habían producido la semana anterior en relación a una compañera de su hija: Parece que esta niña se metía con su hija e intentaba que otras compañeras de la clase no jugaran con ella. Su hija le había comentado que la otra niña le había dicho que sus papás no la querían. Silvia estaba preocupada porque no sabía cómo reaccionar cuando su hija le contaba esas cosas y que no sabía si había sido acertado decirle que “lo que le pasa a tu compañera es que tiene envidia de ti”. Además, estaba preocupada por si volvía a pasar algo de ese estilo puesto que el marido de Silvia le había dicho a su hija que si volvía a suceder tenía que contestar insultándola y que si no, iría él a decirle a esa niña lo fea, lo mala y lo tonta que era. Por otra parte, se estaba planteando una tutoría con la profesora para ver las medidas que se podían tomar para controlar que esa niña no se metiera con su hija. Silvia dedicó bastante rato a explicarme que la niña en cuestión era adoptada, que su hermana mayor era hija biológica de sus padres y que, casualmente, se llamaba Sofía igual que su hija. La sensación que me producía al escuchar este relato es que Silvia y su marido se encontraban tan preocupados por controlar la situación que estaban perdiendo de vista los sentimientos y necesidades de su propia hija. Pedí a Silvia que planteara el problema que me estaba contando con muñecos. Imagen 8.1: Los padres están más cerca de la preocupación que de su hija La imagen configurada está en consonancia con la idea previa de que la preocupación sobre el asunto hacía que los padres estuvieran más pendientes de la compañera que “acosaba” que de su propia hija. Resulta muy llamativo que Silvia colocara su muñeco y el de su marido detrás de la niña que molestaba a su hija (supongo que para expresar la necesidad de “controlarla”) en vez de detrás de su propia hija (de manera que la hija se sentiría más “protegida”). Ante las preguntas “¿cómo se siente tu hija?” y “¿cómo se siente la compañera de tu hija?”, Silvia se dio cuenta de que su atención estaba más centrada en la otra niña que en su propia hija, a la que veía “muy solita”. Le pedí que sacara a los padres de la otra niña y a su hermana. Colocó a los padres bastante distantes de su hija pequeña, pendientes de su hija mayor que parecía estar mirando a Sofía, la hija de Silvia. Después le pregunté si podía encontrar un mejor lugar para ella y para su marido de manera que Sofía, su hija, se sintiera menos sola. Primero colocó a los muñecos que les representaban detrás de Sofía, muy pegados a ella. Le pregunté cómo se podía sentir su hija con ellos tan cerca y me contestó que parecía sentirse muy protegida. Le pregunté si Sofía podía sentir que sus padres confiaban en ella o si creían que no iba a poder resolver sus problemas en el colegio sin su ayuda. Ante esta cuestión comentó que era cierto, que no confiaban demasiado en ella y que posiblemente ella lo notara y provocara que se sintiera más pequeña de lo que realmente era. Retiré un poco las figuras de ella y su marido, comentándola que para Sofía podía ser una buena ayuda que confiaran más en sus recursos para resolver adecuadamente el conflicto y que también necesitaban confiar en la profesora y en su labor en el aula. Silvia aceptó el cambio y expresó que así se sentía mucho mejor ella y que veía a su hija mucho más contenta y capaz. Respecto a la profesora expresó: “no debe ser fácil que los padres estemos cuestionando tu labor todo el rato”. Imagen 8.2: La confianza de los padres ayuda a la hija Finalmente, le pregunté sobre posibles respuestas si su hija volvía a contarle un episodio similar y estuvo probando distintos mensajes posicionando a la muñeca de su hija de cara a la muñeca que representaba a Silvia. Después de escucharse a sí misma hablando con la muñeca de Sofía concluyó que, mejor que dar a su hija consejos o instrucciones sobre cómo actuar, podía utilizar preguntas del tipo “¿cómo te sentiste cuando te dijo eso?”, “¿qué hiciste?” o “¿por qué crees que hace eso?” y “si necesitas ayuda de tu profesora para resolverlo ¿te atreves a pedírselo?”, ya que pensaba que ayudarían a Sofía a darse cuenta de que tenía interés por sus problemas y, al mismo tiempo, que confiaba en ella. Esta utilidad de los muñecos como apoyo explicativo se pone de manifiesto de una manera especial en las sesiones de asesoramiento y supervisión de casos que realizo periódicamente con estudiantes y profesionales de la ayuda (psicólogos maestros, consteladores y trabajadores sociales fundamentalmente). El hecho de configurar un caso tal y como lo ven e incluirse en la imagen, ayuda muchas veces al profesional a replantearse su posición y la perspectiva adoptada desde ella. 5.5. Los muñecos como personajes Tanto una dramatización de conflictos intrapersonales (por ejemplo, una polaridad) o interpersonales, como un ensayo conductual de respuestas alternativas, puede verse facilitado enormemente por una representación a través de los muñecos. De manera similar a la técnica de la silla vacía, el cliente puede adoptar la visión y la voz de los distintos elementos o personajes representados por los muñecos. Como se ha comentado anteriormente, el hecho de poder adoptar, no sólo el lugar de cada uno de los muñecos, sino también el papel de observador desde una metaposición fuera del despliegue de las figuras, posibilita el análisis y la contención emocional además de los procesos de activación emocional y empatía. Del mismo modo, un ensayo conductual o role-playing resulta facilitado al no tener que hacerse en el vacío o mediante una “autodramatización imaginativa”, sino apoyado por elementos materiales y figurativos. Con este objetivo he trabajado en diferentes ocasiones; algunos ejemplos son: Un trabajo, como asesora de un colegio concertado, con un adolescente con conductas disruptivas y desafiantes en el aula. Como en aquel momento no disponía de muñecos, trabajamos con piezas de ajedrez a las que pegué unos ojos de plastilina. Coloqué las figuras para representar lo que sabía de él y de sus circunstancias familiares y escolares. Al principio observó en silencio manteniendo cierta distancia. En determinado momento saltó: “no, mi padre no está ahí sino aquí” y recolocó las piezas según su visión. En su configuración aparecía un padre alejado, mirando hacia afuera, y un hijo intentando llamar su atención. Así que le propuse que le dijera a su padre lo que opinaba de él. No puso ningún reparo. Colocó su pieza, un peón, frente a la de su padre, un rey, y comenzó a hablar. A medida que le iba contando lo que opinaba de la relación que el padre estaba manteniendo con la madre, de lo que echaba de menos que estuviera más con ellos y de sus dificultades para controlar su comportamiento en el colegio, se fue emocionando. También le pedí que aprovechara para hablar con las piezas que representaban a los profesores y darles su opinión. Para la orientadora, que estaba presente, y para mí fue impactante ver la lucidez con la que el chico expresaba su visión sobre sus problemas con la autoridad y explicara a las figuras que no era contra ellos, que todavía no había encontrado otra forma de conseguir que su padre le hiciera caso. Al terminar la entrevista se despidió mirándome a los ojos, quizás por primera vez en toda la sesión, y dándome las gracias. Posteriormente, la orientadora me comentó que el chico había mejorado mucho su actitud como alumno y que los padres habían acudido juntos, por primera vez, a una tutoría. A pesar de todos los pronósticos previos, el chico terminó la secundaria obligatoria y se matriculó en el módulo de formación profesional que le interesaba. Una mujer de 58 años que había estado cuidando de su madre hasta su muerte. Acudía a consulta porque, después de dos años y medio, tras la muerte de la madre, donde se había encontrado bastante fuerte y tranquila, llevaba cuatro meses llorando y pensando en su madre “obsesivamente”. Le planteé que posiblemente estuviera viviendo un duelo diferido y que quizás todavía quedaban palabras no dichas o asuntos que necesitaban resolverse en la relación con su madre. Ella contestó que se llevaba muy bien con su madre y que no tenía ningún reproche contra ella, que sólo la echaba de menos. Le argumenté que no cuestionaba la buena relación entre su madre y ella, que precisamente podía ser la razón por la que ahora le estaba costando afrontar la despedida. Le pedí que eligiera dos muñecos, uno para representar a su madre y otro para representarla a ella, y que los colocara. Los colocó uno al lado del otro, mirando al frente, así que puse al suyo mirando a su madre y le sugerí que le dijera todo lo que le echaba de menos. Aunque al principio le costó un poco hablar en primera persona (“le diría que la quiero mucho” en vez de “mamá, te quiero mucho”), aceptó las indicaciones de que se olvidara de mí e intentara mantener una conversación con su madre de la manera más directa posible. A medida que fue entrando en el trabajo apareció el amor que sentía por ella, el dolor por su muerte, lo que le estaba costando encontrar sentido a su vida, la vergüenza por haberse sentido liberada en el primer momento, cierto rencor porque se hubiera ido dejándola sola, la necesidad de hablar con ella y de poder contarle las cosas, etc. Cuando se hubo desahogado le pedí que eligiera una figura para su padre (que había muerto diez años atrás) y lo colocara. Como lo puso detrás de la figura de la madre, cogí ésta y la coloqué al lado de su marido. Le pedí que ahora les hablara a los dos. Ella los miró sorprendida y exclamó: “¡Cómo me alegro de que estéis juntos de nuevo!”. Después se despidió de ellos: “Aunque a veces me cueste tirar hacia delante no os preocupéis por mí, sabiendo que estáis juntos se me hace más llevadero”. Respecto a este trabajo me gustaría comentar que no apareció nada que ella no supiera previamente (cuánto quería a sus padres y que, de alguna manera, se encontraban juntos) y que, sin embargo, el hecho de decir y escuchar las frases que habían surgido espontáneamente en la representación con los muñecos le resultó muy reconciliador. Posiblemente este tipo trabajo pueda darse de manera similar a través de escribir una carta o mediante la técnica de la silla vacía, sin embargo, creo que el apoyo de los muñecos permite al terapeuta seguir muy de cerca el proceso emocional de la persona pudiendo, según considere conveniente, contenerlo, intensificarlo o guiarlo de manera directa y sencilla. Una mujer de 34 años, psicóloga y empleada en el departamento de recursos humanos de una multinacional, a la que habían ofrecido un mejor puesto en una empresa nueva, acudió a consulta para que le ayudara a preparar lo que quería decirle a su jefe. Ella se sentía muy agradecida a su jefe por las oportunidades que le había ido dando, la confianza que había depositado en ella y por lo bien que se había portado durante un periodo donde le había costado compatibilizar sus tareas profesionales con las circunstancias familiares (muerte de un hermano, enfermedad de la madre y divorcio tras cuatro años de matrimonio). Aunque tenía clara la decisión que había tomado, cambiar de empresa, se sentía incapaz de comunicársela a su jefe. Al utilizar los muñecos para preparar la posible entrevista con el jefe, la cliente pudo observar que se sentía mejor con un tipo de frases (“agradezco mucho lo considerado que has sido conmigo”, “me siento afortunada de haber adquirido experiencia con un profesional de tu talla”) que con otras (“siento muchísimo no poder responder a tus expectativas”, “espero que puedas perdonarme”). También le permitió distinguir el miedo que sentía a que su jefe se enfadara o se sintiera decepcionado del miedo que sentía ella misma a equivocarse. De esta manera, además de ensayar la temida interacción y prepararse para las posibles reacciones y contraofertas del jefe, pudo darse cuenta de las diferentes emociones que surgían en relación al tema y aceptarlas, observar el amplio repertorio de respuestas que disponía, ponerse en el lugar del jefe y considerar el efecto que podía tener sobre él una u otra forma de comunicarle la noticia, así como sentirse más segura en cuanto a su decisión y sus capacidades para llevarla a cabo. La herramienta de los muñecos es muy versátil y puede utilizarse tanto como procedimiento de evaluación como de intervención. Muchas técnicas terapéuticas que provienen de distintas escuelas o marcos teóricos pueden verse facilitadas a través de esta herramienta. Así, por ejemplo, los ejercicios de integración de polaridades, los diálogos de la silla vacía, los ensayos conductuales o la reformulación del problema pueden realizarse a través de los muñecos, de manera que cualquier información verbal se ve enriquecida y complementada por imágenes que provocan la movilización emocional. Los objetivos de ampliar la visión del cliente, proporcionarle experiencias afectivas alternativas, recapitular conflictos y generar recursos se alcanzan con los muñecos a través de combinar procesamientos complementarios: análisis y síntesis, observación y narración, lo personal y lo relacional, hechos y metáforas, etc. Por último, los muñecos también pueden utilizarse como figuras de representación en la aplicación de la técnica de constelaciones sistémicas en una sesión individual, y sobre ello trata la segunda parte del libro. 6 La aplicación del trabajo con muñecos con niños y adolescentes En terapia infantil es habitual utilizar el juego tanto como enfoque terapéutico en sí mismo (para facilitar la expresión de ideas y sentimientos, con el objeto de reproducir eventos impactantes en un contexto seguro, como medio de socialización en grupo, para facilitar el aprendizaje y la búsqueda de soluciones, etc.) como para apoyar otras técnicas terapéuticas (relajación, escenificaciones e motivas, modelado, autoinstrucciones, como refuerzo en programas de control de contingencias, etc.). Así, los terapeutas infantiles suelen disponer de material lúdico como papel, plastilina, cuentos, marionetas, construcciones, pelotas y, por supuesto, figuras humanas (por ejemplo, muñecos de playmóbil). No me dedico específicamente a la terapia infantil aunque tengo cierta experiencia en el uso terapéutico de los muñecos con niños y adolescente pues con relativa frecuencia me consultan profesionalmente padres preocupados por sus hijos y, como orientadora, he trabajado con maestros que necesitan apoyo en su labor en el aula. Por otra parte, entre los alumnos que acuden a los cursos de muñecos y a las supervisiones que ofrezco, se encuentran numerosos terapeutas que trabajan exclusivamente con población infantil y/o adolescente. Gracias a las cuestiones y casos que me van planteando sigo aprendiendo sobre las peculiaridades de aplicar esta herramienta en el trabajo con niños. Uno de los comentarios más habituales que escucho cuando hablo sobre la utilización de los muñecos en terapia es, “debe funcionar fenomenal con los niños ¿no?”. Me resulta curioso que esta idea sea tan ampliamente compartida y, si bien es acertada en gran parte, creo que conviene matizarla: El trabajo con muñecos es muy útil y efectivo con niños y adolescentes aunque, al mismo tiempo, requiere un cuidado especial a distintos niveles. Al ser una herramienta con gran capacidad para movilizar emocionalmente debemos estar muy atentos durante todo el proceso a las reacciones del niño y ser capaces de contenerlas en caso necesario. Es frecuente que en las sesiones de supervisión algún terapeuta comparta con asombro el impacto que había provocado en un niño o un adolescente el trabajo planteado con los muñecos. El juego y, por extensión, cualquier objeto de carácter lúdico puede tener, para algunos niños, connotaciones que dificulten o impidan el trabajo. Así, hay adolescentes que ante los muñecos se sienten “infantilizados”. Los niños que no han disfrutado con actividades de ese tipo previamente suelen sentirse presionados (como si tuvieran que hacer algo “correctamente” y no saben cómo) e incluso a algunos les da miedo (un niño me dijo que servían para hacer vudú y que no quería tocarlos). De nuevo se trata de ser cuidadoso y estar muy atento a la actitud del niño ante los muñecos con el fin de tener en cuenta estas posibles significaciones que en adultos no suelen darse (en general, los clientes adultos se relajan ante el planteamiento del trabajo y les resulta, al menos en un primer momento, divertido). Al contrario que la mayoría de los adultos, los niños están más acostumbrados a comprender las cosas de una manera mítica o mágica, a utilizar metáforas y narraciones en su percepción de la realidad y en la comunicación de la misma, a incluir lo lúdico en lo cotidiano e, incluso, a tomarse muy en serio el juego. Así, en algunas ocasiones, me he encontrado que el trabajo con muñecos no resultaba espontáneo y que el niño controlaba hábilmente la información que le interesaba que apareciera en la configuración y la que no. En esos casos no intento modificar la actitud del niño sino que presto especial atención a qué elementos de su visión me está ofreciendo e intento, al mismo tiempo, descubrir los elementos “vetados” respetando en todo momento la necesidad del niño de ocultarlos. De manera similar al trabajo con clientes adultos, los muñecos como herramienta terapéutica puede plantearse con distintos objetivos y procedimientos en el trabajo con niños: 6.1. Para hacer una valoración de necesidades Dependiendo de la demanda de los padres o del profesor se puede explorar la cuestión de manera similar a la propuesta en capítulos anteriores. Aparte de los aspectos mencionados sobre el cuidado y la atención requerida, es conveniente un estilo menos directivo y tomar más tiempo para escuchar la descripción del niño de su configuración pues suele aportar datos interesantes para el análisis y la reformulación del problema. 6.2. Para mejorar la alianza terapéutica Jugar con el niño de manera participativa, sacar un representante para uno mismo como terapeuta, compartir alguna escena de uno mismo de pequeño en una situación similar a la que está experimentando el niño, etc. puede, si es necesario, afianzar la confianza y el vínculo terapéutico durante las distintas fases del proceso. 6.3. Para conocer más sobre las vivencias del niño Se puede jugar con los muñecos pidiendo al niño que represente alguna escena cotidiana, por ejemplo un día de colegio: quién le despierta, como acude al colegio, con quien se sienta en clase, como está el profesor, a qué juega en el recreo, etc. En hijos de padres separados suele resultar interesante proponer la escenificación de un fin de semana con papá o con mamá: quién le lleva y dónde, qué hace, con quién está, etc. de manera que puedan expresar sus emociones al respecto, el terapeuta pueda observar la necesidad de resolver conflictos latentes o explícitos, dar pautas útiles a los padres y generar con el niño alternativas de respuesta constructivas y realistas. 6.4. Para explicar algún asunto También de manera similar a la descrita previamente para población general, podemos utilizar los muñecos como apoyo de una explicación sobre la forma de entender algún suceso o conflicto, tanto por parte del niño como del terapeuta (que puede utilizarlos para plantear su propia visión o la de otras personas: padre, maestro, un compañero, etc.). 6.5. Para promover habilidades interpersonales Una herramienta en la que el cliente, niño o adulto, puede adoptar el rol de cada personaje, hablar por él y con él, prestar atención a las sensaciones de estar en un lugar o en otro y de escuchar unas frases u otras, resulta enormemente efectiva a la hora de potenciar la empatía, promover el reconocimiento y respeto de diferentes perspectivas, entrenar habilidades de interacción y comunicación, tomar conciencia de las consecuencias de nuestros actos sobre nosotros mismos y sobre los que nos rodean, etc. 6.6. Para trabajar con la narrativa del niño Los muñecos permiten representar historias con presentación, nudo y desenlace. Muchas veces, al niño o al adolescente no sólo le ayuda tomar en cuenta las distintas perspectivas de las personas implicadas sino que también le puede resultar enormemente útil y tranquilizador el darse cuenta de que su propia vivencia puede cambiar a lo largo del tiempo. Representar experiencias pasadas y reformularlas desde la situación actual o plantear la cuestión de cómo se vivirán cuestiones del presente en un momento futuro donde las circunstancias hayan cambiado, aumenta la capacidad del niño y del adolescente a relativizar las dificultades y promueve la idea de cambio. 6.7. Para promover expectativas realistas Los muñecos también permiten escenificar de manera simultánea o secuencial escenas de fantasía y escenas cotidianas, escenas temidas y escenas deseadas, escenas muy probables y escenas poco probables, etc. De esta manera el niño puede sentirse validado en sus miedos y deseos y, al mismo tiempo, podemos introducir los criterios de realidad interna, de realidad compartida y de probabilidad contribuyendo así al desarrollo y manejo de capacidades cognitivas y metacognitivas [12] como la resolución de problemas, la búsqueda y valoración de alternativas, las autoinstrucciones, etc. 6.8. Para generar anclajes positivos Que el niño pueda experimentar reacciones emocionales intensas en un entorno seguro, que podamos ayudarle a encontrar sentido a sus vivencias y a plantarse un futuro esperanzador resulta extremadamente valioso a la hora de ayudarle a afrontar las situaciones difíciles de forma constructiva. De esta manera promovemos estrategias de afrontamiento que le permitan conceptualizar y experimentar los problemas como retos donde tiene cierta capacidad de control, si no sobre las circunstancias al menos sí sobre la actitud que adopte ante dichas circunstancias. Caso-ejemplo 9: El miedo de mamá La disposición es muy semejante a la realizada por la madre aunque no se observa distanciamiento entre los padres. Comenta que todos se sienten bien y a gusto. Le pido que elija un muñeco para representar su miedo. La niña me sorprende preguntándome si puede escoger dos. Estoy de acuerdo con ello y la niña elige dos muñecos, uno adulto y otro niño. Imagen 9.5: ¿Puedo sacar dos miedos? Al colocarlos pareciera que el miedo-niño pertenece a la madre y el miedo-mayor a ella. Cuando le pregunto cómo se siente la madre al ver al miedo que está delante de ella dice que se siente triste y que le quiere coger en brazos. Cuando le pregunto que como se siente ella cuando mira al miedo grande dice que no se siente asustada, que está contenta e interesada por el miedo y que le gustaría jugar con él. Le pregunto que a qué le gustaría jugar y contesta que se iría de paseo con él al parque. Imagen 9.6: La imagen de solución creada por la hija En la siguiente sesión con la madre, una semana después, le pregunto si su hija tenía conocimiento del aborto y me contesta que no. Le cuento el trabajo realizado con su hija y se queda muy impactada. Le propongo una imagen-solución: hacerse cargo de su tristeza y apoyarse en su pareja para ello y dar un lugar al “ángel de la guarda” que la niña siente que tiene. Imagen 9.7: La imagen de solución creada para la madre Tres semanas más tarde tenemos una última sesión a la que acude acompañada por el marido (padre de la niña). Comentan que la niña se encuentra mucho mejor y que ya no siente tanta angustia por la noche. Ellos han planificado un viaje de fin de semana juntos sin su hija por primera vez desde que nació. Les doy pautas para que el padre sea quien se “encargue” de hablar con la niña y ayudarla en relación a los miedos en caso de que vuelvan a aparecer. Por su parte, comento la conveniencia de que ella puede mantener la relación privilegiada de complicidad siempre que sea para tratar a su hija como “más mayor” y no hablen de miedos ni enfermedades. Esta intervención tiene como finalidad disminuir unas expectativas excesivas de mejoría, prevenir la recaída y separar el problema de los miedos con la dificultad para “cortar el cordón umbilical” o salir de ese pacto tan peligroso para la hija: “yo no crezco y tú no te separas de papá”. Este caso ejemplifica la forma en que habitualmente trabajo ante las demandas de los padres en relación a una posible intervención terapéutica para sus hijos. La primera sesión cito sólo a los padres, en una sesión posterior veo al niño y en una tercera sesión hago la devolución a los padres y les doy pautas. A veces quedo una cuarta vez, uno o dos meses después, para valorar los cambios y revisar las pautas en caso necesario. Otras veces con las tres sesiones es suficiente y simplemente pido que me llamen en caso de duda o de que no se haya producido el cambio previsto. Una madre acude a consulta porque se siente angustiada ante los miedos crecientes de su hija de 11 años. La niña siente miedo a las enfermedades, a morir, a los fantasmas y a que alguien le haga daño. En la configuración que realiza de la familia destaca el espacio de separación entre su marido y ella y la sensación de que la niña “no tiene permiso” para crecer (para alejarse de la madre). Imagen 9.1: La situación familiar (trabajo de la madre) Introduzco un bebé en el espacio entre el marido y la mujer y comenta que sufrieron la pérdida de un niño durante el embarazo 7 años antes de que su hija naciera. Refiere que se sintió muy poco apoyada por su marido y por su familia y que nunca hablan de ello. Imagen 9.2: Lo que une y lo que separa Lo que evoca esta imagen es la necesidad de cerrar este episodio integrando los dos juntos la pérdida sufrida. En cierta forma pareciera que la hija estuviera supliendo la carencia afectiva de la madre poniéndose a su altura como una amiga o una colega. Cuando explicito esta sensación me comenta que el padre siempre se queja de que la niña no les respeta como padres y que mantiene una relación de complicidad con la madre en la que él se siente excluido (¿podría ser también una forma de castigarle por parte de la madre y de la hija que ha tomado partido por ella?). Le propongo trabajar la pareja y el aborto. Responde que el aborto sí necesita trabajarlo pues siente que todavía le duele mucho. Respecto a su marido dice que no está dispuesto a ir a terapia y que considera que lo de la niña es culpa suya (de la madre). Imagen 9.3: Un buen lugar para el hijo perdido El trabajo que se propone entonces es dar un nombre al niño y durante dos semanas tenerlo presente y contarle internamente como es la vida de sus padres y de su hermana. Luego, como ritual de despedida, encargar un babero con su nombre bordado, escribirle una carta de despedida y enterrar el babero y la carta en un lugar significativo para ella. Como apoyo para este trabajo le muestro la imagen de su bebé en “buenas manos” y la resonancia que podría tener esto en el sistema (el cambio en el espacio parece provocar un interés renovado del marido hacia la pareja y la hija; la hija por su parte parece sentirse “más libre” para moverse hacia delante). Dos semanas más tarde la cliente vuelve a consulta con su hija. Me dice que ha hecho lo prescrito y que se encuentra muy revuelta. Quedamos para la semana siguiente y deja a la niña en sesión. Después de hablar con la niña sobre sus preocupaciones y miedos le propongo jugar con los muñecos y representar a su familia. Imagen 9.4: Imagen de la familia (trabajo de la niña) Caso-ejemplo 10: La ansiedad ante los exámenes Este caso puede servir como ejemplo de la forma habitual en que intervengo en los centros educativos donde colaboro. Cuando un profesor tiene una demanda respecto a un alumno pide la autorización a los padres para que pueda entrevistarle y, en caso de que la den, tengo una entrevista con el alumno siempre en presencia de su profesor-tutor y/o del orientador del centro. Posteriormente, si los padres así lo desean, el tutor los convoca a una reunión donde comentamos la sesión con el niño y decidimos, de manera conjunta, pautas de actuación para tener en cuenta en el ámbito familiar y en el escolar. En el caso que nos ocupa se trata de una niña, Azucena, que cursa quinto de primaria y que sufre ansiedad ante los exámenes. Siempre había sentido nervios ante cualquier situación de evaluación pero últimamente se habían intensificado llegando a vomitar en el aula antes de comenzar un control. La tutora me comenta que había mantenido una tutoría con la madre al respecto y que en la entrevista la madre había comentado que Azucena lloraba la noche antes de tener un examen y que le costaba dormirse por pensamientos recurrentes sobre la posibilidad de suspender. La madre se sentía culpable pues pensaba que la importancia que daba ella a los estudios y su forma de educar a sus hijos en la disciplina podía estar afectando negativamente a la niña. Azucena es una niña obediente y dócil en clase, bien adaptada a su grupo de clase. Prefiere los juegos tranquilos y en pequeño grupo. Siempre ha tenido un buen rendimiento académico. Su actitud ante las tareas escolares es de autoexigencia y perfeccionamiento, con una alta motivación de logro y poco disfrute por el proceso. Tiene un hermano tres años mayor en el centro. El hermano también presenta un buen expediente académico y un comportamiento ejemplar. El domicilio familiar se encuentra cercano al colegio. El padre y la madre tienen estudios universitarios, el padre es arquitecto y la madre, licenciada en Historia, trabaja como funcionaria de la administración. La tutora comenta que Azucena es muy madura para su edad y que muchas veces no parece disfrutar de las actividades propias de su edad. Está preocupada porque no sabe cómo ayudarla a tomarse los exámenes de una manera más relajada y cree que si no se interviene puede llegar a enfermar. La sesión con Azucena duró apenas media hora. Se mostró muy interesada en todo momento y no expreso incomodidad alguna por la presencia de la tutora ni por mis preguntas o indicaciones. Imagen 10.1: Papá me importa más que el examen La configuración presentaba una imagen diferente a la idea que la madre había compartido con la tutora sobre su posible responsabilidad. Parecía que la atención de Azucena estaba más puesta sobre su padre que sobre cualquier otro elemento, incluido el examen. Pregunté a la niña si su padre había sido muy estudioso y me contestó que sí, que había obtenido premio extraordinario de carrera y que entre todos los hermanos, eran doce, había sido el de mejores notas. Le pregunté si a su padre le gustaba que ella sacara buenas notas y me contestó que la que más importancia daba a las notas era su madre. Por otra parte comentó que su padre trabajaba mucho y que apenas le veía los días de diario. Respecto al examen le comenté que en la imagen no parecía muy preocupada por su cercanía. Azucena se sonrió y dijo: “así no me da miedo”. Al preguntarle si había suspendido alguna vez, me respondió que nunca. La idea que me estaba formando sobre el problema de la ansiedad es que no se debía tanto a sus propios temores como a determinados sentimientos en relación con el padre: Por una parte parecía que la forma que había encontrado el padre para destacar entre tantos hermanos era la de brillar académicamente. Al mismo tiempo daba la impresión de que actualmente trabajaba mucho por lo que una cuestión que podría estar planteándose en casa es “¿de qué sirve sacar muy buenas notas si luego estás todo el día trabajando y apenas puedes ver a tu familia?”. Con estas suposiciones en mente le pedí a Azucena que mirara al muñeco que representaba a su padre y le dijera las siguientes frases: “Querido papá, te quiero mucho y me gustaría que te sintieras orgulloso de mí”. - Ante esta frase se sonrió. “Querido papá, sé que tú también me quieres mucho y que te sientes orgulloso de mí aunque a veces se me olvida”. - Ante esta frase se le llenaron los ojos de lágrimas. “Querido papá, quiero sacar muy buenas notas para que te sientas muy orgulloso de mí”. - Ante esta frase asintió convencida. “Querido papá, tengo miedo de suspender por si acaso ya no te sientes orgulloso de mí y dejas de quererme”- cuando la dijo le pregunté a continuación: “¿De verdad crees que tu padre te quiere dependiendo de tus notas?”. Ella contestó que no. Así que volví a insistir: “¿Cómo se sentiría tu padre si escuchara que tienes miedo a que deje de quererte si sacas una mala nota?”. Ella contestó que él se sentiría triste a lo que yo respondí “no me extraña, es como si creyeras que su amor es muy pequeño, ¿no?”. “Querido papá, siento mucho haber pensado que tu amor puede depender de mis notas. Ahora sé que me querrás igual saque la nota que saque. Ahora sé que me querrás incluso si alguna vez suspendo”. Estas frases las repitió con firmeza y la cara relajada. Le pregunté que le parecía lo que habíamos estado hablando y me dijo que muy bien y que se acordaría de ello cuando se pusiera nerviosa ante un examen. Aquí finalizamos la sesión con Azucena. En la entrevista con los padres sugerí que el miedo de la niña a suspender y su autoexigencia no parecían deberse a la actitud de ellos ni de su forma de entender la educación: Los valores de esforzarse y obtener logros académicos estaban presentes en la familia y podían resultar muy positivos y motivantes siempre que ella se sintiera segura emocionalmente. Era importante que Azucena tuviera claro que sus padres la querían y se sentían orgullosos de ella sacara la nota que sacara. Les recomendé que sustituyeran las preguntas “¿qué tal te ha ido el examen?”, “¿qué nota has sacado?” o “¿has estudiado?” por otras que hicieran referencia al proceso “¿has aprendido algo interesante para ti?”,“¿cómo te has sentido durante el examen?” o “¿te has puesto contenta cuando has sabido la nota?”. También les pedí que cuando la vieran nerviosa no intentaran tranquilizarla o restarle importancia. De esa forma además de nerviosa se iba a sentir culpable por preocuparles. Por otra parte, ella ya sabía a nivel racional que un examen no tiene tanta importancia pero sus sentimientos sí se la daban. Por eso era mejor permitirle sentir sus emociones sin que se cuestionara por ello y ayudarla diciéndole que la entendían, que era algo bastante natural y que a ellos también les había pasado alguna vez (lo cual ambos afirmaron que era cierto y habitual en su periodo formativo). Ambos estuvieron de acuerdo con el planteamiento. La tutora, por su parte, se comprometió a enfatizar, en las actividades de aula, la atención sobre el proceso (el cómo aprender) en vez de sólo sobre el resultado (el hacerlo bien o mal). Por lo que me contaron después la niña dejó de presentar síntomas tan acusados de ansiedad ante los exámenes. Actualmente cursa tercero de secundaria obligatoria, sigue obtenido buenas notas y, por el momento, quiere ser maestra de primaria. Caso-ejemplo 11: La culpa de crecer Este caso sirve como ejemplo de una sesión de asesoramiento a una adolescente. He comprobado que la idea de venir a una sola sesión permite a muchas personas, adultas o adolescentes, con dudas o conflictos pero no problemas realmente graves, a animarse a acudir a consulta. Supongo que el hecho de no tener que comprometerse con un proceso terapéutico que conlleva una inversión seria de dinero, tiempo y esfuerzo, además de ciertas connotaciones negativas (“no puedo resolverlo por mi mismo”, “debo estar muy mal de la cabeza” ) les ayuda a tomar la decisión de “probar”. En principio planteo una sesión de hora y media o dos horas, dejando siempre la posibilidad de llamarme para concertar otra sesión. Así, no se encuentran con el compromiso de tener que hacerlo pero sí con la tranquilidad de poder hacerlo. De esta manera he tenido clientes que sólo han venido una vez, clientes que han acudido dos o tres veces, clientes que me llaman para una sesión con cierta regularidad (una o dos veces al año) e, incluso, clientes que tras una sesión o dos de asesoramiento me han pedido iniciar un proceso terapéutico. También se puede dar el caso de que durante una sesión de asesoramiento haya visto conveniente que la persona acuda a otro terapeuta. En esas ocasiones recomiendo a mi cliente que pruebe con determinado profesional, que es especialista en el tema que le preocupa o que utiliza un enfoque y unas técnicas que posiblemente se ajusten mejor a sus necesidades. En este caso la madre de una adolescente me llamó pidiéndome cita para su hija. El motivo eran los problemas de relación que estaban teniendo y porque según ella, la madre, “estaba teniendo una adolescencia un poco difícil”. Pacté con la madre que si su hija, Paula, quería verme que me podía llamar y que le daría cita. Pocas horas más tarde llamó Paula y quedamos. Paula acudió a mi consulta la semana siguiente. Su aspecto era arreglado y nervioso. En la entrevista me comenta, entre otras cosas, lo siguiente: Tiene 18 años, y convive con la madre. Estudia periodismo con su mejor amiga del instituto. La carrera la ha elegido ella pero por el momento no le está gustando mucho. El padre trabaja en publicidad y apenas le ve. La madre trabaja en televisión y, según ella, se pasa las tardes tumbada en el sofá lo que le pone muy nerviosa. Los padres se separaron cuando ella tenía 9 años. El padre se fue con otra mujer con la que tuvo otra hija. Actualmente también está separado de esta segunda pareja. Ha perdido prácticamente el contacto con su hermana pequeña. Viene porque su madre se queja de que ella, dice que Paula la trata mal. Paula no es consciente de que trata mal a su madre y sólo se da cuenta cuando la madre le acusa de ello. No tiene novio, dice que no le duran. Se fija en chicos que no le hacen caso. Si sale con alguno que le trata bien se cansa pronto de él. A quien más quiere es a su madre y a su mejor amiga. Con su mejor amiga ha discutido últimamente, dice que le agobia. Se lleva muy bien con los abuelos paternos que viven muy cerca de ella. Los abuelos maternos y toda la familia por parte de la madre vive en Francia, emigraron en los años sesenta cuando su madre era pequeña, por lo que apenas ha tenido contacto con ellos. El objetivo que se plantea es el de tratar mejor a su madre y a su mejor amiga. Comenta que antes ella era muy cariñosa y muy buena pero que ahora su madre le acusa de arisca porque le cuesta contarle cosas y el contacto físico con ella. La imagen que plantea con los muñecos es la de sentirse querida y atrapada al mismo tiempo. Por una parte se sitúa en el centro pero, por otra parte, la figura que la representa es la que menos capacidad de movimiento tiene. La sensación que me da es que necesita espacio para crecer y que lo está consiguiendo a base de “codazos y patadas”. Parece que se encuentra entre la posibilidad de no cambiar y no crecer o la de sentirse culpable con las “personas que más quiere” (según ella, su madre y su mejor amiga). Evidentemente ninguna de las dos opciones parece buena. Imagen 11.1: Atrapada por el cariño A partir de ese momento la sesión transcurre de la siguiente forma: Pregunto a Paula sobre cómo cree que se siente cada uno de los muñecos. Sus respuestas coinciden en gran medida con la sensación que me produce la imagen. Le explico el concepto de culpa entendido como el miedo a dejar de ser querido. Lo entiende y afirma que ella a veces se siente así con su madre y con su amiga Andrea. Le digo que quizás haya otra opción que no sea seguir siendo la niña pequeña dulce y cariñosa que era ni tampoco tener que pelearse por crecer. Dice que la única forma que ha encontrado es la de no parar por casa. Se ha apuntado a una academia de inglés, se está sacando el carné de conducir y se queda a estudiar en la biblioteca. Le indico que esa parece una buena solución temporal pero que quizás podamos encontrar alternativas para el día que se haya sacado el carné de conducir y no tenga que estudiar. Pregunto a Paula sobre la posibilidad de pasar algún fin de semana con su padre y me comenta que se sentiría muy culpable por dejar sola a su madre. Le explico que posiblemente esa sea una de las razones por las que, inconscientemente, le sale agresividad hacia su madre y le contesta mal, no le apetece hablar con ella, etc. Si se siente obligada a hacer compañía a su madre, la frustración del deseo de salir y de cambiar le pasa una factura a su madre, quien realmente no tiene la culpa de que ella se sienta obligada a acompañarla. Me plantea entonces que qué hace con la culpa que siente cada vez que sale de casa dejando a su madre sola. Le contesto que sentirse un poco culpable es el precio que hay que pagar por crecer. Que no puede seguir siendo para siempre la niña cariñosa y dependiente que era antes, que es normal que la madre se queje de los cambios pues son novedades a las que tiene que acostumbrarse. Que es natural que eche de menos a la niña pequeña a quien cuidar pero que eso no tiene porqué impedir que ella se convierta en una persona adulta. Le planteo a Paula la cuestión de cuándo cree ella que la madre podría estar preparada para aceptar sus cambios y contesta que no lo sabe, que posiblemente cuando tenga vida propia y se eche novio o salga con amigos. En definitiva, compruebo que los intentos de evitar la culpa de crecer provocan la dinámica del problema: pone la responsabilidad en la madre (“cuando ella salga yo podré salir tranquila”), sustituye la culpa por rabia y frustración (“prefiero aguantarme sin salir que dejar sola a mi madre pero se lo hago pagar”) y entra en el juego de víctima-verdugo-salvadora (“soy víctima de las necesidades de mi madre”, “le hago daño” y “me necesita para no sentirse sola y abandonada”). Le pido que saque dos figuras adultas para representarla a ella dentro de unos años y a su amiga Andrea. Las coloca delante de las niñas, como mirando hacia el futuro, algo distantes de la madre de Paula y con espacio entre ellas dos. Le pregunto qué tal se siente el muñeco de Paula adulta y contesta que parece estar contenta y tranquila. Le pregunto si sabe qué tiene que hacer para conseguirlo y me contesta que ahora sí. Nos despedimos y ella me comenta que le gustaría que su madre pidiera una cita conmigo. Aclaro que por mi parte no es necesario y que en cualquier caso yo no le podía contarle a la madre lo que había ocurrido durante la sesión, que si ella quiere contárselo está bien pero, que por mi parte, hay un compromiso de confidencialidad. Por último le deseo suerte y le recuerdo que puede llamarme en caso de que lo necesite. Posteriormente la madre, a instancias de Paula, acudió a una sesión. Cuando le pedí que configurara su relación con su hija y con el padre de Paula, me llamó la atención que pusiera a Paula como adulta y, de nuevo, en el centro de la escena. Al final de la sesión, la madre se quedó con la idea de que necesitaba ser “la protagonista de su propia película” y que, a medida que Paula dejara de “protagonizar la película” de la madre, las cosas mejorarían entre ellas. Meses más tarde Paula volvió a pedir una cita con la intención de trabajar sobre su relación con los chicos. Respecto al tema que habíamos trabajado en la primera sesión me comentó que poco a poco había ido asumiendo sus sentimientos de culpa, que tenía menos conflictos con la madre y que se sentía más contenta en general. Supongo que el hecho de acudir a una sesión con el tema de plantearse una pareja ya estaba significando un cambio hacia su autonomía emocional y su desarrollo como persona adulta. Caso-ejemplo 12: Pasado, presente y futuro Al contrario que los casos anteriores, éste ejemplifica un proceso terapéutico de periodicidad semanal y una duración de algo más de tres años, a los que se sumarían dos años de seguimiento con encuentros semestrales. Cuando conocí a Ángel tenía doce años y cuando dejé de verle iba a cumplir la mayoría de edad. Todavía, a veces, tengo noticias suyas pues me manda mensajes por el móvil y, en alguna ocasión, me llama para contarme qué tal le va. Ángel llega por recomendación de una profesora del colegio al que acude. Ha tenido una tentativa de suicidio con pastillas y, aparentemente, sin consecuencias más graves que el susto. El planteamiento de la terapia debe realizarse sin apenas contacto con los padres. El padre está en la cárcel y la madre no puede acudir, bien por su horario de trabajo, bien por tener que cuidar del hermano de Ángel, Guillermo. Algunos de los datos más relevantes sobre Ángel y su situación, en el momento de iniciar la terapia, son: Cursa 5º de primaria. Ha repetido dos cursos y ha cambiado de colegio, por motivos diversos, en seis ocasiones. Es el segundo de dos hermanos. Su hermano, Guillermo, es un año mayor que él y tiene un retraso mental grave por anoxia de parto. Los padres están separados. La madre tiene actualmente una pareja mujer con la que no convive a diario pero sí los fines de semana. El padre está en la cárcel por tráfico de drogas. Ángel y él mantienen una relación por correspondencia bastante fluida. El padre escribe a Ángel semanalmente y el niño le suele escribir una o dos veces al mes, según me comenta. Los padres convivieron en una comuna en Tarragona donde nacieron los niños. La madre se ha trasladado a un pueblo de Madrid por estar cerca del colegio donde han admitido a Guillermo en régimen interno. Ángel suele pasar la mayor parte del día solo: acude al colegio solo y vuelve a casa solo, su madre llega a la hora de la cena. Los fines de semana Guillermo está en casa y Ángel se encarga, en gran medida, de cuidarle. Según me explica el niño, y la madre lo corrobora posteriormente, Guillermo le hace más caso a él que a su madre. Cuando tiene “ataques de furia” suele ser Ángel quien consigue tranquilizarle. No le gusta el colegio aunque sí ha hecho amistad con otros alumnos, sobre todo con dos mayores que él (cursan 2º de la E.S.O.). Dice que no le importaría morirse excepto por su hermano. Fue el propio Ángel quien aviso a uno de sus amigos que había tomado las pastillas y por eso pudieron llevarle a urgencias y hacerle un lavado de estómago. Cree que sería más feliz viviendo con sus abuelos que residen en Castellón pero que no puede dejar a su hermano solo. Le parece bien venir al psicólogo y que lo que más le gustaría es hacer un test de inteligencia pues tiene curiosidad por ver lo que saca. Durante la terapia, que pasa por diferentes fases, incluimos los objetivos de: desarrollar conductas de autocuidado físico y emocional; potenciar la motivación por el estudio y el aprendizaje; elaborar su historia de vida de forma constructiva; y promover proyectos de futuro realistas y positivos. Para facilitar la elaboración de la historia de vida combinamos la utilización de técnicas narrativas con la creación de un “álbum de fotos” con muñecos. De esta forma pretendía destacar aspectos importantes de la biografía y reformularlos de manera constructiva; permitir la elaboración emocional de determinados sucesos; así como facilitar la creación expectativas positivas de futuro que le ayudaran a relativizar y superar aspectos difíciles de su presente. El trabajo de elaborar la historia de vida duró un periodo aproximado de nueve meses y creo que fue fundamental en el proceso terapéutico. Ángel disfrutó con las tareas, se mostró muy motivado y continuamente se sorprendía de los efectos que estaba teniendo sobre su forma de ver y hacer las cosas: su relación con su madre, comenzar a estudiar, buscar actividades con niños de su edad y disfrutarlas, etc. A grandes rasgos el trabajo consistió en lo siguiente: Planteé a Ángel la idea de escribir una novela sobre su vida y él aceptó. En una sesión buscó los títulos para los 16 capítulos que iban a componer la novela: uno por cada año de vida (en ese momento ya había cumplido los trece) más uno sobre antes de su nacimiento (lo tituló “los orígenes”) y otro sobre cómo sería su vida cuando hubieran pasado otros trece años, cuando él tuviera 26 años de edad (le puso el título de “soñando con ser mayor”). Cada semana escribía un capítulo y durante las dos sesiones siguientes trabajábamos sobre ello: lo leíamos, lo comentábamos, planteábamos escenas (algunas él y otras yo) y las fotografiábamos, recortaba las fotos impresas y las pegaba en su “álbum autobiográfico”. A veces volvíamos a algún capítulo anterior para buscar conexiones o hacer modificaciones a partir de los nuevos recuerdos y las reformulaciones que se iban generando. A continuación muestro algunas de las imágenes que planteamos y que pasaron al “álbum de fotos”: Imagen 12.1: Foto actual de la familia Fue la foto de las personas más importantes para él. Muestra, todavía, la sensación de responsabilidad sobre su hermano Guillermo (está a la derecha, que generalmente connota la posición de mayor). También se evidencia la separación de los padres y la necesidad de Ángel de no tomar partido. También son importantes las ausencias: no aparecen los abuelos a los que Ángel quiere mucho, no aparece la pareja de su madre, con la que convive los fines de semana, y tampoco sus amigos. La sensación que da su figura es la de un niño con mucha soledad y mucha responsabilidad al mismo tiempo. Imagen 12.2: Foto anterior a su nacimiento (hermano recién nacido) Esta imagen la planteé yo al igual que la siguiente con el objetivo de que Ángel tomara conciencia de que a pesar del retraso mental de su hermano, Guillermo era el mayor. Él buscó los muñecos y los situó. Lo que Ángel apreció más respecto a esta imagen era que sus padres parecían quererse mucho. Se emocionaba cada vez que mirábamos esta foto del “álbum”. Imagen 12.3: Foto cuando era bebé Con esta imagen salieron muchos sentimientos de culpa que le producía el haber adelantado a su hermano en todo desde pequeño: había comenzado a andar antes, a hablar (su hermano incluso ahora apenas habla), a jugar, etc. Parece que los padres se dieron cuenta del retraso de Guillermo por comparación con el desarrollo Ángel. Aproveché esta imagen y los sentimientos que despertaban en Ángel para trabajar las posibles consecuencias de su culpa y su necesidad de no adelantar a su hermano: haber repetido dos cursos, no querer estudiar ni aprender, no cuidarse (a veces, por esta época, no desayunaba ni comía porque, según él, “se le olvidaba”). Esta foto también posibilitó que Ángel se reconciliara con la idea de “familia” como un refugio amoroso y no como un lugar de batalla. Por otra parte, Ángel tomó conciencia de los jóvenes que eran sus padres, de la dificultad que suponía aceptar el retraso de Guillermo, de la necesidad de buscar recursos económicos, etc. Imagen 12.4: Foto de un mal momento Esta es la imagen que configuró Ángel cuando le planteé hacer la foto de un mal momento de su vida. En esta “foto”, Ángel tenía 11 años y se aprecia la sensación de soledad de los dos niños respecto a los adultos tan “oscuros” y tan distantes (incluso la madre que está detrás de ellos da una sensación muy poco cariñosa, más bien parece otro policía). Aprovechamos esta imagen para que Ángel pudiera expresar sus miedos respecto a volver a ver a su padre, su antipatía hacia la pareja de su madre, los conflictos con su madre (“es buena pero a mí no me gusta”). Utilicé la imagen para que Ángel pudiera reinterpretar el comportamiento de su madre como una forma de protegerles y de intentar sacar adelante a la familia a pesar de las dificultades. Además le recordé que su madre no había impedido que él mantuviera relación con su padre y que muchas veces se encargaba ella de franquear y enviar sus cartas. También sacamos el tema del amor, de que no se puede entender porqué se quiere a una persona, de que el amor no se acaba necesariamente porque alguien esté separado de la otra persona, etc. Imagen 12.5: Foto de un buen momento El momento que Ángel quería reflejar con esta foto es a mediados de sexto de primaria: Ángel había aprobado todas las asignaturas menos una (inglés), estaba contento con su tutora y sus compañeros, la madre había conseguido un trabajo con un horario que le permitía llegar un poco antes a casa y había cambiado a Guillermo a un colegio en el que parecía estar mejor, más contento y sin tantos problemas conductuales. Ángel quiso incluir a su profesora, a sus compañeros y a la psicóloga. Lo más llamativo de la imagen es que apenas se diferencian los elementos principales (el padre y la cárcel, la madre y su pareja, los dos hermanos) de la foto anterior (“un mal momento”), sin embargo la disposición y la forma del niño de hablar de ella era totalmente diferente. La madre es una figura más “amorosa” y su compañera no tiene una posición tan amenazante. El padre parece menos “victima” de la cárcel. El muñeco de Ángel se encuentra más cercano a su contexto cotidiano (el colegio) y parece algo más “libre” aunque sigue estando disponible para su padre y su hermano (se observa el lado derecho del muñeco de Ángel desocupado, accesible a las figuras del padre y del hermano). También consideré un cambio positivo que incluyera una chica de su clase que le gustaba. Era una especie de indicador de que ampliaba “horizontes afectivos”. Imagen 12.6: Foto de un futuro feliz Esta imagen forma parte de las fotos que planteamos de cara a su futuro. En ella aparecen algunos elementos interesantes: Él se coloca en posición central y con una figura adulta. También elige una figura adulta para su hermano y lo sitúa a su derecha. Esto implica un cambio respecto a las primeras imágenes donde él siempre se posicionaba como mayor y protector. La figura representando el trabajo de mecánico: como no quería seguir estudiando se planteaba hacer un módulo de F.P. y, lo más destacable, es que se había informado sobre requisitos, centros donde lo ofrecían, alternativas, etc. (Finalmente estudió Bachillerato y se encuentra matriculado en Psicología por la U.N.E.D.). Se ve casado y con muchos hijos: decía que su mujer tenía que aceptar que su hermano viviera con ellos y que quisiera tener muchos hijos. Los amigos: al principio puso dos figuras masculinas como amigos pero luego añadió otras dos figuras femeninas comentando que su mujer “también tiene derecho a tener sus amigas”. El hecho de que no aparezcan las figuras de los padres: me pareció que Ángel comenzaba a plantearse un fututo adulto donde la vida pudiera ser diferente a la que había conocido hasta el momento. Más que sensación de desapego me dio sensación de independencia y respeto (en otra imagen planteó la foto de sus hijos visitando a la abuela y, en otra, una foto de su padre visitándolos a ellos). He utilizado este tipo de trabajo en otras ocasiones, también con adultos con un pasado difícil sin elaborar, y lo he recomendado a terapeutas que estaban trabajando con algún niño en una situación sociofamiliar muy complicada. Los resultados suelen ser positivos. Supongo que gran parte de la efectividad de este planteamiento es aunar la ventilación emocional con la elaboración de un discurso autobiográfico coherente, constructivo y esperanzador. Dado lo costoso del procedimiento, creo que debe sopesarse cuidadosamente si los beneficios para el cliente compensarán la inversión de tiempo y esfuerzo. El terapeuta también debe valorar si puede resultar una actividad gratificante o, por el contrario, puede resultar incómoda o aversiva. Por último, a la hora de elegir las escenas a trabajar, necesitamos tener en cuenta la capacidad/madurez del niño para revivir determinadas emociones, plantearse algunos temas desde una visión alternativa, crear un proyecto de futuro que no le resulte amenazador (para algunos niños el hecho de crecer puede resultar liberador pero para otros puede resultar temible), etc. SEGUNDA PARTE Aplicación en sesión individual de constelaciones familiares 7 Introducción a las Constelaciones Familiares Bert Hellinger [13] es el autor que ha desarrollado el método de las Constelaciones Familiares y que ha explicitado de manera muy clara y accesible los Órdenes del Amor descubiertos a través de su experiencia como constelador. Aunque en los últimos años su enfoque ha evolucionado cada vez más hacía un ámbito espiritual (actualmente ofrece formación y talleres de Constelaciones del Espíritu), en este capítulo presento algunos conceptos básicos relacionados con el trabajo de Constelaciones Familiares desde un enfoque previo, el de los Movimientos del Alma. Este enfoque , que se desarrolló principalmente en el periodo entre 2000 y 2006, conseguía aunar el planteamiento terapéutico del trabajo con una dimensión espiritual del ser humano de una manera natural, muy asequible y alejada de dogmatismos. El enfoque de los Movimientos del Alma incluía los planteamientos previos de Hellinger y ampliaba su mirada a partir de las experiencias acumuladas durante dos décadas de desarrollo de la técnica tanto en el trabajo con familias como con víctimas, perpetradores y traumas comunitarios graves (II Guerra Mundial, represión política en Latinoamérica, conflictos étnicos y religiosos, etc.). Al haber sido formada inicialmente en este enfoque y desarrollar mi experiencia como consteladora dentro del mismo es con el que me siento más cómoda [14] y, por tanto, es al que voy a hacer referencia en los siguientes capítulos [15]. 7.1. La perspectiva sistémica Cuando se habla de Constelaciones Familiares suelen describirse como una técnica de enfoque sistémico [16], lo que puede producir confusiones y malos entendidos ya que, antes de que aparecieran las Constelaciones, existía un modelo de psicoterapia así denominado. La terapia familiar sistémica se desarrolló a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado en diferentes direcciones como las concepciones estructurales clásicas de Salvador Minuchin, la terapia estratégica de Paul Watzlawick, Jay Haley y el Grupo de Palo Alto y la terapia familiar sistémica de Mara Selvini Palazzoli y el grupo de Milán. En los años cincuenta, la Psicología adoptó un planteamiento que había surgido de las Ciencias de la Naturaleza: la te oría de siste mas o sistémica. Con dicho enfoque podían investigarse mediante procedimientos matemáticos y técnicos no sólo sucesos aislados sino también las relaciones constitutivas de esos sucesos dentro de grandes conjuntos. Un sistema puede definirse como un conjunto organizado de cosas o partes interactuantes e interdependientes, que se relacionan formando un todo unitario y complejo. Al aplicar este enfoque, los seres vivos se entienden como sistemas abiertos en relación con su entorno y cuyas partes (objetivos, funciones, elementos y conexiones) se encuentran subordinadas a la totalidad [17]. Además, el principio de la causalidad lineal (causa-efecto) se sustituye con este modelo por una causalidad circular, en la que cada comportamiento tiene un efecto retroactivo (feedback) sobre el ser viviente. Los primeros logros de la teoría sistémica en Psicología se obtuvieron con los planteamientos de la teoría de la comunicación. Paul Watzlawick [18] y sus colaboradores comenzaron a estudiar la interacción social como un sistema abierto que intercambiaba información con su entorno. Así, conceptualizaban la familia como un sistema que mantiene su equilibrio interno siguiendo unas reglas específicas de relación. Al mismo tiempo, diversos pioneros de la terapia familiar (Boszormenyi- Nagy, Bowen, Minuchin, Satir, etc.) comenzaron a tener buenos resultados mediante una innovación en la práctica clínica: la introducción de la familia de los pacientes. Sin embargo, las bases teóricas de la psicoterapia centrada en el individuo no podían abarcar el complejo entramado de las relaciones familiares, por lo que los conocimientos que iban obteniendo a partir de sus experiencias carecían de un fundamento teórico y debían explicarse a partir de conceptos provisionales. Fue Gregory Bateson [19] quien, integrando sus conocimientos de antropología, cibernética, lógica matemática, teoría sistémica y teoría de la información, facilitó que el enfoque sistémico llegara plenamente a la psicoterapia y comenzaran a desarrollarse conceptos explicativos autónomos y satisfactorios en el ámbito de la intervención con familias. Al igual que Hellinger toma ideas y avances de otros enfoques terapéuticos, como el Análisis Transaccional o la Terapia Primal, algunos de los términos que se emplean en Constelaciones han sido desarrollados desde la perspectiva sistémica en psicoterapia. Así, por ejemplo, conceptos como los de estructura [20], homeostasis [21] o equifinalidad [22] pueden verse reflejados en el trasfondo de las teorías de Hellinger sobre el acercamiento fenomenológico a la realidad, la existencia de una conciencia familiar o las implicaciones sistémicas. Del manera similar, la búsqueda de soluciones pragmáticas en terapia sistémica a través del restablecimiento de jerarquías, la formulación de límites claros, la definición de roles y funciones y la disolución de alianzas o triángulos, puede relacionarse con las ideas de “devolver el orden al sistema” y de “reubicar a cada miembro en un buen lugar”. 7.2. El sistema familiar La familia puede entenderse como un sistema, esto es, como un conjunto de elementos relacionados e interdependientes. Como hemos comentado en el apartado anterior, la perspectiva sistémica permite entender conductas de las personas que son difícilmente explicables a partir de rasgos personales (inteligencia, carácter, historia de aprendizaje, etc.) y que, sin embargo, pueden entenderse como reacción a un cambio en el entorno de la persona. Existen muchos sistemas humanos ya que las personas somos seres sociales que nos vinculamos al compartir espacios y tiempos (familia, amigos, escuela, empresa, etc.). El sistema familiar es el más importante pues está compuesto por las personas con las que compartimos un destino común tanto en lo cotidiano como en lo trascendente (no en vano nuestra familia de origen constituye nuestra “puerta de entrada” a la vida y, por tanto, también a la muerte). Los sistemas humanos se caracterizan por ser dinámicos y semiabiertos (nuevos elementos pueden entrar a pertenecer pero ningún elemento puede dejar de pertenecer aunque cambie de estatus, desaparezca o muera), manteniendo al mismo tiempo una estructura subyacente basada en una serie de órdenes o “leyes naturales”. Así, aunque el concepto de familia cambie a través de las circunstancias socio-históricas, aunque en un sistema entren y, aparentemente, salgan miembros, aunque los propios miembros crezcan y cambien, existe una única “sintaxis” cuyas “reglas” se mantienen a lo largo del tiempo y a través de los cambios. Estas reglas son lo que Bert Hellinger denomina “órdenes del amor”. Los órdenes del amor giran en torno a la idea de “vínculo” y de “conciencia”. 7.3. Los vínculos Nos vinculamos a las personas que queremos y con las que compartimos vivencias. El bienestar de las personas con las que estamos vinculados afecta, de una u otra forma, nuestro propio bienestar incluso aunque no seamos conscientes de dichos vínculos. Por ejemplo, cuando el padre de un niño enferma gravemente, es posible que observemos cambios en el humor, el rendimiento y las interacciones sociales de ese niño. Para los niños, los vínculos son la base de su supervivencia física y emocional. La vinculación es el mecanismo natural que nos “obliga” y nos permite ser sociales. Sin la capacidad de establecer lazos afectivos permanentes, la especie humana no podría sobrevivir: no sabríamos trabajar en grupo, no buscaríamos pareja, no formaríamos familias, no diferenciaríamos a los amigos de los que no lo son, etc. Hellinger amplía la noción de vínculo respecto al concepto de apego [23] ya que introduce la idea de destino. Desde las Constelaciones Familiares contemplamos el hecho de que estamos vinculados no sólo con personas que conocemos sino también con aquellas que nos conocemos pero que han intervenido de una u otra forma en la constitución de nuestro sistema y de su destino. Así las personas que han hecho “sitio” para que nosotros llegáramos forman parte de nuestro sistema y tenemos un vínculo con ellas: el primer novio de nuestra madre, por ejemplo, tuvo que sufrir una pérdida para que nuestra madre se casara con nuestro padre y nosotros naciéramos; la primera mujer de nuestro abuelo, por ejemplo, tendría que haber muerto para que nuestro abuelo se casara por segunda vez con nuestra abuela y naciera nuestro padre. Desde esta perspectiva, las principales formas de vinculación son el sexo y la muerte más que el amor, que nacería de la lealtad a esos vínculos. Por una parte, a través del sexo llega la vida. Por otra parte, causar la muerte, o sobrevivir cuando otros han perecido [24], también implica una vinculación con las víctimas y su sistema, pues afecta de manera grave y sin vuelta atrás el destino de todos los miembros de ese sistema (quien ha perdido la vida, quienes han perdido a la persona querida, quienes tendrán que seguir en la vida sin esa persona, etc.). 7.4. La conciencia Para Hellinger, la conciencia sería el órgano interno (la compara con el sentido del equilibrio) que nos advierte sobre si el “movimiento” (conducta, actitud, opinión ) que estamos haciendo nos aleja o no de nuestro sistema. Esta idea guarda una estrecha relación con el concepto de Freud de culpa como el miedo a dejar de ser amado [25]. Cuando nos sentimos culpables, la conciencia nos está diciendo que estamos haciendo algo que pone en peligro nuestra pertenencia al sistema. Por el contrario, la inocencia tiene que ver con cumplir con las normas, rituales o leyes no escritas del sistema. En el proceso de crecimiento, de individuación, de formar un nuevo sistema (nuestra propia familia, la actual y no la de origen) la culpa es el acompañante inevitable, el indicador de que estamos superando nuestra necesidad de ser “niños buenos” para convertirnos en adultos con criterios propios. El amor que caracteriza a la conciencia es el “amor ciego”, la necesidad de sacrificarnos por aquellos que queremos aunque este sacrificio no beneficie a nadie. Así, es nuestro deseo de tener “buena conciencia” o nuestra necesidad de evitar la “mala conciencia” lo que nos condiciona y limita: a no ser más felices que aquellos que nos precedieron; a no disfrutar de lo que los nuestros no disfrutaron; a expiar culpa que pertenecen a nuestros padres o abuelos; a asumir responsabilidades que no nos corresponden. 7.5. El alma Evidentemente se trata de un término con numerosas acepciones no exentas de connotaciones filosóficas y religiosas. En relación a las Constelaciones Familiares, el alma sería una parte esencial de la persona que, a diferencia de otras concepciones tradicionales, no le pertenece intrínsecamente sino que le hace estar en relación con algo más grande: “no tenemos un alma sino que estamos en un alma, participamos en ella” [26]. Cuando en un taller de Constelaciones se habla de “movimientos del alma” hacemos referencia a un movimiento hacia la solución que implica que en el sistema se están teniendo en cuenta los tres órdenes del amor. Esta expresión se utiliza en contraposición a la de “movimiento de la conciencia” que se refiere a aquel que manifiesta la dinámica del problema y que suele darse por el cumplimiento inconsciente del primer orden del amor sin tener en cuenta los otros dos. Al entrar en contacto con nuestra alma nos hacemos adultos: encontramos un lugar de fuerza, amamos con respeto, nos reconciliamos con nosotros mismos y con nuestro sistema, asentimos a lo que es más grande. 7.6. Primer orden o de pertenencia Todos los elementos de un sistema tienen derecho a pertenecer a dicho sistema. También los miembros que ya se han ido del sistema siguen teniendo un “sitio” en el mismo. Se puede romper la pareja o morir un miembro de la familia, pero todas las personas que en algún momento pertenecieron al sistema familiar tienen un lugar en ese sistema. El que este hecho no sea reconocido explícita o implícitamente afectará negativamente sobre el bienestar del sistema y, en especial, sobre sus miembros más pequeños o débiles. Por ello cuando una persona es excluida pues se le olvida o ignora, la conciencia del sistema provoca que un miembro de una generación posterior (no necesariamente la siguiente) lo incluya de forma inconsciente (“amor ciego”) asumiendo el destino de la persona excluida, lo que muchas veces provoca enfermedades o limitaciones que le impiden disfrutar de su propio destino. 7.7. Segundo orden o de jerarquía Los elementos que llegaron antes tienen prioridad sobre los elementos que llegaron después. Los grandes, los que llegaron antes, deben ser reconocidos como tales y es su derecho y deber mantener su lugar de prioridad. Los pequeños, los que llegaron después, no pueden ocupar el lugar de un miembro del sistema que llegó antes. De la misma forma no puede asumir el destino de un miembro mayor de su sistema ni tampoco juzgarle o expiar sus culpas. Así, los movimientos de “yo me voy en tu lugar” o “yo lo hago por ti” provocan el desorden del sistema a este nivel. Por el contrario, los sistemas actuales respecto a los de origen, así como los elementos nuevos de un sistema, tienen prioridad en cuanto a la atención y el cuidado. En tanto que los que llegan antes son los que dan y los que llegan después los que toman (como se plantea en el tercer orden del amor), se produce desorden cuando no atendemos las necesidades del sistema actual por estar orientados hacia el sistema de origen o cuando al recién llegado a un sistema (por ejemplo un recién nacido) no tiene un lugar seguro (de prioridad respecto a la atención si bien no de prioridad en cuanto al reconocimiento jerárquico). 7.8. Tercer orden o de la compensación entre “dar y tomar” Los grandes, los que llegaron antes, dan. Los más pequeños, los que llegaron después, toman. Sólo en las relaciones entre iguales debe equipararse el dar y el tomar entre ambos miembros de la relación (por ejemplo, la pareja o los amigos). El desorden en las relaciones entre iguales tiene que ver con el desequilibrio, a lo largo del tiempo, entre lo que ambos dan y toman. Por el contrario, en las relaciones entre padres e hijos, o entre mayores y menores, son los intentos de reciprocidad o de “igualar la deuda” lo que provocan el malestar en el individuo y en su sistema. La compensación sólo puede producirse transgeneracionalmente: “doy a mis hijos lo que mis padres me dieron” y también “disfruto de la vida en nombre de mis padres y mío propio”. En este caso tanto el agradecimiento (“tomo lo que me das con amor y hago con ello lo mejor que pueda”) como la humildad (“tú eres el grande y yo el pequeño”, “te devuelvo lo que es tuyo”, “yo no sé mejor que tú”, etc.) permiten dar el paso hacia la solución. 7.9. Las constelaciones familiares Se desarrollaron como una técnica terapéutica grupal aunque actualmente también se aplica en el contexto individual. En los talleres de constelaciones, que suelen ser de fin de semana, participan personas con distintas inquietudes y dilemas a resolver o que simplemente están interesadas en observar y/o representar a otros en una constelación. Los participantes suelen sentarse formando un círculo dentro del cual tendrán las constelaciones de aquellos que lo soliciten. Una constelación puede plantearse cuando una persona quiere aclarar un tema específico de su vida. Esta persona puede exponer, de manera más o menos breve, su problema y el constelador le pedirá, según considere conveniente, que elija entre los participantes del taller quienes podrían representar a las personas que forman su estructura familiar incluyendo un representante para sí mismo. A continuación los colocará en espacio que queda dentro del círculo de participantes y ese acto de colocar es lo que comúnmente se conoce por “constelar” o “configurar”. Otras veces esto lo hace el facilitador de la constelación, incluso sin decir a nadie quién es quién. Hecho esto, es esperable que los representantes comiencen a sentir sensaciones y emociones de las personas a quienes representan a pesar de que las personas que asumen los respectivos roles no conozcan a los que están representando ni tengan información sobre ellos. Todavía no hay una explicación racional de por qué sucede esto o qué mecanismos posibilitan la “conexión” de sentimientos entre el sistema del cliente y los representantes. Para Hellinger la imagen es que todos participamos de un mismo alma por lo que podemos acceder a los sentimientos de personas no presentes y a las dinámicas del sistema que se constela si se hace desde una actitud de respeto y el sistema así lo permite. Con este método se muestra el posible desorden que está afectando al bienestar del sistema y del cliente. El facilitador a través de indicaciones y frases sanadoras lleva la constelación hasta una imagen de solución en la que se da una o varias de las siguientes condiciones: cada miembro tiene un buen lugar (de dignidad y de respeto); en el sistema se produce un movimiento hacia la reconciliación, donde lo que antes estaba separado ahora está unido; el cliente asume su propia responsabilidad y se desprende de la que no le corresponde; el amor adulto, que conlleva respeto, sustituye al amor ciego, que no reconoce los límites y que es propio de los niños; el cliente asiente a su destino y al de su sistema; o, bien, se da un paso en este sentido. 7.10. Los Órdenes de la Ayuda Pueden entenderse como una aplicación de los Órdenes del Amor a las relaciones humanas en las que hay una intención de ayuda o servicio hacia el otro [27]. Tienen especial interés en relación a las profesiones de la salud y de la educación: terapeutas, maestros, enfermeros, médicos, trabajadores sociales, psicólogos, etc. Constituyen un marco de actuación y supervisión que puede resultar algo chocante o provocador desde determinados paradigmas (en aquellos modelos donde la relación terapéutica se plantea asimétrica y cuyo objetivo es la prescripción o la corrección) y que, sin embargo, invita a la reflexión y proporciona un lugar seguro y cómodo para ejercer este tipo de profesiones. Antes de que Hellinger explicitara los Órdenes de la Ayuda hacía referencia a los requisitos que tiene que cumplir una persona para ser un “buena terapeuta” y es: asentir a sus propios padres, a su sistema de origen, a su destino, a su muerte y, muy especialmente, a su culpa. Los cinco principios que este autor plantea como Órdenes de Ayuda guardan una estrecha relación con dichos requisitos: 7.10.1. No se puede dar lo que no se tiene. No se puede tomar lo que no se necesita: con esta idea cobra especial importancia la necesidad de asentir a nuestros orígenes y circunstancias así como a nuestra culpa (que, en este marco, es lo que nos ayuda a crecer y hacernos adultos), ya que sólo de esta forma podremos ayudar a los demás a reconciliarse con su sistema y consigo mismos. Por otra parte, considera que sólo cuando una persona realmente necesita lo que pide está en disposición de tomar lo que le dan. 7.10.2. Para ayudar es necesario respetar las circunstancias del otro: cualquier tipo de ayuda contempla, al menos, uno de los siguientes fines, la supervivencia y/o el desarrollo. Para colaborar con la supervivencia o promover el crecimiento o desarrollo es necesario tener en cuenta las circunstancias de la persona. Sólo si somos capaces de aceptar sus fuerzas y sus limitaciones (incluidas las enfermedades graves o la cercanía de la muerte) podremos ayudarle desde el respeto. 7.10.3. Debemos situarnos en una relación de igual al igual, lo que implica ver al otro como un adulto: cuando una persona pide ayuda tiende a colocarse en una posición de inferioridad e incluso puede infantilizarse. También puede darse la cuestión de que pida algo que no tomó de sus padres. En cualquiera de los casos, intentar ayudar desde una posición de superioridad o desde la intención de “ser mejor padre/madre” puede tener efectos beneficiosos a corto plazo pero que resultan contraproducentes o, incluso, peligrosos, a largo plazo (puede compararse a los efectos secundarios de determinadas sustancias como el tabaco que alivia la ansiedad momentáneamente pero crea una adicción y afecta a la salud o la cortisona que alivia rápidamente determinados síntomas pero puede tener efectos perjudiciales si se utiliza durante periodos largos). Cuando ofrecemos ayuda a un niño también podemos observar este principio ya que estamos al servicio de sus padres y del adulto que llegará a ser. En el contexto educativo o en el terapéutico es imprescindible respetar a los padres del niño pues si no cualquier ayuda hacia su hijo será en vano (la lealtad hacia sus padres no le permitirá tomarla). 7.10.4. Para ayudar es necesario contemplar al otro en relación a su sistema: esta idea es central en el enfoque sistémico y constituye la base de las Constelaciones Familiares. 7.10.5. La ayuda debe estar al servicio de la reconciliación: la ayuda no entiende de justicias ni de correcciones políticas. La reconciliación se encuentra por encima de acusaciones, de expiaciones o del perdón. Todo lo que lleva a separar, como el juicio o la arrogancia de sentirse en posesión de la verdad, no ayuda. La reconciliación también se encuentra por encima de los deseos infantiles de un “final feliz”. Recuperar la dignidad perdida, asentir a un destino por muy difícil que sea, renunciar a lo que no nos dieron, asumir la responsabilidad de nuestro propio bienestar, ofrece una felicidad muy distinta, ligera y con peso al mismo tiempo, que las fantasías de “sanación” tales como: llegar por obligación a un gran abrazo final, “devolver cargas” sin asumir nuestra propia culpa, “ordenar” familias como si fueran mecanismos a reparar, “salvar” a alguien de lo que a nosotros mismos nos asusta… 8 Los Órdenes del Amor representados con muñecos Existen metáforas espaciales prácticamente universales, es decir, compartidas por la mayoría de las personas y las culturas. Por ejemplo, el frente suele asociarse con el futuro y la espalda con el pasado; de la misma forma, solemos asociar el movimiento de izquierda a derecha como avance (el sentido de la escritura occidental) y también el movimiento de las agujas del reloj como un referente cuyo significado es un desarrollo secuencial y ordenado temporalmente. En relación a la verticalidad, solemos indicar ideas tales como un buen estado de ánimo, lo mental, lo espiritual, estar ausente o “en las nubes”, con los movimientos ascendentes, señalar hacia arriba y mirar por encima de la altura de los ojos. Por el contrario, la parte inferior del cuerpo está asociada a lo terrenal, a los obstáculos, a las pasiones. Mirar hacia abajo suele asociarse con estar deprimido o sobrecargado, ser demasiado pragmático o puntilloso, etc. (en constelaciones mirar hacia abajo suele relacionarse con “mirar a un muerto”). También la relación espacial entre dos elementos está dotada de significaciones: si están cerca o lejos, si se orientan enfrentados (¿rivalidad explícita? ¿interés? ¿atracción?) o de espaldas (¿indiferencia? ¿conflicto latente ? ¿distanciamiento?) o e n paralelo (¿compañerismo? ¿pareja? ¿objetivo común?). Es por ello que la disposición de los muñecos en el espacio puede representar de forma ampliamente compartida unos estados emocionales, unas actitudes personales hacia temas arquetípicos como el futuro y el destino, el padre y la madre , la vida y la muerte, el niño- interno y el yo-adulto, etc. También pueden representar, a partir de la relación entre posiciones de las distintas figuras, el orden y el desorden del sistema. Así, podemos percibir la sensación de orden cuando las generaciones anteriores se colocan detrás y las generaciones siguientes delante de manera escalonada, mirando hacia el futuro. Así nos llegan imágenes como las del río de la vida cuyo manantial está en la montaña (altura) y desemboca en el mar (referencia habitual del nivel más bajo) o como la de una pirámide de fuerza donde el vértice (generación actual) es sostenido por la base (generaciones pasadas, ancestros). Imagen ilustrativa 1: Sistema de origen de él. Con mucha frecuencia el orden en la pareja se representa con el hombre a la derecha de la mujer y la mujer a la izquierda del hombre. Es una forma metafórica de representar la idea de complementariedad entre los sexos de manera que el hombre tiene libre su diestra para “servir” (cazar, construir, defender) a la mujer y a los hijos, mientras que la mujer “sigue” al hombre colocándose al lado de su corazón y dejando su corazón accesible a los hijos que vengan (no en vano la principal figura de apego en la infancia más temprana es la madre). Sin embargo, mientras que la situación de las distintas generaciones en referencia al detrás-delante o al sentido de las agujas del reloj (según el orden de llegada a un sistema) es inequívoca (o se respeta el orden o no), en relación a la pareja no puede tomarse como una ley el hecho de posicionarse primero al hombre y a su izquierda la mujer. A nivel experiencial, aproximadamente el 80% de los hombres en pareja se sienten mejor a la derecha y el mismo porcentaje de mujeres a la izquierda. Sin embargo, hay un porcentaje donde esto no se cumple sin que necesariamente signifique un desorden. El caso más claro que he presenciado era el de una pareja joven felizmente casada que vino a un taller y que se sentaron ella a la derecha y él a su izquierda. Una de las participantes del taller, conocedora de los órdenes explicitados por Hellinger y llena de buenas intenciones, les señaló la conveniencia de intercambiar sus posiciones en el círculo de sillas. Él contestó: “me encuentro más a gusto aquí; no oigo bien por el oído izquierdo por lo que nos hemos acostumbrado a sentarnos así para poder escuchar sin dificultad a mi mujer”. Lo interesante, en cualquier caso, es reconocer si la disposición derecha-izquierda de una pareja produce bienestar o malestar a ambos miembros. Es posible que por implicaciones sistémicas y modelados previos, un varón que necesita estar a la derecha de su pareja se coloque a la izquierda o una mujer a la que le gustaría ceder el lugar de prioridad a su pareja no sea capaz de permitírselo. En esos casos sí conviene explorar para llegar a un movimiento hacia la imagen de solución (aquella donde el cliente tiene un mejor lugar). En otros casos, la buena posición es la que aparentemente no coincide con el orden. En el ejemplo anterior he comentado el problema de oído que explicaba el porqué ambos se encontraban mejor “al revés” pero hay muchos otros casos: si la mujer tiene hijos previos con otra pareja puede encontrarse mejor a la derecha y su pareja tendrá que asumirlo; si el hombre sufre una enfermedad o una discapacidad y la pareja debe asumir un intercambio donde la mujer da más que el hombre (para compensar y que este desequilibrio no dañe a la pareja o provoque que el que recibe más necesite marcharse, es necesario que el que recibe más lo tome con respeto y agradecimiento evitando actitudes de exigencia u orgullo); o simplemente si es el pacto con el que los dos están de acuerdo y se sienten como iguales. Imagen ilustrativa 2: Sistema de origen de ella El peligro de la posición de la mujer a la derecha es que muchas veces ésta siente que no puede contar con el marido o confiar en él, que se siente desprotegida o sola y tiende a buscar otro hombre que sí le dé esa sensación (también es posible que la mujer deje libre el espacio a su derecha para preservar el lugar de privilegio del padre: “no hay otro hombre como mi padre para mí”). De la misma forma un hombre situado a la izquierda puede sentirse menospreciado o poco respetado, debilitado, no tenido en cuenta, etc. También puede ser la señal de un hombre “emparejado” con la madre o que no quiere convertirse en adulto y dejar de ser el “niño de mamá” que necesita ser cuidado y atendido. En un hombre la línea más importante, en tanto que es de donde puede tomar su fuerza como hombre, es la del padre. En la mujer, la de la madre. Así, uno de los requisitos necesarios para poder disfrutar del amor en la pareja, es que él haya tomado al padre y ella a la madre. De esta forma arquetípica, ella toma la esencia y la fuerza de lo femenino y él de lo masculino, pudiendo así complementarse al dar uno lo que al otro le falta (en la sabiduría oriental esta idea queda magistralmente condensada en el símbolo del tao y el equilibrio dinámico del yin y el yang). Imagen ilustrativa 3: Dos sistemas se encuentran Cuando dos personas se convierten en pareja, no sólo están comprometiéndose a compartir un destino común (este hecho puede ser o no explicitado a través de un ritual, incluso es posible que ninguno de los miembros de la pareja sea consciente de ello, sin embargo a nivel de vínculo haber formado una pareja, perdure o no, tendrá un peso de por vida), sino que también están uniendo los destinos de dos sistemas. Así, sólo las personas que respetan a su sistema pueden respetar al del otro. Cuando uno ama al otro, es necesario también amar lo que lleva consigo (origen, cargas, destino) sólo de esta forma puede amar completamente y de igual a igual (como adulto). Ser adulto es tomar, del sistema de origen, la vida y la fuerza para caminar por ella. Tomar es agradecer lo recibido y renunciar a lo que no nos dieron. Tomar es también hacer con ello lo mejor que se pueda: crear un sistema actual (familia propia), disfrutar de la vida y de lo que nos depara, cuidarnos a nosotros mismos y a nuestros hijos, ser autosuficientes, compartir nuestras capacidades y recursos con los que nos rodean y contribuir a la marcha del mundo siendo uno más en él. Es por ello que ser feliz en pareja es una muy buena forma de mostrar agradecimiento a nuestro sistema de origen y una muy buena señal de que hemos crecido para convertirnos en adultos. Tradicionalmente se considera que tener hijos es la forma más natural de devolver a la vida lo que hemos recibido de ella. Ya que a nuestros padres y antepasados no podemos devolverles la vida, sólo dándola a nuevos miembros del sistema conseguimos reestablecer el equilibrio transgeneracionalmente. Siempre estaremos en deuda con los anteriores, con los que tuvieron que estar o irse para que nosotros llegáramos. Así, nuestros hijos tendrán que asumir que siempre estarán en deuda con nosotros. Hay otras formas de devolver lo recibido y permitir que el flujo entre dar y tomar se reequilibre respecto a nuestro sistema de origen, no sólo teniendo hijos se consigue “pagar deudas hacia delante”: siendo feliz, creando belleza, compartiendo conocimientos o, simplemente, asintiendo a nuestro destino. Imagen ilustrativa 4: El sistema de origen y el actual coinciden en un niño En un niño la familia de origen y la familia actual coinciden. Sólo cuando se haga adulto dejará el sistema de origen para formar uno propio. Una persona adulta, aunque esté sola, forma un sistema en sí mismo, su sistema actual propio. Ese sistema actual puede ampliarse a través del emparejamiento y la llegada de los hijos. Actualmente, con mucha más frecuencia y facilidad que en tiempos pasados, los sistemas pueden componerse de varias ex-parejas, hijos de parejas anteriores e hijos donde ha sido necesario la intervención de desconocidos que, sin embargo, entran a formar parte del sistema pues sin ellos no habría sido posible la llegada del nuevo miembro (esto es especialmente evidente en la adopción, donde por lo general los padres biológicos del niño son desconocidos e incluso de otro país, pero también sucede en casos de reproducción asistida donde necesariamente interviene la “ciencia” y en la que además puede ser requerido uno o dos donantes). Imagen ilustrativa 5: El orden de llegada de los hermanos debe tenerse en cuenta El sistema actual tiene prioridad sobre el sistema de origen, es decir, la energía debe dirigirse hacia el crecimiento y el desarrollo, por eso el orden es tomar de los mayores y dar a los pequeños. Nuestro lugar de fuerza está en la familia que hemos formado pues es donde somos adultos, si miramos a nuestra pareja e hijos miramos hacia la vida, hacia el futuro, hacia nuestro propio destino. Si nuestra mirada se dirige hacia atrás (estamos implicados en algún asunto de nuestra familia de origen) damos la espalda a nuestro propio destino para seguir el de otro. De alguna forma estamos yendo contra la corriente del río de la vida, saltándonos las “leyes naturales” y, por tanto, perpetuando el desorden del sistema. Cuando se habla de “prioridad” del sistema actual sobre el de origen en ningún caso quiere decir que no se cumpla el orden de jerarquía respecto a quién llegó antes y quién después. Se trata de que una vez que somos capaces de dar un lugar de respeto a nuestros mayores (padres, familia de origen, ancestros) tomando con amor la vida “al precio que les costó”, devolvemos nuestra deuda “hacia delante”. De la misma forma, los hermanos deben conservar su lugar de respeto. Aunque los hijos son iguales para los padres pues todos tienen el mismo derecho a la pertenencia, entre los hermanos debe cumplirse el orden de llegada. Así, los mayores dan más a los menores y los menores toman más de los mayores. Esto se traduce en que, para que exista el orden entre los hermanos, los mayores tienen prioridad en cuanto a ser escuchados y tenidos en cuenta, respecto a determinados privilegios (poder hacer o disfrutar de cosas que los pequeños no pueden). Por su parte, los menores tienen prioridad en cuanto a atención y cuidados. Este hecho se observa fácilmente con la llegada de un bebé: el recién nacido requiere muchas atenciones y cuidados, absorbe casi todo el tiempo y la energía de la madre. Así, esa “injusticia” o desequilibrio respecto a la jerarquía de llegada se compensa permitiendo al mayor cosas que sólo puede hacer él (por ejemplo, ir con papá a hacer una actividad “de mayores”) dándole los privilegios de ser tenido en cuenta o escuchado en pequeñas decisiones (por ejemplo qué hacemos hoy de cena o qué quieres ponerte para ir a casa de la abuela). De la misma forma, al mayor se le puede encomendar la tarea de cuidar del pequeño pero sólo si se acompaña de la obligación del pequeño de respetarle y hacerle caso. Esto no siempre se cumple en las familias actuales en tanto que el mayor suele tener obligaciones para con el pequeño sin privilegios y, además, suele “infantilizarse” a los mayores intentando darle las mismas atenciones (para que no se sienta “celoso”) que al pequeño. Imagen ilustrativa 6: El orden expresado en el sentido de las agujas del reloj El orden de jerarquía suele expresarse mediante la colocación de líneas generacionales de atrás hacia delante aunque, ocasionalmente, en la familia actual donde los hijos son pequeños también puede representarse como una única fila, ligeramente curvada para que la imagen sea más de “núcleo” o de nido y no dé la sensación de tropa o “batallón”. A medida que los hijos van creciendo conviene utilizar la representación de dos filas generacionales de manera que se represente la necesidad de los hijos de cierta autonomía para crecer (más espacio delante de ellos) y destacar la relación de pareja como algo que estaba “antes” que los hijos y que así debe respetarse y cuidarse. En algunas ocasiones los padres configuran el sistema actual colocando a los hijos delante de ellos pero sumamente pegados de manera que la imagen sugiere un bloqueo o parálisis de los progenitores justificado por la presencia de los hijos. En estos casos aunque “teóricamente” se conserva el orden conviene dejar un pequeño espacio, que los hijos den un paso hacia delante (metafóricamente sería darles permiso para que crecieran y/o confiar en su capacidad para resolver sus problemas) o los padres un paso hacia atrás (metafóricamente sería recuperar algo que tenían previamente a la llegada de los hijos, por ejemplo la vida de pareja o una afición, y también puede representar el retirarse para que los hijos tengan más espacio para ser autónomos y tomar sus propias decisiones). Cuando existen parejas anteriores o hijos previos a la relación actual conviene diferenciar las generaciones (padres e hijos) mediante líneas paralelas y separadas. Simultáneamente, debemos tener en cuenta quién llegó antes y quién después al sistema para señalarlo. Así, en la imagen 7 puede observarse dos órdenes complementarios. Los padres y adultos detrás y el niño delante entre sus padres. Al mismo tiempo, la primera pareja y el hijo nacido de esa unión se colocan a la derecha de la pareja formada actualmente por la madre ya que llegaron antes al sistema y deben conservar su lugar de respeto. Imagen ilustrativa 7: El hijo de una unión previa tiene prioridad sobre la pareja actual Así en el orden de jerarquía el niño tiene prioridad sobre la pareja actual de la madre sin embargo, en relación al dar y el tomar, no puede esperarse que el niño dé a la pareja actual. Tampoco podemos esperar que la pareja actual dé al niño y si lo hace será porque así lo desea (no por obligación o por exigencias de la madre o del niño) y siempre sin la intención de sustituir al padre o de “ser mejor” que el padre (esto debe cumplirse aún en el caso de que el padre esté muerto o ausente). Esta colocación también sería válida si el hijo de la primera relación fuera una niña. Del mismo modo, la hija llegó antes que la pareja actual y tiene prioridad sobre ella en cuanto a jerarquía (lugar de respeto), aunque no respecto al dar y el tomar. Imagen ilustrativa 8: La hija de una unión previa tiene prioridad sobre la pareja actual Ahora bien, a medida que los hijos crecen debemos contemplar ya no sólo su orden de llegada sino también la necesidad de diferenciar el tomar del padre o de la madre según sea niño o niña. Así, en hijos adultos de distinto sexo la imagen puede representar sutilmente esta diferencia de permanecer en la esfera del padre o de la madre. Así, un hijo varón necesita estar cerca de ambos progenitores por igual mientras es pequeño (hasta los 12 años aproximadamente) a partir de esa edad es conveniente que esté algo más cerca del padre. Con muñecos esto se representa dejando a la madre a la izquierda de su pareja actual cuidando de los hermanos pequeños que ahora requieren su atención más que su hijo mayor. El orden de llegada sigue respetándose (el primer hijo está a la izquierda de su padre y a la derecha de la pareja actual) y se señala la pertenencia a la esfera del padre. Imagen ilustrativa 9: El hijo joven de una unión previa al crecer En el caso de una hija que ha crecido y ya no requiere la misma atención que sus hermanitos pequeños es necesario mantener la disposición que se muestra en la imagen 10, pues la imagen debe contemplar todos los aspectos referidos: orden de llegada, colocarse en el lugar de hija de sus padres y de hermana mayor de sus hermanos y, a la vez, hacer eco de la necesidad de situarse en la esfera de la madre. Imagen ilustrativa 10: La hija joven de una unión previa al crecer Indudablemente las circunstancias y dinámicas familiares son únicas (“cada familia es un mundo”) por lo que existen innumerables posibilidades de encontrar el orden y la armonía del sistema. Es por ello que trabajar con muñecos se asemeja a aprender a jugar al ajedrez, una vez que uno aprende las reglas del juego (sobre todo el cómo SÍ y cómo NO se pueden mover las piezas), sólo jugando uno se hace consciente de las infinitas combinaciones posibles y sólo la práctica convierte al amateur en maestro de ajedrez. 9 Constelaciones Familiares en sesión individual con muñecos El desarrollo de una constelación en sesión individual puede realizarse de distintas formas: a partir de visualizaciones, mediante anclajes en el suelo (papeles, trozos de fieltro, zapatos, etc.) y con muñecos u otros objetos de representación (pequeñas piedras, fotos, post-it, etc.). Por lo general, las dos últimas técnicas pueden ser apoyadas por ejercicios de visualización que permitan una mejor integración de lo contemplado con las figuras o de lo experimentado en los anclajes. Además, al igual que en una constelación familiar realizada en grupo, la utilización de frases sanadoras puede desbloquear, acelerar o reforzar el movimiento hacia la solución. En algunas ocasiones, estas frases sanadoras son de “sentido contrario” con el fin de dar lugar a un proceso de “intención paradójica”. La elección de una u otra técnica debe responder a distintos factores. El primero de ellos es la propia preferencia del terapeuta, que se sienta cómodo utilizándola y que se tenga más práctica son las mejores razones para elegir una técnica sobre otras. También hay características del cliente que pueden influir en la elección de la técnica: Ante dificultades para visualizar internamente o relajarse en una situación de “ensueño dirigido” es preferible utilizar los muñecos. En caso de que el consultante no haya participado previamente en un taller de constelaciones también resulta más fácil introducirle mediante el trabajo con muñecos ya que, en algunas ocasiones, el trabajo con anclajes puede “asustar” si el cliente siente algo inesperado y/o demasiado intenso para poder asimilarlo. En casos donde el terapeuta confíe en la capacidad del cliente para percibir y expresar las sensaciones corporales y se quiera evitar una excesiva verbalización o intelectualización del trabajo, los anclajes en el suelo es una herramienta muy poderosa ya que permite no sólo colocarse en la posición de otros miembros del sistema sino también sentir corporalmente el impulso o movimiento del alma. Ante determinados temas es preferible optar por una u otra técnica en tanto que busquemos o, por el contrario, evitemos la catarsis, la reexperimentación de sucesos traumáticos, la vivencia a nivel corporal de otras visiones o posturas de un conflicto, etc. Personalmente prefiero trabajar las experiencias traumáticas (abortos, duelos, agresiones) con muñecos. Los conflictos de pareja y entre hermanos (especialmente los temas de herencia y las situaciones de conflicto como puede ser un juicio) prefiero plantearlos con anclajes en el suelo (hojas de papel pintadas con los símbolos y nombre correspondientes o trozos de telas) de manera que las proyecciones salgan rápidamente a la luz y se tome contacto con la postura de las otras partes implicadas. Comparando los trabajos en grupo y en sesión individual, algunas de las similitudes y diferencias que conviene tener en cuenta son las siguientes: La energía que se utiliza es la del cliente y la del facilitador y no la de todo un grupo. En este sentido es conveniente que el terapeuta o facilitador tenga muy en cuenta los órdenes de ayuda y se coloque en una posición de fuerza pues no podrá apoyarse ni en el grupo ni en los movimientos del alma que, en ocasiones, aparecen espontáneamente durante la constelación. El tiempo puede alargarse en función de la necesidad del trabajo mientras el cliente y el facilitador tengan energía sin necesidad de tener en cuenta la atención del grupo. En algunos casos el trabajo puede resolverse en apenas unos minutos, mientras que en otros casos la configuración, la búsqueda de una solución y el uso de visualizaciones y frases sanadoras pueden tomar más tiempo que el de las sesiones de terapia habituales (generalmente ente 45 minutos y una hora) En cualquier caso no conviene alargar la sesión de constelaciones más allá de la hora y media o las dos horas puesto que el objetivo es alcanzar una nueva mirada que permita dar un pequeño paso hacia la solución, y no se trata de arreglar la vida del cliente. Se pueden esbozar varios asuntos emergentes y programar a lo largo de un periodo de tiempo una secuencia planificada de trabajos mediante constelaciones. En este caso es conveniente dejar el suficiente espacio de tiempo entre trabajo y trabajo (yo suelo dejar, al menos, tres meses) y tener sesiones de apoyo o la posibilidad de hacerlo en caso que el cliente necesite aclarar o consultar algo sobre los efectos experimentados. Hay que tener especial cuidado con la interpretación y la manipulación porque los muñecos no hablan. De la misma forma, sobre todo a la hora de trabajar con anclajes en el suelo, debemos prestar mucha atención a los puntos ciegos puesto que la capacidad de percepción de las sensaciones corporales puede verse impedida o sesgada por las expectativas o creencias previas tanto del cliente como del terapeuta. En sesión individual también aparecen los movimientos del alma ya que tanto el terapeuta como el cliente pueden, en un momento dado, percibir con claridad un cambio que resuena en todo el campo y que señala o alcanza una solución. Sin embargo, no se asociarán a movimientos espontáneos de los representantes sino a cambios propiciados por la actitud del terapeuta (focaliza su atención y energía a la solución respetando los Órdenes de la Ayuda) y del cliente (renuncia al problema y toma la responsabilidad de la solución respetando los Órdenes del Amor). En el trabajo con muñecos la limitación es evidente puesto que no podemos esperar simplemente a que los representantes sigan sus impulsos. Ya que no se puede trabajar con los movimientos del alma de la misma forma que con representantes, la exigencia respecto a la actitud terapéutica es aún mayor. Respecto a los movimientos del alma, en el trabajo con anclajes si es posible sentirlo a través el impulso iniciado en alguna de las posiciones señaladas aunque: necesitamos distinguir si es un impulso hacia el problema (movimiento de la conciencia) o hacia la solución (movimiento del alma); por otra parte, conviene que haya cierto “consenso” entre lo que el cliente y el consultor sienten en esa posición pues si no es probable que el cliente se sienta manipulado o no tome la solución. En este sentido, suele ser más fácil para los consultantes aceptar como “verdaderos” los movimientos realizados por un representante que no le conoce personalmente y que no sabe de la problemática ni del sistema (lo que sucede en un taller grupal). Algunas veces, un cliente puede sospechar de los movimientos sugeridos por el terapeuta, atribuyéndolos a un intento de persuasión o manipulación para llevarle hacia una solución que el terapeuta considere válida pero que al cliente le cuesta tomar. Se puede trabajar con más elementos del sistema simultáneamente. El hecho de disponer de tiempo de dedicación exclusiva para el cliente así como de un mayor número de elementos de representación (comparado con el habitual número de participantes en un taller), permite desplegar ampliamente el sistema y poder colocar generaciones enteras en caso de considerarlo conveniente. 9.1. El trabajo con figuras (muñecos) y otros objetos de representación Aunque se haya extendido el uso de los Playmobil como figuras de representación, muchos otros muñecos y objetos pueden utilizarse con el mismo fin. Pequeñas piedras o cantos rodados, fotos o dibujos, piezas de ajedrez o incluso chapas pueden ser igualmente útiles. Hay terapeutas que construyen su propio set con bloques de madera o combinando madera, alambre y tela para vestirlos. Algunos de las personas que han pasado por mis cursos de muñecos han utilizado como objetos de representación cartas del tarot, posavasos, pitufos de plástico, figuritas de adorno de las estanterías de una casa (incluyendo una “pastorcita de Lladró” y un souvenir con forma de toro), etc. En alguna ocasión he trabajado con trocitos de papel pintando encima de ellos los diagramas característicos (cuadrado para el hombre y círculo para la mujer). En este sentido, lo realmente importante es la técnica y el trasfondo teórico-existencial de los órdenes y no tanto la forma que tome la herramienta. Puede que algunas de las características que si convenga tener en cuenta con los objetos de representación es que sean relativamente neutros para que puedan representar o expresar cualquier atributo o posición. Por ello si utilizamos dibujos hay que tener cuidado de que no expresen de manera unívoca un rasgo (por ejemplo el dibujo de un padre enfadado) pues dificultará el movimiento hacia la solución (en el caso del dibujo del padre enfadado será difícil hacerle ver que “le mira con buenos ojos” por ejemplo). Relacionado con la idea anterior de “neutralidad” conviene estar atentos a las proyecciones del cliente y no interferir con las nuestras. Así, los colores o las formas de los muñecos elegidos como representantes nos pueden dar mucha información siempre que no la confundamos con nuestras propias proyecciones o interpretaciones. Por ejemplo, la muñeca con forma de sirena que pertenece a mi set de muñecos “caracterizados” ha sido elegida para múltiples papeles: vida, locura, representante del cliente, madre, etc. En una ocasión, supervisando, un terapeuta realizó el siguiente comentario respecto a la elección de esa muñeca por una cliente: “quiere decir que le falta tierra, se trata de una persona poco realista y nada práctica”. En cambio, lo que había era una necesidad de adaptarse a distintos ambientes y países, la cliente era una mujer muy práctica y organizada, sin embargo había sido criada en un país oriental en un ambiente elitista, había estudiado en una universidad de Estados Unidos, se había casado con un español y debido a necesidades económicas se había puesto a trabajar como representante de grandes firmas. Así, lo que la muñeca le sugería a la consultante (“está alegre, necesita descansar, quiere encontrar un buen puesto”) no tenía mucho que ver con los juicios dados por el terapeuta. De la misma forma, los colores de los muñecos pueden sugerir muchos atributos distintos y lo más importante es estar abierto a lo que tengan de significativo para el consultante. Respecto a las observaciones recolectadas a partir de los trabajos que he realizado con el set de Playmobil para constelaciones son las siguientes: Atributos y connotaciones Blanco Pacífico, neutro, ideal, muerto, no se implica, está ausente, espiritual, ayuda o apoyo, futuro, proyecto o necesidad de cumplir expectativas de los padres Amarillo Simpático, divertido, cálido, cariñoso, excluido, irresponsable, joven, alteración mental, dependiente, búsqueda de atención y afecto, hospitalario Rojo Fortaleza, vida, apasionado, carácter fuerte, sincero, honesto, sexual, revoltoso, trasgresor, perpetrador, dominante, “oveja negra”, independiente Verde Apegado a la familia y a las tradiciones, desconfiado, amoroso, de confianza, paciente, envidioso, cerrado, celoso, maternal, carga de generaciones anteriores Azul Inteligente, carga de familia de origen, tristeza, alcohol o dependencias, integridad, atractivo masculino, tendencia a irse, asuntos pendientes con el padre La elección de figuras grandes (adultos) o pequeñas (niños): respecto a la elección de las figuras suelo sugerir que elijan figuras grandes para representarse a sí mismos o a otras personas en el momento actual en caso de que sean adultos o mayores de 16-18 años; para trabajos con la familia de origen, si lo que interesa es observar una dinámica vivida en la infancia, es conveniente que el cliente configure la constelación eligiendo un muñeco pequeño para sí mismo y para sus hermanos. En algunas ocasiones puede resultar interesante, si el cliente ha elegido un niño para representarse, pedirle que elija también un muñeco grande para sí mismo “en el momento actual” y mantener ambos personajes (el yo-niño y el yo-adulto) en la constelación de manera que se puedan facilitar determinados procesos. Por ejemplo, la renuncia por parte del niño de que su madre le dé algo que nunca le dio puede verse apoyada por el compromiso del adulto de dárselo al niño (sería como obtener un compromiso a cuidarse de sí mismo y de sus necesidades como adulto y no transferirlas a sus padres o seguir justificando su problemática en lo que no le dieron). Caso-ejemplo 13: Un corazón roto Este caso ejemplifica un trabajo de constelaciones familiares con una cliente que acude por primera y única vez a una sesión de asesoramiento individual. La sesión dura aproximadamente dos horas y durante la primera parte de la misma se realiza el genograma de la cliente, lo que posteriormente guiará el trabajo. La cliente, una mujer de 28 años de origen polaco aunque nacida en Canadá, se enfrentaba en breve a una operación por una cardiopatía A través del genograma y la anamnesis se dedujeron los siguientes aspectos de carácter psicogenealógico: El tatarabuelo era un aristócrata que renunció a su título y sus derechos al casarse con una campesina. La bisabuela perdió todas sus posesiones en un saqueo y terminó emigrando a Francia con su familia. La abuela luchó en la Resistencia durante la II Guerra Mundial. Posteriormente los abuelos emigraron a Canadá donde creció la madre. El padre era canadiense de nacimiento, hijo de emigrantes polacos. La cliente vino como au-pair a España hacía 10 años y desde entonces residía aquí. Actualmente no tiene pareja. Trabaja como traductora. Padece migrañas frecuentes y cierto problema de sobrepeso (lo cual no ayuda a su cardiopatía). Conoce las Constelaciones Familiares y ha asistido previamente a dos talleres con resultados desiguales. En el primer taller durante su trabajo los representantes comenzaron a sentirse muy mal y a gritar y el constelador decidió cortar. En el segundo se sintió mejor aunque no ha sentido ningún efecto posterior (hace dos años de esto). Acude a una sesión individual de Constelaciones buscando algo de fuerza y claridad de cara a enfrentarse con la operación. Imagen 13.1: Configuración inicial Se le pide que escoja figuras para representar a la bisabuela, a la abuela, a la madre y a ella misma. La hipótesis del terapeuta es que la cardiopatía tiene que ver con tener que abandonar el hogar y el país de origen (algunas teorías relacionan los problemas de corazón con la pérdida de territorio; en Constelaciones suele observarse que se relacionan con una despedida temprana). Además, el hecho del sobrepeso puede indicar dificultades con la madre (la cliente lo confirma al preguntar qué tal se lleva con su madre y contestar que siempre han tenido enfrentamientos). La cliente escoge dos figuras masculinas para la madre y la bisabuela; la decisión de no pedir que las cambiara por muñecas-mujeres se basó en la idea de que podría ser interesante observar la significación de esta peculiaridad. Al no haber pedido que sacara representantes para hombres de su sistema no había peligro, a priori, de confundirnos de personajes durante el trabajo. Al colocarlas lo hace en forma de cruz con un emparejamiento abuela-nieta en ambos casos lo que suele significar una alianza o una implicación con salto generacional. Curiosamente la bisabuela y la madre que parecen enfrentarse son las dos figuras masculinas. Imagen 13.2: Dominadores y dominados Por la información obtenida al hacer el genograma, parece que en el sistema se caracteriza por una polaridad opresores-oprimidos, perpetradores-víctimas, invasores-colonizados, etc. Con el fin de dejarlo sin caracterizar específicamente dicha polaridad se le pide que saque a alguien para los dominadores y para los dominados (así pueden incluirse diferenciaciones de tipo político, económico, socio-histórico, sexual, etc.). Al explorar si algo ha cambiado para la muñeca que la representa me pregunta si puede cambiarla de posición. La coloca de espaldas a las demás figuras detrás de la representante de los dominados. Este es un movimiento que indica la dinámica del problema: “me identifico con las víctimas o los perdedores, doy la espalda a la vida para no ser testigo de la injusticia y así me duele menos el corazón”. Imagen 13.3: Dinámica del problema La siguiente intervención es introducir a los tatarabuelos que, con su unión, incluyeron explícitamente ambos sistemas, el de dominantes y el de dominados, en forma de matrimonio entre un aristócrata y una campesina (además tuvieron varios hijos incluida la bisabuela de la cliente). Si bien es la cliente la que los escoge, soy yo quien recoloco a los muñecos de manera que trabajemos con visualizaciones y frases sanadoras desde una imagen de solución. Le propongo a la cliente que mire hacia atrás, donde se encuentran su madre, su abuela, su bisabuela y sus tatarabuelos así como sus sistemas (el representante de los dominantes sería el sistema del tatarabuelo y el de los dominados el de la tatarabuela; evidentemente se trata de una metáfora ya que en todos los sistemas existen víctimas y perpetradores, ganadores y perdedores, etc.). Las frases que le propuse repetir fueron: “Soy hija de ambos bandos. La sangre de opresores y oprimidos corre por mis venas y a todos ellos les doy un lugar en mi corazón. Queridos tatarabuelos con vuestra unión integrasteis los dos bandos y ambos pertenecen a nuestro sistema. Querida bisabuela, abuela, madre, vosotras tomasteis partido, luchasteis buscando justicia y lo respeto. Yo también lo he hecho durante mucho tiempo desde el bando de las víctimas. Por favor miradme con buenos ojos si ahora dejo de hacerlo y renuncio al juicio. Por favor consideradme una de las vuestras si ahora doy lugar a víctimas y agresores en mi corazón”. Imagen 13.4: Lo que los tatarabuelos unieron Tras la visualización, la cliente se sentía más serena y la dificultad para respirar había cedido. De nuevo se le pidió que cerrara los ojos y se imaginara a sí misma con su madre detrás, su abuela detrás de su madre, etcétera, hasta llegar a los sistemas de origen de su tatarabuelo y su tatarabuela y que sintiera como le llegaba la fuerza de la unión y como ella, al igual que sus tatarabuelos, podía respetar ambas energías y reconciliarlas dándoles un buen lugar en el corazón. Al final de la sesión comentó: “Al cerrar mi corazón a parte de mi propia familia lo he dañado. Espero poder superar mi tendencia a juzgar y a tomar partido; Quizás deba dejar de luchar para comenzar a construir”. Imagen 13.5: La reconciliación es dar a todos un lugar en el corazón Caso-ejemplo 14: El amigo visible y el invisible Este caso lo presentó una compañera y amiga, excelente profesional de la educación, en uno de mis cursos de muñecos. Lo incluyo como ejemplo de una sesión de supervisión y asesoramiento en el ámbito educativo mediante una constelación con muñecos. Se trata del caso de un alumno de cuarto de primaria, curso del cual era la tutora. Se encontraba preocupada por el creciente aislamiento social, aparentemente buscado, de dos alumnos de su clase: Uno de ellos había estado gravemente enfermo y había tenido que someterse a un trasplante de hígado tras un año y medio en lista de espera. El otro, su mejor amigo, era extremadamente tímido y tenía ciertas dificultades para expresarse oralmente. Los dos niños solían estar juntos y no participaban en los juegos grupales durante el recreo. Últimamente se daban dos novedades en la dinámica de relación que habían alertado a la profesora: el primero había aumentado su resistencia a participar en las actividades grupales y estaba afectando a nivel de aula pues no quería trabajar en equipo; el segundo alternaba la compañía de su mejor amigo con intentos de integrarse con el resto de sus compañeros, sin embargo cuando jugaba con los demás niños solía acabar peleándose o llorando. La preocupación de la profesora versaba, sobre todo, respecto a si estaba haciendo bien al respetar esas tendencias de autoexclusión o si debía intervenir sobre ellas aunque no sabía muy bien cómo. Le pedí a la profesora que configurara su clase y pusiera una figura para cada uno de los niños, algunas para representar al grupo, los padres de estos dos niños y a ella misma. En la configuración inicial se observaba que: La profesora se encontraba bien situada, en una posición de líder visible y equidistante entre el grupo y los dos niños más aislados. Los padres del niño más tímido se situaban detrás del resto de los niños de la clase. Le pregunté a la tutora sobre la actitud de los padres respecto al niño pues me daba la impresión de que deseaban que fuera “normal” y que no le aceptaban tal cual era. Ella me confirmó esta hipótesis pues en las tutorías los padres se mostraban muy preocupados por el niño y parecían sobrevalorar sus dificultades y no reconocer sus capacidades (de hecho se trataba de un alumno muy brillante). El padre del niño que necesitaba aislarse se situaba detrás de él y la madre estaba algo apartada y no le miraba. Le pregunté sobre la actitud de estos padres y me comentó que estaban separados y que el niño hablaba de su padre pero no de su madre con la que convivía y que, al parecer, sufría una depresión. Había un espacio entre el niño que necesitaba aislarse y los demás niños a excepción de su amigo que estaba situado a su izquierda. Me dio la sensación de que faltaba alguien, así que le pregunté si el niño que necesitaba aislarse cada vez más le había comentado algo sobre un amigo invisible. Me comentó que no lo había explicitado pero que ella tenía esa impresión pues a veces hablaba solo, intentaba dejar siempre un sitio libre a su lado e, incluso, dejaba sistemáticamente parte de su almuerzo para el recreo. Tras estas observaciones, le pedí que incluyera un representante para el niño al que había pertenecido el hígado trasplantado y para sus padres. La imagen tuvo un gran impacto sobre el grupo en general y sobre mi amiga en particular. Comenté que debía ser muy difícil para la madre mirar a su hijo sabiendo que estaba vivo gracias a que otros padres habían perdido al suyo. Pedí en el grupo que se imaginaran cómo debía sentirse una madre que posiblemente había rezado para que llegara un hígado para su hijo antes de que fuera demasiado tarde. También planteé la cuestión de qué podía ser mejor para los padres que habían donado los órganos de su hijo, que el niño que había sobrevivido gracias a su pérdida fuera feliz o que no lo fuera. Imagen 14.1: En compañía de los dos amigos Respecto al alumno más tímido comenté que, posiblemente, estaba intentando de manera inconsciente satisfacer a sus padres y que le estaba resultando difícil conseguir compaginar su carácter, sus necesidades y sus gustos con el deseo de sus padres. Al mismo tiempo, posiblemente ambos amigos estuvieran dándose mutuamente lo que ambos parecían echar en falta (de sus padres, uno, y de su madre, el otro) y era una aceptación incondicional. Entre las pautas que propuse se encontraban las siguientes: Que la profesora incluyera con su mirada al niño donante y a sus padres, de manera que su alumno no fuera el único que lo incluía en su entorno. Que pidiera a sus alumnos una redacción sobre sus padres y sobre otras personas necesarias para que ellos estuvieran vivos. Así pretendíamos facilitar la expresión de los sentimientos del niño y su “normalización” ya que otros niños podían incluir personajes tales como el médico que asistió al parto, los abuelos, sucesos sobre accidentes o enfermedades, etc. Que intentara tener más presente al padre del alumno más aislado y le invitara a participar en alguna actividad escolar (cuentacuentos, explicar su profesión, acompañar a una excursión u otras actividades donde habitualmente colaboran los padres) ya que parecía que su hijo podía tomar más fuerza de él que de su madre. Que cuando pensara en la madre o interactuara con ella intentara no juzgarla y respetara el dolor y la culpa que le acompañaban (manifestándose como depresión) y que se diera cuenta del amor por el hijo que subyacía a dichos sentimientos. Que en la próxima tutoría con los padres del alumno más tímido no hablara de los problemas de aislamiento ni de las dificultades para integrarse en juegos grupales sino que hablara de todos los aspectos de los que lo padres podían sentirse orgullosos. 10 Constelaciones Familiares en sesión individual con anclajes Si bien trabajo principalmente con muñecos, en algunas ocasiones prefiero hacerlo con anclajes [28] en el suelo. Hasta hace poco he utilizado hojas de papel (folios) en las que pintaba el símbolo correspondiente y escribía e l nombre para cada personaje. Imagen ilustrativa11 Imagen ilustrativa 12 Actualmente dispongo de trozos de fieltro de diversos colores recortados en dos tamaños, grandes y pequeños, y con ambas formas (cuadrados para los hombre y círculos para las mujeres). El hecho de disponer de un “set de fieltros” representa dos ventajas para mí: la primera es que el cliente elige de forma similar a los muñecos y no espera de manera pasiva a que yo dibuje los personajes por lo que se implica antes; la segunda es que resuelve la cuestión de qué hacer con los folios una vez realizado el trabajo (¿dárselos al cliente?, ¿tirarlos?, ¿guardarlos?). La técnica es similar a la de las Constelaciones con representantes, el cliente sitúa los distintos papeles o fieltros en el suelo como si configurara una constelación con personas (por eso no se pueden superponer los personajes) y el terapeuta guía el trabajo haciendo que el cliente se coloque sobre alguna de las posiciones y perciba las sensaciones que tiene su cuerpo en dicha posición. Algunas personas son capaces de percibir claramente las señales de su cuerpo con los ojos abiertos aunque la mayoría necesita cerrarlos para poder hacerlo. Por ello muchas veces conviene guiar al cliente colocado en una determinada posición con los ojos cerrados mediante una contextualización. Por ejemplo: “estás de pie, frente a Antonio, tu hermano mayor, que no te mira directamente sino que mira hacia tu izquierda. A tu espalda, detrás y a la izquierda, está tu padre mirando hacia ti y hacia tu hermano. Tu madre está detrás de tu padre, dándole la espalda. ¿Cómo te sientes ahí? ¿Notas algo en tu cuerpo? ¿Necesitas hacer algún movimiento?” Imagen ilustrativa 13: Ejemplo de trabajo con anclajes Dependiendo de las necesidades del trabajo, el cliente se puede colocar en alguna o en todas las posiciones configuradas aunque en muchas ocasiones es suficiente con que perciba desde el anclaje que lo representa y sienta los cambios que se producen en sus sensaciones corporales con las distintas intervenciones (incluyendo a lo excluido, mirando hacia donde no miraba, diciendo una frase sanadora, etc.). Es importante que al cambiar de posición, no se pase directamente de un anclaje a otro sino que durante un momento se “salga” del personaje, ponga los pies en el suelo, observe la constelación y las distintas posiciones y, sólo después de esto, vuelva a ponerse encima de otro anclaje. Por otra parte, el terapeuta también puede colocarse en las distintas posiciones con el fin de obtener información adicional, testar lo percibido por el cliente, percibir cambios tras las intervenciones o facilitar determinadas experiencias en el cliente (por ejemplo colocarse en la posición de padre o madre para que le resulte más fácil sentir el apoyo, posicionarse en el lugar de la persona a la que se dirige la frase sanadora, etc.). La mayoría de las personas con las que he trabajado de esta manera han podido percibir sensaciones corporales y han obtenido información significativa en las distintas posiciones señaladas por los anclajes. En alguna ocasión he tenido que ser la única “testadora” de las posiciones una vez que la persona se ha colocado en la posición y se ha sentido desbordada por las señales que recibía (por ello es un método de trabajo que prefiero utilizar con personas que ya han representado en un taller de constelaciones o que conozco de un proceso terapéutico y confío en sus reacciones). En alguna ocasión, he pedido que una tercera persona estuviera presente para testar desde el desconocimiento del asunto del cliente y de su proceso, de manera que el cliente pudiera confiar en sus propias sensaciones al encontrar “consenso” y yo validara mis propias percepciones si temía estar influenciada por el conocimiento previo del caso. La presencia de esta persona de apoyo siempre la he realizado con el consentimiento previo del cliente y para asuntos algo delicados en cuanto a las posibles consecuencias de un proceso de toma de decisiones “sesgado” (sobre todo herencias y temas de pareja). Uno de los aspectos más interesantes que he encontrado en el trabajo con anclajes en el suelo es que distintas personas pueden percibir en una misma posición desde niveles de información diferentes. Así, en las experiencias realizadas en grupo, la mayoría de las personas sentían corporalmente de manera parecida (por ejemplo, peso o rigidez en un lado del cuerpo o calor, etc.). Sin embargo, en cuanto al impulso o tendencia al movimiento, las percepciones podían diferir considerablemente. Algunas personas tienden a recibir principalmente la información o el impulso desde el nivel de la conciencia y otras sintonizan más fácilmente con los movimientos del alma. De la misma forma, el carácter, los puntos ciegos y las proyecciones afectan ocasionalmente la percepción corporal y energética en el trabajo con anclajes. Un ejemplo de ello es el siguiente trabajo realizado en un colegio con varios profesores que impartían clases al mismo grupo. La demanda provenía de la tutora que se sentía agobiada por los conflictos del grupo, las demandas de los padres y el poco apoyo que creía recibir desde dirección. En el trabajo estuvieron presentes la tutora, la profesora de apoyo, la profesora de gimnasia y el profesor de música además del constelador. Todos coincidían en los siguientes aspectos: Enfado o incomodidad en la posición de los padres. Confusión en la posición de los alumnos. Inquietud y peso en el lado izquierdo en la posición de la tutora. Parálisis y frío en la posición de los especialistas. Solidez en la posición de la dirección y en la posición del colegio. Imagen ilustrativa 14: El agobio de la tutora Sin embargo a la hora de sentir los impulsos de movimiento las percepciones fueron algo diferentes: Algunos sentían que los padres querían colocarse delante de los alumnos, entre ellos y la tutora, mirando hacia la dirección del colegio “como defendiéndolos”; otros en cambio al situarse en esa posición necesitaron colocarse detrás de los alumnos “como respaldándolos”. Algunos sentían en la posición de la tutora que quería girarse hacia el equipo directivo, otros sentían que quería girarse hacia los alumnos, otros percibían ambos impulsos y lo señalaban corporalmente con una especie de balanceo. Una vez que se posicionó a la tutora frente a sus alumnos mirándolos, todos los presentes coincidieron en que en la posición de los padres sentían el impulso de colocarse detrás de los alumnos y que en la posición de los especialistas necesitaban colocarse al lado izquierdo de la tutora ligeramente por detrás “como respaldándola”, mirando también a los alumnos. Cuando se introdujeron a los personajes “educación” y “formación de la tutora” para que pudiera apoyarse en ella, todos coincidieron en sentirse a gusto y fuertes en las posiciones de padres, alumnos, tutora y especialistas. También se introdujo un folio para representar donde miraban el colegio y la dirección y que se relacionaba con el ingreso de dinero (era un colegio-cooperativa). Imagen ilustrativa 15: Un lugar de fuerza para la tutora Lo interesante del caso es que los movimientos hacia la solución eran percibidos inmediatamente por algunos de los participantes (que los padres se colocaran detrás de los alumnos, que la tutora se colocara de frente a su grupo), mientras que otros participante sólo los pudieron percibir después de haber hecho alguna modificación a la configuración (por ejemplo que la tutora mirara a los alumnos o al introducir la educación). Finalmente, todos coincidieron en la percepción de bienestar y fuerza en la imagen de la solución. En otra ocasión, en un taller de supervisión trabajamos con una terapeuta su actitud hacia los clientes y el dinero recibido como pago a su trabajo. Todos los participantes sintieron en la posición de la terapeuta (incluida ella misma) un impulso de irse hacia atrás, como si se cayeran o les faltara un respaldo. En la posición de clientes, por el contrario se produjo un fenómeno curioso: La persona para la que estábamos haciendo el trabajo sentía el impulso de acercarse a la posición de terapeuta. Otras dos personas sintieron el mismo impulso que ella. Estas dos personas se caracterizaban por ser muy confluyentes con sus propios clientes en su trabajo como psicoterapeutas. Por el contrario, una maestra de estilo confrontativo, sintió en la posición de cliente el impulso de dar un par de pasos hacia atrás de manera que se situara más distante del anclaje que representaba a la posición de la terapeuta. Otras dos personas sintieron ambas tendencias, acercamiento- retirada, como un balanceo de su cuerpo hacia delante y hacia atrás. Por último, la supervisora, al situarse sobre la hoja que representaba los clientes, se quedó en una posición estática y firme. La sensación corporal que percibía en ese lugar era de estabilidad y la imagen interna era que los clientes tenían una actitud abierta sin especial interés o rechazo por la terapeuta situada frente a ellos. Una de las explicaciones que dimos sobre dicho episodio es que con el anclaje de “los clientes” se estaban representando simultáneamente clientes muy diversos, algunos que podrían buscar una terapeuta poco presente, otros que rechazarían ese tipo de terapeuta y otros que tendrían reacciones ambivalentes. Cada uno de los participantes que se situó en esa posición “conectó” con la energía de un tipo diferente de cliente, quizás podríamos aventurar que incluso conectaron con la energía del tipo de cliente que serían ellos mismos (evidentemente no deja de ser una hipótesis explicativa ad hoc). En cualquier caso, debemos ser prudentes a la hora de “escuchar” lo que el cliente nos informa en cada posición y lo que sentimos con nuestro cuerpo. Conviene que busquemos lo que tienen de común y tratar de acortar las diferencias a través de pequeños pasos hacia la solución. En caso de que las distintas intervenciones no lleven al consenso entre la percepción del cliente y la nuestra convendría que revisáramos el trabajo, lo pospusiéramos o lo intentáramos con otra técnica pues, en ese caso, difícilmente tomará el consultante algo que no ha experimentado o, lo que es peor, que contradice su propia vivencia. El trabajo con anclajes permite reproducir de manera sencilla y eficaz la metodología de las Constelaciones Familiares con representantes. A través de los anclajes se pueden dar la mayoría de los fenómenos propios de los talleres grupales: sintonizar con los sentimientos y sensaciones de una persona no presente, percibir la dinámica del problema, abrirse a los movimientos del alma, sentir la resonancia de los cambios en cada personaje y en el sistema, etc. Sin embargo, dadas las características de la sesión individual donde el terapeuta no necesita tener en cuenta la dinámica grupal, el trabajo con anclajes puede adaptarse a las necesidades del trabajo y desplegarse en múltiples dimensiones. 10.1. Trabajo con el árbol genealógico Se puede poner un anclaje para cada miembro del sistema de origen: cliente, padres, abuelos, bisabuelos y un anclaje detrás de cada uno de los bisabuelos representando su propio sistema de origen. De esta manera, el cliente puede introducirse en cada uno de los papeles y sentir, en relación a sus ascendientes inmediatos, tanto la fuerza y el amor que le está llegando de ellos, como las expectativas y posibles asuntos sin resolver que necesita respetar y dejar atrás con aquellos a quienes pertenecen. Puede resultar enormemente satisfactorio para el cliente sentir corporal y energéticamente los cambios que se producen a partir de un cambio en su mirada o actitud y a partir de las frases sanadoras expresadas a sus ascendientes. Imagen ilustrativa 16: Mirando atrás Una mirada global a todo el sistema y sus orígenes facilita que el cliente adopte una mirada sistémica y tome conciencia de su deuda en relación al regalo de la vida. También puede percibir dónde encuentra dificultades para mirar o qué destino le resulta difícil asentir. Podemos ir colocando el anclaje del cliente frente a cada uno de los anclajes de su árbol genealógico. También podemos elegir colocarlo sólo frente aquellos personajes más significativos para él bien por apego y cariño, bien por haberlos excluido o juzgado. De la misma forma, si el cliente se mete en cada una de las posiciones de sus antecesores, y el terapeuta va testando las diferentes percepciones, puede tomar en consideración aquello que sus padres, abuelos o bisabuelos necesitan de él y recolocarlo de una forma constructiva. Así, el padre puede temer por su hija (la cliente) y la hija puede decirle una frase que disuelva la carga que implica para ella dicho temor. Por ejemplo: “querido papá, sé que deseas lo mejor para mí y que temes verme sufrir si me confundo. Mamá y tú lo habéis hecho lo mejor posible y me habéis dado suficiente para que yo ahora que soy mayor pueda tomar las riendas de mi vida y hacerlo lo mejor posible. Por favor confía en mí y bendíceme si tomo mis propias decisiones. Si acierto sé que te alegrarás por mí y si cometo un error sé que podré contar con vuestro apoyo y fuerza para superarlo y aprender de ello”. También puede ser que un bisabuelo mire al cliente con mucho cariño y simplemente espere de él que disfrute y sea feliz. En esos casos también puede resultar muy reconfortante para el cliente sentir ese amor y esos deseos por parte de alguien que ni siquiera conoció y agradecerlo de manera explícita: “querido bisabuelo muchas gracias por el amor, la fuerza y la vida que también me llega a través de ti”. Imagen ilustrativa 17: La necesidad de honrar De la misma forma, mirar a los sistemas de los bisabuelos (también podría ponerse una fila más o una fila menos siempre que acabara con un anclaje representando el sistema de cada miembro de fila anterior), permite al cliente remontarse a la infinita cadena de personas, vidas y destinos que han tenido que conjugarse para que esté vivo y sea quien es. Imagen ilustrativa 18: Tomando la fuerza del sistema Por último, recomiendo terminar con una mirada al frente simbolizando el futuro y el camino que el cliente puede recorrer ahora con más fuerza y libertad. De esta manera puede visualizar a todo su sistema tras él protegiéndole, apoyándole y tomando su compromiso de hacerlo lo mejor posible en su nombre propio y en el de los suyos. 10.2. Trabajo con enfermedades y síntomas Con los anclajes podemos acceder con cierta facilidad a aspectos sistémicos de una enfermedad ya que el cliente puede introducirse y sentir corporalmente desde el lugar del síntoma o de la enfermedad. Al mismo tiempo, al introducirse en su propio anclaje puede percibir cómo se relaciona con dicho síntoma o trastorno. En ocasiones resulta sorprendente y sanador que el cliente tome conciencia de sentimientos amorosos del síntoma hacía él o de él hacia el síntoma. También puede resultar terapéutico que se dé cuenta del rechazo que siente hacia su síntoma a pesar de que aparentemente “lleva bien” la enfermedad o de la necesidad del síntoma de apartarse de él y buscar un mejor lugar. 10.3. Trabajo con partes de uno mismo Una persona constituye en sí misma un sistema o, mejor dicho, múltiples sistemas: la clásica diferenciación de Freud entre ello-yo-superyó; la de Perls entre perro de arriba-perro de abajo; las popularizadas consciente- inconsciente o cabeza-corazón, etc. Podemos entender al individuo como un conjunto de partes interdependientes que se rigen por reglas internas cuyo objetivo es, básicamente, la supervivencia, el crecimiento y la homeostasis. Teniendo en cuenta esta idea, ocasionalmente puede resultar esclarecedor trabajar con anclajes para el cuerpo del cliente y él mismo (por ejemplo en caso de obesidad o de falta de cuidado físico); con el corazón y con la cabeza cuando parece que lo racional predomina sobre lo emocional o viceversa; con el niño interno del cliente y con el adulto en situaciones donde el cliente parece estar exigiendo a los demás (a sus padres, a su pareja o a su jefe) lo que él necesita darse a sí mismo o cuando necesitamos que mire el dolor del niño que fue y se reconcilie con él en vez de reprimirlo o proyectarlo; etc. 10.4. Trabajo con ancestros y protectores Cuando trabajamos con el árbol genealógico, los personajes representados (padres, abuelos, bisabuelos) suelen tener para el cliente un nombre y una narrativa asociada. Por el contrario, cuando trabajamos con ancestros y protectores del sistema estamos trabajando con personajes sin nombre y sin historia conocida por el cliente. Si nos remontamos más allá de la séptima generación, el cliente puede encontrarse con personas que son necesarias para que él esté vivo y sea quien es, pero que ya hace tiempo se fueron por lo que posiblemente no tengan expectativas o asuntos pendientes en relación a él. En muchas tradiciones existen estas figuras benefactoras a las que se dirigen rezos, plegarias u ofrendas: ancestros, espíritus protectores, ángeles de la guarda, etc. Sin necesidad de entrar en creencias religiosas y/o esotéricas, se puede trabajar con estas fuerzas entendiéndolas como recursos del sistema que perviven en el cliente y en sus familiares (en cierta forma podríamos entenderlas como impulsos del alma del sistema hacia el orden y la solución). Así, cuando no podemos ayudar directamente al cliente a resolver la preocupación que le hace acudir a consulta (por ejemplo quiere ayudar a alguien de su familia que tiene problemas) podemos trabajar con los ancestros y protectores del sistema para que el cliente les pueda pedir ayuda y tome conciencia de que necesita retirarse. Como ejemplo expongo el caso de una terapeuta con la que mantengo una relación cordial tanto profesional como personalmente. Además de derivarnos clientes, solemos intercambiar opiniones y realizar sesiones de supervisión clínica. En una ocasión se encontraba preocupada por una sobrina, hija de su hermana mayor, que había intentado suicidarse. Esta sobrina de 17 años era su ahijada, la tenía mucho cariño y quería ayudarla aunque no sabía muy bien cómo hacerlo sin que su hermana se sintiera cuestionada u ofendida. Le propuso mirarlo con anclajes. La configuración quedó así: Imagen ilustrativa 19: La preocupación impotente Cuando ella tomaba su propia posición sentía el impulso de acercarse a su sobrina. Al introducirse en el de su hermana sentía mucho peso. En la posición de su sobrina el movimiento era oscilante hacia delante y hacia atrás. Al introducirse en el anclaje de su cuñado sentía debilidad y parálisis. Le pedí que hiciera una prueba, que siguiera su impulso y se acercara a su hermana y su sobrina. Al hacer ese movimiento con su anclaje y comprobar si había cambios en las demás posiciones se dio cuenta de que con ese movimiento su hermana sentía más carga y su sobrina parecía estar aún más atada apoyando a su madre. Al observar esto, saqué anclajes para ancestros del sistema de ambas hermanas (“de la séptima generación hacia atrás” puntualicé al colocar distintos anclajes, de hombres y mujeres, alrededor de ellos). Le pedí que alejase su anclaje del de su sobrina y sus padres, que se metiera en él y cerrara los ojos. Le pedí que se imaginara la presencia de estos ancestros que vivieron y murieron hace mucho tiempo y que pueden ver las cosas desde otra perspectiva. Le sugerí que les pidiera ayuda internamente para su sobrina. Imagen ilustrativa 20: Pidiendo ayuda a los ancestros Después se fue metiendo en cada uno de esos anclajes de ancestros “indefinidos” para percibir las sensaciones e impulsos en cada uno de ellos. En todos sintió mucha fuerza y serenidad. Por el contrario los impulsos eran muy diversos: en particular uno se colocaba como observando amorosamente toda la escena desde la distancia; dos se acercaban a la sobrina, otro a la hermana, varios a ella y otros parecían tener el interés puesto en algún asunto diferente. Imagen ilustrativa 21: Tomando la ayuda de los ancestros Cuando le pedí que se introdujera de nuevo en las posiciones de su hermana, de su sobrina y de ella misma pudo percibir que tanto su hermana como su sobrina se sentían más estables y con menos carga u oscilación. Por su parte se encontraba más tranquila. La conclusión a la que llegó esta compañera de profesión es que necesitaba retirarse de cualquier ayuda directa hacia su hermana o su sobrina pero que necesitaba confiar en la fuerza de su sistema y pedir ayuda a sus ancestros a través de visualizaciones ya que le daba mucha sensación de paz y tranquilidad respecto a su sobrina y también respecto a ella misma. 11 Constelaciones Familiares en sesión individual con visualizaciones y frases sanadoras En realidad el trabajo con visualizaciones y frases sanadoras se encuentra presente la mayor parte de las veces que se aplican las constelaciones sistémicas en una sesión individual de terapia o asesoramiento. En mi experiencia personal, realizar una constelación en sesión individual puede responder principalmente a dos motivos: a la necesidad por mi parte de ver más allá en la dinámica de un problema; o bien se trata de una estrategia con el fin de que el cliente tome algo que necesita para desbloquear un problema y dar un paso hacia la solución y que ya he visto previamente. Dos comentarios que Stephan Hausner suele hacer en sus talleres me han servido a este respecto de guía y toman especial significado a la hora de la aplicación en sesión individual: Hausner plantea la idea de que un buen terapeuta no necesita realizar constelaciones pues ya sabe cuál es la solución. Es decir, la constelación es una herramienta para vislumbrar desde una perspectiva sistémica lo que se mantiene oculto ante una mirada centrada en el individuo como paciente de un problema. Si sabemos cuál es el siguiente paso ¿para qué desplegar una constelación cuyo objetivo es mostrar lo que ya sabemos? En otras ocasiones, realiza la comparación entre la labor del terapeuta y el arte de envolver regalos. Así, un terapeuta puede conocer la solución para el asunto que plantea el cliente y la dificultad estriba en como “adornarlo” para que el cliente se quede con el “regalo”. Muchas veces ésta es la función de una constelación, permitir ver al cliente lo que el terapeuta ya sabía pero que posiblemente hubiera despertado rechazo o incomprensión si se le explica de forma directa. De este modo entiendo que muchos de los trabajos que planteo con mis clientes con muñecos o anclajes podrían haberse resuelto de la misma manera con un trabajo de visualización y la repetición de frases sanadoras. Por eso el manejo de visualizaciones y de frases sanadoras está presente en el trabajo de muñecos y anclajes, no tanto como apoyo sino realmente como la mejor técnica para que el cliente integre de manera interna el cambio propuesto. El desarrollo de una constelación con muñecos funciona como un método eficaz cuyo objetivo es permitir y facilitar este trabajo más profundo en la imaginación del cliente. Los muñecos son un envoltorio atractivo para una “medicina” que sería difícil de tragar en muchas ocasiones, siendo las visualizaciones y las frases sanadoras las que realmente desencadenan el cambio interno tanto a nivel psicológico y emocional como a nivel corporal y energético, y las que funcionarán en el futuro como anclajes para el cliente a los que podrá volver, rememorar, reexperimentar, “agarrarse” en caso de necesidad, bien por una regresión o vuelta a antiguas pautas, bien por una nueva situación de crisis que puede así ser afrontada de manera más saludable que en ocasiones previas. 11.1. El trabajo con visualizaciones Cuando trabajando con muñecos es necesario que el cliente visualice internamente un paso importante para él (por ejemplo, visualizar al abuelo excluido y presentarse a sí mismo como su nieto), generalmente lo señalo previamente mediante el movimiento del muñeco que representa al cliente realizando dicho paso (en el ejemplo anterior sería colocándolo frente al abuelo). Por otra parte, si el paso o el cambio se realiza a lo largo de la visualización (por ejemplo, es capaz durante la visualización guiada de inclinarse con respeto ante el destino de un hermano que está muriéndose), mientras el cliente lo hace en su imaginación, yo hago el cambio en la configuración de los muñecos de manera que se produzca el mismo paso en dos campos diferentes y complementarios, a nivel personal y a nivel de representación sistémica. Así, cuando el cliente abre los ojos, puede observar externamente el cambio producido a nivel interno, lo que suele reconfortarle y servirle para obtener una imagen de la resonancia en su sistema. Las instrucciones que suelo dar para iniciar y guiar una visualización son las siguientes: “Muy bien, cierra los ojos. Pon los dos pies bien apoyados en el suelo y siéntate de manera que la mayor superficie posible de tu cuerpo esté en contacto con el asiento. Deja que entre y salga el aire y permite que tu cuerpo tome lo que necesita y devuelva lo que no necesita. No importa si respiras rápido o lento, de manera superficial o profunda, sólo permite que tu cuerpo tome el aire que necesita tomar y devuelva el aire que necesita devolver, como el continuo fluir de la vida en la que tomamos y damos de manera incesante. Permite que tu cuerpo se relaje y las tensiones se alivien. Imagínate que estás de pie y que frente a ti se encuentra X que también está de pie mirándote. ¿Le puedes ver? ¿Cómo te mira?” Entre las visualizaciones que utilizo frecuentemente se encuentran las siguientes que, dependiendo del objetivo, pueden ser utilizadas de manera independiente o combinada (muchas de ellas han sido desarrolladas por Hellinger u otros autores): 11.1.1. Para plantearse un objetivo: uno mismo de pie delante de un camino, al fondo hay una montaña que representa lo que queremos conseguir o alcanzar. Algunas preguntas que pueden facilitar la visualización son: ¿qué forma tiene la montaña?, ¿y el camino?, ¿cómo te sientes ante los obstáculos?, ¿y ante la meta?, ¿qué necesitas para llegar a la cumbre? 11.1.2. Para tomar fuerza: uno mismo de pie, detrás de nosotros a la derecha se encuentra nuestro padre y también detrás aunque situada más a la izquierda, está nuestra madre, respaldándonos junto a nuestro padre; detrás de nuestro padre se encuentran sus propios padres, nuestro abuelo paterno a la derecha y nuestra abuela paterna a la izquierda; detrás de nuestra madre también se encuentran sus padres, nuestra abuela materna a la izquierda y nuestro abuelo materno a la derecha; detrás de nuestros abuelos se encuentran sus respectivos padres, nuestros bisabuelos; y aún detrás de nuestros bisabuelos podemos sentir a sus padres, nuestros tatarabuelos; podemos ir más allá hasta que perdemos la cuenta; sentimos como somos el último eslabón de una cadena perfecta donde cada uno de los eslabones anteriores era necesario e imprescindible para transmitir la vida hasta nosotros; sentimos la fuerza y el impulso de vida que viene desde infinitas generaciones atrás hacia delante y cómo llega a nosotros en forma del regalo más preciado que nuestros padres han podido darnos. 11.1.3. Para buscar una imagen a un síntoma: en la forma habitual que trabaja la Dra. Ilse Kutschera [29] se induce a un trance a través de un ejercicio de relajación corporal. Se realiza una visualización dirigida, guiando al cliente por prados hasta un bosque donde después de caminar por él se encuentran un claro. Se invita al cliente a descansar en ese claro y pensar en el síntoma. Luego se le dice que éste aparece por entre los árboles y se le pregunta que aspecto o forma tiene. Generalmente el síntoma aparece representado simbólicamente en la imaginación del cliente como una figura, una persona, un objeto o una imagen abstracta. En un ejercicio de este tipo realizado en grupo los síntomas tomaron las siguientes formas simbólicas: un triángulo negro, un muñeco blanco, un hombre desconocido con un puñal, un espejo, un centauro, una sombra, un corazón y una bandera. Los síntomas elegidos para trabajar habían sido también muy diversos: vértigo, dolores de menstruación, dermatitis atópica, intolerancias alimentarias, una deficiencia renal, etc. Hay que señalar que en caso de un mismo síntoma, por ejemplo la dermatitis atópica sobre la que trabajaron tres personas, las imágenes simbólicas que emergieron durante la visualización fueron muy diferentes. Posteriormente se puede constelar el síntoma eligiendo un representante para la forma simbólica adoptada (con personas, con anclajes o con muñecos). 11.1.4. Para reconocer a alguien excluido: se visualiza a la persona que ha sido excluida por el sistema frente a nosotros y a través de frases sanadoras explicitamos su pertenencia al sistema, nuestra necesidad de llevarle en el corazón y de seguir nuestro propio camino respetando su destino. 11.1.5. Para devolver lo que no pertenece a uno: se visualiza a la persona a la que necesitamos devolver algo e inclinamos la cabeza ante ella. A través de frases sanadoras explicitamos nuestra necesidad de devolverse su grandeza y dignidad. Explicamos que lo hemos hecho por amor pero que ahora necesitamos dejar con ella lo que le pertenece con amor y con respeto. También podemos pedir que nos bendiga o nos mire con buenos ojos si lo hacemos de nuestra propia forma o si disfrutamos de algo que ella no disfrutó. 11.1.6. Para presentar honra o respeto: se visualiza a la persona que necesitamos honrar frente a nosotros e inclinamos la cabeza ante ella. En algunos casos puede que ayude imaginarnos que nos inclinamos más pronunciadamente o incluso que nos arrodillamos o tendemos ante la persona a la que honramos. La idea es descansar tras desprendernos del juicio y del intento de hacerlo mejor o de ser más grandes. En caso de hacerlo con personas que llegaron antes al sistema conviene explicitar “tú eres el grande y yo soy el pequeño”. En caso de personas que llegaron al mismo tiempo (pareja o ex-pareja) la frase sería más bien “no soy mejor o peor que tú y ahora te doy el lugar de respeto que mereces”. 11.1.7. Para entrar en contacto con la concordancia: podemos visualizarnos de pie, mirando al horizonte. Permitimos que nuestra vista se pierda en el infinito donde hay luz, una luz reconfortante y amplia que no sólo se encuentra frente a nosotros a lo lejos sino que a medida que vamos mirándola y descansando en ella nos damos cuenta de que también se encuentra detrás y por encima y por debajo. Poco a poco nos percatamos que la luz nos envuelve y que nos sentimos entregados y serenos, con confianza y sin necesidad de entender o explicar o cambiar. Podemos sentir que todo está bien tal cual es y que nosotros pertenecemos a ese todo y a esa luz y que estamos bien tal cual somos. 11.2. El trabajo con frases sanadoras Por su parte, el manejo de frases sanadoras, verbalizaciones con un carácter ritual y metafórico que señalan el desorden existente en un momento dado o la consecución de un orden que se reestablece, suele responder a cuatro necesidades fundamentales en un trabajo de constelaciones en sesión individual: 11.2.1. Explicitar lo obvio de manera que el cliente integre lo expresado por distintos canales de comunicación haciéndose más consciente de ello. Por ejemplo, una vez que hemos incluido un miembro que era excluido y posicionamos el muñeco que representa al cliente frente a él se puede reforzar haciendo repetir al cliente “ahora te veo”. 11.2.2. Provocar la implicación personal y la reacción emocional al pronunciar y escuchar frases de carácter ancestral y arquetípico. Por ejemplo, cuando colocamos al muñeco que representa al cliente frente a los muñecos que representan a sus padres y le pedimos que repita “gracias por darme la vida, ahora la tomo al precio que os ha costado y que a mí me cuesta”. 11.2.3. Promover un cambio a partir de la intención paradójica que se produce al pronunciar palabras en sentido contrario al movimiento que el cliente necesita realizar. Por ejemplo, cuando al muñeco de una cliente que se ha separado del padre de su hijo y que tiene dificultades para respetarlo, lo ponemos frente al muñeco que representa a su hijo y le pedimos que diga: “querido hijo, no te quiero tal como eres, sólo quiero la mitad que viene de mí”. Posiblemente, la cliente se niegue a repetirlo y si lo hace le provocará una reacción en el sentido de preparar la frase sanadora: “querido hijo, te quiero entero tal como eres, la mitad que viene de mí y la mitad que viene de tu padre”. 11.2.4. Con el fin de explorar o comprobar si la dirección de un movimiento es la adecuada. Para ello pedimos al cliente que repita una frase y le preguntamos, una vez que la ha dicho, qué efecto le produce, si es cierta para él o si le resuena. Por ejemplo, en el caso de un hombre muy enfadado con su exmujer se le propuso que dijera a la muñeca que la representaba “siento haberte utilizado”. La reacción de él fue, antes de decir la frase, de perplejidad. Una vez que le contesté que era “sólo una prueba” y la pronunció en voz alta, tuvo el efecto de que la tristeza sustituyera a la emoción de enfado y reconoció “es cierto, la he utilizado durante mucho tiempo para justificar mis problemas y mi dificultad para rehacer mi vida”. Al mismo tiempo hay cuatro formas de realizar la repetición de las frases sanadoras: Como una dramatización con los muñecos: situamos al muñeco del cliente frente al muñeco que representa a quien se dirige la frase y le pedimos que la repita. Con una visualización dirigida y en voz alta: tras introducirle en la visualización y guiarle hasta una imagen donde la frase cobre el máximo sentido, pedimos al cliente que la repita en voz alta. El hecho de que lo haga en voz alta nos permite valorar el tono, la intensidad y la manera que está utilizando para decirla y darse pautas en caso necesario. Muchas veces conseguir que el cliente encuentre el tono adecuado en la introducción de la frase, por ejemplo “querida mamá”, puede suponer que prácticamente se produzca el cambio interno deseado. Con una visualización dirigida y de manera interna: a algunas personas les resulta muy costoso repetir las frases en voz alta. En ese caso les aconsejo que las repitan mentalmente, en silencio, y observo a través de los gestos y expresiones corporales el efecto que produce dichas frases para asegurarme de que están llevando al cliente al lugar adecuado. Las frases las va diciendo el terapeuta mientras el cliente está visualizando de manera que se produce una especie de trance guiado por la “narración” del terapeuta que simultáneamente va comprobando y guiándose por los efectos de las frases a través de las reacciones corporales y emocionales del cliente. Muchas veces, cuando se utiliza de manera intencionada y atenta, el exceso de verbalización por parte del terapeuta no tienen el efecto de provocar en el cliente una racionalización o un distanciamiento cognitivo de sus emociones, sino que, por el contrario, producen un fenómeno de “saturación” del hemisferio izquierdo. Esta saturación o bloqueo del procesamiento analítico-racional permite que se superen suavemente las resistencias y mecanismos de defensa que pudieran estar dificultando el proceso, por lo que se produce un procesamiento emocional realmente eficaz y se permite que el mensaje haga su efecto a nivel del inconsciente [30]. Posteriormente, podemos pedir al cliente que repita en su casa determinada frase que hemos visto que le cuesta más o la que le produce mayor sensación de serenidad o la que ha provocado la mayor reacción corporal y/o energética. Hay un tipo de trabajo que sí suelo realizar directamente con una visualización dirigida y es el movimiento interrumpido [31], especialmente en el caso del movimiento interrumpido hacia la madre. En ese caso suelo colocarme al lado del cliente y mientras éste realiza el trabajo guiado por mis instrucciones me mantengo atenta y preparada para intervenir suavemente con mi presencia física (apoyando una mano en la espalda con un contacto suave entre los omoplatos, inclinándole suavemente la cabeza a la hora de presentar una actitud de humildad y respeto, abrazando y conteniendo en caso de catarsis intensa, etc.). Para una profundización sobre el trabajo con constelaciones en la imaginación recomiendo especialmente el libro de Eva Madelung y Barbara Innecken, Nuestras imágenes internas (Barcelona: Rigden Institut Gestalt, 2007). También el libro de Ursula Franke: Cuando cierro los ojos te puedo ver (Buenos Aires: Alma Lepik, 2005) trata esta forma de aplicar las constelaciones en sesión individual de manera clara y rigurosa. 12 Desiderata El ser humano puede ser definido como un ser social y gregario, como un animal racional, como un animal de lenguaje articulado que le permite mentir. En otras descripciones se destaca del ser humano que posee conciencia, teoría de la mente y metacognición. A mí, lo que me sorprende cada día de nosotros, los humanos, es nuestra capacidad de proyección. Proyectamos los conflictos de nuestra alma a través de síntomas y enfermedades físicas. Proyectamos los arquetipos y mitos del inconsciente colectivo a través de nuestras narrativas y guiones de vida. Las relaciones con los padres podemos proyectarlas en las relaciones con nuestra pareja y nuestros hijos. A través de nuestras relaciones con el jefe, con el dinero, con la comida, con nuestro cuerpo solemos proyectar nuestra relación con la madre. A través de las relaciones con lo académico, los títulos, la carrera profesional y la reputación social tendemos a proyectar la relación con nuestro padre. En muchas de las decisiones que creemos libres y voluntarias, en muchas de las circunstancias que suponemos azarosas y fortuitas, podemos encontrar el reflejo de vidas y destinos que nos precedieron en nuestro sistema familiar o comunitario. Me gustaría que la idea de proyección se entendiera como una capacidad constructiva que proviene de una sabiduría arcaica y, como tal, inconsciente e inmensa. Entender nuestros mecanismos proyectivos como defectos, tendencias destructivas o limitaciones irracionales no nos ayuda a trabajar con ellos. Necesitamos contemplar las proyecciones como aliadas y no como enemigas, de manera que podamos traducir los mensajes que nos ofrecen y valorar la oportunidad que suponen para resolver lo que queda pendiente en nuestra vida y en nuestro colectivo. No entiendo la labor terapéutica como una intervención correctiva de mejora o de eliminación. Cualquier solución puede darse porque ya estaba en el cliente aunque él no pudiera verla o acceder a ella. La experiencia y la técnica del terapeuta siempre se quedarán pequeñas en comparación con la fuerza y la capacidad de cambio que tiene cada cliente y cada sistema. Creo sinceramente que cada uno de nosotros, por muy difícil que haya sido nuestra infancia, por muy terribles que hayan sido nuestras experiencias vitales, por muy graves que resulten nuestras circunstancias, puede encontrar la forma de transformar las cargas en fuerza, las carencias en madurez, las limitaciones en crecimiento. Tras el dolor siempre podemos encontrar amor. Si nos damos cuenta de que somos un verdadero “milagro” de la vida (¡cuánta gente ha tenido que encontrarse y amarse y nacer y morir para que nosotros estemos aquí!), que somos únicos e insustituibles, quizás podamos empezar a reconciliarnos con todo lo que tuvo que ser, y con todo lo que no pudo ser, para que seamos quienes somos y como somos. Así, la labor del terapeuta es más la de traductor que la de guionista, la de tramoyista que la de director de escena, la de fontanero que desatasca que la de arquitecto que construye. Necesitamos mostrar a nuestro cliente lo que trae consigo, ayudarle a comprender lo que su malestar esconde, facilitar el espacio adecuado para que descubra en sí mismo la fuerza, la dignidad y los recursos que le son propios y que le permitirán dar los pasos necesarios para realizar un cambio constructivo, para encontrar una solución válida. Supongo que esta forma de entender las proyecciones y la labor terapéutica es lo que me ha llevado a convertir el trabajo con muñecos en una herramienta con la que me siento cómoda y que valoro enormemente. Por eso no saco los muñecos ni con frecuencia ni con facilidad. Necesito calibrar el momento del cliente y sus necesidades así como mi disposición para abrirme a su mundo y su discurso de manera que podamos trabajar en equipo con un objetivo común: que el cliente, tras el trabajo, se sienta más capaz de responsabilizarse de su bienestar. No acepto trabajar ante demandas donde el cliente está buscando justificación para sus problemas en vez de soluciones. Tampoco permito que se utilice el trabajo con muñecos de manera supersticiosa como si lo que se observa en la imagen o lo que resuena durante el proceso pudiera garantizar un cambio en la persona o, lo que es peor, en el rumbo de su vida. Con los muñecos tan sólo propongo ampliar la mirada. Creo importante mostrar que no sirve de nada esgrimir el derecho de ser felices, ni sentir que nos merecemos nuestro bienestar, o desear que algo no nos duela porque ya hemos sufrido mucho… Sino que necesitamos asentir al compromiso con nosotros mismos, y los nuestros, de vivir con la mayor libertad y plenitud posibles dadas nuestras circunstancias y las de nuestro entorno. Espero que los casos comentados a lo largo del libro sean contemplados como una muestra de posibles ejemplos, recogidos tanto en la consulta de psicoterapia y en las sesiones individuales de constelaciones, como en los cursos y talleres con muñecos. Tienen por tanto un carácter empírico, idiosincrásico y en ningún caso normativo. No se trata de un recetario puesto que los ingredientes son diferentes para cada ocasión. Cada trabajo debe ser considerado como un caso único, incluso siendo trabajos para un mismo cliente, esta persona estará en un momento diferente y, por tanto, sus necesidades deberán valorarse atentamente cada vez. Acudir a fórmulas magistrales sería faltar el respeto al cliente, a su sistema y a nuestro trabajo, por lo que es necesario subrayar la necesidad de ser extremadamente prudentes a la hora de generalizar o tomar las experiencias propias o de colegas como reglas de actuación o leyes causales. También quiero expresar mi inmensa gratitud a todas aquellas personas que han acudido con sus dificultades y dudas a mi consulta y a mis talleres. Gracias a ellos he aprendido la mayor parte de lo que muestro en este libro y sigo aprendiendo. El anonimato de mis clientes ha sido garantizado cambiando su nombre y los datos que no son relevantes para el caso. Si alguien cree reconocer a un compañero o cliente le ruego que sea prudente, primero porque puede estar confundido y, segundo, por respeto al trabajo terapéutico realizado. Así mismo, me gustaría recomendar cautela a la hora de trabajar con los muñecos. Si bien resulta una herramienta útil y versátil, también considero que es muy poderosa y como tal debe usarse, sin miedo pero sí con gran respeto y humildad. De la misma manera, el método de Constelaciones Familiares exige una preparación de varios años a múltiples niveles (personal, formativo, terapéutico ) por lo que una persona que no haya pasado por una formación específica en este método, aunque haya asistido a talleres de Constelaciones como participante, debería abstenerse de constelar (y esto incluye las constelaciones en sesión individual). Como suelo recomendar a mis alumnos: “cuánta más fascinación sintáis por una herramienta más debéis conteneros a la hora de utilizarla”. Finalmente comentar que el trabajo terapéutico con muñecos puede ser visto como un viaje que realizamos junto al cliente. Es él quien conoce el paisaje y sus habitantes, los obstáculos del camino así como las mejores vistas. También es él quien debe decidir el destino del viaje y dónde detenerse para descansar. Nosotros debemos confiar en lo que él conoce, incitarle a recordar o recuperar lo que cree olvidado u oculto, animarle a seguir un poco más para llegar a un buen refugio o, por el contrario, hacerle considerar la posibilidad de parar si necesita coger fuerzas. El norte donde señala su brújula es el anhelo de su alma, el deseo de disfrutar de un buen lugar en su sistema, la necesidad de estar en consonancia con su destino. Nosotros podemos ayudarle a darse cuenta de dónde estaba y hacia dónde miraba, podemos pedirle que haga uso de esa brújula y, confiando en que se ha reorientado en su vida, dejar que siga su camino. Para ello, es fundamental que recordemos nuestro propio norte; sepamos dónde estamos y dónde miramos; busquemos nuestro buen lugar, nuestro lugar de fuerza; aceptemos el viaje a Ítaca que constituye la vida; y reconozcamos humildemente que, como acompañantes de peregrinos, nuestra labor sólo es posible porque también nosotros seguimos en camino. Bibliografía recomendada Eric Berne: Juegos en que participamos. RBA, Barcelona 2007. Clásico imprescindible para ampliar nuestra visión de las relaciones interpersonales. El creador del Análisis Transaccional describe diferentes dinámicas inconscientes que subyacen a nuestras interacciones cotidianas y hace un alegato sobre la capacidad del ser humano para alcanzar su libertad o autonomía mediante la toma de conciencia y la recuperación de la espontaneidad e intimidad perdida durante su proceso de socialización. Ivan Boszormenyi-Nagy y Geraldine M. Spark: Lealtades invisibles. Reciprocidad en terapia familiar intergeneracional. Amorrortu editores, Buenos Aires 1994. Pioneros de la terapia familiar sistémica presentan una teoría sobre las dinámicas intrageneracionales y transgeneracionales basada en su experiencia profesional de décadas. Introducen los conceptos de lealtad y justicia familiar en el contexto clínico abriendo así todo un campo de investigación y práctica psicoterapéutica. Peter Bourquin: Constelaciones Familiares. En resonancia con la vida. Desclée De Brouwer (Serendipity), Bilbao 2007. Introducción a las Constelaciones Familiares de carácter divulgativo en el mejor sentido del término. Haciendo uso de un lenguaje cotidiano y evocador al mismo tiempo, el autor consigue explicar de manera sencilla y amena los aspectos fundamentales de este enfoque, sintetizar su amplia experiencia con las Constelaciones y transmitirnos su enorme pasión por ellas. Patrice van Eersel y Catherine Maillard: Mis antepasados me duelen. Psicogenealogía y Constelaciones Familiares. Obelisco, Buenos Aires 2005. Recopilación de entrevistas breves que nos permite conocer diversas miradas y voces sobre el enfoque psicogenealógico. Además de autores populares como Alejandro Jodorowsky y Bert Hellinger, aparecen otros autores menos conocidos por el gran público y que, sin embargo, plantean perspectivas y aplicaciones de la Psicogenalogía igualmente interesantes y provocadoras. Ursula Franke: Cuando cierro los ojos te puedo ver. Constelaciones Familiares en la consulta individual. Alma Lepik, Buenos Aires 2005. Propuesta de una psicoterapeuta experimentada que ha introducido las Constelaciones Familiares en su práctica clínica cotidiana. Cabe destacar el rigor y el respeto con el que la autora plantea tanto su formación previa como el nuevo enfoque aportado por Hellinger. Marianne Franke-Gricksch: Eres uno de nosotros. Miradas y soluciones sistémicas para docentes, alumnos y padres. Alma Lepik, Buenos Aires 2006. Pionera de la Pedagogía Sistémica, la autora comparte de manera generosa y humilde sus experiencias en la aplicación del enfoque de las Constelaciones en el aula. A través de algo parecido a una novela autobiográfica, esta veterana maestra nos contagia su amor por sus alumnos y por la educación y nos hace partícipes de sus “experimentos”, dudas y aciertos en este campo todavía por desarrollar. Monica Mc Goldrick y Randy Gerson: Genogramas en la evaluación familiar. Gedisa editorial, Barcelona 2005. Excelente manual sobre la técnica del genograma. Se agradece tanto su claridad y concisión como la elección de personajes célebres para ejemplificar la elaboración del genograma y el manejo de la información contenida en él, consiguiendo así que resulte realmente ameno. Su introducción sobre la perspectiva sistémica en el contexto terapéutico es tan breve como útil. Jay Haley: Terapia no convencional. Las técnicas psiquiátricas de Milton H. Erickson. Amorrortu editores, Buenos Aires 2003. Tanto Erickson como Haley son autores imprescindibles en relación a la terapia breve estratégica y a la intervención familiar. En esta obra Haley, como alumno aventajado y entregado, nos introduce en el mundo clínico de Erickson y nos obliga a reencontrarnos con la pasión por seguir aprendiendo sobre el ser humano y sobre la profesión de terapeuta. Bert Hellinger: Órdenes del amor. Herder, Barcelona 2001. Aunque es autor de más de una veintena de libros, sigo recomendando sus primeras obras a todas aquellas personas interesadas en conocer las Constelaciones Familiares y el enfoque sistémico existencial de Hellinger. Bert Hellinger: Religión, psicoterapia, cura de almas. Herder, Barcelona 2002. Recopilación de textos provenientes de reflexiones, correspondencia, conferencias, cuentos y poemas, etc. que permite dar a conocer a Hellinger como pensador y filósofo interesado por las limitaciones y la dignidad del ser humano así como por su relación con la vida, la muerte y el destino. Mark Johnson: El cuerpo en la mente. Fundamentos corporales del significado, la imaginación y la razón. Debate, Madrid 1991. Tratado fundamental sobre semiótica en el que el autor plantea una teoría constructivista del significado. Su propuesta de que las metáforas son el mecanismo por el cual la imaginación permite el desarrollo de estructuras cognitivas a partir de experiencias corporales, se encuentra en la base de la herramienta de los muñecos así como de técnicas afines: silla vacía, psicodrama, constelaciones, etc. Chris L. Kleinke: Principios comunes en psicoterapia. Desclée De Brouwer (Biblioteca de Psicología), Bilbao 1995. Texto básico para aquellos que se plantean una práctica ecléctica de la psicología clínica. Los comúnmente llamados factores inespecíficos de psicoterapia se encuentran muy bien especificados, de manera clara y exhaustiva, en este ejercicio de revisión y metaanálisis sobre la práctica terapéutica. Kurt Ludewig: Terapia sistémica. Bases de teoría y práctica clínicas. Herder, Barcelona 1998. Impresionante ejercicio de reflexión y exposición sobre los fundamentos del enfoque sistémico en psicoterapia. El autor nos ofrece su pasión tanto por la epistemología como por la práctica clínica haciendo que su obra recoja, de manera admirable, tanto los aspectos teóricos y filosóficos como los aplicados y técnicos. Eva Madelung y Barbara Innecken: Nuestras imágenes internas. Uso creativo de la PNL y las Constelaciones Familiares en Terapia, Coaching y Autoayuda. Rigden Editorial, Barcelona 2007. Libro esencial para cualquier terapeuta que se plantee aplicar las técnicas de visualización, los anclajes emocionales y otros usos creativos del enfoque de las Constelaciones en sesión individual de terapia o de asesoramiento. Jirina Prekop y Bert Hellinger: Si supieran cuanto los amo. Herder, México 2004. Obra recomendable para profesionales que trabajan habitualmente con niños y/o adolescentes, pues se trata de una propuesta de aproximación de la técnica de las Constelaciones a la terapia infantil y recoge casos clínicos con esta población. Anne Ancelin Schützenberger: ¡Ay, mis ancestros! Vínculos transgeneracionales, secretos de familia, síndrome de aniversario, transmisión de traumatismos y práctica del genosociograma. Omeba, Buenos Aires 2006. La gran veterana de la Psicogenealogía nos muestra su saber y experiencia en esta obra. Tras introducirnos en el síndrome de aniversario, las deudas transgeneracionales y los patrones repetitivos familiares, incluidas los relacionados con enfermedades, deja la vaga sensación de que la autora tiene tantos conocimientos sobre el tema que no le caben en este libro. En definitiva, resulta tan interesante que uno se queda con ganas de más. Paul Watzlawick: El lenguaje del cambio. Nueva técnica de la comunicación terapéutica. Herder, Barcelona 1994. Posiblemente el autor más divertido e inteligente del pensamiento sistémico-constructivista. Este libro es una de las obras imprescindibles para entender y aplicar en psicoterapia conceptos tales como las prescripciones paradójicas, el bloqueo del hemisferio izquierdo, la reestructuración a través de metáforas, los rituales, la utilización de las resistencias a favor del cambio, etc. Jeffrey K. Zeig y Stephen G. Gilligan (compiladores): Terapia breve. Mitos, métodos y metáforas. Amorrortu editores, Buenos Aires 1994. Obra recopilatoria que permite hacernos una idea de la amplitud de miradas, técnicas y experiencias clínicas que componen el campo terapéutico de corte sistémico. El enfoque estructural, el estratégico y el constructivista se esbozan a partir de las aportaciones de numerosos y variados autores cuya labor y experiencia clínica son su mejor tarjeta de presentación. Gunthard Weber (editor): Felicidad Dual. La psicoterapia sistémica de Bert Hellinger. Editorial Herder 1999. Otro gran clásico en el mundo de las Constelaciones Familiares. Weber, como editor, recopila charlas, talleres y seminarios de Hellinger. Cabe destacar que siendo el autor un reconocido psiquiatra sistémico se quedara fascinado, allá en los orígenes de las Constelaciones, por el pensamiento y el quehacer de Hellinger y se atreviera a publicar esta obra de planteamiento tan heterodoxo. Colección AMAE Directora: LORETA CORNEJO PAROLINI Adolescencia: la revuelta filosófica, por Ani Bustamante El síndrome de Salomón. El niño partido e n dos, por María Barbero de Granda y María Bilbao Maté La adopción: Un viaje de ida y vuelta, por Alfonso Colodrón Gómez-Roxas Esto, e so, aquello… también pueden ser malos tratos, por Ángela Tormo Abad La adolescencia adelantada. El drama de la niñez perdida, por Fernando Maestre Pagaza Riqueza aprendida. Aprender a aprender de la A a la Z , por Roz Townsend Los padres, primero. Cómo padres e hijos aprenden juntos, por Garry Burnett y Kay Jarvis PNL para profesores. Cómo ser un profesor altamente eficaz, por Richard Churches y Roger Terry EmocionArte con los niños. El arte de acompañar a los niños en su emoción, por Macarena Chías y José Zurita Muñecos, metáforas y soluciones. Constelaciones Familiares en sesión individual y otros usos terapéuticos, por María Colodrón Madre separada. Cómo superan las mujeres con hijos la separación, por Katharina Martin y Barbara Schervier-Legewie Rebelión en el aula. Claves para manejar a los alumnos conflictivos, por Sue Cowley ¿Hay algún hombre en casa? Tratado para el hombre ausente, por Aquilino Polaino Cyber Bullying. El acoso escolar en la era digital, por Robin Kowalski, Susan Limber y Patricia Agatston 222 preguntas al pediatra, por Gloria Cabezuelo y Pedro Frontera Borrando la “J” de Jaula. Cómo mejorar el funcionamiento del aula. La educación desde una perspectiva humanista, por Isabel Cazenave Cantón y Rosa Mª Barbero Jiménez Porque te quiero. Educar con amor… y mucho más, por Pilar Guembe y Carlos Goñi (2ª ed.) Focusing con niños. El arte de comunicarse con los niños y los adolescentes en el colegio y en casa, por Marta Stapert y Eric Verliefde Los cuentos de Luca. Un modelo de acompañamiento para niñas y niños en cuidados paliativos, por Carlo Clerico Medina Familias felices. El arte de ser padres, por Trisha Lee, Steve Bowkett, Tim Harding y Roy Leighton Mi aula de bebés. Guía práctica para padres y educadores infantiles, por Beatriz Ocamica Garabilla Los niños, el miedo y los cuentos. Cómo contar cuentos que curan, por Ana Gutiérrez y Pedro Moreno ¿Todo niño viene con un pan bajo el brazo? Guía para padres adoptivos con hijos con trastornos del apego, por José Luis Gonzalo Marrodán y Óscar Pérez-Muga El acoso escolar en la infancia. Cómo comprender las cuestione simplicadas y afrontar el problema, por Christine Macintyre El espacio común. Nuevas aportaciones a la terapia gestáltica aplicada a la infancia y la adolescencia, por Loretta Zaira Cornejo Parolini Notas [1]Cuando hablo de muñecos hago referencia a un conjunto de elementos figurativos en los que se puede distinguir o señalar la dirección de su mirada. Los que suelo utilizar en consulta son los playmóbil pero puede utilizarse cualquier otro tipo siempre que se distingan entre sí y que se pueda observar fácilmente la orientación de la mirada. [2]Psicogenealogía: enfoque terapéutico que pone el énfasis en la mirada transgeneracional y utiliza como herramienta principal el árbol genealógico o genograma para encontrar patrones repetitivos, mitos y rituales familiares, deudas pendientes y otros aspectos sistémicos que puedan estar afectando al individuo de manera vertical (en referencia a la familia de origen y los antecesores y en contraposición a la infuencia sistémica horizontal que ejerce la familia actual). Entre los autores que han desarrollado este enfoque se encuentra Anne-Ancelin Shüetzenberger, Alejandro Jodorowsky, Bert Hellinger, Didier Dumas o Vincent de Gaulejac, entre otros. [3]Hellinger, B. (2001), Los Órdenes del Amor. Barcelona: Herder. [4]Virginia Satir (1916-1988): autora y psicoterapeuta estadounidense, conocida especialmente por su enfoque de terapia familiar. Sus libros más famosos en idioma español son: Terapia familiar paso a paso, En Contacto Íntimo: Cómo relacionarse con uno mismo y Nuevas Relaciones Humanas en el Núcleo Familiar. [5]La Teoría de los Constructos Personales de George KeIly (1905-1967) ocupa una interesante posición dentro de la Psicología de la Personalidad. Según este autor, la clave para entender la personalidad y todos sus procesos psíquicos está en las categorías cognitivas conceptuales que el individuo utiliza para “construir” (interpretar) el mundo. La teoría de Kelly puede defnirse como idiográfca (enfatiza las particularidades individuales) y de carácter marcadamente clínico. El énfasis que hace respecto al papel de la subjetividad en la percepción del mundo le ha relacionado con autores humanistas y fenomenólogos, aunque su manejo de conceptos cibernéticos y cognitivos hacen que su enfoque sea único en Psicología. Kelly, G. A. (1955). The psichology of personal constructs. Nueva York: Norton. [6]Constructo: es una categoría descriptiva que se utiliza para clasifcar e interpretar acontecimientos y que representa nuestra especial manera de entender el mundo. [7]Para una revision exhaustiva del tema recomiendo el manual de Greenberg y sus colaboradores: Greenberg, L. S.; Watson, J. C.; Lietaer,G. (Eds.) (1998) Handbook of experiential psychotherapy. Nueva York: The Guilford Press. [8]Para una revisión de dichas técnicas recomiendo el excelente libro de Antonio Semerari (2000): Historia, teoría y técnicas de la psicoterapia cognitiva. Barcelona: Paidós, 2002. [9]Alexander, F. (1963). The dynamics of psychotherapy in light of learning theory. American Journal of Psychiatry, 120, 440-448. [10]Meichenbaum, D. (1985). Manual de inoculación del estrés. Barcelona: Martínez-Roca, 1987. [11]Para quien tenga curiosidad comentaré que en la siguiente sesión, dos semanas después, el padre me informó de que Patricia había comenzado a hablar con su madre a través de frases sueltas y con él a través de palabras aisladas. Actualmente se encuentra participando de manera activa en el centro ocupacional, se ha apuntado a pintura y a tai-chi, actividades con las que disfruta, y se encuentra animada y comunicativa. Realmente no se puede afirmar que estos cambios se deban al trabajo terapéutico realizado, pero me siento afortunada de estar participando como acompañante y testigo de los mismos. [12]Las capacidades metacognitivas son aquellas habilidades que nos permiten a las personas tener conciencia sobre nuestras propias actividades mentales (pensamiento y aprendizaje) y gestionar dichas actividades a través de procesos de supervisión, control, regulación y evaluación de procesos con el fin de organizarlos, revisarlos y modifcarlos en función de los resultados del desempeño cognitivo e intelectual. [13]Bert Hellinger: teólogo y terapeuta alemán nacido en 1925. Tras 16 años trabajando en Sudáfrica como misionero católico, se hizo psicoanalista y profundizó en la Dinámica de Grupos, la Terapia Primal, el Análisis Transaccional, y diversos métodos hipnoterapéuticos. Posteriormente, desarrolló su propia técnica terapéutica: las Constelaciones Familiares. [14]Stephan Hausner, discípulo de Hellinger, gran constelador y generoso maestro, expresó muy bien la actitud adoptada por muchos de los consteladores que nos hemos quedado atrás respecto al nuevo enfoque: “veo donde está él (Bert Helllinger) y donde estoy yo, y no sé si algún día podré alcanzar donde él ya ha llegado” (ceremonia de cierre del Congreso de Pedagogía Sistémica de Sevilla, 2006). [15]Para una introducción más amplia recomiendo el libro de Peter Bourquin: Las Constelaciones Familiares. En resonancia con la vida. Desclée De Brouwer, colección Serendipity. Bilbao, 2007. [16]Aveces he escuchado hacer diferenciaciones de un "enfoque sistémico existencial“, refriéndose a las Constelaciones Familiares, en contraposición a un “enfoque sistémico estructural”. También he oído describir a las Constelaciones en términos de “terapia sistémica existencial”. En cualquier caso, las Constelaciones Familiares participan en el enfoque sistémico por el énfasis dado al sistema para explicar el bienestar o malestar del individuo, aunque plantea conceptos y técnicas, en gran medida, diferentes. [17]Ludwig von Bertalanffy, fundador de la “teoría general de sistemas” pudo comprobar ya a finales de los sesenta como su nuevo enfoque se había convertido en parte integrante y reconocida de la realidad académica. [18]Watzlawick, P. et al.: Teoría de la comunicación humana. Barcelona: Herder, 1981, 1995. [19]Bateson, G. Espíritu y naturaleza. Buenos Aires: Amorrortu, 1982; Pasos hacia una ecología de la mente: una aproximación revolucionaria a la autocomprensión del hombre. Buenos Aires: Carlos Lohlé, 1985.Espíritu y naturaleza. Buenos Aires: Amorrortu, 1982. [20]La estructura de un sistema se constituye por las interrelaciones más o menos estables entre las partes o componentes de un sistema que pueden ser verifcadas o identifcadas en un momento dado. [21]La homeostasis, o equilibrio interno, es el mecanismo que garantiza el mantenimiento de la organización de un sistema. Opera ante variaciones del entorno a través de compensaciones internas que sustituyen, bloquean o complementan estos cambios con el fin de preservar la estructura sistémica. En las familias se garantiza a través de un entramado de reglas de comportamiento. [22]El concepto de equifnalidad hace referencia a la idea de que un mismo efecto puede responder a distintas causas. Es decir, los cambios observados en un sistema abierto no están determinados por las condiciones iniciales del sistema, sino por la propia naturaleza de los procesos de cambio. [23]Bowlby fue el primer autor que, mezclando conceptos provenientes de la etología, el psicoanálisis y la teoría de sistemas, intenta explicar el lazo emocional del hijo con la madre. Defne al apego como “la conducta que reduce la distancia de las personas u objetos que suministrarían protección”. Bowlby, J. El apego y la pérdida. Barcelona: Paidós, 1998. [24]Es conocido el síndrome de la “culpa del superviviente” basado en una convicción muy profunda del ser humano que espera que todos los miembros de un grupo solidario tengan un destino común. Cuando hay pocos supervivientes y muchas víctimas, el superviviente se siente como si hubiera “traicionado” ese contrato no escrito. Esta culpa del superviviente suele ser parte central de la terapia del estrés postraumático. [25]Freud, Sigmund: El Malestar en la Cultura. Obras completa, tomo XXI. Buenos Aires: Amorrortu editores, 1979.Pg. 131. [26]Hellinger, Bert (2001): Religión, psicoterapia, cura de almas. Textos recopilados. Barcelona: Herder. Pg. 137. [27]Bert Hellinger: Los órdenes de la ayuda. Alma Lepik, Buenos Aires, 2006. [28]El término anclaje se refere aquí a la utilización de un referente de posición y no al concepto comúnmente utilizado desde el enfoque de la PNL (Programación neurolingüística) que se refere a la asociación automática entre un estímulo y una respuesta emocional positiva o negativa. [29]Kutschera, I. y Scháffler (2002). Enfermedad que sana. Síntomas patológicos y constelaciones familiares. Alma Lepik. Buenos Aires, 2006. [30]Para una explicación detallada y amena de este efecto recomiendo el libro de Paul Watzlawick: El lenguaje del cambio. Nueva técnica de la comunicación terapéutica. Herder, Barcelona,. [31]Por movimiento interrumpido se entiende el bloqueo emocional respecto al apego del niño hacia uno o ambos padres. Es un término común en Constelaciones e incluye la idea de ruptura vincular, propia de la Psicología del Desarrollo a partir de las teorías de Bowlby. Amplía dicho concepto en la consideración de causas y rango de edad en el que puede producirse, en la descripción de las consecuencias personales y sistémicas sobre el adulto y en el desarrollo de un protocolo breve y efcaz para facilitar su resolución. Acerca de la autora BIOGRAFÍA María Colodrón, Psicóloga. CAP. Master en Dirección y Gestión de Servicios Sociales. Postgrado en Salud Mental en la Escuela de Medicina de la Universidad de Nueva York y en la Facultad de Psicología de la Habana. Trabaja como psicoterapeuta desde 1996, haciéndolo actualmente en el marco de Hexagrama trece. Colabora con la UNED como tutora de postgrado. Docente de ECOS (Escuela de Constelaciones Sistémicas dirigida por Peter Bourquin), imparte formación y talleres en distintas ciudades.