Historia de la República de las Dos Naciones (1648-1764)
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La Historia de la Mancomunidad polaco-lituana (1648-1764) abarca un período de la historia de Polonia y del Gran Ducado de Lituania, desde el momento en que su Estado conjunto se convirtió en el teatro de guerras e grandes invasiones a mediados del siglo XVII hasta justo antes de la elección de Estanislao II Poniatowski, último rey de la Mancomunidad.[1]
A partir del siglo XVII, la «democracia nobiliaria» polaco-lituana experimentó guerras devastadoras, se sumió en el desorden y luego en el caos y como resultado decayó. La otrora poderosa Mancomunidad se había vuelto vulnerable a la guerra interna y la intervención extranjera. En 1648, el levantamiento cosaco de Jmelnitski afectó al sur y el este del vasto Estado polaco-lituano y pronto le siguió una invasión sueca, que sometió las principales tierras polacas. La guerra con los cosacos y Rusia dejó Ucrania dividida: la parte oriental, perdida por la Confederación, devino una dependencia del Zarato de Rusia. Juan III Sobieski, que libró una larga guerra contra el Imperio otomano, revivió el poderío militar de la Confederación. En un compromiso decisivo, ayudó en 1683 a liberar Viena de un ataque turco.[1]
Sin embargo, le siguió una mayor desintegración. La Confederación, sometida a una guerra casi constante hasta 1720, sufrió pérdidas devastadoras de población y grandes estragos económicos y sociales. La decadencia económica no llegó a superarse en lo que quedaba de existencia de la Confederación. El gobierno se volvió ineficaz debido a grandes conflictos internos (por ejemplo, el que enfrentó a Rokosz de Lubomirski con Juan II Casimiro, o las confederaciones rebeldes), procesos legislativos corruptos (como el uso infame del liberum veto) y la manipulación por parte de intereses extranjeros. La clase noble cayó bajo el control de un puñado de familias poderosas que gozaban de dominios territoriales desde antiguo y la población y las infraestructuras urbanas se arruinaron, junto con la mayoría de las granjas campesinas.[1]
Los reinados de dos reyes de la dinastía sajona de Wettin, Augusto II el Fuerte y Augusto III, trajeron a la Confederación más daño político y poca reforma significativa. La Gran Guerra del Norte, un período visto por los contemporáneos como un eclipse pasajero, puede haber sido el golpe decisivo final que debilitó al Estado polaco-lituano. El Reino de Prusia devino en gran potencia regional y arrebató Silesia a la Monarquía de los Habsburgo. La unión personal entre la Confederación y Sajonia, sin embargo, dio lugar al surgimiento del movimiento de reforma en la Confederación, y a los comienzos de la Ilustración polaca.[1]