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«Los rompebodas» (Wedding Crashers, EE.UU., 2005, habl. en inglés). Dir.: D. Dobkin. Int.: O. Wilson, V. Vaughn, R. Mc-Adams, I. Fisher, C. Walken, J. Seymour, B. Cooper, W. Ferrell.
Una trama obvia da lugar a algunos momentos muy divertidos. El asunto tiene que ver con dos perdedores que hacen un culto al hecho de colarse en bodas importantes, donde no sólo pueden comer y beber gratis hasta hartarse, sino que la picardía les permite acercarse a chicas solas que dan por sentado que son tipos confiables de su mismo círculo social.
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Como es de esperar, las cosas se complicarán -y empezarán a ser menos divertidas- cuando Owen Wilson y Vince Vaughn encuentren el verdadero amor en medio de uno de esos casamientos. A partir de este momento es cuando el director David Dobkin intentar mezclar agua con aceite, incluyendo chistes de sadomasoquismo y masturbación en medio de escenas de romance meloso dignas de una comedia para quinceañeras.
El problema es que para introducir estas escenas melosas hay que estirar el argumento hasta unos casi intolerables 120 minutos de duración, lo que atenta seriamente contra la eficacia de esta comedia apoyada por muy buenas actuaciones: Vince Vaughn (el extraño psicopáta de la remake de «Psicosis») tiene un vehículo perfecto para potenciar su mejor pasta de comediante, y mientras Owen Wilson hace lo mismo que siempre, lo que no está mal, Christopher Walken aporta su talento a dos de los mejores gags, entre ellos uno donde le habla con total naturalidad au n invitado que está atado a su cama, no se sabe tras qué tipo de actividades non-sanctas.
Y el que directamente salva la película es Will Ferrell como el sorprendente sacerdote supremo del arte de colarse en las bodas que aparece hacia el final para explicar que la última moda es colarse en los entierros para aprovechar la atracción entre el sexo y la muerte. Con todo lo desparejo que pueda ser el balance, finalmente hay que reconocer que los gags eficaces de esta comedia son realmente buenos, y pueden hacer reír entre los tiempos muertos.
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