Blanca de Castilla, no solo los hombres tienen dotes de mando
Blanca de Castilla

Blanca de Castilla, no solo los hombres tienen dotes de mando

La Historia nunca ha sido muy benevolente con las mujeres, siempre las ha tildado de estereotipos manidos y las ha tratado con prejuicios claros del patriarcado que ha reinado desde el inicio de la vida. Tiempo ha, son muchas las féminas que han pasado las más grandes penurias para dejar en pluma y pergamino lo que sentían, cómo se veía el mundo y sus cambios a través de su prismas; a veces escondidas detrás de un seudónimo, otras bajo el ala de su marido y, en contadas ocasiones, disfrazadas de varones; todo por alzar la voz y expresarse.

Siempre que una mujer destacaba, era asignada a un cajón de estereotipos: una Salomé vividora y con afán de venganza, sin juicio como Juana la Loca, seductora como Cleopatra, luchadora masculinizada como Juana de Arco o excéntrica y mimada como Maria Antonieta. ¿Realmente creéis que no existen mujeres que hayan marcado un antes y un después en la historia sin haber usado sus atributos femeninos? Solo hay que rasgar el fino velo que cubre la vida y fijarse en aquellas que, más allá de ser ‘mujer de’ o ‘hija de’ o ‘hermana de’, han marcado una etapa o un periodo histórico.

Leonor de Aquitania

Leonor de Aquitania

Leyendo un libro no muy viejo, comprado en un mercadillo de segunda mano, descubrí la figura de Blanca de Castilla, una mujer de armas tomar que fue reina de Francia y que vivió con dignidad y valentía hasta el final de sus días.

Blanca era nieta de Leonor de Aquitania;  mujer que puso dos reinos patas arriba y madre de Juan Sin Tierra, Ricardo Corazón de León y de Leonor, ésta última, esposa de Alfonso VIII, rey de Castilla. Leonor y Alfonso eran los padres de Urraca y Blanca, dos hijas que él necesitaba casar con reyes o nobleza europea para así afianzar su perpetuidad en el trono, que pendía de un hilo por la batalla de las Navas de Tolosa, y para conseguir ayuda (si le fuese necesaria) para luchar contra los moriscos de Al Andalus.

Por otro lado, el rey de Francia, Felipe Augusto, necesitaba unir en santo matrimonio cuanto antes a su retoño, Luis VIII, y buscó en su aliado más fiel, Castilla, a la novia. Fue la premisa de Juan Sin Tierra, tío de las infantas castellanas, que anunció que aquella que se casara recibiría varias ciudades como dote, entre ellas Evreux (situada hoy en Francia, pero que entonces era inglesa) y que firmaría la paz con Francia, lo que incentivó aún más al rey francés a escoger entre estas dos chicas, ya que sus alianzas en los reinos europeos crecerían y garantizaría un periodo de paz. Con esta estrategia política, tres reinos se unirían, Francia, Inglaterra y Castilla.

Un detalle faltaba por resolver: ¿Cuál de las dos hermanas sería la perfecta reina de Francia? Su abuela Leonor fue la encargada de zurcir dicho matrimonio; dicen que escogió a Blanca porque consideraba que era más apropiada para la corte francesa, pero hay un rumor que cuenta que fue escogida por su nombre, el de su hermana, Urraca, era demasiado difícil de pronunciar para los franceses.

Fue casada a la edad de 11 años con Luis VIII de Francia, que solo contaba con un año más que ella y que tampoco tendría muchas ganas de consumar matrimonio, quizás no tuviese ni vello en el labio superior. Se casaron en el año 1200, en una villa inglesa de Normandía, y en la alianza de boda figuraba “Fuera de este anillo no hay amor”, y se dice que así se cumplió, que ambos fueron el uno para el otro hasta el final de sus vidas.

 

Coronación de Blanca de Castilla y Luis VIII

Coronación de Blanca de Castilla y Luis VIII

 

Después de un periodo de incertidumbre fertilidad, comenzó su etapa como madre, llegó a dar a luz once veces: su cuatro primero hijos murieron en la niñez, algunos pocos días después de nacer, el quinto (al que se conoce como primogénito) sería Luis IX, conocido como el rey Santo. A este hijo dedicó todo su amor, protección y cuidados, con la vehemencia de una leona y la dulzura de una gacela, muchas anécdotas dan crédito de esta actitud, entre ellas, la de la leche de la nodriza. Cierto día, sintiéndose Blanca indispuesta y sin leche en sus senos, el niño no paraba de llorar y una doncella decidió llevárselo a otro lugar, no con otra intención de darle ella misma el pecho, y así calmarlo y alimentarlo. Blanca no se percató de este hecho, siguió postrada en cama, recuperándose; cuando volvió el color a sus mejillas, fue rápida a su hijo y le intentó dar el pecho, el niño ya saciado por la doncella se negaba a aceptar la leche de su madre. La pobre chica le contó a la princesa Blanca lo ocurrido y está hizo vomitar al niño la leche, solo ella tenía derecho a alimentar a su hijo, protectora hasta el extremo.

Blanca de Castilla y su hijo, San Luis

Blanca de Castilla y su hijo, San Luis

Con la muerte del rey Felipo Augusto, suegro de Blanca de Castilla, su marido  Luis VIII, sube al trono en 1223. Durante su corto reinado, ella se mantuvo a su lado, acudiendo a las campañas militares—llegando incluso a reclutar hombres y a conseguir dinero para el sustento del ejército— y afianzando así el poder de la corona en Francia, que se veía en peligro por los albigenses y el Imperio Angevino. Entre las batallas más conocidas, la lucha de Roche-aux.Moines, donde ganaron las tropas francesas, y las batallas que libró contra los ingleses, en las que alegaba la legitimidad de Blanca por ser nieta de Leonor de Aquitania.

Tres años después de subir al trono, muere Luis VIII en 1226, dejando a Blanca como reina regente mientras que su hijo alcanzara la mayoría de edad. Durante este periodo corrió grandes riesgos: era una mujer al mando de un reino, que era algo fuera de lo común (ya que se solía organizar un comité de regencia),  hecho suficiente para considerar la debilidad de Francia; los nobles se alzaban contra ella para recuperar el poder que antaño tenían, los ingleses y su afán de hacerse con el contienente europeo (no olvidar que eran sus tíos) amenzaban con una guerra; la acusaron de extranjera, aunque llevaba 26 años en Francia; le dedicaron poemas y la acusaron de relaciones ilícitias con un trovador de la corte para desacreditarla:  y lo más importante, la herejía cátara, el mayor problema al que se vió enfrentada y del que salió airosa y triunfadora gracias a sus dotes diplomáticas, llegando a incluir al reino de Francia la región del Languedoc (Tratado de Meaux-París, 1229).

En 1230, con su hijo de 16 años de la mano, se puso al frente del ejército francés y consiguió vencer a los nobles rebeldes que pretendían quitarla del poder, desde entonces, permaneció mucho más alerta y organizó una red de informadores a todo lo largo y ancho de su reino.  En 1234 acabó su regencia, de manera oficial, y su hijo, Luis IX, subió al trono, coronándose rey de una Francia unida y pacificada por su madre, Blanca de Castilla — algo que no había conseguido ni su suegro ni su marido.

Pero una personalidad como ella no podía retirarse de la palestra porque su hijo bienamado llegase a rey y estuviese casado, ella siguió el curso político del reino, firmando incluso al lado de su hijo en los documentos oficiales (quizás pecando aquí de sobreprotección maternal). Eso mismo, no acaba aquí la historia de esta reina como creyeron los cortesano y el pueblo francés, siguió a la sombra de su hijo, ayudándole en todo momento con los temas de gobierno, que ella sola había llevado durante 10 años.

Durante esta etapa de camuflada regencia, se le sumó a Blanca un nuevo problema: su nuera Margarita de Provenza, a la que no soportaba y a la que le demostraba día tras día su antipatía; la sobreprotectora personalidad de la reina para con su hijo ya se mostró en una anécdota anterior y lo hace tambien ahora, con la mayoría de edad del rey.

Cuentan los rumores de la corte que no dejaba dormir juntos a su hijo y a su nuera, puso guardias en las puertas de los aposentos y se paseaba por la noche entre las habitaciones de ambos, para asegurarse de que no durmieran ni consumaran juntos. Suerte de los enamorados, que Blanca (algo anciana ya) usaba bastón y éste hacía ruido, así se se alertaban de cuando la reina madre venía. Otro de los rasgos que nos muestra la personalidad protectora de leona tiene lugar durante uno de los partos de Margarita en los que estuvo a punto de morir; Luis IX no se apartaba de su mujer, mientras que Blanca insistía en apartarlo de la cama, entonces, Margarita gritó: “¡Ay de mí, no me dejáis ver a mi marido, ni viva ni muerta!”. Con la ausencia de su hijo, estos rifirrafes cesaron.

En 1248, Luis IX decide emprender ir a la Cruzada; su madre no consiguió retenerlo por más que lo intentó, algo en ella le decía que no volvería, llegando incluso a acompañarle parte del camino a Tierra Santa. Tras mucha insistencia por parte del rey, ella decidió dejarle continuar en solitario, y sentenció su despedida con esta frase:

“Beau, tendre fils, nunca más te volveré a ver, el corazón me lo dice”

 

Segunda Cruzada

Segunda Cruzada

 

Y así fue, Luis IX, desde entonces conocido como ‘Luis, el Santo’ pasó cuatro años en Palestina luchando contra el Islam, mientas que con 60 años, Blanca volvió a ser nombrada reina regente, para llevar las riendas de Francia en ausencia de su hijo; no tenía para entonces la fuerza de antaño, y se sirvió de un consejo de tres clérigos y dos de los hermanos del rey para dirigir el reino.

Ella no lo sabía, pero aún le quedaban muchos acontecimientos con los que lidiar: como el secuestro en Egipto del rey y el gran importe económico que supuso su liberación y la continuación de la Cruzada; la espontánea ‘cruzada’ de los campesinos, que marcharón a París y atacaron a clérigos y judíos en 1251; y la rebelión por los impuesto eclesiásticos que la jurisdicción de la catedral de Notre Dame había llevado a cabo, esta fue la última gran batalla de Blanca de Castilla, que se involucró de lleno y luchó contra la Iglesia para defender a su pueblo.

Saint-Ouen-l'Aumône_Abbaye_de_Maubuisson

Saint-Ouen-l’Aumône_Abbaye_de_Maubuisson

 

Tras estos hechos, la reina se dio cuenta de su desgastado estado de salud y decidió que era hora de apartarse de la vida política; llamó a la abadesa de Maubisson (monasterio que ella misma había fundado en 1236) y se añadió al claustro, vistiendo hábitos hasta el fin de sus díasMurió en 1252, dicen que recitando una oración, poco a poco, hasta que se marchitó por completo.

 

 

Una madre protectora como una leona, capaz de dirigir un reino con sesenta años, mujer valiente que no se amedrentó al poder patriarcal de su etapa histórica, amante de las artes y las letras, impulsora de la contrucción de dos abadías (Maubisson y Royaumont), de un carisma espectacular y con dotes políticas y diplomáticas que la hicieron conseguir lo que ni su padre, ni su marido, ni su hijo conseguirían. Actualmente, los franceses siguen considerando a Blanca de Castilla una pieza fundamental para la edificación de Francia como una gran potencia europea.

 

Periodista en vías de expansión. Actualmente, en COMEL aprendiendo a ser polifacética – televisión, radio y prensa. Crecida en el ‘social media’, sin olvidar el verdadero medio social: la vida. Escritora automática en carmenscantosm.tumblr.com gracias a experiencias culturales y vitales. Gestora de contenidos y redactora en elretohistórico.com. No puedo estar dos segundos sin preguntar o hablar. Ansiosa de información y de contrastar hasta encontrar mi verdad.
Carmen S. Cantos
cscantosmartin@gmail.com
1 Comment
  • Cristina Gallart
    Posted at 17:54h, 03 diciembre Responder

    Gracias por el artículo. Una figura histórica realmente interesante. No sólo en el ámbito político, sinó también artístico y concretamente musical.

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