Rosalía convierte a Nueva York en la capital mundial de las 'motomamis'

Rosalía convierte a Nueva York en la capital mundial de las 'motomamis'

Con todas las entradas vendidas

La de Sant Esteve Sesrovires llena hasta la bandera el prestigioso Radio City Music Hall en su primer concierto de su nueva gira en la Gran Manzana

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Rosalía, en formación con sus ocho bailarines en un momento de su actuación sin músicos en el Radio City Music Hall, en el corazón de Manhattan 

Sarah Yáñez-Richards / EFE

Todas las entradas vendidas en el Radio City Music Hall (sold out, rezan los carteles junto a su foto) y los 6.000 asientos están vacíos. ¿Un fenómeno paranormal en Nueva York? No, simplemente el efecto Rosalía.

Como ocurre al inicio de los conciertos de la gira por el disco Motomami, en cuanto suenan los sonidos distorsionados, ruido de motores, y aparecen los motoristas con cascos entrenzados que marcan el inicio de Saoko, ahí no queda un alma en las butacas, totalmente olvidadas. Todos de pie, desde ese primer instante hasta el final. El griterío se hace ensordecedor cuando la propia Rosalía se quita su casco.

-Yo soy muy mía, yo me transformo.

Y toda la sala hace de coro. Sintonía absoluta. Casi hay que preguntarse quién no se sabe las letras.

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Rosalía, en su actuación en el Radio City Music Hall 

Sarah Yáñez-Richards / EFE

“Es muy ella, sus canciones expresan su vida realmente, hay que escucharlas al mínimo detalle y sientes que siempre es ella”, explica Gayle García, desde filas cercanas al escenario. Siente pasión por la artista catalana. “Es de otro mundo, una voz única, muy versátil, fuera de lo común”, matiza esta joven, dominicana de origen, que ha llegado desde Nueva Jersey y se ha reunido con amigas que vienen de diferentes puntos de la geografía estadounidense.

“Me veo mucho en ella porque yo también soy muy mía”, añade. Y no puede seguir hablando porque ha de cantar. Se las sabe todas, desde la primera nota a la última. Ella y la inmensa mayoría de espectadores en pie, en un estado de euforia que arrastra a la felicidad al espíritu más compungido que pueda haber esta noche.

Sigue el guión establecido. CandyBizcochito (como gusta), La fama… Ella sola con su voz, música enlatada, cámaras de vídeo, dos pantallas gigantes de fondo en las que se retransmite el show y ocho bailarines que la secundan. A cada movimiento de Rosalía, el público de todos los sexos y no sexos se estremece. Hay jolgorio, sobre todo cuando se pega un meneo de trasero en primer plano. No existen los prejuicios.

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La actuación de Rosalía ha cautivado Nueva York 

Sarah Yáñez-Richards / EFE

“¿Cómo estáis Nueva York?”, pregunta para alborozo de la concurrencia. “Quiero que sepáis que estoy muy contenta porque es una de las ciudades que más me gusta y me inspira y me encanta. Ya estuve en Nueva York, en un sitio más pequeño, y estar aquí y veros a todos es increíble”, confiesa.

Habla sacando algún acorde de la guitarra que se ha colgado y con la que luego interpretará Dolerme. Pero antes recuerda que la Gran Manzana fue una de las ciudades en que grabó Motomami y que en sus ratos libres se iba al barrio de Washington Heights, al norte de Manhattan, de población predominantemente latina.

“Me comía un bizcocho”, bromea, escuchaba música y se compró unos jeans estrechos, “apretados, los mejores que yo tengo, son los que te hacen el culo así redondito”, expresión que genera una enorme ovación.

Rosalía lo es todo en la música y mucho más. En su concierto hace una declaración de principios, en una ciudad que se supone la punta de la vanguardia artística, para dejar bien claro que está en contra del apalancamiento y que quiere empujar fronteras con su música.

En su rompedor álbum El mal querer (2018), con el que logró captar la atención global, mezcló flamenco con sonidos electrónicos y pop. Su último trabajo, su Motomami, desafía todas las expectativas, como se palpa en el Radio City Music Hall, al combinar un frenético cóctel de reguetón, bolero, jazz, bachata, flamenco, todo orquestado para crear un sonido inconfundible.

Su sonido.

“Es un icono, la mejor estrella del pop, es la que está haciendo el pop más experimental”, sentencia Liam. Y eso que asegura que no entiende el idioma castellano y ha de buscar traducción. Su novio, TT, la define así: “Música, baile y moda”. Los dos expresan su emoción por estar viéndola en vivo y directo por primera vez.

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La cola para acceder al concierto de Rosalía en la Gran Manzana, con todas las entradas vendidas 

Sarah Yáñez-Richards / EFE

Como señaló The New York Times al aparecer Motomami, esta “prodigio del flamenco español se ha convertido en una innovadora pop multigénero al lanzar su tercer álbum”. Según el Times, “el éxito ha marcado a Rosalía como una de las intérpretes sonoras más ambiciosas y creativas del pop contemporáneo”.

Queda claro esta noche del domingo, en el primero de los dos conciertos en la Gran Manzana de su gira norteamericana, que arrancó el pasado jueves en Boston y que, hasta el 22 de octubre, la llevará de costa a costa y de Canadá a Florida. Ha habido una tormenta de elogios en la prensa estadounidense, en la que a la de Sant Esteve Sesrovires se la describe como “una artista tenazmente inventiva que es tan meticulosa con sus visuales como con su música”.

Hay delirio en uno de los recintos de mayor prestigio en la ciudad de los escenarios. Han pasado solo cuatro años y parece muy lejos aquel debut neoyorquino en el pequeño pero bonito Joe’s Pub, en el festival de flamenco del 2018, o su confirmación para el gran público en el Webster Hall, sala de nivel internacional.

Pero el Radio City Music Hall, con capacidad para 6.000 espectadores y con todo vendido dos días consecutivos, significa jugar en la liga de los elegidos, en la Champions de los conciertos. Este teatro, en el corazón de Manhattan, recibe el apodo de “el escaparate de la nación” y es el hogar de las Rockettes y su espectáculo navideño que atrae a espectadores de todo el mundo.

A diferencia del Webster Hall, ya no hace falta que en el arranque del espectáculo diga “mi nombre es Rosalía”. Se lo saben todos, una recopilación global de fans, muchos tratando de imitar su estética.

-Si digo moto, tu dices…

-Mami.

Va desgranando los temas de ese trabajo reciente y que marca este tour. Los espectadores cantan y hace la coreografía. “¿Quién ha venido en compañía?”, pregunta. Baja del escenario, le regalan un oso de peluche y dedica y canta La noche de anoche con una pareja de chicas que celebran su primer aniversario.

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Rosalía ha empezado por la costa este una gira norteamericana que la llevará a Texas, California y Canadá 

Sarah Yáñez-Richards / EFE

Se ha quitado el maquillaje y cortado la trenza en directo con Diablo. “Nueva York, ¿cómo estáis? Yo desmaquillada y despeinada, pero me siento bien, a gusto”, señala. Entonces es el turno de Hentai, que arranca con ella al piano, la exaltación de un polvo, en la que resulta más que difícil escuchar su voz. Gayle, sus amigas y el público en general entonan esa canción como si fuera propia.

La noche avanza y la victoria es absoluta. “¿Cuántas motomamis hay aquí?”, cuestiona, y la respuesta es un clamor.

Se repasa el abecedario a su manera y recupera sus éxitos iniciales, como Malamente (empieza y, al sentir que desafina su voz, para y vuelve al inicio, porque "Nueva York no se merecía eso") o Con altura. De esta manera se va de escena, antes de regresar e interpretar tres bises. Se despide con CUUUUuuuuuute y sus fans están que se salen.

“Creía en ella, pero ahora creo mucho más, me siento orgulloso de ser su admirador”, dice Ever Franches, que ha viajado desde Texas. “¡Por supuesto que ha valido la pena!”, exclama. Gayle quiere repetir este lunes.

En la calle, Jordi y su hija Gina se encaminan a su hotel. Han venido desde Barcelona. Durante la pandemia, confinados, Gina tenía un mal día. Sonaba Rosalía y el padre le hizo una promesa. Le aseguró que en cuanto pasará la pesadilla la llevaría a ver a Rosalía a Nueva York. Ha cumplido en cuanto ha podido.

“Celebro cuando los músicos hacen algo diferente. Hay que evolucionar, ya tuvimos a los Beatles y a los Stones”, sostiene Jordi. “Hemos de cambiar. Un concierto sin músicos antes nos parecería una estafa, pero es así. Veo que cambia, esto no es el concepto de concierto al que estaba acostumbrado. Es algo diferente”, recalca con admiración hacia Rosalía.

“Que la música esté grabada es el paradigma de hoy en día. A veces se pasa, porque hay canciones que no parecen ni una canción, pero innovar significa arriesgar y también equivocarse para aprender”, apostilla.

En la boca del metro, un grupo de jóvenes de sexo indefinido van cantando, “yaki, yaki, chicken teriyaki”. Que siga la fiesta.  

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