Poemas clásicos | ¡Escuchen! | Vladímir Mayakovski - Vértice

Vladímir Mayakovski

¡ESCUCHEN!

¡Escuchen!

¿Si las estrellas se encienden,

quiere decir que a alguien les hace falta,

quiere decir que alguien quiere que existan,

quiere decir que alguien escupe esas perlas?

 

Alguien, esforzándose,

entre nubes de polvo cotidiano,

temiendo llegar tarde,

corre hasta llegar a Dios,

y llora,

le besa la mano nudosa,

implora,

exige una estrella,

jura,

no soportará un cielo sin estrellas,

luego anda inquieto,

pero tranquilo en apariencia,

le dice a alguien:

“¿Ahora estás mejor, verdad?

¿Dime, tienes miedo?”

 

¡Escuchen!

¿Si las estrellas se encienden,

quiere decir que a alguien les hace falta,

quiere decir que son necesarias,

quiere decir que es indispensable,

que todas las noches,

sobre cada techo,

se encienda aunque más no sea una estrella?

A MÍ, AL AUTOR, DEDICO ESTOS VERSOS

Cuatro,

pesadas como un golpe.

 

Al César lo que es del César,

y a Dios lo que es de Dios,

y al que es como yo,

¿dónde se mete?

 

¿Dónde estará listo ese ataúd?

 

Si yo fuera pequeño,

como el océano grande,

parado de puntas,

en las crestas de las olas,

en flujo nocturno,

acariciaría la luna.

 

¿Dónde hallar una amada

que a mí se parezca?

 

Esa no cabe en este cielo pequeño.

 

¡Oh, si yo fuera mísero,

como un millonario!

 

¿Qué es para el alma el dinero?

¡Un ladrón insaciable!

 

A mis deseos de horda desenfrenada,

no alcanza el oro de todas las Californias.

 

Si yo fuera tartamudo,

como Dante o Petrarca,

le encendería sólo a ella el alma,

y ordenaría que con mis versos se consuma,

y mi palabra,

y mi amor,

como un arco de triunfo,

suntuoso,

dejaría pasar,

las amantes de todos los siglos.

 

¡Oh, si yo fuera como el trueno callado,

galopando,

haría estremecer la tierra envejecida!

 

¡Sí!

 

Con todo el poder de mi voz,

arrancaré un grito enorme,

y los cometas romperán sus colas encendidas,

cayendo de tristeza.

 

Yo mordería la noche,

con los rayos de mis ojos,

 

¡Oh, si yo fuera

opaco como el sol,

mucha falta me hace su resplandor,

no daría mi brillo a esta tierra absurda,

y pasaría arrastrando mi amor astro!

 

¿En qué noche,

delirante y terrible,

me han parido?

 

¿Qué Goliath me ha engendrado,

tan grande,

y tan desdeñado?

LA BLUSA FATUA

Yo me haré pantalones negros

del terciopelo de mi voz

y una blusa amarilla,

de tres metros de atardecer,

y pasaré por la mundial avenida Nievski

por sus lustrosas veredas,

compadreando con paso fatuo de don Juan.

 

Dejen que la tierra gima en descanso amujerado.

 

“¡Tú, a las primaveras verdes vas a violar!”

 

Yo le diré al sol, mostrando los dientes:

“¡Sobre el asfalto liso, me gusta compadrear!”

Será porque el cielo está muy celeste,

y la tierra, mi amante, está limpia y de fiesta,

yo les regalo mis versos alegres, como un bi-ba-bó,

necesarios y agudos como cepillo de dientes.

 

Mujeres amantes de mi carne,

y esa niña que fraternalmente me mira.

 

Cubridlo de sonrisas al poeta,

que yo las bordaré, cual flores,

en mi blusa,

amarilla,

de fatuo.

Vladímir Mayakovski (Baghdati, 1893-Moscú, 1930, Rusia). Una de las figuras más relevantes de la poesía rusa de comienzos del siglo xx. Fue iniciador del futurismo ruso. Entre sus libros se hallan Yo mismo, La rebelión de los objetos, La nube en pantalones, La flauta vertebral, Hablando a plena voz.

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