Los autores del Antiguo Testamento

El origen de la Biblia

Al analizar los libros más antiguos de la Biblia, entre ellos el Génesis y el Éxodo, los estudiosos han visto la mano de diversos autores, desde el que realizó la primera versión en el siglo IX a.C. hasta la edición final atribuida a Esdras, en el siglo V a.C.

La Biblia judía

La Biblia judía

Esta imagen de un antiguo rollo de la Torá, el libro sagrado del judaísmo, muestra un fragmento del libro del Éxodo, en el que se relata cómo Dios entrega las tablas de la Ley a Moisés, que guía a su pueblo desde Egipto hasta la Tierra Prometida.

Foto: Paolo Verzone / National Geographic Image Collection

Del conjunto de 24 libros que componen la Biblia judía, el núcleo más antiguo es la Torá o Pentateuco, los cinco libros del Génesis, el Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, en los cuales se describe la creación del mundo y la historia del pueblo judío hasta su llegada a Tierra Santa. En la tradición judía, y también en la cristiana, estos textos tienen un único autor: Moisés, el patriarca que lideró a los judíos durante su huida de Egipto y a quien, según se relata en el libro del Éxodo, Dios (Yahvé) dictó la Torá cuando se encontraba en la cumbre del monte Sinaí.

Cronología

La Biblia, por etapas

Siglo IX a.C.

En el reino de Judá, el autor J (Yahvista) escribe los primeros textos de lo que posteriormente será la Torá, el libro sagrado de los judíos.

Siglo VIII a.C.

En el reino de Israel, al norte del de Judá, el conocido como autor E (Elohista) escribe una versión particular de la Torá.

Siglo VII a.C.

Los sacerdotes del templo de Jerusalén escriben los textos de la fuente conocida como autor P o Sacerdotal.

622 a.C.

Durante el reinado de Josías, en Judá tiene lugar el anuncio del descubrimiento del libro del Deuteronomio, escrito por el autor D.

Siglos V-IV a.C.

Esdras produce la edición completa de la Torá, fusionando en un único texto las anteriores versiones J, E, P y D.

Sin embargo, ya desde los primeros siglos de la era cristiana hubo quien expresó serias dudas acerca de que Moisés realmente hubiese escrito esos cinco primeros libros de la Biblia. Algunos pasajes de la Torá parecen contradecirlo, como el capítulo del Deuteronomio en el que Moisés relataría su propia muerte: «Y allí murió Moisés, siervo de Yahvé, en la tierra de Moab, tal como había dispuesto Yahvé». También resultaría extraño que Moisés se alabara a sí mismo, tal como se lee en el libro de Números: «Y ese hombre, Moisés, era un hombre muy humilde, más que cualquier hombre que hubiera sobre la faz de la tierra».

Moisés en el monte Sinaí

Moisés en el monte Sinaí

En este mosaico de la basílica de San Vital, en Ravena, del siglo VI, se representa a Moisés en lo alto del monte Sinaí recibiendo el rollo de la Ley de la mano de Yahvé.

Foto: Scala, Firenze

Además, a lo largo de la Torá existen episodios que se relatan de maneras diferentes, como si los hubieran escrito autores distintos. Es lo que ocurre con la creación del mundo. En el primer capítulo del Génesis se explica que la creación consiste en separar las aguas de arriba de las de abajo para dejar en medio un espacio habitable, poniendo orden en un caos acuático, visión que parece propia de un mundo en el que el agua es un bien abundante. Unos versículos después, en cambio, se dice que la creación parte de una tierra seca en la que Dios hace brotar agua y germinar plantas, una visión más propia del desierto.

En el mismo libro, el pacto que Abraham establece con Dios para tener una descendencia numerosa y una nueva tierra donde vivir se presenta de dos modos. En la segunda versión (capítulo 17), la alianza queda sellada mediante la obligatoriedad de circuncidar a todos los varones, algo que no se menciona en la primera (cap. 12). El nacimiento de Isaac se anuncia también de dos maneras: la primera (cap. 17), por medio de la palabra de Elohim; la segunda (cap. 18), a través de tres seres celestiales que visitan a Abraham y a su esposa Sara.

El monte sagrado

El monte sagrado

Vista de la cumbre del monte Sinaí, en la península homónima, de 2.285 metros de altura, actualmente territorio egipcio.

Foto: Benny Marty / Age Fotostock

A veces, estos dos relatos no se encuentran en lugares diferentes del texto, sino que están entrelazados. El caso más evidente es el del Diluvio. Según qué versículo se lea se habla, por ejemplo, de diferentes duraciones de la estancia en el Arca (150 días o un año), de un distinto número de animales que entran en el arca (una pareja de cada especie, o bien siete parejas de los «puros» y una pareja de los «impuros») o de varios episodios de liberación de aves (cuervo y paloma).

Por si esto fuera poco, el análisis del texto bíblico en su original hebreo muestra estilos, expresiones y estadios de evolución de la lengua muy diferentes. Esto resulta evidente sobre todo en ciertos pasajes de tono poético escritos en una lengua hebrea muy arcaica. Es como si nos encontráramos un texto en el que algunas partes tienen un estilo similar al del Cantar de Mio Cid, otras al del Quijote y otras estarían escritas en la lengua actual.

Rollo de la Torá guardado en un lujoso estuche de plata, cuero y madera. 1860. Museo de Cluny, París.

Rollo de la Torá guardado en un lujoso estuche de plata, cuero y madera. 1860. Museo de Cluny, París.

Foto: H. Lewandowski / RMN-Grand Palais

Aunque ya existían dudas razonables desde mucho tiempo atrás, el primer autor moderno que planteó la imposibilidad de que Moisés fuese el autor del Pentateuco fue el filósofo inglés Thomas Hobbes en Leviatán (1651). En el siglo XVIII se elaboraron las primeras demostraciones. En 1753, el médico francés Jean Astruc intuyó la existencia de dos autores diferentes en el Génesis, y en 1780 el teólogo alemán Johann Gottfried Eichhorn extendió esta afirmación a todo el Pentateuco.

 

El Yahvista

Finalmente, en 1878, el biblista alemán Julius Wellhausen formuló su «hipótesis documentaria», que sigue siendo aceptada hasta el día de hoy o es en todo caso el punto de partida para cualquier propuesta de modificación en torno a las fechas y la identidad de los autores. La hipótesis documentaria mantiene que en el texto de los cinco primeros libros de la Biblia tal como ha llegado hasta nosotros pueden distinguirse varias secciones que están escritas por autores diferentes, y en momentos históricos y lugares también diversos.

Sodoma arde por la ira de Dios

Sodoma arde por la ira de Dios

Lot y sus hijas huyen de la destrucción de la ciudad, mientras su esposa se queda atrás, convertida en estatua de sal. Óleo por Jean-Baptiste Camille Corot. 1857. Museo Metropolitano, Nueva York.

Foto: Fine Art / Age Fotostock

Según la hipótesis de Wellhausen, la redacción más antigua de la Torá corresponde a una serie de secciones que presentan ciertos rasgos comunes. El más visible es que Dios es denominado Yahvé, un término que en un momento posterior de la religión israelita quedaría prohibido pronunciar, como se establece en el Éxodo («No proferirás en vano el nombre de Yahvé, tu Dios»). Además, las escenas relatadas –como la destrucción de Sodoma y Gomorra o las historias de Abraham y su sobrino Lot– se sitúan en torno a Jerusalén y los montes de Judea, y los protagonistas son los patriarcas de las tribus de Israel que se asentaron en esos lugares: Rubén, Simeón, Leví o Judá. Todo esto ha hecho pensar que el autor de estas secciones –denominado Yahvista por el nombre que da a Dios, o simplemente J, abreviatura del alemán Jahwist– fue alguien relacionado con el templo de Yahvé en Jerusalén, en el tiempo en que esta ciudad fue capital del reino de Judá, que desde 930 a.C. se había separado del otro reino judío, Israel, situado al norte. Por ello se considera que escribió su obra en torno a los siglos IX-VIII a.C.

 

El autor del norte

Otras secciones del Pentateuco se distinguen porque en ellas Dios es denominado Elohim en lugar de Yahvé, por lo que su autor se ha denominado Elohista, o simplemente E. Además, mientras que el autor anterior situaba la revelación de Dios a Moisés en el monte Sinaí, éste lo denomina Horeb, lo que apunta a que existían dos tradiciones diferentes sobre el lugar en que tuvo lugar tal revelación. Los sucesos narrados por este segundo autor se localizan en el espacio geográfico del reino de Israel, al norte del de Judá, que mantuvo su independencia hasta su conquista por los asirios en 722 a.C. Los protagonistas del relato son los patriarcas de las tribus que ocuparon históricamente este territorio, como la de Benjamín.

El templo de Jerusalén

El templo de Jerusalén

En su interior, desde tiempos de Salomón, se encontraba el Arca que contenía las Tablas de la Ley de Moisés.

Foto: Balage Balogh / RMN-Grand Palais

Estas partes de la Torá debieron de formar originariamente un texto similar al redactado por J, pero con características propias. Su autor habría vivido en el siglo VIII a.C. en el reino de Israel. El gran aprecio que muestra por Moisés ha hecho pensar que fuera uno de los sacerdotes del santuario de Silo, que pertenecían a la tribu de Leví, de la que también procedía Moisés. Esto explicaría que ignorase la tradición posterior que hacía de Aarón un hermano de Moisés y que criticara duramente a Aarón, por ejemplo por su participación en la construcción del becerro de oro, un ídolo confeccionado por los israelitas mientras Moisés estaba en el monte Sinaí.

 

Los textos se fusionan

De este modo, entre los siglos X y VIII a.C., cada uno de los dos reinos, el de Judá y el de Israel, tuvo su propia colección de narraciones sobre los orígenes del mundo y de su pueblo. Idénticos en lo fundamental, los dos relatos se distinguían por ciertos rasgos lingüísticos y por el marco geográfico y el protagonismo de ciertas tribus.

Los dos reinos judíos

Los dos reinos judíos

Este mapa muestra los reinos de Palestina en los siglos IX- VIII a.C., entre ellos el de Israel, con capital en Samaria, al norte, y el de Judá, con capital en Jerusalén.

Cartografía: eosgis.com

Esta situación cambió en 722 a.C., cuando el reino de Israel fue destruido por los asirios y una parte de su población buscó refugio en el vecino Judá y en su capital, Jerusalén. Los refugiados fueron bien recibidos, pero traían consigo sus propios textos sagrados. Quizás entonces se pensó que, para facilitar la integración de la nueva comunidad israelita, convenía elaborar un texto sagrado común, que fusionara los dos anteriores. Se cree que un autor desconocido se encargó de esa labor hacia el año 700 a.C., usando como marco general la versión admitida desde hacía siglos en Jerusalén, donde casi con total probabilidad se realizó esta fusión de textos.

Aarón, hermano de Moisés, en un icono del monasterio de Kirillo-Belozersky (Rusia).

Aarón, hermano de Moisés, en un icono del monasterio de Kirillo-Belozersky (Rusia).

Foto: Scala, Firenze

En las décadas posteriores, los sacerdotes del templo de Yahvé en Jerusalén promovieron la redacción de nuevos textos que matizaban y completaban la versión común anterior. En el siglo VII a.C., un nuevo autor anónimo realizó importantes añadidos, en particular relacionados con los rituales del templo de Jerusalén. Por ejemplo, fue ahora cuando se introdujo la diferenciación entre animales puros e impuros en el Arca de Noé, pese a que en el momento del Diluvio no existía todavía el templo de Jerusalén. Estas nuevas secciones se reconocen porque Dios es mencionado con el nombre de Elohim –quizá como concesión a la antigua versión del reino de Israel– y por el hecho de que se dirigen alabanzas a Aarón en lugar de a Moisés, lo que indicaría que su autor fue un sacerdote anónimo del templo de Jerusalén que se consideraría descendiente de Aarón. Por ello es conocido por la inicial P, del alemán Priesterschrift, «sacerdotal».

Unas décadas más tarde se produciría un cambio mayor en la composición de la Torá, con la incorporación de un nuevo libro a los cuatro que existían anteriormente. En efecto, en 622 a.C., siendo Josías rey de Judá, durante unas obras de remodelación del templo de Yahvé en Jerusalén se «descubrió» un nuevo texto que contendría una parte desconocida de la Ley que Dios había dictado a Moisés en el Sinaí. Este texto se presentaba como una serie de discursos de Moisés, mientras que el resto del Pentateuco consiste en las palabras que Dios dictó a Moisés. Además, en él se insistía en que había un solo Dios, un solo pueblo y un solo lugar de culto, el templo de Jerusalén, y se criticaba a todos los santuarios repartidos por el país. La intención última era acabar con los lugares de culto repartidos por el territorio y centralizar la vida religiosa en torno al santuario de la capital.

La ciudad santa

La ciudad santa

Vista de la ciudad de Jerusalén desde el cementerio judío. Al fondo se ve el monte del Templo, presidido por la Cúpula de la Roca. En este lugar se alzaron el primer y el segundo templo.

Foto: Pierre Witt / Gtres

Ese escrito desconocido fue presentado por Josías, quien hizo una lectura pública en el templo de Jerusalén ante todo el pueblo, los sacerdotes y los profetas. Cuando acabó, todos se comprometieron a cumplir con la ley contenida en aquel libro, que se añadió como un suplemento al resto de obras conocidas. Este texto era una segunda ley, que es el significado de su denominación en griego, Deuteronomio. De ahí procede la sigla con la que se conoce a su autor, D, a quien se atribuyen también algunos de los libros de la Biblia que relatan la historia de Israel y Judá desde tiempos de David y Salomón en adelante. El autor D presenta también algunos rasgos característicos. Además de tener un elevado concepto de Moisés, nombra a la montaña de Dios como Horeb y suele emplear la expresión Yahvé Eloheja, es decir, «Yahvé tu Dios», combinando las denominaciones utilizadas en las dos versiones más antiguas.

 

Regreso del destierro

En el año 586 a.C., el reino de Judá, su capital Jerusalén y su templo fueron destruidos por el soberano babilónico Nabucodonosor II. Parte de la población de Judá fue deportada a Babilonia, hasta que, tras unos 40 años de destierro, el rey persa Ciro permitió el regreso de los judíos a su tierra para reconstruir su país y su templo bajo una relativa autonomía política. En algún momento posterior al regreso del destierro se produjo una última intervención en el texto de la Torá, que tomaría así la forma en que ha llegado hasta nosotros. Un nuevo autor reunió en un solo volumen los textos que hasta entonces estaban esparcidos en diferentes obras, adaptándolos para que tuvieran unidad.

Esdras escribe la última versión de la Torá. Siglo VII. Biblioteca Laurenciana, Florencia.

Esdras escribe la última versión de la Torá. Siglo VII. Biblioteca Laurenciana, Florencia.

Foto: RMN-Grand Palais

Hay estudiosos que piensan que este último autor fue Esdras, escriba judío y experto en la Ley de Yahvé. Esdras era un funcionario del rey persa Artajerjes que fue enviado a reorganizar el culto en Jerusalén. Si el rey fue Artajerjes I, su misión debió de tener lugar poco después de 457 a.C.; en cambio, si fue Artajerjes II, habría que avanzar esa actuación hasta el siglo IV.

En todo caso, en el libro de Nehemías se explica cómo Esdras presentó en sociedad aquella nueva ley reunida en un solo corpus: «Se juntó todo el pueblo como un solo hombre en la plaza que está delante de la puerta de las Aguas, y dijeron a Esdras el escriba que trajese el libro de la Ley de Moisés, la cual Yahvé había dado a Israel. Y el sacerdote Esdras trajo la Ley delante de la congregación, así de hombres como de mujeres y de todos los que podían entender [...], y leyó en el libro, desde el alba hasta el mediodía, y los oídos de todo el pueblo estaban atentos al libro de la Ley».

El libro sagrado

El libro sagrado

En esta ilustración, el profeta Esdras hace una lectura pública de la Torá en el exterior del templo tras el regreso de los israelitas del exilio en Babilonia.

Foto: Balage Balogh / RMN-Gran Palais

Si el proceso de elaboración de la Torá acabó con Esdras, el corpus más amplio que hoy llamamos Biblia siguió transformándose. Los sacerdotes judíos otorgaron la categoría de obra revelada por Dios a otros libros que formaban parte del patrimonio literario judío: crónicas históricas como las de Josué, Samuel y Reyes; libros atribuidos a profetas como Isaías, Ezequiel o Jeremías, y obras morales y poéticas como Sabiduría o el Cantar de los Cantares. Todos estos textos formaron la Biblia judía, que en los primeros siglos de nuestra era se convertiría en el núcleo del Antiguo Testamento cristiano.

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Abraham, Sara y el faraón

El faraón entrega a Sara a su esposo Abraham. Óleo por Isaac Isaaczs. 1640. Rijksmuseum, Ámsterdam.

El faraón entrega a Sara a su esposo Abraham. Óleo por Isaac Isaaczs. 1640. Rijksmuseum, Ámsterdam.

Foto: Album

El capítulo 12 del Génesis, redactado por el autor más antiguo de la Biblia, explica que Abraham, en su viaje desde la ciudad mesopotámica de Ur junto a su esposa Sara y su sobrino Lot, llegó a Canaán y luego a la región del Néguev, pero una hambruna los obligó a marchar a Egipto. Allí sucede una curiosa historia. Como su esposa era muy hermosa, Abraham temió que los egipcios lo mataran para quedarse con ella, por lo que la convenció de que se hiciera pasar por su hermana. Al verla, unos oficiales egipcios la alabaron ante al faraón y éste ordenó que se la trajeran para que fuera su concubina, a cambio de lo cual Abraham recibió «rebaños de ovejas y bueyes, asnos, esclavos, esclavas, asnas y camellos». Yahvé, sin embargo, se enfureció por este concubinato y envió al faraón «una gran plaga». Al comprender lo sucedido, el faraón llamó a Abraham, le reprochó que le hubiera ocultado que Sara era en realidad su esposa y ordenó que ambos salieran del país «con todas sus posesiones».

“¿Por qué me has hecho esto? ¿Por qué me dijiste que era tu hermana, permitiendo que yo la tomara por esposa? ¡Anda, tómala y vete!”

 

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El puzle del Antiguo Testamento

Moisés sostiene las Tablas de la Ley, por Claude Vignon. Siglo XVII. Museo Nacional, Estocolmo.

Moisés sostiene las Tablas de la Ley, por Claude Vignon. Siglo XVII. Museo Nacional, Estocolmo.

Foto: Fine Art / Album

La Biblia judía se divide en tres partes: los cinco libros de la Torá o Pentateuco, los ocho libros de los Profetas y los once libros de Escritos o Ketubim. Esta estructura es el estadio final de una larga evolución, que va desde el siglo IX al II a.C. Los cambios a lo largo del tiempo son especialmente visibles en los libros de la Torá, cuyas secciones se pueden atribuir a autores y momentos históricos diferentes.

Foto: Shutterstock

LA LEY (TORÁ)

Génesis, Éxodo, Levítico, Números, Deuteronomio.

 

PROFETAS

Anteriores: Josué, Jueces, Samuel, Reyes.

Posteriores: Isaías, Jeremías, Ezequiel, Doce profetas menores (Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías, Malaquías).

 

ESCRITOS

Salmos, Proverbios, Job, Cantar de los Cantares, Rut, Lamentaciones, Eclesiastés, Ester, Daniel, Esdras y Nehemías, Crónicas.

 

Miniatura que recrea la creación del mundo según la tradición judaica. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

Miniatura que recrea la creación del mundo según la tradición judaica. Museo Lázaro Galdiano, Madrid.

Foto: Album

El nombre de Dios

El primer capítulo del Génesis fue redactado en el siglo VII a.C. por el autor P, que usa la denominación Elohim:

En el principio creó Elohim los cielos y la tierra. La tierra era caos y confusión y oscuridad por encima del abismo, y un viento de Elohim aleteaba por encima de las aguas. Dijo Elohim: «Haya luz», y hubo luz.

En cambio, el capítulo 11 es obra del autor J, el más antiguo, quien empleaba el término Yahvé:

Bajó Yahvé a ver la ciudad y la torre que habían edificado los humanos, y dijo Yahvé: «He aquí que todos son un solo pueblo con un mismo lenguaje».

 

El sábado

El precepto del sábado como día de descanso se recoge en el libro del Éxodo (cap. 20) y en el Deuteronomio (cap. 5) casi con las mismas palabras. Sin embargo, la justificación es diferente en cada caso. En el Deuteronomio, redactado en el siglo VII a.C. por el autor D, este precepto se relaciona con la huida de Egipto:

Recuerda que fuiste esclavo en el país de Egipto y que Yahvé tu Dios te sacó de allí. Por eso Yahvé tu Dios te ha mandado guardar el día del sábado.

En cambio, en el Éxodo, obra de P, el descanso del sábado tiene relación con la creación del mundo:

Pues en seis días hizo Yahvé el cielo y la tierra, el mar y todo cuanto contienen, y el séptimo descansó; por eso bendijo Yahvé el día del sábado.

 

Papiro de Nash, del siglo II a.C., que contiene los diez mandamientos.

Papiro de Nash, del siglo II a.C., que contiene los diez mandamientos.

Foto: Age Fotostock

 

La geografía

En las secciones del Génesis escritas en el siglo VIII a.C. por el autor E se mencionan lugares de Israel, el reino judío del norte, y tribus asentadas allí:

Partieron de Betel, y cuando aún faltaba un trecho hasta Efratá, Raquel tuvo un mal parto [...]. Su padre le llamó Benjamín.

En cambio, el autor J, radicado en Jerusalén, nos habla de los movimientos de Abraham por tierras del reino de Judá:

Y marchó desde el Néguev hasta Betel –donde había vivido antes, entre Betel y Ay–, hacia el lugar del altar que había construido la primera vez y donde había invocado el nombre de Yahvé.

 

Abraham

En el Génesis se cuenta dos veces que Abraham hace pasar a su esposa Sara por su hermana ante un rey. En el capítulo 12, atribuido al autor J, se dice:

Abram [...] estando ya próximo a entrar en Egipto, dijo a su mujer Sara: «Mira, yo sé que eres mujer hermosa [...]. Di, por favor, que eres mi hermana» […]. La mujer fue llevada al palacio de Faraón.

En cambio, el cap. 20, escrito por E, dice:

Se trasladó Abraham al país del Négueb [...]. Habiéndose avecindado en Guerar, decía Abraham de su mujer Sara: «Es mi hermana». Entonces el rey de Guerar, Abimélek, envió por Sara y la tomó.

 

Abraham se dispone a sacrificar a su hijo Isaac. Óleo por Caravaggio. 1594-1596. Galería de los Uffizi, Florencia.

Abraham se dispone a sacrificar a su hijo Isaac. Óleo por Caravaggio. 1594-1596. Galería de los Uffizi, Florencia.

Foto: L. Ricciarini / Bridgeman / ACI

 

El diluvio

En el libro del Génesis, la historia del Diluvio universal es narrada por el autor J, el más antiguo, pero en el siglo VII a.C. el autor P intercaló fragmentos. Así, J escribe:

Noé entró en el arca, y con él sus hijos, su mujer y las mujeres de sus hijos, para salvarse de las aguas del diluvio.

Tras lo que P introduce una explicación relacionada con las prácticas de sacrificios animales en el templo de Jerusalén en su propia época:

De los animales puros, y de los animales que no son puros, y de las aves, y de todo lo que serpea por el suelo, sendas parejas de cada especie entraron con Noé en el arca, machos y hembras, como había mandado Dios a Noé.

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Los escribas, mucho más que copistas

El códice de Alepo

El códice de Alepo

Este manuscrito datado en el año 930 d.C. es una de las ediciones masoréticas más antiguas de la Biblia judía. Los signos diacríticos añadidos a las letras permiten la pronunciación correcta del texto.

Foto: Alamy / ACI

Puesto que la Torá adquirió muy pronto condición de texto sagrado, revelado por Dios, los escribas de los diferentes santuarios judíos –sobre todo los del templo de Yahvé en Jerusalén– copiaron el texto para poder transmitir la Ley de Dios a las siguientes generaciones. Como los textos escritos sobre pergamino son frágiles y perecederos, resultaba conveniente hacer copias y asegurarse de que el mensaje divino no se perdiera jamás. Los escribas, por lo general con formación sacerdotal, se convirtieron en un grupo aparte y, dado su profundo conocimiento del texto bíblico, acabaron siendo también expertos en la interpretación de la Ley de Moisés y gozaron del respeto del pueblo. Su trabajo presentaba dificultades ligadas a la escritura de la lengua hebrea, que no separaba las palabras y transcribía únicamente las consonantes, no las vocales. Para minimizar los riesgos de confusión y de simple error surgieron los masoretas (del hebreo masorá, «tradición»), escribas que colocaban sobre las consonantes unos signos a modo de vocales que ayudaban a leer correctamente el texto.

 

Este artículo pertenece al número 217 de la revista Historia National Geographic.

 

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