Historia de España: La Dinastía Trastámara y los Reyes Católicos hasta 1492 - Historipedia

Historia de España: La Dinastía Trastámara y los Reyes Católicos hasta 1492

LOS TRASTÁMARA EN CASTILLA (1369-1474)

Enrique de Trastámara había ganado la Guerra Civil Castellana contra su hermano Pedro I el Cruel, quien acabó con un cuchillaco clavado en el pecho. Era el año 1369, y Enrique fue coronado como Enrique II, y aquí comenzó la Dinastía Trastámara en la Corona de Castilla. Para asegurar su poder, premió a las familias nobles que le apoyaron entregándoles una serie de tierras y prerrogativas conocidas como las “mercedes enriqueñas”, lo que fortaleció al grupo nobiliario.

Su reinado duró una década, y estuvo marcado por su rivalidad con el Reino de Portugal del rey Fernando I. Esto se tradujo en las Guerras Fernandinas, que dos ocurrieron durante el reinado de Enrique y otra más durante el de su hijo Juan.

¿Por qué empezó este conflicto? Pues por lo de siempre. El rey Fernando I de Portugal reclamaba la corona castellana porque era bisnieto de Sancho IV de Castilla. La 1ª Guerra Fernandina comenzó en 1369, justo el primer año de reinado de Enrique, y acabó con la Batalla del Puerto de los Bueyes, ocurrida cerca de Lugo, en el año 1371, con la derrota del portugués.

En el Tratado de Alcoutim, Enrique II ofreció a Fernando I la mano de su hija Leonor de Castilla, y a cambio de algunos territorios fronterizos, el portugués tendría que dejar de reclamar el trono. Y todo parecía bien, pero pasó algo. De pronto, Fernando I se enamoró perdidamente de Leonor Téllez de Meneses, la esposa de uno de sus cortesanos, y el matrimonio del tratado se tuvo que anular.

Aunque este acto provocó una rebelión dentro de Portugal, pero el resto del tratado se cumplió y Enrique II quedó tranquilo. Sin embargo, Enrique no contaba con las conspiraciones de otro de sus grandes enemigos: Juan de Gante, duque de Lancaster, hijo del rey de Inglaterra Eduardo III, y esposo de la infanta Constanza de Castilla, hija de Pedro el Cruel. El tipo también reclamaba para su mujer la Corona de Castilla.

Bueno, pues Juan de Gante pactó una alianza con Fernando I de Portugal para echar a Enrique de Trastámara, y también contaron con la ayuda de castellanos petristas, partidarios de Pedro el Cruel. Así, en 1372, comenzó la 2ª Guerra Fernandina. Estas tropas anti-enriquistas entraron a saco en Galicia e invadieron el territorio.

Luego Enrique II se enteró de que Juan de Gante había pedido ayuda a Inglaterra, y una flota se preparaba para ir parayá. En estos años, y en el contexto de la Guerra de los 100 años entre Francia e Inglaterra, Enrique de Trastámara puso a disposición del rey francés Carlos V la poderosa flota castellana. Al mando del almirante Ambrosio Bocanegra, esta flota franco-castellana se dirigió a la costa de la Guyena, en posesión de los ingleses, y logró una gran victoria en la Batalla de La Rochelle, de 1372. En esta batalla la flota inglesa quedó destrozada y gracias a esto, los castellanos pudieron saquear e incendiar numerosos puertos ingleses como Plymouth, Portsmouth o Hastings. En 1377, el almirante castellano Fernando Sánchez de Tovar y el francés Jean de Vienne llegaron incluso a amenazar Londres.

Esta serie de victorias marítimas convirtió a la Corona de Castilla en la primera potencia naval del Atlántico, otorgando así mayores posibilidades mercantiles a sus marinos, sobre todo a los vascos y cántabros unidos bajo la Hermandad de las Marismas de las que ya hablé en un capítulo anterior. Como el comercio de lana entre Inglaterra y Flandes se había interrumpido por la guerra, Castilla fue la mejor sustituta, y se enriqueció la hostia, y relanzó sobremanera la economía de la ciudad de Burgos, principal exportadora de esta lana.

Con los ingleses caput, Enrique II dirigió sus tropas a invadir Portugal. Entonces ocurrió la Batalla de Lisboa, de 1373, donde la flota de Ambrosio derrotó a la portuguesa. Esta victoria para los castellanos significó el fin de la 2ª Guerra Fernandina y la firma del Tratado de Santarém.

A pesar de todas las movidas, Enrique II se esforzó mucho en la reconstrucción del reino tras la guerra civil. Aceleró la transformación de la administración real y convocó numerosas Cortes. Además, tras la muerte de su hermano Tello de Castilla, señor de Vizcaya en aquellos años, incorporó este señorío al patrimonio real de la Corona castellana.

Enrique II de Trastámara murió en 1379, y fue sucedido por su hijo Juan I de Castilla. Este Juan era hijo de Enrique y de su esposa Juana Manuel de Villena, la hija de Don Juan Manuel y Blanca Núñez de Lara. También fue hermano de Leonor de Trastámara, que fue reina consorte de Navarra al haberse casado con Carlos III el Noble.

Su reinado comenzó con la 3ª y última Guerra Fernandina, que duró de 1381 a 1382. Fue bastante breve. Juan de Gante se unió a Fernando I de Portugal para, una vez más, intentar echar a los Trastámara del poder de Castilla.

El portugués trató de bloquear el Guadalquivir con su flota, pero ésta fue destruida en la Batalla de la Isla Saltés. La mala salud del portugués le obligó a romper con los ingleses y pactar la paz con Castilla en 1382, poniendo fin a la guerra.

En el Tratado de Badajoz, se estipuló que Juan I se casaría con Beatriz de Portugal, la hija del rey Fernando I. El acuerdo fue complejo, pero la idea es esta. Como Fernando no tenía hijos varones, acordó con el castellano que, si él moría, su hija sería reina de Portugal y Juan I también, pero sólo hasta que ambos tuvieran un hijo, quien sería automáticamente nuevo rey de Portugal. Básicamente lo que el portugués quería era que los reinos no se mezclaran, aunque Juan I tenía unas ganas loquísimas de anexionarse todo.

Así, en 1383, Fernando I de Portugal murió, y su viuda, Leonor Téllez, se encargó de la regencia. Juan I y Beatriz se enteraron de la muerte del rey y, en contra de lo acordado, fueron a reclamar la corona de Portugal. Esto provocó el levantamiento violento de los portugueses que apoyaban al medio hermano del rey, Juan de Avís.  

Después de 3 años de luchas, en 1385, Beatriz fue declarada ilegítima por las Cortes portuguesas y Juan I de Avís consiguió la corona portuguesa, y con el que empezó la Dinastía Avís en Portugal. La Batalla de Aljubarrota, de 1385 supuso un desastre absoluto para el rey castellano, que no tuvo más remedio que huir de Portugal y dejar de reclamar el trono.

Aprovechando la situación, al año siguiente, Juan de Gante, su esposa Constanza, hija de Pedro el Cruel, y la hija de ambos, Catalina de Lancaster, desembarcaron en Galicia y establecieron su base en Orense con el apoyo de Portugal. Hubo algunas batallas, pero sin resultados, y finalmente, en 1388, Juan de Gante y su esposa renunciaron a Castilla a cambio de que su hija se casase con el hijo de Juan I de Castilla, el futuro Enrique III, que tuvo con Leonor de Aragón, su segunda esposa. Otro de los hijos de este matrimonio fue Fernando de Antequera, que será muy importante.

Así pues, las dos ramas sucesorias de Alfonso XI quedaron otra vez unidas, y Juan I creó el título de Príncipe de Asturias, que sería ostentado por el heredero al trono de Castilla, y más tarde, al trono de España. Enrique III fue el primero en obtener este título.

En 1390, Juan I se cayó de un caballo y mochó. He perdido ya la cuenta de reyes desnucados por caerse de sus caballos, yo creo que hay una conspiración.

En fin, su hijo Enrique III el Doliente heredó el trono, pero era menor de edad, tenía 11 años, y encima, como bien dice su apodo, tenía una salud muy débil. Mientras el chaval crecía, Castilla fue gobernada por con Consejo de Regencia, y lo que más caracteriza a estos años fue un conflicto entre grupos nobiliarios que estuvo cerca de provocar otra guerra civil. De todas formas, Enrique III, según fue creciendo, fue apaciguando los ánimos.  

Se cuenta que se disfrazó para espiar a los nobles y vio que vivían muchísimo mejor que él, así que amenazó con cortarles la cabeza si no le devolvían su patrimonio. Y estos se achantaron y pidieron disculpas al monarca.

Enrique III trató de sanear la economía castellana reformando la administración del reino. Se creó la Audiencia Real en Valladolid como alto tribunal supremo permanente, o Cancillería, y más tarde se crearía otra en Granada (tras su conquista). También se instituyeron las contadurías, como organismos de gestión fiscal. También destacó la figura del corregidor, sustituto del rey en las Cortes, y encargados de poner orden donde el monarca no estuviera. Presidían las reuniones concejiles, dirigían las milicias locales, administraban la contabilidad local, juzgaban litigios de la zona etc.

Finalmente se impulsó leyes para la protección de los judíos, que en aquellos tiempos se les perseguía bastante. De hecho, en 1391 hubo una oleada de asesinatos y ataques a juderías muy gordo.

También construyó una casa real en el Monte de El Pardo, en Madrid, que en el futuro se convertiría en el Palacio Real de El Pardo.  

En 1396, Juan I de Portugal invadió Badajoz sin previo aviso, pero Enrique III logró detenerle gracias a su ejército comandado por Diego Hurtado de Mendoza.

En 1400, Enrique III destruyó la base pirata de Tetuán, en el Norte de África, y dos años después comenzó la colonización de las Islas Canarias. Esta primera expedición estuvo comandada por el explorador normando Jean de Bethencourt. Aquí empezó la conquista señorial de las Islas Canarias, que se llama así porque fue realizada por los nobles en beneficio propio, sin la participación directa de la Corona, aunque con un pacto de vasallaje de por medio. Jean de Bethencourt y Gadifer de La Salle se apoderaron de Lanzarote, el Hierro y Fuerteventura. La Gomera no cayó hasta 1450, y fue conquistada por una nueva expedición de nobles castellanos.

Y hablando de exploradores, una cosa interesante del reinado de este rey es que envió dos embajadas a la lejana tierra del Imperio Timúrida, para mantener cierta relación con el famoso Tamerlán, una de ellas liderada por Ruy González de Clavijo, que escribió una crónica sobre aquel reino.

Otro objetivo del castellano fue el Reino Nazarí de Granada. En 1406, les lanzó un potente ataque y salió victorioso en la Batalla de los Collejares. Sin embargo, justo murió con solo 27 añitos.

El siguiente rey de Castilla fue su hijo Juan II, pero como era menor de edad, sólo tenía dos añitos, de la regencia se ocupó su tío Fernando de Antequera (llamado así por haber conquistado Antequera en 1410, en lo que hoy es Málaga) y su madre Catalina de Lancaster, aunque ésta murió pronto. Por otro lado, de su educación se encargó Pablo de Santa María, Obispo de Cartagena; Diego López de Estúñiga, que era el Justicia Mayor, una especie de juez-policía de la Corte; y finalmente estaba Juan de Velasco, que era el Camarero Mayor. Y no, el camarero mayor no servía cubatas al rey, era el jefe de la cámara real, era como una especie de conserje de palacio, mayordomo o chambelán, algo similar.

En el año 1412 tuvo lugar el Compromiso de Caspe, que voy a explicar en el capítulo siguiente. En resumidas cuentas, Aragón se quedó sin rey y sin heredero, y se llegó a un acuerdo para seleccionar uno nuevo: el elegido fue Fernando de Antequera. Así, este Fernando se convirtió en Fernando I rey de Aragón, aunque no dejó de ser regente de Castilla. Este Fernando estaba casado con Leonor de Alburquerque, apodada “la ricahembra”, por todas las propiedades que tenía.

Fernando de Antequera duró muy poquito, en 1416 la palmó. Y aquí entran en el tablero del juego de tronos castellano los hijos de este Fernando y Leonor de Alburquerque, los infantes de Aragón. Aunque se llamen “infantes de Aragón” y formaran parte de la realeza aragonesa, ellos, al ser su padre de familia real castellana, tenían a saco de territorios dentro de Castilla. Estos infantes fueron Alfonso (futuro Alfonso V de Aragón), Juan Sin Fe (futuro Juan II de Navarra y Aragón), Enrique (maestre de la Orden de Santiago), Pedro y María de Aragón. Ésta última fue convencida por sus hermanos para que se casase con el pequeño Juan II de Castilla, y eso hizo que estos infantes de Aragón afianzasen su poder en Castilla.

Lógicamente, muchos nobles se oponían a este lobby de hermanos, y en 1420, cuando Juanito II alcanzó la mayoría de edad con 14 años, ocurrió el Golpe de Tordesillas. Resulta que el infante de Aragón Enrique secuestró al joven rey Juan II para obligarle a concertar una boda entre él y su hermana Catalina. Y esto lo hizo en contra de su hermano, el infante de Aragón Juan Sin Fe, que justo se había ido a Navarra a casarse con la princesa Blanca de Navarra.

El golpe del ambicioso Enrique fracasó porque el noble castellano Álvaro de Luna logró rescatar al rey de su cautiverio en Talavera, y huyeron al Castillo de la Puebla de Montalbán, en la provincia de Toledo. Enrique trató de sitiar el lugar, pero no pudo, y tuvo que huir al enterarse de que su hermano Juan Sin Fe estaba yendo hacia allí. Gracias a la valentía de Álvaro de Luna, el rey le concedió el cargo de valido, que era como la mano derecha del rey, un cargo que se haría muy importante; y también le nombró condestable de Castilla, que venía a ser como alférez, o máxima autoridad militar, lo que le dio a Álvaro de Luna un poder sin igual en la Corte.

Enrique fue apresado, y él y sus seguidores fueron desposeídos de sus bienes y títulos, y la mayoría pasaron a manos de su hermano Juan Sin Fe. Sin embargo, el hermano mayor de estos infantes de Aragón, Alfonso, ahora rey de Aragón Alfonso V el Magnánimo, quería rescatar a su hermano y envió un ejército a la frontera de Castilla.

Parecía que todo iba a acabar muy mal, pero gracias a la mediación de Juan Sin Fe, al final no hizo falta batirse en duelo. Con el Tratado de Torre de Arciel, de 1425, Alfonso V logró que soltaran a su hermano Enrique y que también le restituyeran sus posesiones.

De todas formas, los problemas no iban a acabar aquí. Dentro de la nobleza había un grupo que apoyaba a los infantes de Aragón y que no soportaba el poder de Álvaro de Luna y sus tendencias centralistas.

Uno de estos nobles era el poderoso Marqués de Santillana Iñigo López de Mendoza y de la Vega. Fue en Guadalajara donde este tipo comenzó a construirse un suntuoso palacete que mezclaba los estilos góticos y renacentistas.  El marqués de Santillana fue famoso por su afán literario y por sus Serranillas, poesías de temas amorosos.

La cosa se complicó para el rey cuando Juan Sin Fe y Enrique, reconciliados tras la paz, entraron en Castilla a presionar al rey castellano para que desterrara al valido. Así, en 1427, Juan II se vio obligado a dar la patada a Álvaro de Luna. Sin embargo, solo 5 meses después volvió y entró triunfalmente en Segovia. Resulta que las divisiones entre los infantes de Aragón que estaban en Castilla no terminaban de crear un clima de buen gobierno.

Álvaro de Luna y Juan II reunieron un ejército para echar de Castilla a los Infantes de Aragón, y así comenzó la Guerra Castellano-aragonesa de 1429-1430. Aparte de la Corona de Aragón de Alfonso V, en el conflicto también estaba metida Navarra, pero porque Juan Sin Fe ahora era rey de Navarra por su matrimonio con Blanca I. En fin, que la guerra fue cortita y el ejército castellano se apoderó de todas las posesiones de los Infantes de Aragón en Castilla, y éstas fueron repartida entre la alta nobleza castellana. Álvaro de Luna también se quedó con una tajada y fue nombrado administrador perpetuo de la Orden de Santiago, y se convirtió en el hombre más poderoso de Castilla. Y obtuvo más prestigio tras su victoria sobre el Reino Nazarí de Granada en la Batalla de la Higueruela, también conocida como 2ª Batalla de Elvira.

Las Treguas de Majano pusieron fin al conflicto en 1430. Los aragoneses habían perdido miserablemente. El rey les quitó todas sus posesiones y se les prohibió entrar en Castilla. La paz definitiva tuvo lugar en 1436 con la firma de la Concordia de Toledo, en la cual se devolvieron algunos territorios. Como garantía de paz, se acordó el matrimonio entre el príncipe de Asturias Enrique el Impotente con la hija mayor de los reyes navarros, Blanca II.

Como curiosidad, en 1434, un caballero leonés llamado Suero de Quiñones, pidió al rey Juan II la celebración de un torneo llamado Paso Honroso, en el que desafiaría a una justa a todos los caballeros que cruzaran el puente de Hospital de Órbigo, situado en el Camino de Santiago. Este hecho está considerado el episodio caballeresco más importante de la Edad Media española, y se cuenta que Suero salió invicto de 166 combates.   

Volviendo a la política, la paz duró poquito. Álvaro de Luna tenía un poder inmenso e iba muy de flipao. Entonces resurgió el grupo nobiliario que se oponía a que tuviese tanto poder. El líder de esta facción era el adelantado mayor de León Pedro Manrique. En 1437 fue arrestado y esto provocó un levantamiento de gran parte de la nobleza. Este conflicto sería la llamada Guerra Civil Castellana de 1437 a 1445.

Pedro Manrique estaba encarcelado en el Castillo de Fuentidueña de Tajo, en Madrid, pero logró escapar y exigió la destitución de Álvaro de Luna. Estos rebeldes tomaron Valladolid, y Juan II de Castilla decidió pedir ayuda a la Corona de Aragón para que pusiera orden. Los hermanos Juan Sin Fe, rey de Navarra, y Enrique fueron payá, pero pronto Enrique se unió al bando rebelde con la promesa de que le devolvieran sus antiguas posesiones.

En 1439 se llegó a un acuerdo temporal, el Acuerdo de Castronuño, por el que Álvaro sería desterrado de la corte 6 meses. Sin embargo, el rey castellano huyó con él y el acuerdo se rompió. Ante esto, Juan Sin Fe terminó pasándose al lado rebelde, y lo mismo hizo la esposa del rey castellano María de Aragón, su hermana.

En 1441, el ejército real castellano se enfrentó a los rebeldes en la Batalla de Torote, y obtuvo una buena victoria, y poco después tomó Medina del Campo, el Castillo de la Mota y Olmedo. Sin embargo, tras un ataque sorpresa a Medina del Campo, la Liga de rebeldes capturó al rey otra vez. Allí se firmó la Sentencia de Medina del Campo, en la que los aragoneses impusieron sus condiciones: destierro de Álvaro de Luna y devolución de sus propiedades en Castilla.

De todas formas, Álvaro ya estaba planeando volver junto al rey castellano, y por ello, Juan Sin Fe instigó en 1443 el Golpe de Rámaga, en el cual el almirante de Castilla y el conde de Benavente secuestraron al rey Juan II. Sin embargo, este acto fue contraproducente para sus planes.

El hijo del rey, el príncipe de Asturias Enrique el Impotente, declaró la guerra a Juan Sin Fe, e hizo un llamamiento a todos los castellanos para liberar al rey y echar a los extranjeros, y además dijo que perdonaría a la Liga rebelde si les apoyaba, y prometió que haría entrar en vereda a Álvaro de Luna. Al final los aragoneses liberaron al rey y los dos bandos estuvieron durante meses dándose de leches.

Esta guerra terminó en 1445 con la Batalla de Olmedo, en la cual, los partidarios de Álvaro de Luna y el rey castellano vencieron definitivamente a Enrique, que murió, y a Juan Sin Fe, que tuvo que huir con el rabo entre las piernas a Navarra. Aquí se acabó toda la movida con los infantes de Aragón. A partir de ahí, Navarra empezaría su guerra civil entre Juan y su hijo, Carlos de Viana, hecho que ya conté en un capítulo anterior.

Ese mismo año, la reina María de Aragón murió, y Juan II se buscó una nueva esposa. Esa fue Isabel de Portugal, y de este matrimonio nacería Isabel la Católica. De esta reina se cuenta que infundió al manejable rey una inquina malsana hacia el condestable Álvaro de Luna. Tanta que finalmente Juan II ordenó su arresto y que lo degollaran en la Plaza Mayor de Valladolid, en 1453.

En estos años se comenzó la construcción de la Catedral de Sevilla, probablemente la construcción gótica más grande del mundo. Fue construida junto a la famosa Giralda, y de esta catedral destaca su alucinante fachada, su rosetón, o el Patio de los Naranjos.

En Sevilla también destaca el Real Alcázar de Sevilla, de estilo gótico y mudéjar, es decir, que era una combinación entre el gótico cristiano y el arte musulmán. Fue utilizado como residencia por muchos reyes de España a lo largo de la Historia.

Otra construcción importante es el Monasterio de Guadalupe, en Cáceres, famoso también por su estilo mudéjar, aunque mezcla muchos más estilos, pero eso ya es de épocas posteriores.

También el Alcázar de Madrid fue muy reformado y transformado en una residencia real temporal del monarca. El hijo del rey, Enrique, pasó largas temporadas allí para ir de caza y esas cosas.

En Burgos destaca la Cartuja de Miraflores, un monasterio de la orden de los Cartujos que es considerada una joya del arte gótico final.  

Y finalmente, por esta época, se crearon las Ferias de Medina del Campo, las cuales favorecían el comercio de la Corona. Se celebraban cada año en mayo y octubre, y duraban 50 días.  

En 1454, Juan II murió, y su hijo Enrique IV el Impotente ocupó el trono castellano. Junto a él estuvo su consejero de confianza, Juan Pacheco, marqués de Villena, y el hermano de éste, Pedro Girón, maestre de la Orden de Calatrava. Este reinado sería tremendamente inestable, pues el rey fue atacado por todas partes y no estuvo a la altura. Su carácter era débil, dubitativo, pusilánime y encima estaba lleno de complejos.

Justo unos meses antes de ser coronado rey, el obispo de Segovia declaró nulo el primer matrimonio de Enrique IV, con Blanca de Navarra, atribuyéndole una impotencia sexual debida a un maleficio, de ahí el apodo de “el impotente”. Por ello, y como una de las preocupaciones de Enrique IV fue la paz con Portugal, se casó en segundas nupcias, con Juana de Portugal, o Juana de Avís, hermana del rey portugués Alfonso V.

Y aquí llega el cotilleo cortesano. Un nuevo consejero que añadió el rey a su corte fue Beltrán de la Cueva, miembro de la baja nobleza. Este es importante porque a pesar de que el rey tenía fama de impotente, al final Juana de Portugal sí que tuvo una hija: Juana la Beltraneja. Este apodo viene porque corría el rumor de que en realidad era hija de este Beltrán de la Cueva.

Beltrán de la Cueva era un noble bastante ambicioso, y logró que el rey Enrique IV le nombrase valido, a la vez que desplazaba del poder a Juan Pacheco y a Pedro Girón.

Juan Pacheco se rebeló contra Beltrán, y él y la nobleza castellana que le apoyaba, acabaron aliados con Juan II de Aragón y Navarra. Pero claro, hay que tener en cuenta que este Juan tenía mil frentes abiertos. Para empezar, la Guerra Civil navarra contra su hijo Carlos de Viana, y por otro, la Guerra Civil catalana.

Debido a esto, Enrique IV tuvo varios éxitos en sus campañas, como por ejemplo la toma de Laguardia o de Viana, territorio que incorporaría a Castilla, y hasta la Generalitat catalana le ofreció el trono de la Corona de Aragón en 1462, aunque Enrique IV finalmente tuvo que rechazarlo.

Y es que la situación en Castilla también era complicada. Juan Pacheco creó una nueva liga nobiliaria contra Beltrán de la Cueva, y parece que para manchar su nombre empezaron a soltar los rumores de la Beltraneja. En un manifiesto en Burgos, por ejemplo, se dedicaron a lanzar acusaciones e injurias contra el monarca, y echaba la culpa de todos los males del reino a Beltrán. Lo que querían era básicamente que el hermano pequeño del rey, Alfonso, de 11 años, fuese el nuevo heredero al trono.

Enrique IV estaba entre la espada y la pared, y al final tuvo que rendirse a Pacheco. Le entregó a Alfonso y éste fue jurado como heredero, pero con la condición de que se casase con la Beltraneja. Juan Pacheco recuperó el poder y Beltrán de la Cueva fue exiliado. En 1465 se empeñaron en que el rey firmara la Sentencia Arbitral de Medina del Campo, con capítulos que muy poco le convenían porque reducían todo su poder.

Enrique IV se negó en redondo, y entonces Pacheco y los suyos proclamaron rey a Alfonso en una ceremonia conocida como la Farsa de Ávila, ocurrida en 1465. Sobre un gran tablado público, los conjurados colocaron una estatua o muñeco del rey y le empezaron a recriminar mazo de movidas, como que era un cornudo, impotente, homosexual y que mostraba simpatía por los musulmanes. Y luego le fueron quitando la corona y demás símbolos regios, y lo tiraron al suelo.

Este fue el inicio de otra breve guerra civil castellana. Estos años fueron de caos y desorden. Los nobles batallaban entre ellos día sí y día también, y el rey no sabía qué hacer. De 1467 destaca la 2ª Batalla de Olmedo, entre partidarios y adversarios del rey. Estos últimos ganaron, pero la situación seguía siendo complicada. 

A todo esto, hay que añadir la Revuelta Irmandiña o Gran Guerra Irmandiña. Esta fue una revuelta social ocurrida en Galicia entre 1467 y 1469, pero no penséis que fue poca cosa. Algunos la califican como la mayor revuelta europea del siglo XV. El levantamiento campesino se produjo por el hambre, las epidemias y los abusos de los nobles gallegos, todo ello agravado por la situación guerraciviliesca. Estos campesinos cabreados se unieron a una parte del clero que también estaba bastante enfadado con los nobles laicos, gentes de las ciudades y otros nobles, y formaron milicias urbanas llamadas Hermandades. Todos juntos fueron a atacar las fortalezas de los señores feudales más poderosos, muchas de las cuales acabaron siendo derruidas.

El conflicto entre el rey y los nobles rebeldes dio un giro drástico cuando en 1468, el joven Alfonso, supuestamente rey, murió, no se sabe si envenenado o algo así, por lo que el bando de Pacheco tuvo que buscar otra persona para el trono.  

Y aquí entra en escena la hermana de este Alfonso y medio hermana de Enrique IV: Isabel la Católica. Hasta entonces ella había mantenido un perfil bajo, pero ahora, para el sector rebelde de la nobleza, ella era la heredera.

Isabel le dijo a Pacheco: “Mira, tío, yo no quiero movidas, así que voy a acabar esta guerra civil y voy a pactar con mi medio hermano”. Así pues, Isabel se reunió con el rey Enrique IV y juntos firmaron el Tratado de los Toros de Guisando, de 1468, por el cual los bandos de Enrique e Isabel se aliaron y Enrique mantendría el trono, pero ahora Isabel sería la heredera, y no la Beltraneja.

Enrique IV y Juan Pacheco querían que Isabel se casase con el rey de Portugal Alfonso V, un viejales 20 años mayor que ella. Esto era bueno para el reino pues significaba la amistad de Portugal, pero Isabel era bastante independiente e iba a su rollo, y prefirió otro candidato que le molaba más. En 1469 hubo bodorrio, Isabel, de 18 años de edad, se casó medio en secreto en Valladolid con Fernando de Aragón, el hijo del rey de Aragón y Navarra Juan II Sin Fe, y que contaba con 17 años. ¿Por qué lo del secretismo? Pues la idea es que no se enterara el rey Enrique ni el papa Paulo II, ya que como los dos eran primos segundos necesitaban una bula papal y tuvieron que falsificarla.

Debido a esto, Enrique IV declaró el tratado de los Toros de Guisando como roto, y proclamó a la Beltraneja la heredera al trono, jurando públicamente que era su hija legítima. Mientras el reinado de Enrique IV se debilitaba a pasos agigantados, Isabel y Fernando ganaban cada vez más apoyos.

En 1474, Juan Pacheco murió, y poco después, también se fue al hoyo Enrique IV. Entonces Isabel se autoproclamó reina de la Corona de Castilla, y se vería envuelta en una guerra de sucesión de la que hablaré en el último capítulo de esta serie de España Medieval: el de los Reyes Católicos.

LOS TRASTÁMARA EN ARAGÓN (1410-1479)

En un capítulo anterior vimos que el rey de Aragón Martín I el Humano tenía un heredero, Martín el Joven, que también era rey de Sicilia, pero la palmó en 1409 en Cerdeña durante una rebelión de los sardos. Un año después, su padre el rey también la palmó, y no había más herederos, por lo que se abrió en la Corona de Aragón un problema sucesorio sin precedentes. Aquí hubo durante dos años 6 pretendientes disputándose el trono.

Estos pretendientes fueron:

  1. Fadrique o Federico de Luna, conde de Luna e hijo bastardo de Martín el Joven. Este contaba con el apoyo del Papa Luna.
  2. Jaime II de Urgel, conde de Urgel, bisnieto de Alfonso IV de Aragón y cuñado de Martín I. Este era considerado como la cabeza de la nobleza catalana, y cuando le dijeron que no las tenía todas consigo, fue a Zaragoza y la lio parda en los conocidos como Disturbios de Zaragoza, de mayo de 1410. Para empeorar las cosas, meses después, uno de sus partidarios, Antón de Luna, asesinó al arzobispo de Zaragoza y Jaime II perdió mucha popularidad, y a punto se estuvo de causar una guerra civil.
  3. Alfonso de Aragón el Viejo, un anciano conde de Denia y de Ribagorza, duque de Gandía, marqués de Villena y nieto de Jaime II de Aragón. Murió antes de la elección.
  4. Juan de Prades, el hermano pequeño del anterior.
  5. Luis III de Anjou, duque de Calabria y sobrino-nieto de Martín I.
  6. Fernando de Trastámara, apodado “el de Antequera”, sobrino de Martín I, nieto de Pedro el Ceremonioso y regente del Reino de Castilla en aquel momento. El Papa Luna terminó apoyando a este candidato, así como el célebre fraile Vicente Ferrer.

En 1412, varios representantes de la Diputación General de Aragón se reunieron en Alcañiz, y otros del Principado de Cataluña se reunieron en Tortosa, y esto fue la Concordia de Alcañiz, y fue aquí donde se acordó el procedimiento para la elección del rey.

Esto se tradujo meses después en el Compromiso de Caspe. Aquí, tres representantes de las Diputaciones de cada territorio (Reino de Aragón, Reino de Valencia y Principado de Cataluña), se reunieron para elegir ellos al nuevo rey. Y con cuidado que a la mínima podía estallar una guerra civil de la hostia.

Al final, el elegido por seis votos fue Fernando I de Antequera. Parece que su elección fue por tener más proximidad de parentesco con el último rey. Pero también por su gran poder económico, su sólido prestigio militar y el apoyo de importantes familias como los Centelles de Valencia, los Urrea de Aragón o gran parte de la burguesía catalana.

Esta elección fue bien vista por el resto de candidatos menos uno. El ambicioso Jaime II de Urgel se enfadó con el resultado y comenzó una revuelta en 1413. Al final, todas las fuerzas de la Corona aragonesa le sitiaron en el Castillo de Balaguer, le capturaron y le despojaron de todos los títulos y posesiones. No le mataron porque su mujer lo pidió “porfaplis”. Con esto, el pequeño condado de Urgel, que había permanecido hasta entonces independiente, fue integrado dentro del principado de Cataluña y por ende, de la Corona de Aragón.

Ya libre de problemas internos, en 1414, Fernando de Antequera fue coronado en Zaragoza. Reformó alguna cosilla de la política, y también puso fin a la guerra civil siciliana al colocar allí a su hijo Juan Sin Fe, quien fue el nuevo virrey o lugarteniente real de Sicilia. Además, no olvidemos todo el patrimonio que este tío tenía en Castilla, donde también era regente. Es decir, que, de facto, gobernaba ambas Coronas.

Finalmente, en el ámbito religioso, Fernando I dejó de apoyar al antipapa Luna. El Concilio de Constanza de 1414, presidido por el emperador Segismundo de Luxemburgo, con el apoyo de la mayoría de monarcas cristianos, destituyó a los tres papas que se peleaban por el poder y puso orden en la Santa Sede. Con la coronación del papa Martín V acabó el Cisma de Occidente o Cisma de Aviñón.

Otro hecho religioso importante ocurrido en 1414 fue la Disputa de Tortosa. Vicente Ferrer era un tío muy antisemita, y apoyado por el nuevo papa Martín V, buscaba forzar a los judíos a convertirse al cristianismo y se les persiguió muy fuertemente.

Por cierto, en la ciudad de Valencia se terminó de construir la Torre del Miguelete, o Micalet, la torre campanario de estilo gótico valenciano de la Catedral de Valencia. Fue una obra complicada que tardó medio siglo en terminarse.

En 1416, Fernando de Antequera enfermó y murió poco después, con apenas 36 años. Se había casado con Leonor de Alburquerque, la conocida como “ricahembra” por toda la fortuna que controlaba, y con ella tuvo varios hijos, los Infantes de Aragón, dos de los cuales serían reyes.

El primogénito fue Alfonso, y fue coronado rey de Aragón. Mientras tanto, su segundogénito era Juan Sin Fe, y fue nombrado, como ya dije, lugarteniente real de Sicilia. Llegó para sustituir a Blanca de Navarra, viuda del fallecido rey Martín el Joven. Juan tenía 17 años y ella 30, y el chaval se quedó enamoradísimo de ella. Aunque Blanca se volvió a Navarra con su padre el rey Carlos III, tiempo después ambos se casarían.

Alfonso V el Magnánimo duró bastante más que su padre, y reinó la Corona de Aragón durante 42 años. Fue coronado rey de Aragón, de Valencia, de Mallorca, de Sicilia, de Cerdeña y, por supuesto, fue conde de Barcelona. Al tipo también se le apodó como El Sabio, pues era muy fan de la literatura.

Desarrolló una importante labor de mecenazgo cultural y literario en los territorios de la Corona, pero sobre todo en Sicilia y luego en Nápoles, lugares en los que residió más que en la propia península ibérica. Algunos le consideran como el príncipe del Renacimiento, pues era allí en Italia donde, como ya conté, se estaban poniendo muy de moda las ideas del humanismo renacentista. Aparte de esto, también organizó multitud de torneos.

Se había casado con su prima María de Castilla, tía del rey Juan II de Castilla, pero no le hizo mucho caso porque a ella le dejó de lugarteniente en sus territorios de la península mientras él se iba a recorrer el mediterráneo. Y durante estas correrías se liaba con mazo de chavalas.

Al igual que su padre, también quería mantener poder e influencia en Castilla, pero el rey Juan II de Castilla y gran parte de la nobleza castellana trataron de desligarse del aragonés y de sus hermanos, los Infantes de Aragón, es decir, los hijos de Fernando de Antequera.

Juan Sin Fe y la princesa Blanca I de Navarra se casaron en 1420, y 5 años después el rey Carlos III el Noble murió, por lo que Juan Sin Fe se convirtió en el rey consorte del Reino de Navarra. Esto será importante más tarde.

Ahora pasemos a los territorios mediterráneos. Un objetivo importante para Alfonso V fue la isla de Cerdeña. La isla estaba sufriendo varias revueltas por todo su territorio, instigadas por los genoveses. En 1420, Alfonso V dirigió una potente escuadra de 24 galeras hacia Alguer, una ciudad de la isla. En pocos días, los rebeldes se sometieron sin oponer resistencia.

Tras esto, también sometió la isla del norte, Córcega. Con su potente escuadra tomó la ciudad de Calvi y puso en sitio la ciudad de Bonifacio. Sin embargo, en 1421, tuvo que retirarse para auxiliar a la reina Juana II de Nápoles. Resulta que las tropas de Luis III de Anjou estaban tratando de tomar el reino.

Alfonso V logró rechazar a las tropas del franchute y, gracias a esto, Juana II le adoptó como hijo y heredero, así como duque de Calabria. La relación entre Juana II y Alfonso V parecía muy bonita, pero se empezó a hacer añicos. ¿La razón? Que Alfonso V se instaló en el palacio de Nápoles como si fuera su puta casa, y encima metió en la cárcel a su amante y primer ministro napolitano, Sergianni o Guiovanni Caracciolo.

Juana II se enfadó bastante y se unió al duque de Milán, Filippo María Visconti, un tipo bastante celosillo de los éxitos del aragonés en aquellas tierras. Entre los dos montaron una rebelión en 1423 y Alfonso V tuvo que refugiarse en la fortaleza napolitana de Castel Nuovo. Finalmente, el aragonés tuvo que retirarse; pero volvería.

Como ya conté en el capítulo anterior, es en este punto de la Historia donde van a ganar mucha relevancia los Infantes de Aragón, que son estos 5 hermanos hijos de Fernando de Antequera y Leonor de Alburquerque: Alfonso V, Juan Sin Fe, Enrique, Pedro y María, a la cual casaron con el rey de Castilla Juan II para afianzar su poder en Castilla. Y es que estos hermanos tenían muchísimos territorios en Castilla, pero eso iba a cambiar pronto.

Enrique era muy ambicioso, y tuvo la loca idea de secuestrar al rey castellano en el hecho conocido como Golpe de Tordesillas, de 1420. Su idea era obligarle a que le diese la mano de su hermana Catalina, pero el golpe fue un fracaso, pues el jovencito rey escapó gracias a un noble llamado Álvaro de Luna. Gracias a su rescate, este Álvaro se convirtió en la persona más poderosa del reino castellano, con el cargo de condestable y valido del reino. Y más tarde, a Enrique lo encerraron en prisión y le quitaron todas sus propiedades en Castilla.

Alfonso V se involucró y envió un ejército a la Corona Castellana para poner orden, y hubo paz. Enrique fue liberado y sus propiedades restituidas. Incluso parece que, en 1427, estos infantes consiguieron que el rey Juan II de Castilla desterrase a Álvaro de Luna, lo que les permitió tener manga ancha por toda Castilla. Sin embargo, Álvaro de Luna volvió a tope con muchos apoyos y, aliado con el rey castellano, empezaron a combatir a los infantes de Aragón en la llamada Guerra Castellano-aragonesa de 1429-1430.

Fue una guerra cortita donde los castellanos vencieron. Así se firmaron las Treguas de Majano, de 1432, y más tarde la Concordia de Toledo, de 1436, por las que los castellanos expulsaron a los infantes de Aragón y, a cambio de una renta anual, les expropiaron de todos sus señoríos. Y su enemigo Álvaro de Luna se convirtió de facto en la persona más poderosa de Castilla.

En el año 1432, con todo el asunto con Castilla concluido, Alfonso V cogió su flota y puso rumbo a Sicilia, para nunca más volver a la península. Él tenía en mente reconquistar Nápoles, pero una tregua con el papa Eugenio IV y el emperador Segismundo le obligaba a estar quietecito; de momento.

Entonces Alfonso V se centró en el norte de África, lo que hoy es Túnez concretamente. Lanzó una expedición contra la isla de Yerba y otra contra Trípoli.

Sin embargo, en 1434 ocurrieron una serie de acontecimientos que alegraron al aragonés. Luis III de Anjou murió, y Juana II nombró heredero al hermano del fallecido: Renato. Al año siguiente Juana II también se fue al hoyo, y el papa Eugenio IV no dio su aprobación al Renato este.  

Alfonso reunió a sus hermanos Juan, Enrique y Pedro y empezó la conquista de Nápoles. Primero cayó la ciudad de Capua. Luego sitió la ciudad de Gaeta, pero una flota genovesa fue a tocar los huevos, y derrotó a los aragoneses en la Batalla de Ponza, de 1435. La mala suerte hizo que tanto el rey como sus hermanos fueran encarcelados y entregados al duque de Milán Filippo Visconti. Se cuenta que el hecho afectó tanto a su madre Leonor de Alburquerque que la palmó del disgusto.

Pero tranquilos, porque el rey logró convencer al italiano de que si le liberaba obtendría jugosas recompensas. Así que no sólo le liberó, sino que le ayudó a recuperar Nápoles. Tras unas cuantas batallitas, en 1442, Alfonso V el Magnánimo entró triunfal en la ciudad de Nápoles. Allí fue coronado rey de este reino, que pasó a formar parte de la Corona de Aragón. Alfonso instaló su corte en la Fortaleza del Castel Nuovo, situado en la ciudad de Nápoles. Fue en este castillo donde ordenó la construcción de su arco del triunfo, enmarcado entre sus dos torres principales.

Este rey, desde aquel lugar, empezó a dictar leyes para todos los territorios de la Corona. Aquí es importante el tema de los Payeses de Remensa. “Payese” era la palabra para designar a los campesinos, y la “remensa” era el pago que estos debían pagar a su señor para abandonar su tierra; porque en aquella época los campesinos estaban adscritos de forma forzosa y hereditaria a la tierra de su terrateniente particular. Este constituía uno de los 6 malos usos, es decir, leyes feudales ya anticuadas que jodían un poco a los campesinos.  

Otro conflicto tuvo lugar en el Reino de Mallorca, y fue el de los Forans, los habitantes de las villas. En 1450, se levantaron contra el gobernador protestando contra la corrupción y mil movidas más. Asediaron la capital, pero Alfonso V les reprimió enviando a los Saccomani, un grupo de temibles mercenarios italianos.

También fue en estos años cuando entraron en la península los primeros gitanos, también conocidos como romaníes o cíngaros. Se sabe que estas gentes migraron durante la Baja Edad Media desde la región de Punyab, entre India y Pakistán, a diferentes lugares de Europa.

Mientras tanto, en Castilla comenzó la Guerra Civil Castellana de 1437-1445. Era una guerra entre nobles, unos apoyaban a Álvaro de Luna y otros no. Entre los que no, se metió Juan Sin Fe. De aquí destaca el Golpe de Rámaga, un golpe planificado por Juan para secuestrar al rey castellano. La jugada no le salió bien, pues el hijo del monarca y príncipe de Asturias, Enrique el Impotente, logró unir un potente ejército en Castilla para liberar a su padre. Juanito Sin Fe tuvo una gran derrota en la Batalla de Olmedo (1445), que le obligó a huir a Navarra, y esto supuso la pérdida de todas sus posesiones castellanas. 

Y sus problemas no iban a acabar ahí. En 1441, su esposa Blanca I de Navarra murió. Según el testamento, en Navarra ahora tenía que reinar el hijo de ambos, Carlos de Viana, pero Juan Sin Fe dijo que no, y continuó siendo el rey de Navarra. Este conflicto padre e hijo provocó la Guerra Civil Navarra, que duró desde 1451 a 1464. Este conflicto lo expliqué con más detalle en el capítulo de Navarra, así que tampoco me voy a detener mucho en él. Lo que hay que saber ahora es que Carlos viajó a Nápoles a hablar con su tío para que pusiera orden, y Alfonso V aceptó. Prometió dar su veredicto que resolvería la guerra, pero justo murió antes de pronunciarse.  

Con María de Castilla no tuvo descendencia, pero sí tuvo un hijo bastardo con una italiana: Fernando, quien fue coronado rey de Nápoles. El resto, la Corona de Aragón, fue a manos de su hermano Juan Sin Fe.

En 1458, Juan II Sin Fe, o también apodado el Grande, ya era rey de Navarra por su matrimonio con Blanca I de Navarra y ahora pasó a serlo también de Aragón. Aunque la guerra civil navarra continuaba a todo trapo. Por cierto, se dice que una de las causas de esta guerra fue también porque Juan se casó en segundas nupcias con Juana Enríquez, y con ella tendría en estos años a Fernando II el católico. Y Carlos de Viana empezó a ver que todo lo iba a heredar este nuevo chaval… como acabaría sucediendo.

El rey Juan II tenía ya unos 60 años cuando fue coronado rey de Aragón, y padecía de cataratas que apenas le dejaban ver. Aunque tiempo después, un judío catalán de nombre Cresques Aviatar, o Abnarrabí, le operó los ojos en 1468 y Juanito recuperó la vista. 

El reinado de Juan Sin Fe empezó bien, haciendo las paces con su hijo Carlos de Viana en la Concordia de Barcelona, del año 1459. Una concordia que no duraría una mierda, porque su padre ordenó su detención al año siguiente acusado de traición por unas cartas donde conspiraba con Castilla.

El caso es que esta detención causó mucha conmoción en Cataluña, pues los catalanes tenían mucho aprecio a Carlos de Viana, todo lo contrario pasaba con Juan, que tenía fama de tirano. De hecho, el apodaron “Sin fe” por su falta de escrúpulos. El caso es que el arresto provocó muchas protestas por parte de la población. Las Cortes Catalanas dictaminaron que la detención no era legal, y proclamaron a Carlos de Viana heredero del Reino de Navarra y de la Corona de Aragón, y formaron un ejército contra el rey.

Así comenzó la Revolución Catalana de 1460-1461. En vista de la movida que se le venía encima, Juan II firmó la paz con la Capitulación de Vilafranca, un hecho visto como una victoria para el pactismo catalán, pues el rey se plegó a los intereses de las instituciones catalanas, que estaban cada vez más subiditas.

Juan tuvo que liberar a su hijo, y este fue a Barcelona y acabó siendo proclamado como lugarteniente del territorio, mientras que el rey no podría entrar en Cataluña sin su permiso. Esto lo declaró el Consejo del Principado de Cataluña, una institución recién creada para dirigir esta rebelión contra el rey, junto con las Cortes Catalanas (cuyos representantes mandaban en Cataluña), la Diputación General o Generalitat (que controlaba las cuentas del monarca) y el Consejo de Ciento, o Consell de Cent de Barcelona (que era una institución de 100 ciudadanos llamados jurados que asesoraban y supervisaban a los magistrados locales). La sede de esta institución fue el actual Ayuntamiento de Barcelona, edificio de estilo gótico, y todos se reunían en el salón de ciento. Y luego también estaba la figura del veguer, que representaba al conde de Barcelona e impartía justicia en su veguería correspondiente.   

En resumen, la oligarquía catalana salió ganando, pero justo en ese año de 1461, el Príncipe de Viana murió. Y por las calles empezó a correr el rumor de que había sido envenenado por su madrastra, la reina Juana Enríquez, para colocar en el trono a su hijo Fernando.  De hecho, la lugartenencia de Cataluña pasó tanto a Juana como al pequeño infante Fernando, de 9 años.

Al año siguiente, en 1462, estallaron por Cataluña dos conflictos muy chungos. Por un lado, está la 1ª Guerra Remensa, un levantamiento de los campesinos dirigido por Francesc de Verntallat contra los abusos señoriales de la oligarquía y aristocracia catalana. Al parecer Alfonso V suspendió temporalmente los malos usos con una sentencia interlocutoria, pero la nobleza pasó de ella y exigió su revocación. La primera acción importante de estos remensas fue el ataque de Castelfollit de la Roca, en la comarca de La Garrocha, en Gerona.

Y unido a esto, también comenzó la Guerra Civil Catalana, que duró una década, hasta 1472. El cassus belli fue que el Consejo del Principado tomó la decisión unilateral de levantar un ejército contra los campesinos remensas. Esto no fue bien visto por Juan II, y se alió con el sindicato remensa y la Busca para combatir a la Generalitat, al Consejo del Principado y a la Biga.

La Biga y la Busca es algo que voy a explicar ahora mismo. Estos eran dos bloques políticos en los que se dividía la burguesía barcelonesa y comerciantes catalanes en general.

–La Biga estaba compuesta por oligarcas urbanos, banqueros y mercaderes de lujo. Eran una especie de grupo nobiliario de mucho poder en la ciudad; de hecho, controlaban todos los cargos municipales del Consell de Cent.

–Por otro lado, la Busca, o la Astilla, estaba compuesta por pequeños mercaderes, artistas y artesanos que buscaban controlar el poder municipal para hacer valer sus privilegios, libertades y costumbres. Buscaban medidas más proteccionistas en el comercio, entre otras cosas.

Unos años antes, el gobernador Galcerán de Requesens, les permitió crear el Sindicato de los Tres Estamentos y Pueblo de Barcelona y algunos puestos en las instituciones de Barcelona, lo que sentó fatal a la Biga y comenzó la tensión entre ambos grupos.

De hecho, se cuenta que seis buscaires fueron ejecutados por miembros de la Biga y el Consejo municipal por intentar favorecer la entrada del rey en Cataluña, lo que generó una serie de revueltas dentro de la ciudad.     

Lo dicho, que en 1462 todas estas movidas estallaron de golpe y Cataluña se sumió nuevamente en el caos más absoluto. Ante el caos en Barcelona, la reina Juana y Fernandito huyeron de Barcelona y se refugiaron en Gerona, donde pactaron con Verntallat. Pero el ejército de la Generalitat, liderado por el conde de Pallars Hugo Roger III, les rodeó en el Asedio de la Forsa Vella. Afortunadamente, las tropas de Gastón IV de Foix, el yerno del rey, les vencieron y rescataron a la reina y el príncipe.

Juan II entró a saco en Cataluña con su ejército, y contó con la ayuda de los franceses de Luis XI, a los que prometió pagar un pastizal o si no se quedarían con Rosellón y Cerdaña. El rey tomó Balaguer y luego logró una gran victoria sobre los barceloneses en la Batalla de Rubinat. Tras esto, se reunió con el ejército de Gastón y su familia en Sant Andreu, o San Andrés. Desde allí comenzó el asedio a Barcelona, que aguantaría varios años.

Poco después, el Consejo del Principado proclamó rey a Enrique IV de Castilla. Por ello, poco después las tropas castellanas acudieron al lugar para socorrer a los catalanes. De todas formas, el rey francés Luis XI medió entre ambos para que el castellano renunciara a Cataluña, y así lo hizo a cambio de que Juan II le entregase la merindad de Estella, la cual nunca recibió.

Tras esto, la Generalitat ofreció la corona al condestable Pedro de Portugal, y éste llegó a Barcelona con sus tropas en 1464. Sin embargo, pronto recibió varios golpes severos en su moral. Primero, Juan II tomó la ciudad de Tarragona, y poco después Lérida. Finalmente, Juan de Beaumont, un antiguo aliado de Carlos de Viana, se pasó al bando realista y entregó la importante base rebelde de Villafranca del Penedés. Esta traición sentó como el culo a la Generalitat.

A su vez, Verntallat tomó el Castillo de Hostoles, que se convirtió en uno de los centros vitales de la guerra remensa.

Y ese año, 1464, acabó la Guerra Civil Navarra, cuando murió Blanca, la hermana de Carlos de Viana y que también reclamaba el trono navarro. Tras este conflicto, Juan II unió dinásticamente ambos reinos: Navarra y Aragón. La lugartenencia de Navarra quedó en manos de su hija Leonor, cuyo marido era Gastón de Foix.

Pero ojo, porque en Cataluña seguía la Guerra Civil Catalana. En 1465, en la Batalla de Calaf, los rebeldes sufrieron un nuevo revés. El conde de Pallars fue capturado, mientras que Pedro de Portugal consiguió huir, pero murió poco después.

Entonces la Generalitat decidió pedir ayuda a Luis XI de Francia, y a cambio harían rey de la Corona a su hijo Renato de Anjou. A los franchutes les pareció bien y enviaron a Juan de Anjou, duque de Lorena, que venció a Juan II en la Batalla de Viladamat, de 1467, en la cual el joven príncipe Fernando estuvo cerca de ser capturado.

Juan II de Aragón empezaba a desesperarse, pues tenía pocas posibilidades con los franchutes contra él. Así que buscó una alianza con Castilla, cuyo rey, Enrique IV, acababa de nombrar heredera a su hermana pequeña Isabel la Católica. La idea de Juan era casar a su hijo Fernando con esta chavala y que le ayudase con la guerra. Para ello, Fernando tuvo que aceptar las Capitulaciones de Cervera, por las que quedaba muy supeditado a su esposa, pero al menos Castilla le daría un ejército. La boda entre ambos se produjo en Valladolid, el 19 de octubre de 1469, en secreto porque Enrique IV se había negado a ello.

En 1470, Juan II se curró un discurso tope emotivo frente a las Cortes Generales de Aragón en Monzón, y conmovió tanto a catalanes juanistas, aragoneses y valencianos, que le colmaron en dineros para financiar el contraataque. Con esto creó una alianza anti-francesa a la que se unieron Inglaterra y Borgoña, y todos juntos fueron a saco contra los focos rebeldes de Cataluña.

Ese mismo año, 1470, murió Juan de Anjou, y aquí empezó el principio del fin para los rebeldes. Al año siguiente el rey aragonés tomó Sant Cugat del Vallés, Sabadell, Granollers… destacando su gran victoria en la Batalla de Santa Coloma de Gramanet (1471), en la que derrotaron al ejército de la Generalitat al mando de Dionisio de Portugal y Jaime Galiotto.

Juan II trató a los rendidos de forma muy generosa, y eso hizo que otras poblaciones se rindieran pronto. Sin embargo, la ciudad de Barcelona continuaba resistiendo, pero el Consejo de Ciento aprobó reconocer a Juan II Sin Fe como rey. La rendición fue recogida en la Capitulación de Pedralbes, de 1472, que puso fin al conflicto guerracivilesco. Esto eran buenas noticias, pero entre las crisis anteriores y esta guerra había muerto mucha gente, muchas infraestructuras estaban destrozadas, el comercio perdido, la industria arruinada… Desde la antes de la peste negra, Cataluña no conseguía remontar y vivía en una crisis perpetua.  

Por el contrario, el Reino de Valencia experimentó una gran expansión económica, comercial y cultural, y comenzó un periodo conocido como el Siglo de Oro Valenciano. En esta época, un valenciano llamado Joanot Martorell escribió una novela caballeresca muy famosa titulada Tirante el Blanco, o Tirant lo Blanc. Otros escritores y poetas a destacar serían Ausias Marc, Jaume Roig o Isabel de Villena.

Tras la guerra, en 1473, Juan II reclamó a Luis XI de Francia los condados robados de Rosellón y Cerdaña, pero no se los quería devolver. Aquí empezó otra pequeña guerra por ellos, pero Juan II fracasó y no pudo recuperar los condaditos. Eso sería trabajo para su hijo varios años después.

*Por su parte, el líder remensa Francesc de Verntallat recibió el título de vizconde de Hostoles, pero sus aspiraciones de emancipación social todavía no habían acabado pues Juan II evitó abordar el tema.

En el año 1479, con 80 años, Juan II Sin Fe murió por causas naturales en Barcelona. Su hija Leonor, condesa de Foix por su matrimonio con Gastón IV de Foix, heredó el Reino de Navarra. Mientras tanto, su hijo Fernando II, fue proclamado rey de la Corona de Aragón. Reinó junto con su esposa Isabel, reina de la Corona de Castilla, y ambos serían conocidos como los Reyes Católicos.

LOS REYES CATÓLICOS HASTA 1492 (1469-1492)

En el año 1469, la situación en la península era la siguiente. Muley Hacén gobernaba en el Reino Nazarí de Granada, Juan II Sin Fe gobernaba la Corona de Aragón y Navarra, y Enrique IV el Impotente gobernaba la Corona de Castilla. Es aquí en Castilla donde había un problema sucesorio un poco complicado.

Por un lado, estaba la princesa Juana la Beltraneja, hija de Enrique, y por otro estaba su medio hermana, Isabel la Católica, apoyada por los nobles rebeldes de Juan Pacheco. Tras el pacto de los toros de guisando esta Isabel quedó como heredera, pero rechazó ser casada con Alfonso V de Portugal. Por el contrario, aceptó la propuesta de matrimonio del príncipe Fernando el Católico, hijo de Juan Sin Fe. Así, en 1469, Isabel se fugó del palacio para casarse en secreto con su primo segundo Fernando el Católico. El bodorrio se celebró en el Palacio de los Vivero de Valladolid; ella tenía 18 años y él 17. La boda fue ilegal al ser ellos primos segundos, y tuvieron que falsificar una bula papal, pero tras su matrimonio empezaron a obtener mucho respaldo político, incluyendo el del legado papal valenciano Rodrigo Borgia, y al final consiguieron hacer legal su matrimonio. Este Borgia acabaría siendo papa con el nombre de Alejandro VI.

De todas formas, durante los siguientes años, la pareja permaneció un poco en la sombra, por Valladolid, para esconderse del rey, y juntos tuvieron a su primera hija: Isabel. Luego nacerían sus otros hijos: Juan, Juana, tradicionalmente conocida como Juana la Loca, María, y Catalina de Aragón.

La boda generó bastante tensión en el reino, especialmente para Enrique IV, el cual murió en 1474. Juan Pacheco también murió por las mismas fechas. ¿Qué ocurrió después? Que tras la muerte del rey, los partidarios de Juana la Beltraneja la proclamaron reina, y los partidarios de Isabel hicieron lo mismo con Isabel. Así estalló la Guerra de Sucesión Castellana, que duró de 1474 a 1479. De todas formas, algunos dicen que la guerra como tal comienza en 1475, con una revuelta en Alcaraz contra Diego Pacheco, hijo de Juan Pacheco, marqués de Villena y partidario de Juana la Beltraneja.

La parejita fue apoyada por Juan II de la Corona de Aragón, el legado papal Rodrigo Borgia y varias familias nobles entre las que destacan los Mendoza, que gobernaban en Álava. Mientras que en el bando de Juana la Beltraneja estaba la Liga Nobiliaria de Diego Pacheco, y por supuesto Portugal, ya que su madre era Juana de Avís, y su tío era el rey de Portugal Alfonso V, quien aspiraba a convertirse también en el rey de Castilla a través del matrimonio con la Beltraneja.  

En mayo de 1475, Alfonso V de Portugal entró en Castilla, y en Plasencia, en la provincia de Cáceres, se reunió con la pequeña Juana la Beltraneja. Allí ambos se casaron y se coronaron reyes de Castilla. Luego ambos se dirigieron al norte, donde obtuvieron menos apoyo de los castellanos de los que pensaban, por lo que el rey portugués se quedó por la zona de Zamora consolidando sus posiciones.   

Por otro lado, Aragón y Francia se llevaban mal. Qué novedad. Tras la Guerra Civil Catalana, Luis XI de Francia había tomado los condados de Rosellón y Cerdaña, y Juan II Sin Fe se enfadó mazo, pero su hijo Fernando le dijo que pasara del tema, que era mejor centrarse en Castilla. Sin embargo, para empeorar las cosas, el rey francés se puso de lado de Portugal y de Juana la Beltraneja.

Fernando concentró un potente ejército en Tordesillas, en Valladolid, y fue a por Alfonso V, pero éste le estaba venga a rehuir el combate, por lo que fue perdiendo apoyos. El portugués consiguió cercar a Fernando en Zamora, pero este aguantó como un campeón, y entre eso y el frío del invierno, hicieron que Alfonso V se retirase a Toro. Y Fernando fue tras él, y se produjo la Batalla de Toro, de 1476. Tras horas de batalla entre niebla y bajo la lluvia, todo acabó en empate técnico, pero podríamos decir que el portugués salió malparado, pues gran parte de sus tropas se replegaron a Portugal.

También en 1476, Luis XI de Francia intentó penetrar en Castilla por Fuenterrabía, pero Fernando pudo detenerlo. Su padre, rey de Navarra y Aragón, le echó una mano y juntos pacificaron a agramonteses y beamonteses para que protegieran Castilla de los franchutes. Además, estos últimos estaban en guerra con Carlos el Temerario, duque de Borgoña, así que pasaron bastante del tema. Con ello, el Rey portugués empezaba a desesperarse al no recibir ayuda de nadie. Encima su hijo Juan II se había autoproclamado rey en Portugal, pero bueno, se hizo cacas y devolvió la corona enseguida.

Isabel y Fernando se consolidaron como los putos amos. Los 3 últimos años de guerra consistieron en pequeñas escaramuzas fronterizas y navales. En 1476, los Reyes Católicos recuperaron Toro y muchas poblaciones de la frontera con Portugal. Al año siguiente, Isabel logró que los nobles sevillanos y gaditanos se rindieran ante ella.

Es famoso el episodio del motín de Segovia. La hija de la reina estaba en el alcázar de Segovia, protegida por su amiga Beatriz de Bobadilla y su marido, el alcaide Andrés Cabrera. El anterior alcaide estaba enfadado y resentido con Cabrera, así que aprovechó que no estaba un día para malmeter entre el pueblo y entre varios fueron allí, montaron un motín y retuvieron a la princesa. Beatriz huyó y avisó a Isabel. Ésta pilló un caballo, recorrió 60km hasta Segovia y llegó al alcázar con su hija. Luego dejó las puertas abiertas y pidió a los amotinados que expusieran sus quejas, que ella escuchaba. Y al final la movida quedó en nada y todos amigos.

En 1478, Castilla preparó dos flotas: una para atacar Elmina, en Ghana, o La Mina de Oro, una colonia portuguesa importante… y otra para tomar las Islas Canarias que quedaban por conquistar. En Elmina, los castellanos obtuvieron mucho oro de las minas de aquella región, pero los portugueses contraatacaron en la Batalla naval de Guinea, y lo recuperaron todo, lo que sirvió para relanzar la guerra.

Así pues, Portugal acudió en ayuda de nobles sublevados en Extremadura, La Mancha y Galicia. Los dos bandos se enfrentaron en 1479 en la Batalla de Albuera, cerca de Mérida, donde el bando isabelino obtuvo una victoria parcial.

Pero lo que decantó la balanza al bando isabelino fue que, poco después, el papa Sixto IV anuló el matrimonio de Alfonso V con Juana la Beltraneja, por ser su sobrina y por consanguinidad. Con ello se acabaron las pretensiones de Alfonso V de hacerse rey de Castilla. La guerra acabó en 1479 con el Tratado de Alcazobas. Alfonso V renunció al trono castellano y los Reyes Católicos al portugués. Portugal retuvo Guinea, Elmina, Madeira, Azores y Cabo Verde.

Mientras tanto, las Islas Canarias se las quedó Castilla, y la princesa Juana la Beltraneja renunciaría a todos los títulos castellanos y sería internada en un convento en Coímbra a no ser que prefiriera casarse con Juan, hijo de estos Reyes Católicos. Juana eligió el convento. A su vez, otra de las hijas, Isabel, se casaría con el heredero al trono portugués, Alfonso.

Para conmemorar su victoria, la reina Isabel ordenó la construcción del Convento de San Juan de los Reyes, en Toledo, cuya idea era convertirlo en el mausoleo real. Es considerado una de las joyas del gótico isabelino, y el edificio más importante erigido por esta pareja de reyes.

Otra joya del gótico tardío lo encontraríamos dentro de la Catedral de Sigüenza, en Guadalajara, y es el sepulcro del Doncel, la tumba de Martín Vázquez de Arce, con una escultura con una posición bastante diferente a lo que se hacía normalmente.

También poco después se terminó la construcción de la Catedral de Santa María de Toledo.  

Justo ese año, 1479, también ocurrió una muerte importante. Juan II Sin Fe la palmó y Fernando el Católico se convirtió en el rey de Aragón. Esto unió bajo la Dinastía Trastámara las dos Coronas, la de Castilla y la de Aragón, originando la Monarquía Hispánica. Algunos ya llaman a esta unión España, pero para otros sería un término incorrecto. Y es que hay que tener en cuenta que realmente las dos coronas no se unieron con pegamento. Cada una actuaba por separado, y cada una tenía sus propias lenguas, legislación, instituciones y costumbres.  

Por cierto, el Reino de Navarra no pasó a Fernando, sino a su medio hermana Leonor de Foix, casada con el conde Gastón IV de Foix. Así en el reino navarro se inició la breve Dinastía Foix.

Leonor duró en el trono navarro solo 15 días la pobre. Entonces la corona fue a parar a su nieto Francisco I de Navarra, apodado Febo, un niño de 10 años, y la regente fue su madre Magdalena de Francia. Francisco I murió en 1483, y llegó al poder su hermana de 15 años Catalina I de Foix, pero su tío Juan le disputó el trono y aquí comenzó un periodo guerracivilesco.

La regente Magdalena casó a Catalina con Juan III de Albret, un noble de Gascuña. A estos se les considera los últimos reyes de Navarra. El matrimonio dividió aún más a los bandos que se peleaban y fue una época algo caótica. Y ya en 1513, Fernando II conquistaría Navarra, pero eso ya lo veremos en la Edad Moderna.

En fin, ahora volvamos a Castilla. Una vez acabada la guerra en 1479, Fernando e Isabel se convirtieron respectivamente en reyes de Aragón y de Castilla y gobernaron con el apodo de los Reyes Católicos. Bueno, técnicamente ese apelativo se lo dieron más adelante.

Se considera este reinado como una transición entre la Edad Media a la Edad Moderna, pues los Reyes Católicos establecieron un poder real fuerte, frente a otros poderes como el nobiliario y el eclesiástico. Esto lo vemos, por ejemplo, en su pacificación de Galicia. Hicieron algunos pactos con los irmandiños después de la guerra que tuvieron, y aprovecharon el desmantelamiento de las fortalezas feudales para rebajar el poder nobiliario. Esto conducía al concepto de monarquía autoritaria característico de la Edad Moderna.  

Es decir, que estos reyes fueron sentando las bases de un Estado Moderno, es decir, que tendía hacia centralismo y el absolutismo, algo que no se alcanzó enteramente pero poco a poco.

La principal institución gubernamental fue el Consejo Real. Esto fue así en Castilla. En Aragón era más complicado meter mano. Allí había un sistema de gobierno muy rígido donde la nobleza, el clero y la burguesía, a través de las Cortes, limitaba mucho el poder del rey en cada territorio: el Reino de Aragón, el Reino de Valencia, el Reino de Mallorca, el Reino de Cerdeña, el Reino de Sicilia y el Principado de Cataluña. Los Condados de Rosellón y Cerdaña no serían recuperados por Fernando II hasta 1493.

Ahora hablemos de la economía del reino. En Castilla la base de la economía era la agricultura, la ganadería lanar y la exportación de materias primas. Por ello Isabel creó muchas leyes protegiendo las Cañadas y, en general, a la Mesta. En Aragón destacaba mucho el comercio por el Mediterráneo y el comercio de esclavos del Norte de África. Algunas instituciones aragonesas se introdujeron en Castilla, como los gremios o el Consulado del Mar, con el Consulado de Burgos a la cabeza, sustituyendo a la Hermandad de las Marismas.

Estos monarcas tuvieron mucho interés en la unificación religiosa en torno al catolicismo, de ahí que hayan pasado a la Historia como “los Reyes Católicos”. En el año 1478, gracias a una bula papal de Sixto IV, se creó la Inquisición en Castilla. En Aragón ya existía desde 1248, aunque ya en aquella época apenas se usaba, por lo que ambas se unieron y formaron la Inquisición Española, la única institución común en ambas coronas. Su primer inquisidor general fue Tomás de Torquemada. Éste puso como inquisidor de Aragón a Pedro Arbués, que fue asesinado poco después, en 1485, por un grupo de judeoconversos en la Seo de Zaragoza.

Sobre la Inquisición Española hay mucha leyenda negra. En la ficción, e incluso en la no ficción, se la ha pintado como una organización rollo Gestapo dirigida por peña fanática, bárbara e irracional. Lo cierto es que, a nivel de la Europa de la época, este tribunal era el más garantista con diferencia. El preso tenía más garantías procesales que en otro tipo de tribunales. Y hubo casos de tortura y ejecuciones, por supuesto, pero no fue algo habitual; al contrario, no llegaron ni al 2%. La mayoría de penas consistían en ponerte un capirote, servir como remeros, pagar multas, confiscación de bienes, o la más común, la prisión temporal.

Y hablando de leyenda negra, existe un mito que dice que la reina Isabel juró que hasta que Granada no fuera conquistada no se lavaría ni se cambiaría la ropa. Esto es completamente falso, igual que sea idea hollywoodiense de una Edad Media oscura y sucia. La peña se bañaba, y como comenté en otro capítulo, la industria jabonera fue de las más importantes de la economía castellana. En el futuro me gustaría hacer un vídeo de mitos medievales, así que estad atentos al canal.

Y ahora viene el tema de la Conquista de las Islas Canarias. Ya vimos que 70 años antes había tenido lugar la conquista señorial de Lanzarote, Hierro, Fuerteventura y la Gomera. En 1478 comenzó la conquista realenga, es decir, la llevada a cabo directamente por la Corona de Castilla. Tras años de luchas contra los aborígenes de las islas, Castilla se hizo con el control de Gran Canaria, La Palma y Tenerife, cayendo esta última en el año 1496. Los menceyes, o reyes guanches, que eran los habitantes de Tenerife, firmaron la Paz de los Realejos y la guerra terminó. Luego empezaron a llegar muchos repobladores andaluces, extremeños y castellanos y se dedicaron sobre todo a las plantaciones de caña de azúcar.

Isabel y Fernando tuvieron cinco hijos. Isabel se casó con Alfonso de Portugal, pero a la muerte de este se casó con el rey Manuel I de Portugal. Juan se casó con Margarita de Austria, hija del archiduque Maximiliano de Austria, luego emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, y su esposa María de Borgoña. Juana la Loca se casó con Felipe de Austria, o Felipe el Hermoso, hermana de la anterior. María se casó con Manuel I de Portugal al morir su hermana Isabel en 1498. Y finalmente Catalina de Aragón se casó primero con Arturo Tudor y luego, tras la muerte de este, acabó con el temido Enrique VIII de Inglaterra.    

Ahora hay que hablar del Reino Nazarí de Granada, que en 1482 estaba gobernado por Muley Hacén, o Mulacén. Ese año comenzó la Guerra de Granada, una guerra con el objetivo de conquistar el último reino musulmán de la península. Duró una década, pero la mayor parte de las campañas fueron estacionales.

La toma por parte de los musulmanes de la ciudad de Zahara, en la provincia de Cádiz, fue lo que detonó esta guerra, así como el haber dejado de pagar la paria anual. Por ello, los castellanos contraatacaron tomando Alhama, en la provincia de Granada. Luego trataron de tomar Loja y Málaga, pero fracasaron, y algunos nobles castellanos importantes o murieron o fueron capturados. 

En la corte nazarí eran muy habituales las conspiraciones palaciegas, y ese mismo año, mientras Muley y su hermano el Zagal luchaban contra los Reyes Católicos, su esposa Aixa (despechada porque su marido hacía más casito a su esclava Zoraida) y su hijo Boabdil, apoyados por el grupo de los Abencerrajes, proclamaron nuevo sultán a este chaval, con el nombre de Muhammad XII, o Boabdil el Chico para los amigos.

Al año siguiente, 1483, Boabdil trató de tomar Lucena, pero fue derrotado por el Conde de Cabra, y acabó hecho prisionero. Ahí fue cuando volvió al poder de Granada Muley Hacén. ¿Y qué pasó con Boabdil? Pues que los Reyes Católicos pactaron con él en una jugada maestra. Lo liberaron para que le declarara la guerra a su padre, y así debilitar al bando musulmán. Y mientras tanto, los castellanos fueron tomando Zahara y Tájara.

Fue en este sitio de Tájara, de 1483, donde destacó un soldado llamado Gonzalo Fernández de Córdoba, mejor conocido como El Gran Capitán. Llamó la atención por idear una máquina de asedio hecha con puertas de casas. Luego también sobresaldría en las conquistas de Íllora o Montefrío.

Otro soldado que destacó fue Hernán Pérez del Pulgar y García Osorio, mejor conocido como Hernán el de las Hazañas. Se cuenta de él que conquistó el castillo de Salar con solo 80 hombres, o que se infiltró de noche en la ciudad de Granada, colocó mensajes con amenazas e incendió varios edificios. Después él y los suyos, que también eran poquitos, se enfrentaron a los guardias y salieron de la ciudad como si nada.

En el año 1485 la guerra cambió un poco. Estos Reyes Católicos modernizaron el ejército y se agenciaron un montón de cañones. La artillería de pólvora se estaba poniendo muy de moda en Europa y claro, estos reyes querían estar al día.

También destacan las espingardas y los arcabuces, que eran unos rifles de pólvora lentos de cargar y bastante imprecisos, pero mataban a gente, y eso era lo único importante. Tenían un alcance corto, unos 50 metros, pero sus proyectiles atravesaban armaduras. Fueron los antecesores del mosquete. Con estas armas del diablo, Isabel y Fernando fueron a la frontera granadina a liarla parda. Ronda cayó, luego Marbella, luego Loja… La artillería se volvió esencial en estos asedios.

Y mientras tanto, Muley empezó a perder la vista y a ponerse muy enfermo. Su hermano, Muhammad XIII az-Zagall, mejor conocido como el Zagal, le arrebató el trono y Muley terminó muriendo poco después, en 1485. Cuenta la leyenda, que Muley quería ser enterrado en el lugar más alto y remoto del reino, y ese lugar era el pico que hoy se llama Pico de Mulhacén en su honor, y es el punto de máxima altitud de toda la península ibérica. Nadie ha encontrado su tumba allí, por lo que se piensa que sólo es un mito. 

El Zagal se atrincheró en la ciudad de Málaga, pero en el año 1487, tras un costoso asedio, los Reyes Católicos, gracias a sus potentes armas de asedio, las llamadas Jimenas, lograron conquistarla y el Zagal tuvo que huir. Esta victoria fue vista como un gran éxito, pues Málaga era un puerto muy importante para el sultanato.

Y mientras tanto, Boabdil se vio forzado a recuperar la imagen de guerrero islámico defensor de su pueblo y lanzó una ofensiva contra los cristianos, pero fue vuelto a caer prisionero de Castilla, aunque firmó un nuevo pacto con ellos y con un ejército castellano-musulmán recuperó Granada.

Ahora tenemos que viajar a Cataluña. Allí estalló en 1484 la 2ª Guerra Remensa. Los remensas volvieron a levantarse porque, aunque el rey Fernando era afín a los remensas, los nobles catalanes le obligaron a firmar la constitución Com per lo Senyor, que mantenía los malos usos. Sintiéndose traicionados, los payeses de remensa organizaron revueltas dirigidas por Pere Joan Sala, antiguo lugarteniente de Francesc de Verntallat. Éste seguía vivo, pero no le apoyó porque le veía demasiado radical.

Pere Joan Sala fue derrotado en la Batalla de Llerona, de 1485, y al año siguiente Fernando II solucionó el tema con la Sentencia Arbitral de Guadalupe. Abolió todos los malos usos e hizo a los campesinos pagar nuevos impuestos, aunque para ello tuvo que indemnizar a los señores feudales catalanes. Gracias a esto, Fernando II salió reforzado en Cataluña.

Al mismo tiempo, el último condado catalán que quedaba sin conquistar era el de Pallars Sobirá, o Pallars Superior, donde resistía el antiguo enemigo el poder real Hug Roger III y su esposa Caterina Albert. Tras la toma del castillo de Valencia d’Aneu en 1487 por parte del conde de Cardona, enviado de Fernando II, Pallars fue incorporado a la Corona.   

En esas mismas fechas, llegó a la corte un marino llamado Cristóbal Colón. Su origen es incierto, pero todo apunta a que era genovés. El tipo buscaba financiación para un proyecto muy interesante para Europa en general. Pongamos un poco de contexto a esto.

Constantinopla había caído en manos de los turcos otomanos en 1453, y entre estos y los mongoles, las rutas comerciales hacia oriente se habían cortado, arruinando a muchos comerciantes europeos, especialmente genoveses, venecianos y catalanes. La Ruta de la Seda se había vuelto terriblemente peligrosa y para conseguir las codiciadas especias de la India sólo quedaba ir en barco rodeando todo el continente africano, un viaje muuuy largo que además dominaba Portugal. Y es que, para la gente del medievo, las especias asiáticas eran la hostia. Sin pimienta o jengibre, la comida no sabía tan rica, así que algo había que hacer.

En aquella época la gente ya sabía desde hacía siglos que la Tierra era redonda. Y Colón quería financiación para demostrar que podía llegar a la India dando la vuelta a la Tierra, pero para ello había que atravesar el Atlántico, un océano considerado infinito que daba bastante miedo, y además había creencias de monstruos marinos. Como los portugueses pasaron de él, fue a presentar su idea a los Reyes Católicos, y estos le dijeron que la idea les parecía “guay del paraguay”, pero que tendría que esperarse a que terminase la Conquista del Reino de Granada.

Y es que de eso voy a hablar ahora, de la última fase de la Guerra de Granada. Esta guerra había estado paralizada unos pocos años por diversos motivos, pero ahora los Reyes Católicos volvían con fuerza a conquistar lo que quedaba. La campaña más dura de toda la guerra fue la conquista de Baza, en 1489. Era precisamente aquí donde el Zagal tenía su base de operaciones, y no le quedó otra que rendirse y entregar Almería, Guadix y Almuñécar. Más tarde, el Zagal huyó a Fez, en Marruecos, donde el sultán de allí, que era amigo de Boabdil, le arrancó los ojos y le dejó mendigando por las calles hasta su muerte.

El Reino Nazarí de Granada quedó reducido a la ciudad de Granada y poco más. En 1491, los Reyes Católicos empezaron la construcción de Santa Fe, un enorme campamento base desde el que atacar a la capital nazarí. Pero tampoco hizo falta un asedio de la leche. La caída de la ciudad de Granada fue más por las intrigas entre ambos bandos que por la fuerza militar. Y es que los cristianos sabían que, con meter un poquito de mal rollo entre las diferentes familias nobles granadinas, ellos ya se mataban solitos.

Al final, en noviembre de 1491, Boabdil el Chico decidió rendir la ciudad y firmó las Capitulaciones de Granada, un pacto por el que, si rendía la ciudad, a él te entregarían unas villas muy lujosas en Alpujarras, y se respetaría a todos los musulmanes que quisiesen quedarse a vivir en Granada, así como un perdón general. Boabdil terminó aceptando y el día 2 de enero de 1492, entregó las llaves de la ciudad a los Reyes Católicos, y así, el Reino de Granada, el último reducto musulmán de la península ibérica, pasó a manos cristianas. La guerra había acabado.

Se dice que Boabdil, mientras se marchaba de Granada, se dio la vuelta y, con lágrimas en los ojos, miró una última vez la Alhambra. Su madre Aixa, que muy comprensiva no era, le dijo: “Llora como una mujer lo que no supiste defender como un hombre”. Un drama, vamos.

1492 fue un año muy célebre en el que pasaron multitud de cosas. Aparte de ser el año en el que se conquistó el Reino de Granada y se puso fin a la Reconquista, también pasaron otras cosas importantes. Ese año, los Reyes decretaron el Edicto de Granada, que obligaba a la conversión al cristianismo de los judíos y su expulsión de Castilla y Aragón si no lo hacían. Navarra y Portugal hicieron edictos parecidos en los siguientes años.

También en 1492, un payés llamado Joan de Cañamars, intentó asesinar al rey a cuchilladas cuando salía del Palacio Real de Barcelona. Pero fracasó. Parece que el tipo estaba mal de la cabeza. El castigo que recibió fue ser atado a un poste, donde lo quemaron vivo en una hoguera.

Y finalmente, el último y más importante hecho ocurrido en 1492 fue la llegada de Cristóbal Colón a América. Un hecho que cambió la Historia del mundo y que marcó, para gran parte de Europa, el paso de la Edad Media a la Edad Moderna.