El Molino de Papel (I)

Husmeando en archivo con polvo de siglos donde estaban semienterrados legajos que tenían, también, ‘polvo de estrellas’, entre sus páginas encontré un par de párrafos, o más, dedicados a lo que debió ser la primera fábrica (1) de papel de Segovia. y me dispongo a hilvanar unas líneas de lectura básica a quien ‘osare’ leer. La historia del Molino del Arco, longeva ella, la dispongo en un par de capítulos para que la digestión de su lectura no sea pesada.

Pues eso, que si quieren, adelante.

Si usted conoce a Pedro de Medina a través de sus escritos, ‘Libros de grandezas y cosas memorables de España’, impreso en 1566, sabrán que escribió que ‘la ciudad de Segovia tiene molinos de papel donde se hace mucho y bueno que se llevan a muchas partes’. Sabía de lo que escribía, pues así fue a lo largo de muchísimos años. Aguas cristalinas, lugares donde residían las truchas –idóneo decían, para que el papel una vez fabricado saliera sin impurezas-, era lo que buscaban los fabricantes que se ubicaban aguas arriba, sobre todo, del Eresma. También en el Clamores, Ciguiñuela… pero menos.

Una historia para más conocer
Cerca de la ciudad. Riberas del Eresma, poco por ‘cima’ del puente Martinete, entre Palazuelos y la finca de Quitapesares, se ubicó el Molino del Arco. Un personaje milanés, comienzos del siglo XVI, se asienta en estas tierras. Su nombre: Juan Thomas Favario. Si bien su apellido tuvo ‘variantes’ Fabario, Favio, Babero, Fabaro… Así, con los cambios descritos, aparecen en documentos de la época. Bien en unos, bien en otros. Por más que en todos dejara constancia de su ‘domicilio fiscal’: ‘residente en el molino de papel y casa que está en dicho término cerca de Palazuelos, vecino de Segovia’.

Paréntesis. En busca de recursos del agua donde poder instalar sus molinos de papel, visitaban lugares donde en los que el río proporcionara corriente con regularidad y, sobre todo, que fueran limpias. La competencia con otros fabricantes comenzaba ahí, en ofrecer un buen papel y para ello el lugar de ubicación debería estar alejado de sitios habitados. Pretendían en su búsqueda que nada pudiera enturbiar el agua del lugar elegido. Pura lógica.

Prosigo. El papel que el referido industrial conseguía en su fábrica en aquellos comienzos solo era el de ‘estraza’ y ‘costeras’. Dicho en vulgar, papel del malo. Con el paso del tiempo fue perfeccionando su ‘estilo’ y llegado el año 1525, a través de la producción que salía de su molino, reimprimió en Toledo la obra ‘Espejo de Conciencias’ y con anterioridad, del inglés Bartolomé Glanvilla, ‘Natura et propietate rerum’ (De la naturaleza de las cosas). Tratado sobre ciencias naturales a través de 19 volúmenes. Todo ello con medios económicos del propio Thomas. El camino estaba abierto.

La línea sucesoria
El susodicho empresario murió –cuenta la historia-, en 1555. Casado por segunda vez tuvo tres hijos. Uno de ellos, de nombre Gaspar Thomas Fabio, fue quien continuó con la actividad del padre y mantuvo el negocio en alza. A su fallecimiento, año 1572, ‘pasó’ la actividad a Juan Thomas, su hijo, que casó –seguro que les ‘suena’ el apellido-, con Ana Márquez de Prado (2), quien al fallecimiento de Juan, ya en 1594, se hizo cargo del ‘complejo (molino) industrial papelero’.

El negocio funcionaba. El papel, ahora, era ya de buena calidad y los contactos de la empresaria con quienes necesitaban ese tipo de papel dieron sus frutos. Así, en el año 1604, Ana se reúne en el referido lugar de Palazuelos con el Procurador Mayor del Monasterio de El Escorial, Fray Francisco de la Carrera y ante el escribano Gregorio López, firman una escritura por el que la empresaria se obliga, ‘a proporcionar 3.500 resmas de papel de pliego entero, tan bueno como el que siempre he servido al Consejo de la Cruzada, que dicho Monasterio ha de imprimir en la imprenta del Real de San Pedro Mártir de la ciudad de Toledo’. El Monasterio pagó a nueve reales y medio cada resma, con un total de treinta y tres mil doscientos cincuenta reales ‘que serán pagados en Segovia’.

Pasó una tarde, pasó una mañana… y llegó al trono de España Carlos II. Fue ahí donde la fabricación de papel subió un peldaño. Cuento a los efectos que el rey se trajo de Holanda a un ‘tal’ Nicolás de Gregoris. Este recorrió ‘media España’ a través de las cuencas de sus ríos a fin de encontrar ubicación para fabricar papel, entre ellas las de Segovia. En su informe destacó que la mejor cuenca era la del Eresma ‘a su paso por las inmediaciones de Palazuelos’.

Ahí, justo ahí, es donde comienza una nueva etapa en la fabricación de papel –no el de librillos para fumar, que esa es otra historia para contar-, y sí el superfino. Mas, considerando que el tema tiene atractivo suficiente, con la finalidad de ‘enganchar’ al lector en su interés, les digo que continuará… otro día si el tiempo, nubarrones de por medio, no lo impide.

=========

(1) Si bien, ya en la antigüedad la palabra fábrica era conocida, fue con la llegada de la Revolución Industrial, mediados siglo XVIII, cuando apareció y tuvo sentido de aplicación.

(2) La familia adquirió a los testamentarios del Cardenal Espinosa, fallecido en Madrid en 1572, la Casa ubicada frente a la Catedral, aquella que Felipe II había regalado al cardenal. Obtuvo después el título nobiliario de ‘Marqués del Arco’, año 1687, en la persona de Gaspar José Márquez de Prado y Bracamonte. Título concedido por Carlos II.