Guerra de la Independencia

José Bonaparte, el codicioso rey que robó un Velázquez

El aguador de Sevilla, una de las telas que José Bonaparte trató de expoliar de las colecciones reales españolas y que actualmente pertenece a la Apsley House de Londres.

Crédito: Ullstein-Imagno / Cordon Press

La Apsley House de Londres alberga una de las colecciones de arte más importantes del Reino Unido, que incluye creaciones de los principales pintores y escultores europeos de todas las épocas. Entre las piezas más destacadas se encuentran El aguador de Sevilla de Diego Velázquez, la Última cena de Juan de Flandes, o Danae recibiendo la lluvia de oro, de Tiziano. Todos ellos pertenecieron hasta el siglo XIX al patrimonio real español.

¿Cómo llegaron estas obra maestras, que en condiciones normales colgarían de las paredes del Museo del Prado, a Londres? La historia forma parte de uno de los últimos episodios de la guerra de la independencia española y tiene como protagonistas al duque de Wellington (primer propietario de la Apsley House) y al francés que entonces reinaba en España, José I Bonaparte. El suceso tiene tintes novelescos, y de hecho el escritor Benito Pérez Galdós ya lo usó como argumento de uno de sus Episodios Nacionales: El equipaje del rey José.

La última cena de Juan de Flandes, que había pertenecido al Políptico de Isabel la Católica.

La última cena de Juan de Flandes, que había pertenecido al Políptico de Isabel la Católica.

Crédito: English Heritage

Exceso de equipaje

Para conocer la historia hay que retroceder hasta el mes de marzo de 1813, cuando José I recibe una comunicación de Napoleón: la guerra en el frente ruso está resultando un desastre y el emperador le pide ayuda para frenar el avance de las potencias enemigas sobre la misma Francia. El monarca ordena entonces a todas las tropas francesas dispersas por la península ibérica que se replieguen y se dirijan a la frontera para cruzar a Francia.

El propio José I se prepara con sus ejércitos para hacer lo propio desde Madrid. Entre las pertenencias que Bonaparte carga en su convoy se encuentran dos centenares de pinturas, entre ellas alguna de las joyas de la colección real: obras de Giulio Romano, Correggio o Elsheimer, además de los ya citados, Juan de Flandes, Tiziano y Velázquez.

José I retratatado por Josef Lefèvre.

José I retratatado por Josef Lefèvre.

Crédito: Roger Viollet/Cordon Press

La inminente partida del rey desata una actividad febril en la corte: "En palacio están empaquetando a toda prisa cuadros y alhajas [...] Nos llevamos hasta los clavos". La cantidad de posesiones que José I pretende trasladar a Francia obliga "a embargar todos los coches y carros de la villa, y aún no bastará", para acarrear el valioso equipaje, concluye un personaje de la novela galdosiana. Con todos estos bultos, el rey emprende el camino hacia el norte.

La gran batalla final de la guerra

Antes de cruzar la frontera, José I agrupó a todas sus fuerzas en las cercanías de Vitoria, adonde el monarca llegó el 19 de junio. Allí se dirigió también el gran ejército aliado comandado por Arthur Wellesley, el futuro I Duque de Wellington, para cortarles el paso.

Dos días después, estos dos formidables ejércitos libraron un terrible combate que acabó con una aplastante victoria de los aliados. La batalla de Vitoria fue el último gran enfrentamiento de la guerra de independencia española y supuso el principio del fin de la ocupación francesa.

Por la tarde, los vencedores desguazaban carros, maletas y cualquier posesión de los vencidos. Cuando hallaron el coche del monarca, en él no solo había mapas, cartas y documentos de Estado. También encontraron los casi dos centenares de telas que José I había extraído de sus marcos en Madrid y que había dejado atrás en su precipitada huida hacia Pamplona.

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Viaje a Inglaterra

Wellesley, que estaba lejos de ser un experto en arte, decidió enviar las obras a Londres para ponerlas bajo custodia de su hermano lord Maryborough. Este encargo examinar y catalogar todo el material y solo entonces se descubrió la magnitud del tesoro que el rey José pretendía llevarse a Francia.

Al conocer la procedencia de las obras que habían caído en sus manos, el militar inglés dio instrucciones para trasladar al nuevo rey español su intención de reponer las obras de arte a la colección real. Así en 1814 pidió comunicar a Fernando VII el paradero de las obras y su deseo de devolverlas a España.

El Duque de Wellington cerca de 1816 retratado por Thomas Lawrence.

El Duque de Wellington cerca de 1816 retratado por Thomas Lawrence.

Crédito: English Heritage

Un regalo inesperado

No se sabe la razón, pero no recibió respuesta. Cansado de esperar, al cabo de dos años Wellington volvió a ponerse en contacto con la casa real española, por medio de una carta al conde de Fernán Núñez, representante español en Inglaterra. El noble español, en nombre de la Corona, le dio una sorprendente respuesta: "Su Majestad, conmovido por vuestra delicadeza, no desea privaros de lo que ha llegado a vuestra posesión por cauces tan justos como honorables". Un generoso gesto de Fernando VII.

En esa época Wellington había vuelto a Inglaterra y estaba organizando su propia colección. El héroe de las guerras napoleónicas, vencedor en Waterloo, fue colmado de honores y regalos por los países a los que liberó. Estaba reacondicionando Apsley House para convertirla en su nueva residencia y donde depositó todas las obras de arte que había adquirido en los últimos años.

A su muerte, el duque dispuso la indivisibilidad de su colección y su cesión al English Heritage para su conservación. Sus herederos convirtieron Apsley House en un museo y en 1947 cedieron el edificio al Estado británico que actualmente se encarga de su mantenimiento. En el museo se exhiben en la actualidad 83 de las obras que en Inglaterra llaman el "regalo español" que Fernando VII había hecho a Wellington tan solo tres años antes de inaugurar su Museo Real de Pinturas en El Prado al que todos esos cuadros parecían estar destinados.