Ha querido la carambola del destino -esto es, la obligada suspensi�n de la visita a Francia- que el primer desplazamiento al exterior de Carlos III como rey vaya a tener como destino el �ltimo pa�s que acogi� a su madre en una visita de Estado como la que �l comienza este mi�rcoles: Alemania. Era 2015 cuando una anciana pero a�n plena de facultades Isabel II protagonizaba su quinta parada en Berl�n revestida del m�s alto rango diplom�tico que rige en la sociedad de naciones. Para entonces, la relaci�n bilateral entre el Reino Unido y Alemania ya estaba plenamente normalizada, algo a lo que hab�an contribuido precisamente cada una de las visitas que la monarca hab�a realizado al pa�s de sus ancestros, en especial la hist�rica de 1965 que sirvi� decisivamente para resta�ar heridas y pasar p�gina a d�cadas de profundos desencuentros y de los m�s descarnados enfrentamientos en las dos grandes guerras mundiales.
Hoy Carlos III llegar� a Berl�n en un contexto hist�rico bien distinto. Y para las autoridades de los dos pa�ses es una magn�fica oportunidad para fortalecer la amistad bilateral, bien asentada, en una relaci�n que todav�a se est� dibujando, marcada por un lado por el abandono brit�nico del club comunitario y, por otro, por la necesidad de intensificar la colaboraci�n en materias como la seguridad y la defensa. Todo en un momento en el que el Viejo Continente se enfrenta otra vez a los fantasmas de la seguridad y la paz amenazadas por el desaf�o ruso que hoy tiene Ucrania como tablero de desestabilizaci�n.
Para el rey Carlos, esta visita de tres d�as se antoja especialmente dulce. Las dos delegaciones se han esforzado para que la agenda est� marcada por la gran pasi�n del monarca: el ecologismo y el combate contra el cambio clim�tico. Muchos de los eventos previstos tanto en Berl�n como en Hamburgo van a estar orientados, en esta l�nea, a la reivindicaci�n de energ�as verdes, a poner en valor los �ltimos avances de la industria para la reducci�n de C02 y al respaldo de pol�ticas que pal�en la emergencia medioambiental. Como pr�ncipe de Gales, eterno heredero de un trono que parec�a no iba a ocupar nunca, el hijo de Isabel II se vio muchas veces incomprendido en su rol de activista ecologista. En esto el tiempo, sin embargo, le termin� dando la raz�n.
Honores especiales
Pero Carlos III, adem�s, disfrutar� del especial agasajo de la dirigencia alemana. As�, se convertir� en el primer jefe de Estado recibido en la ceremonia de bienvenida con los m�ximos honores militares en un escenario tan emblem�tico como la Puerta de Brandenburgo -lo habitual es que el acto se desarrolle en el Palacio de Bellevue, la residencia del presidente de la Rep�blica-. Y este jueves ser� tambi�n el primer soberano brit�nico que pronunciar� un discurso ante el Bundestag.
Isabel II estuvo a punto de dirigirse a la C�mara federal en 1992. Pero, como muestra evidente de lo lento y complejo que result� que Londres y Berl�n se tutearan sin recelos, parece que el entonces canciller Helmut Kohl puso toda clase de objeciones a que se le concediera tal honor a la monarca por el escozor que a�n causaban los palos en las ruedas que el Reino Unido hab�a puesto a�os antes ante la reunificaci�n alemana. Carlos s� lo har�a, como heredero, en 2020.
Con todo, Isabel II siempre goz� de una alta popularidad en el pa�s del que es originaria toda la dinast�a. Cuando puso sus pies durante unas horas en Berl�n Occidental en mayo de 1965, m�s de un mill�n de alemanes abarrotaron las calles por las que transcurri� su recorrido, en una muestra de curiosidad y afecto s�lo homologable a la que tuvo en la misma ciudad todav�a dividida el presidente de EEUU John F. Kennedy.
Segunda guerra mundial
Durante d�cadas, cada vez que la reina inglesa se desplazaba a Alemania, en los medios se agitaba el debate sobre si deb�a pedir perd�n por el protagonismo brit�nico en los bombardeos de algunas ciudades en los estertores de la Segunda Guerra Mundial. Jam�s hubo tal disculpa por parte de la inquilina de Buckingham, quien por su parte nunca olvidar�a c�mo la popularidad de sus padres, los reyes Jorge VI y la reina consorte Isabel, se dispar� por su decisi�n de que toda la familia permaneciera en Inglaterra mientras se produc�an los bombardeos sostenidos del r�gimen nazi sobre el Reino Unido. Lo que s� se produjo con cada viaje de Isabel II a la Alemania democr�tica y europe�sta fue una profusi�n de gestos de reconciliaci�n entre ambos pueblos de enorme carga simb�lica. Algo que llega hasta hoy. Carlos III y su esposa, Camila, visitar�n St. Nikolai Memorial, en Hamburgo, una iglesia bombardeada por los Aliados.
Lo anecd�tico siempre suma gran atenci�n en visitas con tanta pompa. Y en este caso hay enorme inter�s por conocer cu�l ser� el regalo con el que la Presidencia de la Rep�blica obsequiar� a sus ilustres hu�spedes. Porque, seg�n Der Spiegel, ahora se ha sabido que a los altos funcionarios alemanes les pareci� un exagerado dispendio lo que se gastaron en los dos magn�ficos caballos que le entregaron a Isabel II en su visita de 1978. Parece que Walter Scheel acept� que bien val�a rascarse el bolsillo si as� se contentaba a la mujer m�s emblem�tica del mundo.
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