La teoría de la evolución

Darwin y el origen de las especies

Charles Darwin, English naturlist, colored

Charles Darwin, English naturlist, colored

 Fotografía coloreada de Darwin, de 1879. 

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Una de las obras científicas que más impacto ha tenido en el mundo occidental es On the Origin of Species, que conocemos como El origen de las especies. En realidad, Charles Darwin le dio un título mucho más largo: El origen de las especies por medio de la selección natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia.

En él quedaban claros tanto el fenómeno de la selección natural, base de su teoría de la evolución, como el mecanismo por el que ésta tenía lugar: la lucha por la existencia, que afectaba a todos los organismos. 

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El objetivo fundamental de este libro, publicado en 1859, era resolver un problema científico de su época, el del origen de las especies. Como el propio Darwin reconocería, otros autores antes que él ya habían discutido sobre la posibilidad de que las especies pudieran transformarse, pero ninguno había logrado exponer sus ideas y argumentos en una teoría tan coherente y convincente como la formulada por el naturalista inglés, un científico metódico con una indudable capacidad de observación y síntesis. 

Años de reflexión

Entre 1831 y 1836, Darwin había viajado alrededor del mundo a bordo del Beagle, un buque topográfico británico en el que desempeñó la labor de naturalista. Aquel periplo le ofreció motivos de reflexión: conoció la inmensa riqueza natural del planeta y la increíble diversidad de seres que lo poblaban, y los fósiles que halló en América del Sur y las formaciones geológicas que tuvo oportunidad de estudiar le llevaron a pensar en que ni el mundo ni las especies permanecían inmutables. 

On the origin of species by means of natural selection Wellcome L0051514

On the origin of species by means of natural selection Wellcome L0051514

Arriba, un ejemplar de la primera edición de El origen de las especies, de 1859

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Cuando volvió a Inglaterra, a los 27 años, procuró anotar sus especulaciones sobre la transmutación de las especies, pero su trabajo de investigación en este campo lo inició a mediados de 1837, cuando abrió el primero de una serie de cuadernos de notas en los que procuró recoger todas las evidencias que le permitieran reflexionar y discutir sobre la cuestión del origen de las especies. 

Inició sus reflexiones con algunas ideas recogidas de su abuelo Erasmus, pero se centró sobre todo en el estudio de los animales domésticos y las plantas cultivadas. Con paciencia, reunió información de trabajos sobre selección artificial de vegetales y animales, manteniendo correspondencia y conversaciones con criadores de ganado, cultivadores de plantas, jardineros... Así logró disponer de datos sobre organismos sometidos a domesticación. Pensaba que la selección para conseguir razas útiles permitiría entender el proceso por el que aparecían nuevos seres vivos en la naturaleza. 

La lucha por la existencia

Fue la lectura del Ensayo sobre el principio de la población, del sociólogo inglés Thomas Malthus, lo que proporcionó a Darwin la clave para aplicar al estado natural el principio de selección que tenía lugar en la domesticación de animales. La clave era un mecanismo que nacía de la lucha por la existencia. 

iStock

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Darwin escribió su obra más famosa en su casa de Downe (arriba); la labor le llevó trece meses y diez días. 

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En efecto, Malthus sostenía en su libro que si no se tomaban medidas la población humana crecería mucho más rápidamente que los recursos alimenticios. La consecuencia era la irrupción de hambrunas y epidemias que diezmarían a la fracción desnutrida de la población. 

Esta doctrina hizo concebir a Darwin la idea de competencia en condiciones de escasez de recursos. Entonces integró las conclusiones de Malthus en su programa de investigación sobre las especies. Aplicada a los reinos vegetal y animal, la doctrina de Malthus venía a decir que como en la naturaleza se producían más individuos de los que podían sobrevivir, era inevitable una lucha por la existencia. 

Portrait of Erasmus Darwin by Joseph Wright of Derby (1792)

Portrait of Erasmus Darwin by Joseph Wright of Derby (1792)

El abuelo de Charles  Darwin fue un precursor del evolucionismo. Óleo por Joseph Wright of Derby. 1792-1793.

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En estas circunstancias tienden a conservarse las variaciones favorables, correspondientes a los individuos más sanos y mejor adaptados, a los supervivientes, mientras que las desfavorables tienden a extinguirse. El resultado era la formación de nuevas especies. 

El libro

En 1842, Darwin redactó un resumen muy breve de sus tesis en apenas 35 páginas, que dos años después amplió a 230 páginas. Era un ensayo que recogía el desarrollo de las ideas evolucionistas y anticipaba El origen de las especies, el libro en el que Darwin expuso su teoría de la evolución. Se publicó en una edición sobria, sin pretensiones, el 24 de noviembre de 1859, y ese mismo día se agotaron los 1.250 ejemplares que se habían impreso, a pesar de que el precio no era precisamente barato. 

En enero de 1860 apareció una segunda edición de 3.000 ejemplares, y en abril de 1861 apareció la tercera, revisada y corregida, que incorporaba la noticia de los autores y antecedentes de la teoría evolucionista. Por fin, en 1872 se publicó la sexta y definitiva edición, con un nuevo capítulo dedicado a las objeciones expuestas contra la teoría. 

The zoology of the voyage of H M S  Beagle (Pl  14)

The zoology of the voyage of H M S Beagle (Pl 14)

Roedores de la Patagonia, dibujo de John Gould. 1862-1873.
 

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Darwin se implicó desde un principio en la promoción de su libro a través del envío de ejemplares y cartas. Para que se tuvieran en cuenta sus puntos de vista no dudó en influir, persuadir y de alguna manera presionar. Al tiempo que buscaba la aprobación de sus puntos de vista en las revistas literarias, logró el apoyo de sus amigos y aliados científicos e intelectuales, que formaban parte de las élites y participaban en las redes de evaluación de las nuevas ideas. 

En la correspondencia que mantuvo con sus lectores potenciales se mostró hábil, ya que envió ejemplares de cortesía a sus amigos, a naturalistas extranjeros y en general a personas que podían ser influyentes, pero también a posibles críticos, con lo que intentaba desactivar su rechazo. En su correspondencia con los críticos manifestó paciencia, diplomacia y se cuidó de no herir las sensibilidades religiosas y culturales arraigadas. 

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El viaje del Beagle en una ilustración de la segunda mitad del siglo XIX. 

Cordon Press

Periódicos y revistas publicaron numerosas reseñas del libro de Darwin, que se convirtió en un fenómeno editorial y despertó un enorme interés en todo el mundo occidental, de manera que en los años sucesivos fue traducido en la mayoría de los países europeos. En España, la primera traducción completa en castellano no apareció hasta 1877.

Los amigos de Darwin

El círculo de científicos amigos de Darwin fue clave en la difusión de la obra. Los más importantes fueron el biólogo inglés Thomas Henry Huxley, el geólogo escocés Charles Lyell y dos botánicos, el inglés Joseph Dalton Hooker y el estadounidense Asa Gray. Todos ellos ocupaban posiciones relevantes en la vida intelectual anglosajona, controlaban revistas científicas y actuaron como un grupo cohesionado. 

Por otra parte, demostraron una gran habilidad para convencer a los lectores de las tesis mantenidas en la teoría de la evolución. Cada uno de ellos intervino en una parcela especializada del ambiente intelectual. Huxley estableció las bases científicas de las relaciones entre humanos y simios; Hooker difundió las opiniones de Darwin desde su sólida posición institucional en la botánica. 

George Richmond   Emma Darwin

George Richmond Emma Darwin

Emma, la prima y esposa de Darwin, retratada por George Richmond en 1840, al año siguiente de su matrimonio. 

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Lyell se ocupó de la historia geológica de la humanidad, consensuando con sus colegas franceses la gran antigüedad del género humano. Y Asa Gray fue la puerta de entrada de Darwin y su defensor en la América anglosajona. 

La exposición de la teoría de la evolución dividió la sociedad de su época. Mientras las nuevas generaciones de naturalistas se mostraron proclives a aceptar las tesis darwinistas, el rechazo se extendió entre los científicos de mayor edad, a quienes les costaba aceptar las propuestas de Darwin, que cuestionaban el relato bíblico de la creación del mundo. 

Asa and Jane Gray with Joseph Hooker,

Asa and Jane Gray with Joseph Hooker,

A la derecha el inglés Joseph Dalton Hooker y a la izquierda, el estadounidense Asa Gray. Ambos eran botánicos famosos y seguidores de la teoría de Darwin.

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En efecto, cuando se publicó el libro de Darwin, el relato bíblico del Génesis seguía siendo la explicación ortodoxa del origen de la vida, las especies y la humanidad. Según esto, todas las especies, en tanto que obra de Dios, eran fijas e inmutables: no habían cambiado desde su creación. Esta explicación era innegociable en el caso de la especie humana, a la que Dios había dotado de alma.

El debate de Oxford

El 30 de junio de 1860 tuvo lugar en Oxford un debate célebre sobre la mutabilidad de las especies. Aunque Darwin no participó en él por problemas de salud, el encuentro ejemplificó el enfrentamiento entre evolución y creación

Samuel Wilberforce by George Richmond

Samuel Wilberforce by George Richmond

Samuel Wilberforce, obispo de Oxford y defensor del creacionismo, hacia 1865. 

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El intercambio más sonado se produjo entre Samuel Wilberforce (llamado Soapy Sam o «Sam el jabonoso» por sus maneras untuosas), obispo anglicano de Oxford y representante de las posiciones conservadoras, y Huxley, conocido por la vehemencia con que defendía las posturas evolucionistas. 

Además de la prensa se registró una masiva afluencia de público, atraído por lo que se preveía un espectáculo intenso del que después se podría cotillear largamente. Se congregaron cientos de personas, quizás hasta mil, por lo que fue necesario habilitar una sala más grande. 

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John Collier retrató con un cráneo en la mano al biólogo Thomas Henry Huxley  que defendía el parentesco entre los primates y el hombre. 1883.

Cordon Press

El espectáculo llegó a su apogeo al final de la alocución de Wilberforce, cuando, puesto teatralmente en pie, se dirigió a Huxley preguntándole si descendía del mono por parte del abuelo o de la abuela. Ante un público expectante, Huxley respondió sarcásticamente: «Prefiero tener un triste simio por ancestro que estar emparentado con un humano que usa sus dones intelectuales y la elocuencia al servicio del perjuicio y la falsedad». 

Isaac van Oosten   The creation of birds and fish

Isaac van Oosten The creation of birds and fish

Según el libro del Génesis (1, 20-23), pájaros y peces aparecieron al quinto día de la Creación, de la mano de Dios. Isaak van Oosten recreó el episodio en este óleo sobre cobre. Siglo XVII. 

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A este intercambio dialéctico le siguió el clamor de la multitud, entre la que se encontraba Robert Fitzroy, el capitán del Beagle, que enarboló una enorme Biblia mientras clamaba que en el libro sagrado se encontraban todas las respuestas. El escándalo en una sala llena hasta la asfixia y atestada de señoras terminó con el desmayo de lady Brewster, en el que posiblemente debió de influir, aparte del ambiente claustrofóbico y los empujones, la posibilidad de tener a un simio entre sus antepasados.

Man is But a Worm

Man is But a Worm

«El hombre no es más que un gusano». Caricatura aparecida en Punch el 6 de diciembre de 1881.

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La teoría de la evolución sería muy criticada en sermones impartidos desde los púlpitos de catedrales y modestas iglesias, y en panfletos, conferencias o libros. El rechazo se centró sobre todo en el parentesco genealógico de los humanos y los primates, que valió a Darwin una dura campaña de desprestigio en la que no faltaron las mofas y las caricaturas. 

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El nuevo Museo de Historia Natural de la Universidad de Oxford acogió la  discusión entre Huxley y Wilberforce en 1860.

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Este clima de tensión tuvo su contrapartida en el estudio crítico de la Biblia realizado por historiadores, filólogos y arqueólogos. La investigación de monumentos arqueológicos, inscripciones, tablillas y otros elementos mostraría la falta de originalidad de los textos bíblicos y un sospechoso parecido con otros relatos muy anteriores de civilizaciones del Próximo Oriente. Pero el libro de Darwin no sólo devino un desafío a los valores tradicionales de su tiempo; también fue uno de los hitos decisivos en la transformación del pensamiento occidental.