Artbys reúne cinco obras de Lugrís y su hijo
La selección incluye lienzos de las últimas etapas de ambos y muestra su evolución artística
REDACCIÓN
Pintor, ilustrador, muralista, el coruñés Urbano Lugrís González, fallecido en 1973, dejó un legado indeleble que brilla con fuerza en el arte internacional y cuyo testigo recogió su hijo, Urbano Lugrís Vadillo. La galería Artbys, en el número 122 de la calle San Andrés, recoge estos días cinco obras de ambos, una selección curada por Camilo Chas. El prestigioso apellido Lugrís se distingue no solo por su sobresaliente calidad y técnica artística, sino también por su alcance global: Artbys ha enviado obras con esta firma a los cinco continentes, llegando a apasionados por el arte en lugares tan variados como Australia, Japón y Canadá.
La selección actual cuenta con dos obras de Urbano Lugrís padre. Una es Playa, un óleo sobre tabla realizado en los años cuarenta del siglo pasado que sumerge en la tranquilidad del mar utilizando una sobria paleta de grises. La habilidad de Lugrís para manipular este limitado espectro de colores demuestra una maestría exclusiva de los grandes maestros.
También se incluye una obra sin título, perteneciente a su última fase creativa, influencias de Fornasetti y Salvador Dalí y que sienta un precedente significativo para la futura obra de su hijo. Lo que destaca especialmente en este cuadro es la firma “Lugris .”, con un punto final que simboliza no solo el fin de esta obra, sino el cierre de la extraordinaria carrera de un maestro.
En cuanto a las obras del hijo, la primera por orden temporal es Alta Negra, realizada a finales de los años 60: una época en la que adopta como firma Lugrís Vadillo. Alta Negra” marca un punto de inflexión en su carrera, introduciendo la miniaturización de elementos y el uso audaz del color, características distintivas de su etapa más celebrada. Sus obras sumergen en un mundo donde lo real se entrelaza con lo imaginario.
La siguiente pieza, sin título, es un óleo sobre tabla en pequeño formato que pertenece a los años 70, cuando alcanzó la cima técnica de su carrera. La obra de Vadillo, en esta etapa, refleja una madurez artística donde la minuciosidad de su técnica pinta un mundo onírico, conectando de manera sutil con el legado surrealista de su padre. El último óleo pertenece a la última etapa de la vida de Lugrís Vadillo, en la que entreteje las técnicas de su padre con las de El Bosco y Dalí, presentándonos escenas surrealistas que emergen de fascinantes mundos de fantasía. Este periodo no solo señala el cénit de Vadillo como artista, sino que también marca el cierre de una saga familiar.
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