Del decapitado al 'rey alegre' con una legión de hijos bastardos: así fueron los otros Carlos de Inglaterra

Del decapitado al 'rey alegre' con una legión de hijos bastardos: así fueron los otros Carlos de Inglaterra

Carlos I de Estuardo, casa de origen escocés que reinó durante más de un siglo en las islas, tuvo un estrecho (y negativo) vínculo con la historia de España

Pintura de Eugène Lami que plasma el traslado de Carlos I al castillo de Carisbrooke. abc
César Cervera

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Carlos III ya forma parte de la historia de Inglaterra. El tercero de los Carlos, un nombre que en el pasado encarnaron dos reyes de la dinastía Estuardo, tiene ante sí el reto imposible no solo de igualar los méritos de su madre, sino el de hacer olvidar los momentos más oscuros de la Casa Real británica. El nuevo monarca tiene que decidir si se parece más al decapitado Carlos I o al alegre Carlos II.

Carlos I de Estuardo, casa de origen escocés que reinó durante más de un siglo en las islas, tuvo un estrecho vínculo con la historia de España. A principios de 1623, el entonces heredero a la Corona inglesa se presentó por sorpresa en Madrid para cerrar el matrimonio con una mujer que, si bien no conocía, le tenía locamente enamorado. Para cuando el Príncipe, impaciente y harto de la rígida etiqueta de Felipe IV de España, se dio cuenta de que ni siquiera la Infanta española quería casarse con él salió del país maldiciendo a los españoles y prometiendo vengarse algún día de la humillación.

Carlos I en armadura, retrato por Anthony van Dyck. ABC

En cuanto Carlos se convirtió en Rey se esforzó en conducir a Inglaterra a una guerra contra España (un conflicto que terminó en derrota estrepitosa para los ingleses, pero hoy se ha olvidado). Perdió un amor, pero ganó otro. También influido por su viaje de juventud, comenzó una colección de arte a imitación de la reunida aquí por los Austrias . Su amor por el arte era tan grande como lo era la satisfacción de rivalizar con la colección de su enemigo Felipe IV.

Festivo y de gusto por un protocolo más flexible, al entonces Príncipe hubo pocas cosas que le agradaron de España, a excepción de la labor como mecenas de los Austrias. Estos reyes lograron juntar obras de los mayores maestros de la pintura flamenca e italiana , desde Tiziano a Rubens, así como la pujante obra de artistas españoles tales como El Greco o Velázquez. De manos del propio Felipe IV, el Príncipe de Gales recibió en Madrid dos obras de Tiziano, 'La Venus del Pardo' y 'Carlos V con un perro'. Entretenido en ceremonias que no iban a ningún sitio, Carlos de Estuardo compró otras pinturas italianas por su cuenta antes de volver a las Islas británicas, donde encontró en Anton Van Dyck su particular Velázquez.

Las derrotas militares frente a España y Francia enfrentaron al Rey Carlos I con el Parlamento. Su insaciable exigencia de más y más dinero, entre otras cosas para sufragar su colección de arte, provocaron a partir de 1642 la conocida como Guerra Civil Inglesa. Aparte de derrochador, los parlamentarios acusaban al Monarca de haber cruzado todos los límites con sus altaneros modales y su desprecio hacia la cámara. Finalmente, la causa de Estuardo pereció frente al genio y vileza militar de Oliver Cromwell tras dos conflictos que arrasaron el país.

Entre gritos de «traidor, tirano y asesino» , el Rey únicamente pudo encontrar un instante de sosiego al contemplar en su camino al cadalso la serie de telas sobre el Palacio de Whitehall pintada por Rubens

Acusado de alta traición, Carlos I persistió en su actitud altiva durante el juicio y se negó a suplicar perdón porque creía que ninguna corte tenía jurisdicción sobre su poder. Carlos fue condenado a muerte por causar el empobrecimiento y hambruna de la nación. Entre gritos de «traidor, tirano y asesino», el Rey únicamente pudo encontrar un instante de sosiego al contemplar en su camino al cadalso la serie de telas sobre el Palacio de Whitehall pintada por Rubens.

Tras decapitar a Carlos el 30 de enero de 1649, los parlamentarios echaron mano de algo que le era, si cabe, más valioso al Monarca que su cabeza . Más de mil quinientas pinturas, tapices, esculturas y objetos decorativos de la colección real fueron malvendidos para pagar las deudas de la república conocida como Mancomunidad de Inglaterra, a cuyo timón estuvo Cromwell.

«El Alegre Monarca»

El hijo del decapitado, Carlos II, se vio forzado a criarse en el exilio francés y esperó paciente para recuperar su trono. Primero intentó sin éxito recuperar el trono de Escocia, donde fue derrotado por Oliver Cromwell en la batalla de Worcester (1651). A la muerte del dictador, se restauró la monarquía en su figura. Su primer impulso fue restablecer el absolutismo monárquico y, procurando esconder su catolicismo, restableció la Iglesia anglicana frente a la hegemonía puritana de tiempos de Cromwell. Sin embargo, el Parlamento marcó unas líneas rojas al Rey, que, no queriendo acabar como su padre, se cuidó de no traspasar. Fue más hábil que su antecesor en sus tratos con la política.

Retrato de Carlos II. ABC

Casado con Catalina Enriqueta de Braganza, nunca tuvo hijos de este matrimonio, pero fue célebre por sus numerosos hijos ilegítimos, de los que reconoció a catorce. El conocido como «el Alegre Monarca» favoreció las artes y las ciencias tras el periodo restrictivo de Cromwell. Abrió de nuevo los teatros en 1660, cerrados desde 1642, y continuó enriqueciendo la colección de arte de la Corona.

Durante el reinado tomó forma la monarquía parlamentaria y aparecieron sus dos grandes partidos históricos: los whigs (liberales) y los tories (conservadores). A nivel exterior, sendas guerras contra Holanda (1665-67 y 1672-74) colocaron al país contra las cuerdas. El almirante holandés Michiel De Ruyter remontó el Támesis para poner en apuros Londres en 1667.

En 1685, falleció Carlos II de una apoplejía en medio de un nuevo conflicto con el Parlamento. Al abrazar el catolicismo en su lecho de muerte, se convirtió en el primer católico que reinaba en Inglaterra desde María I. Le sucedió su hermano Jacobo II de Inglaterra, a quien los whigs habían tratado en vano de excluir también por su catolicismo.

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