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Curiosidades de la historia: episodio 118

El atentado de Guy Fawkes contra el rey ingles Jacobo I

Tramada por nobles católicos, la Conspiración de la Pólvora debía hacer volar el palacio de Westminster matando al rey, a sus ministros y a gran parte de los parlamentarios el 5 de noviembre de 1605.

Tramada por nobles católicos, la Conspiración de la Pólvora debía hacer volar el palacio de Westminster matando al rey, a sus ministros y a gran parte de los parlamentarios el 5 de noviembre de 1605.

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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST

A finales de octubre de 1605, un noble inglés, lord Mounteagle, recibió una misteriosa carta. En ella se le advertía de que su vida correría peligro si asistía a la apertura del Parlamento inglés, en Londres, unos cuantos días más tarde, el 5 de noviembre. El remitente anónimo le instaba a quemar la carta una vez la hubiese leído, pero Mounteagle la reenvió a Robert Cecil, primer ministro del rey Jacobo I.

El Gobierno sospechó enseguida que la misiva podía tener relación con algún tipo de ataque contra el Parlamento y el soberano. Por ello, el 4 de noviembre el conde de Suffolk llevó a cabo un registro de la sede del Parlamento, el palacio de Westminster, y sus inmediaciones. El conde no halló nada, pero llamó la atención sobre un almacén a pie de calle, alquilado por un particular, que contenía una cantidad de leña inusualmente grande.

Por la tarde de ese mismo día, un oficial de la casa real, Thomas Knyvett, realizó un segundo registro en los edificios próximos al Parlamento. Frente al almacén encontró a un hombre alto y con barba, tocado con un sombrero de ala ancha y –algo impropio de un supuesto vigilante– vestido con capa, botas y espuelas, como si estuviera preparado para una rápida huida a caballo. Los hombres de Knyvett se apresuraron a inspeccionar el lugar y lo que hallaron los dejó estupefactos: nada menos que 36 barriles de pólvora cuidadosamente ocultados tras la leña. Además, al registrar al supuesto vigilante vieron que llevaba consigo fósforos, esto es, detonadores.

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La conspiración de la pólvora

Knyvett había destapado la llamada Conspiración de la Pólvora, un plan que pretendía hacer saltar por los aires a los miembros de ambas Cámaras del Parlamento, al propio rey y a la mayor parte de la familia real y altos oficiales del Estado. Así lo confesó, después de ser debidamente torturado, el hombre detenido frente al almacén, que primero dijo llamarse John Johnson. Guy Fawkes, como en realidad se llamaba, no actuó en solitario, sino junto a otros doce hombres, todos católicos.

Guy Fawkes, como en realidad se llamaba, no actuó en solitario, sino junto a otros doce hombres, todos católicos

Para comprender las motivaciones de estos conspiradores hay que remontarse al menos a 1558, cuando la reina Isabel I ascendió al trono inglés y con ello permitió el triunfo definitivo del protestantismo en Inglaterra tras décadas de tensiones, a veces sangrientas. Desde entonces, los católicos se habían convertido en una minoría discriminada y perseguida, pese a que representaban una parte significativa de la población y en particular de la nobleza, sobre todo del norte del país.

Miedos recíprocos

Con el objetivo de lograr la uniformidad religiosa, el régimen isabelino prohibió el ritual católico, incluyendo la celebración de bautizos, matrimonios y funerales. Ser católico practicante estaba castigado por ley y se imponían multas a quienes rechazaran asistir a los servicios de la Iglesia de Inglaterra. Imprimir o importar libros católicos se volvió un acto de alta traición, y los sacerdotes católicos ingleses que se habían formado en el extranjero y regresaban a Inglaterra fueron declarados traidores, así como quienes les ayudaran, acogieran o escondieran. Todos los hombres con un cargo administrativo, desde los miembros del Parlamento hasta los maestros de escuela, debían hacer un juramento negando el poder del papa y reconociendo a Isabel como cabeza de la Iglesia.

Por otra parte, los protestantes ingleses también se sentían amenazados por los católicos. Constantemente recordaban a las 289 personas que habían sido quemadas en sólo cinco años por la predecesora católica de Isabel, su hermanastra María I. También alertaban del riesgo de una rebelión católica, pues en 1570 el papado había promulgado una bula en la que declaraba ilegítima a Isabel y animaba a sus súbditos a sublevarse contra ella. Además, estaba la amenaza de España. Los católicos ingleses esperaban que Felipe II les apoyara enviándoles armas si se producía una rebelión y, de hecho, en 1588 la fracasada expedición de la Armada Invencible tenía como objetivo instaurar el catolicismo en Inglaterra. La guerra de Flandes fue otro punto de fricción, pues Isabel I no dudó en prestar ayuda a los protestantes holandeses que luchaban por su independencia frente a España.

La muerte de Isabel I

Tras la muerte de Isabel en 1603 se albergaron grandes esperanzas de que su sucesor, Jacobo I, inaugurase una nueva era de paz y reconciliación. Hijo de una reina escocesa católica y casado con una princesa danesa convertida al catolicismo, Jacobo era protestante, pero los católicos ingleses confiaban en que mostraría mayor simpatía hacia ellos. Asimismo, las relaciones internacionales tomaron un cariz más tranquilo. Con la firma del tratado de Londres de 1604, Inglaterra se comprometió a dejar de enviar ayuda a los protestantes holandeses, y España, a no asistir a los católicos ingleses.

El rey Jacobo, sin embargo, no corrigió totalmente la política de intolerancia frente a los católicos. Por ejemplo, mantuvo las multas por no asistir a los oficios de la Iglesia protestante oficial. Decepcionados, algunos católicos pensaron que había que seguir actuando para colocar a un monarca católico en el trono. Una de esas personas era Robert Catesby, hijo de una noble familia católica del centro de Inglaterra. A pesar de que hoy es menos famoso que Guy Fawkes, de hecho fue el carismático y persuasivo Catesby quien organizó la conspiración de 1605.

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Cuando concibió el complot, Catesby tenía apenas treinta años y poseía una fuerte y atractiva personalidad. Un historiador victoriano declaró: "Se decía de él que ejercía una influencia mágica en todos aquellos con los que se relacionaba". Se valía de su carisma para tratar de convencer de que sólo una violencia extrema y espectacular pondría fin a las persecuciones sufridas por los católicos ingleses. La idea de usar la pólvora se le ocurrió en 1603, y a principios de 1604 comenzó a reclutar a sus secuaces. ¿El plan? Volar el Parlamento y al rey Jacobo I con la esperanza de restaurar el gobierno católico.

De hecho fue el carismático y persuasivo Catesby quien organizó la conspiración de 1605

Los primeros integrantes del complot pertenecían a la descontenta nobleza católica: Thomas Winter y Jack Wright, que rondaban los treinta y tantos, y Thomas Percy, algo más mayor. Winter viajó a Flandes, bajo dominio español, para tratar de obtener ayuda de España, que, sin embargo, no mostró interés. Afortunadamente para él, Winter encontró a alguien que sí lo mostró: Guy Fawkes, un antiguo compañero de estudios de Wright.

Complot en la taberna

Conocido como Guido por aquel entonces, el inglés Fawkes se hallaba luchando para los españoles en Flandes. Nacido protestante en York en 1570, Fawkes se había convertido más tarde al catolicismo. Inteligente, resuelto y con sangre fría, fueron éstas las cualidades que los católicos ingleses apreciaron en él. Sabedor de su experiencia con explosivos, Winter lo convenció para que se uniera al complot. Los cinco hombres se reunieron en mayo de 1604 en el Duck and Drake Inn de Londres, donde hicieron un juramento de lealtad y, más importante aún, de confidencialidad.

El plan de atentado de Catesby fue tomando forma en los meses siguientes. Percy se fue a vivir a una casa cercana al Parlamento mientras que Fawkes, que adoptó el seudónimo de John Johnson, simulaba ser su criado. Los conspiradores comenzaron a comprar pólvora y el complot se amplió, incluyendo a nuevos integrantes que proporcionaron fondos y otros recursos: Robert Winter (hermano de Thomas), John Grant, Kit Wright (hermano de Jack) y el criado Thomas Bates.

Si Fawkes hubiese prendido los barriles de pólvora habría provocado una destrucción total en un radio de 35 metros, de muros y tejados a 90 metros

En marzo de 1605, Percy alquiló un almacén en el sótano del palacio de Westminster. La pólvora se transportó directamente hasta allí, donde, bajo la experta supervisión de Fawkes, debía causar el mayor daño posible. De hecho, un estudio realizado en 2003 por el Centro de Estudios sobre Explosivos de la Universidad de Aberystwith, en Gales, calculó que si Fawkes hubiese podido prender los barriles de pólvora habría provocado una destrucción total en un radio de 35 metros, de muros y tejados a 90 metros y de ventanas a 800. Las casas del Parlamento y la abadía de Westminster habrían sido completamente destruidas, mientras que los edificios de la calle Whitehall, donde se ubicaba la residencia de los reyes, a casi medio kilómetro de distancia, también habrían sido dañados.

Los conjurados habían planeado varias veces llevar a cabo el ataque cuando se inaugurara el Parlamento, pero ciertos retrasos los obligaron a esperar. Por fin, en noviembre de 1605 parecía que el plan iba a ponerse en marcha. Lo extraordinario es que un complot así, con un número total de 13 conspiradores –entretanto se les habían unido tres hombres ricos e influyentes, Ambrose Rookwood, Francis Tresham y sir Everard Digby– consiguiera mantenerse en secreto durante tanto tiempo. Hasta que alguien, aún no se sabe quién, envió la carta anónima de advertencia a lord Mounteagle y con ello dio lugar al registro de Thomas Knyvett y al arresto de Fawkes.

Muerte a los traidores

Conducido a la Torre de Londres en las primeras horas del 5 de noviembre, Fawkes resistió el interrogatorio hasta que al día siguiente confesó bajo tortura. Entretanto muchos de los conspiradores habían huido, pero las fuerzas del rey los capturaron con rapidez. Catesby, Percy y Thomas Winter murieron en un tiroteo con los soldados de Jacobo I en Staffordshire, al norte de Inglaterra.

La muerte le ahorró a Catesby sufrir los horribles castigos que se infligían a los traidores, pero también privó a los historiadores de su versión sobre el desarrollo de la conspiración: cómo se le había ocurrido la idea de volar el Parlamento y la manera en la que reclutó al grupo de conspiradores. Los demás fueron capturados, enviados de nuevo a Londres y condenados a muerte por traición.

Los demás conspiradores fueron capturados, enviados de nuevo a Londres y condenados a muerte por traición

Francis Tresham murió en prisión; los demás conjurados –"esos desdichados que habían creído poder hacer saltar por los aires a todo el mundo en esta isla", como los describió Jacobo– fueron conducidos al patíbulo en dos grupos, el 30 y el 31 de enero de 1606. Cada uno de ellos era ahorcado, pero los verdugos descolgaron a la mayoría antes de que hubieran fallecido por lo que fueron descuartizados aún vivos. Guy Fawkes se arrojó con fuerza desde el cadalso y se rompió el cuello en la caída. Luego, su cadáver fue troceado y enviado a "las cuatro esquinas del reino". Los demás hombres sufrieron la totalidad del castigo, como advertencia a otros posibles rebeldes.

Sermones y hogueras

La reacción del rey Jacobo fue extraordinariamente prudente. Estaba preocupado por evitar un pogromo contra sus súbditos católicos y nuevas tensiones con los Estados católicos. Su discurso en el Parlamento y los sermones oficiales de los líderes de la Iglesia exageraron la atrocidad del complot, pero también admitieron que muchos católicos ingleses seguían siendo súbditos leales.

El milagroso descubrimiento de la conspiración fue una importante herramienta de propaganda. Desde 1606, por decisión del Parlamento inglés, todas las parroquias de Inglaterra debían organizar un sermón cada 5 de noviembre para dar las gracias a Dios por haberlos salvado del complot católico.

Con el paso del tiempo, la celebración se convirtió en el Día de Guy Fawkes, también llamado la Noche de las Hogueras. Cada 5 de noviembre se rememoran los acontecimientos con fuegos artificiales (que representan la pólvora) y hogueras, y en ellas arden figuras de paja de Guy Fawkes, conocidas como Guys. A pesar de que no fue el líder de la conspiración, Fawkes se convirtió en su rostro, adquiriendo así fama eterna.