La ejecución de Lady Jane Grey, la reina de los 9 días por Paul Delaroche, 1834
Según la narración de la ejecución recogida en la anónima Crónica de la reina Jane y los dos años de la reina Mary, en cuanto Jane se situó frente a la pica de ejecución, dijo a los presentes:
“Buenas gentes, hoy vengo aquí a morir, condenada en juicio. La reina María había sido injustamente apartada del trono, injusticia consentida por mi persona. Con este acto, lavaré mis manos en inocencia, ante Dios y ante vosotros, en el día de hoy.”
Entonces, Lady Jane recitó el Salmo 51 (Ten piedad de mí, oh Señor…) en inglés –recordemos su adscripción protestante–, y se retiró los guantes, que entregó a una doncella. El verdugo le pidió el perdón, y ella se lo dió. Lady Jane le solicitó a su vez por una muerte rápida y le dijo: “una vez posada mi cabeza en la pica, ¿me quitará la venda con la que he de cubrir mis ojos?“, a lo que el verdugo respondió: “No, señora“.
A continuación, la joven se vendó los ojos. Jane se había resuelto a morir con dignidad, pero una vez tapados sus ojos, falló al intentar localizar la pica por sus propios medios. Este hecho la derrumbó; Jane comenzó a temblar y la invadió el pánico, y gritó: “¿qué debo hacer, dónde está… qué debo hacer?” Tras unos segundos de confusión en los que los acompañantes no reaccionaban, una mano desconocida, probablemente alguien del personal de la Torre, subió a la plataforma y ayudó a Jane a encontrar su camino a la pica, y así conservar su dignidad en sus últimos minutos de vida.
Con la cabeza apoyada en la pica, Lady Jane pronunció sus últimas palabras: “¡Señor, en tus manos encomiendo mi espíritu!”. En ese instante fue decapitada.
De acuerdo con la tradición, su cabeza fue colgada junto al mensaje: “Así perecen los enemigos de la Reina. Arriba, la cabeza de un traidor“.