una historia de superación

Louis Braille, el inventor de la lectura táctil

Pese a perder la vista cuando aún era un niño, Louis Braille superó todas las dificultades convirtiéndose en un gran estudiante. Inspirado por el invento de un militar francés, Braille consiguió elaborar un código táctil con el que todos los invidentes pudieran leer y escribir de una manera más fácil y eficaz.

Cuadro de Louis Braille pintado por Lucienne Filipi.

Foto: Cordon Press

Louis Braille se sumió en la oscuridad más absoluta cuando un desafortunado accidente infantil le hizo perder la vista. Pero a pesar de esta discapacidad, el joven se convertiría en un estudiante ejemplar gracias a su esfuerzo y tenacidad. Su férrea voluntad de superación le hizo llegar a ser capaz de elaborar un código táctil para contribuir a que todos los alumnos con discapacidad visual pudieran leer y comunicarse con normalidad. Su método, que ha tomado su nombre, se ha convertido a lo largo del tiempo en un sistema de lectura y escritura universal, y ha sido adoptado por todos los programas educativos para invidentes en todo el planeta.

Un accidente fatal

Nacido el 4 de enero de 1809 en localidad francesa de Coupvray, un pequeño pueblo situado a unos 40 kilómetros al este de París, Louis fue el hijo menor de una familia cuyos miembros (tanto sus padres como sus hermanos) eran ya mayores cuando él vino al mundo. Su padre tenía una taller de talabartería, donde fabricaba artículos de cuero para los caballos y mulas de los granjeros locales.

La historia de superación del pequeño Louis empezó cierto día del año 1812 cuando el niño, que tenía tres años edad, intentaba imitar a su padre en el taller. Louis cogió un punzón que su progenitor utilizaba para perforar cuero con tan mala fortuna que, mientras intentaba hacer un agujero en una pieza, la herramienta le resbaló de las manos hiriéndole en el ojo derecho. Pero la desgracia no acabaría ahí puesto que la infección del ojo dañado pasó también al ojo izquierdo, lo que acabaría provocándole una ceguera irreversible.

Louis cogió un punzón que su progenitor utilizaba para perforar cuero con tan mala fortuna que, mientras intentaba hacer un agujero en una pieza, la herramienta le resbaló de las manos hiriéndole en el ojo derecho.

Punzón similar al que podría haber herido a Louis Braille.

Foto: PD

A los cinco años, Louis estaba completamente ciego. Pero a pesar de la difícil situación económica por la que atravesaba su familia, su tenacidad y la de su padre, que no estaba dispuesto a resignarse ante la desgracia de su hijo, sacaron a la luz todas las cualidades que más tarde harían de Louis la persona que fue. Por desgracia, a edad tan temprana los niños que pierden la visión difícilmente conservan el recuerdo de las imágenes vividas hasta el momento, inclusive las de sus familiares más cercanos. Así, como consecuencia de su ceguera, el rostro de Louis perdió gran parte de su movilidad y expresividad. Por ello no es de extrañar que el recuerdo que de él conservaban algunos de sus profesores en el Instituto Nacional de Jóvenes Ciegos de París (en la cual ingresaría en el año 1818) fuera el de una persona bastante inexpresiva.

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Los principios del alfabeto

En la escuela, para lograr aprender Louis tenía que memorizar todo lo que oía en las clases que recibía del sacerdote de la iglesia de St. Pierre en Coupvray, el Abbé Palluy, y del maestro de la escuela local, Antoine Becheret. Pero en el año 1818, su educación sufriría un cambio drástico. Preocupado por su educación, el Abbé Palluy se enteró de la existencia de una escuela para invidentes en París donde se les educaba y se les enseñaba un oficio. Así, gracias a la ayuda de un noble local, pudo obtener una beca para que Louis estudiara en París, en el Instituto Nacional de Jóvenes Ciegos, lo que le permitió emprender nuevos estudios y plantearse otros objetivos. Louis daría así inició a un largo periplo que lo llevaría a convertirse con el tiempo en maestro de aquella institución.

Litografía de Louis Braille realizada poco antes de su muerte en 1852.

Foto: Cordon Press

Una persona que tuvo una gran influencia en la evolución de Louis Braille fue el erudito Valentin Haüy. Haüy quedó muy impresionado por la penosa situación de los invidentes que vivían en en las calles de París, por lo que decidió dedicar gran parte de su vida a ayudar a educar a aquellas personas desfavorecidas. Su decisión fue aún más firme cuando conoció a la pianista Maria Theresia von Paradis, ciega desde los dos años, que había aprendido a leer y a tocar el piano por sí misma gracias a la ayuda de unos alfileres clavados en unos almohadones.

Haüy había fundado en 1786 el Instituto de los Niños Ciegos, e ideó un método de escritura en relieve que facilitase la lectura y la escritura a aquellos niños invidentes a través del tacto. Haüy imprimía de manera individual cada una de las letras del alfabeto, pero aunque los alumnos podían tocar las letras con las yemas de los dedos se veían incapaces de reproducirlas a modo de escritura.

Perfeccionando un método ya existente

Por su parte, Louis Braille demostraba cada día con creces sus grandes habilidades en diferentes ramas de la educación, con lo que se convirtió en lo que se conocía como un "alumno repetidor ciego", es decir, un instructor que repasaba o repetía en voz alta la lección enseñada por los profesores al resto de la clase. Cierto día de 1821, un oficial del ejército francés llamado Charles Barbier visitó el instituto para presentar el nuevo sistema de lectura y escritura táctil que usaban los militares para transmitir las órdenes por la noche y no desvelar de este modo su posición al enemigo.

Conocida como "escritura nocturna", la técnica consistía en utilizar letras impresas en relieve utilizando puntos y guiones. Pero los estudiantes muy pronto perdieron el interés por ese método, ya que no utilizaba ni las mayusculas ni los signos de puntuación. El joven Braille entonces empezó a buscar la manera de perfeccionar ese sistema de puntos para que los que los invidentes pudieran leer, es decir, crear un verdadero código alfabético para, en sus propias palabras, poder "leer" con los dedos y que fuera "igual de rápido y fácil como en el caso de los videntes".

Plantilla del código Braille.

Foto: iStock

A pesar del desánimo de los alumnos, Louis no desfalleció y tomó ese código como base de un nuevo alfabeto. Braille no pararía hasta hallar un solución que simplificara el sistema. Para reproducir la fonética básica, el método ideado por Braille tan solo requería de seis puntos en relieve en vez de los doce de su antecesor. Su primera versión utilizó puntos y guiones, y publicó su sistema en 1829. En 1837 publicaría una segunda edición en la que se habían descartado los guiones porque Braille consideraba que eran demasiado complicados de leer.

Braille ideó, de este modo, su propio sistema de puntos en relieve empleando una lámina metálica o de madera perforada a modo de plantilla con unos pequeños cuadrados cada uno con seis puntos. Entre las dos láminas se colocaba un papel, y con un punzón se iban marcando los puntos en relieve para dar lugar a una perfecta caligrafía que el invidente podía tocar con sus dedos.

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Reticencias iniciales

Pero a pesar de las indudables ventajas que ofrecía aquella técnica de aprendizaje para los niños invidentes, el método de Braille no fue implantado de manera inmediata ni aceptado por todos. Hubo docentes que se mostraron bastante reticentes a la hora de aplicar aquel nuevo sistema, e incluso hubo quien lo prohibió en su escuela. Por suerte aquel veto provocaría el efecto contrario entre los alumnos. Muchos de ellos, a escondidas, utilizaban el sistema Braille para estudiar. Por fin los invidentes podían disfrutar de autonomía suficiente para poder leer y escribir, algo que hasta aquel momento les había estado vedado.

Convertido en profesor de la institución, Braille no viviría lo suficiente para ver el éxito universal de su invento, ya que el 6 de enero de 1852 murió a causa de una tuberculosis, una enfermedad contra la que había estado luchando desde sus inicios en el Instituto Nacional de Jóvenes Ciegos. Dos años más tarde, su sistema de lectura se implantó definitivamente en la institución a la que dedicó tantos años de su vida ante la insistencia de los estudiantes. Este sistema posteriormente se extendió por todo el mundo de habla francesa y, finalmente, se convirtió en el método universal de enseñanza para personas invidentes.