literatura francesa

Honoré de Balzac, el creador del realismo literario

Honoré de Balzac, nacido en el seno de una familia burguesa, fue el mejor retratisa de la sociedad francesa de su época. Tras unos primeros tropiezos, Balzac se convirtiría en el principal representante de la novela realista gracias a obras como su monumental "La comedia humana".

Foto: Cordon Press

"La historia de mi vida es la historia de mi trabajo". Con estas palabras, el propio Honoré de Balzac define perfectamente su trayectoria vital. El famoso escritor francés nació el 20 de mayo de 1799 en Tours, una de las principales ciudades del Valle del Loira. Nacido como Honoré Balssa, tomó después el nombre de Honoré de Balzac, y a día de hoy se le considera el creador de la novela moderna, de la que es ejemplo una de sus obras más conocidas, La comedia humana, donde el escritor hace un incisivo retrato de la sociedad francesa de su época desde la caída de Napoleón hasta la restauración de la monarquía.

Un extraño para sus padres

La infancia de Balzac fue muy compleja. La carencia de amor por parte de sus padres marcaría para siempre al muchacho, que se relacionaría con mujeres mayores que él buscando el amor que su madre no supo darle. Nada más nacer, Honoré fue confiado a una nodriza con la que pasaría sus primeros cuatro años de vida. Como si fuera un extraño, el niño solo veía a sus padres dos domingos al mes, y cuando por fin pudo regresar al hogar paterno, la distancia y la frialdad que le mostraron sus progenitores se reflejaron en su vida diaria, hasta el punto de que al niño no se le permitía ninguna distracción ni juego. A los ocho años Honoré ingresó en un internado de la localidad de Vendôme, donde pasaría los siguientes siete años de su vida.

La carencia de amor demostrado por sus padres marcaría para siempre al muchacho, que se relacionaría con mujeres mayores que él buscando el amor que su madre no supo darle.

Una de las plazas más importantes de Tours, ciudad natal de Balzac, con las típicas viviendas de la época medieval.

Una de las plazas más importantes de Tours, ciudad natal de Balzac, con las típicas viviendas de la época medieval.

Foto: Istock

El 1814, y tras padecer una enfermedad de la que se tienen pocos datos (en palabras del propio Balzac se trató de una "congestión intelectual"), su familia se trasladó a París donde el joven empezó a estudiar leyes, una carrera que su familia consideraba la adecuada para todo hijo de buen burgués. Esa sería otra etapa de infelicidad en la vida de Balzac. Tanta era la presión que sentía el joven por parte de su madre, que insistía en que debía encontrar su lugar en la vida, que el propio escritor confesaría más tarde haber intentado suicidarse lanzándose desde un puente. Al final, tras licenciarse sin conseguir muy buenas notas, Balzac empezó a compaginar su trabajo como pasante con el de profesor de literatura en la Universidad de la Sorbona. En 1820, Balzac se inició en la poesía con la tragedia en verso Cromwell que junto con otros poemas trágicos que también llegó a publicar apenas pasó sin pena ni gloria. Gracias a su cuñado, Balzac pudo mostrar su obra a un profesor de la Escuela Politécnica de París, el cual, de manera muy educada, le aconsejó que dejara la poesía y se dedicara a la prosa.

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Un desastre para los negocios

Desanimado, en 1821 Balzac conoció a otro aspirante a escritor como él llamado Auguste Lepoitevin. Este enseguida supo apreciar su gran capacidad de trabajo y le propuso que se asociaran: Balzac se encargaría de escribir novelas cortas y Lepoitevin de venderlas a los editores. Balzac llegó a escribir tres novelas bajo seudónimo, pero la asociación con Lepoitevin duraría menos de un año. A partir de entonces, Balzac decidió ir por libre. Su idea era enriquecerse en el menor tiempo posible para poder dedicarse plenamente a lo que él consideraba literatura con mayúsculas. Balzac trabajó en todo tipo de encargos, y entre 1821 y 1829 escribió multitud de obras de cuestionable calidad bajo distintos seudónimos; el escritor llegó a autorizar incluso que estas novelas fueran firmadas por otros.

Balzac trabajó en todo tipo de encargos, y entre 1821 y 1829 escribirá multitud de obras de baja calidad bajo distintos seudónimos; el escritor llegó a autorizar incluso que estas novelas fueran firmadas por otros.

Por aquel entonces Balzac empezó a llevar una vida bastante desenfrenada, algo que le acarreaba muchos gastos (derrochaba el dinero antes de haber cobrado los encargos). Varios fracasos editoriales, como editar en un solo volumen las obras completas de Moliére y de La Fontaine, y una desastrosa gestión en la dirección de una imprenta, una fundición de tipos de imprenta y un periódico obligaron al abogado de la familia a aconsejar a Balzac la liquidación de los tres negocios para, por lo menos, salvar el buen nombre de su familia. En abril de 1828, la deuda que había alcanzado el escritor ascendía a cincuenta mil francos (y su principal acreedor era ni más ni menos que su propia madre). Al final, sorprendentemente, tras dos años de un saneamiento a fondo, tanto la imprenta como la fundición de tipos resultarían negocios económicamente viables.

Ilustración que acompañaba la publicación de La piel de zapa (en francés, La peau du chagrin), una obra de Honoré Balzac de 1831.

Ilustración que acompañaba la publicación de La piel de zapa (en francés, La peau du chagrin), una obra de Honoré Balzac de 1831.

Foto: CC

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Un escritor "desenfrenado"

Balzac decidió entonces enfundarse de nuevo la bata blanca con la que siempre se vestía para escribir, y armado con una pluma de ganso retomó la actividad que más le gustaba. El escritor francés se sometía a interminables sesiones de trabajo diarias, incluso de dieciséis horas, escribiendo siempre en compañía de su inseparable amigo: el café. En 1829 publicó Los chuanes, una crónica ambientada en la Revolución Francesa y que por primera vez firmó con su auténtico nombre. Parecía que por fin el éxito llamaba a su puerta. Balzac empezó a ser invitado a los eventos que organizaba la alta sociedad parisina, adonde acudía vestido con estrafalarios atuendos. El autor se inspiró en algunos de los asistentes a las fiestas a las que era invitado para crear muchos de los personajes de sus obras . En 1831 publicó una novela semifantástica titulada La peau de chagrin (La piel de zapa), que apareció en la revista literaria la Revue de Paris.

El escritor francés se sometía a interminables sesiones de trabajo diarias, incluso de dieciséis horas, escribiendo siempre en compañía de su inseparable amigo: el café.

En 1832, Balzac publicó sin parar y tocado por la inspiración concibió la idea de crear una serie de novelas relacionadas entre ellas que retratasen a la sociedad parisina de su tiempo. Integradas en la obra Scènes de la vie privée (escenas de la vida privada) culminarán en la gran obra de Balzac titulada La comédie humaine (La comedia humana). En ella se incluyen algunas de las grandes novelas de la década como Eugénie Grandet (1833), que será su primer gran éxito de ventas, y Le père Goriot (1835), una de sus novelas más famosas. A pesar de la fama, Balzac pronto volvió a tener problemas de liquidez como consecuencia de algunas malas inversiones. El autor viajó a Cerdeña, donde decidió comprar unas antiguas minas romanas pensando que este iba a ser un buen negocio. Pero cuando regresó a París, tras haberlas visitado in situ, se dio cuenta de que aquello era un timo y que había sido estafado.

Portada de la edición ilustrada de La comedia humana de 1851.

Portada de la edición ilustrada de La comedia humana de 1851.

Foto: CC

En 1843, Balzac viajó a San Petersburgo para encontrarse con la condesa Ewelina Hańska, con la que desde 1833 mantenía una apasionada correspondencia. Con ella, su hija y el prometido de esta viajaría por toda Europa. Al final, se casó con la condesa el 14 de marzo de 1850 y la pareja se instalaría en una lujosa mansión en París. Pero la felicidad duró poco, y el genial escritor, cuya salud se había ido deteriorando, falleció de gangrena cinco meses después, el 18 de agosto.

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Un observador empático

Los peculiares métodos de trabajo que empleaba Balzac consistían en el desarrollo de un breve borrador sobre el tema de que iba a tratar su novela, y poco a poco iba incorporando nuevas ideas. A veces tantas que la historia final sufría constantes cambios que volvían locos a los impresores. Al final del laborioso trabajo, la obra podía llegar a alcanzar proporciones colosales, aunque también ruinosas debido a los continuos cambios a los que se veía sometida durante la preimpresión. Balzac era un escritor tan detallista y perfeccionista en todo lo tocante a su trabajo que a menudo introducía muchas variaciones sobre el texto inicial, lo que resultaba en una nueva edición al poco tiempo.

Los peculiares métodos de trabajo que empleaba Balzac consistían en el desarrollo de un breve borrador sobre el tema de que iba a tratar su novela, y poco a poco iba incorporando ideas. A veces tantas que la historia final sufría constantes cambios.

Balzac no tenía rival en el dominio del lenguaje, cosa que se reflejaba claramente en sus diálogos. Su mordaz estilo evitaba que las historias más oscuras y tenebrosas acabasen siendo absolutamente pesimistas al darles su propio toque de humor. Considerado como el creador del realismo novelesco, a Balzac también se le reconoce el mérito de haber creado un tipo de novela en la que los acontecimientos que tienen lugar son vistos desde el punto de vista de un tercero: un observador que todo lo ve. De hecho Balzac era un gran observador y poseía asimismo una memoria fotográfica, pero el autor tenía también una gran empatía para comprender las actitudes, los sentimientos y las motivaciones que movían a las personas. Su ambición era retratar a la gente sin importar ni su clase social ni su trabajo. Al final, su obra dejaría una huella indeleble, tanto que durante su funeral, otro grande de la pluma, Victor Hugo, pronunciaría las siguientes palabras: "A partir de ahora los ojos de los hombres se volverán a mirar los rostros, no de aquellos que han gobernado, sino de aquellos que han pensado".