Antiguo Egipto

Jeroglíficos, la escritura de los dioses

En el antiguo Egipto se desarrolló un sofisticado sistema de escritura, los jeroglíficos, con el que se transcribieron durante milenios las palabras, frases, cuentos, relatos, oraciones y poemas de los habitantes del país del Nilo.

Estela de Minnakht. Los jeroglíficos de esta estela contienen una plegaria del jefe de los sacerdotes en Akhmin, ciudad del Alto Egipto. Dinastía XVIII. Museo del Louvre, París.

Estela de Minnakht. Los jeroglíficos de esta estela contienen una plegaria del jefe de los sacerdotes en Akhmin, ciudad del Alto Egipto. Dinastía XVIII. Museo del Louvre, París.

Foto: Alain Volut / RMN-Grand Palais

El 24 de agosto del año 394, un sacerdote egipcio llamado Esmet-Akhom grabó dos textos en el templo de Isis de la isla de File, en el Alto Egipto, al lado de un relieve del dios nubio Merul. El primero, situado frente a la cabeza del dios, está compuesto por tres columnas de escritura jeroglífica que rezaban: «Ante Merul hijo de Horus, por la mano de Esmet-Akhom, hijo de Esmet, el segundo sacerdote de Isis, para siempre y eternamente. Palabras dichas por Merul, Señor del Abatón, el Gran Dios». Debajo, ante las piernas de la divinidad, otra inscripción –en escritura demótica– dejaba constancia del día en que se habían inscrito ambos textos. Sin saberlo, aquel sacerdote había puesto fecha a la que hoy se considera como la última inscripción jeroglífica datada.

Cronología

Lo que dicen los dioses

3300-2000 a.C.

Hace más de 4.000 años se crearon los primeros signos jeroglíficos grabados en tablillas y que fueron encontrados en Abidos. También en este periodo se escriben los importantes y conocidos 'Textos de las pirámides'.

2055-1650 a.C.

El desarrollo de los jeroglíficos es cada vez mayor. Precisamente en este periodo de tiempo la escritura jeroglífica llega a incorporar 450 signos diferentes. En estos años se escribe la famosa 'Historia de Sinuhé'.

1300-700 a.C.

Es justo en este período cuando se componen algunas de las grandes obras de la literatura egipcia, tales como la 'Historia de Unamón'.

722-655 a.C.

En estos años surge una forma abreviada del hierático: el demótico, el cual se usa sobre todo para fines administrativos del gobierno egipcio.

332-30 a.C.

La escritura jeroglífica aumenta en cantidad de signos y ya posee unos 5.000. Sin embargo, el griego se impone en la administración.

394 d.C.

Se graba la última inscripción jeroglífica conocida en Egipto, exactamente en el templo de Isis en File, la cual está dedicada al dios Merul.

Escritura milenaria

La escritura de los antiguos faraones iniciaba ese día un largo epílogo que culminaría 150 años más tarde en Constantinopla. Y es que, tras su traslado a la capital del Imperio de Bizancio, los últimos sacerdotes que a mediados del siglo VI aún permanecían en el templo de File –cuando éste se había convertido en el último reducto cultural pagano que no había sucumbido aún a la llegada del cristianismo– fueron juzgados y condenados por saber leer los jeroglíficos. Tras la condena, los antiguos faraones permanecerían en silencio durante más de doce siglos, hasta que el erudito francés Jean-François Champollion descifró la escritura jeroglífica en 1822.

En este relieve del templo de Isis en File, un sacerdote llamado Esmet-Akhom grabó en honor del dios nubio Merul las últimas inscripciones jeroglíficas: tres columnas de texto ante una imagen de la divinidad.

En este relieve del templo de Isis en File, un sacerdote llamado Esmet-Akhom grabó en honor del dios nubio Merul las últimas inscripciones jeroglíficas: tres columnas de texto ante una imagen de la divinidad.

Foto: David Rull

Con anterioridad, los signos jeroglíficos se utilizaron durante más de tres milenios para transcribir la lengua que hablaron los egipcios antes de que se impusiera el alfabeto copto en el siglo V y de la posterior llegada del árabe y su alfabeto (o alifato) en el siglo VII. A menudo se ha pensado que el origen de la escritura egipcia era ideográfico, es decir, que se basaba en las representaciones figurativas esquemáticas de los elementos que conformaban la realidad de los egipcios –personas, animales, objetos, aspectos de la naturaleza...–, y que con el paso del tiempo estos ideogramas adquirieron un valor fonético independiente del objeto representado para convertirse en fonogramas con los que se podían formar palabras. En las últimas décadas, sin embargo, algunos hallazgos arqueológicos han arrojado luz sobre los orígenes de la escritura jeroglífica y han puesto en cuestión estos planteamientos.

Libro de los Muertos de Ankhwahibre. Este papiro, datado en el siglo VI a.C., muestra distintos amuletos y sortilegios que presumiblemente podían ayudar al difunto a alcanzar sin contratiempos el reino de Osiris. Museo Británico.

Libro de los Muertos de Ankhwahibre. Este papiro, datado en el siglo VI a.C., muestra distintos amuletos y sortilegios que presumiblemente podían ayudar al difunto a alcanzar sin contratiempos el reino de Osiris. Museo Británico.

Foto: British Museum / Scala, Firenze

La escritura jeroglífica, usada principalmente para las inscripciones en los templos, tumbas y textos sagrados, tuvo una variante cursiva, el hierático (del griego hieratikos, «sacerdotal»), destinada a usos más cotidianos como la administración o la literatura, y que se empleaba sobre soportes como el papiro o los ostraca (fragmentos de cerámica o piedra). A partir del siglo VII a.C., apareció una segunda cursiva, el demótico (del griego demotikos, «popular»), que sustituyó progresivamente al hierático. A caballo entre los siglos II y III, los cristianos egipcios adoptaron el alfabeto copto, y hasta el siglo V convivieron los cuatro sistemas de escritura.

Estatua cubo de Sennefer, Portador del Sello del faraón Tutmosis III. El frontal de la estatua está inscrito con una plegaria para las ofrendas al difunto. Museo Británico, Londres.

Estatua cubo de Sennefer, Portador del Sello del faraón Tutmosis III. El frontal de la estatua está inscrito con una plegaria para las ofrendas al difunto. Museo Británico, Londres.

Foto: British Museum / Scala, Firenze

En Abidos, en una pequeña tumba rectangular de adobe, llamada tumba U-j, situada en el cementerio arcaico de Umm el-Qaab, fue enterrado un gobernante local que vivió durante el período de Nagada III (h. 3250 a.C.), es decir, el momento anterior a la unificación del país por parte del rey Narmer. Durante los trabajos de excavación realizados en 1988 se encontraron allí los que podrían ser los primeros ejemplos de escritura egipcia.

Relieve procedente del templo de Tod, dedicado al dios guerrero Montu. En él aparece inscrito el nombre del faraón Mentuhotep II. Museo del Louvre.

Relieve procedente del templo de Tod, dedicado al dios guerrero Montu. En él aparece inscrito el nombre del faraón Mentuhotep II. Museo del Louvre.

Foto: Franck Raux / RMN-Grand Palais

Por un lado, aparecieron unos vasos de cerámica con animales pintados (escorpión, halcón, pez…) que, en algunos casos, van acompañados de otro signo en forma de vegetal, de cuadrícula o de arco. Se cree que en las pinturas de estos vasos se podrían encontrar los primeros trazos de una escritura cursiva incipiente, que más adelante se llamará hierático. Por tanto, el jeroglífico y su cursiva podrían haber aparecido a la vez, como formas de escritura complementarias.

Etiquetas y cantidades

Por otro lado, en Umm el-Qaab se hallaron 150 pequeñas tablillas de hueso sobre las que se tallaron secuencias de signos. En algunas de estas tablillas se observan trazos parecidos a lo que más adelante serán los números (unidades y centenas) de la escritura jeroglífica. Probablemente, estos signos indicaban las dimensiones de los productos –seguramente telas– que formaban parte del ajuar funerario. Otras tablillas contienen secuencias más complejas de signos figurativos –pájaros, elefantes, elementos vegetales y naturales– que se piensa que podrían indicar el lugar de procedencia de los productos a los que iban atadas, es decir, eran probablemente etiquetas. Lo significativo es que estas series podrían combinar signos con valor semántico y fonético, lo que demostraría que en este momento tan temprano de la historia del antiguo Egipto la escritura jeroglífica ya combinaba ideogramas y fonogramas.

Fragmento del conocido como Papiro Jumilhac, donde se relata cómo el dios Seth, tras asesinar a su hermano Osiris, se convirtió en una pantera y luego fue castigado arrancándole la piel y marcándola a fuego. Museo del Louvre.

Fragmento del conocido como Papiro Jumilhac, donde se relata cómo el dios Seth, tras asesinar a su hermano Osiris, se convirtió en una pantera y luego fue castigado arrancándole la piel y marcándola a fuego. Museo del Louvre.

Foto: Franck Raux / RMN-Grand Palais

Así pues, las inscripciones de la tumba U-j de Abidos sugieren que las bases del complejo sistema de escritura jeroglífico se establecieron justo antes de la unificación de Egipto. Ciertamente, las nociones de Estado, realeza, historia y escritura surgieron a la vez y siempre fueron de la mano a lo largo de la historia de Egipto.

También desde los orígenes, la escritura jeroglífica revistió el carácter sagrado que la caracterizó hasta su final. En efecto, en Egipto la escritura fue considerada algo divino en tanto que era partícipe de la esencia de las cosas a las que aludía, por una suerte de conexión mágica e invisible con éstas. De ahí que los egipcios denominaran a su escritura medu-necher, «las palabras de dios» o «las palabras divinas».

Memi y Sabu, pareja de nobles de la dinastía IV. Estatua de piedra caliza. Museo Metropolitano, Nueva York.

Memi y Sabu, pareja de nobles de la dinastía IV. Estatua de piedra caliza. Museo Metropolitano, Nueva York.

Foto: Met / Scala, Firenze

Las palabras de dios

Ciertamente, la escritura no sólo era una convención gráfica que se empleaba para transcribir las palabras con las que se describía el mundo, los seres y las cosas que había en él. También formaba parte de la esencia de ese mundo. Y del mismo modo que el dios Ptah de Menfis, al principio de los tiempos, creó el cosmos y todo lo que contiene a partir de la palabra hablada, la palabra escrita seguía vinculada mágicamente a todo aquello a lo que aludía.

Durante las dinastías V y VI, en los Textos de las pirámides –las plegarias, himnos y conjuros que se grababan en las paredes de las cámaras interiores de las pirámides– encontramos una de las primeras menciones a la escritura: «Mirad, el rey ha ascendido. Mirad, el rey ha venido. Pero él no ha venido por sí mismo. Son vuestros mensajes los que lo traen. Son las palabras del dios las que lo hacen ascender». Es decir, los jeroglíficos, las palabras divinas, tenían el poder de intervenir en el universo y las cosas.

Este artículo pertenece al número 208 de la revista Historia National Geographic.

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