Carlos III: lo que no se vio en su coronación
Los británicos suelen jactarse de que nadie organiza los eventos reales como ellos y tienen razón, pero su eficiente precisión no puede evitar ciertos imprevistos
Al arzobispo de Canterbury le costó colocarle a Carlos la corona de San Eduardo, que pesa 2 kilos, y parecía que en cualquier momento se le iba a caer.
Unos 18 millones de británicos –dos millones menos que en el caso de Isabel II– vieron por televisión el pasado 6 de mayo la coronación de Carlos III, cuyo coste ascendió a 115 millones de euros.
El traje de Camilla llevaba bordados los nombres de sus hijos y nietos y la imagen de sus dos perros; el de Kate, recordaba al de novia de la reina Letizia, y la princesa Ana lució el uniforme de coronel de caballería y protectora del rey.
Fue una ceremonia cargada de tradición y simbolismo y ejecutada con una precisión casi suiza, que no estuvo falta de anécdotas y momentos para el recuerdo.
Entre los miles de asistentes, se colaron manifestantes antimonárquicos, de los cuales 52 fueron arrestados.
Un día histórico
Los bostezos y muecas del príncipe Louis, la solemnidad del rey mientras intentaba que no se le cayera la corona, la elegancia de Camilla y Kate, el total desdén hacia el príncipe Harry..., marcaron un día histórico. Éstas son las curiosidades y las mejores imágenes de la coronación de Carlos III.
En un momento de la ceremonia, una siniestra figura que parecía portar una guadaña cruzó frente al umbral de la abadía, un mal augurio que no pasó inadvertido a los internautas.
Los hijos de Camilla estuvieron en primera fila (Laura, de verde y Tom con corbata lila), pero el príncipe Harry se sentó en la tercera del lado opuesto, oculto tras el penacho del sombrero de su tía Ana.
El heredero juró lealtad al Rey con un gesto propio de los grabados medievales. Sellando la unión entre los dos hombres más importantes de la familia, Carlos contestó: “Gracias, Guillermo”.
El hijo menor del rey fue ubicado en la misma fila que su tío Andrés –acusado de abuso sexual– y se le prohibió lucir su uniforme más querido y que sí llevó la princesa Ana, a pesar de no haber combatido nunca como él.
El suelo mojado por la lluvia y el peso de la capa –que se sujetaba con unos "tirantes"– le dificultaron los desplazamientos a Camilla y a sus clónicas damas de honor.
Kate lució los pendientes de diamantes y perlas que heredó de Lady Di. Los combinó con una espectacular, pero barata, tiara de hilos de plata y cristales creada por Alexander McQueen.
Es bien sabido que a la Reina no le gusta llevar nada en la cabeza, pero en la coronación era lo protocolario, así que combinó su "look" rosa de Carolina Herrera con un sombrero de Balel que no convenció a todos.
En dos actos de la coronación, la esposa de Pablo de Grecia, primo del rey Felipe, lució sendos bolsos diseñados por su hija que simulaban ser un libro.
Las reinas y princesas europeas no quisieron robarle protagonismo a la Familia Real británica y lucieron discretos atuendos, aunque unas acertaron más que otras. Por ejemplo, Máxima de Holanda, más sencilla que de costumbre, destacó con un impoluto conjunto blanco, mientras que Rania de Jordania y Charlene de Mónaco, en general, no gustaron con sus elecciones.
Como tantos británicos, el primer ministro, Rishi Sunak, celebró una comida popular en su calle, Downing Street, a la que invitó a la primera dama estadounidense, Jill Biden.
Con su hermano Harry ya de vuelta en California, Guillermo dio un discurso en solitario en la fiesta de la coronación y le dijo a su padre: “Pa, estamos todos orgullosos de ti”, curiosamente, en plural.
Sin duda, y a pesar de los contratiempos, este gran día, que ya forma parte de la historia del país, fue memorable para toda la familia real británica.
