Guillermo II
         Guillem II de Pr�ssia      |    BIOGRAFIES  | TEMA  PRIMERA GUERRA MUNDIAL   |
 

1859 � � 4 de junio de 1941) fue el �ltimo emperador alem�n  K�iser  y el �ltimo rey  K�nig  de Prusia. Gobern� entre 1888 y 1918. Hijo de Federico III y de la princesa Victoria de Gran Breta�a, fue proclamado emperador, tras el breve reinado de su padre.

 

Primeros a�os

 

Guillermo naci� en Berl�n. Era hijo de Federico III de Alemania y de su esposa Victoria. Su madre era t�a de la emperatriz de Rusia Alexandra Fyodorovna Romanov, esposa del zar Nicol�s II, y hermana de Eduardo VII del Reino Unido. Naci� con una deformidad del brazo, debido a dificultades en el parto.

 

An�lisis recientes de documentos sobre su nacimiento, almacenados en los Archivos Imperiales, han sugerido que Guillermo II pudo tambi�n haber experimentado trauma cerebral. Los historiadores no han podido determinar si tal incapacidad mental pudo haber contribuido a su agresividad, testarudez y falta de tacto con las personas y a la hora de enfrentar problemas, lo cual era evidente en su vida pol�tica y personal. Tal enfoque ciertamente estrope� la pol�tica alemana bajo su liderazgo, ejemplific�ndose principalmente en eventos como el despido del cauteloso Otto von Bismarck. El kaiser tuvo una relaci�n dif�cil con su madre, quien era fr�a con �l, y se sent�a en cierta manera culpable por la deformidad de su hijo, tratando en muchas ocasiones de corregirla a trav�s de un riguroso r�gimen de ejercicio. Resulta interesante que, dados sus or�genes ingleses, Victoria haya tratado de inculcar en su hijo un sentido de supremac�a brit�nica en muchos aspectos. Insist�a en llamar a sus hijos por sus nombres en ingl�s: a Wilhelm lo llamaba "William" y a su segundo hijo Heinrich le llamaba "Henry". El futuro kaiser sent�a un profundo respeto por Gran Breta�a y por los ingleses. Esto se dio desde las etapas m�s tempranas de su desarrollo.

 

Guillermo fue educado en Kassel en el instituto Friedrichsgymnasium y en la Universidad de Bonn. Guillermo pose�a una mente muy �gil, que era frecuentemente opacada por su temperamento cascarrabias. Ten�a cierto inter�s por la ciencia y la tecnolog�a del periodo, pero gustaba de hacer notar a la gente que �l era un hombre del mundo, perteneciente a un orden distinto de la raza humana, designada a la monarqu�a. Guillermo era acusado de megaloman�a, en 1894, por el pacifista alem�n Ludwig Quidde.

 

Guillermo con su padre en 1863

Guillermo con su padre en 1863

Escudo de armas grande del Emperador Alem�n (1871-1918)

Escudo de armas grande del Emperador Alem�n (1871-1918)

 

Como v�stago de la casa real de Hohenzollern, Guillermo estuvo, desde una edad temprana, expuesto a la sociedad militar de la aristocracia prusiana. No es necesario mencionar que esto fue un elemento important�simo en su vida, ya que se puede notar con facilidad que en su madurez era raro verlo sin el uniforme militar. Esta cultura militar del periodo tuvo un gran papel al forjar el car�cter pol�tico de Guillermo, as� como sus relaciones personales.

La relaci�n de Guillermo con los dem�s miembros de su familia era tan interesante como la que ten�a con su madre. Ve�a a su padre con un profundo amor y respeto. La posici�n de su padre como h�roe de las guerras de unificaci�n fue responsable de la actitud del joven Guillermo, ya que en las circunstancias en las que fue criado, el contacto emocional cercano entre padre e hijo no era muy alentado. M�s tarde, cuando estuvo en contacto con los opositores pol�ticos de su padre, Guillermo adopt� sentimientos ambivalentes hacia su padre, dada la notable influencia de su madre sobre una figura que debi� haber sido de independencia masculina y de fuerza.

 

Guillermo tambi�n idolatraba a su abuelo, Guillermo I de Alemania, y posteriormente intent� implementar una cultura del primer emperador alem�n como Guillermo el Grande. Guillermo I muri� en Berl�n el 9 de marzo de 1888, y el padre del pr�ncipe Guillermo fue proclamado emperador como Federico III de Alemania. Federico muri� de c�ncer de garganta, y el 15 de junio de ese mismo a�o, su hijo de 29 a�os lo sucedi� como Emperador de Alemania y Rey de Prusia.

 

Vida social y pol�tica de 1888 a 1900

 

Aunque en su juventud hab�a sido un gran admirador de Otto von Bismarck, la impaciencia caracter�stica de Guillermo lo llev� r�pidamente a un conflicto con el Canciller de Hierro, la figura dominante en la fundaci�n de su imperio. Adem�s, el joven emperador ten�a la determinaci�n de reinar y administrar al mismo tiempo, a diferencia de su abuelo, que sol�a encargar la administraci�n diaria al brillante Bismarck.

 

Los primeros conflictos entre Guillermo II y su canciller pronto envenenaron la relaci�n entre los dos hombres. Bismarck cre�a que Guillermo era un hombre ligero, que pod�a ser dominado, y mostraba respeto por las ambiciones de �ste en la d�cada de 1880. Luego de un intento de Bismarck de introducir una ley anti-socialista de largo alcance a principios de la d�cada de 1890, la separaci�n final entre el monarca y el hombre de estado ocurri� pronto. Guillermo no estaba dispuesto a iniciar su reinado con una masacre al por mayor de trabajadores industriales, y despidi� a Bismarck en 1890.

 

Guillermo design� a Leo von Caprivi para tomar el lugar de Bismarck, que posteriormente fue sustituido por el Pr�ncipe Chlodwig zu Hohenlohe-Schillingsf�rst en 1894. Al designar a Caprivi y luego a Hohenlohe, Guillermo se embarcaba en lo que se conoce como el nuevo curso, por medio del cual esperaba ejercer una decisiva influencia en el gobierno del imperio. Los historiadores debaten acerca del grado de �xito que tuvo Guillermo al implementar el gobierno personal en su �poca. Pero queda clara la diferencia que exist�a entre la corona y el canciller en el periodo de Guillermo II. Estos cancilleres eran servidores civiles veteranos, no eran hombres de estado, pol�ticos, como Bismarck lo fue. Guillermo quiso evitar el resurgimiento de Bismarck, el canciller de Hierro, a quien detestaba, llam�ndolo viejo grosero y aguafiestas. Bismarck jam�s hab�a permitido a ning�n ministro ver en persona al emperador sin estar �l presente, manteniendo as� su influencia y su poder pol�tico. Luego de su retiro forzado, hasta el d�a de su muerte, Bismarck se convirti� en un duro cr�tico de las pol�ticas de Guillermo, pero sin el apoyo del �rbitro supremo de todas las designaciones pol�ticas (el emperador), hab�a poca oportunidad para que el viejo canciller pudiera ejercer alguna influencia.

Algo que Bismarck pudo lograr fue la creaci�n del Mito Bismarck. Esta visi�n (que algunos dir�an que fue confirmada por eventos subsecuentes) sosten�a que con el despido de Bismarck, Guillermo II hab�a destruido cualquier posibilidad de que Alemania tuviera un gobierno estable y efectivo. Desde este punto de vista, el nuevo curso de Guillermo se caracteriz� por al descontrol del gobierno alem�n, eventualmente conduciendo a la naci�n por una serie de crisis a los horrores de las dos guerras mundiales. Pero en realidad, Guillermo estuvo probablemente en lo correcto al despedir a Bismarck, un hombre cuyas habilidades pol�ticas estaban disminuyendo y que se hab�a vuelto peligrosamente hostil con los elementos socialistas dentro del Reich.

 

En esta fotograf�a sostiene con una mano su mano paralizada, ocult�ndola. En muchas otras fotograf�as porta un par de guantes blancos en su mano izquierda para hacer ver al brazo m�s largo. En otras tiene el brazo paralizado en el pu�o de una espada o agarrando una ca�a para dar el efecto del miembro, siendo puesto en equilibrio en un �ngulo digno.

En esta fotograf�a sostiene con una mano su mano paralizada, ocult�ndola. En muchas otras fotograf�as porta un par de guantes blancos en su mano izquierda para hacer ver al brazo m�s largo. En otras tiene el brazo paralizado en el pu�o de una espada o agarrando una ca�a para dar el efecto del miembro, siendo puesto en equilibrio en un �ngulo digno.

Guillermo II y su primera esposa Augusta Victoria.

Guillermo II y su primera esposa Augusta Victoria.

 

 

 

 

 

Guillermo II

 

 

 

 

 

Vida social y pol�tica de 1900 a 1914

 

Tras el despido de Hohenlohe en 1900, Guillermo design� canciller al hombre a quien llamaba su propio Bismarck, el pr�ncipe Bernhard von B�low. Guillermo esperaba encontrar en B�low un hombre que combinara la habilidad del Canciller de Hierro con el respeto a los deseos del Kaiser, lo que permitir�a al imperio ser gobernado como creyera conveniente. Guillermo ya hab�a notado el enorme potencial de B�low, y muchos historiadores piensan que su designaci�n como canciller no fue m�s que la conclusi�n de un largo periodo de "arreglos". Sin embargo, durante la d�cada siguiente, Guillermo se desilusion� de su decisi�n, y en vista de la oposici�n de B�low sobre el Asunto del Daily Telegraph de 1908 y otros m�s, el Kaiser despidi� a B�low y design� en su lugar a Theobald von Bethmann-Hollweg en 1909.

 

Bethmann era un bur�crata de profesi�n, y con cuya familia hab�a permanecido Guillermo cuando era joven. El Kaiser lleg� a sentir un gran respeto por Bethmann-Hollweg, pero a pesar de eso, no estuvo de acuerdo con ciertas pol�ticas de Bethmann, tales como sus intentos de reformar las leyes electorales prusianas.

La participaci�n de Guillermo en la esfera dom�stica estuvo m�s limitada a principios del siglo XX que lo que hab�a estado a principios de su reinado. Esto se debi�, en parte, a la designaci�n de B�low y Bethmann (hombres de mucho m�s car�cter que los primeros cancilleres de Guillermo), pero tambi�n se debi� a su creciente inter�s por los asuntos exteriores.

 

Pol�tica exterior de 1888 a 1914

 

La pol�tica exterior alemana durante el reinado de Guillermo II enfrent� varios problemas significativos. Probablemente el m�s aparente fue que Guillermo, un hombre impaciente por naturaleza, subjetivo en sus reacciones y afectado fuertemente por sus impulsos y sentimientos, no estaba personalmente preparado para conducir la pol�tica exterior alemana por un camino racional. Esta debilidad tambi�n lo hac�a vulnerable a la manipulaci�n por intereses de la �lite de la pol�tica exterior alemana, y eventos subsecuentes lo demostrar�an.

 

Luego del despido de Bismarck, Guillermo y su nuevo canciller se dieron cuenta de la existencia del Tratado de Reaseguro con el Imperio Ruso, el cual era secreto y hab�a sido concluido por Bismarck en 1887. La negativa de Guillermo de renovar este acuerdo (que garantizaba la neutralidad de Rusia en caso de un ataque por Francia) fue vista por muchos historiadores como la peor ofensa cometida por Guillermo en t�rminos de pol�tica exterior. En realidad, la decisi�n de permitir el vencimiento del tratado fue principalmente responsabilidad de Caprivi, aunque Guillermo apoyaba las acciones de su canciller. Es importante no sobreestimar la influencia del Emperador en materia de pol�tica exterior despu�s del despido de Bismarck, pero es cierto que su participaci�n contribuy� a la falta general de coherencia y consistencia de la pol�tica del Imperio Alem�n con otras potencias.

 

Un ejemplo t�pico de esto fue su relaci�n de "amor-odio" con el Reino Unido, y en particular con sus primos brit�nicos. Un conflicto armado con Gran Breta�a nunca fue totalmente descartado por Guillermo, quien a menudo abrigaba sentimientos anti-brit�nicos dentro de los principales �mbitos del gobierno alem�n, a pesar de lo que su madre le hab�a inculcado en su juventud. Cuando la guerra estall� en 1914, Guillermo crey� sinceramente que era v�ctima de una conspiraci�n diplom�tica fraguada por su t�o Eduardo VII del Reino Unido, en la cual Gran Breta�a hab�a buscado activamente "rodear" a Alemania a trav�s de la conclusi�n de la Entente Cordiale con Francia en 1904 y un acuerdo similar con Rusia en 1907. Esto es un indicativo del hecho de que Guillermo ten�a un sentimiento bastante irreal sobre la importancia de la diplomacia personal entre los monarcas europeos, y no pod�a comprender que la totalmente diferente posici�n constitucional de sus primos brit�nicos hac�a esto bastante irrelevante.

 

Similarmente, �l cre�a que su relaci�n personal con su primo el zar Nicol�s II de Rusia era suficiente para evitar la guerra entre los dos pa�ses. Durante una reuni�n privada en Bj�rk� en 1905, Guillermo concluy� un acuerdo con su primo. El Kaiser ascendi� dicho acuerdo a un tratado de alianza, sin antes consultarlo con B�low. Una situaci�n similar confront� el zar Nicol�s durante su regreso a San Petersburgo, y el tratado era, como resultado, inv�lido. Pero Guillermo crey� que B�low lo hab�a traicionado, y ese hecho contribuy� al creciente sentimiento de insatisfacci�n hacia el hombre que consider� que ser�a su m�s leal sirviente. En t�rminos muy similares a los de la diplomacia personal en Bj�rk�, sus intentos por evitar una guerra con Rusia por medio de un intercambio de telegramas con Nicol�s II en los �ltimos d�as antes del estallido de la Primera Guerra Mundial no surtieron efecto debido a la realidad pol�tica de las potencias europeas. Sus intentos por atraer a Rusia estaban seriamente fuera de lugar a causa de la existencia de sus compromisos con Austria-Hungr�a. En caballerosa fidelidad a la alianza con Austria, Guillermo inform� al emperador austriaco Francisco Jos� en 1889 que el d�a de la movilizaci�n austroh�ngara ser�a tambi�n el d�a de la movilizaci�n alemana. En caso de darse esta movilizaci�n austriaca, era m�s probable que se diera en contra de Rusia, por tanto, una pol�tica de alianza con Rusia y Austria a la vez era imposible.

 

Actualmente, es ampliamente reconocido que los diversos actos espectaculares que Guillermo llev� a cabo en la esfera internacional eran a menudo parcialmente alentadas por la �lite alemana de pol�tica exterior. Hubo un n�mero de excepciones clave, tales como el famoso telegrama Kruger de Transvaal sobre la supresi�n de la redada de Jameson, agravando as� la opini�n p�blica brit�nica. Aunque su impacto total se sinti� a�os despu�s, su discurso del 27 de Julio de 1900, en el que se exhort� a las tropas alemanas que hab�an sido enviadas para calmar la Rebeli�n de los B�xers a emular a los antiguos hunos (hagan que la palabra "Alem�n" sea recordada en China durante mil a�os, de forma que ning�n chino vuelva a atreverse siquiera a mirar mal a un alem�n), es otro ejemplo de su desafortunada inclinaci�n a sus expresiones p�blicas impol�ticas.

 

Probablemente, el error personal m�s da�ino cometido por Guillermo en la esfera de la pol�tica exterior tuvo m�s impacto en Alemania que en el resto del mundo. El asunto del  Daily Telegraph  de 1908 se deriv� de la publicaci�n de ciertas opiniones de Guillermo en una edici�n del diario brit�nico de ese nombre. Guillermo vio esto como una oportunidad para promover sus ideas y puntos de vista en cuanto a la relaci�n diplom�tica entre Alemania y el Reino Unido, pero en su lugar, debido a sus arrebatos emocionales durante la entrevista, Guillermo termin� negando no s�lo a los brit�nicos, sino tambi�n a los rusos, franceses y japoneses, sosteniendo que a los alemanes no les importaban los brit�nicos; que los franceses y los rusos hab�an tratado de instigar a Alemania a intervenir en la Segunda Guerra de los B�er; y que el desarrollo naval alem�n estaba enfocado a frenar a los japoneses, no a los brit�nicos. El efecto en Alemania fue bastante masivo, con serias llamadas para su abdicaci�n mencionadas en la prensa. Comprensiblemente, Guillermo mantuvo un perfil muy bajo luego del fiasco del  Daily Telegraph, y posteriormente concret� su venganza forzando la renuncia del pr�ncipe von B�low, quien hab�a abandonado el Emperador a la cr�tica p�blica asumiendo p�blicamente cierta responsabilidad por no haber editado la transcripci�n de la entrevista antes de su publicaci�n.

 

La crisis del  Daily Telegraph  hiri� profundamente la previamente da�ada autoconfianza de Guillermo, tanto que pronto sufri� de depresi�n cl�nica severa, de la cual nunca se recuper� realmente. A patir de ese momento perdi� mucha de la influencia que con anterioridad hab�a ejercido en t�rminos de pol�tica exterior y dom�stica.

En algunos casos, los errores diplom�ticos de Guillermo II eran parte de una pol�tica de m�s alcance emanada de la �lite gobernante alemana. Una de tales acciones deton� la Primera Crisis de Marruecos en 1906, cuando Guillermo fue persuadido (muy en contra de sus deseos) a realizar una espectacular visita a Marruecos. Su presencia fue vista como una aserci�n de los intereses alemanes en Marruecos, e incluso hizo ciertas afirmaciones a favor de la independencia de Marruecos en un discurso. Esto lo condujo a una cierta fricci�n con Francia, que ten�a intereses coloniales en ese pa�s. Sin embargo, nada de lo que Guillermo II hizo en el �mbito internacional tuvo m�s influencia que su decisi�n de llevar a cabo una pol�tica de construcci�n naval masiva.

 

Expansi�n naval

 

Una armada poderosa era el principal proyecto de Guillermo. Hab�a heredado de su madre el amor por la Royal Navy brit�nica (la m�s poderosa del mundo) y cierta vez confes� a su t�o Eduardo VII que su sue�o era tener una flota propia alg�n d�a, como los brit�nicos. Guillermo se sent�a frustrado debido a que la flota alemana era escasa en comparaci�n con la flota brit�nica, as� como por su incapacidad de ejercer una influencia alemana en Sud�frica. Luego del esc�ndalo del telegrama Kruger, Guillermo comenz� a emprender acciones para iniciar la construcci�n de una flota que pudiera rivalizar con la de sus primos brit�nicos. Guillermo tuvo la fortuna de llamar a su servicio al din�mico oficial naval Alfred von Tirpitz, a quien design� comandante general de la Oficina Naval del Reich en 1897.

 

El nuevo almirante hab�a concebido lo que m�s tarde fue conocido como el plan Tirpitz, por medio del cual Alemania podr�a forzar a Gran Breta�a a acceder a sus demandas en el �mbito internacional a trav�s de la amenaza de una flota poderosa concentrada en el Mar del Norte. Tirpitz disfrutaba del total apoyo de Guillermo en el apoyo de cuentas navales sucesivas de 1897 y 1900, por medio de las cuales la armada alemana se reforzaba para contender con la armada brit�nica. La expansi�n naval en ese periodo eventualmente caus� en Alemania severas crisis financieras para 1914. Guillermo se enfoc� en la construcci�n de acorazados de gran tama�o.

 

La crisis de Sarajevo y el ultim�tum de Austria-Hungr�a a Serbia

 

Guillermo era un amigo cercano del archiduque Francisco Fernando y estuvo profundamente conmocionado por su asesinato el 28 de junio de 1914 (v�ase Atentado de Sarajevo). Guillermo ofreci� su apoyo a Austria-Hungr�a para desmantelar la organizaci�n secreta que hab�a planeado el asesinato e incluso sancion� el uso de la fuerza por parte de Austria contra la presunta fuente del movimiento: Serbia. Quer�a permanecer en Berl�n hasta que la crisis fuera resuelta, pero su corte lo persuadi� a ir a su crucero anual por el Mar del Norte el 6 de Julio de 1914. Probablemente se sab�a que su presencia ser�a �til para aquellos elementos en el gobierno que deseaban sacar provecho de esta crisis para aumentar el prestigio de Alemania, incluso con el riesgo de una guerra general, algo a lo que Guillermo era extremadamente aprehensivo.

 

Guillermo hizo intentos err�ticos para permanecer informado de la crisis por medio de telegramas, y cuando el ultim�tum austroh�ngaro se entreg� a Serbia, se apresur� a volver a Berl�n. Sin que Guillermo lo supiera, los ministros y generales austroh�ngaros ya hab�an convencido a Francisco Jos�, de 84 a�os, que firmara una declaraci�n de guerra contra Serbia.

 

La Gran Guerra

 

Es dif�cil argumentar que Guillermo buscase activamente desatar la Primera Guerra Mundial. A pesar de que ten�a ambiciones para que el Imperio Alem�n fuera una potencia mundial, nunca fue intenci�n de Guillermo conjurar un conflicto de gran escala para lograr tales fines. A pesar de saber que una guerra mundial era inminente, hizo grandes esfuerzos para preservar la paz, como su correspondencia con Nicol�s II y su interpretaci�n optimista del ultim�tum austroh�ngaro, de que las tropas de esa potencia no ir�an m�s lejos de Belgrado, limitando as� el conflicto. Pero cuando ya era demasiado tarde, para los ansiosos oficiales militares y para la Oficina de Asuntos Exteriores de Alemania fue posible persuadir al Kaiser de que firmara la orden de movilizaci�n. La referencia brit�nica contempor�nea de la Primera Guerra Mundial de ser la Guerra del Kaiser, de la misma manera que la Segunda Guerra Mundial fue llamada la Guerra de Hitler, es vista actualmente como infundada (y hasta cierto punto injusta) al sugerir que Guillermo fuera personalmente culpable de desatar el conflicto. Se dice que al firmar la orden de movilizaci�n, Guillermo exclam�: se arrepentir�n de esto, caballeros.

 

La sombra del Kaiser

 

El papel de �rbitro en los asuntos de pol�tica exterior en tiempos de guerra prob� ser una carga demasiado pesada para Guillermo. A medida que la guerra progresaba, su influencia deca�a e, inevitablemente, su falta de habilidad en materia militar lo condujo a una progresiva dependencia de sus generales, tanto que despu�s de 1916, el Imperio se hab�a convertido en una dictadura militar bajo el control de Paul von Hindenburg y Erich Ludendorff. Alejado de la realidad y del proceso pol�tico de toma de decisiones, Guillermo vacilaba entre el derrotismo y los sue�os de victoria, dependiendo de la fortuna de "sus" ej�rcitos. Continu� siendo una �til figura, viajaba por las l�neas del frente, repart�a medallas y daba alentadores discursos.

 

No obstante, Guillermo segu�a teniendo la m�xima autoridad en materia de designaciones pol�ticas, y s�lo con su consentimiento se pod�an hacer cambios importantes en el Alto Mando. Guillermo estaba a favor del despido de Helmut von Moltke en 1915 y de su reemplazo por Erich von Falkenhayn. Similarmente, Guillermo fue instrumento de la pol�tica de inactividad adoptada por la Flota de Alta Mar alemana luego de la batalla de Jutlandia en 1916. De la misma forma, en gran medida se debe a su sentido de sufrimiento que Guillermo haya tratado de tomar un papel predominante en la crisis de 1918. Se dio cuenta de la necesidad de un armisticio y no consideraba que Alemania deber�a desangrarse por una causa perdida.

 

Abdicaci�n y huida

 

Guillermo se encontraba en el cuartel general del Ej�rcito Imperial en Spa (B�lgica) a finales de 1918. El mot�n de Wilhelmshaven, surgido en la Kaiserliche Marine (marina imperial alemana) lo conmocion� profundamente. Luego del estallido de la Revoluci�n Alemana, Guillermo no pod�a decidirse acerca de si abdicar o no. Hasta ese punto, confiaba que incluso si era obligado a abandonar el trono alem�n, a�n tendr�a el control sobre el reino de Prusia, manteniendo su t�tulo. La irrealidad de esto fue revelada cuando, con el fin de preservar alguna forma de gobierno en tiempos de anarqu�a, la abdicaci�n de Guillermo como Emperador de Alemania y como rey de Prusia fue anunciada por el Canciller, el pr�ncipe Max von Baden, el 9 de noviembre de 1918. De hecho, el mismo von Baden fue obligado a renunciar m�s tarde ese mismo d�a, cuando qued� claro que s�lo Friedrich Ebert, l�der del SPD, podr�a ejercer un control efectivo.

 

Guillermo acept� la abdicaci�n s�lo despu�s de que Ludendorff fuera reemplazado por el general Wilhelm Groener. �ste �ltimo le inform� que el ej�rcito se retirar�a bajo las �rdenes de Hindenburg, pero que no luchar�a para ayudar a Guillermo a recuperar el trono. La monarqu�a hab�a perdido a su �ltimo y m�s fuerte apoyo, y finalmente el mismo Hindenburg (que estaba a favor de la monarqu�a) fue obligado (con cierta verg�enza) a aconsejar al Emperador que presentara su abdicaci�n.

Al d�a siguiente, el ex-emperador Guillermo II cruz� la frontera alemana en tren para su exilio en los Pa�ses Bajos, que se hab�a mantenido neutral durante la guerra. Tras la conclusi�n del Tratado de Versalles en 1919, el art�culo 227 del mismo estipulaba la persecuci�n legal contra Guillermo por haber cometido una ofensa suprema en contra de la moralidad internacional y la santidad de los tratados, pero la Reina Guillermina se rehus� a extraditarlo, a pesar de las apelaciones por parte de los Aliados. El emperador se asent� en Amerongen, y luego se le otorg� un peque�o castillo en la municipalidad de Doorn, el cual fue su hogar por el resto de su vida.

 

Vida en el exilio

 

En 1922, Guillermo public� el primer volumen de sus memorias, un peque�o volumen que, sin embargo, revel� la extraordinaria memoria de Guillermo. En ellas afirmaba Guillermo que no era el culpable de haber desatado la Gran Guerra y defend�a su conducta a lo largo de su reinado, especialmente en materias de pol�tica exterior. Durante los 20 a�os restantes de su vida, el envejecido emperador regularmente entreten�a a sus hu�spedes y se manten�a informado de los acontecimientos. Gran parte de su vida en el exilio pas� cortando madera (un pasatiempo que descubri� desde que lleg� a los Pa�ses Bajos). Parecer�a que su actitud hacia Gran Breta�a y los ingleses finalmente se uni� en este per�odo en un deseo tibio de emular las costumbres inglesas. Se dice que lo primero que Guillermo pidi�, luego de llegar a los Pa�ses Bajos, fue una buena taza de t� brit�nico. No siendo capaz de volver a llamar a su barbero de la corte, y en parte debido a su deseo de disfrazar sus caracter�sticas f�sicas, Guillermo se dej� crecer una barba completa, permitiendo as� que su famoso bigote se inclinara hacia abajo.

 

A principios de la d�cada de 1930, Guillermo aparentemente esperaba que la victoria del Partido nazi estimular�a el inter�s por el resurgimiento de la monarqu�a. Su segunda esposa, Hermine, pidi� activamente al gobierno nazi beneficios para su esposo, pero el desprecio de Adolf Hitler por el hombre que hab�a contribuido a la peor derrota de Alemania, y su propio deseo de poder, evitaron la restauraci�n de Guillermo en la monarqu�a. A pesar de haber recibido a Hermann Goering en Doorn al menos en una ocasi�n, Guillermo desconfiaba de Hitler, pese a que admiraba enormemente el �xito que �ste hab�a logrado en los primeros meses de la Segunda Guerra Mundial, e incluso envi� un telegrama de felicitaciones luego de la ca�da de Par�s en 1940. Sin embargo, tras la invasi�n nazi de los Pa�ses Bajos ese mismo a�o, el anciano Guillermo se retir� completamente de la v�da p�blica.

 

Guillermo II muri� de embolia pulmonar en Doorn (Pa�ses Bajos) el 5 de junio de 1941, con soldados alemanes custodiando las puertas de su residencia. No obstante, se dice que Hitler se disgust� de que el ex-monarca tuviera una guardia de honor de tropas alemanas y al enterarse por poco manda fusilar al general que orden� esto. Guillermo II fue sepultado en un mausoleo en las tierras de Huis Doorn, que desde entonces se han convertido en un lugar de peregrinaje de los mon�rquicos alemanes.

 

Se respetaron los deseos de Guillermo, de que sus restos nunca fueran devueltos a Alemania hasta que se restaurase la monarqu�a, y las autoridades nazis de ocupaci�n permitieron que se realizara un peque�o funeral militar. Pero no se respet� la petici�n de Guillermo, de que la esv�stica y otros s�mbolos nazis no se desplegaran en sus funerales.

 

Familia

 

El 27 de febrero de 1881, Guillermo II, entonces Pr�ncipe de Prusia, se cas� con la princesa Augusta Victoria de Holstein-Sonderburg-Augustenburg (1858-1921), con la que tuvo siete hijos:

 

  • Wilhelm, pr�ncipe heredero de Alemania y Prusia (1882-1951).

  • Eitel Friederich (1883-1942).

  • Adalbert (1884-1948).

  • August Wilhelm (1887-1949).

  • Oskar (1888-1958).

  • Joachim (1890-1920).

  • Victoria Luisa, esposa del pr�ncipe Ernesto Augusto de Hanover (1892-1980).

Despu�s de la muerte de Augusta Victoria, Guillermo II contrajo matrimonio con la princesa Herminia von Schoenaich el 9 de noviembre de 1922. No tuvo descendencia de su segundo matrimonio 

 

Colaboradores de Wikipedia. Guillermo II de Alemania [en l�nea]. Wikipedia, La enciclopedia libre, 2007 [fecha de consulta: 27 de diciembre del 2007]. Disponible en <http://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Guillermo_II_de_Alemania&oldid=13874565>.

 

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