Guillermo de Inglaterra cumple 40 años como el candidato ideal para seguir la estela de Isabel II | Gente | EL PAÍS
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Guillermo de Inglaterra cumple 40 años como el candidato ideal para seguir la estela de Isabel II

Con la popularidad al alza, el duque de Cambridge intenta definir su papel como segundo en la línea de sucesión al trono bajo el ejemplo de su madre, Diana de Gales, y con el apoyo de la figura más brillante de los Windsor: Kate Middleton

El príncipe Guillermo, duque de Cambridge, durante su visita al King Power Stadium en Leicester, donde él y su esposa rindieron homenaje a quienes perdieron la vida en un accidente de helicóptero en el estadio en 2018.
El príncipe Guillermo, duque de Cambridge, durante su visita al King Power Stadium en Leicester, donde él y su esposa rindieron homenaje a quienes perdieron la vida en un accidente de helicóptero en el estadio en 2018.PAUL ELLIS (AFP)

Cuando Carlos de Inglaterra cumplió 40 años, ya llevaba 30 siendo el príncipe de Gales, y unos cuantos más como heredero al trono del Reino Unido. Su hijo Guillermo cumple 40 este martes con gran parte de los británicos convencidos de ver en él al futuro rey, pero con unos inciertos años por delante —pueden ser muchos— que deberá rellenar con un papel útil para su propia imagen y la de la Corona. Tras un breve ensayo de popularidad compartida con su hermano Enrique —Guillermo, Kate, Enrique y Meghan fueron bautizados como los Fab Four, los Cuatro Fabulosos—, la espantada a Estados Unidos de la pareja obligó al duque de Cambridge a reinventar para sí, para su esposa y para sus tres hijos un papel central mucho menos glamuroso y más del gusto del público medio británico. Guillermo ha tenido la suerte de ser, al contrario de su padre, un hombre más de acción que de reflexión, y se ha servido de la disciplina diaria para forjar una imagen —como la de su abuela, la reina Isabel II— muy del gusto de los monárquicos más convencidos.

Sus estallidos temperamentales, que los tiene, como se pudo ver cuando decidió responder ante las cámaras a las acusaciones de racismo vertidas por su hermano y Meghan Markle contra los miembros de la familia real —”No somos racistas ni de lejos”, espetó a las cámaras con un rostro indignado— han sido notablemente rebajados por la mujer que muchos consideran la verdadera garantía de un futuro tranquilo para los Windsor: la duquesa de Cambridge. “La verdadera esperanza para la monarquía se llama Kate Middleton, que tiene una extraordinaria voluntad y un sentido extremadamente astuto para detectar aquello que le gusta a la opinión pública, y que sospecho que el príncipe Guillermo no posee en el mismo grado”, señalaba a EL PAÍS en una conversación reciente el historiador y exmagistrado del Tribunal Supremo, Jonathan Sumption.

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La pareja ha construido una imagen de estabilidad, y de felicidad en su propia piel y en el papel que les corresponde, que ha cautivado sin excepción a todos los medios británicos: serios y sensacionalistas. Sus tres hijos, Jorge, Carlota y Luis, consiguieron arrebatar al resto de la familia real gran parte del protagonismo durante las ceremonias del Jubileo de Platino que celebraban los 70 años de reinado de Isabel II.

“Guillermo podría haber seguido un camino parecido al de su hermano Enrique, que ha llegado a admitir que necesitó terapia para tratar sus problemas de salud mental”, ha escrito el periodista del Evening Standard Robert Jobson, autor de William At 40: The Making of a Modern Monarch (Guillermo a los 40: La Construcción de un monarca moderno). “Sin embargo, él ha logrado desarrollar una personalidad interior de acero, y una mente muy concentrada, con el apoyo de una mujer muy equilibrada, a la que adora, y que decidió seguir su mismo camino. Al contrario que su hermano, no demuestra tanto sus sentimientos. Al contrario. Es un hombre muy celoso de su privacidad, y plenamente consciente de lo que se espera de él, y de la importancia del papel que tiene asignado”, afirma Jobson.

Aliado de su padre, el príncipe Carlos, con quien ha forjado una alianza profesional en defensa de la institución que se ha convertido en complicidad paternofilial, no le tembló el pulso a la hora de imponer el ostracismo a su tío el príncipe Andrés, un activo tóxico para la casa de Windsor por sus turbias relaciones con el millonario y pedófilo estadounidense, Jeffrey Epstein. Y ha marcado una clara distancia con su hermano Enrique y su esposa Meghan, que comprobaron en carne propia el papel secundario que les correspondía cuando llegaron a Londres para participar en algunos de los eventos del Jubileo.

Guillermo mantuvo sus responsabilidades laborales públicas hasta los 35 años. Después de haber prestado servicio como piloto de rescate en la Real Fuerza Aérea, siguió pilotando helicópteros-ambulancia en la región de East Anglia hasta 2017. Se ha negado a extender en eventos menores su tiempo y presencia en los actos públicos de la monarquía británica —cortar cintas o descubrir placas—, para concentrarse en cuestiones relevantes y que —como logró su madre, Diana, volcada en la lucha contra el sida o contra las minas antipersonas— capten el aprecio de los ciudadanos. La ayuda a las personas sin hogar, las campañas para atender y mejorar la salud mental o, como su padre, la lucha contra el cambio climático y las causas medioambientalistas. Sus premios Earthshot, que dotan cada año con subvenciones de más de 1,2 millones de euros a cinco proyectos de ayuda a la Tierra que abarquen una década, han comenzado a adquirir el mismo prestigio que las becas otorgadas por la fundación del príncipe de Gales, o la de su difunto abuelo, el duque de Edimburgo.

Guillermo, a los 40, no se ha sumergido en las controversias y desafíos intelectuales en los que incurrió a esa edad su padre. Ha elegido la imagen de un hombre familiar y sencillo. Y los británicos parecen preferir esa simplicidad, la misma que ha cultivado durante siete décadas Isabel II. Si ella es la más popular de la familia Windsor de modo constante en los sondeos de la empresa YouGov, el segundo, muy por encima del heredero al trono, es Guillermo de Inglaterra. Si muchos ciudadanos han hecho finalmente las paces con el príncipe Carlos ha sido por la promesa a la vista que, alcanzados ya los 40, supone su hijo.

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