El mundial de Italia 1934 fue el origen de la historia italiana en el fútbol. La escuadra azzurra se coronó campeona del mundo frente a sus aficionados, en el estadio Nacional de Roma y consolidó un estilo de juego que perduraría a través de los años.

En esas canchas empezaría también la leyenda de Giuseppe Meazza, el considerado cuarto mejor jugador de la historia de los mundiales por la FIFA, por detrás de Pelé, Maradona y Franz Beckenbauer y el mejor jugador italiano de todos los tiempos.

Sin embargo, Meazza, con 24 años a cuestas, necesitaba de un título de esa envergadura ser considerado entre los mejores.

A pesar de marcar tan solo dos goles, Giuseppe Meazza fue pieza importante de la escuadra campeona del mundo, así lo afirmó su propio técnico Vittorio Pozzo: “Tenerle en tu equipo significaba empezar un partido ganando por 1-0. Era el atacante nato por excelencia. Leía el juego, comprendía las situaciones, y hacía funcionar a la totalidad del ataque con una concepción del juego siempre basada en la técnica”.

Tras su muerte, en 1979, el Inter de Milán, decidió rebautizar el estadio San Siro con su nombre, Giuseppe Meazza, nombre con el que se le conoce al estadio cuando juega el equipo neroazzurro.