Leopardi, poeta infinito:
Dos siglos de influencia en la cultura española
Bruno Martínez García
NIA: 192787
Tutor: José María Micó
2019-2020
Facultat d’Humanitats
Universitat Pompeu Fabra
Índice
Introducción .................................................................................................................2
Leopardi sobre España .................................................................................................3
España sobre Leopardi .................................................................................................5
1855 - 1898 ..................................................................................................................6
1898 ........................................................................................................................... 12
El Leopardi de 1898 ...................................................................................................14
a) Lectura religiosa: ............................................................................................. 14
b)
Interés biográfico: .......................................................................................... 15
c)
Filosofía derivada de su condición física:....................................................... 15
1900 - 1998 ................................................................................................................ 16
1998 ........................................................................................................................... 18
El Leopardi de 1998 ...................................................................................................23
a) Masificación .................................................................................................... 23
b)
Influencia leopardiana ..................................................................................... 24
c)
Nietzsche......................................................................................................... 25
Análisis comparativo ................................................................................................. 26
a) Título: “Lo infinito” vs “El infinito” ............................................................... 27
b)
“Reposo” vs “Quietudes” ................................................................................ 29
c) “Corazón cobarde” vs “pecho se estremece” ................................................... 30
d)
La edad presente ........................................................................................... 31
Conclusiones .............................................................................................................. 34
Anexo:........................................................................................................................ 38
Referencias bibliográficas........................................................................................... 40
1
“per tradur poesia vi vuole un’anima grande e
poetica e mille e mille altre cose” 1
Introducción
Francesco Puccinotti recibió en 1826 una carta procedente de Bolonia en la que se podía
leer lo siguiente: “un poeta (…) se pur diventasse famoso nella sua nazione, a gran pena
sarebbe noto al resto dell’Europa”. Y, de hecho, no suficiente con la sentencia ya
realizada, proseguía así el emisor de la epístola: “perchè la perfetta poesía non è
possibile trasporrsi nelle lingue straniere” (Leopardi & Viani, 1860, 336).
Irónicamente, cuando se habla hoy en día de la poesía italiana y de aquella que posee
un mayor número de versiones, traducciones e interpretaciones a escala mundial,
parece incuestionable detenerse en el personaje que enunció tales palabras: Giacomo
Leopardi (1798 – 1837), poeta nacido en la localidad de Recanati, de la provincia
italiana de Macerata.
Sin embargo, si bien el reconocimiento de su obra parece hoy indudable, es cierto que
su literatura ha sufrido una acogida lenta y progresiva. En lo que respecta a la recepción
de su literatura estando el poeta en vida, el prólogo de la traducción llevada a cabo por
Muñiz (1998) ilustra que “pocos fueron, aunque prestigiosos, los que supieron valorar
aquella figura naciente” (p. 23). Considera, además, que los principales motivos de tal
dificultad fueron, por un lado, su originalidad y, por otro, su materialismo pesimista,
“que le había costado el odio de la Iglesia” (p. 25).
También estudios como el llevado a cabo por Piñeyro (1885) aseguran que, pese a un
cierto éxito experimentado ya en vida, este no logró ser la figura que representará
decenas y siglos después de su muerte. El español en su estudio, de hecho, habla de un
Leopardi extremamente relacionado a la soledad, concebida más allá de la reclusión en
Recanati, en lo referente a la acogida, el éxito y la repercusión de su obra. Asegura que
su literatura gozó de una “escasa y reducidísima” acogida y que, sin embargo, fue más
tarde cuando logró consolidarse como uno de los poetas más importantes de la
1
Carta de a Pietro Giorndani de 1817 en Leopardi & Storchi, 2018.
2
Literatura Universal; hasta, precisamente, llegar a una situación como la actual en la
que es “tenido ya y apreciado en su alto y legítimo valor” (p. 140).
Prueba de este cambio de escenario, póstumo, es la recepción de la literatura
leopardiana más allá de las fronteras itálicas, la dinámica expansiva que décadas más
tarde sufre su obra. De cara a este estudio el terreno concreto que interesa es el de la
relación entre Leopardi y la cultura española. A modo de abordar la cuestión de manera
ordenada, se hará mención de las diversas fases de su acogida en España, tomando,
además, como focos analíticos concretos los dos centenarios de su nacimiento. La
evidencia de las respectivas diferencias entre ambas fechas permitirá, a su vez, mostrar
la evolución que presenta en nuestro país esta literatura leopardiana.
Por último, una vez extraídas conclusiones acerca de la progresión interpretativa del
poeta italiano de un centenario al otro, se tratará de evidenciar estas a través del análisis
de algunas de sus traducciones más importantes. A la hora de escoger el poema sobre
el que trabajar se ha optado por tratar el texto con mayor repercusión tanto en territorio
español como a escala mundial y que, por tanto, contempla una mayor variedad de
traducciones: es el caso del poema del “Infinito”, compuesto por el italiano entre los
años 1818 y 1819 y publicado siete años más tarde en su obra Idili.
Leopardi sobre España
Pese a que parece evidente, a la hora de determinar cuál fue el primer contacto entre la
cultura española y Leopardi, no hay otra respuesta que el momento en que el italiano
dedicó su atención a la Península. Son muchos los estudios que se dedican a observar
qué opinión o intereses suscitaron en Leopardi el territorio español; trabajo, por
ejemplo, como el llevado a cabo por Mastrangelo Latini (1999), de la Università di
Macerata, donde se propone demostrar que la mayor parte de la curiosidad del italiano
residió en análisis filológicos acerca de las similitudes entre ambas lenguas, la española
y la suya propia.
A través de diversos estudios posteriores, además, se ha considerado que todo su interés
parte fundamentalmente de la admiración que éste sintió por la literatura cervantina.
Como observa Bertomeu Masià, el italiano en su obra el Zibaldone dedica fragmentos
3
a los “diversos fenómenos lingüísticos” de la lengua castellana a través de su lectura y
estudio de la obra del complutense:
Leopardi lee a Cervantes en español y conforme va leyendo va anotando los
diversos fenómenos lingüísticos que le llaman la atención: compara diferentes
estructuras, registra diversas influencias de otras lenguas, sobre todo helenismos,
etc. (Bertomeu Masià, 2006, 42)
Todo ello, sin embargo, con el objetivo final de reflexionar acerca de la su proximidad
entre la cultura española y la italiana y la situación decadente de ambas:
No se trata de una reflexión específica sobre la literatura española sino en relación
con la situación de la literatura, la lengua y la filosofía italianas contemporáneas,
pues en su opinión ambas culturas caminan paralelas. Leopardi plantea las formas
de la decadencia […] y también sus causas. (Bertomeu Masià, 2006, 35)
También Banfi (1999) estudia las alusiones del recanatense acerca de España y el
espíritu de sus habitantes a través de un repaso histórico de diversos de los episodios
más importantes ocurridos en la Península. Se detiene especialmente en la relación
hispanofrancesa, en los diversos acontecimientos en los que España se mostró
insurgente a la dominación, estableciendo, a su vez, paralelismos tanto con la conquista
a manos de los romanos como la ocupación morisca; con el fin de hablar acerca del
“valore Spagnuolo antico e moderno” (Zib., 6 de febrero de 1821).
Por otro lado, sin embargo, asegura el propio Banfi que aquello sobre lo que Leopardi
presta más atención es el idioma puesto el hecho de considerarlo el más próximo a la
lengua latina lo convierte, por tanto, en el más útil de cara a su estudio. De este
fenómeno también extrae el italiano un concepto de espíritu español:
Vi è, in questo quasi suo stupore, un elogio verso la lingua spagnuola, ma è dopo
tutto un elogio alla Spagna, che ha saputo mantenere una sua omogeneità e spirito
nazionale, così profondamente spagnuolo, da non lasciarsi affascinare da un
mondo e una cultura così profondamente civili (…). (Banfi, 1999)
A su vez, más tarde, aborda la cuestión Antonio Colinas (2010), quien reafirma
efectivamente que Leopardi era un ferviente lector de Cervantes, “sobre todo entre
1823 y 1824, hizo lecturas en profundidad no sólo del Quijote, sino también de las
4
Novelas ejemplares” (p. 136). El mismo autor, sin embargo, a través de los estudios
realizados por Ramiro Ortiz 2, Francesco Torraca 3, y Alessandro Martinengo 4,
considera que es posible ampliar el catálogo de lecturas españolas añadiendo obras de
Calderón de la Barca, P. Isla, Saavedra Fajardo, Baltasar Gracián, García de
Villanueva, etc.:
Por las citas del Zibaldone sabemos también que el poeta tuvo noticia de otros
autores españoles, o de personajes de los libros de éstos. Así, encontramos entre
ellas las presencias de Isidoro de Sevilla, El Cid, Cristóbal Colón, Fernando el
Católico, Felipe II, Francisco de Rioja, Lope de Vega, Ercilla, el Inca Garcilaso o
Juan de Mariana. (Colinas, 2010, 137)
Todo ello, junto a las características de las anotaciones, las cuales “denotan un perfecto
conocimiento de nuestra lengua” (p. 136), parecen confirmar que, tal y como el mismo
Colinas defiende, recibió el joven Leopardi docencia de P. José Torres, “profesor y
preceptor mexicano” (p. 136), que, no solamente lo instruyó en la lengua si no que lo
acercó a una cultura por la cual profesó una gran devoción, llegando a sentir que “la
lengua española es hermana carnal de la italiana” (p. 137).
España sobre Leopardi
Inversamente, sin embargo, si bien Leopardi es capaz de formular una opinión acerca
de la cultura española, la atención en territorio castellano no se dará hasta el año 1855,
y, por tanto, más de una década después de su fallecimiento, con el estudio a manos de
Juan Valera “Sobre los cantos de Leopardi”. A partir de ese momento, sin embargo, irá
incrementándose la atención por el este:
En fin, no se puede comprender este interés de Giacomo Leopardi por los autores
españoles y por nuestra cultura sin un interés recíproco; es decir, el que, ya desde
el siglo pasado, han sentido los escritores españoles por la propia figura del
romántico italiano. (Colinas, 2010, 137)
2
Ortiz, R. (1924) Leopardi e la Spagna. Bucaresti.
Torraca, F. (1928) Scritti Vari. S. E. Dante Alighieri, Milán.
4
Martinengo, A. (1972) La Spagna e lo spagnolo di Leopardi en Lettere Italiane, XXIV, n.º 2.
3
5
1855 - 1898
Para abordar el primer centenario del nacimiento de Giacomo Leopardi en España es
necesario, en primer lugar, declarar que no es celebrado como tal, y que, por tanto, se
carece de materiales sobre los que trabajar. Sin embargo, a modo de llevar a cabo una
imagen aproximada acerca de la figura y la literatura del poeta en cuestión en 1898 se
realizará un breve análisis de la producción dedicada a este hasta tal fecha. Para ello,
como ya ha sido mencionado, debe tomarse como punto de partida el estudio
considerado hasta día de hoy inaugurador de los estudios leopardianos en territorio
español, Sobre los cantos de Leopardi de Juan Valera de 1855.
Este primer texto divulgativo tiene como objetivo principal tratar de justificar el
pensamiento leopardiano a través de un análisis de las consideradas por el propio
Valera como posibles causas. Para ello, lleva a cabo un continuo paragón entre el deseo
de lo infinito, el hastío y su posición religiosa-espiritual, a los que ve profundamente
interrelacionados, y sobre el que basa todo su razonamiento. Clausura, por último, su
trabajo separando la filosofía propuesta por el italiano en tres fases dependientes entre
sí.
En primer lugar, observa Valera a un joven Leopardi cuyo agudo deseo de lo infinito
no satisfecho lo conduce a una “infinita desesperación de no conseguirlo” (1855, II).
Seguidamente, ello conlleva a un sentimiento de desabastecimiento absoluto, frente al
que el autor propone como remedio la posesión de una fe religiosa con la que poder
combatirlo, y que, sin embargo, Leopardi no posee. Por último, si bien aquello superior
e infinito es inalcanzable para el poeta, aquello que le resta, el mundo y las leyes que
lo rigen, tampoco son capaces de calmar su aborrecimiento, le son insuficientes.
Tras esta primera aparición, aparecerá en 1870 en Revista de España, un estudio a
manos de José Alcalá Galiano, “Poetas líricos del XIX: Leopardi”. Este, lo largo de 48
páginas, lleva a cabo un análisis del poeta manteniendo especial atención en el dolor y
el deseo de alcanzar la muerte motivado por una carencia de fe religiosa. La autoridad
que representará el estudio en cuestión quedará evidenciada cuando, años más tarde, en
la primera antología poética que contemple al italiano, la publicada por Estelrich en
1889, se dirá lo siguiente: “conozco (…) el artículo de D. José Alcalá Galiano, tal vez
lo más serio que en España se ha escrito acerca de Leopardi” (Estelrich, 1889, 518).
6
Es posible observar, por tanto, que en esta primera fase aparecen unas aproximaciones
iniciales que buscan establecer un vínculo entre su pensamiento y el sufrimiento
religioso, centrando especialmente la atención en la carencia de una fe y las
consecuencias a las que conlleva. Sobre esta misma línea, juegan un peso importante
las opiniones del propio Leopardi acerca de las instituciones religiosas y las diversas
ciencias como materiales con los que corroborar tales teorías y con los que reafirmar la
supuesta influencia de la fe cristiana implícita en todo su pensamiento:
Es difongué [...] una interpretació cristiana de les idees leopardianes basada en la
critica d'aquest poeta a les veritats científiques i a l'antropocentrisme i sobretot en
la sinceritat del seu dolor. (Arqués, 1991, 25)
Tras este segundo ejercicio divulgativo acerca del italiano y cambiando ligeramente la
óptica analítica, parece incrementarse el interés por el poeta acortándose, así, la franja
temporal que separa los diversos estudios que van viendo la luz. Ya en 1877, aparecen
las Cartas de Italia de Marcelino Menéndez Pelayo, en la quinta de las cuales el
cántabro dedica parte de su estudio “Letras y literatos italianos" a la figura de Leopardi.
En él se nombra al italiano como máximo exponente de la imitación del ingenio de los
clásicos, tanto por su “forma pura” como por su “armonía clásica” (p. 91). El autor
trabaja especialmente sobre este aspecto, ya que va a considerar que la grandeza de
Leopardi reside en su cercanía formal y estilística a los clásicos más que por la idea,
defendida por la mayor parte de estudiosos, de ser “el lírico de la desesperación y de la
muerte” (p. 32).
Destaca Menéndez Pelayo, por tanto, de la obra del italiano, más allá de los Canti, las
traducciones y comentarios realizados a autores griegos. Considera, a su vez, que la
obra maestra de Leopardi la constituyen los Diálogos, debido al logro de sus numerosos
ecos clásicos, tanto por su ironía como por su “perfección platónica” (p. 92). Respecto
a la melancolía y la desesperación de sus palabras, sin embargo, si bien las define como
rasgos extremadamente modernos, las justifica con su frágil condición física. Alega, de
hecho, a modo de conclusión, que la presencia de tales estados de ánimo en la obra y
el pensamiento de Leopardi “debe considerarse como una verdadera enfermedad” (p.
91).
7
Unos meses más tarde, en enero de 1878 aparece en España la traducción del francés
de un estudio realizado por Erasmo Caro, a manos de Palacio Valdés, que recibe el
título de “El pesimismo en el S.XIX. Un precursor de Schopenhauer”; el cual
posteriormente, pasará a publicarse en formato de libro bajo el nombre de El Pesimismo
en el Siglo XIX: Leopardi, Schopenhauer, Hartmann. En este, tras un análisis detallado
acerca del concepto «pesimismo», presente según el propio autor en las diferentes
culturas, civilizaciones y filosofías desde el inicio de los tiempos; el estudio del francés
busca interrelacionar la propuesta leopardiana con ciertos rasgos presentes en la
algunas de las corrientes filosóficas alemanas contemporáneas, también consideradas
pesimistas. A modo de demostrarlo, lleva a cabo toda una comparación entre Leopardi,
“el poeta del pesimismo”, del cual emana la “teoría de «l’infelicità»” (p. 34), y el
pensamiento del filósofo germano Eduard von Hartmann.
Según Caro, el pensamiento del italiano consistiría en una renuncia compatible a las
tres vías de la felicidad propuestas por el alemán. En primer lugar, estaría la felicidad
en el propio mundo tal y como es, tanto a través de lo sensitivo y material, como, a su
vez, a través del desarrollo de todo aquello que de él resulta, “el pensamiento, la ciencia,
el arte” (p. 22), etc. En el caso de Leopardi, el rechazo a esta posibilidad de felicidad
vendría dada debido a la renuncia derivada del sentimiento amoroso. A esta le seguiría,
en segundo lugar, la felicidad trascendental, más allá de lo mundano, realizable “en una
vida trascendente después de la muerte” (p. 22); rechazada también por el italiano,
evidentemente, por su ateísmo. Y, por último, aquella que Leopardi negaría con su
pesimismo patriótico: aquella posibilidad derivada según Hartmann, frente al rechazo
de la posibilidad de felicidad tanto en el mundo actual como en el más allá, de un
derivado de ambos:
Se concibe un más allá terrestre, un mundo mejor que el mundo actual, que cada
generación prepara sobre la tierra por sus trabajos y sus fatigas. Se hace el
sacrificio de la felicidad individual para asegurar la llegada de ese nuevo ideal, se
eleva uno al olvido de sí mismo, a la conciencia y a la voluntad colectivas, se goza
con la idea de esa dicha por la cual se trabaja y que otros disfrutarán, lo desea uno
así para sus descendientes, y se embriaga uno con esa idea y con los sacrificios
que reclama. (Caro & Palacio Valdés, 1878, 22)
8
En este mismo año, por otro lado, aparece por primera vez un texto de gran relevancia
en territorio español por ser el primero que no trata al poeta como objeto de estudio
sino como motivo de inspiración. Es el caso de Manuel Reina, quien rememora al
italiano con su poema “Leopardi”, composición que forma parte de su poemario
Cromos y acuarelas. Más adelante, de nuevo, él mismo publicará una nueva
composición, “A Leopardi”, en El jardín de los poetas de 1899. Puede atribuírsele, por
tanto, el mérito de ser el primero en componer en lengua castellana tomando como tema
al poeta italiano, abriéndose, así, tal y como expresa Ladrón de Guevara, “una vía que
tendrá cierto éxito en nuestra literatura: el uso de Leopardi y Recanati como motivos
poéticos”. (2005, 20) De hecho, de nuevo en 1895 aparecerá otra publicación, esta vez
a manos de Antonio Gómez Restrepo, con el título de “En el palacio Leopardi”.
En lo que respecta a las traducciones de su obra, pese a que no serán publicadas en
mayor medida hasta ya entrada la década de los 80, ocupa un rol central Alcalá Galiano,
quien realizó unas traducciones de diversos de los Canti que no vieron la luz hasta
1877, cuando la Revista Contemporánea publicó su traducción de “Il canto notturno”.
Tal y como afirma Tejerina (1999), él mismo lo anunció de manera previa a que estas
vieran la luz: “En 1870, cuando José Alcalá Galiano y Fernández de las Peñas publica
el ensayo sobre Leopardi, declara haber traducido hacía tiempo los poemas del poeta”.
Tomando tal afirmación como cierta, por tanto, debería considerarse a Alcalá Galiano
el primer traductor español del recanatense. Le seguirán, más tarde, las traducciones de
diversas composiciones individuales como las de Federico Baráibar 5 y Manuel de la
Revilla 6 de algunos de sus Diálogos Filosóficos, traducidos también en 1883 por Luis
Cánovas 7.
Más adelante, a modo de introducir la década de los 80 y evidenciar el progresivo
aumento del interés por el poeta de Recanati, aparece como testimonio de todo ello la
carta escrita por Emilia Pardo Bazán en 1880 a Menéndez y Pelayo, la cual, según
5
Leopardi, G. & Baráinar, F. (1878). Diálogo de Malambruno y Farfarello. El Ateneo: Vitoria.
6
Leopardi, G. & Revilla, M. (1878), Copernico: Diálogo humorístico de Giacomo Leopardi. Revista
Contemporánea: Madrid. 17 (sept.-oct.), pp. 326-336.
7
Leopardi, G. & Cánovas, L. (1883) Diálogos filosóficos. Revista de Legislación: Madrid.
9
Tejerina (1999) “sirve de ejemplo para constatar la admiración de una élite intelectual
española por la obra del poeta de Recanati”:
Esas traducciones de Leopardi que me dice V. que ha hecho serán para mí un
acontecimiento. Figúrese V. que Leopardi es quizá uno de los poetas primeros del
mundo, en mi opinión; y que hasta hoy no conozco traducción suya castellana.
Algunas de sus poesías (particularmente la briosa oda á Italia) no puede ser vertida
a nuestro idioma sino por quien tenga como V. singular perfección de forma y
valentía en la rima. ¿Cuales piezas ha traducido V.? Hermosísimas son la Sera del
dì di festa-Le ricordanze, Amore e morte &. ¿Por qué no las traduce V. todas,
todas? Tanto me gustan, que me las sé de memoria la mayor parte. V. podría
ponerles una interesantísima introducción, estudiando, como V. sabe hacerlo, el
fenómeno de que en la mente meridional y clásica de Leopardi haya germinado
primero la sombría concepción pesimista a que dieron cuerpo Hartmann y
Schopenhauer. (Menéndez Pelayo & Revuelta, 1991, 162)
Se inicia, por tanto, una década en la que ya es posible aludir a traducciones y a un
cierto reconocimiento de cara a la obra del poeta recanatense. En el 81 aparece
publicado el artículo de Antonio Ledesma Hernández, “El pesimismo de Leopardi”;
mientras que dos años más tarde se publica el estudio Poetas famosos del siglo XIX, de
Enrique Piñeyro. Este último se propone rechazar la concepción de un pensamiento
leopardiano como una doctrina articulada de manera completa desde un inicio;
proponiendo, por el contrario, una construcción progresiva consecuencia directa de su
propia biografía y los diversos desengaños sufridos a lo largo de su vida.
A raíz de ello, Piñeyro establece tres etapas fundamentales para entender la poesía de
Leopardi: reconoce, en primer lugar, al Leopardi joven, estudioso y apasionado por los
clásicos, a quienes emuló y a quienes dedicó sus primeros escritos. En esta primera fase
Piñeyro hace especial hincapié en la faceta religiosa, y afirma que el poeta adoptó la fe
de sus padres para posteriormente rechazarla de manera completa. Tras este primer
desencanto, asegura que Leopardi tomó como nuevo motivo de inspiración literaria un
amor por su propio país; pertenecerían a esta etapa las tres canciones dedicadas
precisamente a tal patriotismo, “A Italia”, “Sobre el monumento de Dante que se
preparaba en Florencia” y “A Angelo Mai”. Pese al fervor y la intensidad que todo ello
despierta en el poeta, “de pronto cesa enteramente” (p. 151) para dar paso al tercer y
10
último estadio de la evolución leopardiana, aquel dedicado exclusivamente al hastío y
la desesperación.
Es interesante, de cara al texto de Piñeyro, observar el interés que dedica a cuestiones
biográficas como la relación paternofilial entre Giacomo y su padre, el conde Monaldo,
o la relevancia que otorga a los diversos episodios amorosos y amistades. Tal atención
responde a su propuesta acerca de que la filosofía leopardiana, su conocimiento y su
modo de concebir el mundo, jamás deberán ser estudiados o analizados sin su poesía,
sin las particularidades del poeta, y sin contemplar su dimensión subjetiva, sus
fragilidades y sentimientos:
En Leopardi, por el contrario, es tan íntima, tan honda, tan completa esa fusión,
que sentimos a veces en sus versos el desarrollo de su pensamiento juntamente con
la palpitación de su dolor, las meditaciones de su inteligencia en busca de la verdad
confundidas con los lastimeros quejidos de su incesante, su perenne su
sufrimiento. (Piñeyro, 1885, 171)
Por otro lado, de nuevo en lo que respecta a la aparición de diversas de las traducciones
de Leopardi en un volumen, será finalmente en 1889 cuando aparezca la primera
antología que recoja algunas de las composiciones leopardianas traducidas a la lengua
castellana: Juan Luis Estelrich, publica su Antología de poetas líricos italianos
traducidos en verso castellano (1200-1889). En ella se encuentra a un Leopardi que
encabeza el apartado dedicado al siglo.XIX, ya que, tal y como el propio autor expresa
en las anotaciones, “por más que la fecha del nacimiento de Leopardi me obligue a
colocarlo en el siglo anterior, según el criterio adoptado, quiero inaugurar dignamente
la nueva centuria con su glorioso nombre” (Estelrich, 1889, 462).
La antología presenta, por un lado, a modo de introducción, ciertos rasgos generales de
la vida del poeta, un análisis biográfico sintético en el que sitúa Estelrich al italiano “en
el primer puesto de la humanidad como poeta lírico subjetivo” (p. 462). Evidencia su
afirmación presentando, a continuación, algunas traducciones al castellano, al catalán
y al euskera de varios de sus poemas más populares. Acompaña, por último, la
producción leopardiana con algunos de los textos poéticos en territorio español en los
que es perceptible una influencia del recanatense: se encuentran en este último apartado
11
el poema “A Lucía” de Valera, “El ciprés de mi huerto” de Alcover y “Canción a la
luna” de Querol, entre otros tantos.
Por último, continuando sobre la misma línea cronológica y finalizando ya con esta
etapa, en el año 1892 se publica el decimoprimer tomo de los 24 totales del proyecto
lanzado por la Editorial Montaner y Simón entre 1887 y 1899, el Diccionario
Enciclopédico Hispano-Americano de Literatura, Ciencias y Arte. A modo de asimilar
el alcance de esta colección y el impulso que representa para la acogida de Leopardi
ser mencionado en ella, es óptimo observar cómo autores de gran renombre aluden a
esta como referente bibliográfico; Azorín expresa tener “dilección por este
Diccionario”, puesto que “todos los recuerdos de muchacho, de escritor principiante,
están en los lomos severos, austeros, de esos volúmenes” (Vauthier, 2009, 14). De
hecho, el propio Azorín será considerado más tarde como uno de los autores más
influenciados por la literatura leopardiana. En cuanto a la enciclopedia, pese a que la
descripción de Leopardi se reduce a meras cuestiones biográficas, la aparición en un
volumen de tal repercusión será de gran relevancia para la popularidad de Leopardi en
España, el cual llega a 1898 preparado para empezar a consolidarse entre el público
castellano.
1898
Se alcanza, por tanto, el cumplimiento de un primer centenario del nacimiento del poeta
en el que no se contemplan proyectos en conmemoración del italiano; no parece
representar en la cultura española ni entre las editoriales y estudiosos una fecha motivo
de celebración literaria suficiente. Todo ello se debe a que, como se ha venido
observando, desde su primera aparición con Valera en 1855 hasta el cumplimiento de
este primer cien aniversario de su nacimiento, la difusión de su literatura y pensamiento
es limitada.
Un primer factor, innegable respecto al leve impacto de la literatura del recanatense en
territorio español, consiste en el hecho de que, como Piñeyro, mencionaba, no sólo en
territorio español sino de manera globalizada, en vida, el propio poeta goza de una
acogida en grandísima medida menor a la observada décadas más tarde. La literatura
leopardiana deberá esperar, incluso en su propio país, a recibir su atención de manera
12
póstuma. Reflejo de esta lenta gestación será la publicación llevada a cabo décadas
después de su muerte, entre 1898 y 1900, cuando se haga pública en Italia una colección
de diversos escritos personales y filosóficos del propio poeta a manos de Giosué
Carducci con el nombre de Pensieri di varia filosofia e di bella letteratura,
posteriormente conocida como Zibaldone di pensieri.
Es cierto que en España el Zibaldone ha tenido una recepción tardía, pero cabría
precisar que la obra se publicó solo a partir de 1898, es decir más de medio siglo
después de la muerte de Leopardi, y que el interés por ella ha tardado en llegar
también en Italia. (“Entrevista a María de las Nieves Muñiz Muñiz sobre
Leopardi”, 2014)
A su vez, precisamente como declara Muñiz, la tardanza de esta publicación representa
también una ralentización del conocimiento y de los estudios leopardianos. Esta obra
constituye desde su publicación una de las máximas fuentes de referencia, si no la
principal, de cara a estudiar al poeta, por lo que puede considerarse como factor
innegable para que su gran acogida sea posterior a 1898.
Tejerina (1999), por su parte, opta por afirmar que se trata de hechos políticos los que
ralentizan la acogida de Leopardi en España ya que, por el contrario, en el resto de los
países europeos “ya en vida del poeta recanatense, se publican algunas traducciones de
sus poemas y se reseñan sus libros”:
Como se sabe, el primer artículo aparece en 1830 en Ausonia, revista dirigida a los
ingleses residentes en Italia, que se editaba en Pisa. Anon publica aquí la primera
traducción inglesa de varios fragmentos de Le operette morali. Dos años más
tarde, en 1832, Francis Wrengham publica en Liverpool en Winters' Wreath la
primera traducción de «All' Italia» (Quartemaine, 21). En Francia, en 1833,
Charles Didier, en la Revue Encyclopédique (París, LVII, enero, pp. 171-6), reseña
la edición de I Canti, aparecida en Florencia en 1831 en la imprenta de Guglielmo
Piatti. En la misma aparecen las primeras traducciones francesas de algunos
fragmentos de «All'Italia» (vv. 1-12), «Ad Angelo Mai» (vv. 311-38), «Nelle
nozze della sorella Paolina» (vv. 31-45), «Alla Primavera» (Cantavenera, p. 6).
(Tejerina, 1999)
La influencia de aspectos políticos también es sostenida en el estudio de Camps
(2014, 88), quien asegura que previamente al 1855, año de la publicación de
13
Valera, la acogida de Leopardi es mínima, hecho que atribuye directamente a
“los periodos de censura y exilio de los intelectuales liberales románticos, es
decir, 1810-1820 y 1823-1828”.
El Leopardi de 1898
Se concluye, por tanto, un primer centenario de su nacimiento donde el Leopardi
“español”, pese a su limitado público, presenta una serie de lugares comunes e
interpretaciones recurrentes. Debido a ello es posible observar unas tendencias que, en
ocasiones, chocan entre sí, ofreciendo un cierto debate. Se destacarán a continuación
algunas de las constantes e ideas que se encuentran repetidas y debatidas durante esta
primera fase:
a) Lectura religiosa:
A lo largo de las interpretaciones leopardianas se ha observado una gran variedad de
propuestas acerca del perfil que presenta Leopardi. Entre las diversas lecturas que se
ofrecen parece tener cierto predominio la concepción de un personaje estrechamente
ligado a la religión, no precisamente por su devoción sino por su conflicto. Ocupa gran
parte de los estudios el planteamiento acerca de la idea de un pesimismo que deriva
primordialmente del sufrimiento causado su carencia de fe, por su ruptura con Dios, y
por la falta de creencia en algo. Su vacío es considerado desde un inicio, en estudios
como el llevado a cabo por Valera o el de Alcalá Galiano, como una causa directa de
su ateísmo y su conflictividad con la cuestión religiosa.
Si bien es cierto que en todos aquellos estudios que plantean un enfoque biográfico
plantean el abandono de la religiosidad como un factor importante, sin embargo, en
algunos de ellos toda la reflexión girará en torno a esta cuestión, concibiéndolo como
causa primera y última. Sobre esta cuestión, sin embargo, Ladrón de Guevara (2005)
asegura que “el elemento católico, tan presente en la sociedad española de aquel tiempo
(…) no es de extrañar” (p. 16).
14
b) Interés biográfico:
Desde un inicio la propia vida de Leopardi ha sido motivo de gran parte del interés que
este ha despertado. A su vez, a la hora de entender su obra poética parece inevitable no
encontrar referencias a los diferentes episodios biográficos que, o bien él mismo
expone, o bien deja entrever. Por ello en esta primera etapa un gran número de
estudiosos dedican la mayor parte de sus trabajos tanto a dar a conocer la vida del poeta
como a interrelacionarla constantemente con su poesía. Es el caso de Valera, Alcalá
Galiano, Menéndez Pelayo o Piñeyro. Resume el último de ellos la opinión compartida
mayoritariamente acerca de que, precisamente, esta voz en primera persona,
considerada la del propio poeta, es la que da valor a su obra:
Fue el poeta ardiente de su propia filosofía, la amó, la adoró, la cantó con tal
sinceridad de sentimiento, con tal calor de convicción, con tan trágica y dolorosa
verdad que llegó sin esfuerzo, en la región de su vuelo, a la misma altura de poesía
a que han llegado otros cantando las ilusiones más gratas de la vida, acariciando
los impulsos más consoladores del corazón. (Piñeyro, 1885, 167)
c) Filosofía derivada de su condición física:
Sobre esta misma línea se genera un debate (el más grande quizás) acerca de la
definición de su filosofía como un producto derivado de su propia experiencia o si, por
el contrario, este es capaz de superarla. Desde un primer momento un gran número de
estudiosos se aproxima a su biografía para determinar las posibles causas de su
propuesta filosófica. Es el caso de quienes estudian su religiosidad, como también, sin
embargo, el padecimiento derivado de sus debilidades físicas como posible causante.
Sucede, por ejemplo, con Menéndez Pelayo, quien se limita a atribuir la importancia
de Leopardi como traductor e imitador impecable de los clásicos y rechaza su interés
por el pensamiento propuesto por el italiano ya que lo considera producto de su
debilidad fisiológica.
Tal es la tendencia, que unos años más tarde, en 1904, se traduce del francés el trabajo
de Giuseppe Sergi, Sobre Leopardi a la luz de la ciencia, en el cual se lleva a cabo un
estudio del poeta italiano a través de análisis de carácter científico y médico.
15
Encontramos en éste capítulos dedicados a los “artisti degenerati e la loro personalità”,
o a estudios de las condiciones fisio psicológicas de Leopardi y al “origen psicológico
de su pesimismo”. Consiste, principalmente, en la realización de un supuesto cuadro
clínico de la “degenerazione di Leopardi” evidenciando manifestaciones patológicas,
de paranoia y de lipemanía con el fin de encontrar una respuesta médica a su figura y a
su consecuente obra.
Parece, sin embargo, que esta idea no es aprobada unánimemente y es que, si bien es
cierto que la producción de Leopardi parece estar impregnada de referencias a su propia
experiencia, a la hora de llevar a cabo su propuesta filosófica este asegura distanciarse
de ella y rechaza bajo cualquier concepto que derive de su mala condición física. Así
lo recoge el estudio de Caro (1878), determinante para combatir tal enfoque y proponer
otras aproximaciones, presentando para ello la correspondencia del propio Leopardi
con Louis De Sinner en 1832:
Por la pusilanimidad de los hombres que necesitan estar persuadidos del mérito de
la existencia, se han considerado mis opiniones filosóficas como el resultado de
mis sufrimientos personales, y se obstinan las gentes en atribuir a mis
circunstancias materiales lo que sólo se debe a mi entendimiento. Antes de morir,
quiero protestar contra esta invención de la debilidad y de la vulgaridad, y rogar a
mis lectores que traten de destruir mis observaciones y mis razonamientos, pero
que no acusen a mis enfermedades. (Caro & Palacio Valdés, 1878, 21)
1900 - 1998
Se da paso, por tanto, al nuevo siglo donde pronto el aparente aumento de interés
mostrado a finales del siglo XIX se acabará confirmando con un notable incremento de
los estudios académicos, las traducciones, e incluso de las composiciones con
inspiración en Recanati y el propio Leopardi. Con el fin de cumplir el cometido del
trabajo, sin embargo, el repaso que de todo ello se hará se deberá reducir meramente al
catálogo de los diversos títulos que se van publicando, deteniéndose únicamente en
aquellos de mayor repercusión y relevancia.
Uno de los primeros, tanto cronológicamente, 1911, como en trascendencia, es el
extenso estudio llevado a cabo bajo la supervisión de Carmen de Burgos, Giacomo
16
Leopardi – Su vida y sus obras, dividido en dos tomos. Habla de ello Palomo (2018,
84), quien asegura que la principal importancia radica no solo en la amplitud del
estudio, sino en el hecho de publicar “la primera traducción de muchos de sus poemas
y la primera también de una parte de su prosa”. Combinan los tomos toda una serie de
estudios y traducciones de diversos autores e intelectuales:
[…] versiones de Juan Ramón Jiménez –“A la luna” –, varias de Tomás Morales
y de otros poetas amigos de Carmen, que no creo que estén recogidos en las obras
de esos autores, como lo fue La retama en la traducción de Unamuno. (Palomo,
2018, 84)
Precisamente el bilbaíno, más allá de su colaboración en tal proyecto, si bien se estrena
con la traducción de “La Ginestra” en 1899, comienza poco después a ser uno de los
primeros y más frecuentes interesados en la figura del poeta. Publica durante sus años
de vida toda una serie de artículos y menciones relativas a éste hasta el punto de que,
de hecho, tal y como González Martín (1976, 32) asegura, en su libro de 1907 Poesías
“podemos apreciar una «inspiración» directa de la métrica del recanatense”. Años más
tarde, en 1920, publica “Guerra, vida y pensamiento; paz, muerte e idea”, donde simula
un diálogo entre dos interlocutores indefinidos con el fin de describir las principales
propuestas del pensamiento leopardiano, alejándolo de la etiqueta de «pesimista»; y
“Leopardi y el periodismo”, en el mismo año, en el que se encarga de explicar la mala
relación que existió entre el poeta y la prensa.
Se alcanza, sin embargo, la década de los años 20 sin una edición completa de la
traducción de los Canti. Si bien en el mismo 1920 Maristany publica su antología Las
mejores poesías (líricas) de la lengua italiana en la que incluye a Leopardi; no será
hasta 1928, con la publicación de Poesías de G. Leopardi, traducidas en verso por
Miguel Romero Martínez cuando se pueda afirmar que existe una traducción íntegra de
los Canti de Leopardi en territorio español. Tras ella aparecerán numerosas versiones:
al año siguiente Antonio Gómez Restrepo publica Cantos, con una segunda edición en
1941; y en 1945, de nuevo, Miguel Romero Martínez publica los Cantos en un pequeño
volumen de Aguilar titulado Obras.
En lo referente a estudiar la figura y pensamiento de Leopardi, destacan las figuras de
dos poetas, el bañezano Antonio Colinas, por un lado, quien dedicará varias
publicaciones a tal labor: Leopardi en 1974, Poesía y Prosa en 1981 con reedición en
17
el 1997 con el título de Obras; y Hacia el infinito naufragio de 1988. Por otro lado,
Rafael Argullol quien publica en 1986 Leopardi. Infelicidad y titanismo. Destacan
ambos no únicamente como estudiosos sino como traductores, encarnando, así, la
opinión de Leopardi acerca de tal oficio: “per divenire insigne traduttore convenga
prima aver composto ed esser bravo scrittore” (Leopardi & Viani, 1860, 78).
A medida que se aproxima el segundo centenario de su nacimiento, el incremento es
cada vez más evidente; el propio Ladrón de Guevara (2005, 53) asegura que, si bien
1998 es el año concreto en que la producción leopardiana recibe su mayor impulso, ya
la década de los 90 se presenta como años que “son prolíficos en poemas y prosas
dedicadas a Leopardi”. Es representativa de esta consolidación la antología llevada a
cabo por Horacio Armani publicada en 1994 con el título de Poesía italiana
contemporánea, en la cual se toman como punto de partida 6 poemas de Leopardi;
ocupando sus versos, así, un papel protagonista no sólo en la literatura italiana sino en
el interés y popularidad del público español.
Un año más tarde, en el mismo 1997, para concluir con esta segunda etapa, se mantiene
el alto y constante ritmo de publicaciones con La sombra de Leopardi de Andrés
Trapiello, Nocturnos de Recanati de Carlos Clementson o Giacomo Leopardi: la
peregrinación a Loreto de Felipe Benítez Reyes.
1998
Pese a que, como se ha evidenciado, viene observándose una tendencia en aumento y
una consolidación de la literatura de Leopardi y la traducción de sus obras a la lengua
castellana en territorio español, será concretamente con el cumplimiento del
bicentenario de su nacimiento que se producirá lo que es posible considerar como un
verdadero boom.
En primer lugar, si bien el campo de la traducción es aquel espacio en el que todo ello
queda mayormente evidenciado, se debe hablar también de prácticamente un fenómeno
académico: a los estudios que venían dándose ya desde mediados del siglo XIX, se les
añade toda una serie de eventos, conferencias y seminarios dedicados al italiano. Tal
sucede con la Universidad Complutense de Madrid, concretamente su departamento de
18
Filología Italiana, quien lleva a cabo un proyecto conmemorativo a través de su
publicación de Mentre nel mondo si favelli o scriva. Giacomo Leopardi en el II
centenario de su nacimiento (1798-1998).
A su vez, varias fueron las entidades educativas españolas que también se involucraron
en el fenómeno en cuestión a través de la organización de diversos actos y encuentros
conmemorativos, que más tarde se recogieron por escrito. Entre las muchas
instituciones Ladrón de Guevara (2005) menciona a “las Universidades de Barcelona,
Girona, Alicante Sevilla…” (p. 11) como aquellos centros que en 1998 contemplaron
en sus programas de actividades una serie de encuentros y actos relativos a la figura de
Leopardi.
En el caso de las universidades catalanas, dará lugar en marzo de ese año uno de los
encuentros de mayor éxito en territorio español en esta materia a través de la
organización formada por la Universitat de Barcelona, la Universitat Autònoma
también de la misma y la Universitat de Girona, se llevan a cabo los “Atti del convegno
internazionale di Barcellona” junto a diversas instituciones italianas (la Giunta
Nazionale Leopardiana, il Centro Nazionale di Studi Leopardiani y l’Istituto Italiano di
Cultura de Barcelona). Todas las conferencias realizadas terminaron recogidas y
publicadas dos años más tarde por María de las Nieves Muñiz, Francisco Amella y
Francesco Ardolino en su volumen Giacomo Leopardi. Poesia, Pensiero e Ricezione.
La importancia de este evento reside, en primer lugar, en la difusión que se da tanto a
algunas de las traducciones históricas más relevantes, como a otras que, por el
contrario, son inéditas. Se encuentran entre las diversas versiones nombres como
“Sardà, Maseres, Garcés, Carner, Menéndez Pelayo, Unamuno, Juan Ramón Jiménez,
Jorge Guillén, Aldrich, Pla” (Muñiz Muñiz, 1999). A su vez, se desarrollan nuevos
campos de estudio a través de otras secciones: desde aquellas dedicadas a estudios
textuales de su poesía y su pensamiento y al análisis de sus propuestas de teoría poética;
hasta el estudio de la recepción de su obra tanto en Italia como fuera de ella; e incluso
la influencia leopardiana en casos concretos de autores de renombre como Maragall o
Carner.
También por su parte, la universidad de Alicante lleva a cabo un encuentro a finales de
año junto a la Università di Macerata, acto que recibe el nombre de “Relaciones
19
culturales entre Italia y España”, que más tarde dará lugar al volumen homónimo que
recoge las conferencias ofrecidas, a cargo de Ángel L. Prieto de Paula y Juan A. Ríos.
Como se declara en el prólogo del mismo, el encuentro realizado en 1998 toma como
único tema “la figura de Giacomo Leopardi con motivo del segundo centenario de su
nacimiento, haciendo especial hincapié en sus relaciones con España y su literatura”
(Prieto de Paula & Ríos, 1999).
Entre las muchas aportaciones que quedan recogidas destacan los ya mencionados
Luigi Banfi y Mastrangelo Latini, ambos de la Università degli Studi di Macerata,
dedicados a las menciones o referencias al territorio español y su cultura en el
Zibaldone. Encontramos también, de nuevo, a Ladrón de Guevara dedicándose, como
en gran parte de su obra, a encontrar ecos y alusiones en los diversos poetas españoles
tanto a Leopardi como a su lugar de nacimiento, Recanati. O bien estudios como el
realizado por el propio coautor de la memoria del evento, Prieto de Paula, en el cual
pretende demostrar los lugares comunes de la poesía leopardiana, presentes todos ellos
en su poema “La sera del dì di festa”.
Por otro lado, cambiando de óptica, más allá del mundo académico, respecto a las
traducciones realizadas o publicadas en 1998 es posible diferenciar dos extensos
grupos: aquel dedicado a su obra en prosa y el dedicado al verso. Entre las del primer
colectivo este mismo año encontramos publicaciones de todo tipo: desde la traducción
de las Operette morali al catalán a manos de R. Arqués; hasta la traducción íntegra de
los 111 Pensieri de César Palma al castellano; o el Discorso di un italiano intorno alla
poesia romantica por Vera Saura también al castellano.
A este mismo grupo hay que añadir el complejo proyecto tanto por la dificultad de la
labor que se propone como por la divergencia de opiniones que genera: se trata de la
traducción realizada a manos de Assumpta Camps con la colaboración del Centro
Nazionale di Studi Leopardiani, que recibirá el título de Zibaldone dels pensaments.
Tendrá esta publicación un peso especial por ser la primera traducción al catalán de una
selección de fragmentos del original italiano; pese a que, sin embargo, será rebatida por
Muñiz y Badia, quienes, un año más tarde, con su publicación “De Giacomo Leopardi
20
al Cottolengo o el trànsit de la lucidesa a l’estultícia” 8, se dedicarán a analizar los
errores interpretativos y de traducción de esta versión de Camps.
Tal es el interés por la obra leopardiana y más concretamente por su prosa, que aparecen
toda clase de traducciones independientes que no forman necesariamente parte de
volúmenes completos. Es el caso del libro Pensamientos de Agustín Izquierdo, en el
que se lleva a cabo la traducción al castellano de 26 fragmentos dispersos en la
producción del italiano con los que, con el fin de plantear y profundizar acerca del
Leopardi filósofo, complementa su artículo Leopardi (1798-1837). Vivir sin ilusiones.
También Jossep Massot traduce para la Vanguardia otros 16 fragmentos del Zibaldone;
o, de nuevo, Rossend Arqués, quien selecciona 6 fragmentos:
(...) intorno all’impraticabilità della poesia nell’età della tecnica: quattro dallo
Zibaldone (Zib. 2944-46, 3241-42, 4418, 4497), due dall’epistolario (lettera a G.
Melchiorri del 5 marzo 1824; lettera a G. Giordani del 24 luglio 1828). (Muñiz
Muñiz, 1999)
Por otro lado, en lo que respecta a las composiciones leopardianas en verso, el 1998 es
especialmente prolífico en la publicación de numerosas traducciones, de nuevo, tanto
de poemas individuales como de propias antologías. De estas últimas, entre las muchas
que aparecen destacan títulos como la recopilación de 18 de los Canti al castellano
realizada a manos de Sánchez Rosillo, Antología poética, para la editorial valenciana
Pre-Textos; o, por otro lado, pese a haber sido proyectada en México, la traducción
publicada en Granada de Cantos a manos de José Luis Bernal. Se publica también una
recopilación de 21 cantos traducidos al castellano realizada por Luis Martínez Merlo,
todos ellos con su respectiva introducción y reflexión para la editorial Hiperión; y, por
último, la traducción integral de los Canti a manos de María de las Nieves Muñiz, que
se abordará más adelante por su traducción del poema “El Infinito”.
De gran relevancia, pero diversa índole, sin embargo, son las traducciones de, por un
lado, Arizmendi, quien, en lugar de realizar una traducción propia, lleva a cabo una
recopilación de algunas de las mejores traducciones realizadas por personajes como
Busquets, Colinas o Estelrich; por otro lado, la adaptación realizada por Suso Pensado
8
Muñiz Muñiz, M. & Badia, L. (1999) De Giacomo Leopardi al Cottolengo o el trànsit de la lucidesa a
l’estultícia en Revista Els Marges, 65, págs. 85-111.
21
de 20 cantos de la obra de Leopardi a la lengua gallega. Y, por último, pese a que se
lleva a cabo en territorio italiano, es también destacable el proyecto que se realiza en la
Università di Bologna, en el que se dedica un volumen a presentar algunas de las
traducciones de Leopardi a las diferentes lenguas: entre las muchas versiones se
encuentran las castellanas del “Infinito” y “La Ginestra” de Muñiz y las del “Infinito”
y “A sí mismo” de Alejandro Duque Amusco
Precisamente, sobre esta misma línea, es, como se ha venido observando, el poema
concreto del “Infinito” el que presenta dentro de toda esta tendencia una mayor
atención. Este mismo año también se publica la versión de Raffaele Pinto sobre la que
gira su artículo “L’Infinito y el nihilismo positivo de Giacomo Leopardi”; y, a su vez,
aparece la traducción del poema al catalán de Narcís Comadira publicada en El País,
quien corrige la ya publicada de 1985.
Se mantienen, por último, también los artículos y las publicaciones esporádicas
particulares acerca del poeta italiano, las cuales, junto a las antologías, en las que se
expone normalmente una cierta imagen del poeta, son determinantes para concebir qué
imagen se otorga en España a Leopardi en 1998. Entre los muchos trabajos publicados
destaca, por un lado, el de Izquierdo, ya mencionado por sus traducciones del
Zibaldone, con las que acompaña el artículo en cuestión, Leopardi (1798-1837). Vivir
sin ilusiones: Establece el español en este un nexo entre el poeta italiano en su faceta
de filósofo, y la figura de Friedrich Nietzsche. De hecho, esta corriente interpretativa
comenzará a tener especialmente éxito; desde la que, a su vez, este mismo año, Raffaele
Pinto tratará de abordar la modernidad expuesta por el italiano en su poema “El
Infinito”, a la que considera fuertemente ligada a la propuesta nihilista desarrollada
posteriormente: L’Infinito y el nihilismo positivo de Giacomo Leopardi 9.
9
Pinto, R. (1998) L’infinito y el nihilismo positivo de Giacomo Leopardi. Revista de Filosofía, n. 24-25,
1999, p. 93-115
22
El Leopardi de 1998
a) Masificación
Como Muñiz expresa, el 1998 presenta un marco plenamente diferente al encontrado
en 1898. Si bien es cierto que la popularidad de la literatura de Leopardi se debe en
gran parte a que, como considera Muñiz (1981, 152), “en lugar de perder actualidad,
Leopardi la ha ido ganando con el tiempo”; por otro lado, hay ciertos factores que
facilitan el impulso de tal fenómeno. Sin duda para la propia Muñiz el contexto es más
favorable:
D’altra parte, il progressivo affermarsi di un’italianistica universitaria dopo
l’instaurazione della democrazia ha creato le condizioni necessarie per
promuovere convegni di studi impensabili in passato, oltre che per pubblicare
edizioni di ampio ed originale respiro. Certo, i risultati sono stati disuguali:
accanto a lavori seri o quanto meno dignitosi, sono apparsi prodotti improvvisati,
banali e persino deleterei. (Muñiz Muñiz, 1999)
Pero, como se observa, precisamente por ello, también critica Muñiz que una mayor
producción de textos dedicados a la figura de Leopardi, sin embargo, implica
inevitablemente la otra cara de la moneda, en la que la figura del poeta y su literatura
se mezclan entre la opinión pública sin rigor alguno, dando pie a interpretaciones de
toda clase. Prueba de ello es el artículo publicado ese mismo año por Cuadernos
hispanoamericanos: en él se consideran los problemas físicos del italiano como causa
primera de su pesimismo, como motivo principal del dolor que él mismo canta. Se
desarrolla una imagen de un Leopardi carente de éxito en lo personal debido a sus
limitaciones físicas, las cuales le impiden disfrutar de un amor correspondido, a lo cual
se le deben añadir “su patriotismo liberal y su catolicismo”. Como se observa a
continuación, sin embargo, la publicación hace flaco favor a la figura de Leopardi,
colaborando a la creación de una imagen estereotipada sin una base teórica real:
Tuvo del romántico la quejumbre por la impertinencia entre hombre y mundo, pero
no la vivió con la heroica y desafiante belleza de Shelley o Byron […] sino con un
aire de enfermo terminal y un descuido maloliente que lo alejaba de las mujeres
que lo enamoraron con ironía compasiva. (“El Fondo de La Maleta - Giacomo
Leopardi (1798-1837)”, 1998)
23
Se trata, por tanto, de un proceso de popularización con todo lo que ello conlleva, un
ajuste de su literatura a un público más amplio que implica, necesariamente, una
adaptación de esta. Ejemplo de ello son publicaciones como la llevada a cabo por Lluís
Pastor, quien resume la filosofía propuesta por Leopardi en diversos aforismos con el
fin de simplificarla y facilitar el acceso a todo tipo de lectores. Se presenta la propuesta
de Leopardi de manera atractiva y próxima, como muestra el ejemplo de su opinión
acerca de las cuestiones más banales:
Los hombres no se avergüenzan de las injurias que cometen, sino de las que
reciben. Ahora bien, para conseguir que los injuriadores se avergüencen sólo cabe
corresponderles. (Pastor, 1998)
b) Influencia leopardiana
Por otro lado, sin embargo, se mantiene el rigor académico gracias a los diversos
proyectos y encuentros realizados. En este campo, así como en el centenario de 1898
se observó la tendencia extendida por interesarse por cuestiones biográficas del poeta,
empieza en estas décadas a desarrollarse un interés académico, que dará sus mayores
frutos unos años más tarde, acerca de la influencia del italiano en los diversos autores
españoles posteriores. Se empieza a difundir la idea, por tanto, de una literatura
castellana impregnada de ecos leopardianos.
De esta manera, se considera que entre 1898 y 1998 se ha producido una fuerte
asimilación de la obra poética de Leopardi y su pensamiento y la labor que se proponen
los académicos es la de tratar de evidenciarlo. Dedica, así, a este motivo Ladrón de
Guevara (1998) su estudio Leopardi y Recanati como motivo poético en los poetas
españoles, obra en la que no solamente abarca la recepción del italiano a través de sus
traducciones y menciones explícitas, sino, en la que expone composiciones en las que
intuye una influencia directa de los Cantos de Leopardi o incluso en las que encuentra
sutiles reminiscencias a este.
A su vez, gran parte de los proyectos ya mencionados dedican gran parte de su atención
a tal cuestión: en el caso de los ya observados “Atti del convengno internazionale di
Barcellona”, se plantea un apartado de conferencias dedicado exclusivamente a esta
24
temática; Giordano Gramegna trata la presencia de Leopardi en los epistolarios de
escritores como “Miquel Costa i Llobera, Antoni Rubió i Lluch, Josep Carner”;
Ardolino estudia la influencia en Maragall; y Vilella en Josep Pla. También en este
mismo Arqués aborda la cuestión de la influencia de Leopardi “nella letteratura
catalana del Novecento”.
c) Nietzsche
A su vez, pese a que no se trata de un fenómeno exclusivo del territorio español,
también este es partícipe de ello como demuestran Izquierdo 10 y Pinto11; sin embargo,
a finales del siglo
XX
aparece una fuerte tendencia a establecer conexiones entre las
propuestas de Leopardi y del pensador alemán Friedrich Nietzsche. Para comprender
cuáles son los puntos en común más evidentes que suscitan y sugieren su correlación
es fundamental el análisis el realizado por Luigi Capitano en Leopardi e la genealogia
del nichilismo (2009), donde se trabaja acerca de la idea de Leopardi como un
“anticipatore di quel fenomeno che vedrà in Nietzsche il maggiore profeta”.
Entre las muchas posibilidades que se barajan, Capitano destaca la más evidente, la
cuestión de la “nada”, punto central de la filosofía leopardiana. Es oportuno recordar
que Leopardi dedica gran parte de su obra y su filosofía a la sensación de vacuidad del
hombre frente a todo aquello que lo rodea; llegando este, de hecho, a asegurar que el
hombre moderno, por culpa del “impero della ragione” alcanza un desengaño del que
no podrá reponerse. Se encuentra la humanidad frente a "la riduzione a nulla della
grandezza e del valore delle cose” (Capitano, 2009). Desarrolla, así, Leopardi toda un
discurso y una estética alrededor de la idea de la nada fácilmente parangonable a la del
filósofo alemán.
Sobre esta misma línea, también el mismo estudio considera que ambos coinciden en
su lectura acerca de las causas de la pérdida de Dios y sus consecuencias. Declara
Capitano que Leopardi predijo de manera muy hábil el futuro nihilismo que derivaría
10
Izquierdo, A. (1998) Leopardi (1798-1837). Vivir sin ilusiones. Revista de Occidente, n. 209, p. 135141.
Pinto, R. (1998) L’infinito y el nihilismo positivo de Giacomo Leopardi. Revista de Filosofía, n. 24-25,
1999, p. 93-115
11
25
de la conocida revolución copernicana, de la cual también habló Niezsche. Se
encuentran ambos personajes en la percepción de una evolución filosófica,
consecuencia directa del cambio de concepción del mundo. Esta nueva etapa, el proceso
de “deteleologizzazione”, declara Leopardi que va a suponer una mutación enorme para
el hombre de cultura europea: “niente può essere stabile, necesario, universale ed eterno
sulla terra; è insomma perche non vi sono ragioni o modelli assoluti che tutto precipita
nel nulla” (Rigoni, 2013, 107).
Análisis comparativo
Llegados a este punto, se ha llevado a cabo la observación detenida acerca del catálogo
que tanto la figura de Leopardi como su obra han generado en España. Además,
tomando como años de referencia los dos centenarios de su nacimiento, se ha logrado
establecer dos focos temporales con los que lograr un contraste a modo de evidencia de
un proceso evolutivo. Sin embargo, ¿queda plasmado todo ello en las diversas
traducciones de sus versos?
Para tal labor, se tomarán las traducciones de un mismo poema, del “Infinito”. Como
modelo, en primer lugar, de la que se ha establecido como primera fase, aquella que
comprende entre 1855, con la publicación de Valera, y 1898, primer centenario del
nacimiento de Leopardi, se tomará la versión de Juan O’Neille que forma parte de la
antología de Estelrich publicada en 1889. La elección de esta se debe, principalmente,
al hecho de que se trata de la única aparecida a lo largo del siglo XIX y a que se trata de
la primera ocasión en que el poema en cuestión forma parte en territorio español de una
antología de la poesía italiana. A su vez, tratar una traducción realizada en 1889 permite
dar por sentado que su traductor ha tenido tiempo suficiente para impregnarse del
conocimiento previo divulgado por el resto de los estudiosos españoles a lo largo de
tres décadas y, por tanto, ser representativo de ello.
Se trata esta versión de una traducción inédita en la cual, si bien está atribuida a Juan
O’Neille, como el propio Estelrich manifiesta y se excusa:
Por encargo del Sr. O’Neille corregí un concepto de esta traducción que resultaba
obscuro, por lo cual tuve que modificar algunos versos. La delicadeza del Sr.
26
O’Neille me exige que así lo manifieste y yo le complazco gustosamente para que
no se le achaque a él algún yerro. (Estelrich, 1889, 803)
A su vez, es necesario previamente, sin embargo, destacar que las premisas bajo las
que trabaja O’Neille son únicas, ya que al tratarse de la primera traducción publicada
no posee referentes sobre los que comparar o diferir. La ausencia de precedentes
representa una situación extraordinaria que, a su vez, dificulta extremamente la labor,
ya que, como Ladrón de Guevara expresa (1991), “el traductor suele tener en cuenta
las traducciones anteriores, lo que hace que su traducción no sea sólo un acto individual
sino la consecuencia de una evolución cultural”. En el caso concreto de O’Neille, sin
embargo, de manera privilegiada, por carencia de referentes, no se cumplen tales
condiciones.
Por otro lado, la traducción que será tomada como representante del segundo centenario
es la realizada por Muñiz, versión fuertemente consolidada en ámbito castellano tanto
por los reconocimientos obtenidos a raíz del volumen en el que se encuentra, como por
el liderazgo y la implicación de su autora en la mayor parte de los proyectos dedicados
a Leopardi en territorio español. Pese a ello, declara ella misma que se trata, sin
embargo, de un poema que supone un reto: “esta breve composición, tan sencilla, tan
circunscrita, y, sin embargo, tan inabarcable” (Muñiz Muñiz, 1981, 151).
a) Título: “Lo infinito” vs “El infinito”
Consecuencia directa de esta complejidad a la que alude Muñiz es la diversidad que se
da entre las muchas traducciones del poema. De hecho, la variedad entre propuestas se
da ya en el propio título: en el caso concreto de O’Neille, por un lado, opta por atribuir
al sustantivo «infinito» el determinante indefinido «lo», mientras que, por el contrario,
Muñiz lo concretiza con un «el». Respecto a la primera opción, Ladrón de Guevara
(1991, 78) asegura que: “Poco éxito tuvo la traducción con el artículo neutro, ya que
no volvió a ser utilizada”.
Sin embargo, la propia Muñiz parece justificar la posición interpretativa de O’Neille:
27
He aquí el problema: Leopardi atribuye el mismo nombre tanto a los conceptos (el
infinito, la nada) como a los sentimientos que éstos engendran (el sentimiento de
lo infinito, el sentimiento de la nulidad de las cosas). (Muñiz Muñiz, 1981, 165)
Se trata, por tanto, de una divergencia interpretativa acerca de si el objeto del
poema es la reflexión acerca de la idea de infinito y la sensación del poeta
respecto a ella o la manifestación real de este infinito en la materialidad. “Lo
infinito” respondería a aquello que posee una naturaleza infinita, por lo que
Muñiz lo descarta en cuanto considera que Leopardi no concibe una infinitud real,
sino una sensación de ello. Como él mismo declara, “l'anima non vedendo i
confini, riceve l'impressione di una specie d'infinità, e confonde l'indefinito
coll'infinito; non però comprende nè concepisce effettivamente nessuna infinità
(Zib., 3 de enero de 1821):
El infinito no pertenece a las formas de la existencia; es, por tanto, indescriptible.
Sólo las operaciones negativas del pensamiento, que definen lo que no es por
contraste con lo que es (lo invisible por lo visible, el silencio por el ruido, lo
ilimitado por lo limitado) consiguen acercarnos a él. Podemos, en cambio, sentir
la inmensidad, concebir de modo irracional lo que va más allá de las palabras y las
cosas, usando unas y otras como trampolín: el infinito es, pues, la capacidad
imaginativa de alcanzar lo metafísico a través de lo físico; es decir, la esencia
misma de la poesía. (Muñiz Muñiz, 1981, 152)
La idea de «infinito», según Muñiz, en Leopardi no responde, por tanto, a un rasgo de
la naturaleza, del mundo, sino a “la fantasía, generadora de pensamientos vagos e
indefinidos” (p. 152). Se trata de la capacidad del ser humano de trascender la
materialidad de la realidad que, al ser cerrada, concreta, ahoga al poeta; con el fin de
generar una sensación de incoherencia e irracionalidad con la cual creer en algo más
que unas leyes físicas y naturales que rigen la existencia de lo mundano:
Perché chi si fissasse nella considerazione e nel sentimento continuo del nulla
verissimo e certissimo delle cose, in maniera che la successione e varietá degli
oggetti e dei casi non avesse forza di distorlo da questo pensiero, sarebbe pazzo
assolutamente. (Zib., 8 de enero de 1820)
De hecho, como el mismo Leopardi declara, será una constante en su literatura esta
necesidad de sentir lo inconcluso, lo imperfecto, lo indeterminado:
28
Le parole irrevocabile, irremeabile e altre tali, produrranno sempre una sensazione
piacevole (se l'uomo non vi si avvezza troppo), perchè destano un'idea senza limiti,
e non possibile a concepirsi interamente. E però saranno sempre poeticissime: e di
queste tali parole sa far uso, e giovarsi con grandissimo effetto il vero poeta. (Zib.,
20 de agosto de 1821)
Sin embargo, pese a que se impone esta interpretación tomada por Muñiz, entre otros
tantos, volviendo de nuevo al caso de O’Neille, parece justificable su aproximación ya
que tal sería la fuerza imaginativa del poeta que daría pie a la confusión: todo ello toma
tal dimensión que el propio poeta lo experimenta como una realidad más; se trata de
una ficción que el italiano siente tan real que lo evade absolutamente:
(…) el sujeto («il desiderio di piacere» o «il caro immaginar») se identifica con el
objeto (il piacere o l'infinito): el sentimiento se hace objeto de sí mismo anulando
cualquier otra realidad, cualquier otra forma, cualquier otra ilusión. (Muñiz Muñiz,
1981, 165)
b) “Reposo” vs “Quietudes”
Hay otros puntos en los que difieren ambos poemas y que denotan un cambio
perceptivo derivado del contexto. Es, por ejemplo, la traducción de «quiete» del sexto
verso del poema. Por un lado, O’Neille opta por recurrir al sustantivo «reposo»,
mientras que, por el contrario, Muñiz opta por «quietudes».
En el caso del primero de ellos es importante contemplar la constante de todos los
estudios de la primera época, en los que se tiende a hacer hincapié en el tormento del
poeta. Parece eso indicar, por tanto, que el uso del término «reposo» trata de enfatizar
o plantear un supuesto dolor y sufrimiento constante del poeta por el mero hecho de
existir. El «reposo», por tanto, haría referencia a la capacidad de abstraerse del continuo
sufrir, a la capacidad de abandonar por un momento la lucha interna y el padecimiento
físico, tan importante en la lectura del poeta de esa época.
En el contexto de la segunda traducción, sin embargo, si bien es cierto que se sigue
concibiendo al poeta como un ser marcado por el pesimismo, se relaja la concepción
de una angustia biográfica para dar mayor relevancia a la sensibilidad y el intelecto
29
extraordinarios del poeta, motivos de su angustia, pero también de su lucidez. Parece,
por tanto, que en el Leopardi de 1998 hay más que sufrimiento, no se reduce al poeta
como un ser únicamente dolorido. Frente a estas premisas, Muñiz opta por referirse
directamente a unas quietudes externas, a la sensación y las imágenes que el ambiente
que lo rodean le inspiran. Las «quietudes» forman parte de lo exterior y, pese a que
generan una cierta sensación en el poeta, dejan de hacer referencia a la liberación de su
dolor.
A medida que se avanza cronológicamente se desprende la figura del poeta de la idea
de su determinismo biográfico; se hace una lectura de sus reflexiones como
trascendentes de su propia realidad particular, de su propia experiencia concreta para
tratar cuestiones relativas a la humanidad y al mismo cosmos: como es el caso de este
poema, en el que, lejos de describir una situación o un recuerdo personal, trata de
expresar la finitud de lo mundano y la respuesta del hombre consciente de ello frente a
tal.
c) “Corazón cobarde” vs “pecho se estremece”
Sobre la misma línea, sucede algo parecido en el octavo verso, donde también se intuye
esta tendencia diversa en uno u otro periodo. Mientras que la versión original en italiano
dice: «per poco il cor non si spaura», O’Neille opta por traducir «casi tiembla cobarde
el corazón». Parece esta traducción determinar profundamente al poeta en una
naturaleza frágil con el «cobarde (…) corazón», dejando entrever, de nuevo, la
concepción del Leopardi enfermizo y débil. Por el contrario, si bien es cierto que en el
caso de Muñiz el corazón «se estremece», se repite la diferencia interpretativa, ya que
en este segundo caso no implican las palabras escogidas una condición natural temerosa
del corazón del poeta. En la aproximación de Muñiz, no se trata de un rasgo
representativo de este, sino que, por el contrario, alude a un estado temporal,
circunstancial, a una sensación causada en la profundidad del sujeto por la acción que
describe. Es decir, Muñiz concibe que ese pecho se estremece por la potencia e
intensidad del pensamiento de ese momento, sin que su condición natural sea
necesariamente la del miedo.
30
d) La edad presente
Otro lugar en el que es ciertamente llamativo el diferir de ambos poemas es el
decimoquinto verso, donde se hace referencia a la «edad presente». O’Neille le otorga
tres rasgos, «pienso (…) en la época (…) presente viva, agitada, turbulenta»; mientras
que, en lugar de eso, Muñiz opta por un significado totalmente desigual, «pienso (…)
en la edad (…) presente, y viva, y en su voz». Para el análisis de ello, deberá tomarse
como afirmación, en primer lugar, que O’Neille concibe que se refiere Leopardi con
«edad presente» a su contemporaneidad.
Siguiendo este hilo interpretativo, si bien las opiniones del recanatense acerca de su
propia época y sus coetáneos se encuentran en el interior de su obra, se observa una
diferencia de fuentes sobre las que Muñiz puede basar su interpretación respecto a las
de O’Neille. La traductora de 1998 posee algo que el de 1889 no: Lo Zibaldone,
publicado entre 1898 y 1900, clave para comprender qué reflexiones plantea Leopardi
acerca de tales cuestiones.
Se confirma, por tanto, que la versión de la antología de Estelrich, aborda el verso
quince del poema original (e la presente / e viva, e il suon di lei), principalmente, a
través de las consideraciones realizadas por Leopardi en sus poesías. Por tal razón, pese
a que el primer calificativo «viva» parece ser tomado textualmente, al igual que en
Muñiz, O’Neille se permite adjuntar dos nuevos rasgos: «agitada» y «turbulenta».
Tomando las acepciones de la RAE, agitado es aquello “que se desarrolla con mucha
actividad o desasosiego”, mientras que turbulento remite al primero, “dicho de una
acción o situación: Agitada y desordenada”.
Parece que, efectivamente Leopardi hace alusiones a un contexto convulso en poemas
como “All’ Italia”, donde a lo largo de éste el italiano dedica gran parte de sus versos
a comparar un pasado mítico italiano en contraste con la situación actual de su política
y sus gentes. La traducción literal de sus palabras asegura que el ambiente de la Italia
de su época es, efectivamente, desordenado y agitado: hay guerra, «Odo suon d'armi /
E di carri e di voci e di timballi». Italia se encuentra entre dos periodos especialmente
violentos que se suceden, entre unas guerras napoleónicas y un proceso de unificación
cuanto menos complejo. Sobre esta línea, es posible determinar, por tanto, que en las
traducciones más primerizas tiene un gran peso a la hora de interpretar este verso la
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consideración de todo este contexto histórico, bélico y político vivido por el poeta y
que, de hecho, poemas como “All’Italia” tratan de manera textual. El pueblo italiano
es débil, está en guerra, y solo el patriotismo y el compromiso de sus ciudadanos puede
salvarlo: definitivamente, el ambiente parece “turbulento” o “violento”.
Contrariamente, si bien no se rechaza tal concepción patriótica de Leopardi en el resto
de su obra, lo que es evidente es que a medida que se avanza en el tiempo la tendencia
es a reducir la dureza de la traducción de este verso. Prueba de ello son las diferentes
versiones: mientras que en 1911 Morales opta por «violenta»; por el contrario, Colinas
(1974) opta por «y su música»; Busquets (1980) y Rosillo (1982) por «y su sonido»; y
la propia Muñiz, con su traducción literal «y en su voz». Parece, por tanto, conciliarse
en cierta manera Leopardi con su presente. Juegan un papel determinante en este
cambio de perspectiva los materiales brindados por el Zibaldone. En primer lugar,
observando varios de los fragmentos en los que se refiere al abandono de la lucha por
la propia identidad nacional, es posible demostrar que no se refiere a ello como un
problema concreto italiano, sino generalizado, de manera que la conflictividad con la
realidad italiana queda reducida:
E in genere si può dire che la tendenza dello spirito moderno è di ridurre tutto il
mondo una nazione, e tutte le nazioni una sola persona. Non c'è più vestito proprio
di nessun popolo, e le mode in vece d'esser nazionali, sono europee ec.: anche la
lingua oramai divien tutt'una per la gran propagazione del francese (...). (Zib, julio
o agosto de 1817)
Empieza a desarrollarse, por tanto, una imagen de un Leopardi quien no dedica
necesariamente sus alusiones a la contemporaneidad y sus poemas patrióticos a una
denuncia directa hacia sus coetáneos, sino al lamento derivado de la “visión existencial
de la decadencia histórica que afronta el problema de la infelicidad humana” (Leopardi
& Muñiz Muñiz, 1998, 127). Asume Leopardi que para el hombre (universal, no
italiano) las ilusiones del pasado ya no valen, que la voz del presente es diversa, que el
pasado es incompatible.
Con el conocimiento de ello, se empieza, por tanto, a considerar que no se refiere el
italiano, por tanto, con «edad presente» a una realidad histórica concreta del pueblo
italiano, por lo que su interpretación como alusión a la crisis bélica y política de Italia
parece empezar descartarse. Esta idea se sostendrá gracias a que a lo largo del
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Zibaldone mantendrá Leopardi su postura: el concepto de la edad presente parece ir
más allá de las fronteras, trasciende la realidad itálica. No se trata necesariamente de
su propio pueblo, sino que Leopardi es consciente de que la concepción del mundo está
mutando y se lamenta de manera generalizada. No se trata del proceso histórico de
Italia, sino de la creación del hombre moderno, con su nueva “voz”; el hombre
racionalista, el hombre ilustrado:
E però non c'è dubbio che i progressi della ragione e lo spegnimento delle illusioni
producono la barbarie, e un popolo oltremodo illuminato non diventa mica
civilissimo, come sognano i filosofi del nostro tempo (...) E la ragione facendo
naturalmente amici dell'utile proprio, e togliendo le illusioni che ci legano gli uni
agli altri, scioglie assolutamente la società, e inferocisce le persone. (Zib., julio o
agosto de 1817)
Todo ello, sin embargo, si bien es cierto que es determinante para la evolución
interpretativa del poema no tiene ningún peso en el caso de la traducción de Muñiz, quien
rechaza, de nuevo, la opinión acerca de que el poeta italiano aluda a cuestiones o
imágenes concretas. Considera, una vez más, que, lejos de atribuir una percepción y un
juicio personal, o una experiencia biográfica propia, Leopardi alude a la «edad presente»
como meramente una imagen de la contemporaneidad del yo lírico, que puede llegar a
ser superada gracias a la potencia imaginativa del hombre:
Desde la inmutable perspectiva de lo eterno, el péndulo señala rítmicamente los
ciclos temporales: el pasado y el presente, la muerte y la vida; el recorrido se ha
invertido: si antes el viento suscitaba y amplificaba la idea de silencio, ahora la
eternidad y las épocas en ella sepultadas atraen a sí el rumor de la vida presente para
hacerlo resonar, junto a las cosas muertas, como inútil estruendo, como inaudible
sonido que el eterno silencio de los tiempos no capta. (M. Muñiz Muñiz, 1981, 156)
33
Conclusiones
A modo de conclusión, cabe decir, en primer lugar, que, como ha sido evidenciado, el
legado de Giacomo Leopardi en la literatura posterior es enorme. Prueba de todo ello,
como se ha mostrado, es el caso concreto de la literatura española, cuya producción
derivada de la tradición leopardiana toma numerosas formas, dando, a su vez, pie a una
extensa diversidad interpretativa y debate académico. La dinámica de tal recepción,
también evidenciada en los diversos apartados de este estudio, es notablemente
ascendente, partiendo de un primer centenario del nacimiento del poeta en el que son
contadas las publicaciones dedicadas a su obra, hasta llegar a un segundo nacimiento y
una situación actual en la que la literatura leopardiana viene abarcada a través de
proyectos de toda índole.
De cara a este incremento, por tanto, parece también innegable contemplar una evolución
interpretativa de los propios textos, cuyos efectos pueden verse plasmados en los diversos
estudios y traducciones. Efectivamente, en primer lugar, aparece una fuerte tendencia a
la lectura basada en cuestiones biográficas, en el que ocupará especial peso el
padecimiento físico y religioso con el que pronto se relacionará todo su pensamiento. Tal
concepción, inevitablemente, acompañará a su filosofía restándole gran parte de su
validez, acatándola a su perspectiva particular y a la contaminación de sus frustraciones
personales como demuestran ya los dos primeros estudios: Valera (1885) presenta en su
primera mención a Leopardi “el mal estado de su salud”, como causa del hastío y
sufrimiento que darán forma a su pensamiento; y Alcalá Galiano (1870), quien desde un
inicio le atribuye la caracterización de “mártir de todos los dolores físicos”.
Todo ello, sin embargo, posteriormente, si bien no deja jamás de ser un factor
determinante en la concepción de Leopardi, parece reducirse en gran mesura. A medida
que se aproxima el segundo centenario la figura del italiano parece ir desprendiéndose
de aquellas etiquetas y aquellas causas biológicas que le son atribuidas para dar pie a la
concepción de un individuo de extrema sensibilidad e inteligencia. Gracias a ello se
suprime en enorme medida el fatalismo y la exageración de muchos de los tonos del
poeta, quien, como demuestran las aproximaciones a este posteriores, es capaz de
trascender su propio padecimiento personal y cantar los lamentos de la misma raza
humana.
34
Pese a los innumerables factores determinantes en este proceso evolutivo, es cierto que
juega un rol principal y tiene un especial impacto el trabajo realizado por Giosuè
Carducci y su equipo de estudiosos con la publicación con motivo del primer centenario
de su nacimiento de todos aquellos materiales recogidos en el Zibaldone di pensieri.
Camps (2014, 82) considera que la obra en cuestión contribuye, no exclusivamente a
completar la filosofía propuesta por el italiano, sino que, a su vez, es una base
fundamental a la hora de “perfilar el significado de muchos de los poemas”. La
cohesión en toda la obra leopardiana permite que el acceso a su pensamiento y su
propuesta filosófica facilite, también, la traducción de su obra poética.
A su vez, la importancia del acceso a tales escritos es crucial en cuanto al hecho de que
el italiano establece también en las diferentes reflexiones que componen la obra una
especie de poética, declara un modo específico de abordar la filosofía y la poesía que, a
su vez, será clave para la lectura de su propia literatura. Son numerosas las ocasiones en
las que, a raíz de su propia concepción literaria, establece una serie de premisas para la
composición poética que facilitarán, sin lugar a dudas, su posterior interpretación:
L'utile non è il fine della poesia benchè questa possa giovare. E può anche il poeta
mirare espressamente all'utile o ottenerlo (come forse avrà fatto Omero) senza che
però l'utile sia il fine della poesia, come può l'agricoltore servirsi della scure a segar
biade o altro senza che il segare sia il fine della scure. La poesia può esser utile i
ndirettamente, come la scure può segare, ma l'utile non è il suo fine naturale, senza
il quale essa non possa stare, come non può senza il dilettevole, imperocchè il
dilettare è l'ufficio naturale della poesia. (Zib., julio o agosto de de 1817)
Parece, por otro lado, una labor apta para pocos comprender con la mayor fidelidad
posible a qué se refiere Leopardi en sus numerosas imágenes y alusiones teniendo
únicamente como material para ello la propia obra poética y el resto de su producción,
sin apenas reflexiones personales explícitas. ¿Es posible alcanzar a comprender a qué
se refiere este en su poema “Alla Luna” sin que manifieste su autor abiertamente su
curiosidad por el paso del tiempo y su interés por encontrar naturalezas que, superiores
a la condición humana, no estén sometidas a ello? Efectivamente el propio poema
brinda las informaciones suficientes con las que poder abordar tal cuestión, pero
despeja cualquier tipo de duda la posibilidad de relacionarlo con otras reflexiones
(previas o posteriores) realizadas por el poeta. Facilita, por un lado, la labor de su
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traducción y transmisión, y, a su vez, adquieren estos versos para el lector un valor
especial y una mayor magnitud al acercarse a ellos, al comprender exactamente qué
idea encarnan y qué reflexión los origina:
Le qualità essenziali non sono mutate, nè mutabili, dal principio della natura in poi,
in nessuna creatura, bensì le accidentali, e queste per la diversa disposizione delle
essenziali, che partorisce una diversità rilev antissima, e quanto possa esser,
notabile, in quelle cose, che sole naturalmente, possono variare. Questa
proposizione dunque in quest'ultimo senso, sarebbe tanto importante quanto il dire
che il mare, il sole, la luna sono le stesse in tutti i tempi ec. (Zib., 24 de marzo de
1821)
Se abarca, por tanto, con mayor facilidad la poesía leopardiana, tanto para los traductores,
que poseen cada vez un mayor número de informaciones para cada verso, lo que ralentiza
pero enriquece su trabajo; y a su vez, acerca a un público más amplio, se reduce el
elitismo, el intelectualismo de su obra, y se lleva a cabo una lectura de la obra de Leopardi
a cualquier nivel, ya que brinda los materiales necesarios para su comprensión.
En cuanto al propio mérito del poeta, más allá de los evidentes factores contextuales que
favorecen a la difusión de una literatura, es precisamente la capacidad de superación de
su propia experiencia particular, la capacidad de tomar una perspectiva universal, la que
conduce, en primer lugar, a los diversos autores a recurrir a sus versos para poder abarcar
sus propias percepciones. Por este motivo, por esta grandeza, a medida que se asimila y
se comprende en mayor medida su literatura son cada vez más los ecos a Leopardi. Es
precisamente por ello que dará lugar, como se ha observado, a un nuevo foco académico:
el estudio del impacto de Leopardi en toda su literatura posterior e, incluso, en el
pensamiento posterior determinante para Occidente, como es el caso del nihilismo.
Por último, sobre la misma línea, esta capacidad de trascender su propia experiencia lo
conduce, a su vez, a una universalidad que comporta una condición de continua
modernidad: es capaz de producir una obra que difícilmente puede llegar a considerarse
obsoleta, tal y como sucede hoy en día. Son numerosas las menciones a este hecho, lejos
de considerarse un vestigio o una reliquia histórica, el principal motivo por el que sigue
manteniéndose un alto nivel productivo alrededor de su figura es debido a la
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contemporaneidad renovada que es posible apreciar en sus escritos y con la que el lector
del mismo siglo XXI puede aún sentirse identificado:
Ante todo hay que recordar que Giacomo Leopardi es un poeta "colosal", como lo
definió Unamuno; nada tiene, pues, de extraño que se lo reedite de forma regular y
que los amantes de la poesía acudan una y otra vez a sus cantos como se hace con
los grandes autores universales. Pero hay más, y es que, en lugar de perder
actualidad, Leopardi la ha ido ganando con el tiempo. (“Entrevista a María de la
Nieves Muñiz Muñiz sobre Leopardi”, 2014)
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Anexo:
Traducción 1: O’Neille, J. en Estelrich, J. L. (1889). Antología de poetas líricos italianos
traducidos en verso castellano (1200-1889). Escuela Tipográfica Provincial.
Lo infinito
Siempre cara me fue la yerma altura
y esta selva feraz que a trechos cierra
el último horizonte a la mirada.
Aquí sentado, interminable observo
otro espacio tras este; y sobrehumano
silencio y profundísimo reposo
finjo en mi pensamiento, y casi tiembla
cobarde el corazón. Mas cuando el viento
oigo silbar en las vecinas ramas,
aquel silencio y las alternas voces
voy comparando, y en lo eterno pienso,
en la época ya muerta, en la presente
viva, agitada, turbulenta. En esta
inmensidad se ahoga el pensamiento
siéndome en este mar dulce el naufragio.
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Traducción 2: Muñiz Muñiz, M. de las N. en Leopardi, G., & Muñiz Muñiz, M. de las
N. (1998). Cantos. Cátedra.
El infinito
Siempre caro me fue este yermo cerro
y esta espesura, que de tanta parte
del último horizonte el ver impide.
Mas sentado y mirando, interminables
espacios a su extremo, y sobrehumanos
silencios, y hondísimas quietudes
imagino en mi mente; hasta que casi
el pecho se estremece. Y cuando el viento
oigo crujir entre el ramaje, yo ese
infinito silencio a este susurro
voy comparando: y en lo eterno pienso,
y en la edad que ya ha muerto y la presente,
y viva, y en su voz. Así entre esta
inmensidad mi pensamiento anega:
y naufragar en este mar me es dulce.
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