Erwin Rommel: El general alemán que inspiró la leyenda del "Zorro del Desierto" | Archivos de la Historia

Erwin Rommel: El general alemán que inspiró la leyenda del “Zorro del Desierto”

Considerado un héroe nacional para los alemanes, fue el oficial más respetado y temido por el ejército británico en la Segunda Guerra Mundial.

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Bautizado en los convulsionados días de la Segunda Guerra Mundial con el apodo de “El Zorro del desierto”, debido a su astucia para sorprender y atacar a sus enemigos con sorpresivas maniobras y golpes de mano al mando de su temido Afrika Korps, Erwin Rommel (1891-1944), el más famoso mariscal de campo del ejército alemán, es considerado uno de los militares más célebres y legendarios de la historia. “El mérito y el valor del soldado se medirán por sus condiciones físicas, su inteligencia, dinamismo, nervio, obstinación, atrevimiento y estoicismo. El comandante requiere dichas cualidades todavía en mayor medida y al mismo tiempo ser excepcional en dureza, muy devoto de sus hombres y hábil conocedor del terreno y del enemigo”, comentaría el propio Rommel en sus memorias.

Erwin Rommel.

Erwin Rommel.

Rommel nació en el seno de una familia burguesa de clase media en Wurtemberg, Alemania, el 15 de noviembre de 1891. Si bien en su juventud deseaba estudiar ingeniería, ante la oposición de su padre se alistó en el ejército, donde destacó de inmediato por su liderazgo, siendo ascendido al poco tiempo a sargento. Durante su estancia en la Escuela Militar de Danzig conoció a la que sería su única esposa, Lucie Maria Mollin, con la que tuvo a su único hijo, Manfred. Por entonces vivía como un asceta: no fumaba, no bebía y no le interesaba la vida nocturna de la que tanto disfrutaban los demás oficiales.

Tras el estallido de la Primera Guerra Mundial, con el grado de teniente destacó en el frente occidental, concretamente en los Alpes, donde llevó a cabo acciones meritorias durante la batalla de Caporetto (1917) y en la toma de Longarone, ganándose el respeto de sus hombres por estar siempre en la primera línea de combate y por demostrar una gran habilidad para la infiltración y las maniobras sorpresivas.

Condecorado con la Cruz de Hierro de primera clase en 1915, en la batalla de Capotero demostró todo su genio militar cuando sorprendió y capturó a cinco regimientos italianos con una fuerza infinitamente menor. Este sonoro éxito militar le valió recibir la más alta condecoración prusiana, la codiciada Pour le Mérite, y el ascenso a capitán (Hauptmann) en octubre de 1917.

Erwin Rommel en los días de la Primera Guerra Mundial.

Erwin Rommel en los días de la Primera Guerra Mundial.

Tras la derrota final de Alemania y la imposición del Tratado de Versalles, Rommel continuaría sirviendo en el reducido ejército alemán al mando de un batallón. En 1932, siendo instructor en la Academia Militar de Dresde, fue ascendido a Comandante. Al año siguiente el nazismo llegó al poder en Alemania.

El comandante Erwin Rommel conocería al Canciller Adolf Hitler durante el desfile de Pascua de 1935, en una ocasión no precisamente amistosa. Tras enterarse que por seguridad un pelotón de las SS formaría entre el Führer y su batallón, se negó a desfilar, afirmando: “Esto es un insulto. Si el Jefe del Estado no se siente seguro frente a sus propios soldados, no los haré formar”. Al final, las SS no formaron y Hitler acabó felicitando a Rommel y su batallón por su actitud.

Rommel, por entonces, ya era un obsesivo del adiestramiento. Se cuenta que obligaba a su batallón a subir y bajar un monte hasta cuatro veces argumentando una de sus frases favoritas: “el sudor ahorra sangre”.

Rommel publicaría en 1937 “Infanterie Greift An” (“La Infantería Ataca”), libro militar que se convertiría en un manual de lectura obligatoria en varias academias militares de todo el mundo, y que sorprendió gratamente a Hitler, quien se convirtió en uno de sus lectores más devotos. Tras la publicación de este volumen, Rommel fue nombrado comandante en jefe del batallón de escolta del Führer. Por entonces, el comandante suabo aún no era consciente del carácter histérico e irracional de Hitler.

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Tras el inicio de la Segunda Guerra Mundial, Rommel jugaría un papel estelar en la campaña de Francia, al mando de la VII División Acorazada, en la ruptura de las líneas aliadas en el Mosa y la posterior penetración que condujo a la aplastante victoria alemana. Por su rapidez de movimientos y sorpresa que constantemente lograba, hasta el punto de que incluso el Alto Mando Alemán perdió la pista de dónde se encontraba, su unidad blindada sería conocida como “la División Fantasma”.

A lo largo de toda la campaña de Francia, Rommel perfeccionaría y llevaría al extremo la nueva táctica de la Blitzkrieg o “Guerra Relámpago”, distinguiéndose por dirigir a sus hombres siempre desde la primera línea para hacerse una idea en tiempo real de la situación en el frente, asumiendo siempre numerosos riesgos y estando varias veces a punto de morir en combate.

En 1941 el general Rommel sería enviado a Libia con el Afrika Korps para apoyar a los italianos en la guerra del desierto. Tras expulsar a los británicos de Libia, su habilidad se pondría de inmediato de manifiesto al infligirles una derrota tras otra, pese a contar con medios militares muy inferiores. Las columnas acorazadas del Afrika Korps, por entonces, se convertirían en la peor pesadilla de los Aliados sobre las calcinantes arenas del Norte de África.

Nordafrika, Erwin Rommel mit Offizieren

Curiosamente, serían los británicos los que forjarían el llamado “mito de Rommel” y su famoso apodo de “El Zorro del Desierto”. El Primer Ministro Winston Churchill, durante un discurso brindado en el Parlamento inglés, refiriéndose a las recientes derrotas de las fuerzas británicas en el norte de África, reconoció que “nos enfrentamos a un audaz y hábil enemigo y, por qué no decirlo, a un gran general”. En otra ocasión, Churchill manifestaría lo siguiente cuando pensaba en el audaz general alemán : “Rommel, Rommel, Rommel ¿Hay otra cosa más importante que vencerlo?”.

Según los especialistas militares, a nivel táctico Rommel era un líder sin parangón, dotado de lo que los alemanes llamaban “Fingerspitzengefühl”, es decir una intuición táctica natural o la capacidad de “leer” el terreno, tanto a simple vista como mediante un mapa, anticipándose a los planes del adversario y maniobrando a su antojo. El capitán Hartmann, camarada de Rommel en el frente italiano, siempre decía en la división que “el frente está donde esté Rommel”.​

Los subordinados de Rommel, que lo admiraban porque siempre estaba en la línea del frente junto a ellos, tomando directamente el control de las operaciones cuando lo creía necesario, decían que su trato era directo, llano y modesto, detallando todos sus planes de forma metódica, pedagógica y concisa.

Rommel in Afrika II

Rommel manifestaría en sus memorias que “no hay trabajo mejor que el de comandante de compañía. Ganarse la confianza de los hombres exige mucho del mando. Debe tener cuidado y precaución, cuidar de sus hombres, vivir bajo las mismas penalidades y sobre todo imponerse autodisciplina. Pero una vez que tiene su confianza, sus hombres lo seguirán a través de viento y marea”.

Rommel, sobre todo en África, siempre “lideró desde el frente” y, a veces, descubrió que había pasado la noche detrás de las líneas británicas. Se cuenta que en una ocasión se encontró conduciendo en paralelo a una columna británica, a unos cientos de metros de distancia. Como estaba en un vehículo de comando británico capturado, los británicos no se dieron cuenta de la oportunidad que habían perdido para capturar al “Zorro del Desierto”.

Sin embargo, pese a sus grandes éxitos iniciales, escaso de material y combustible, con las fuerzas británicas de Malta interceptando casi todos sus suministros en el mar, Rommel finalmente sería vencido en El Alamein por el VIII Ejército Británico, al mando del general Bernard Montgomery, y hubo de retirarse para no condenar al Afrika Korps a la aniquilación total (los británicos, en esa batalla, gozaron de una amplia superioridad numérica frente a las fuerzas del Eje: 156 mil hombres, 147 tanques y 1.500 aviones frente a 96 mil soldados alemanes e italianos, 80 tanques y 500 aviones).

 

En 1943 Rommel, ya convertido en Mariscal de Campo, se haría cargo de las defensas del Muro del Atlántico en Francia y del grupo de Ejércitos B, por lo que estuvo al mando de las fuerzas encargadas de repeler el desembarco de Normandía en junio de 1944. Por entonces, Rommel, quien nunca había cometido un crimen de guerra, ni siquiera contra los partisanos, se había enterado de la existencia de los campos de concentración y de los asesinatos en masa de los judíos, por lo que ya estaba harto de Hitler. Opinaba, de hecho, que el Führer era un inútil y un loco que había desatado “una guerra estúpida y brutal”.

El 17 de julio de 1944, mientras “El Zorro del Desierto” viajaba solo hacia su cuartel general de la localidad francesa de Roche-Guyon, su vehículo fue ametrallado por dos cazas Spitfire británicos. Rommel salió despedido del coche y la caída lo dejó inconsciente y gravemente herido: sufrió una fractura cuádruple en el cráneo y severos hematomas y heridas en la cara.

Aún convaleciente, sería acusado de haber formado parte de la “Operación Valkiria”, el complot perpetrado el 20 de julio de 1944 para acabar con la vida de Adolf Hitler. Según el almirante Friedrich Ruge, Rommel, enterado de ese intento de asesinato en el hospital mientras estaba convaleciente, le confidenció lo siguiente al enlace naval de su Estado Mayor: “Es una mala manera de resolver las cosas. Ese hombre es la encarnación del demonio. ¿Por qué convertirle en héroe y mártir? Mejor sería dejar que el ejército lo detuviera y lo juzgara. No destruiremos la leyenda de Hitler hasta que el pueblo alemán conozca la verdad”.
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A pesar de que Rommel negó categóricamente estar implicado en la “Operación Valquiria”, el 14 de octubre de 1944 los generales Meisel y Burgdorf se presentaron en su casa con una macabra oferta: o se suicidaba, y era enterrado con todos los honores de un heroico mariscal de campo, o sería detenido, juzgado y condenado a muerte, su familia deshonrada y sus bienes confiscados.

Rommel, puesto contra la espada y la pared, le dijo entonces a su mujer: “Vengo a decirte adiós. Dentro de un cuarto de hora estaré muerto. Sospechan que tomé parte en el complot para asesinar a Hitler. Al parecer, mi nombre estaba en una lista hecha por Goerdeler en la que me consideraban futuro presidente del Reich. […]. Ellos dicen que Von Stülpnagel, Speidel y Von Hofacker me han denunciado. Es el método que emplean siempre. Les he contestado que no creía lo que decían, que tenía que ser mentira. El Führer me da a elegir entre el veneno o ser juzgado por un tribunal popular”.

Una vez tomada su fatal decisión para proteger a su familia, Rommel se despidió de todos, tomó su gorra y su bastón de mariscal y subió al coche donde le esperaban los generales Burgdorf y Maisel. A doscientos metros de la casa de Rommel, Burgdorf ordenó que el coche se detuviera y que sus ocupantes salieran del vehículo, menos él y el mariscal de campo. Minutos después, Burgdorf bajó del automóvil y llamó a sus colegas que, al acercarse, vieron a Rommel encorvado y tendido en el asiento trasero, con la gorra y el bastón de mariscal en el suelo del vehículo, en los últimos momentos de agonía tras haber ingerido una pastilla de cianuro.
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Los jerarcas del Tercer Reich, a sabiendas que Rommel era un héroe nacional, se vieron obligados a disfrazar su muerte, aduciendo que había muerto de un derrame cerebral. Se cuenta que durante su funeral, ocasión en que se le brindaron todos los honores militares debidos, Adolf Hitler fue incapaz de mirar a su viuda y a su hijo.

Hoy, Erwin Rommel, comandante que labró su nombre en combate, llegando incluso a obtener la admiración y el respeto de sus propios adversarios, es considerado uno de los generales más famosos, competentes y elogiados de la Segunda Guerra Mundial. Por lo pronto, fue el único miembro del Tercer Reich que tuvo un museo exclusivamente dedicado a su persona, ubicado en Blaustein, en el estado de Baden-Württemberg, Alemania.

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