El ‘Asesino de Green River’: “Quería matar a tantas prostitutas como pudiera”

El ‘Asesino de Green River’: “Quería matar a tantas prostitutas como pudiera”

Las caras del mal

Una muestra de saliva de Gary Ridgway le delató veinte años después del primer crimen

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El ‘Asesino de Green River’: “Quería matar a tantas prostitutas como pudiera”

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“Maté a tantas mujeres que ya ni podía llevar la cuenta”. Aquella afirmación dejó petrificados a los investigadores que desde hacía casi veinte años intentaban dar caza al denominado ‘Asesino de Green River’. Una muestra de saliva fue determinante para demostrar que aquel hombre menudo, de poco más de metro cincuenta de altura, bigote y apariencia tranquila y apacible, era el asesino en serie que había puesto en jaque a las autoridades norteamericanas durante dos décadas.

Gary Ridgway, ex marine de los Estados Unidos, secuestraba mujeres –principalmente prostitutas- en la Ruta 99 del condado de King (estado de Washington) para agredirlas sexualmente y posteriormente estrangularlas. Una vez muertas, las amontonaba en distintos lugares a donde regresaba para practicar necrofilia. Desde 1982 a 2003 cometió cerca de 50 crímenes.

Una enfermiza obsesión

Gary Leon Ridgway nació el 18 de febrero de 1949 en Salt Lake City (Utah) aunque creció en SeaTac (Washington). Su obsesión por las trabajadoras sexuales le venía desde la infancia. A su padre Thomas no le gustaba nada ver a prostitutas en la carretera que frecuentaba como conductor de autobús. Aquellos comentarios tan despectivos hicieron mella en el pequeño que, con el paso de los años, desarrolló una enfermiza obsesión.

A esto habría que sumarle el carácter autoritario de su madre. Mary Rita maltrataba física y psicológicamente tanto a Gary como a sus dos hermanos. El miedo llegó a tal punto que el pequeño sufría de incontinencia urinaria durante la noche. Aquella rabia y frustración también las reflejó en su comportamiento hacia los animales. A algunos de ellos terminaba por torturarles llegando a encerrar a un gato en el congelador para ver cómo moría o a disparar a pájaros con una pistola de aire comprimido.

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Gary Ridgway, el ‘Asesino de Green River’, de niño

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Si en casa la cosa iba mal, en el colegio aún peor. Con un coeficiente intelectual de 82, Gary era un pésimo estudiante, repetidor y con mala relación con el resto de compañeros. De hecho, con 14 años llegó a intentar apuñalar a un niño de seis porque “deseaba saber qué se siente matando a alguien”. Así se lo explicó a los agentes que le detuvieron. Como también que terminó ahogando a otro con sus piernas mientras se encontraban nadando. Ambos sucesos se conocieron por boca del criminal, pero nunca se pudieron demostrar.

Tras graduarse en la escuela secundaria y previamente a alistarse en la Marina que puso rumbo a Vietnam, Gary se casó con su novia del instituto Claudia Barrows. Un matrimonio que no duró ni un año y al que siguieron dos enlaces más. En 1973 se casó con Marcia Wislow con quien tuvo un hijo, Mathew; y en 1988, con Judith Mawson. Fue con dieciocho años y estando con su primera esposa cuando Gary inició su carrera criminal.

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Gary Ridgway junto a su tercera mujer Judith

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Al termino de su etapa como marine, poco después de divorciarse de Claudia, Gary intentó hacerse agente de policía, pero acabó convirtiéndose en chapista y pintando vehículos en una fábrica de camiones. También se obsesionó con la fe religiosa y se volcó en asistir a la iglesia Pentecostal. Leía la Biblia a todas horas, incluso en el trabajo, y en sus ratos libres recordaba pasajes que le habían emocionado durante los sermones de la parroquia.

Pero aquella devoción mística no evitó unos fuertes impulsos sexuales que rozaban la obstinación. No solo exigía a sus parejas mantener sexo con él varias veces al día, también acudía a menudo a prostitutas para saciar su apetito. Fue en abril de 1982 cuando le arrestaron por primera vez. Había intentado estrangular a una meretriz cerca del aeropuerto.

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Gary Ridgway, el ‘Asesino de Green River’, en su primer arresto en 1982

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Su apariencia afable, menuda –recordemos que medía 1,55 metros y pesaba 70 kilos-, con gafas y bigote, no encajaba en el típico perfil de asesino peligroso. Sus vecinos le recordaban por ser un hombre agradable, a quien veían cortar la leña y cuidar de su jardín, y que llevaba una vida aparentemente normal. Sin embargo, su cara oculta reflejaba un odio exacerbado hacia las mujeres. Una animadversión que desarrolló durante su infancia y que rememoraba cada vez que mataba a una prostituta.

Sus primeros asesinatos los cometió entre 1982 y 1983, fechas en las que la policía empezó a hallar cadáveres de mujeres en distintos parajes. Concretamente cerca del río Green al sur de Seattle. De ahí su apodo de ‘The Green River Killer’ (El asesino de Green River).

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Retrato de dos niñas asesinadas por Ridgway que jamás fueron identificadas

NCMEC

Durante los siguientes años, siguieron apareciendo cuerpos de mujeres violadas y estranguladas en la citada área. El miedo se había instaurado entre las prostitutas de la zona que alertaron a las autoridades de la presencia de un hombre. Era Gary Ridgway que acechaba en busca de una nueva presa.

Tras comprobar que la desaparición de una joven coincidía con una ausencia injustificada en su trabajo, los agentes procedieron a detenerle y a interrogarle. Le tomaron sus huellas y unas muestras de cabello y saliva, le hicieron dos polígrafos –que pasó sin problema alguno- y registraron su domicilio sin éxito alguno. No encontraron nada que le retuviera, así que tuvieron que ponerle en libertad. Corría el año 1987.

A lo largo del río Green

Las mujeres que secuestraba cumplían un mismo requisito: edades comprendidas entre los 15 y 35 años, la mayoría trabajadoras sexuales y a las que vigilaba durante su camino al trabajo. Una vez que se subían al coche, la mayoría de forma voluntaria, entablaba conversación y les mostraba gran interés por aquello que les preocupaba. Una forma de no parecer brusco y de relajar a la ocupante. Porque en el fondo, Gary solo pensaba: “Quiero llevarla en el coche y eventualmente, matarla”. Después, conducía hasta un lugar apartado, las forzaba a mantener relaciones sexuales y terminaba por estrangularlas con el brazo o con algún tipo de soga o hilo de pescar. Para darles muerte también utilizó cuerdas, camisetas o calcetines. Con la estrangulación, siempre por la espalda, evitaba que las víctimas se defendiesen y le dejasen cualquier tipo de herida o señal en el cuerpo.

Una vez muertas, las arrojaba completamente desnudas al desierto y las tapaba con algo de vegetación. Buscaba localizaciones cerca del río Green donde pudiese apilar los cadáveres para ver cómo se iban descomponiendo y mantener, días después, relaciones sexuales con ellos. Gary era necrófilo.

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Víctimas identificadas de Gary Ridgway, el 'Asesino de Green River'

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Los asesinatos se siguieron sucediendo durante años. A veces con más frecuencia, y otras más espaciados en el tiempo. Sobre todo a partir de 1988 y coincidiendo con la época en la que estuvo casado con Judith Mawson. Parece ser que Ridgway sintió menos ganas de matar mientras estuvieron juntos.

Pese a los esfuerzos de los investigadores no conseguían dar con el asesino de Green River. Hasta que el sheriff Dave Reichert -estuvo al mando del caso desde 1982- decidió utilizar en 2001 una tecnología novedosa. Se trataba de la prueba de ADN. El agente estaba convencido que al reexaminar las evidencias recogidas años atrás, darían con el asesino en serie.

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Gary Ridgway, el 'Asesino de Green River', indica a los investigadores el lugar donde hay más víctimas (2003)

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El análisis genético dio un resultado positivo, una correspondencia. El ADN del semen del criminal se encontraba en una de las víctimas y éste pertenecía a un tal Gary Leon Ridgway. Cuando el sheriff revisó la documentación se percató que era el mismo hombre al que habían interrogado e, incluso, registrado su domicilio. Sin más dilación, una patrulla acudió al trabajo del asesino y lo arrestaron.

“Este es uno de los días más importantes de mi carrera y es una gran noticia para toda la ciudad”, declaró el sheriff Reichert después de estar casi veinte años persiguiendo a Ridgway. Era el 30 de noviembre de 2001.

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Gary Ridgway sonríe durante la vista judicial

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Gary fue acusado de los asesinatos de Opal Mills, Marcia Chapman, Carol Christensen y Cynthia Hinds. En las tres primeras víctimas se hallaron restos de semen. En la cuarta, fueron pruebas circunstanciales las que apuntaron a su participación. Respecto a los homicidios de Wendy Coffield, Debra Bonner y Debra Estes, la conexión tenía que ver con restos de pintura, la misma que Ridgway empleaba en su trabajo como chapista.

Ya ante el tribunal en 2003, Gary decidió confesar todos los crímenes y ayudar a localizar al resto de víctimas. Pero todo para conseguir un trato: evitar la pena de muerte. Así, el asesino en serie reconoció 49 crímenes. Su confesión judicial estremeció a los familiares. “El plan era: quería asesinar a tantas mujeres que yo consideraba prostitutas como pudiera”, relató. Aunque muchas de ellas no lo eran en realidad.

Maté a tantas mujeres que ya ni podía llevar la cuenta”

Gary Ridgway‘Asesino de Green River’

Su obsesión por escoger prostitutas venía “porque sabía que podía matar tantas como quisiera sin que me pillaran”. Para Gary, “pocas de ellas se reportarían como desaparecidas”. Por eso veía más fácil o factible secuestrar a mujeres que deambulaban por la carretera.

“Otra parte de mi plan fue el lugar donde coloqué los cuerpos. Les quité la ropa y objetos personales para no dejar evidencia de quienes eran y así resultaría más difícil su identificación”, continuó explicando ante una sala sobrecogida con su testimonio. “Puse la mayor parte de los cuerpos en grupos, como si fueran ‘racimos’. Hice esto porque deseé no perder de vista a todas las mujeres que maté. Tuve el gusto de hacer un gran ‘racimo’ alrededor del condado. Utilicé generalmente una señal para recordarlo. Mi intención fue crear ‘racimos’ nuevos para no volver a los anteriores y ser pillado”, aseguró.

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Los investigadores buscan restos de víctimas de Gary Ridgway (2003)

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De hecho, el serial killer llegó a confirmar que “maté a tantas mujeres que ya ni podía llevar la cuenta”. Cada palabra que salía por su boca horrorizaba aún más a los presentes en el recinto judicial. La frialdad en su relato se confundía con los lloros y los gritos de las familias que habían decidido sentarse entre el público.

Incluso el juez llegó a permitir a algunos familiares y amigos de las víctimas hablar directamente al acusado. Aquel 18 de septiembre de 2003, Gary se topó cara a cara con quienes solo le deseaban la muerte. “Es un animal. Espero que su muerte sea dolorosa y larga”, soltó Vicky Ware. Al igual que otra mujer, Carol, quien espetó: “Él irá al infierno, es allí donde pertenece”.

El perdón

Porque aunque “dices que no te acuerdas de todas las mujeres que mataste”, dijo Michele Andrews, “nosotros sí las recordamos. Tú mismo dijiste que no eran nada para ti pero lo eran todo para nosotros”.

Ante estos mensajes de odio, el homicida se mostró completamente serio e inexpresivo. Parecía que ninguna de aquellas palabras podía quebrarle. Sin embargo, llegó Robert Rule, padre de Linda Jane Rule asesinada el 26 de septiembre de 1983, y Gary no logró aguantar el llanto. “Señor Ridgway hay personas que te odian, yo no”, dijo mirándole fijamente. “Has hecho que sea difícil cumplir con mis creencias; Dios dice que debemos perdonar. Estás perdonado”, concluyó. Aquel acto de indulgencia provocó el llanto de Ridgway y que pidiese perdón por sus actos.

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Gary Ridgway llora tras recibir el perdón del padre de una de sus víctimas (18 diciembre 2003)

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Aunque finalmente Ridgway evitó ser condenado a la pena capital al admitir los crímenes y declararse culpable, el tribunal dictaminó para él 49 sentencias consecutivas de cadena perpetua sin posibilidad alguna de obtener la libertad condicional. Desde entonces, el ‘Asesino de Green River’ se encuentra encarcelado en la Penitenciaría del Estado de Washington.

Siete años después del término del juicio, los investigadores lograron localizar el último cadáver. Pero no fue hasta junio de 2012 cuando los forenses consiguieron identificar a la víctima. Se trataba de Sandra Denise Major. Gracias a la muestra de sangre proporcionada por un primo de la joven, pudieron comunicárselo a la familia y darle sepultura. Por su parte, Ridgway intentó captar notoriedad convocando una rueda de prensa para explicar que no mató a 49 mujeres sino a 80. Los investigadores no siguieron su juego. Sabían que mentía. En realidad habría asesinado supuestamente a cerca de 200.

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