Fernando el Católico -Yo, el Rey-

publicado en: La Corona, La Ley y la Fe, La nueva higuera | 0

Baltasar Gracián y Diego de Saavedra Fajardo se refieren a él, en sus obras de referencia política, como el modelo ideal de valor y prudencia. Su esposa, Isabel de Castilla, llegó a decir de él que había sido “el mejor rey de España”,

 

Fernando II de Aragón y V de Castilla nació en Sos del Rey Católico en 1452, por deseo de su madre, quien residía en Navarra y quiso que su hijo naciera en territorio aragonés.

Al morir su medio hermano, el Príncipe de Viana, Fernando se convirtió en el heredero del reino de Aragón. Junto a su madre, Francisco Vidal de Noya, se encargó de proporcionarle una educación humanista de alto nivel y, al lado de su padre, Juan II, lo aprendió todo sobre la administración de un reino. Desde muy joven, participó en las contiendas con Cataluña en las que tomó parte activa, convirtiéndose en un caballero fuerte, que manejaba bien las armas y al mismo tiempo era prudente y seguro de sí mismo.

Cuando, por deseo de su padre, se casó con la que sería más tarde la reina Isabel I de Castilla, él ya era, además de rey de Sicilia, el futuro rey de Aragón. Pero Fernando era un Trastámara por linaje paterno, su familia era la casa reinante de Castilla, Aragón y Navarra. En su sangre estaba conseguir la unidad peninsular y reforzar la autoridad real diseminada entre la aristocracia. 

El matrimonio se llevó a cabo en Valladolid el 19 de octubre de 1469, a pesar de la oposición del entonces rey de Castilla y hermano de Isabel, Enrique IV; por ello, tuvo que realizarse con ciertas irregularidades en torno a la bula papal, que como parientes necesitaban, y que serían corregidas años más tarde.

Pasadas pocas semanas de la boda, la futura reina Isabel firmó un documento en que otorgaba a su marido los mismos poderes que ella poseía, acto que sería imitado por Fernando, en 1479, al suceder a su padre Juan II, en relación con sus reinos 

 

El rey Fernando el Católico
Boda de Isabel y Fernando en el palacio de Vivero, Valladolid.

 

Al morir Enrique IV, Isabel se proclamó reina de Castilla y, con ello, Fernando accedía al trono como rey consorte. 

Comenzada la guerra de sucesión entre los partidarios de Isabel y los de Juana la Beltraneja, hija de Enrique IV. Fernando tuvo un papel muy destacado en las batallas que se sucedieron, liquidando la guerra a favor de su esposa sin ejercer posteriores represalias contra los nobles a quienes había considerado adversarios, no enemigos.

Prácticamente, todos los linajes castellanos acabaron reconociendo su legitimidad. 

A pesar de que los reinos de Castilla y Aragón se mantuvieron durante todo su reinado como autónomos e independientes, ambos monarcas colaboraron, siempre cómplices, en las tareas de gobierno. Entre ellas, cabe destacar la reconstrucción del poder monárquico que comenzó a ejecutarse durante las Cortes de Toledo de 1480, y cuya principal finalidad fue la de asegurar la paz interior. Para ello, se acometieron reformas de las instituciones castellanas que, en importantes cuestiones, se hicieron de acuerdo al modelo institucional del reino de Aragón.

Con la toma de Granada se empezaría a consolidar la unidad del territorio peninsular, que tras muerte de la reina, quedaría definitivamente configurada mediante la negociación y el acuerdo conseguido por Fernando para la adhesión de Navarra al reino de Castilla. 

El descubrimiento del Nuevo Mundo abrió horizontes sin límites y Fernando,

imbuido del espíritu de Isabel, supo poner las bases de un imperio

que iría abriendo caminos a una concepción universal del mundo.


Pero Fernando fue un rey europeo, en lucha permanente por el dominio cristiano del Mediterráneo, los reinos italianos de Nápoles y Sicilia siempre fueron considerados por él como legítimamente suyos, en  una pugna permanente que tuvo que mantener con Francia. Ese país sería para él un arduo enemigo que nunca pudo vencerle; para ello, primero en Granada, y más tarde en los territorios italianos, contó con el genio militar y el brazo firme de Gonzalo Fernández de Córdoba, forjador de los ejércitos más eficaces que combatieron en Europa durante toda la Era Moderna.

Una vez muerta la reina, Fernando tuvo que dejar la corona de Castilla que poseía como rey consorte 
en las manos de su hija Juana y de su yerno, Felipe el hermoso. 
Pronto volvería a recuperarlo.

 

El rey Fernando el Católico
Encuentro de Fernando el Católico con Felipe el Hermoso

 

 

En el último periodo de su vida, entre las dos regencias del cardenal Cisneros, Fernando, inagotable, consolidó el poder de sus reinos en las plazas mediterráneas de África. América, ya empezaba a ser una fuente inagotable de riquezas y pedía a gritos clarificar el respaldo político, jurídico y humano. Él acometió la difícil tarea de acuerdo con sus propias ideas de poder, no exentas del deseo de obtener el mayor rendimiento a las conquistas que se iban sucediendo, pero impregnadas del matiz humanista de sus creencias religiosas y de los mandatos de Isabel la Católica con los que siempre se mantuvo respetuoso. 

 

Murió en enero de 1516, en el pueblo extremeño de Madrigalejo. Fue enterrado junto a la reina, su primera esposa, Isabel de Castilla, en la catedral de Granada. Su nieto Carlos encargaría su magnífico mausoleo.

 

Continúa: El rey Fernando y las Indias

 

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