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Monarqu�as
El de 1568

La muerte de su esposa, la de su heredero, una rebeli�n y una guerra: Felipe II, cuando los annus horribilis lo eran de verdad

Actualizado
Felipe II, en un �leo realizado en el taller de Tiziano en 1551.
Felipe II, en un �leo realizado en el taller de Tiziano en 1551.GTRES

Es Felipe II uno de los grandes reyes de la Monarqu�a hisp�nica y uno de los mayores estadistas de la Edad Moderna al que, sin embargo, en buena parte del mundo le persigue esa leyenda negra que con tanta eficacia se empez� a difundir contra Espa�a durante su reinado en buena parte de Europa. Se acaba de publicar en Francia una biograf�a m�s de este monarca apasionante, Felipe II - El apogeo del Siglo de Oro espa�ol (Philippe II - L'apog�e du Si�cle d'or espagnol), de Francis Dupau, en la que se incide en aquel 1568, aut�ntico annus horribilis para el llamado rey prudente.

Le pas� de todo entonces al hijo de Carlos I de Espa�a y V de Alemania, y nada bueno: se muri� su �nico hijo var�n, Carlos de Austria, pr�ncipe de Asturias; falleci� su tercera mujer, Isabel de Valois (la �nica por la que al parecer derram� l�grimas); se produjo el levantamiento de los moriscos en las Alpujarras, que tantos quebraderos de cabeza costar�a a la Corona; y estallar�a la revuelta en Flandes que desembocar�a en la Guerra de los Ochenta a�os, una pesadilla para el imperio espa�ol que progresivamente se ir�a descomponiendo.

La p�rdida de la hermosa Isabel de Valois dej� por un tiempo desconsolado al monarca, seg�n sostienen los historiadores. Hija de Enrique II de Francia y Catalina de M�dicis, la casaron con el espa�ol cuando ella apenas contaba 13 a�os y Felipe II ya hab�a soplado 33 velas y enviudado dos veces. A la francesita se la apodar�a Isabel de la Paz, porque ese matrimonio de Estado sirvi� para sellar una importante paz entre Francia y Espa�a de la que tan necesitadas estaban ambas Cortes. Fue Isabel de Valois una reina muy coqueta, seguidora de las modas de su tiempo, gran amante de los perfumes, las joyas y las ropas... y, al parecer, muy poco motivada por el sexo. Felipe II, aunque no se plante� prescindir de sus amantes, lleg� a sentir adoraci�n por su joven consorte, quien lleg� a estar obsesionada con alumbrar un var�n... que nunca dio la cara.

Isabel de Valois, la joven esposa del rey que muri� ese a�o.
Isabel de Valois, la joven esposa del rey que muri� ese a�o.GTRES

Isabel de Valois falleci� en el Palacio Real de Aranjuez el 3 de octubre de 1568, con apenas 23 a�os. El rey, seg�n relatan las cr�nicas, la llor� desconsoladamente durante el funeral. La salud de la reina se hab�a ido debilitando entre otras razones por los sucesivos embarazos y alumbramientos que la dejaban hecha unos zorros. De hecho, el mismo d�a de su muerte dio a luz a una ni�a muy prematura, Juana, que apenas sobrevivi� una hora y media. La reina padec�a una profunda infecci�n interna que los galenos de la Corte no supieron ni diagnosticar ni tratar y que llev� a que en pocas horas se apagara su vida. En los a�os anteriores, hab�a sufrido un aborto de dos ni�as gemelas y hab�a sido madre de las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela.

Los �ltimos meses de Isabel de Valois la mantuvieron casi postrada en cama, con toda clase de dolencias y s�ntomas como hinchaz�n de cabeza, respiraci�n pesada, fuertes dolores de cabeza, orina cargada de arena, v�mitos, etc�tera.

No pudo esperar mucho Felipe II a sustituirla por Ana de Austria. Sobre todo porque, antes de perder a su mujer, el rey hab�a visto c�mo perd�a a su sucesor, Carlos de Austria, el 24 de julio de ese mismo annus horribilis de 1568.

Estamos ante uno de esos curiosos casos en los que la Historia se usa como arma arrojadiza. Porque este Pr�ncipe de Asturias fue un s�dico de narices, un personaje atormentado y de salud enfermiza al que la leyenda negra acab� santificando con tal de esparcir el rumor de que su propio padre, Felipe II, lo hab�a asesinado envenen�ndolo.

Don Carlos, que padec�a severos problemas f�sicos y psicol�gicos, s� fue encerrado por su progenitor unos meses antes de su muerte como castigo por su participaci�n en una conspiraci�n. El pr�ncipe amenaz� con suicidarse desde el principio, por lo que el soberano dio instrucciones para que no le dispensaran ni cuchillos ni tenedores ni otros instrumentos punzantes. El heredero hab�a sido prendido por soldados reales en enero de 1568, acusado de conspirar contra su padre. Parece que Felipe II se enter� de los tejemanejes de su hijo por su hermanastro don Juan de Austria.

El �ltimo encierro

El Pr�ncipe de Asturias fue retenido primero en sus aposentos del Alc�zar Real, en Madrid, y llevado despu�s a la torre que ya hab�a servido como lugar de cautiverio anteriormente para otros hu�spedes tan ilustres como Francisco I de Francia. Al fin, don Carlos fue conducido al castillo de Ar�valo, donde permaneci� encerrado los �ltimos seis meses de su vida. Hizo de todo para quit�rsela. Desde ponerse en huelga de hambre, a intentar el suicidio trag�ndose un anillo con un gran diamante. Al parecer, beb�a cantidades desorbitadas de agua helada, se tumbaba desnudo en el suelo de fr�as baldosas, exig�a a los criados que echaran palas de nieve sobre su cama... Hasta que un d�a ya no despert�.

Felipe II, nacido en Valladolid en 1527, asumi� el trono tras la abdicaci�n de su padre, Carlos I, en 1556. Y hasta 1598 gobern� un imperio vast�simo que estaba integrado por Castilla, los territorios de la Corona de Arag�n, Navarra, el Franco Condado, los Pa�ses Bajos, Sicilia, Cerde�a, Mil�n, N�poles, Or�n, T�nez, Portugal y su imperio afroasi�tico, la Am�rica ya descubierta y Filipinas.

M�s all� de las desdichas familiares, como hemos se�alado en el annus horribilis de 1568 tuvo que hacer frente a dos episodios de car�cter pol�tico especialmente convulsos.

Por un lado, la rebeli�n morisca en las Alpujarras. El papa P�o V llevaba tiempo quej�ndose de que la di�cesis de Granada era la menos cristiana de Europa. Cansado de las amonestaciones que le llegaban de Roma, en 1567 el rey promulg� una pragm�tica que obligaba a los moriscos concentrados en Granada a abandonar su lengua, sus trajes t�picos y otros elementos de su cultura. El malestar se extendi� como la p�lvora, sobre todo cuando las autoridades fueron a�n m�s all� y decidieron obligar a la poblaci�n de origen musulm�n a justificar la propiedad de sus tierras, advirtiendo a quienes no pudieran presentar documentos acreditativos que se ver�an despojados de ellas. En la nochebuena de 1568 se produjo el levantamiento en las Alpujarras y a la Corona le costar�a tres a�os sofocarlo, periodo en el que se produjeron aut�nticas masacres por ambos bandos.

Mayor importancia geoestrat�gica, a la postre, tuvo la revuelta flamenca tras la ejecuci�n de los condes de Egmont y de Horn que dio paso a la llamada Guerra de los Ochenta A�os que finalizar�a en 1648 con el reconocimiento de la independencia de las siete Provincias Unidas, conocidas hoy como Pa�ses Bajos.

Est� claro que hay a�os que uno querr�a ser capaz de arrancarlos del calendario y, en el caso de Felipe II, de la Historia.

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