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Plantilla CRÍMENES (1)
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Federico García Lorca.

Crímenes que cambiaron la historia: episodio 24

Federico García Lorca, el asesinato de un poeta eterno

El poeta y dramaturgo español más celebrado del siglo XX se convirtió en mártir de la causa republicana y símbolo de la represión franquista.

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Federico García Lorca.

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TRANSCRIPCIÓN DEL PODCAST

El 13 de julio de 1936, Federico García Lorca dejó Madrid y puso rumbo a su Granada natal. En la madrugada de aquel mismo día, un grupo de milicianos socialistas había matado al líder derechista José Calvo Sotelo. El crimen había sido una represalia por el asesinato del teniente socialista José del Castillo a manos de cuatro pistoleros de extrema derecha unas horas antes.

A cinco días de la sublevación militar que daría paso a la guerra civil, el clima de violencia inminente era asfixiante, y los rumores de que pronto habría un golpe de estado corrían sin control. España estaba a punto de escribir su capítulo más sangriento, y Lorca sospechaba que algunos lo tenían en su lista negra.

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Así, el poeta español más popular del momento buscó refugio en la tierra que lo había visto nacer… y que acabaría traicionándolo. Acababa de cumplir 38 años.

A lo largo de su vida, Federico García Lorca desarrolló una empatía especial hacia las clases desfavorecidas; pero lo cierto es que él era hijo del privilegio. Nació a las 12 de la noche del 5 de junio de 1898, en Fuente Vaqueros, un pueblo de la provincia de Granada.

Su padre era don Federico García Rodríguez, un terrateniente adinerado, y su madre era doña Vicenta Lorca Romero, una maestra de escuela que alimentó el gusto de su hijo por la literatura. Después de Federico, el matrimonio tuvo cuatro hijos más: Luis, Francisco, Concha e Isabel.

Los García Lorca eran, junto con los Alba y los Roldán, una de las familias más pudientes de la vega granadina. El niño creció en la Andalucía rural, rodeado de imágenes, historias y personajes que influirían en su obra toda su vida. En una entrevista, Federico resumió así sus primeros años de vida en Fuente Vaqueros:

“Mi infancia es la obsesión de unos cubiertos de plata (…), es aprender letras y música con mi madre, ser un niño rico en el pueblo, un mandón”.

Federico se crió entre niñeras y profesores, jugando con títeres, tocando el piano y corriendo entre árboles, dando rienda suelta a una imaginación extraordinaria que nunca lo abandonaría.

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Pero también vio la miseria y la esclavitud del trabajo en algunas familias pobres del pueblo. Esto hizo que aquel niño rico empatizase con los que no tenían tanta suerte como él a una edad muy temprana.

Cuando Federico tenía 10 años, la familia se mudó a Granada. Allí él hizo sus estudios de bachillerato, y al acabar se matriculó en la universidad para estudiar las carreras de Filosofía y Letras, y Derecho. Con el tiempo acabaría dejando la primera carrera para centrarse en la segunda.

El joven Federico no era muy buen estudiante, pero era un gran músico. De hecho, su intención era ser pianista y compositor. Pero entonces empezó a escribir poemas, inspirado por autores como Shakespeare, Antonio Machado y Rubén Darío.

Cuando tenía veinte años su padre financió la publicación de su primer libro en prosa, Impresiones y paisajes. El Lorca pianista empezó a dar paso al Lorca literario, porque, como él mismo dijo, se sentía “lleno de poesía”. En esta época hizo amistad con un grupo de jóvenes creadores y formó un grupo de tertulia conocido como El Rinconcillo, que le serviría como fuente de inspiración y de diversión a partes iguales.

Aunque el ambiente intelectual que lo rodeaba en Granada era rico para una ciudad pequeña, Lorca sentía que necesitaba salir de allí. Según le dijo a un amigo por carta,

“Yo me ahogo aquí. Este ambiente provinciano terrible y vacío llena mi corazón de telarañas”.

Entonces, decidió dar el salto a Madrid. Allí consiguió plaza para vivir en la famosa Residencia de Estudiantes, un hervidero intelectual donde se hizo amigo de Luis Buñuel, Rafael Alberti y Salvador Dalí. Con Dalí -y a pesar del qué dirán- mantuvo una relación amorosa muy intensa que avivó la creatividad de los dos.

En 1920, Lorca publicó su primer poemario y estrenó su primera obra de teatro, El maleficio de la mariposa. Pero el estreno fue un fiasco, y la función solo estuvo en cartel cuatro días. La parte positiva es que gracias a esto conoció al productor teatral más importante del momento.

En ese mismo año, Lorca conoció a uno de sus ídolos: el compositor Manuel de Falla. Su influencia revivió su pasión por la música y lo introdujo en el arte del “cante jondo”, el cante andaluz que se considera la manifestación original del flamenco. Lorca veía fascinante este arte arcaico e imposible de trasladar a una partitura; tanto, que inspiró su célebre Poema del cante jondo.

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Aunque Lorca era miembro del grupo literario conocido como la Generación del 27, no fue hasta 1928 cuando saltó al estrellato nacional. Y lo hizo gracias a la publicación de Romancero gitano. Su evocación lírica del mundo de los gitanos andaluces conquistó al público español; de hecho, muchos lectores pensaron que el propio Lorca debía ser gitano.

El Romancero fue tal éxito que la primera edición se agotó en un año. Pero no todo fueron buenas noticias. La obra también recibió algunas críticas negativas -incluso por parte de sus amigos Buñuel y Dalí- por ser demasiado “costumbrista”. Esto, sumado a la pérdida de la privacidad que le trajo la fama, la ruptura de su amistad con Dalí, otro fracaso amoroso, y una crisis espiritual profunda, sumió a Lorca en una depresión.

Entonces, decidió cambiar de aires y poner rumbo a Nueva York. Este viaje fue, según sus propias palabras, una de las experiencias más útiles de su vida. Allí escribió Poeta en Nueva York, una obra que rompía con su trabajo anterior y que se convirtió en uno de sus libros más influyentes.

El 14 de abril de 1931, se proclamó la Segunda República Española. Tras siete años de dictadura militar al mando de Miguel Primo de Rivera, esta nueva era política trajo derechos y libertades democráticas, y encendió la llama de la esperanza por un futuro mejor.

Como tantas otras personalidades de las artes y las letras, Lorca apoyó el nuevo régimen con ilusión. Un año después, estrenó su obra teatral Bodas de sangre. La pieza fue tan popular que se estudia como el inicio de la época más brillantedel teatro español desde el Siglo de Oro -que fue el siglo XV-.

Con el apoyo del gobierno republicano, Lorca creó en 1931 un proyecto al que se dedicaría en cuerpo y alma: el grupo de teatro ambulante y gratuito La Barraca.

Formada por estudiantes universitarios, La Barraca buscaba acercar las obras del teatro clásico español a las gentes más humildes. Lorca creía que la misión del teatro era educar a las multitudes, y deseaba devolverlo al pueblo. En su opinión, el teatro se había aburguesado demasiado, y necesitaba recuperar al público olvidado, al “español de alpargata”. Y así lo hizo.

Las funciones de La Barraca atrajeron a cada vez más espectadores de la España rural que no habían visto nunca una obra de teatro. Pero, a medida que la fama y el éxito de La Barraca crecían, también lo hacían las críticas despiadadas de la derecha.

Según los detractores del nuevo gobierno, La Barraca no era más que un instrumento de propaganda política al servicio de la república. Cuando en una entrevista le preguntaron por el objetivo de la formación, Lorca la defendió así:

 

“Nuestro primer propósito era desenvolvernos solo en ambientes universitarios. Después hemos ido al campo, y hemos encontrado allí tanta cordialidad y comprensión… Quizás más que en las capitales. Todo esto, a pesar de las imputaciones canallescas de los que han querido ver en nuestro teatro un propósito político. No, nada de política. Teatro y nada más que teatro”.

En 1933 se estrenó Bodas de sangre en Argentina y fue un éxito rotundo. A raíz de esto, Lorca fue invitado a dar varias conferencias allí y a dirigir una nueva obra. Él aceptó sin dudarlo. Este viaje le mostró la dimensión real de su popularidad en Hispanoamérica: era una estrella, “el Homero español”.

A su vuelta a España, Lorca continuó escribiendo teatro y defendiendo su utilidad social. Para él, el teatro era “una tribuna libre” donde mostrar conductas anticuadas o erróneas “y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón”. En septiembre de 1935, Lorca se instaló en Barcelona por tres meses con motivo del estreno allí de Yerma y Bodas de sangre.

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Las obras causaron sensación. En octubre, dio un recital para los ateneos obreros, que se llenaron. De hecho, había tanta gente que se instalaron altavoces en la Rambla de Cataluña para que el público que no cabía en el local pudiese escucharlo desde la calle.

En diciembre estrenó Doña Rosita la soltera o el lenguaje de las flores, con idéntico éxito. Cada tarde, antes de la función, Lorca recibía un misterioso ramo de flores sin remitente; más tarde descubrió que eran regalos de las floristas de La Rambla. Lorca estaba maravillado por este detalle. Antes de volver a Madrid, se vio con su amigo el escritor Arturo Serrano y le dijo:

“Esto es la revolución. Los sindicatos de floristas vienen a traerme flores a mí, al poeta. ¿Te das cuenta de lo que es esto?”.

En 1936, la situación política en España era crítica. Las tensiones entre la izquierda y la derecha estaban generando un clima de incertidumbre, violencia y fatalismo cada día más inquietante. Los sectores más fanáticamente antirrepublicanos se ensañaron en su campaña de desprestigio contra el gobierno democrático.

Hacia el verano la guerra parecía inevitable. Lorca era consciente del peligro y le horrorizaba la idea de la guerra, pero continuó apoyando públicamente las reformas progresistas de la II República. El ambiente prebélico tampoco hizo que su actividad se resintiese. De hecho, en mayo o junio del 36 Lorca terminó una de sus obras más célebres: La casa de Bernarda Alba.

La obra es una crítica feroz a la hipocresía, los prejuicios sociales y la obsesión con la moralidad y las apariencias de las familias acomodadas de Andalucía. Al parecer, Lorca se inspiró en los Alba para escribir esta obra. A su madre no le gustó nada la idea, y le pidió que cambiase los nombres de los personajes; pero él se negó. Algunos historiadores creen que esta ofensa a la familia Alba tuvo algo que ver en el destino trágico del poeta.

Lorca era tan popular que, cuando la situación en España se preveía catastrófica, los embajadores de Colombia y México le ofrecieron exiliarse en América. Él rechazó las ofertas, quizá porque no sentía que estuviese en peligro grave, o quizá porque prefería refugiarse en su tierra.

Cuando llegó a Andalucía tras dejar Madrid, se dirigió a la Huerta de San Vicente, la casa familiar de sus padres. Apenas cuatro días después, el 18 de julio de 1936, un grupo de militares derechistas -entre ellos, el general Francisco Franco- dieron un golpe de estado contra el gobierno constitucional de la Segunda República.

Este bando estaba formado por todas las fuerzas contrarias a la izquierda, entre ellas Falange Española, el partido fundado por Jose Antonio Primo de Rivera, el hijo del dictador que había gobernado antes de la república. El alzamiento militar recibió la ayuda de Hitler y Mussolini. La guerra civil española acababa de empezar.

Inicialmente, la situación en Granada fue tranquila. Pero el 20 de julio los militares de la capital se unieron al golpe. Entonces empezó una etapa de represión implacable hacia cualquiera que fuese visto como aliado de la República.

El hombre al mando era José Valdés, un “camisa vieja” de Falange que había tomado el gobierno civil y que obedecía órdenes del general Queipo de Llano. Una de las primeras víctimas de la represión fue Manuel Fernández-Montesinos, que era el alcalde socialista de Granada y marido de Concha, hermana de Lorca. Fue fusilado al mes siguiente, a pocas horas de que lo detuviesen a él.

Durante la estancia de Lorca en su casa familiar, los militares sublevados fueron allí dos veces para hacer registros. Buscaban al casero de la finca para hacerle confesar el paradero de sus hermanos, que estaban acusados de asesinato falsamente.

El casero fue atado a un cerezo y maltratado para que hablase. Entonces, la familia García Lorca se dio cuenta de que Federico corría peligro en aquella casa. Había que sacarlo de allí antes de que volviesen a por él.

El 9 de agosto, por la noche, el chófer de la familia llevó a Federico a la casa familiar de su amigo el poeta Luis Rosales. Los hermanos de Luis eran miembros destacados de Falange en Granada, y justamente por eso, Lorca pensó que su casa sería un lugar seguro; él confiaba en los Rosales, y ellos lo apreciaban.

Inicialmente, los Rosales no creían que la vida de Lorca estuviese en peligro, y aceptaron acogerlo para que su familia estuviese más tranquila. Pero a medida que crecía la represión violenta, empezaron a pensar que quizá era más prudente trasladarlo a la zona republicana. Pero él se negó. Federico temía que si los golpistas le perdían la pista hiciesen daño a su familia. La intuición no le fallaba.

El 15 de agosto, un escuadrón militar fue a casa de los padres de Lorca para detener a Federico. Destrozaron la casa buscándolo, pero, obviamente, no lo encontraron. Entonces, decidieron llevarse a su padre, probablemente para torturarlo y hacerle confesar el paradero de su hijo.

Concha, la hermana de Lorca, estaba sufriendo también por su marido. No pudo soportar la visión de los militares llevándose a su padre, y estalló: les dijo que su hermano Federico estaba en casa de Luis Rosales, leyendo poesía. Al día siguiente, se presentó allí un grupo de militares dirigido por Ramón Ruiz Alonso, exdiputado de ultraderecha y miembro de las escuadras que sembraron el terror en Granada tras la sublevación.

Ruiz Alonso llevaba una orden de arresto contra Federico García Lorca, habiéndolo acusado de ser espía ruso, homosexual y secretario del ministro republicano Fernando de los Ríos; también dijo que Lorca había hecho más daño “con la pluma que otros con la pistola”.

La familia Rosales, viendo que no podía hacer nada, accedió a que se lo llevasen al edificio del Gobierno Civil, a condición de que el hermano mayor, Miguel, pudiese acompañarlo.

Miguel estaba seguro de que aquello era un malentendido, y esperaba poder arreglarlo allí. Pero las rivalidades entre los propios falangistas y los obstáculos burocráticos que se encontraría entorpecerían sus planes.

En las horas siguientes, los hermanos Rosales intentaron por todos los medios conseguir una orden de liberación para Lorca. Mientras, él esperaba su destino en una celda. Primero fueron a ver a Valdés, el gobernador civil. Pero este les dijo que tenían que hacer una declaración escrita confesando que habían tenido a “un rojo” escondido en su casa.

Era una manera de humillarlos: un rojo en casa de unos falangistas destacados era una vergüenza mayúscula. Al día siguiente, los hermanos Rosales acudieron al general Espinosa, la máxima autoridad militar de la provincia de Granada. Como tenían buena relación con él, consiguieron la orden de liberación para Lorca.

Pepe Rosales volvió a ver a Valdés para entregarle la orden del general; pero él la rechazó, diciendo que no tenía ningún valor y que Lorca ni siquiera estaba ya en el edificio. El esfuerzo de los hermanos Rosales por salvar a su amigo había sido en vano. Ninguno de ellos volvería a verlo.

Los historiadores creen que Lorca salió de su celda del Gobierno Civil entre el 17 y el 19 de agosto. Fue trasladado al pueblo vecino de Víznar en un coche, junto con los toreros anarquistas Juan Arcoyas y Francisco Galadí, y un delincuente común conocido como “El Terrible”.

Entonces, Lorca fue confinado en La Colonia, una casona que los golpistas habían desalojado y que utilizaban como cárcel improvisada. Había dos presos en la casa: un chico que había sido detenido por robo a mano armada y Dióscoro Galindo, un maestro humanista que enseñaba a escribir a jornaleros analfabetos y que había sido acusado de negar la existencia de Dios en sus clases. Allí fue donde Lorca pasó sus últimas horas.

La fecha de la muerte de Lorca ha sido objeto de debate desde hace años. A día de hoy, todavía no está clara; solo se sabe que fue el 17, el 18 o el 19 de agosto de 1936.  Se cree que Lorca fue llevado a un camino rural cerca del barranco de Víznar, de madrugada, y fue asesinado con arma de fuego, junto con Galindo y los dos toreros anarquistas.

El cuerpo de Lorca se enterró en una fosa común próxima al lugar, y nunca ha sido recuperado. No hay pruebas de quién disparó a Lorca, pero tras el asesinato, Juan Luis Trescastro, un abogado derechista y sanguinario amigo de Ruiz Alonso, fue por las tabernas de Granada presumiendo de haber ejecutado a Lorca. Miguel Cerón, amigo del poeta, explicó que coincidió con Trescastro en un café de la ciudad y lo oyó decir:

“Acabamos de matar a Federico García Lorca, y el tiro de gracia se lo he dado yo”.

Otros testigos explicaron que Trescastro iba diciendo que le había dado “dos tiros en el culo, por maricón”.

El relato de los últimos días de Lorca es una cadena de desaciertos fatales digno de una de sus tragedias. Lorca huyó de Madrid pensando que no era un lugar seguro, pero Madrid no cayó en manos de los golpistas hasta marzo de 1939.

Si se hubiese quedado allí en vez de ir a Granada, quizá se hubiese salvado. La historia está llena de posibilidades frustradas: si hubiese aceptado exiliarse en América... Si hubiese dejado que los hermanos Rosales lo llevasen a zona republicana… Si su hermana Concha no hubiese tenido que elegir entre su padre o su hermano… Si el general Espinosa hubiese dado la orden de liberación de Lorca directamente a Valdés…

Durante décadas, historiadores e investigadores españoles y extranjeros han intentado reconstruir elmisterio de los últimos días de Lorca, y han lanzado hipótesis sobre las posibles claves del caso. Ian Gibson, que ha dedicado gran parte de su vida a estudiar la vida y muerte de Lorca, cree que la orden de asesinar a Lorca tuvo que venir del entorno de Valdés, un corrillo de ultraderechistas adinerados de Granada que odiaban a Lorca y a su familia.

Otros han interpretado el asesinato de Lorca como un ajuste de cuentas de las familias Alba y Roldán debido a una disputa sobre unas tierras. Es cierto que los responsables del asesinato de Lorca estaban relacionados con estas familias, y puede que algunos de sus miembros se alegrasen de su muerte; pero esto no significa necesariamente que ordenasen su ejecución.

No hay que olvidar que en las ciudades pequeñas las familias ricas tendían a casarse entre ellas para aumentar su patrimonio. El resultado era que estos clanes siempre estaban conectados, y Granada no era una excepción. El propio Lorca era pariente lejano de los Alba y los Roldán.

Para el historiador Ian Gibson, hubo varios factores involucrados en el asesinato de Lorca. Por un lado, estaba el factor político. Federico era un intelectual, y en el 36 esto era sinónimo de progresista. Nunca se afilió a ningún partido político, pero tampoco escondió sus simpatías: firmó manifiestos antifascistas, colaboró con asociaciones como Socorro Rojo Internacional, y se movía en círculos izquierdistas.

Aunque tenía amistades de izquierdas y de derechas, era un hombre de ideas renovadoras con una profunda conciencia social y sensibilidad hacia los oprimidos. Era lo que los golpistas definían como “un rojo”. Por otro lado, Gibson habla de envidia.

El padre de Lorca era un terrateniente rico pero liberal, que ayudaba a los campesinos que trabajaban para él. Esto le valió la antipatía de los caciques andaluces más reaccionarios. Los García Lorca eran envidiados por su posición, y Federico lo era también por su talento y su carisma. Al mismo tiempo, él era bien consciente de las miserias morales que plagaban la élite granadina. De hecho, en una entrevista definió Granada como:

“una tierra del chavico donde se agita actualmente la peor burguesía de España”.

Y, además, Lorca era homosexual en una época en que la homofobia era una plaga, especialmente en los ambientes más ultraderechistas. Todos estos ingredientes formaron el cóctel venenoso que mató Lorca en aquel verano fatídico del 36.

Durante las semanas siguientes a la muerte de Lorca, los rumores del asesinato empezaron a circular. La noticia se confirmó el 9 de septiembre del 36, cuando el diario ABC publicó una crónica sobre un evadido de Granada que aseguraba que Lorca había sido ejecutado. La conmoción por el asesinato fue instantánea, dentro y fuera de España.

La prensa internacional reprodujo la noticia, y se le rindieron homenajes en varias ciudades. El escritor británico Herbert George Wells estaba tan impactado por la noticia que escribió un telegrama a las autoridades militares de Granada rogando información sobre “su distinguido colega Federico García Lorca”. El coronel Espinosa le contestó diciendo que se ignoraba el paradero de su amigo.

En Argentina, una treintena de intelectuales firmó un manifiesto dirigido a las autoridades franquistas, denunciando que había sido “brutalmente apagada una de las voces más puras y nobles de la nueva España”. Antonio Machado, también perseguido por el bando faccioso, le dedicó uno de sus poemas más célebres: El crimen fue en Granada. Pero la muerte de Lorca no conmocionó solo a la izquierda. A principios de 1937, el diario falangista Unidad publicó una elegía titulada “A la España imperial le han asesinado a su mejor poeta”.

El escándalo internacional surgido a raíz del asesinato de Lorca dañó profundamente la imagen de España, pero, de los hombres implicados, solo Ruiz Alonso fue relegado al ostracismo.

Los demás continuaron sus carreras sin afrontar las consecuencias del crimen. En cambio, Luis Rosales quedó marcado para siempre por la muerte de su amigo, y la familia García Lorca decidió exiliarse en Estados Unidos en el verano de 1940. Don Federico, el padre del poeta, se despidió de España con una frase escueta pero tajante:

“No quiero volver a ver este jodío país en toda mi vida”.

En 2009, y como parte del programa estatal de recuperación de la Memoria Histórica, se abrió la fosa común donde se creía que había sido enterrado Lorca. Pero no se encontró nada. Desde entonces ha habido al menos tres excavaciones más en la zona, que tampoco han dado con sus restos.

Aunque es probable que se realicen más búsquedas, de momento los descendientes del poeta han declarado que no darán permiso para exhumar sus restos. En España hay unas 2.600 fosas comunes de la guerra civil sin abrir. La mayoría están en Aragón, Andalucía y Asturias.

Cuando en una entrevista le preguntaron por su adscripción política, Lorca respondió:

“Soy católico, comunista, anarquista, libertario, tradicionalista y monárquico”.

En otros medios, el poeta expresó su simpatía por “los perseguidos, el gitano, el negro, el judío… el morisco que todos llevamos dentro”. Siempre transitando entre la tradición y la vanguardia, lo popular y la alta cultura, Federico era un virtuoso de la palabra, y la utilizó para escribir versos que reflejan su amor por su tierra y su compasión hacia los demás.

En su obra ocupan un lugar especial las mujeres, que en aquella España eran criaturas condenadas a la obediencia, la sumisión, la soledad y el silencio. Lorca recorrió la España profunda para llevar la cultura hasta el rincón más oscuro, y lo hizo porque creía que así se creaba una sociedad mejor.

Lo mataron por “rojo”; porque, según sus enemigos, era un peligro para España. Pero, cuando en una de sus últimas entrevistas le preguntaron por sus ideas sobre las fronteras y las naciones, dijo:

“Yo soy español integral y me sería imposible vivir fuera de mis límites geográficos; pero odio al que es español por ser español nada más (…), por el solo hecho de que ama a su patria con una venda en los ojos. El chino bueno está más cerca de mí que el español malo (…) Yo canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto soy hombre del mundo y hermano de todos”.