5 de mayo de 1789: se inauguran los Estados Generales de Francia, que marcarían el inicio de la Revolución - El Orden Mundial - EOM
5 de mayo de 1789

5 de mayo de 1789: se inauguran los Estados Generales de Francia, que marcarían el inicio de la Revolución

El rey de Francia, Luis XVI, convocó los Estados Generales de 1789 para encontrar una solución a la crisis financiera del país. Sin embargo, los representantes del pueblo llano se rebelaron contra el sistema de voto y crearon la Asamblea Nacional, que iniciaría la Revolución francesa.
5 de mayo de 1789: se inauguran los Estados Generales de Francia, que marcarían el inicio de la Revolución
'Apertura de los Estados Generales', por Auguste Couder (1839). Fuente: Museo de Historia de Francia (Wikimedia Commons)

A finales del siglo XVIII, Francia vivía en crisis económica tras los gastos de guerras anteriores y su participación en la independencia estadounidense. Además, las malas cosechas y el crecimiento demográfico aumentaban la demanda de recursos. Los efectos recaían en el pueblo llano o tercer estado, en especial los campesinos o trabajadores urbanos, mientras que el clero y la nobleza mantenían sus privilegios junto con la monarquía y acumulaban la riqueza.

Este clima ya era favorable a una revolución, idea que venía potenciada por el desarrollo de la Ilustración con filósofos como Descartes, Montesquieu, Voltaire o Rousseau, y su propagación entre las nuevas clases burguesas. Los ilustrados defendían la racionalidad frente a la superstición, la libertad y la igualdad de los hombres y el fin del absolutismo, a favor de un sistema político representativo. Estas ideas ya habían calado en la Revolución estadounidense y serían centrales en la Revolución francesa, que comenzó con la celebración de los Estados Generales de Versalles en 1789.

Los Estados Generales de Francia, de la crisis a la división

Los Estados Generales de Francia eran una asamblea extraordinaria que el rey podía convocar para discutir asuntos políticos urgentes. Con origen en el siglo XIV, reunían a representantes de la nobleza, el clero y el pueblo llano, y funcionaban como un consejo para la monarquía. Ante la mala situación financiera, el rey Luis XVI convocó los Estados Generales, que no se celebraban desde 1614, en su palacio de Versalles. Asistieron 1.200 representantes, elegidos en los meses anteriores: trescientos nobles, otros trescientos religiosos y seiscientos miembros del tercer estado, muchos de ellos burgueses y comerciantes ricos, no tan afectados por la crisis, pero sí con ansias de poder político. La reunión se inauguró el 5 de mayo de 1789.

El debate, sin embargo, pronto derivó hacia el sistema de voto. Cada estamento contaba con uno, lo que perjudicaba al pueblo llano, y la nobleza tenía poder de veto. El tercer estado abogaba entonces por un sistema de un voto por representante. Tras meses de negociaciones fallidas, varios de ellos se reunieron a finales de junio en la sala del juego de pelota de Versalles, donde conformaron la Asamblea Nacional y acordaron redactar una constitución. En los días siguientes sumaron más miembros, lo que acrecentó el cisma en los Estados Generales y debilitó la posición del rey.

El estallido de la Revolución

Esta división política alentó la revolución popular, que se lanzó a las calles ante los problemas de suministros y los rumores de una conspiración aristocrática para recuperar el poder. El 14 de julio una multitud parisina tomó la Bastilla, fortaleza donde se guardaban las municiones de la ciudad y símbolo del poder absolutista. La revolución se extendió por toda Francia, el tercer estado se hizo con el control de las ciudades y tierras y forzó el éxodo de los nobles. La Asamblea Nacional declaró el fin del feudalismo y del absolutismo el 4 de agosto, y el 26 consolidó los principios de libertad, igualdad y protección de la propiedad privada con la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano.

No obstante, todo eso no conllevó el fin de la monarquía ni de la revolución. En 1791, la primera carta magna de Francia inauguró una monarquía constitucional, en la que el rey compartía poderes con la Asamblea. Esta se dividió en dos sectores revolucionarios, los girondinos, más moderados, y los jacobinos, más radicales y antimonárquicos, apoyados por los sectores más humildes, conocidos como sans-culottes. La poca colaboración del rey con el nuevo modelo y las guerras contra Prusia y Austria, que apoyaban la contrarrevolución absolutista, hicieron que creciera el apoyo a los jacobinos.

La facción radical inició en 1792 la segunda fase de la revolución, el Gran Terror, que guillotinó a la familia real e instauró la Primera República francesa con una nueva asamblea, la Convención Nacional. Aun así, la división entre los revolucionarios marcaría un periodo inestable. En 1795 sustituyeron la Convención Nacional por el Directorio, un parlamento bicameral que nombraba al Ejecutivo, pero cuya corrupción lo debilitaba, hasta que Napoleón le puso fin con un golpe de Estado cuatro años después.

Alba Leiva

Madrid, 1997. Redactora en El Orden Mundial. Graduada en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense y Máster en Geopolítica y Estudios Estratégicos por la Universidad Carlos III. Me interesa la política internacional, la geopolítica de los recursos, las nuevas tecnologías y la cultura.

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