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Historia
250 aniversario de la boda

Maria Antonieta y Luis XVI, la boda que la fimosis del rey no dej� consumar

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Ten�an 13 y 14 a�os cuando se casaron, hace 250 a�os, en una boda pactada por sus padres, los Borb�n y los Habsburgo, para sellar su reconciliaci�n. Eran muy diferentes y el sexo fue un problema en los primeros a�os de su matrimonio, pero, a su manera, llegaron a quererse.

Luis XVI y Mar�a Antonieta.
Luis XVI y Mar�a Antonieta.

No eran malos chicos. No ten�an ning�n instinto de crueldad, ning�n agravio que les ardiera dentro ni ninguna envenenadora determinaci�n de poder. Ten�an 13, 14 a�os y a�n eran ni�os. Se casaron hace dos siglos y medio porque sus familias, los Borb�n y los Habsburgo, se hab�an cansado de pelear y, para sellar su reconciliaci�n, pactaron la boda m�s deslumbrante que se pudiera imaginar: el delf�n de Francia y la hija peque�a de la emperatriz de Austria-Hungr�a. Ellos aceptaron obedientemente. A su manera, llegaron a quererse.

No eran malos chicos y tampoco eran est�pidos, en contra de lo que se suele pensar, aunque s� que ten�an inteligencias diferentes. Cuando la emperatriz Mar�a Teresa empez� a preparar su boda y a prestar m�s atenci�n a su hija menor, descubri� alarmada que Mar�a Antonieta hablaba poco franc�s y mal alem�n, que escrib�a a duras penas y que las clases de m�sica de Christoph Willibald Gluck no hab�an servido para casi nada. Sus tutores le explicaron entonces que la archiduquesa Mar�a Antonieta era impaciente y perezosa, que no era capaz de terminar un libro porque no pod�a estar quieta, pero que era r�pida al asimilar la informaci�n que recib�a y que sus juicios eran, a menudo, acertados. En 2020, a Mar�a Antonieta le hubieran diagnosticado un TDAH.

Luis, en cambio, era un muchacho reflexivo y minucioso, lento en sus reacciones pero dispuesto a aprender. Era m�s despierto de lo que parec�a. El aspecto de los novios reflejaba esa manera de ser. De Mar�a Antonieta sabemos que era alta y ligera, m�s expresiva que guapa. Era bonita, sobre todo, cuando estaba en movimiento, cuando bailaba. Luis, en cambio, era grande y pesado, torpe en sus andares; sus rasgos un poco espa�oles (era hijo de una sevillana) eran nobles pero sus ojos ten�an la pesadez vacuna de los miopes que no ven m�s all� de tres metros.

No fueron la inteligencia ni la belleza los primeros problemas de la pareja. El gran problema fue el sexo. Luis sufr�a una fimosis que nadie se decid�a a reparar. Tras su noche de bodas, el delf�n escribi� en su diario "Rien" y su mujer explic� el fiasco a su familia en una serie de cartas demasiado expl�citas.

El secreto trascendi� y se convirti� en la obsesi�n y la diversi�n de Europa. El embajador de Espa�a en Par�s lleg� a comprar a criados reales que lo tuvieron informado de la falta de progresos durante los siete a�os que tard� Luis en deshacerse de su frenillo (fue su familia pol�tica vienesa la que lo anim� a dar el tajo). Para entonces, ya estaba dise�ada la humillaci�n y el argumento de su drama. Luis se refugi� en el ensimismamiento, en la timidez y en la inseguridad. Se volvi� un cr�o solitario que s�lo se desinhib�a en la caza y en la fragua de juguete que hizo instalar en Versalles. Sus hermanos lo mortificaban y �l hu�a de los conflictos como pod�a. Por darle la raz�n a todo el mundo, parec�a un embustero cuando s�lo era un ni�o asustadizo.

El alivio de Mar�a Antonieta fue el contrario: el hedonismo y la rebeld�a. Cuando la archiduquesa lleg� a Versalles, el modo de vida de la familia real francesa, absolutamente pautado y sin espacio para la privacidad ni la espontaneidad, le pareci� deprimente. Sent�a que los Borb�n eran menos sofisticados que los Habsburgo y decidi� vivir a su manera.

Se enfrent� a la amante del rey Luis XIV, Madame du Barry, burl� la vigilancia de las t�as de su marido que ten�a asignadas como tutoras (tres se�oras conspiradoras, aburridas y piados�simas), desde�� a las grandes familias de la corte, cre� un grupo de amigos j�venes de or�genes medianos y, sobre todo, descubri� el v�rtigo de Par�s, donde fue recibida como una estrella.

Mar�a Antonieta iba a la ciudad a bailar, a comprar y escuchar �pera. Promovi� el estreno de la Ifigenia de su maestro Gluck e impuso su �xito de cr�ticas, a pesar de que casi nadie entendi� la obra. Se cre� un personaje refinad�simo y extravagante, una transgresora llena de encanto... �Tuvo amantes, vivi� depravadamente? Casi todo lo que se ha contado es leyenda.

Lo que s� es cierto es que Mar�a Antonieta hizo enemigos por querer vivir libremente. El viejo Versalles se volvi� en su contra. Los hermanos de su marido utilizaron su vida alegre para desprestigiar a Luis y apurar sus opciones de sucederle en el trono. Y los partidarios de la rep�blica hicieron la pinza con el n�cleo duro mon�rquico y aprovecharon los errores de Mar�a Antonieta para convertir su buena estrella en desgracia.

El esc�ndalo del collar

�Qu� errores? Mar�a Antonieta no fue mala chica, ya est� dicho, pero s� fue irresponsable. Vivi� en la espuma de los d�as cuando su pa�s se deslizaba al desabastecimiento. Gan� fama de devorar joyas y esa debilidad llev� al esc�ndalo que acab� con su juventud en 1785.

Muy en resumen: una prima lejana del rey que hab�a ca�do en la desgracia m�s absoluta, emprendi� su remontada social vendi�ndose en Versalles como la �ntima amiga de Mar�a Antonieta que pod�a ganar su favor. El cardenal de Rohan, un arist�crata ingenuo y lujurioso que anhelaba ese favor, se puso en sus manos y acept� gestionar secretamente la compra de un colosal collar que la reina no pod�a encargar directamente por no crear un esc�ndalo. Todo era una estafa de la que Mar�a Antonieta fue v�ctima colateral.

Cuando su culpable se exili� en Londres, construy� un relato autoexculpatorio que pintaba a la reina como una depravada que la hab�a violado. Los enemigos de la reina acogieron con gozo y amplificaron esa versi�n. Hay un bonito libro de Benedetta Craveri dedicado al asunto y editado por Siruela.

La reina no volvi� a ser bien recibida en Par�s. Se refugi� en el Petit Trianon, una granja un poco kitsch en la que jugaba a ser una aldeana y en donde recib�a a Hans Axel Fersen, el hidalgo sueco al que la reina hab�a abordado en una fiesta de m�scaras y al que am� durante 20 a�os de una manera conmovedora: con sinceridad y generosidad, con melancol�a y en igualdad entre amantes. �Amantes? Stefan Zweig dedic� 20 p�ginas de su biograf�a de Mar�a Antonieta a averiguar si la pareja yaci�. La conclusi�n es que s�, que esa era la actitud moral correcta y que as� lo entendi� tambi�n Luis XVI, sin duda tolerante del adulterio.

Esa parte de Zweig, un poco alcobera pero muy formal y vienesa, es graciosa para el lector. La teor�a del bi�grafo es que las humillaciones y la tristeza por el amor de Fersen convirti� a la adolescente fr�vola y encantadora en una adulta con poso y con dignidad moral. Cuando 10.000 parisinos acudieron a Versalles a tomar el palacio, Luis no supo o no quiso huir, decidi� recibir a sus futuros verdugos con naturalidad. Mar�a Antonieta permaneci� a su lado, leal en el terror. Eran dos buenos chicos a los que les toc� estar en el lado malo de la Historia.

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