Nicolás II y Alejandra de Rusia: un romance contra viento y marea

Cuando se cumplen 100 años del asesinato de los Romanov, recordamos el intenso amor que unió a los últimos zares de Rusia.

Nicolas II y Alexandra Feodorovna, los últimos zares de Rusia.

© Cordon Press

"Mi sueño dorado es casarme algún día con Alix de Hesse", escribió en su diario, en 1892, un enamoradísimo Nicolás, por entonces "zarevich", el heredero del trono ruso. "Hace ya mucho tiempo que la amo, pero todavía más profunda y sinceramente desde 1889, cuando ella pasó seis semanas aquí, en San Petersburgo".

Nicolás II y Alejandra, los últimos monarcas de la dinastía Romanov, fueron ejecutados tras la revolución el 17 de julio de 1918, hace un siglo. Habían pasado casi 25 años juntos y, pese a las terribles convulsiones políticas que su reinado atravesó, conservaron intacto su amor, cosa que no puede decirse sobre la mayoría de los monarcas de su tiempo, unidos por la política pero no por el corazón.

La realeza y la nobleza rusas, encabezadas por el zar Alejandro III y muy especialmente por la zarina María, padres de Nicolás, no compartían el entusiasmo del zarévich por la joven princesa alemana, de cabellos dorados y rostro sombrío. Mal vestida, torpe, de pésima cultura, excesiva timidez y arrogancia, Alix de Hesse caía mal en toda Rusia desde antes de que se supiera que sería emperatriz consorte.

A Alix le costó mucho decidirse a abandonar su fe luterana para comprometerse con Nicolás, y, tras un largo tiempo de resistencia, aceptó durante una reunión en Coburgo, Alemania, donde al parecer se comprometió por insistencia de su primo, el káiser de Alemania. "¡Ha sido un día maravilloso e inolvidable!", escribió Nicolás después de que Alix aceptó su propuesta matrimonial.

"¡Dios te bendiga, ángel mío!", le escribió ella. "Seré tuya para siempre, eternamente (...) Soñé que era amada y desperté para comprobar que era cierto. Di gracias a Dios de rodillas. El verdadero amor es un regalo que nos hace Dios, y cada día mi amor es más profundo, más pleno, más puro". A partir de entonces, las apasionadas cartas se repitieron con cada vez mayor frecuencia.

Instagram content

This content can also be viewed on the site it originates from.

Pero nubes negras se amontonaban sobre la corte y, como se dijo por todos lados, Alix llegó a Rusia acompañada por un ataúd. Pocos meses después, el zar Alejandro III murió inesperadamente y Alix tuvo que abandonar Hesse para casarse rápidamente con el nuevo zar, Nicolás II. El pueblo ruso, muy supersticioso, tuvo un mal presagio al contemplar por primera vez a su futura zarina, vestida de negro, tras un cortejo fúnebre.

La boda se celebró sin grandes festejos y, de hecho, el paso de los años dio pie a una considerable disminución de fiestas, bailes y galas, a instancias de la austera nueva zarina, quien adoptó un nuevo nombre al convertirse a la fe ortodoxa: Alejandra Feodorovna. Lamentablemente, sería la única concesión que haría, lo que el pueblo, la nobleza y con mayor fuerza su suegra, jamás le perdonarían. "Nicolás era amoroso, totalmente amoroso, pero la esposa era una fanática y mandona con todo y con todos. Era una farisea", se quejó la reina María de Rumanía.

A Nicolás todo eso no parecía importarle. "Jamás había soñado que en este mundo pudiera haber una felicidad tan inmensa, un sentimiento de unidad semejante entre dos seres. ¡Te amo! Estas dos palabras llevan en sí toda mi vida", registró en su diario. "¡Por fin estamos unidos y ligados para siempre, cuando termine esta vida, nos reuniremos de nuevo en el otro mundo, para seguir juntos toda la eternidad".

El romance entre Alix y Nicky continuó en todo su esplendor aun en los peores momentos, cuando estallaron la guerra y la revolución e incluso cuando todo el mundo se mostró decepcionado con "la Alemana" por haber parido cuatro hijas mujeres. "Tus tiernas caricias y tus besos son como un bálsamo, una auténtica cura", le escribió ella.

Nicolas II y Alejandra de Rusia con sus cinco hijos, cuatro niñas y un chico.

© Cordon Press

Las cartas intercambiadas entre los zares incluso tocan temas muy íntimos: "Amorcito, ¡te deseo!", le escribió Nicolás el 8 de abril de 1916, y agrega un curioso código en el que se refiere al periodo menstrual de su mujer: "Por favor, no tengas a 'Madame Becker' cuando vuelva a casa". Alix, por su parte, le respondió: "¡Qué vergüenza! El 'Ingeniero Mecánico' ha venido".

Durante la Guerra Mundial, cuando Nicolás II se internaba en algún cuartel general para seguir los pormenores de las batallas, ** Alix le escribió más de 400 cartas, a veces dos o tres al día,** que rociaba con su perfume favorito. En sus misivas, le detallaba sus visitas a los hospitales y el sufrimiento de los soldados, pero también expresaba sus sentimientos más íntimos:

"Hace cuatro meses que no dormimos juntos (...) "Deposito mi beso de buenas noches sobre tu almohada y ansío tenerte cerca… En mis pensamientos, te veo acostado en el compartimiento, me inclino sobre ti, te bendigo y beso dulcemente toda tu cara… Oh, querido, cuán intensamente deseo que estés conmigo".

En otras cartas, la zarina aprovechaba para hacer uso de toda la influencia posible sobre su esposo, otra de las cosas que le granjeó la antipatía nacional y, sin dudas, el detalle que le costó el trono a los Romanov: "Eres autócrata, y que no se atrevan a olvidarlo", le escribió una vez. "Háblales a tus ministros como señor. Sé como Pedro el Grande. Aplástalos a todos. No te rías, niño malo. Deseo tanto ver que trates así a quienes intentan gobernarte, cuando eres tú quien tendría que gobernarlos a ellos".

Instagram content

This content can also be viewed on the site it originates from.

Al zar no le molestaba ser tratado así: "Gracias por tu carta, la leí con una sonrisa, como si fuera un niño. Te saluda tu pobrecito y débil esposo", respondía Nicolás. Por el contrario, mostraba una sumisión absoluta hacia su esposa, que se acrecentó cuando el infame Grigory Rasputin llegó a la corte de San Petersburgo para "sanar" con su magia al zarévich Alexis e influir en las decisiones de gobierno que llevarían a Rusia a la ruina.

En el curso de la guerra sus cartas románticas mostraron un número cada vez más elevado de pedidos, juicios políticos y, en muchos casos, órdenes directas. Se asegura que, en plena crisis, al menos cuatro ministros y un comandante en jefe del Ejército le debían su puesto a la influencia de Rasputin sobre Alix. En ausencia de Nicki, Alix asumió el control del Gobierno, que delega en su fiel consejero, destituyendo a personalidades importantes del Gobierno hasta llegar, incluso, a disolver la Duma, provocando un estallido de indignación.

El amor de los últimos zares se mantuvo incólume, al igual que la feroz influencia que Alejandra mantuvo sobre Nicolás en busca de salvar la herencia del zarévich. Pero no lo logró. Despreciada por propios y ajenos, Alix se enfrascó en una vida solitaria, de rezos y autocompasión que solo era animada por su "Gran Amigo" Rasputín. En la corte y en el pueblo, la zarina era nada más que la "nemka", la "perra alemana".

Por toda Rusia se difundían detalles de las supuestas orgías que se organizan en la casa de Rasputín, donde el monje exhibía sin reparos su miembro viril ante las mujeres. La zarina, que lo idolatraba, se negaba a ver que su consejero espiritual se había convertido en un completo degenerado. "Mi pobre nuera no se da cuenta de que está arruinando a la dinastía y a ella misma", escribió la emperatriz María. "Ella cree sinceramente en la santidad de este aventurero y nosotros no podemos hacer nada para evitar la desgracia que, sin duda, llegará".

Instagram content

This content can also be viewed on the site it originates from.

Un día de 1917, cuando una gran multitud se reunió en la Plaza Roja de Moscú reclamando el arresto y la abdicación del zar y la ejecución de Rasputín, los manifestantes no dejaban de repetir el nombre de la zarina y se referían a ella como "nemka". Un tío de Nicolás II le escribió al zar una desesperada carta en la que le pedía que controlara mejor a su esposa, pero el zar no tenía suficiente coraje para enfrentarse a la mujer que amaba. Para entonces, el final era inevitable.

Nicolás II y Alejandra se mantuvieron unidos pese a todo: durante los tensos momentos de abdicación, y en el peregrinaje como prisioneros de los revolucionarios, que los trataron con el mayor desprecio. También estuvieron lado a lado en el momento en que, engañados, los ejecutaron en un sótano de la ciudad de Ekaterimburgo, hace 100 años. Nicki murió junto a Alix, cumpliendo la promesa que le había hecho: "Cuando termine esta vida, nos reuniremos de nuevo en el otro mundo, para seguir juntos toda la eternidad".