Amor, matrimonio y política

Alejandro Magno y sus amores: las mujeres que dejaron huella en su vida

En sus conquistas a lo largo y ancho del continente asiático, Alejandro Magno utilizó hábilmente las alianzas matrimoniales para afianzar su poder. Pero sus relaciones amorosas no estuvieron dictadas tan sólo por el cálculo político.

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Las mujeres en la vida de Alejandro Magno

Las mujeres en la vida de Alejandro Magno

Es sabido que la corta vida de Alejandro Magno fue una sucesión de conquistas a cual más espectacular. Desde Macedonia hasta la India, nada ni nadie se le resistió, ni imperios colosales ni barreras geográficas nunca antes franqueadas. Su carácter impetuoso y su buena estrella produjeron un profundo impacto en sus contemporáneos, hasta hacer del gran conquistador una figura legendaria.

De este modo, la aureola de general victorioso se trasladó también al campo de su vida privada, y en particular a sus relaciones amorosas, sobre las que surgieron enseguida leyendas y elucubraciones, la mayoría de ellas carentes de fundamento. 

LA PRIMERA RELACIÓN 

Alejandro no fue parco en amores. Se sabe que estuvo unido al menos con cuatro mujeres, princesas bellas y poderosas que valieron importantes alianzas políticas al rey macedonio. Pero, al mismo tiempo, cabe señalar que el gran conquistador se sintió mucho más cómodo en el papel de hijo y hermano que en el de esposo. Desde muy temprano permitió que su madre Olimpia y su hermana, Cleopatra, formaran el círculo más próximo a su persona y adquirieran un protagonismo desmesurado en la corte macedonia, sin parangón con épocas precedentes. 

Es también significativa la relación especial que mantuvo con algunas mujeres mayores. Tal fue el caso de la reina caria Ada, a la que ayudó a recuperar el poder perdido sobre su reino tras la caída de la ciudad de Halicarnaso y que llegó a adoptarle como hijo. Puede también mencionarse a la reina madre persa, Sisigambis, quien, según la tradición, albergó por Alejandro un afecto casi filial, que la llevó a reconocerlo como heredero al trono de su hijo Darío III y a lamentar amargamente su muerte, hasta el punto de morir de inanición cinco días más tarde a causa de la terrible soledad en que había quedado, según nos informa el historiador Diodoro. 

Olympias presenting the young Alexander the Great to Aristotle by Gerard Hoet before 1733 MH

Olympias presenting the young Alexander the Great to Aristotle by Gerard Hoet before 1733 MH

Olimpia, madre de Alejandro le presenta a su tutor, el filósofo Aristóteles. Pintura al óleo de Gerard Hoet, 1733, colección privada.

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Las relaciones amorosas de Alejandro se iniciaron relativamente tarde, a pesar de la actividad asombrosamente precoz que el jovencísimo rey había demostrado en otros terrenos. Su primera pareja conocida fue Bársine, una princesa de sangre persa y griega. La relación se inició en el año 333 a.C., tras la batalla de Issos, cuando Alejandro capturó en Damasco a los principales miembros de la familia del rey persa Darío y el resto de los tesoros y bagajes que habían sido dejados allí en custodia al resguardo de las acciones militares.

Bársine figuraba entre las cautivas, ya que era la viuda del general rodio Memnón, que había combatido como mercenario del lado persa hasta el momento de su repentina muerte en la isla de Lesbos, librando así a Alejandro de uno de sus más peligrosos rivales. Era hija del sátrapa persa Artabazo –que poseía también vínculos familiares con la casa real aqueménida– y de la hermana de los generales rodios Mentor y Memnón. Era, por tanto, de ascendencia mixta. Bársine había contraído matrimonio sucesivamente con sus dos tíos, Mentor y Memnón, de los que tuvo dos hijos. 

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Priene, en Asia Menor, fue conquistada por Alejandro. E´ste visito´ la ciudad en 334 a.C. y consagro´ el templo de Atenea, cuyas columnas se ven aqui´. La relacio´n de Alejandro con Ba´rsine, hija de unos de los sa´trapas persas de Asia Menor, facilito´ la ocupacio´n de la regio´n por el caudillo macedonio.

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Según Plutarco, la hija de Artabazo era «muy distinguida por su belleza y por su disposición». Posiblemente conocía ya a Alejandro con anterioridad a su encuentro en Damasco, ya que había pasado gran parte de su infancia en la corte de Filipo de Macedonia con motivo del forzado exilio de su padre cuando fracasó su intento de rebelión contra el rey persa Artajerjes III en el año 352 a.C. Alejandro y Bársine tenían seguramente la misma edad y debieron de compartir juegos y educación, dada la amistad que existía entre sus respectivos padres, ratificada oficialmente mediante un pacto de hospitalidad mutua. Su ascendencia rodia por parte de madre y la familiaridad habitual de los sátrapas del occidente del Imperio persa con la cultura griega debieron facilitar el entendimiento entre los dos jóvenes. 

BÁRSINE: EL IDILIO MÁS LARGO 

Esta fue probablemente la relación personal más satisfactoria que vivió Alejandro a lo largo de su corta vida y también la más duradera, ya que se prolongó al menos hasta su matrimonio con Roxana en el año 327 a.C. De Bársine tuvo un hijo, posiblemente en el año 327 a.C., lo que muestra la persistencia de sus sentimientos mutuos, pese a que no se celebró un matrimonio formal. Es también significativo el nombre que recibió este niño: Heracles, un personaje mítico fundamental que sirvió de modelo inspirador para Alejandro. 

Dada la calculadora frialdad con que Alejandro concebía casi todos sus planes, se ha sugerido que su relación con Bársine tuvo motivaciones políticas, en relación con la relevante posición de su padre dentro de la corte persa. Hay un dato, sin embargo, que parece desmentir esta hipótesis: una vez iniciada la invasión macedonia del Imperio persa, Artabazo se pasó al bando de Alejandro Magno sólo tras la muerte de Darío en 330 a.C., es decir, casi tres años después de que se iniciara la relación entre el conquistador y Bársine. 

Lysimachus coin, Alexander depiction, 297 282 B C , Thrace

Lysimachus coin, Alexander depiction, 297 282 B C , Thrace

Alejandro con los cuernos de carnero, atributo del dios Amón. Tetradracma de plata acuñada por Lisímaco de Tracia. 323-281 a.C.

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Aunque es evidente que a Alejandro no le pasaron desapercibidas las ventajas políticas de su vínculo con una representante de la nobleza persa, parece que fueron los motivos de carácter personal los que primaron en esta ocasión. También debió jugar otro factor, el de garantizar la sucesión del Imperio. Se sabe, en efecto, que Parmenión, el viejo general de Filipo, instó a Alejandro a unirse a Bársine, y ello en la fase inicial de las campañas de conquista. El joven soberano se había resistido a casarse antes de partir hacia la expedición oriental, y Bársine aparecía como la mejor opción para solucionar el problema, dada su condición semigriega y la educación indiscutiblemente helénica que había recibido. 

ROXANA, LA CAUTIVA 

Sin embargo la primera mujer con la que Alejandro contrajo matrimonio fue Roxana. Era una princesa de Bactria (en el actual Afganistán), que fue capturada con otros compatriotas suyos por Alejandro Magno en el año 327 a.C., después de tomar la Roca Sogdiana, una impresionante fortaleza al norte de Bactria. Su padre, Oxiartes, había sido uno de los últimos partidarios del usurpador Beso, que en el año 330 a.C. asesinó a Darío para proclamarse a continuación rey con el nombre dinástico de Artajerjes, sumándose a la revuelta general contra Alejandro que se inició en el 329 a.C. Era un potentado local importante en Bactria, pero careció de conexiones dinásticas más destacadas dentro de la nobleza irania hasta que su hija contrajo matrimonio con el monarca macedonio. 

Alejandro reparó en la joven princesa un tiempo después de la captura de la Roca, cuando la vio bailando junto con otras mujeres nobles de la zona en un banquete ofrecido por Corienes, otro de los nobles locales que comandaba una de esas fortalezas aparentemente inexpugnables que hubo finalmente de ceder también al empuje macedonio. 

Wall painting   wedding of Alexander   Pompeii (VI 17 ins occ 42)   Pompeii PAAnt 41657   01

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Boda de Alejandro. Fresco de Pompeya que representa el matrimonio del conquistador con Roxana o Estatira. Siglo I d.C., Casa del Brazalete Dorado.

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Casi todos nuestros testimonios sugieren que Alejandro quedó impresionado por la belleza de Roxana y decidió casarse con ella, en lugar de mantenerla como simple concubina. Arriano afirma que el conquistador «no quiso forzarla a sus deseos, aunque era su cautiva, sino que consideró más digno tomarla por esposa». Por su parte, Plutarco señala que Roxana «fue la única mujer por quien Alejandro quedó rendido de amor». Los que acompañaban a Alejandro afirmaban que era la mujer más hermosa que habían visto en Asia después de la esposa de Darío. 

Sin negar la pasión amorosa que experimentó Alejandro, lo cierto es que el matrimonio con Roxana cumplió otro tipo de objetivos mucho menos sentimentales. El propio Plutarco, que describe el momento preciso de su enamoramiento al verla bailar ante él, añade a continuación que «le pareció que era un enlace que no desentonaba del resto de sus proyectos previstos». En efecto, Alejandro tenía la necesidad imperiosa de granjearse el apoyo de la nobleza irania para culminar la dura campaña de conquista en las «satrapías superiores» de Bactria y Sogdiana, que había comportado un terrible coste para sus tropas. La implacable resistencia que se opuso a su avance podía verse ahora allanada por un matrimonio de estas características. 

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Persépolis, capital del Imperio persa, fue tomada por Alejandro en 331 a.C. Su destrucción por el rey macedonio un año después marcó el fin de la dinastía
de los persas aqueménidas, sustituidos al frente de sus dominios por Alejandro, como ratificaron las uniones de éste con princesas persas.

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Casi nada en el comportamiento de Alejandro resultaba gratuito; el ansia de dominación pasaba por encima de cualquier clase de consideraciones personales o afectivas. De este modo, es muy probable que la boda con Roxana sirviera para precipitar la rendición de su padre. Con dicho matrimonio Alejandro trataba de establecer una vía de conciliación y legitimidad con las élites locales, después de una campaña de extremada dureza que conllevó una represión desmesurada y sin límites. 

La boda se realizó siguiendo el ritual macedonio. Alejandro intentaba de esta forma plasmar la conclusión de la conquista de Bactria mediante la sumisión de las princesas locales, una de las cuales se convertía en su esposa. De hecho, otros miembros del estado mayor macedonio contrajeron nupcias al mismo tiempo con mujeres nobles de la zona, manifestando su pretensión de convertirse en los nuevos señores de estas satrapías superiores que tanto había costado conquistar. Plutarco afirma que los bactrianos mostraron gran entusiasmo por la boda, y que como consecuencia de ella llegaron a sentir vivo afecto por Alejandro, pero lo más probable es que la ceremonia fuera contemplada por ellos con ojos bien distintos, como el último signo de sometimiento a un nuevo dominador. 

ESTATIRA, LA HIJA DEL PERSA 

La reacción de los macedonios ante el matrimonio de Alejandro con Roxana no fue muy favorable. Los viejos súbditos del conquistador veían cómo éste se casaba por primera vez no con una princesa macedonia, como esperaban, sino con una asiática, algo que suscitaba toda clase de prejuicios en un mundo en el que vencedores y vencidos militaban en bandos irreconciliables. 

Francesco Fontebasso   Family of Darius before Alexander

Francesco Fontebasso Family of Darius before Alexander

Alejandro ante la madre, la esposa y las dos hijas de Darío. Óleo sobre tela de Francesco Fontebasso, 1750, Museo de Arte de Dallas.

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En cualquier caso, Roxana acompañó a Alejandro en su expedición a la India, donde se cree incluso que dio a luz a un hijo que murió al poco tiempo de nacer. Más tarde volvió a quedar de nuevo encinta de un niño que nació una vez ya desaparecido Alejandro. Como potencial sucesor, su destino, al igual que el de su madre, quedó en manos de los nuevos señores del Imperio, los ambiciosos generales macedonios que aspiraban a detentar en persona una posición tan eminente, y que se mostraron siempre reacios a dejar las riendas del Imperio en manos de un vástago que era de sangre mixta, dado que su madre era a fin de cuentas una bárbara. 

En el año 324 a.C. Alejandro contrajo nuevamente matrimonio, esta vez con dos princesas persas: Estatira, la hija mayor de Darío, y Parisatis, la hija menor de su antecesor en el trono persa, Artajerjes III. Las dos habían sido capturadas ocho años antes, cuando ambas eran aún unas niñas, tras la batalla de Issos en la que Alejandro derrotó el ejército de Darío. La fastuosa ceremonia tuvo lugar en Susa, la vieja capital del Imperio aqueménida, donde se celebraron a la vez otros noventa matrimonios más que enlazaron a los compañeros de Alejandro con las mujeres más ilustres de la nobleza persa, en medio de un banquete al que asistieron hasta nueve mil invitados, según afirma Diodoro. 

LAS BODAS DE SUSA 

Muchos historiadores han visto en este espectacular acto la manifestación más visible de la política de fusión de razas impulsada por Alejandro. Pero, en realidad, las bodas de Susa sirvieron más bien para plasmar el cambio de dominación que se había operado en el Imperio aqueménida y a la vez la continuidad con el pasado.

The weddings at Susa, Alexander to Stateira and Hephaistion to Drypetis (late 19th century engraving)

The weddings at Susa, Alexander to Stateira and Hephaistion to Drypetis (late 19th century engraving)

Boda de Alejandro y Estatira en Susa. Grabado realizado por Richard Brend’Amour en 1882, a partir de un óleo de A. Muller.

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Los nuevos señores eran ahora Alejandro y sus compañeros, que sustituían así a los antiguos monarcas, pero a través de sus bodas con las princesas persas ponían también de manifiesto su intención de dar continuidad a la dinastía derrocada.

Es muy probable que Alejandro tuviera prevista esta gran ceremonia desde hacía tiempo, puesto que, tras la captura de las princesas persas en Damasco, dispuso que fueran educadas en la cultura griega hasta su regreso de la campaña de la India. Alejandro se sentía ahora lo bastante seguro de su posición comonuevo señor de Asia para poner de manifiesto su ambición de establecer un verdadero imperio universal. 

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Pérgamo, en la costa de Asia Menor, albergó la segunda biblioteca en importancia despue´s de la de Alejandría. Tras el matrimonio de Alejandro con Roxana, Bársine marcho´ a Pérgamo con el hijo de ambos, donde, según algunas fuentes, fue gobernadora. En la imagen, teatro romano del siglo I d.C.

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En ese proyecto, la vinculación matrimonial con la realeza aqueménida desempeñaba un papel fundamental. Por ello, no le importó demasiado el malestar que este tipo de ceremonias «orientales» suscitaba entre sus tropas y en la mayor parte de su propio estado mayor, un malestar que quedó demostrado en el hecho de que la mayoría de las esposas persas fueron repudiadas por sus maridos tras la desaparición del monarca. 

La historia de los amores de Alejandro tiene asimismo otra vertiente: la de las relaciones que mantuvieron entre sí las mujeres, esposas o no, que compartieron el lecho de Alejandro a lo largo de sus últimos años de vida y que le sobrevivieron. De entrada, el matrimonio con Roxana desplazó sin duda la figura de Bársine a un segundo plano, ya que la princesa bactriana tenía la ventaja de ser la esposa oficial del rey. Pese a ello, Bársine no fue nunca considerada como una simple concubina, dado que, desde la óptica persa, figuraba entre las mujeres extranjeras del rey; gozaba por ello de una posición respetable dentro de la corte, aunque tenía como principal limitación la imposibilidad de engendrar hijos legítimos que pudieran aspirar a la sucesión dentro de la dinastía reinante. 

Lion hunt mosaic from Pella

Lion hunt mosaic from Pella

Hefestón, íntimo amigo de Alejandro, podría ser el personaje de la derecha que aparece en un mosaico de Pella, la capital de Macedonia.

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De hecho, Bársine consiguió sobrevivir a las disputas surgidas en el entorno del rey después de su muerte y vivió durante un tiempo en la ciudad de Pérgamo junto con su hijo, hasta que se vio fatalmente implicada en la lucha por la sucesión en Macedonia. Casandro, el hijo del regente Antípatro, a quien Ale- jandro había dejado tras su partida al cargo del reino, la hizo matar junto a su hijo Heracles en 309 a.C., deseoso de eliminar cualquier signo visible de la semilla de Alejandro. 

LAS HEREDERAS DEL REY 

El destino de Roxana y Estatira, que ostentaban la posición oficial de esposas del rey, no fue mucho mejor. Desde el principio, el entendimiento entre ambas no debió de resultar fácil. Según Plutarco, poco después de la muerte de Alejandro, Roxana, movida por los celos que sentía por la princesa persa, la hizo venir ante su presencia mediante una carta engañosa. Cuando Estatira se presentó junto con su hermana, las hizo asesinar y arrojó luego los cadáveres a un pozo que mandó cegar. Roxana estaba entonces encinta de Alejandro y seguramente temía que las princesas persas, que gozaban de un mayor estatus, pusieran en peligro la posición de su hijo como heredero al trono. Plutarco señala como cómplice de la acción a Pérdicas, el general a quien Alejandro había cedido de forma transitoria su poder, y que al parecer había apostado decididamente por el futuro hijo de Roxana como heredero, pensando que el largo tiempo que habría de transcurrir hasta su mayoría de edad facilitaría sus ambiciones personales de poder. 

Roxana with Alexander IV Aegus the son of Alexander the Great

Roxana with Alexander IV Aegus the son of Alexander the Great

Roxana y su hijo (arriba) fueron asesinados por Cassandro tras la muerte de Alejandro. Óleo de Alessandro Varotari, siglo XVII.

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Roxana desempeñó un destacado papel en las intrigas y luchas de bandos tras la muerte de Alejandro. Inicialmente, la causa de su hijo fue acogida favorablemente por la mismísima Olimpia, que defendió mientras pudo los derechos de sucesión de su nieto. Pero Casandro desbarató todos sus planes. En el año 316 a.C. el implacable y ambicioso general capturó a Roxana y a su hijo, que entonces tenía 14 años, y en 310 a.C. ordenó ejecutarlos, despejando así por completo el camino hacia su gran aspiración de convertirse en el nuevo monarca macedonio.