Enrique III, el Doliente - Revista de Historia

Enrique III, el Doliente

Tenía 11 años Enrique III, llamado el Doliente, por su precaria salud, cuando subió al Trono de Castilla y León, tras la muerte de su padre Juan I, Rey de Castilla. En 1388 se había casado con Catalina de Lancaster, de 14 años, por lo que tuvo que posponerse la consumación del matrimonio.

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Los hijos vinieron 13 años después: María, Catalina y Juan, que fue el heredero al Trono. Enrique fue el primero en llevar el título de Príncipe de Asturias, creado para el heredero de la Corona de Castilla.

Enrique III, el Doliente

En las Cortes reunidas en Madrid se acordó que durante la minoría del Rey se hiciera cargo del Gobierno un Consejo de Regencia compuesto por ocho nobles, de los cuales seis serían de la baja nobleza y dos de la alta nobleza. El Arzobispo de Toledo, Pedro Tenorio, asumió provisionalmente el Gobierno del Reino. Junto a él estaban: Fadrique, duque de Benavente y hermano del Monarca fallecido; Alfonso, marqués de Villena, hijo del infante Pedro de Aragón; Pedro, conde de Trastámara, hijo de Fadrique. Frente a ellos se iba a alzar la joven nobleza de servicio creada por Juan I.

La difícil situación económica venía provocando un gran descontento social. El pueblo, recargado con exorbitantes impuestos que le sumía en la miseria, achacaba todos sus males a los judíos, que, al dedicarse al préstamo con usura, provocaron un auge del antisemitismo entre la población. Una vez más, como venía ocurriendo desde los godos, los judíos se convirtieron en chivos expiatorios de los males que sufría Castilla. Las prédicas continuadas de un eclesiástico de Écija, Ferrán Martínez, cuya demagogia llegó a extremos intolerables, desencadenaron las matanzas de judíos y el asalto a las aljamas en 1391, que desde Sevilla se extendieron como un reguero de pólvora por toda la Península. La debilidad del Gobierno era tan grande que no se hizo nada para protegerlos, quedando impunes los inductores del motín. Con la desaparición de las aljamas desapareció una importante fuente de ingresos para el fisco y para los Obispos.

El enfrentamiento entre la vieja y la nueva nobleza, que pugnaban por el control de los resortes del Gobierno, puso a Castilla al borde de la guerra civil a causa de los tumultos y enfrentamientos que se produjeron entre ambos bandos. La grave situación por la que atravesaba Castilla obligó a declarar a Enrique III mayor de edad en agosto de 1393, aunque aún no había cumplido los 14 años. La delicada salud del Monarca, que hacía presagiar un pronto fallecimiento, y un Gobierno débil y entregado a las facciones en litigio, cubrió el horizonte de negros nubarrones, pero, con energía y tenacidad, Enrique III fue sometiendo a la facción de la vieja nobleza, la más díscola, que optó por ir abandonando su actitud de rebeldía, unos por propia conveniencia y otros por la fuerza. El duque de Benavente fue encerrado en prisión; el conde de Trastámara huyó ante la posibilidad de ser encarcelado; el conde de Noreña, que se había hecho fuerte en Gijón, tuvo que huir a Inglaterra ante el acoso a que le sometió el Monarca. En 1395, pese a todos los pronósticos, Enrique III había conseguido restablecer la autoridad de la Corona.

En 1396, el Monarca portugués, Juan de Avis, sin previa declaración de guerra, entró en Extremadura y tomó Badajoz. Enrique III obró con rapidez disponiendo que la Armada, mandada por Diego Hurtado de Mendoza, hostigara a la flota y las costas lusas. El incendio de Viseo (La Coruña) y la toma de Miranda de Duero por las tropas castellanas obligaron al portugués a solicitar la paz que fue aceptada por Enrique III en 1398, acordándose la devolución de las plazas conquistadas por uno y otro.

Libre ya de las guerras peninsulares, consolidada la paz con Francia, que permitía la libre exportación de la lana a los puertos del Norte europeo, y afianzada la amistad con Aragón, con lo que la flota del Mediterráneo gozaba de libertad de movimientos, Enrique III se dispuso a limpiar el Estrecho de los piratas moriscos. Una expedición de castigo consiguió tomar e incendiar la ciudad de Tetuán, principal bastión pirata. En 1402, bajo la dirección de los normandos Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle, que fueron autorizados, subvencionados y protegidos por Castilla, se llevó a cabo la primera fase de la conquista de las Islas Canarias.

La llegada al poder de Muhammad VII en Granada se caracterizó por una serie de ataques contra Murcia y otras plazas fronterizas en 1405. Dada la enfermedad de Enrique III, se llamó a su hermano Fernando para que se pusiera al frente de un gran Ejército. El fallecimiento del Rey, acaecida el 25 de diciembre de 1406, obligó a suspender los preparativos de la campaña contra Granada.

Enrique III instituyó el oficio de corregidor, encargado de representar al Rey en los consejos, reafirmó la autoridad Real después de doblegar a los nobles y disminuyó la autonomía de los Municipios. Envió embajadas a Timur Lang, considerado como el fundador del segundo Imperio mongol, y a Bayaceto, sultán de los turcos otomanos. A Enrique III le sucedió en el Trono de Castilla su hijo, Juan II, que tenía dos años.

Autor: José Alberto Cepas Palanca para revistadehistoria.es

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