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EPISTEME

versión impresa ISSN 0798-4324

EPISTEME vol.36 no.2 caracas dic. 2016

 

Descartes y sus corresponsales femeninas

Yelitza Rivero

Universidad Simón Bolívar. E-mail del autor: yelirivero82@gmail.com

Resumen: La Europa del siglo XVII se ve conmocionada por la aparición del Discurso del Método, publicado por R. Descartes de manera anónima y en lengua francesa. Esto permitió una ampliación de la audiencia filosófica, que dio lugar a un intercambio epistolar amplio que incluyeron público no académico entre los que destacan, la Reina Cristina de Suecia y la Princesa Isabel de Bohemia, lo cual llama la atención del rol de la mujer en la discusión filosófica de la época.

En el intercambio con sus corresponsales femeninas se problematizan aspectos importantes de la filosofía cartesiana, tal como lo son la dualidad mente-cuerpo, la ética, y la política. La importancia de esta participación femenina se evidencia porque, luego de este intercambio, Descartes llevó a cabo una reflexión más exhaustiva de algunos de los temas cuestionados y discutidos, que tendrán su expresión en su última obra Las pasiones del alma.

Palabras claves: Descartes, Pasiones del Alma, Cristina de Suecia.

Descartes and his female correspondents

Abstract: Europe in 17th century was shocked by the appearance of the Discourse on Method, published by R. Descartes anonymously and in French. This allowed an extension of the philosophical audience, and led to a broad exchange of letters with nonacademic public, like Queen Christina of Sweden and Princess Elizabeth of Bohemia, which draws attention to the role of women in the philosophical discussion of the time.

In the exchange with these female correspondents capital aspects of Cartesian philosophy were put in question, as the mind-body problem, ethics, and politics. The importance of this female participation is evident because, after this exchange, Descartes conducted a more thorough reflection of some of the issues questioned and discussed, which had their expression in his last work The Passions of the Soul.

Keywords: Descartes, The Passions of the Soul, Cristina of Sweden.

En el Discurso del Método para conducir bien la razón y buscar la verdad en las ciencias, Descartes afirma que esta obra puede ser leída por todos porque el buen sentido es la cosa mejor repartida del mundo, entendiendo éste como la capacidad de los individuos para poder diferenciar lo verdadero de lo falso. Y es por esto que Descartes lo escribe en Francés. Con esta postura Descartes reconoce la igualdad entre los individuos, la capacidad racional es propia de todos los seres humanos, no está restringida a un grupo social, a una clase o a un sexo en específico, es una capacidad universal, por tanto, también es propio de lo femenino.

Como muestra de esta apertura Descartes desarrolla un intercambio epistolar con la princesa Isabel de Bohemia y la reina Cristina de Suecia durante un largo tiempo. En este carteo nuestro autor recibe y responde las inquietudes de las damas, porque las consideraba meritorias. Por parte de las damas debemos reconocer que Isabel de Bohemia y Cristina de Suecia asumieron el reto de la nueva propuesta cartesiana, realizaron preguntas y observaciones al pensador.

No es de extrañarnos que Descartes tenga una actitud afable ante el intercambio epistolar, pues él considera que ésta es una de las vías para llegar al conocimiento, y así lo afirma en una de sus últimas obras, los Principios de la Filosofía1, por lo cual estimamos que el intercambio epistolar no es un hecho aislado sino un reflejo de su conducta.

1.- Rasgos generales de la correspondencia

Creemos que este intercambio epistolar cartesiano se inscribe en el camino a la participación de las damas en el ámbito filosófico. Aún cuando existen otras correspondencias entre personajes importantes de la época, como lo es el caso de Galileo y la Duquesa Cristina de Lorena2. No obstante, son intercambios diferentes. El científico italiano pretende en su carteo mostrar sus capacidades intelectuales, y con ello un rasgo de superioridad. Mientras, que la correspondencia cartesiana se caracteriza por una postura dialógica entre sus participantes.

Podemos agregar que el carteo entre el pensador francés y la princesa no es exclusivamente un intercambio académico, como lo fueron las objeciones a las Meditaciones Metafísicas, por el contrario se presenta como una comunicación que aporta otros enfoques y que nutre la investigación filosófica cartesiana.

Llama la atención el tono con el cual se dan estos intercambios entre el filósofo y sus corresponsales femeninas, pues se hace presente de manera constante la exaltación, la admiración y respeto al intelecto de sus interlocutoras. No son pocos los pasajes en los que podemos apreciar sus elogios. En carta de 3 de noviembre de 1645 Descartes le comenta a Isabel:

Suelo hallar con tan poca frecuencia razonamientos cabales no ya en las palabras de las personas con quienes trato sino también en los libros que consulto, que no puedo leer los que pone Vuestra Alteza en sus cartas sin que me invada una sensación de extraordinario júbilo3.

Este tipo de expresiones se hacen presente en todas sus misivas dirigidas a las damas, no deja en ningún momento de enaltecer sus capacidades críticas y el fundamento de sus apreciaciones. En contraposición, cabe señalar el tono de las respuestas dadas a las observaciones o críticas como las de Hobbes o Gassendi, en la cual nuestro autor asume una postura poco amigable ante la crítica. Por ejemplo, cuando Hobbes le solicita en su objeción que explique cómo podemos tener una idea de Dios siendo este incognoscible, Descartes responde en los siguientes términos:

[…] He explicado ya tantas veces cómo es que tenemos en nosotros la idea de Dios, que no podría insistir aquí sin causar fastidio a los lectores4.

Son estos hechos los que nos llevan a destacar la relación particular entre Descartes y las damas de la corte, recordando que a pesar de la participación de algunas damas en ámbitos importantes como en los reinados, no por ello dejaba de estar disminuido y opacado el rol del sexo femenino tanto en lo político como en lo filosófico. Por tanto, estimamos que la actitud de Descartes ante la inclusión de la mujer en la filosofía es renovadora.

Por otro lado, consideramos que esta comunicación influyó tanto en la vida personal como en las reflexiones intelectuales del filósofo francés. En cuanto lo personal basta mencionar que Descartes murió en la corte de Suecia respondiendo a la invitación de la reina. Y en lo intelectual consideramos que Descartes percibe el intercambio con sus interlocutoras femeninas como un camino de enriquecimiento y de cuestionamiento de sus propuestas, este desafío intelectual es tal que estimulará a Descartes a desarrollar el tema de su última obra Las pasiones del alma. Cuya primera versión se le dedica a Isabel de Bohemia y la segunda a Cristina

Por último, debemos señalar que a lo largo de toda la correspondencia las interlocutoras han hecho hincapié en ciertos temas específicos, como la política, las ciencias, la ética y la relación mente-cuerpo. A efectos de poder entender los señalamientos y solicitudes de las corresponsales presentaremos la posición de Descartes frente a esos temas. Debo aclarar que presentaré aquellos tópicos que tienen mayor presencia en la misma.

2.- Ideas generales de la propuesta cartesiana

Descartes establece una nueva forma acceder al conocimiento de la realidad, esta nueva forma consiste en partir desde nuestros contenidos mentales al mundo exterior. El resultado de esta posición es la propuesta de la existencia de dos tipos de sustancias, la pensante y la extensa.

Para Descartes lo propio del mundo corporal es la extensión, es decir, largo, ancho y profundidad. La extensión al ser volumen es cuantificable. Y al no haber vacío se identifica con el espacio. Por tanto, se puede describir en el lenguaje de las matemáticas.

Por otro lado, Descartes considera al alma como la capacidad de tener contenidos mentales, es decir, de tener representaciones. Para emplear esta facultad no es necesaria la participación de la extensión. En consecuencia, en los términos en que Descartes entiende las sustancias creadas, extensión y pensamiento, son independientes.

A pesar de ser posible la comprensión y existencia de ambas sustancias de manera separada, un caso particularísimo que es el hombre admite la coexistencia del alma y el cuerpo. En consecuencia, Descartes debe responder al cómo debemos entender la unidad de esta dualidad sustancial. En otras palabras, Descartes se enfrenta al problema de la relación mente y cuerpo, cómo se puede entender que sustancias diferentes se relacionen. Este es un problema que no sólo enfrentó Descartes sino que también Hobbes, Gassendi y sus sucesores.

Consideramos que Descartes presenta un primer intento de explicar cómo se da la relación mente-cuerpo en la Sexta Meditación. No obstante, en dicha meditación no queda del todo claro la relación entre la mente y el cuerpo, parece estar inconclusa la postura cartesiana. Esta falta o poca explicación la notó la princesa Isabel de Bohemia, quien no dejó pasar la ocasión para hacer saber a su interlocutor francés las dudas que surgen respecto al tema.

3.- Isabel de Bohemia

Isabel de Bohemia es un personaje que se conoce en la historia como una de las damas cultas del siglo XVII. Su formación, conocimiento y dominio de varios ámbitos del saber, como las matemáticas, la política, la filosofía y el manejo de varias lenguas, la hicieron merecedora del nombre la greca.

Isabel, que contaba con apenas 25 años en la primera carta dirigida a Descartes, de la cual se tiene registro, ya había vivido hechos nefastos, la guerra de los 30 años, el derrocamiento y exilio de su padre, la muerte de su hermano.

La riqueza y diversidad del intercambio es que no se limita a transmitir una formación académica del filósofo a su discípula, ni tampoco pretende deslumbrar con un discurso de superioridad intelectual. Las cartas se presentan con la calidez de un intercambio entre amigos, en el cual ambos además de tratar el plano intelectual se confiesan situaciones personales. Son muchos los pasajes en los cuales expresan afecto los interlocutores, hasta el punto de Isabel afirmar: la dicha de contar con la amistad de persona de vuestros méritos, en cuyos consejos puedo fiar para dirigir mi vida5.

La intención del intercambio no es el reconocimiento social, señal de ello es el hecho de que ambos personajes intentan mantener estas cartas lo más alejado del dominio público, por lo que podemos afirmar que es un intercambio íntimo, personal, sin ningún otro propósito en el cual se incluyen temas filosóficos.

En estas cartas Isabel de Bohemia muestra el merecimiento de su nombre la greca con el dominio de diferentes ámbitos del saber, sus argumentos se presentan con gran precisión y particularmente con conocimiento de la teoría cartesiana. Señalando que la princesa ha leído y entendido la obra cartesiana. El intercambio epistolar con Isabel de Bohemia estimuló y provocó por parte de Descartes un estudio más detallado de los temas que en ella se discuten. Descartes hace reconocimiento a esta motivación dedicándole a la Princesa su obra los Principios de la Filosofía, obra en la cual presenta las ideas que expuso en el Discurso del Método, y en las Meditaciones Metafísicas, y hace una ampliación de la ontología y aspectos de su física.

En la correspondencia podemos ver que Isabel acentúa su insistencia en ciertos temas que, al no apreciar claridad o satisfacción en la respuesta del filósofo, retoma y plantea nuevamente su duda. Actitud que no molesta al filósofo, por el contrario apreciamos una especial disposición a responder y aclarar las dudas planteadas por la princesa, aunque no siempre da sastifacción a la princesa. Prueba de la certeza de las observaciones de Isabel de Bohemia es que Descartes en ocasiones evita o no termina de dar una respuesta contundente. Esta actitud se muestra a lo largo de las 33 cartas enviadas a la princesa y 26 por parte de ella, intercambiadas durante seis años.

Uno de los temas que más cuestionó la princesa de Bohemia, fue la relación mente-cuerpo. Para la princesa no le es claro cómo la mente y el cuerpo se pueden afectar mutuamente a pesar de sus naturalezas diferentes.

Para plantear sus cuestionamientos acerca de la relación mente–cuerpo, la princesa, en primera instancia, presenta el tema como una duda que surge desde los mismos términos cartesianos, demostrando la apreciación de los puntos débiles de la propuesta:

Ruego que me hagáis saber de qué forma puede el alma del hombre determinar a los espíritus del cuerpo para que realicen actos voluntarios, siendo así que no es el alma sino substancia pensante6.

Para solventar esta inquietud Descartes retoma un argumento que sólo ha sido presentado en las Reglas para la Dirección del Espíritu, y es la referencia a las nociones generales. Existen tres grupos de nociones con los cuales podemos conocer la realidad, unas son las nociones puras del entendimiento, otras las del cuerpo y por último, aquellas que reflejan la unión de ambas que son las sensaciones y pasiones7.

La respuesta no da conformidad a la princesa, por lo que reitera su solicitud en otro tono. De una actitud dudosa y con temor de la carta anterior, manifiesta su insatisfacción con un tono más firme. A esto se suma que la princesa es capaz de arriesgarse a sugerir una posible solución, dice: “Y confieso que me sería más fácil otorgar al alma materia y extensión que concederle a un ser inmortal la capacidad de mover un cuerpo y de que éste lo mueva a él”8.

La princesa apela el ejemplo del desfallecimiento para dar cuenta que el cuerpo afecta a la mente de manera evidente, si son dos sustancias diferentes y que pueden subsistir de manera separada porque al sufrir un desmayo se pierda la capacidad de razonar, esto a juicio de la princesa demuestra el sometimiento de la mente ante el cuerpo, es decir, las afecciones corporales nos afecta en nuestra capacidad de pensar.

Ante la argumentación de la princesa, el pensador cambia el enfoque de su respuesta y diferencia entre los modos de concebir al cuerpo y la mente, indicándonos que al hacer una reflexión y concebir con claridad estas dos sustancias nos percatamos que son distintas y pueden concebirse de manera separada. Pero si nos atenemos sólo a la información que aportan los sentidos es evidente que ambas, mente y extensión, forman una unidad. En consecuencia, Descartes le concede a la princesa atribuirle a la mente la capacidad de afectar la extensión, y de la extensión afectar la mente, porque la mente y lo corpóreo los podemos apreciar como una unidad.

Esta discusión de la relación mente-cuerpo se ve interferida por los problemas de salud que Isabel presenta. Afirma la princesa que sufre de una fiebre persistente y una tos seca9. En ocasiones Isabel considera que estos problemas de salud se ven vinculados a los problemas políticos y familiares que le acontecían. Esta influencia psico-somática alimentan las dudas de Isabel.

Como señal de que la correspondencia no es un discurso académico Descartes al tomar noticia de la situación de Isabel pasa a dar prioridad a un intento de consuelo a la joven de sus desgracias, le sugiere hacer una reflexión acerca del vivir felizmente. Sin duda, una referencia sobre el tema que vale hasta hoy en día y que Descartes le hace a la princesa es De vita beata. La sugerencia tiene dos respuestas, uno, a la princesa tampoco le gustó la respuesta del estoico. Segundo, como es lógico el tema tiene que ver con la discusión anterior de la relación alma-cuerpo en la que recae la preocupación de la respuesta.

Descartes en sus respuestas se enfoca en mostrarle a la princesa que a pesar de los avatares de la vida, la felicidad se da en la medida en que se lleva una vida moral; para desarrollar su explicación, nuestro autor comienza con una presentación de tres reglas morales que permiten alcanzar ese estado de contento10.

Para Descartes la vida feliz implica un contento supremo, que se logra alcanzar en tanto nos dirigimos por lo que nos muestra la razón. Como primera regla moral, encontramos que para lograr este contento supremo debemos guiarnos por el buen sentido. Las acciones morales orientadas por lo que nos dice la razón. Por tanto, pueden ser morales los que gozan de buena fortuna como aquellos que no son tan afortunados.

La segunda regla, refiere a la firmeza que debemos mantener en nuestras decisiones. Dado que la decisión ha sido tomada por lo que nos aconseja la razón, debemos mantenernos en ellas y sobrepasar lo que impulsen nuestras pasiones y apetitos. Es esa firmeza en la resolución lo que Descartes llama virtud11.

La tercera regla nos prescribe no desear aquello que esté fuera del alcance de la razón. Si deseamos lo que no depende de nuestra razón, hay una gran posibilidad de no alcanzar el contento, y por el contrario, sufrir de lamentaciones y arrepentimientos. En la búsqueda de ese contento no se necesita de bienes externos o diferentes a nuestra capacidad racional. En consecuencia, dice Descartes que lo único necesario para el contento de esta vida es la virtud, la cual está determinada por la recta razón12.

Ante estas sugerencias cartesianas la princesa muestra nuevamente su habilidad para desarrollar contra argumentos que muestran una vez más su inconformidad. En esta ocasión a la princesa le parece inconcebible que nuestra capacidad de decidir lo más conveniente para el contento supremo no pueda estar afectado por elementos que no son dependientes de nosotros, como lo son las situaciones de enfermedad. La princesa de Bohemia argumenta que existen enfermedades que alteran y perjudican nuestra capacidad racional. Y en esos momentos se está inclinado a dejar afectar por las pasiones. En consecuencia, para Isabel de Bohemia, en la búsqueda de la vida moral el cuerpo no puede ser desechado, este influye en nuestros pensamientos.

Descartes en esta ocasión acepta de manera parcial la crítica de la princesa, en tanto reconoce que en algunas ocasiones la afectación corporal puede de cierta manera invalidar o disminuir nuestra capacidad de razonar y determinar lo que se debe hacer. No obstante, Descartes afirma que si antes de acontecer la afectación del cuerpo ya se ha establecido el cómo se debe actuar, esta decisión no debe ser modificada por la disposición del cuerpo.

Si bien Descartes reconoce que algunas de estas condiciones corporales nos causan en ciertos momentos algunas pasiones, no es menos cierto que éstas las podemos sobrepasar por medio de la razón que nos muestra el valor real de cada acción o cosa que nos planteamos seguir.

Las observaciones detalladas y puntuales de la princesa demuestran no sólo su conocimiento y dominio de la propuesta cartesiana sino el talante crítico e intelectual.

Coincidimos con Isabel que Descartes no da una respuesta acertada. Algo de lo que Descartes está consciente porque lo conduce a una reflexión más profunda y detallada que se concreta en su obra Las Pasiones del alma.

4.- Cristina de Suecia

A continuación vamos a referirnos a la otra corresponsal importante de Descartes, la Reina Cristina de Suecia, correspondencia que tiene un comienzo posterior al de Isabel de Bohemia, pero que coincide en la última temática que hemos hecho referencia, el bien supremo.

Cristina de Suecia, hija de Gustavo Adolfo II, se carecterizó por su independencia y actitud de protesta ante lo que consideraba no era lo correcto, muestra de esta actitud se aprecia en sus decisiones políticas. Al igual que Isabel, mostraba gran interés en el ámbito intelectual, dominaba varias lenguas, y realizaba actividades que no eran propias de las mujeres de su época, como esgrima, caza y equitación.

En su corte como muy pocas se reunió con los intelectuales más importantes de su época.

5.- Correspondencia con Cristina

En primer lugar, debemos tener presente que este intercambio se da por intermediación de Chanut, quien era embajador del Estado francés y amigo de Descartes. El diplomático y el filósofo tenían una relación epistolar frecuente, entre los temas de intéres estaba la moral que incluía la consideración de las pasiones. Esta relación amistosa le permitió a Chanut tomarse la libertad de mostrarle una carta de Descartes a la reina. El tema de la carta estaba centrado en algunas preocupaciones que tenían Chanut y Descartes del tema del amor. La lectura de la carta además de las noticias que de Descartes tenía, le permitió exaltar la valoración que tenía del filosófo.

La carta y las recomendaciones previas despertó la curiosidad de la reina en temas de su interés, en especial del tema del bien supremo. Las inquietudes de la reina no son tan variadas como las de Isabel, que abarcaban ciencias, ética, política. La reina a diferencia de la princesa, no dirige sus preguntas a aspectos puntuales y específicos de la filosofía cartesiana, sino que plantea preguntas de lo que le preocupa y que se sitúa en el plano ético.

No apreciamos por parte de la reina el establecimiento de antemano de una postura filosófica ni una argumentación al respecto, no recurre a otros filósofos para exponer sus conocimientos. A través de las cartas de la reina uno juzga que hay en ella una curiosidad por saber lo que un filósofo famoso y respetado podía decir sobre la felicidad. Le hace saber a Chanut este interés, para que se lo transmita a Descartes. El grueso de la correspondencia de Cristina a Descartes está mediado por Chanut. Mientras que sí hay varias cartas de Descartes a la reina.

Ante estas solicitudes nuestro autor responde amablemente. Nuevamente el requerimiento de Cristina reitera un tema que con dificultad había enfrentado con Isabel de Bohemia como es el de la ética. Y que Descartes manifiesta a Chanut que prefiere evitar porque lo considera causa de riesgo de acusaciones como sucedió anteriormente con su física. Independiente de estas prevenciones no cabe la mayor duda que Descartes siente la presión tanto de Cristina como de Isabel sobre un tema que no tiene resuelto.

6.- Bien Supremo

Descartes atiende a las peticiones de la reina y expone su opinión acerca del bien supremo. El filósofo responde que se puede hablar de un bien supremo de los hombres en conjunto y un bien supremo en términos individuales. Descartes afirma que prioritario es el de cada hombre en particular y que sirve de fundamento al bien supremo en conjunto.

Descartes presenta dos tipos de bienes, los del cuerpo y la fortuna, y los del conocer y el querer que corresponden al alma en términos cartesianos. En cuanto a los primeros, no dependen exclusivamente de nuestro actuar sino de elementos externos y fortuitos, y no pueden ser considerados que integren el bien supremo. Pueden contribuir a nuestra dicha más no el contento del espíritu.

En cuanto a los bienes del alma dice:

(...) y los del alma tienen que ver con dos cuestiones, que son: una, conocer, y otra, querer lo que es bueno. Pero el conocimiento está en ocasiones más allá de nuestras fuerzas, y por eso sólo resta la voluntad, como algo que podemos disponer en absoluto. Y no me alcanza que sea posible disponer mejor de ella que teniendo siempre la firme y constante resolución de hacer puntualmente todas las cosas que nos parezcan ser mejores y utilizar todas las fuerzas de la mente en conocerlas bien. Y sólo en esto consisten todas las virtudes; y sólo esto merece, hablando con propiedad, alabanza y gloria. Y, por último, sólo de esto viene siempre el mayor y más consistente contento de la vida. Por todo ello opino que en eso consiste el Bien Supremo13.

Descartes nos dice que los bienes del querer dependen de saber lo que es lo bueno y al respecto reconoce que la finitud de nuestro entendimiento abre la posibilidad de equivocarse y en ese caso la virtud consiste en la firmeza con la que sostengamos nuestra decisión a la que llegamos al cabo de examinar una cuestión tanto como este moralmente a nuestro alcance14.

La firmeza en la decisión reitera la posición cartesiana manifestada en la segunda regla de la moral provisional. La firmeza es una expresión de resolución en Descartes y mientras extrememos nuestros conocimientos no cargaremos con uno de los impedimentos para alcanzar el bien supremo que es el arrepentimiento.

7.- Conclusión

Tal como hemos afirmado a lo largo de nuestro discurso, Descartes aviva y enaltece la participación de la mujer en el ámbito filosófico, dirigiendo su atención con deferencia a la solicitud y crítica de sus intelocutoras.

El intercambio de Descartes con sus corresponsales femeninas nos indica no sólo una aproximación diplomática, como se pudiese pensar en el caso de Cristina, ni de simple amistad, como lo sería con Isabel, por el contrario el hecho de aceptar las críticas y sugerencias significa la admisión de asumir al otro, en este caso, a las otras como capaz de cuestionar.

Otro aspecto a destacar es la postura de las interlocutoras durante el intercambio. Pensadores como Hume consideran que el rol de la mujer en el ámbito filosófico es principalmente el de difundir y absorber las ideas de los pensadores, resultado de su experiencia en los salones del continente. En este caso nos encontraríamos en la posición de Cristina de Suecia, la cual en su proceso de diálogo no presento objeciones o críticas puntuales. Concretándose en una recepción de las ideas cartesianas.

En contraposición Shaftesbury considera el diálogo como una forma de hacer filosofía. En consecuencia, la correspondencia con Cristina e Isabel constituyen una contribución filosófica.

Podremos decir que en la correspondencia de Isabel se puede apreciar esta postura generadora. Por sus argumentos, contraargumentos, justificaciones, cuestionamientos, referencia a otros autores y una posición firme en sus críticas, con las que Isabel no se limita a escuchar lo que el filósofo responde o considera. La princesa muestra su capacidad para dominar temas filosóficos, permitiéndonos afirmar que su rol no es de divulgadora sino de productora.

En consecuencia, pensamos que el intercambio epistolar con la princesa y la reina es la causa motivadora para la reflexión definitiva que encontramos en la obra Las pasiones del alma.

Notas

1. Descartes, R., Principios de la filosofía, Carta al traductor, Picot. Edición Francesa, C. Adam y P. Tannery, T. LIII, p. 25, Buenos Aires, Sudamericana, 1967, p. 300.

2. Luna-Leal, J, “La pregunta como parte del diálogo filosófico. La correspondencia de Elizabeth de Bohemia”, Platas, V. y Toledo, L. (Coord.), en Filósofas de la modernidad temprana y la ilustración, Xalapa, Universidad Veracruzana, 2014, p. 43.

3. Descartes., Correspondencia con Isabel de Bohemia y otras cartas, Barcelona, Alba Editorial, 1999, p. 125.

4. Descartes., Meditaciones Metafísicas con Objeciones y respuestas, Madrid, Ediciones Alfaguara, 1997, p. 154.

5. Descartes., Correspondencia con Isabel..., cit., p. 74.

6. Ibid., pp. 25-26

7. Ibid., p. 28.

8. Ibid., p. 33.

9. Ibid., p. 67.

10. Ibid., p.81.

11. Ibid., p.82.

12. Ibid., p. 83.

13. Ibid., p. 255.

14. Ibid., pp. 255-256

Referencias bibliográficas

1. Descartes., Correspondencia con Isabel de Bohemia y otras cartas, Barcelona, Alba Editorial, 1999.        [ Links ] 2. Descartes., Meditaciones Metafísicas con Objeciones y respuestas, Madrid, Ediciones Alfaguara, 1997.         [ Links ]