Historia de la Iglesia
Siglo XVI - Edad Moderna
INTRODUCCI�N
Comenzamos la edad moderna, que inicia en 1453 con la ca�da del imperio de
oriente a manos de los turcos otomanos, y termina con la revoluci�n francesa
de 1789 que puso fin al antiguo r�gimen.
En este per�odo de la edad moderna se pueden distinguir f�cilmente tres
momentos: el Renacimiento del siglo XVI, que coincide con la hegemon�a
espa�ola, con la renovaci�n cultural del humanismo y con la reforma
protestante; el siglo XVII, siglo de las monarqu�as absolutas y del
mercantilismo , siglo del barroco y de la reforma cat�lica; y el siglo XVIII
que en Francia es el siglo de la luces, y que se caracteriza por la aparici�n
y difusi�n del liberalismo econ�mico y pol�tico que acabaron con el antiguo
r�gimen.
Las caracter�sticas generales de la edad moderna son la consolidaci�n de las
nacionalidades, la formaci�n de los grandes imperios coloniales �como
consecuencia de los descubrimientos geogr�ficos y de la fuerza pol�tica del
absolutismo-, la lucha contra toda potencia que quisiera imponer su hegemon�a
�hasta llegar al equilibrio europeo del siglo XVIII-, la aparici�n y
desarrollo de las ideas liberales.
�Y la Iglesia? A partir del siglo XVI la historia de la Iglesia reviste
algunas caracter�sticas nuevas. La iglesia latina y la iglesia de Oriente
segu�an ya caminos distintos desde hac�a siglos. Con la reforma protestante,
la iglesia latina se divide a su vez en varias confesiones rivales:
luteranismo, calvinismo y anglicanismo. Al mismo tiempo, como consecuencia de
los grandes descubrimientos, el evangelio se anuncia en el mundo entero. En un
per�odo en que los estados se afirman y triunfa el absolutismo, la historia de
la Iglesia se convierte a menudo, incluso en el catolicismo, en la historia de
las iglesias nacionales.
Este siglo XVI es muy importante: es el siglo del Renacimiento literario y
art�stico, el siglo de la reforma protestante, el siglo del concilio de
Trento, de la Compa��a de Jes�s y la reforma cat�lica, de los descubrimientos,
de la misi�n en Asia y Am�rica, de los avances cient�ficos.
I.SUCESOS
De la Edad Media a la Edad Moderna
Dios era el centro en la Edad Media. Ahora, el centro es el hombre; el
hombre que penetra en los secretos de la naturaleza y por eso se entrega al
arte y a los descubrimientos; el hombre que se mete a fondo en el comercio y
la industria, creando ya el r�gimen capitalista. El hombre, como en el
per�odo de los cl�sicos, vuelve a constituirse en �medida de todas las
cosas�. Al hombre inculto y aferrado a la tierra, propio de la Edad Media,
le suceden el mercader y el viajante.
Este hombre moderno es m�s independiente, todo lo pasa por el tamiz de su
libre examen del subjetivismo y de la cr�tica. Este hombre est� m�s expuesto
al indiferentismo religioso y al ate�smo materialista. La religi�n se fue
considerando como algo privado de la conciencia de cada cual, que no cae
bajo la jurisdicci�n del estado y ni siquiera de la Iglesia.
La Iglesia tambi�n sufre el influjo de esta modernidad. Ya se hab�a
debilitado mucho la autoridad papal, por las causas que ya hemos visto: la
doctrina conciliarista que se iba abriendo campo en el campo teol�gico, el
papado en Avi��n y el cisma de occidente, que entristecer�a a la cristiandad
en tantos a�os. Se inicia la vida mundana de algunos papas, que m�s parecen
pr�ncipes terrenales que pastores de la Iglesia; m�s preocupados del arte y
de embellecimiento exterior, que del bien de las almas. Tambi�n muchos
personajes del alto clero frecuentaban m�s los salones de fiestas que el
confesionario, dej�ndose llevar del bienestar y del lujo.
Decae, pues, el prestigio de la Iglesia, a la que ahora se intenta
subordinar a los intereses del estado.
Como consecuencia de todo esto, aparecen los primeros librepensadores, se
abre el culto a la raz�n que hace su entrada en las universidades por medio
del averro�smo y de las ideas pante�stas; la literatura paganizante de
Boccaccio, del Arcipreste de Hita, y de otros m�s atrevidos, sirve de solaz
a damas y caballeros. El tema del rid�culo, aplicado a las cosas y a la
personas eclesi�sticas, se agudiza cada vez m�s, dando materia inflamable a
los primeros reformadores.
La Italia de los papas...
Los papas, como soberanos de unos territorios que buscan proteger, se
inmiscuyen cada vez m�s en los asuntos de una Italia que se ha convertido en
campo de rivalidades entre Francia y los Habsburgo. Algunos papas enriquecen
a su familia, a sus sobrinos y a sus hijos naturales . Las fiestas de la
corte romana son dispendiosas.
El Papa Julio II (1503-1513), armado de casco y coraza, se lanza al asalto
de las ciudades enemigas. Por otro lado estos papas son art�fices del
Renacimiento, como mecenas o protectores de artistas y literatos. Esta
Iglesia no responde a las esperanzas de los cristianos. Por eso, ante esta
situaci�n penosa, vino la famosa reforma de Mart�n Lutero. El monje agustino
Mart�n Lutero fue el protagonista de un doloroso cisma en la Iglesia de
occidente. Cuando el Papa Julio II comenz� la construcci�n de la nueva
bas�lica de San Pedro en Roma, los fieles de todo el mundo fueron invitados
a contribuir con donaciones. Para animarlos, se concedi� indulgencias a
quienes, junto con otras obras buenas, contribuyeran con dinero. Esto dio
ocasi�n a un escandaloso comercio de indulgencias. Contra esos abusos se
levant� Lutero publicando 95 proposiciones acerca de la doctrina de las
indulgencias.
Veremos m�s adelante todo el drama de Lutero.
Renovaci�n de las letras, las artes y las ciencias
El Renacimiento vuelve a descubrir la antig�edad bajo todas sus formas. Esa
literatura antigua duerme en los monasterios. Algunos prototipos del
Renacimiento:
�Nicol�s Maquiavelo, historiador, literato y pol�tico nacido
en Florencia. Escribi� �El Pr�ncipe�, donde describe c�mo debe ser un
gobernante: d�spota, refinado, astuto, sin escr�pulos, asesino o clemente
seg�n su inter�s, el cual ser�a la �nica norma moral de sus actos. Para �l
el fin justifica cualquier medio, aunque sea malo. Seg�n �l, el hombre es
esencialmente malo e incapaz de reformarse por s� mismo. �nicamente las
leyes aplicadas de manera desp�tica pueden someterlo. Como el que gobierna
es quien dicta las leyes, los actos de los gobernantes son buenos. El
pr�ncipe, por tanto, debe gozar de poder ilimitado. La guerra es necesaria
para vigorizar la naci�n porque la paz causa la ociosidad, el desorden y la
ruina de los estados. En adelante, se llamar� maquiavelismo a la pol�tica de
car�cter doble e inmoral.
�Nicol�s Cop�rnico: can�nigo polaco que revolucion� los
conocimientos cient�ficos de la �poca. Afirm� que el centro del sistema
planetario no era la tierra �como se cre�a-, sino el sol.
�Rafael Sanzio: es el pintor de los estados suaves del alma.
Por orden del Papa Julio II trabaj� los frescos llamados �La disputa del
Santo Sacramento�, �La Escuela de Atenas�, �El Parnaso�, �Atila detenido por
el Papa Le�n�. Le�n X le encarg� que pintara las logias del Vaticano. En 52
frescos represent� las grandes p�ginas de la Biblia. Despu�s termin� �El
pasmo de Sicilia� y la �Transfiguraci�n�.
�Leonardo da Vinci: artista y cient�fico de insaciable ansia
de sabidur�a, destac� en pintura, escultura, arquitectura, m�sica,
ingenier�a, f�sica, geolog�a, astronom�a, matem�ticas. Intuy� la posibilidad
de la aviaci�n y de la navegaci�n submarina. Sus obras pict�ricas
principales son: �La Cena�, �La Virgen con Santa Ana�, �la Gioconda�.
�Miguel �ngel: genial escultor, pintor y arquitecto. Esculpi�
�La Piedad�, �David�, �Mois�s�. En la Capilla Sixtina dej� los frescos que
representan �La Creaci�n�, �El Diluvio�, �El Juicio Final�. Construy� la
c�pula de san Pedro en el Vaticano.
�Erasmo de R�tterdam: es el pr�ncipe de los humanistas. Hijo
ileg�timo de un sacerdote. Sin vocaci�n, entra en el monasterio de can�nigos
regulares de Steyn, donde profesa en 1488. M�s que a la piedad se dedica al
estudio. Se ordena sacerdote en 1492. Cada vez se le va haciendo m�s
intolerable la vida mon�stica. El claustro le parece una c�rcel. Apasionado
por la literatura antigua, dej� su convento y sus h�bitos para circular por
toda Europa al encuentro de los humanistas y en busca de manuscritos. Vivi�
en Francia; en Inglaterra, donde se hace amigo de Tomas Moro; en Italia y
Alemania. Muri� en Basilea. Se alimenta de la �devoci�n moderna�, de la que
ya hablamos en el siglo XIV, sobre todo en estos aspectos: af�n de reforma,
desprecio de la escol�stica y amor a la Escritura; pero a�ade un esp�ritu
nuevo: la tendencia human�stica y el amor a la antig�edad grecorromana. Ya
no mira al cristianismo bajo el aspecto medieval, sino grecorromano. As� lo
dice �l mismo: �He ense�ado a hablar de Cristo a las letras griegas y
latinas�. Su obra principal fue �El elogio de la locura�, donde da la
palabra a la locura que dirige el mundo y hace una s�tira mordiente de todas
las categor�as sociales, incluida la eclesi�stica. En toda su obra, se
propone regenerar al hombre purificando la religi�n y bautizando la cultura.
Desea restaurar la teolog�a volviendo a las fuentes, es decir, al texto
original de la Escritura y a los santos padres de la iglesia que permiten
una buena interpretaci�n de la Escritura. Hay que volver- dice- a una
religi�n interior purificada de sus numerosos aditamentos y que acoja todo
lo bueno que hay en los autores antiguos.
Pero hay que decir que hay un abismo entre la devoci�n del Kempis, tambi�n
perteneciente a la �devoci�n moderna�, y la doctrina soberbia pero
elegant�sima de Erasmo. En lo espiritual queda el alma fr�a con la lectura
de Erasmo. Es muy intelectual, su Cristo es puramente moral, fr�o y
abstracto, personificaci�n de la virtud en s� y s�mbolo de todas ellas. En
cambio, el alma se inflama con la lectura del Kempis, pues presenta a un
Cristo familiar y amigo de nuestra alma.
Caracter�sticas de sus escritos son: teolog�a antiescol�stica, libertad de
pensamiento, acerada cr�tica y desenfado, acusado antijuda�smo y
antimonaquismo. Quiere un cristianismo m�s interior y espiritual, que no
consista en ceremonias exteriores, ni apegado a las prescripciones de la
Ley; un cristianismo espiritual y moral que quiere instaurar en todo el
mundo y mediante �l reformar la Iglesia. No lo logr�, porque propone una
reforma abstracta y erudita, demasiado cr�tica y negativa, y por tanto,
ineficaz. Tal vez, la reforma la deber�a haber comenzado en �l mismo: era
honrado, s�, pero no ferviente; m�s bien era tibio; habla de caridad
fraterna y no duda en calumniar a los monjes y a sus adversarios. �Si no
tengo caridad, no soy nada� (1 Cor 13, 1ss).
Se ha dicho que Erasmo fue precursor de Lutero. Pero realmente Erasmo,
aunque fue un descontento dentro de la Iglesia, nunca fue un rebelde ni
atac� los dogmas de la Iglesia . Era m�s bien amigo de la paz, de las medias
tintas, de la tolerancia, y enemigo de las afirmaciones rotundas, de las
precisiones. Hombre m�s erudito que genial, trabajador, talento cr�tico,
c�ustico y con cierta timidez. En el fondo era un hombre bueno, que tuvo m�s
admiradores que amigos. Para esto le faltaba afectividad y entusiasmo.
La Reforma protestante de Lutero
La Reforma protestante tuvo l�gicamente un caldo de cultivo. Dicha Reforma
naci� de la piedad de finales de la Edad Media, sobre todo, de la �devoci�n
moderna�, donde se favorec�a una b�squeda apasionada de Cristo en el
evangelio; pues las deficiencias y defectos de algunos hombres de la iglesia
romana cada d�a eran m�s palmarios y evidentes, debido al ambiente
renacentista en lo que ten�a de mundano, y del que no se sustrajeron algunos
papas, obispos y monasterios.
Pero tambi�n naci� en el momento en que comenzaba a surgir una nueva
civilizaci�n europea y cristiana. La cultura medieval se juntaba con el
Renacimiento y del consorcio de los dos se pod�a esperar un mundo nuevo.
Todo parec�a confluir a esta visi�n primaveral: el invento de la imprenta,
el descubrimiento del mundo antiguo en las obras de los cl�sicos, el del
mundo americano por Crist�bal Col�n y las naves de Espa�a, el de oriente por
los marinos portugueses; florecen ciencias nuevas; la aparici�n en la
historia de la clase media.
La reforma de la Iglesia ya ven�a exigi�ndose desde tiempo atr�s. Lutero no
hizo m�s que acercar la llama a la pira de le�os secos y dispuestos...La
hoguera fue colosal.
�Cu�les son las causas m�s remotas y generales del protestantismo de Lutero?
La primera causa es sin duda la decadencia de la autoridad
pontificia, agudizada durante el per�odo de Avi��n. All� los papas
multiplicaron los casos y beneficios reservados a la curia para aumentar las
rentas pontificias, lo cual fue ocasi�n de innumerables protestas. Disminuye
todav�a m�s el prestigio del papado con motivo del cisma de occidente,
cuando el pueblo no sabe d�nde est� la verdadera cabeza de la iglesia. Se
acostumbran a no obedecer al Papa romano. La doctrina de los te�logos y de
la universidad sobre la preeminencia del concilio sobre el pontificado
supone una profunda herida en el prestigio y la autoridad del sucesor de
Pedro. A esto se a�ade que durante el siglo XV y XVI, los papas se preocupan
m�s de lo temporal y pol�tico que de lo religioso. Se convierten en
pr�ncipes seculares e intentan crear un reino para s� y sus familiares, como
los dem�s pr�ncipes de Italia.
Una segunda causa hay que descubrirla en la decadencia de la
teolog�a escol�stica, junto con el falso misticismo. De aqu� nacen errores
radicales. Los humanistas desprecian a los te�logos, y se preocupan m�s por
la forma externa, que por el fondo y contenido. Los protestantes no s�lo
desprecian a los te�logos, sino tambi�n a la misma teolog�a, pues la
consideran opuesta al cristianismo. El falso misticismo influye en el
fide�smo protestante y se convierte en m�dula de la piedad calvinista. La
teolog�a ha derivado en dial�ctica ociosa. Pero la m�stica sin el fundamento
de la teolog�a puede terminar en un misticismo peligroso .
Una tercera causa est� en los abusos y corruptelas de los
cl�rigos y en la avidez de recursos de la curia romana. Esto, aunque grave,
no deber�a causar un rompimiento, pero s� exig�a una reforma. Los abusos no
son una causa propiamente dicha, s� lo es el ambiente de fastidio que ellos
crean, y el odio contra la jerarqu�a y el clero que provocan. Desde el
concilio de Vienne (1311-1312) resuena el grito de reforma. Ni los concilios
de Constanza (1414-1418) y Basilea (1431-1447) consiguieron �xito alguno en
materia de reforma. Y, �de qui�n vendr� la reforma? Reina la m�xima
confusi�n. O est� cerca ya el fin del mundo �piensan algunos-, o es la hora
del Anticristo, o Dios prepara un gran castigo.
Todo esto indica que el campo estaba preparado. Bast� que Lutero lanzase su
consigna de reforma y de vuelta al primitivo cristianismo, para que muchos
le siguiesen.
Y una cuarta causa: la condici�n pol�tico-social de Europa y
especialmente de Alemania, donde se acent�a un acusado nacionalismo frente a
la pol�tica imperial de Carlos V. Muchos pr�ncipes y nobles alemanes ser�n
de los primeros en adherirse a la causa revolucionaria de Lutero.
�Qui�n fue el protagonista de esta Reforma?
El monje agustino Mart�n Lutero fue el protagonista de este doloroso cisma
en la Iglesia cat�lica . Qu� duda cabe que en un inicio Lutero se movi� por
una actitud verdaderamente religiosa, pues quer�a una iglesia m�s pura y
acorde al evangelio. Pero con el paso del tiempo las pasiones irascibles le
hicieron explotar y desobedecer a la autoridad papal, pues Lutero era
violento e intransigente. Se orden� de sacerdote, no tanto por vocaci�n
sincera, sino por el deseo de no condenarse, dado que �l sent�a dentro de s�
muy fuerte la concupiscencia.
�Cu�l fue la chispa que provoc� el incendio?
El pr�ncipe Alberto compr� al Papa Le�n X el arzobispado de Maguncia. Para
que Alberto pagara, Le�n X le concedi� publicar una indulgencia para recabar
dinero destinado a la construcci�n de la catedral de Maguncia y de la
bas�lica de san Pedro en Roma . Indignado Lutero public� 95 proposiciones
acerca de la doctrina de las indulgencias, mezclando reproches contra la
autoridad eclesi�stica, y las clav� en la puerta de la iglesia del castillo
de Wittenberg. Lutero rechazaba la falsa seguridad que daban las
indulgencias, pues el cristiano no puede comprar la gracia de Dios. Lutero
en estos primeros momentos se mostraba moderado en su ataque al papado y no
pensaba en romper con Roma. Sus tesis tuvieron un enorme �xito a trav�s de
Alemania y de toda Europa. Erasmo las aprob� con entusiasmo.
�C�mo reaccion� la Iglesia con Lutero?
Durante tres a�os, los miembros de su orden y algunos enviados de Roma
intentaron persuadirle a corregir sus afirmaciones. Pero la disputa despert�
el nacionalismo alem�n. Lutero se present� como el campe�n de un pueblo
cansado de los procedimientos fiscales de la corte romana y de la
acumulaci�n de los bienes eclesi�sticos en Alemania. Lutero, enardecido por
esto, apel� a la reuni�n de un concilio y comenz� a criticar duramente al
Papa y la autoridad eclesi�stica.
En junio de 1520, la bula pontificia �Exsurge, Domine� condenaba 41
proposiciones de Lutero. Ten�a dos meses para obedecer y enmendarse. Lutero
quem� solemnemente la bula el 10 de diciembre de 1520. En enero de 1521 fue
excomulgado. Convocado a la dieta de Worms para que explicara su
pensamiento, ante la asamblea de los pr�ncipes del imperio y ante el
emperador Carlos V, rey de Espa�a y emperador de Alemania, Lutero afirm� que
se sent�a obligado �nicamente por la Escritura y por su conciencia, y
mantuvo sus posiciones. Fue desterrado del imperio y tuvo que ocultarse en
mayo de 1521. En su retiro tradujo la Biblia al alem�n. En la ciudad de
Espira se llev� a cabo una asamblea con el fin de apagar el incendio que
ocasion� Lutero; pero los luteranos descontentos, protestaron ante la Dieta
de Espira (1529). Desde entonces quedaron con el nombre de �protestantes�.
Estos son los puntos doctrinales de Lutero que contrastaban con la doctrina
de la Iglesia cat�lica:
�S�lo la Escritura: ni Tradici�n ni Magisterio son necesarios.
La �nica fuente de la verdad revelada es la Escritura , y cada quien la
interpreta a su manera (libre examen).
�S�lo la fe, sin obras: nuestras obras est�n corrompidas,
porque estamos empecatados desde la punta de la cabeza hasta los pies; por
tanto, nuestras obras no merecen nada. S�lo hay que creer en Cristo que nos
tiende su manto de misericordia. La salvaci�n, dice, proviene de la fe, no
de las obras ni de la recepci�n de los sacramentos. Para Lutero no existe el
libre albedr�o, sino que la concupiscencia es invencible, pues el hombre,
despu�s del pecado original, qued� incompleto, sin fuerzas ni libertad. Por
tanto, si nuestras obras no valen para Lutero, tampoco valen nuestras
oraciones y misas por los difuntos. Nuestros actos �sigue diciendo- son
pecaminosos. S�lo la fe le salva . Para Lutero, Dios lo hace todo, el hombre
no hace nada.
�S�lo el bautismo y la eucarist�a: niega los dem�s
sacramentos. Pero, aunque admit�a la eucarist�a y una cierta presencia de
Cristo en ella, negaba su car�cter sacrificial y la transubstanciaci�n. Para
�l el orden sagrado no era un sacramento y negaba toda diferencia entre
sacerdotes y laicos. Y no admit�a la confesi�n hecha a un sacerdote. Tampoco
el matrimonio para �l era sacramento y por lo mismo admiti� el divorcio. M�s
tarde el disc�pulo de Lutero, Melanchton, redacta en lat�n y alem�n un
documento que ser� la cartamagna del luteranismo y toma el nombre de
�Confesi�n de Augsburgo�..
�S�lo Cristo: por tanto, rechaz� los intermediarios, pues
cre�a que toda mediaci�n humana era negar la mediaci�n �nica de Cristo y
hacer depender del hombre su propia salvaci�n. Por lo mismo rechaz� el culto
a la Virgen y a los santos, y neg� que la iglesia tuviera poder de alcanzar
la remisi�n de las culpas a base de indulgencias.
�S�lo la iglesia invisible: �l acepta la iglesia, pero la
concibe como la comunidad interior e invisible de los creyentes; en
consecuencia rechaza su estructura visible y jer�rquica.
�Qu� consecuencias trajo la reforma de Lutero?
Alemania se dividi�, unos a favor y otros en contra de Lutero. Los nobles se
lanzaron al asalto de las tierras eclesi�sticas, en nombre de la igualdad de
los hombres ante Dios. Los campesinos pobres se sublevaron contra los
se�ores que los explotaban. Y todo en nombre de la Palabra de Dios. Lutero
invit� a los se�ores a matar a los revoltosos, al no poder aplacar a los
campesinos. �Fue una guerra atroz!
Despu�s del cisma de Lutero vinieron muchas otras separaciones en la
iglesia. Hagamos un recuento de ellas.
�Los anabaptistas predicaban la necesidad de un nuevo
bautismo, que deb�an recibirse en edad adulta; por lo mismo no admit�an el
bautismo de los ni�os. Coincid�an con los luteranos en afirmar que s�lo la
fe salva y en decir que la eucarist�a s�lo tiene valor de memorial. Pero se
diferenciaban de ellos en que rechazaban toda autoridad, no s�lo
eclesi�stica sino tambi�n civil, pues los vueltos a bautizar formaban una
comunidad de iguales. De esta corriente fue Thomas M�nzer que promovi� la
guerra de los campesinos, y Jan Bochelson que se proclam� rey de M�nster y
permit�a la poligamia.
�Calvino , laico franc�s, se adhiri� a las nuevas ideas
reformistas, pero desarroll� una doctrina propia sobre la predestinaci�n,
seg�n la cual Dios ya tiene predestinados a unos para el cielo y a otros
para el infierno, independientemente de sus obras.
�Zwinglio, fascinado por las ideas de Lutero, defendi� la Escritura como
�nica fuente de la verdad en la iglesia, critic� el culto a las im�genes, el
celibato impuesto a los sacerdotes, y lleg� hasta a negar el sacramento de
la eucarist�a. En Zurich seculariz� los conventos y promovi� la liturgia en
alem�n.
�Juan Knox, sacerdote cat�lico escoc�s, se dej� seducir por las ideas
reformistas y fund� la iglesia presbiteriana. Perseguido en su
tierra, se refugi� junto a Calvino.
�Enrique VIII, rey de Inglaterra, al no obtener del Papa la anulaci�n de su
matrimonio con Catalina de Arag�n, sigui� el ejemplo de protesta de Lutero
proclamando la independencia de la Iglesia anglicana, y
constituy�ndose �l mismo en su cabeza. Santo Tom�s Moro, canciller del
reino, siguiendo el dictamen de su conciencia prefiri� morir antes que
aceptar las disposiciones separatistas y divorcistas del rey Enrique, que a
toda costa quer�a del Papa Clemente VII el divorcio de Catalina de Arag�n
para contraer matrimonio con Ana Bolena. As�, pues, Enrique VIII se
autonombr� jefe espiritual de la iglesia inglesa y amenaz� con la pena de
muerte a aquellos s�bditos que no lo reconociesen como tal. Tambi�n fue
condenado a muerte el cardenal Juan Fisher y otros. La hija de Enrique VIII
y de Catalina de Arag�n, Mar�a Tudor, al convertirse en reina, restableci�
el catolicismo y procedi� a m�s de 200 ejecuciones de protestantes; hecho
�ste que le vali� el nombre de Mar�a la sanguinaria. La reina Isabel
(1558-1603), hija de Enrique y Ana Bolena, volvi� a borrar el catolicismo
del reino ingl�s reduci�ndolo a las catacumbas y estableci� definitivamente
el anglicanismo.
Europa, pues, qued� dividida religiosamente. Hubo luchas y guerras de
religi�n que llenaron de sangre varias partes de Europa . Enrique IV de
Borb�n, convertido al catolicismo public� en 1598 el tolerante edicto de
Nantes que reconoci� la libertad religiosa; es decir, que cada pr�ncipe
escogiera la religi�n para su territorio: �Cuius regio, eius religio� (cada
regi�n tiene su religi�n). Los s�bditos tienen que seguir la opci�n de su
pr�ncipe o marcharse al destierro.
�C�mo acab� el monje Lutero? Finalmente, en 1525, Lutero se cas� con una
antigua religiosa, Catalina Bora, �para burlarse del diablo y de sus
sat�lites... y de todos los que son lo bastante locos para prohibir casarse
a los cl�rigos�.
�Qu� juicio podemos dar sobre la doctrina de Lutero y el luteranismo?
Lutero, al inicio, s�lo pretend�a volver al primitivo cristianismo del que
se hab�a venido alejando la iglesia, y eso era bueno. No pretend�a en ese
tiempo separarse de la Iglesia Cat�lica. Tambi�n era un elemento positivo el
valor que conced�a a la Sagrada Escritura y su deseo de ponerla al alcance
de todos los cristianos. Ya hemos dicho que la tradujo al alem�n. Tambi�n
era bueno su af�n por recalcar el valor salv�fico de la fe, que hab�a
quedado oscurecido por el tr�fico de indulgencias. Es asimismo de alabar la
importancia que concedi� al bautismo y el haber puesto en evidencia la igual
dignidad de todos los bautizados.
Pero la doctrina de Lutero puso en discusi�n y neg� muchas verdades
fundamentales de la fe cat�lica. Poco a poco, lo que comenz� siendo una
reforma de las costumbres termin� en una reforma de la fe cat�lica y de la
estructura misma de la Iglesia. Sus buenos deseos terminaron en rebeld�a y
herej�a, al negar el origen divino de la jerarqu�a, al entender la
justificaci�n en un sentido que no ten�a suficiente cuenta de la cooperaci�n
humana, al rechazar varios de los sacramentos. Eso fue lo triste, pues
rompi� la t�nica incons�til de la Esposa de Cristo .
Adem�s de la escisi�n que produjo en la iglesia, su doctrina produjo otros
males. El m�s vistoso es el subjetivismo tanto al interpretar la Escritura
al defender el �libre examen�, como en el campo dogm�tico por negar el papel
magisterial del papa y de los obispos. Algunos autores ven en este
subjetivismo una de las ra�ces del racionalismo moderno.
Otra consecuencia negativa fue que, al aliarse con los nobles de la naci�n
alemana, increment� la sujeci�n de las iglesias al estado. Si miramos este
punto con imparcialidad, tendremos que recordar la frase de P�guy: �Todo
comienza en m�stica y todo acaba en pol�tica�.
La brutalidad del saqueo de Roma (1527)
La necesidad de reforma era el grito que se escuchaba por todas partes. Y
esa reforma ten�a que comenzar desde la cabeza, el Papa. Uno de los males en
que cayeron algunos pont�fices de este siglo fue la frivolidad y el esp�ritu
mundano.
Clemente VII fue una muestra. Como arzobispo de Florencia hab�a sido bueno,
pero como Papa agrav� los males consintiendo algunos excesos. En pol�tica su
gran yerro fue indisponerse con el emperador Carlos V, baluarte de la
Iglesia, al apoyar a su rival el rey Francisco I de Francia. Este intent�
hacerse por la fuerza del ducado de Mil�n, y fue vencido y capturado en
Pav�a por el emperador (1525). Para recuperar su libertad firm� el tratado
de Madrid, pero inmediatamente lo rompi� y volvi� a levantarse en armas
contra el emperador. Es aqu� donde interviene Clemente VII, pues le ofreci�
su apoyo para liberarse del influjo que el emperador ten�a en Italia. Este,
tras consultar a sus te�logos y tranquilizar su conciencia, ataca
militarmente con sus Lansquenetes la ciudad de Roma y la captura (1527).
Se hizo el ataque con una fuerza de veinte mil hombres integrados por
italianos y espa�oles a quienes se agregaron diez mil j�venes luteranos cuyo
jefe dec�a: �Quisiera ahorcar al Papa con mis propias manos�. El ataque fue
brutal. La soldadesca arras� cuanto encontr� a su paso. �Saqueo de Roma� se
denomin� este hecho. Su brutalidad caus� consternaci�n en toda Europa, tanto
que el franciscano cardenal Qui�ones reproch� duramente al emperador Carlos
V dici�ndole que no merec�a llamarse emperador sino m�s bien general de
Lutero. Pero otros predicadores dec�an: �Roma, haz penitencia, esto es
castigo de Dios�. Y todos clamaban por la reforma de la Iglesia. Clemente
VII estuvo prisionero de Carlos V hasta fines de 1527.
Se empieza a pensar que ha llegado el momento de la reforma, y lo mismo que
cuando la ca�da del Imperio romano, muchos se retiran a hacer penitencia.
Una de las ciudades italianas donde m�s se conserv� el fervor religioso fue
Venecia, debido a que no sufri� por las guerras, el hambre o la peste.
Preclaros venecianos eran Contarini y san Jer�nimo Emiliano. All� estuvo
fuerte el Oratorio del Divino Amor, cuyo primer intento era renovar la
propia alma por medio de la oraci�n, la predicaci�n, la pr�ctica de los
sacramentos y la caridad cristiana.
Como siempre, la reforma fue obra de santos.
Contin�a la gran haza�a evangelizadora de Am�rica
Como en el cap�tulo anterior ya hablamos de esto m�s extensamente, quiero
hacer un brev�simo resumen en este apartado.
El com�n denominador en la gesta civilizadora de Espa�a aparece siempre en
todos los escritos de ese tiempo: �La conversi�n de los infieles...que todos
conozcan a Dios Nuestro Se�or...que se implante la santa fe cat�lica�.
Cort�s y Pizarro entregaron al imperio espa�ol los inmensos territorios de
los imperios azteca (1521) e inca (1532) respectivamente. Almagro explora
Chile y Pedro de Mendoza funda Buenos Aires (1535); su hermano Pedro se
dirige al Paraguay (1538). Vasco N��ez de Balboa descubri� el Oc�ano
Pac�fico en 1513. Magallanes y Elcano dieron la vuelta al mundo durante el
trienio de 1519 a 1522.
Los papas Inocencio VIII en 1482, Alejandro VI en 1493 y Julio II en 1508
hab�an concedido a los reyes espa�oles una serie de privilegios para el
gobierno de la iglesia tanto en Espa�a como en Indias : formaci�n de
di�cesis y nombramiento de obispos, recaudaci�n de los diezmos, aprobaci�n
de documentos pontificios, construcci�n de iglesias, control de religiosos,
etc.
Resumamos un poco lo que ya dijimos en el siglo anterior. Desde sus inicios
en Am�rica, la Iglesia qued� estrechamente sujeta al poder civil. En este
descubrimiento, es verdad, hubo abusos y explotaci�n por parte de algunos
conquistadores; incluso disminuyeron poblaciones aut�ctonas, debido a los
duros trabajos a los que los somet�an y a las enfermedades. Los espa�oles se
hab�an distribuido las tierras y las poblaciones (sistema de encomienda), lo
cual llevaba a una esclavitud disimulada de los indios, por parte de algunos
espa�oles. En 1551, el dominico Montesinos protesta en un serm�n contra la
explotaci�n de los indios ante el furor de los colonos, que llevaron el
asunto ante la corte de Espa�a. Las leyes de Burgos (1512) mantuvieron la
encomienda, pero exigiendo que los indios fueran tratados como hombres
libres y que los amos se preocupasen de su vida cristiana. Esta
evangelizaci�n americana es llamada �gesta evangelizadora�, �epopeya
religiosa�, �empresa singular�.
II.RESPUESTA DE LA IGLESIA
Todos esperaban la respuesta de la Iglesia en todo este desbarajuste.
�Reforma! �Ser�a capaz la Iglesia de poner los cimientos de esta reforma
deseada? El Esp�ritu Santo otra vez m�s no abandon� la Iglesia.
Todav�a pululaban en el aire las ideas conciliaristas del siglo pasado. El
quinto concilio de Letr�n (1512-1517), bajo el papado de Le�n X , conden� el
conciliarismo y la Pragm�tica Sanci�n de Bourges, que quer�a la
independencia con respecto a Roma. Este concilio quiso responder al rey
franc�s Luis XII que, al igual que Felipe IV el Hermoso al Papa Bonifiacio
VIII, priv� al Papa de subsidios, reuni� un concilio nacional en Tours y
apoy� otro �ecum�nico� en Pisa (1511), de corte galicano el primero y
conciliarista el segundo.
Mucho se habl� de la reforma en este concilio V de Letr�n, pero sus
resultados no tuvieron la importancia proporcionada a su larga duraci�n.
La gran Reforma cat�lica: El Concilio de Trento
Dios hizo surgir la reforma cat�lica , no s�lo para combatir al
protestantismo, sino para lanzar con m�s claridad la doctrina de la Iglesia
cat�lica.
La antigua cristiandad europea explot� en m�ltiples iglesias opuestas a
Roma. Seriamente amputada, la Iglesia romana reaccion� intentando
reformarse. Incluso algunos pr�ncipes cat�licos se lanzaron incluso a una
reconquista armada. A todo esto es a lo que se da a veces el nombre de
contrarreforma. No es exacta la expresi�n contrarreforma porque parecer�a
que aprobase la de reforma de Lutero, que en realidad no fue reforma sino un
complejo dogm�tico, disciplinar y moral, no siempre bien aclarado. Adem�s,
para reformar la Iglesia no es necesario destruirla ni separarse de ella,
como hizo Lutero, sino permanecer fiel a ella. Tampoco es exacto ese t�rmino
de contrarreforma porque dar�a la impresi�n de que la restauraci�n de la
Iglesia cat�lica ser�a una mera reacci�n contra el protestantismo, siendo
as� que la Reforma de la Iglesia cat�lica es eminentemente constructiva,
vital y positiva.
La Iglesia cat�lica convoc� el concilio de Trento (1545-1563), bajo los
papas Paulo III , Julio III y P�o IV.
El fin y el objeto de Trento fue salvar la ortodoxia de las costumbres,
mantener la unidad de la Iglesia, reanimar la santidad en el clero y el
pueblo. El papa se ayud�, para la reforma de obispos y di�cesis, de los
teatinos, fundados por san Cayetano Thiene y Pedro Caraffa.
Trento abri� una nueva era a la iglesia y sus decretos empezaron a
practicarse por toda la cristiandad. El concilio adem�s de abocarse a la
reforma de las costumbres , se centr� sobre todo en aclarar la doctrina
cat�lica, negada por Lutero.
En la primera etapa del concilio (1545-1547), siendo papa
Paulo III, se reconoci� el valor de la tradici�n apost�lica, igual al de la
Escritura como fuente de fe; se defini� el canon de los libros inspirados;
se declar� el significado de la Vulgata, no en el sentido filol�gico
(ausencia de errores de traducci�n), sino en el dogm�tico ; se proclam� como
norma de interpretaci�n de la Escritura la opini�n com�n de los santos
padres y el juicio de la Iglesia; se publicaron los decretos dogm�ticos
sobre el pecado original y sobre la justificaci�n, ; se llev� a examen y se
defini� la doctrina sobre los sacramentos en general y del bautismo y de la
confirmaci�n en particular, y se dio una serie de decretos de reforma
respecto a la predicaci�n, la obligaci�n de residencia y el c�mulo de
beneficios.
En la segunda etapa (1551-1552), siendo Papa Julio III,
prosiguieron los decretos relativos a la eucarist�a, a la penitencia y a la
extremaunci�n, adem�s de los concernientes al ejercicio de la autoridad
episcopal, las costumbres del clero y la colaci�n regular de los beneficios
eclesi�sticos.
En la tercera etapa (1561-1563), siendo Papa P�o IV, se
promulgaron los decretos sobre la comuni�n bajo las dos especies, que
declararon no necesaria; sobre el car�cter sacrificial de la misa; sobre los
sacramentos del orden y del matrimonio; sobre el purgatorio, la veneraci�n
de los santos, de las im�genes y reliquias. Simult�neamente se dieron
cuarenta y dos art�culos, que pueden ser considerados como la esencia de la
reforma tridentina, concernientes a los m�s importantes sectores de la vida
eclesi�stica: acerca de la residencia de los obispos, las condiciones para
la colaci�n de las �rdenes por parte de los obispos, el uso del lat�n en la
celebraci�n de la misa y administraci�n de sacramentos, sobre la disciplina
del clero, la formaci�n eclesi�stica, etc.
El 15 de julio de 1563 se aprob� el importante decreto sobre la erecci�n de
los seminarios; solamente por �l se pod�an dar por bien empleados todos los
trabajos del concilio. Igualmente, se legisl� sobre diversos aspectos de la
vida en la Iglesia: el matrimonio que invalidaba los matrimonios
clandestinos, las indulgencias, los ayunos, las visitas pastorales, la
observancia de los d�as festivos, la acumulaci�n de beneficios, la reforma
de las �rdenes religiosas... Y propici�, adem�s, que m�s tarde se publicara
el misal y el breviario, el Catecismo Romano y del �ndice de libros
prohibidos.
En esta �ltima etapa asistieron 225 Padres: seis cardenales, tres
patriarcas, 193 arzobispos y obispos, siete abades y siete superiores
generales de �rdenes religiosas, 39 procuradores de otros tantos prelados
ausentes.
Hab�an pasado dieciocho a�os desde su inauguraci�n. P�o IV confirm� los
decretos conciliares mediante la bula �Benedictus Deus� (1564) e instituy�
la Congregaci�n del Concilio para la mejor interpretaci�n de los mismos y su
ejecuci�n. Tales decretos fueron aceptados sin reserva por la mayor parte de
los soberanos y de los Estados cat�licos. S�lo Francia admiti� los
dogm�ticos, pero no los disciplinares.
Aqu� est�n resumidos los principales puntos doctrinales del
concilio de Trento :
�Declar� que las fuentes de la revelaci�n son las Escrituras y
la tradici�n de la Iglesia. De esta manera la Iglesia contestaba la doctrina
de Lutero que todo lo cifraba en la sola Escritura.
�Fij� los libros de la Biblia o canon: son 73 libros; 46 del
Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Los protestantes aceptan 39
libros del Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento; en total, 66
libros; siete menos que los cat�licos. Los protestantes no aceptan Tob�as,
Judit, Sabidur�a, Eclesiast�s, Baruc, 1 y 2 de Macabeos.
�Explic� la doctrina del pecado original, la gracia y los sacramentos,
que en pocas palabras se resume as�: El hombre nace herido con el
pecado original, pero no corrompido. Dicho pecado se borra totalmente con el
bautismo, aunque queda la concupiscencia o la tendencia o inclinaci�n al
pecado. El bautismo nos santifica y el hombre con la gracia del bautismo y
de los sacramentos puede hacer obras buenas y meritorias a los ojos de Dios.
As� daba contestaci�n al protestantismo que dec�a que el hombre estaba
totalmente corrompido y era incapaz de hacer el bien, aunque haya recibido
el bautismo. Para ellos el bautismo hace justo al hombre, pero no porque lo
regenere, sino porque Dios ya no le imputa el pecado, en virtud de los
m�ritos de Cristo.
�Reafirm� la existencia de los siete sacramentos.
�Afirm� que s�lo la fe en Jesucristo salva, pero que las obras buenas
son necesarias. Los protestantes dec�an que s�lo la fe salva, pues
todas las obras hechas por el hombre son obras empecatadas y no agradables a
Dios.
�Volvi� a ense�ar, conforme a la tradici�n, el valor de las
indulgencias, el culto a los santos, el celibato, la vida religiosa,
la existencia del purgatorio. Para ganar las indulgencias se necesita,
adem�s de la obra de caridad a la que est� ligada, tener un coraz�n
contrito, que rechaza el pecado. Ese esp�ritu penitencial se debe manifestar
confes�ndose, recibiendo la comuni�n y rezando por las intenciones del Papa.
Si no hay este esp�ritu penitencia, la indulgencia ser�a una compraventa,
que es lo que Lutero ech� en cara a la Iglesia.
�Public� el catecismo romano, destinado a los p�rrocos, para
ayudarles en su predicaci�n y en la ense�anza del catecismo a los ni�os.
Los papas aplicaron el concilio, organizaron la iglesia, instituyeron
seminarios, universidades. Roma se embelleci� y adquiri� su fisonom�a de
capital del mundo cat�lico. La c�pula de la bas�lica de san Pedro se acab�
en 1590. Los a�os santos de 1575 y 1600 tuvieron un gran �xito.
La aplicaci�n del concilio en los pa�ses cat�licos dependi� en parte de la
voluntad de los soberanos. Felipe II de Espa�a recibi� muy pronto las
decisiones conciliares. En Alemania, a los emperadores les habr�a gustado
obtener el matrimonio de los sacerdotes. En Francia, por considerar que el
concilio atentaba contra el poder real, los reyes negaron su publicaci�n.
Grandes hombres de Iglesia dieron un impulso al concilio: Pedro Canisio,
jesuita holand�s, recorri� incansablemente Europa y especialmente los pa�ses
germ�nicos para poner en pr�ctica la reforma cat�lica. En Mil�n, Carlos
Borromeo representa el modelo de obispo seg�n el concilio de Trento: llev�
una vida austera, reuni� s�nodos diocesanos, fund� colegios y seminarios.
En consecuencia, el concilio de Trento imprimi� un nuevo rumbo a la Iglesia;
afirm� la ortodoxia y devolvi� al pueblo la confianza en sus pastores. Desde
Trento, el obispo y el p�rroco deber�n vivir con el pueblo.
Ante el saqueo de Roma
El Papa Clemente VII debi� aceptar rendici�n incondicional exigida por el
vencedor. El vencedor se incaut� �como bot�n de guerra- de las ciudades
papales de Civit� Vecchia, Ostia, Civit� Castellana, Piacenza, Parma y
M�dena, que integraban el poder temporal del papado.
Para hacer frente a otros gastos, Clemente VII debi� recurrir a empr�stitos
de banqueros genoveses y catalanes, hipotecando la ciudad de Benevento y las
rentas eclesi�sticas de N�poles. Rendido y humillado, despojado y enfermo,
regresa a Roma (1528).
Por disposici�n de la divina Providencia, es por esta �poca l�gubre cuando
el Papa apoya a un grupo de franciscanos que desean vivir vida erem�tica y
que el pueblo llamar� capuchinos. La bula est� firmada el 3 de julio de
1528.
Nuevas �rdenes e instituciones
El concilio de Trento impuls� una serie de �rdenes e instituciones para
llevar a cabo esa reforma tan anhelada por la Iglesia. Estas �rdenes est�n
vinculadas al Papa Paulo III.
�Cu�les son?
Oratorio del Divino Amor: surgi� en Roma en tiempos de Le�n X.
Era una hermandad de cl�rigos y seglares fervorosos cuyo fin principal era
difundir la devoci�n eucar�stica y la comuni�n frecuente, cosa desconocida
hasta entonces. Estos grupos de oraci�n se extendieron por G�nova, Vicenza y
Venecia. Impulsaron este oratorio los cardenales Pedro Caraffa, Sadoleto y
san Cayetano Thiene. M�s que orden es un movimiento de espiritualidad.
Los teatinos son ya una orden. Sus fundadores fueron el
cardenal Pedro Caraffa y san Cayetano Thiene. Se llamaron teatinos porque
as� los llamaba el pueblo, dado que Caraffa era obispo de Theate. Esta orden
estaba constituida por cl�rigos reformados; no adoptaban normas monacales y
se consagraban al pastoreo de la grey alejada. Su vida sacerdotal santa se
extendi� r�pidamente, a tal punto que santa Teresa de Jes�s dice: �Sed
amigos de los teatinos�.
Barnabitas: su fundador fue san Antonio Mar�a Zaccaria
(1502-1539). Es orden de cl�rigos regulares. Su finalidad era la instrucci�n
religiosa del pueblo y la educaci�n juvenil. Fueron aprobados por Clemente
VII en 1533. Desarrollaron su actividad en el norte de Italia, donde en
donaci�n recibieron el antiguo monasterio de san Bernab� (B�rnabas) de
Mil�n. Se acrecent� el prestigio de los barnabitas con la figura de san
Alejandro S�uli, superior general de la congregaci�n, obispo de Aleria y
consejero de san Carlos Borromeo.
Capuchinos: la orden franciscana ven�a sufriendo trastornos
disciplinarios en el siglo XV. Con la intervenci�n del Papa Le�n X se lleva
a cabo la escisi�n franciscana: unos ser�n observantes y otros conventuales
(1517). Propulsor de la observancia en Italia hab�a sido san Bernardino de
Siena. En Espa�a, san Pedro Regalado y san Pedro de Alc�ntara. Fray Mateo de
Bascio (Da Bassi) encabeza el grupo de los conventuales para vivir la
estricta regla de san Francisco (1525). Integran el grupo fray Luis y Rafael
de Fossombrone, con apoyo de Pedro Caraffa.
Obtiene la aprobaci�n del Papa Clemente VII en 1526. Se les denomin� en un
inicio �ermita�os franciscanos� y m�s tarde �capuchinos� porque usaban
h�bitos burdos con capucha grande. Viven en pobreza y en oraci�n. Esta nueva
rama franciscana sufri� mucho de parte de sus mismos hermanos franciscanos;
incluso, el primer vicario general, Mateo, y el segundo, Luis Fossombrone se
volvieron a los observantes. El tercer vicario, Bernardino Ochino, descuid�
su vida erem�tica y contemplativa por darse a una actividad asombrosa;
termin� pas�ndose al protestantismo y huyendo a Suiza.
Pero estos contratiempos no detienen el crecimiento de los capuchinos que,
pese a todo, contaban con el apoyo de los cardenales Contarini, Sanseverino
y del reformador obispo de Verona, Juan Mateo Giberti. Se extienden
r�pidamente por toda Europa en la segunda mitad del siglo XVI y se
constituyen desde los albores, en los predicadores y confesores de Europa, y
en su apostolado entre la gente sencilla y en las misiones. �Dem�stenes del
pueblo� los llamar� Lacordaire.
Pasadas las tormentas, se consolid� la tierna rama y el Papa Paulo V les dio
plena independencia de los conventuales (1619). Forman desde entonces una
nueva rama franciscana junto a los observantes y conventuales. Corr�a un
verso que reza as�: �Mateo de Bascio les dio el h�bito. Luis de Fossambrone
la barba. Bernardino de Asti el esp�ritu. El pueblo les puso nombre�.
Santa �ngela de Merici funda las Ursulinas en 1537, dedicadas
a obras de educaci�n. Quer�a salvar a la sociedad, formando a las madres de
familia y a los educadores.
San Felipe Neri, el oratorio, en 1563. Constaba de laicos y
sacerdotes que se dedicaban, sin estructura ni constituciones, a rezar,
cantar, comentar las Escrituras, estudiar la historia de la iglesia y
dedicarse al servicio de los enfermos y peregrinos.
Un ej�rcito a las �rdenes del papa: La Compa��a de Jes�s
Menci�n aparte merece la Orden de cl�rigos regulares llamada Compa��a de
Jes�s, fundada por san Ignacio de Loyola y aprobada por el papa Paulo III en
1540. Colabor� enormemente en este esfuerzo de la Iglesia por preservar y
defender la fe cat�lica, contra el virus protestante. Fue realmente un
baluarte firme y seguro del catolicismo. Gracias a ella, Trento se llev�
adelante.
�Su lema lo dec�a todo: �Ad maiorem Dei Gloriam�
(para la mayor gloria de Dios).
�Su fin: ser un ej�rcito a las �rdenes del Papa para la
defensa y la explicaci�n de la doctrina cat�lica. Mediante un cuarto voto de
obediencia rigurosa al Papa, adem�s de los cl�sicos de pobreza, castidad y
obediencia, san Ignacio puso a su grupo en manos del pont�fice. Con este
voto los jesuitas significan su voluntad de responder a todas las
necesidades de la Iglesia de su tiempo, a donde les mandara el Papa.
�Los medios para llevar a cabo su apostolado: los ejercicios
espirituales destinados a la conversi�n del hombre; la ense�anza en
universidades y colegios, las misiones, la investigaci�n cultural y la
pastoral en general.
�Caracter�sticas de la orden: Ignacio agrega un a�o de
noviciado y aumenta la autoridad del superior general: ser� vitalicia.
Suprime la oraci�n coral, vigente en todas las �rdenes, pero hace hincapi�
en la obediencia absoluta . Obediencia y disciplina, autocontrol e
incansable energ�a de acci�n en el servicio de Dios. Las constituciones, que
empez� a escribir el mismo san Ignacio entre 1546-1550, fueron confirmadas
por la primera congregaci�n general de 1558 como norma definitiva. La
espiritualidad est� plasmada en los ejercicios espirituales, que han hecho
m�s santos que letras contiene, seg�n san Francisco de Sales. No crean, sin
embargo, una espiritualidad nueva; trazan el �principio y fundamento� del
cristiano . La Compa��a de Jes�s quedaba organizada bajo una constituci�n
r�gidamente mon�rquica y centralizada: el general de la orden, elegido de
por vida e investido de una autoridad casi ilimitada, distribuye los oficios
y nombra los provinciales y a los rectores de los distintos colegios; todos
quedan sometidos a la entera disponibilidad que determine la obediencia.
No tard� en difundirse la nueva Compa��a. A la muerte del fundador contaba
ya con doce provincias que se extend�an desde el Brasil al Jap�n, con m�s de
cien casas y cerca de mil miembros. La Compa��a fue de los primeros adalides
de la restauraci�n cat�lica europea, de las misiones y de la ense�anza
cristiana en la sociedad. Los jesuitas fundaron gimnasios, colegios,
seminarios y escuelas superiores. Su programaci�n de estudios �la Ratio
Studiorum- es un modelo de la nueva pedagog�a que ya entonces se presagiaba.
Los grandes m�sticos
Este siglo vio tambi�n nacer a los grandes m�sticos espa�oles, santa Teresa
de �vila y san Juan de la Cruz, adem�s de otras obras de espiritualidad
riqu�simas de san Juan de �vila, san Francisco de Borja, fray Luis de Le�n,
fray Luis de Granada, san Pedro de Alc�ntara.
Es curioso este dato: mientras en el resto de Europa se originaban
movimientos de rebeld�a contra la Iglesia, surge en Espa�a una floraci�n de
autores espirituales, que tiene en los franciscanos su primera
representaci�n. Francisco de Osuna escribe su Tercer abecedario espiritual,
cuyo influjo se har� sentir en santa Teresa de �vila y en otros m�sticos
posteriores.
Pero donde la m�stica y la asc�tica espa�olas alcanzan su punto culminante
es en las obras de los dos grandes santos y escritores carmelitas santa
Teresa de Jes�s y san Juan de la Cruz.
Santa Teresa se decide a llevar a cabo la reforma de su orden y, superando
grandes dificultades, y despu�s de conseguir un Breve favorable de P�o IV,
en marzo de 1563, establece el convento de san Jos�, en la misma �vila, el
primero de la reforma. El papa confirma la nueva fundaci�n dos a�os m�s
tarde, y el general de los carmelitas, Juan B. Rossi (P. Rubeo) le da
permiso para fundar nuevas casas y aun de establecer la reforma de los
varones, junto con san Juan de la Cruz.
En su libro de la Vida, en el Camino de perfecci�n, Las Fundaciones, el
Castillo interior o Las Moradas, modelos inigualables de la lengua espa�ola
que pertenecen al tesoro m�s apreciado de la m�stica del mundo cristiano,
santa Teresa describe los estados m�sticos a que el alma puede ser elevada,
la suerte y las caracter�sticas de la vida espiritual. Lo mismo hace san
Juan de la Cruz en sus conocidas obras Subida al Monte Carmelo, Noche oscura
del alma, C�ntico espiritual, Llama de amor vivo, en las que, al par de una
sana y profunda teolog�a y con gran belleza literaria, describe el proceso
interior del alma hasta llegar a los grados m�s elevados de perfecci�n.
Fuera de Espa�a, el exponente m�s significativo de esta literatura
espiritual es san Francisco de Sales, doctor melifluo y santo amable a la
manera de san Bernardo. Sus tratados de la Introducci�n a la vida devota o
Filotea, el del Amor divino o Te�timo y sus Conversaciones espirituales,
pasan por modelos de la ciencia del esp�ritu, que llenan de dulzura la
virtud y la asc�tica cristianas.
El sue�o dorado de muchos misioneros: Oriente
A ra�z de los nuevos descubrimientos de espa�oles y portugueses se abre el
per�odo de grandes misiones, que se ir�n extendiendo por los inmensos
territorios de Am�rica, Asia y Ocean�a. Tanto los reyes de Espa�a como los
de Portugal tomaron muy en serio su deber cristiano de proveer a la
propagaci�n del Evangelio en las tierras reci�n descubiertas y a ello les
ayuda el despertar misionero de las �rdenes religiosas y de no pocos
miembros del clero secular.
Ser�, pues, este siglo XVI, el siglo de las misiones en Oriente, con san
Francisco Javier, jesuita, a la cabeza, que fue a Goa (1542), Malaca (1545),
Jap�n (1549), lleg� a la frontera de China (1552) y convirti� a numerosos
asi�ticos mediante su apostolado audaz e incansable. Otros jesuitas llegaron
al Congo en 1547, a Marruecos en 1549, y a Etiop�a en 1555. Cien disc�pulos
de Ignacio llegaron a la India. Paralelamente fueron form�ndose las
respectivas di�cesis en territorios asi�ticos. Jap�n contaba con 150 mil
conversiones cuando Taikosama barri� en este mismo siglo con aquella
comunidad cat�lica.
Am�rica cristiana
Debemos la predicaci�n del evangelio en el continente americano a los
franciscanos, dominicos y agustinos principalmente. M�s tarde llegaron los
jer�nimos y los mercedarios que cooperaron a la conversi�n de los naturales.
Los jesuitas predicaron a partir de 1571 en Per� y en 1572 en Nueva Espa�a.
Estos jesuitas se establecieron tambi�n en Brasil y fundaron en Paraguay las
llamadas reducciones, territorios en que florecieron las nuevas
cristiandades a salvo de los posibles desmanes de los conquistadores, y
adem�s eran un medio eficaz para la promoci�n humana y cristiana de los
ind�genas.
La primera reducci�n data de 1610. Lleg� a haber hasta treinta, donde se
agrupaban unos 150.000 habitantes. Se organiz� una vida totalmente
comunitaria sobre bases cristianas. Cada reducci�n estaba dirigida por dos o
tres jesuitas. Todo era com�n. Se ha llamado la rep�blica comunista
cristiana de los guaran�es. El tratado de los l�mites (1750) hizo pasar las
reducciones del dominio espa�ol al portugu�s. Los guaran�es resistieron
alg�n tiempo. La supresi�n de los jesuitas, por presi�n del gobierno
portugu�s, dio el golpe de gracia a las reducciones (1768).
El clero diocesano, especialmente cuando la Compa��a de Jes�s lo educ� en
sus aulas, se encarg� de proseguir el asentamiento de la nueva cristiandad.
La organizaci�n eclesi�stica americana fue calcada de la espa�ola y de la
Iglesia universal: instituci�n de cabildos, seminarios, inquisici�n. Durante
el siglo XVI quedaron erigidas 38 di�cesis a lo largo del continente.
Algunos evangelizadores sobresalientes fueron los siguientes: Fray Juli�n de
Garc�s, defensor de la racionalidad de los naturales; Bartolom� de las Casas
, defensor ac�rrimo de la dignidad de �stos, enemigo inquebrantable de la
encomienda y de la conquista; fray Toribio de Benavente o Motolin�a, muy
amado de los naturales; fray Bernardino de Sahag�n, tesonero estudioso de su
pasado; el obispo don Vasco, organizador e impulsor de la sociedad tarasca;
Pedro de Gante, educador.
Varios m�rtires regaron con su sangre el territorio americano; entre ellos
el obispo fray Antonio de Valdivielso, dominico, muri� a manos de espa�oles
por defender a los ind�genas. Sobresalieron tambi�n por su labor evang�lica:
Francisco Solano, Antonio de Montesinos, Juan de Zum�rraga, Juan del Valle,
Pedro Delgado, Domingo Navarrete, Jos� de Anchieta, y Manuel de N�brega.
La Virgen de Guadalupe y san Juan Diego
La Virgen de Guadalupe se apareci� en 1531 a Juan Diego en el Tepeyac, para
apoyar la evangelizaci�n. Ella es la esencia del alma mexicana, el motivo
supremo de su alegr�a. La Se�ora del Tepeyac, la Madre del amor y de la
santa esperanza, encomend� a Juan Diego llevar su maravilloso mensaje al
obispo Fray Juan de Zum�rraga, cabeza visible de la Iglesia en M�xico,
cuando le dijo: �Es necesario que t�, personalmente, vayas, ruegues, que por
tu intercesi�n se realice, se lleve a efecto mi querer, mi voluntad� .
Juan Diego brilla como uno de los protagonistas de esta s�ntesis admirable:
por un lado es ind�gena con los suyos, con una tradici�n que ven�a desde
remotos antepasados y cuya permanencia en el tiempo era s�mbolo de la
verdad; por otro lado, entra en contacto con el mundo de lo �nuevo� y que,
por lo mismo, no ten�a garant�a de veracidad.
No obstante, aprende a dialogar con la fuente de los s�mbolos espa�oles, la
Virgen Mar�a y el fruto bendito de su vientre, Jes�s, y lo asimila de manera
excepcional en una experiencia religiosa que deja ver la fuerza de la gracia
en el escogido. La historia de las apariciones es el testimonio vivo de la
eficacia de Mar�a como Maestra de un laico ind�gena evangelizador. El �Nican
Mopohua�(�Aqu� se narra�) del sabio y docto ind�gena Antonio Valeriano, es
una relaci�n de alta escuela, donde aparecen �ntimamente relacionados los
protagonistas: la Madre del Hijo de Dios, Juan Diego Cuahtlatoatzin, el
obispo Fray Juan de Zum�rraga y Juan Bernardino.
La Virgen Mar�a proclama a Juan Diego un mensaje que de por s� comporta un
nuevo nacimiento: ��No estoy yo aqu� que soy tu Madre? �No est�s bajo mi
sombra y resguardo? �No soy yo la fuente de tu alegr�a? �No est�s en el
hueco de mi manto, en el cruce de mis brazos? �Tienes necesidad de alguna
cosas?� .Mar�a no s�lo est� dici�ndole a Juan Diego que ella es su
�Madrecita�, sino que adem�s ella se siente honrada y agradecida por serlo.
Juan Diego es el macehual, instrumento de la gracia de Dios, a trav�s de
Mar�a, conocedora de estos menesteres, pues ella misma se hab�a confesado
como �la esclava del Se�or�(cf. Lc 1, 38). De ella recibe el encargo de
subir a cortar variadas flores , de colocarlas en su ayate y de llevarlas a
la presencia de la Soberana, quien las tomar� en sus manos y las volver� a
colocar en la tilma de su embajador. �ste no desempe�a un papel de mero
agente, sino tambi�n de sujeto libre y responsable en manos de Dios. Y este
misionero est� llamado a la alt�sima vocaci�n de ser intermediario para que
el mundo divino, el de las flores de Dios, llenas de vida, �de olor
suav�simo, como perlas preciosas, como llenas de roc�o nocturno� se una al
mundo humano del Tepeyac, que de por s� era �rido y adem�s se encontraba en
la �poca de invierno.
Se anunciaba as� el comienzo de una nueva etapa en la historia del pueblo
ind�gena, fidel�simo a sus dioses y que aparentemente hab�a sido traicionado
por ellos; etapa que hab�a sido ya inaugurada definitivamente por la
Encarnaci�n del Hijo de Dios, en el seno de Mar�a de Nazaret, por obra del
Esp�ritu Santo.
El hijito menor de la celestial Se�ora se encuentra finalmente en el coraz�n
de la encomienda. En frases claras y sencillas se le indica lo que tiene que
decir, a qui�n se lo va a decir y c�mo tiene que hacerlo. Se le recuerda que
no va en nombre propio y que no va a expresar su voluntad. El embajador
emprende el camino. La fe le hace ir adelante, no obstante que ya ha tenido
la experiencia de no ser cre�do por el Obispo, de ser investigado, de
haberse topado con un enfermo terminal. La seguridad le llega porque ha
recibido con mente y coraz�n bien dispuesto el ofrecimiento de la dulce
Se�ora. Y va con toda la autoridad que ha recibido de ella. Lleva en su
regazo las flores con tal cuidado, como un ministro lleva la Eucarist�a. La
se�al no es s�lo para Juan Diego, sino que es para la cabeza de la Iglesia,
que es Juan de Zum�rraga.
Las flores, que de por s� ya eran la expresi�n de algo sagrado, se
convierten en instrumento para pintar en la tilma del embajador ind�gena la
imagen de la Reina del Cielo, de la Madre del Hijo de Dios. Entregadas tilma
y flores al obispo, tenemos la uni�n de dos autoridades, el macehual o
embajador que llevaba la imagen de la Se�ora y el que es convertido en
custodio de la Imagen.
La experiencia de toda una vida culminada con cantos y flores, encuentro con
la Se�ora del Cielo, enfermedad y curaci�n del t�o Bernardino, entrevistas
con el se�or obispo, llevaron a Juan Diego a pedir el honor de poder
dedicarse por completo al servicio de la Morenita, viviendo a un lado del
templo. Para ello solicit� la autorizaci�n del obispo Zum�rraga, dada la
distancia que hab�a entre su casa y la ermita de Guadalupe. Obtenido el
permiso del obispo, dej� todo y se retir� a la ermita para servir a la
Virgen, cuidando de su casita.
Esta comuni�n diaria con los intereses de la Sant�sima Virgen desemboc� en
una vida seg�n el Esp�ritu de Jesucristo: �A diario se ocupaba en cosas
espirituales y barr�a el templo. Se postraba delante de la Se�ora del Cielo
y la invocaba con fervor. Frecuentemente se confesaba y obtuvo la gracia de
poder comulgar tres veces por semana, cosa excepcional para un laico de
entonces. Ayunaba, hac�a penitencia, se disciplinaba, se ce��a cilicio de
malla y buscaba la soledad para poder entregarse a solas a la oraci�n� .
De esta forma, el testimonio de una vida �ntegra alcanzada por Juan Diego,
bajo la acci�n de la gracia divina, provoc� una fama de santidad reconocida
por quienes entraban en contacto con �l. Marcos Pacheco, el primero de los
siete indios ancianos, informantes de Cuauhtitl�n, que declararon en el
proceso de 1666, nos ofrece una s�ntesis al respeto: �Era un indio que viv�a
honesta y recogidamente, que era muy buen cristiano y temeroso de Dios y de
su conciencia, y de muy buenas costumbres y modo de proceder, en tanta
manera que, en muchas ocasiones le dec�a a este testigo la dicha de su t�a:
Dios os haga como Juan Diego y su t�o; porque lo ten�a por muy buenos indios
y muy buenos cristianos�.
Hoy la Iglesia ya lo venera como santo: �san Juan Diego, ruega por
nosotros�. Fue el papa Juan Pablo II quien lo proclam� santo el 31 de
julio de 2002, en su visita a M�xico.
Disputa teol�gica entre dominicos y jesuitas
Mientras ve�amos c�mo la gracia de Dios actu� en este indio Juan Diego y se
prest� libremente a esa acci�n divina, en Europa se daba, miren por d�nde,
una disputa acerca de c�mo act�a la gracia divina en relaci�n con la
libertad humana.
Las afirmaciones de Lutero y de Calvino sobre la gracia y la justificaci�n
estimularon a la teolog�a cat�lica a dedicar una atenci�n especial a los
cap�tulos doctr�nales sobre el estado original del hombre en el para�so
terrestre, el pecado original y la relaci�n entre la gracia y el libre
albedr�o.
La disputa fue entre los dominicos, con una concepci�n m�s r�gida, y los
jesuitas, una soluci�n m�s mitigada.
Luis Molina, jesuita, sosten�a que el hombre realiza libremente sus
acciones, pues la gracia inclina a la libertad sin suprimirla; Dios act�a, a
su vez, en la realizaci�n de los actos buenos dado que por su ciencia sabe
que el hombre los habr� de realizar.
Domingo B��ez, dominico, le llamaba a Molina pelagiano, porque parec�a que
todo lo realiza el hombre con su libertad. B��ez afirmaba que la gracia
eficaz de Dios determina f�sicamente a la voluntad a obrar. Luis Molina
llam� a B��ez calvinista, porque parec�a que suprim�a la libertad del
hombre.
M�s tarde Miguel de Bayo llev� al extremo la posici�n de B��ez, diciendo que
el libre albedr�o, desnaturalizado por el pecado, no pod�a obrar el bien, y
s�lo la gracia de Cristo, ordenando al hombre a Dios, permit�a obrar bien y
meritoriamente. M�s tarde, en el siglo XVII la Iglesia dar�a respuesta a
este problema. Mientras tanto, el Papa Clemente VIII impuso silencio a las
dos partes. No se pudo dar soluci�n definitiva. Y no pod�a ser de otro modo,
ya que el misterio de la cooperaci�n de la gracia divina con el libre
albedr�o del hombre, es, y seguir� siendo, un problema-misterio que
trasciende cualquier argumento de raz�n: �Cu�nto act�a la gracia de Dios y
cu�nto act�a mi libertad a la hora de hacer una acci�n...es un misterio�.
Una pista de este misterio podr�a ser �sta: Dios ilumina mi entendimiento e
inclina mi voluntad para que yo libremente escoja el bien; pero de ninguna
manera mueve mi voluntad f�sicamente hasta el punto que me obligue a obrar
el bien, pues as� no ser�a yo libre. De esta manera se salva, por una parte
la soberan�a y el dominio total de Dios, y, por otra, mi libertad que es
quien escoge ese bien, sin coacci�n ni imposici�n.
CONCLUSI�N
El concilio de Trento dio a la Iglesia la fisonom�a que ha mantenido hasta
un per�odo reciente. �Cat�lico� designa ahora a un grupo particular de
cristianos frente a los protestantes y los ortodoxos. La iglesia cat�lica
sali� del concilio estabilizada, jerarquizada, centralizada en torno a su
cabeza el papa. El concilio integr� armoniosamente el pasado de la iglesia
con su presente, pero guard� silencio ante muchos de los nuevos problemas,
como las transformaciones econ�micas y sociales. Lo har� m�s tarde.
AP�NDICE: Juan Diego y la Virgen de Guadalupe
Aqu� traigo a colaci�n la homil�a del Papa al canonizar al beato Juan Diego,
y al mismo tiempo el mensaje de los obispos mexicanos con motivo de la
canonizaci�n. Tambi�n me ha parecido interesante la entrevista que hicieron
al doctor peruano Jos� Aste Tosmann, que lleva 22 a�os estudiando las
retinas de la Virgen y experto de IBM en procesamiento digital de im�genes.
HOMIL�A DEL PAPA EN LA CANONIZACI�N DE JUAN DIEGO
* * *
1."�Yo te alabo, Padre, porque has escondido estas cosas a los sabios y
entendidos, y las has
revelado a la gente sencilla! �Gracias, Padre, porque as� te ha parecido
bien!" (Mateo 11, 25).
Queridos hermanos y hermanas: Estas palabras de Jes�s en el evangelio de hoy
son para nosotros una invitaci�n especial a alabar y dar gracias a Dios por
el don del primer santo ind�gena del Continente americano. Con gran gozo he
peregrinado hasta esta Bas�lica de Guadalupe, coraz�n mariano de M�xico y de
Am�rica, para proclamar la santidad de Juan Diego Cuauhtlatoatzin, el indio
sencillo y humilde que contempl� el rostro dulce y sereno de la Virgen del
Tepeyac, tan querido por los pueblos de M�xico.
****
3.�C�mo era Juan Diego? �Por qu� Dios se fij� en �l? El libro del
Eclesi�stico, como hemos escuchado, nos ense�a que s�lo Dios "es poderoso y
s�lo los humildes le dan gloria" (3, 20). Tambi�n las palabras de San Pablo
proclamadas en esta celebraci�n iluminan este modo divino de actuar la
salvaci�n: "Dios ha elegido a los insignificantes y despreciados del mundo;
de manera que nadie pueda presumir delante de Dios"(1 Co 1, 28.29).
Es conmovedor leer los relatos guadalupanos, escritos con delicadeza y
empapados de ternura. En ellos la Virgen Mar�a, la esclava "que glorifica al
Se�or" (Lucas 1, 46), se manifiesta a Juan Diego como la Madre del verdadero
Dios. Ella le regala, como se�al, unas rosas preciosas y �l, al mostrarlas
al Obispo, descubre grabada en su tilma la bendita imagen de Nuestra Se�ora.
"El Acontecimiento Guadalupano-como ha se�alado el Episcopado
Mexicano-signific� el comienzo de la evangelizaci�n con una vitalidad que
rebas� toda expectativa. El mensaje de Cristo a trav�s de su Madre tom� los
elementos centrales de la cultura ind�gena, los purific� y les dio el
definitivo sentido de salvaci�n" (14.05.2002, n. 8). As� pues, Guadalupe y
Juan Diego tienen un hondo sentido eclesial y misionero y son un modelo de
evangelizaci�n perfectamente
inculturada.
4."Desde el cielo el Se�or, atentamente, mira a todos los hombres" (Sal 32,
13), hemos recitado con el salmista, confesando una vez m�s nuestra fe en
Dios, que no repara en distinciones de raza o de cultura. Juan Diego, al
acoger el mensaje cristiano sin renunciar a su identidad ind�gena, descubri�
la profunda verdad de la nueva humanidad, en la que todos est�n llamados a
ser hijos de Dios en Cristo. As� facilit� el encuentro fecundo de dos mundos
y se convirti� en protagonista de la nueva identidad mexicana, �ntimamente
unida a la Virgen de Guadalupe, cuyo rostro mestizo expresa su maternidad
espiritual que abraza a todos los mexicanos. Por ello, el testimonio de su
vida debe seguir impulsando la construcci�n de la naci�n mexicana, promover
la fraternidad entre todos sus hijos y favorecer cada vez m�s la
reconciliaci�n de M�xico con sus or�genes, sus valores y tradiciones.
Esta noble tarea de edificar un M�xico mejor, m�s justo y solidario,
requiere la colaboraci�n de todos. En particular es necesario apoyar hoy a
los ind�genas en sus leg�timas aspiraciones, respetando y defendiendo los
aut�nticos valores de cada grupo �tnico. �M�xico necesita a sus ind�genas y
los ind�genas necesitan a M�xico! Amados hermanos y hermanas de todas las
etnias de M�xico y Am�rica, al ensalzar hoy la figura del indio Juan Diego,
deseo expresarles la cercan�a de la Iglesia y del Papa hacia todos ustedes,
abraz�ndolos con amor y anim�ndolos a superar con esperanza las dif�ciles
situaciones que atraviesan.
5.En este momento decisivo de la historia de M�xico, cruzado ya el umbral
del nuevo milenio, encomiendo a la valiosa intercesi�n de San Juan Diego los
gozos y esperanzas, los temores y angustias del querido pueblo mexicano, que
llevo tan adentro de mi coraz�n.
�Bendito Juan Diego, indio bueno y cristiano, a quien el pueblo sencillo ha
tenido siempre por var�n santo! Te pedimos que acompa�es a la Iglesia que
peregrina en M�xico, para que cada d�a sea m�s evangelizadora y misionera.
Alienta a los Obispos, sost�n a los sacerdotes, suscita nuevas y santas
vocaciones, ayuda a todos los que entregan su vida a la causa de Cristo y a
la extensi�n de su Reino.
�Dichoso Juan Diego, hombre fiel y verdadero! Te encomendamos a nuestros
hermanos y hermanas laicos, para que, sinti�ndose llamados a la santidad,
impregnen todos los �mbitos de la vida social con el esp�ritu evang�lico.
Bendice a las familias, fortalece a los esposos en su matrimonio, apoya los
desvelos de los padres por educar cristianamente a sus hijos. Mira propicio
el dolor de los que sufren en su cuerpo o en su esp�ritu, de cuantos padecen
pobreza, soledad, marginaci�n o ignorancia. Que todos, gobernantes y
s�bditos, act�en siempre seg�n las exigencias de la justicia y el respeto de
la dignidad de cada hombre, para que as� se consolide la paz. Amado Juan
Diego, "el �guila que habla"! Ens��anos el camino que lleva a la Virgen
Morena del Tepeyac, para que Ella nos reciba en lo �ntimo de su coraz�n,
pues Ella es la Madre amorosa y compasiva que nos gu�a hasta el verdadero
Dios. Am�n.
MENSAJE DE LOS OBISPOS MEXICANOS SOBRE LA CANONIZACI�N DE JUAN DIEGO
1.Despu�s de haber celebrado el misterio de la muerte y resurrecci�n de
Jesucristo en la Pascua, los Pastores del Pueblo de Dios en M�xico queremos
compartir con ustedes, hermanas y hermanos, nuestra alegr�a por la
canonizaci�n del Beato Juan Diego Cuauhtlatoatzin el pr�ximo 31 de julio del
presente a�o 2002 y la Beatificaci�n, el 1 de agosto, de Juan Bautista y
Jacinto de los �ngeles, m�rtires oaxaque�os en los albores de la
evangelizaci�n de nuestro pa�s. Exhortamos a todos a que nos preparemos en
la oraci�n, la reflexi�n y la celebraci�n a vivir este tan importante
acontecimiento de nuestra vida eclesial.
QUINTA VISITA DE JUAN PABLO II
2.Juan Pablo II nos visitar� por quinta vez. Reiteradamente ha manifestado
su amor a M�xico, donde descubri�, a los pies de Nuestra Se�ora de
Guadalupe, el matiz evangelizador e itinerante que habr�a de tener su
pontificado, para iluminar a hombres y mujeres con la verdad de Jesucristo.
Su ejemplo de entrega infatigable es para todos los miembros de la Iglesia
un est�mulo y testimonio vivo de c�mo impulsar la Nueva Evangelizaci�n. Ser�
una nueva oportunidad para que correspondamos con afecto y entusiasmo,
reiterando nuestra fidelidad a Jesucristo y a su Iglesia en comuni�n con el
sucesor de San Pedro en la C�tedra de Roma.
EL CAMINO DE JUAN DIEGO
3.Juan Diego es miembro de una cultura ind�gena con valores familiares y
sociales que sirvieron de base para la vocaci�n recibida despu�s de haber
sido bautizado.
4.Esta existencia adquiere un nuevo significado con lo sucedido en el mes de
diciembre de 1531, en la colina del Tepeyac. Este acontecimiento es conocido
como el Hecho Guadalupano, teniendo como protagonistas a la Madre del
verdadero Dios por quien se vive, el mismo Juan Diego, el obispo Fray Juan
de Zum�rraga y Juan Bernardino; desde entonces, el laico Juan Diego est�
indisolublemente unido al Hecho Guadalupano.
5.Juan Diego es el embajador fiel, que, al contacto con la llena de gracia,
reconoci� al Verdadero Dios por quien se vive y al Hijo que ella tra�a
consigo; y, movido por la acci�n del Esp�ritu Santo, se puso al servicio de
la obra anunciada por la Virgen Mar�a.
6.En diversas ocasiones y con diversos signos se present� ante Fray Juan de
Zum�rraga, cabeza visible de la incipiente Iglesia en M�xico,
transmiti�ndole a �l y nada m�s que a �l, el deseo de la "ni�a celestial",
hasta lograr su encomienda.
7.El vidente y embajador se dej� envolver por el Esp�ritu divino y acept�
convertirse en testigo de todo lo acontecido a favor de sus hermanos,
cooperando de esta forma en el acercamiento del mundo ind�gena y el mundo
espa�ol.
8.El Hecho Guadalupano signific� el comienzo de la evangelizaci�n con una
vitalidad que rebas� toda expectativa. El mensaje de Cristo a trav�s de su
Madre tom� los elementos centrales de la cultura ind�gena, los purific� y
les dio el definitivo sentido de salvaci�n; as� se convirti� en un modelo de
evangelizaci�n inculturada y un reto para todos los agentes de
evangelizaci�n que trabajan por hacer presentes los valores del Evangelio en
las culturas de la sociedad mexicana.
SIGNIFICADO PARA LA IGLESIA EN M�XICO
9.Un santo es patrimonio de la Iglesia universal y modelo de vida para toda
persona abierta a la verdad. Juan Diego es un santo que se ofrece al
ind�gena, al mestizo y al criollo, al ni�o, al joven y al adulto. "Todos los
cristianos �como nos lo recuerda el Papa Juan Pablo II en su Carta
Apost�lica Novo Millennio Ineunte n. 30- est�n llamados a la plenitud de la
vida cristiana y a la perfecci�n del amor". El profesionista, el ama de
casa, y el cl�rigo pueden encontrar en Juan Diego una inspiraci�n para saber
valorar lo que son y lo que est�n llamados a realizar en el ambiente en que
viven, para sembrar semillas de justicia, amor y paz y ayudar a que
fructifiquen.
10.Canonizar a un bautizado significa que la autoridad competente de la
Iglesia declara, p�blica y solemnemente, que la existencia de dicha persona
ha sido una forma aut�ntica de encarnar el Evangelio de Jesucristo. Por
ello, el santo es digno de veneraci�n e invocaci�n, y su forma de vida un
ejemplo inspirador para que otros vivan la propia vocaci�n en el seguimiento
radical de Cristo hasta llegar al encuentro definitivo con el Padre en el
reino de los cielos.
11.La canonizaci�n del Beato Juan Diego se levanta como nueva voz que llama
a la santidad a todos los bautizados. Queremos presencia de cada uno de
ellos en la conformaci�n de un tejido social m�s civilizado y m�s inspirado
en la mentalidad de Santa Mar�a de Guadalupe: mostrar el amor y la ternura
de Dios hacia todos los moradores de estas tierras, especialmente hacia los
m�s pobres y desamparados. El reconocimiento oficial de la Iglesia de la
santidad de vida de Juan Diego es, por otra parte, una forma de dignificar
al ind�gena, tantas veces marginado y menospreciado en nuestra patria.
12.Hace patente adem�s el amor providencial de la Iglesia y del Papa por los
ind�genas; y reitera nuevamente el firme repudio a las injusticias,
violencias y abusos de que han sido objeto a lo largo de la historia. La
Iglesia contempla e invita a contemplar los aut�nticos valores ind�genas con
amor y esperanza... El Papa, con la canonizaci�n, alienta a los pueblos
aut�ctonos de M�xico y Am�rica a que conserven con sano orgullo la cultura
de sus antepasados y apoya a todos los ind�genas en sus leg�timas
aspiraciones y justas reivindicaciones.
13.La vida de Juan Diego ha de ser un renovado est�mulo en la construcci�n
de la naci�n mexicana en la que haya una reconciliaci�n con sus or�genes,
con su historia, con sus valores y tradiciones. Naci�n en la que su progreso
est� fundamentado en el valor de la persona humana con todos sus derechos
inalienables. En donde la confluencia de la diversidad encuentre la comuni�n
en una b�squeda creativa. Donde las leyes que salvaguarden la convivencia
aseguren la justicia y la solidaridad. Donde los m�s d�biles encuentren
salvaguardada su dignidad y los m�s favorecidos, cauces eficaces para la
fraternidad.
CONCLUSI�N
14.La canonizaci�n de Juan Diego es el cumplimiento de la promesa que la
Ni�a del Tepeyac hizo a su querido Juan Dieguito, se lo asegur� y se lo
cumple: �Ten por seguro que mucho te lo agradecer� y te lo pagar�, que por
ello te enriquecer�, te glorificar�, y mucho de all� merecer�s que yo te
retribuya tu cansancio, con el que vas a solicitar el asunto al que te
env�o" (Nic�n Mopohua). Le pedimos a esta dulce Madre de la Naci�n mexicana,
patrona de Am�rica y de Filipinas nos ayude a similar su pedagog�a para
realizar una evangelizaci�n inculturada en todos los territorios, ambientes
y sectores de M�xico y de Am�rica e interceda para que los hombres
aprendamos a amarnos y aceptarnos como hijos de un mismo Padre
M�xico, D. F. a 14 de mayo del 2002
Obispos de M�xico
ENTREVISTA
�LAS FIGURAS QUE APARECEN EN LOS OJOS DE LA GUADALUPANA NO EST�N
PINTADAS�
P. Esas figuras, �no pueden ser obra humana?
R. Jos� Aste Tonsmann: No, por tres motivos. En primer lugar, no son
visibles al ojo humano, salvo una: la del espa�ol, que es la m�s grande.
Nadie podr�a haber pintado unas siluetas tan peque�as. En segundo lugar, los
pigmentos de esas figuras no se sabe qu� origen tienen. Ocurre lo mismo con
la imagen de la Virgen: no est� pintada, y nadie sabe a�n c�mo se estamp�
sobre la tilma de Juan Diego.
P. �Y el tercero?
R. Jos� Aste Tonsmann: Las trece figuras se repiten en los dos ojos. �Qu�
artista har�a eso? Adem�s, su tama�o var�a de un ojo al otro, dependiendo de
lo cerca que estuviera el personaje del ojo izquierdo o derecho de la
Virgen.
P. �Qu� proceso sigui� en su experimento?
R. Jos� Aste Tonsmann: Primero se toman unas fotograf�as de los ojos.
Despu�s se digitalizan. Son le�das por el ordenador, y se realizan
ampliaciones y filtrado de las im�genes.
P. �Qui�nes aparecen en los ojos?
R. Jos� Aste Tonsmann: Hay un sirviente casi desnudo; un anciano (el obispo
Fray Juan de Zum�rraga); un joven (el traductor); un ind�gena con una tilma
(Juan Diego); una mujer negra (una esclava); un espa�ol con barba; y por
�ltimo, una familia ind�gena con padre, madre, tres hijos y dos adultos m�s,
que pueden ser abuelos o t�os.
P. �C�mo sabe que el resto de figuras corresponde a la esclava, al
traductor, etc.?
Jos� Aste Tonsmann: Hay constancia hist�rica. El anciano que aparece en los
ojos de la Virgen guarda gran parecido con los cuadros del obispo Zum�rraga
que hay de la �poca. Sobre la esclava negra, Zum�rraga dice en su testamento
que le da la libertad, e incluso sabemos que se llamaba Mar�a. En el Archivo
de Indias se conserva el acta de embarque del obispo cuando march� al Nuevo
Mundo.