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EL REINO DE HIERRO – Christopher Clark

9788490608098«A la vacía trinidad francesa de igualdad, libertad y fraternidad oponemos los alemanes nuestras tres sólidas verdades:  artillería, infantería y caballería». Un libro sólido como el acero Krupp.

Prusia fue la última de las grandes naciones surgidas en el concierto europeo. Solo a partir de la Guerra de Sucesión Española comienza a destacar como un actor de importancia, que desde Federico el Grande se considera fundamental en el concierto europeo. En el juego de poder entre Francia e Inglaterra, Prusia es un aliado vital para operar en los campos de batalla europeos.

Y este libro va a narrarnos, de forma detallada, clara y fluida, la historia de este estado, su carácter y su evolución. Desde su problemático nacimiento, un poder territorial entre tantos otros del Sacro Imperio Romano de la Nación Germánica, hasta su gloria suprema en la galería de los espejos de Versalles y su doble caída en las dos guerras mundiales. 

Lógicamente, la cronología del libro es engañosa. Desde 1870 la historia de Prusia se funde con la de Alemania, por lo que el grueso del libro abarca realmente solo hasta esa fecha decisiva, con Prusia cumpliendo su destino histórico (parafraseando a Bismarck).

La historia del reino corre pareja a la de sus reyes, y el autor establece una curiosa alternancia entre reyes «barrocos» y «militares». Es decir entre figuras ligadas al belicismo, a la expansión militar (destacadamente Federico el Grande y el kaiser Guillermo I) y otros reyes más «barrocos», civiles, pacíficos, ligados a las obras públicas y la paz interior. No en vano, entre el fin de las Guerras Napoleónicas y la Guerra Austro-Prusiana, se consideraba a Prusia una nación que había abdicado de su papel de potencia europea en favor de un dulce sueño de paz y aislamiento.

No poca importancia da el autor a la evolución del estado prusiano en base a principios de eficacia y burocracia, como una corriente liberal, progresista, muy ligada al poder de la corona, y combatida por los terratenientes del Este (nuestros famosos y caricaturizados junkers, que pueblan novelas y relatos, apropiándose de la esencia de los «prusiano») ansiosos de mantener sus propias cuotas de independencia.

Prusia necesitó establecer su propio camino al éxito. Y ese camino iba necesariamente ligado a la conservación de la herencia real íntegra (algo que facilitó la casualidad más que la planificación) y a una cuidadosa elección de los aliados a los que apoyar en los grandes conflictos europeos (la neutralidad fue una política fallida durante la guerra de los 30 años). Hasta Federico II, Prusia es solo una pieza más en el tablero de los grandes. Pero a partir de ese momento, se convierte en la alternativa real a Austria para dominar el escenario alemán. Un escenario que Inglaterra necesita para asegurar Hannover, en el que Francia tiene que moverse forzosamente y que Rusia ambiciona desde el Este. Sin embargo, Prusia ha llegado para quedarse. Y en este momento, el XVIII, el autor intenta apartar a Federico el Grande de su leyenda, esa leyenda tan vinculada a una cierta imagen de Prusia que ya hemos comentado. Federico como un gran líder, pero también como un comandante con limitaciones, al que se ha sacralizado por un número limitado de victorias obtenidas en condiciones muy favorables.

Sus inmediatos sucesores tratarán de mantener esa política de «sagrado egoísmo», pero sin unas dotes diplomáticas a la altura de Napoleón.  En Jena, la catastrófica Jena, fallece la posibilidad de una política independiente prusiana, centrada en el norte de Alemania. Y es que hará falta alguien del talento de Bismarck para establecer un edificio diplomático en el que Prusia pueda recoger todos los trozos de Alemania para formar en torno suyo un imperio sólido y prometedor.

Imperio que no bastará la histriónica figura del kaiser Guillermo II para conservar. Merece la pena comentar como en el libro se incluyen incluso caricaturas publicadas en Alemania durante aquella época sobre el kaiser, cuya megalomanía y obsesión por opinar sobre cualquier cosa le privaron del halo de santidad y reverencia que sí obtuvo en vida su aliado el Emperador Francisco José, encerrado en su aislamiento y sus rutinas. Dos tipos de monarquía diferentes, en la que una parecía anunciar el estilo de los políticos populistas del futuro mientras que el otro se refugiaba en la sacralización de un monarca encerrado en su mutismo.

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9 comentarios en “EL REINO DE HIERRO – Christopher Clark

  1. APV dice:

    Muy interesante.

    Prusia, inicialmente un peón menor (comparado con Sajonia o el Palatinado) pero que será consolidado por otras potencias como un contrapoder en el norte (antes se había echado mano de Dinamarca y Suecia, esta última resultó demasiado ambiciosa para sus vecinos). Así será un estado que irá aglutinando la otra Alemania (frente a Austria), y ayudada indirectamente por Francia (tanta invasión francesa va reforzando el sentimiento de unión alemana y fusionando los pequeños estados) y Gran Bretaña.

  2. Vorimir dice:

    Un gran libro, por tamaño y por contenido. Debo decir que leí enteros varios capítulos pero resto le tocó una lectura en diagonal. tenía que reseñarlo en una semana y no me daba tiempo si no. Pero me ha dejado con ganas de rematar al 100% la lectura. Me llamó la atención a que incluso tras la fusión el autor sepa tan bien hacernos distinguir entre Alemania y Prusia.

    Buena reseña, Uro.

  3. Arturus dice:

    Un libro muy interesante que me apunto para el futuro…
    Buena reseña, Uro.

  4. Farsalia dice:

    Como comenté en el foro, cuando lo terminé, este es un espléndido libro sobre, y cito al autor, «cómo Prusia se hizo y se deshizo. Solo a través de una apreciación de ambos procesos podemos comprender cómo un estado que un tiempo había destacado notablemente en la conciencia de tantos, pudo, de manera tan abrupta y general, desaparecer, sin que nadie lo llore, del escenario político». Una historia que comienza en la Marca de Brandemburgo, un territorio arenoso que a principios del siglo XVI no destacaba en el seno del Sacro Imperio Romano Germánico, y que con la familia de los Hohenzollern, que poseyeron la Prusia Ducal desde su secularización en 1525, inició una senda propia. Clark pone en énfasis a lo largo del libro varios aspectos.

    La cuestión religiosa, candente en los tiempos de la Reforma, y que a principios del siglo XVII llevó al margrave Juan Segismundo a abrazar el calvinismo, frente el luteranismo de su estado, y a intentar convertirlo en confesión predominante en Brandemburgo; o el peso del pietismo a lo largo del siglo XVIII y la emancipación de los judíos. La cuestión territorial, o cómo gobernar (y ampliar) un estado con territorios dispersos (en Renania, en Brandemburgo, en la Prusia oriental) y en la labor del Gran elector Federico Guillermo (1640-1688) para crear un estado homogéneo en tiempos convulsos (la Guerra de los Treinta Años, las guerras posteriores contra suecos y polacos). La cuestión «real», que obsesionó al hijo de Federico Guillermo, Federico I, rey «en» Prusia, y la dicotomía que surgió entre el ceremonial que algunos reyes prusianos valoraron y que otros despreciaron. El «reformismo» que surgió de la debacle de 1806 frente a Napoleón y forzó a Prusia a un «salto hacia adelante» que le permitió superar ese «trauma» y establecerse como potencia principal y rival de Austria en el marco germánico durante la primera mitad del siglo XIX; y de ahí la dicotomía entre un proyecto de «gran alemán» con Austria como socia imperial o «pequeño alemán» con Prusia como cabeza rectora de un proyecto imperial que fue navegando con zozobra con otra dicotomía, esta vez entre liberales y conservadores en las décadas centrales del Ochocientos. El encaje y el papel de Prusia en el Sacro Imperio, primero, y en Alemania después (el Reich alemán), que fue esencial a lo largo del siglo XIX, antes y después de la unificación de 1871 (y las cuatro guerras que condujeron a tal proceso: 1859-1861, 1864, 1866, 1870). No fue baladí esta cuestión pues Prusia siguió siendo un estado «diferente» (como los otros reinos y ducados) en el Reich proclamado en el Salón de lso Espejos del palacio de Versalles, un 18 de enero de 1871 (el mismo día en el que, en 1701, Federico I fue proclamado rey «en» Prusia). Guillermo II era rey de Prusia y káiser alemán (no káiser de Alemania), una cuestión, entre otras (una centralización incompleta, por ejemplo) que mostraba que el Reich alemán (el II, según la tradición) tuvo mucho de confederación, más que de un imperio «unitario» y «unido»; de ahí que derribada la(s) monarquía(s) en noviembre de 1918 el Reich pasara a ser República pero manteniendo una estructura territorial similar a la del período imperial.

    Todos estos elementos son esenciales para comprender cómo fue el «auge y caída» de Prusia. El libro se nutre además de las pinceladas biográficas de soberanos y ministros, destacando el Gran elector Federico Guillermo, el rey sargento Federico GUillermo I, Federico II el Grande, los Federicos Guillermos que le sucedieron (especialmente el III) y el problemático káiser Guillermo II; ministros como Stein, Hardenberg, cómo no Bismarck, Otto Braun en el período weimariano, el presidente Hindenburg. En ocasiones, no demasiadas, Clark se vuelve algo repetitivo. La traducción también en algún momento es discutible, especialmente en los primeros capítulos cuando no queda claro el criterio de traducir los nombres de regiones alemanas o de príncipes de la casa Hohenzollern. Pero es algo momentáneo que apenas se repite después.

    En conclusión, un espléndido libro, muy recomendable.

  5. Noa dice:

    Venía en busca de foros literarios y… tío, me mola mucho éste sitio.

    Noa
    http://www.hiddenwords.es

  6. Rodrigo dice:

    Yo voy juntando plata en el chanchito, visto lo caro, carísimo que irá a estar el libro una vez que arribe a estos lares… La cosa es que no pienso dejarlo escapar.

  7. Publio dice:

    Buena reseña, Uro. Un libro que a priori es muy interesante y que queda anotado para pendientes.

  8. Urogallo dice:

    Forjáos duros como el acero Krupp

  9. iñigo dice:

    Qué pedazo de ensayo, por Dios… Buenísimo!!!

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