Pedro Alonso López, el ‘monstruo de los Andes’ que asesinó a más de 300 niñas y desapareció hace 23 años sin dejar rastro - Infobae

Pedro Alonso López, el ‘monstruo de los Andes’ que asesinó a más de 300 niñas y desapareció hace 23 años sin dejar rastro

Vivió en las calles de Bogotá, estuvo en Ayacucho donde ultrajó y mató a varias niñas, y fue capturado en Ambato cuando quiso raptar a una menor. Fue liberado en 1998 del centro psiquiátrico porque estaba “sano”. La Interpol lo sigue buscando, pero su paradero es desconocido.

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El 'monstruo de los Andes’, Pedro Alonso López, es considerado como el peor asesino serial de la historia de Colombia.
El 'monstruo de los Andes’, Pedro Alonso López, es considerado como el peor asesino serial de la historia de Colombia.

Caminaba tranquilo buscando a su próxima víctima en un supermercado de Ambato. Puso sus ojos en una niña de 12 años, la cogió en su brazos y salió corriendo del lugar. Los gritos de la madre alertaron a los clientes y a los trabajadores. Justo cuando estaba fugando con la menor fue atrapado y entregado a las autoridades. Acababan de evitar la muerte de Marie, quien habría sido víctima de Pedro Alonso López, más conocido como ‘el monstruo de los Andes’, un secuestrador que violó y mató a más de 300 menores en Colombia, Ecuador y Perú.

Nació un 8 de octubre de 1948 en el municipio colombiano de Venadillo, Tolima. Era el séptimo hijo de 13 hermanos. Tuvo una infancia infeliz: su madre era prostituta y, al vivir en una casa de una sola habitación, solo una cortina separaba el lugar del trabajo sexual de la mujer con el espacio donde dormían sus hijos, así que era común que escuchara los gemidos con los parroquianos.

A los 9 años intentó violar a su hermana menor, cuando su madre se enteró, lo botó de la casa. Se convirtió en un vagabundo por las calles de Bogotá. Fue violado constantemente por hombres que supuestamente quisieron ayudarlo y tuvo que aprender a sobrevivir: peleaba con cuchillos, fumaba pasta básica de cocaína, robó en viviendas y buscó comida en la basura.

A los 12 años, Pedro creyó encontrar una salida cuando fue adoptado por una pareja de estadounidenses. Estaba sociabilizando con su nueva familia y sus nuevos amigos, pero un profesor de la escuela lo violó y decidió regresar a las calles. Se prometió que no regresaría más a una casa adoptiva y volvió a delinquir.

A los 21 años fue condenado a siete años de prisión por robo. En la cárcel, se convirtió en el juguete sexual de los presos, pero se cansó de la situación: degolló a sus agresores y se dio cuenta del placer que le causaba asesinar.

Pedro Alonso López, el 'monstruo de los Andes', de quien se desconoce su paradero actualmente. Foto: AP
Pedro Alonso López, el 'monstruo de los Andes', de quien se desconoce su paradero actualmente. Foto: AP

VIAJE A PERÚ

Al cumplir su condena y quedar libre, Pedro viajó a Ayacucho, en Perú. Elegía a las niñas andinas “que tuvieran los ojos más inocentes”, explicó en su detención, y les ofrecía regalos para que lo acompañaran al campo.

Ya alejados de los pueblos, comenzaba su ritual.

“Obligaba a la niña a tener sexo conmigo y ponía mis manos alrededor de su garganta. Cuando el sol salía la estrangulaba. (…) Solo era bueno si podía ver sus ojos. Nunca maté a nadie de noche. Habría sido un desperdicio en la oscuridad, tenía que verlas a la luz del día (…). Había un momento divino cuando ponía mis manos alrededor del cuello de las niñas y observaba cómo se iba apagando la luz de sus ojos. Solo aquellos que matan saben a qué me refiero”, dijo en su manifestación a la policía.

Luego de ultrajarlas, las estrangulaba para matarlas; practicaba necrofilia con sus cuerpos ya sin vida, y los escondía o enterraba para no ser descubierto. En su visión, no secuestraba a niñas blancas porque “sus padres vigilaban demasiado”, por eso se dirigía a las menores andinas.

Se conoce que en Perú mató a cerca de 100 niñas de entre 9 y 12 años, y allí se comenzó a llamar como el ‘monstruo de los Andes’.

Un grupo de pobladores ayacuchanos sospechaban de él hasta que lo capturaron cuando quiso raptar a una menor.

“Los indios en el Perú me habían atado y enterrado en la arena hasta el cuello cuando se enteraron de lo que les había estado haciendo a sus hijas. Me habían cubierto de miel y me iban a dejar para ser devorado por las hormigas, pero una señora misionera americana vino en su jeep y les prometió que me entregaría a la Policía”, contó.

Había visto la muerte de cerca como tantas veces en las calles bogotanas.

La misionera y él se alejaron. Ella lo dejó marchar. Pero existe la otra versión: lo llevó a las autoridades peruanas, pero como no les interesaba lo que sucedía con las comunidades indígenas en Ayacucho lo terminaron deportando a Ecuador. Allí, Pedro escapó y se estableció en Ambato.

ASESINATOS EN ECUADOR

Entre 1978 y 1980, el número de desapariciones de niñas estaba en aumento en Colombia y Ecuador. Para los policías de estos países esto se trataba por el aumento de la trata de personas y la esclavitud sexual y jamás se fijaron en un asesino en serie como el ‘monstruo de los Andes’. Hasta 1980.

Una riada que inundó la ciudad ecuatoriana arrojó a la luz cuatro cuerpos de niñas desaparecidas que los forenses determinaron que habían sido asesinadas. Esto generó una alerta y una investigación para dar con el criminal, pero había un problema: no tenían a ningún sospechoso, ni mucho menos algún dato.

Pedro Alonso López fue liberado en 1998. Interpol lo busca desde 2002 por el asesinato de 350 personas.
Pedro Alonso López fue liberado en 1998. Interpol lo busca desde 2002 por el asesinato de 350 personas.

CAPTURA, DETENCIÓN Y LIBERTAD

Las búsquedas continuaron en Ecuador para dar con el homicida, pero las pistas eran inconclusas y se estrellaban con un sinfín de dudas. Hasta que el ‘monstruo de los Andes’ cometió un error cuando quiso raptar a la niña Marie en el supermercado.

Fue capturado, pero no quiso confesar los delitos. Él era el culpable, pero mantuvo la boca cerrada por varios días. Los investigadores revisaron el caso para encontrar una salida y se encontraron con la fe católica que profesaba con mucho ahínco. La única solución fue que converse con el sacerdote Córdoba Gudino. Allí, frente a él como en un confesionario en una inglesa, le contó todo.

“Me ha confesado actos tan horribles, bestiales y violentos que no podía seguir escuchándole. Primero violaba a las niñas y luego las estrangulaba mirándolas fijamente a los ojos porque en ese instante la excitación sexual y el placer llegaban su máximo punto, antes de que su vida se marchitara”, dijo el cura, quien no salía de su asombro.

La policía continuó interrogándolo. Justificó sus crímenes por su dura infancia con su madre y su adolescencia en las calles.

“Perdí mi inocencia a la edad de ocho años, así que decidí hacer lo mismo a tantas muchachas jóvenes como pudiera (...)”. Prefería a las ecuatorianas porque“son más dóciles y más confiadas e inocentes, no son como las muchachas colombianas que sospechan de extraños”.

Algunas víctimas del 'monstruo' de los Andes'. Captura: YouTube
Algunas víctimas del 'monstruo' de los Andes'. Captura: YouTube

En su confesión relató que cuando las niñas estaban muertas cavaba un hoyo y las iba enterrando en grupos de tres o de cuatro para, después, ir a visitarlas, y a quienes bautizó como “muñequitas”. Era usual que ‘conversara’ con los cadáveres, pero “como ellas no se podían mover me aburría e iba a buscar nuevas niñas”.

Pedro explicó que los asesinatos le causaban placer y “la excitación sexual más profunda antes que su vida se marchitara”.

Los policías comenzaron a dudar de su testimonio, pero el ‘monstruo de los Andes’, con ego, los dirigió a los diferentes lugares para desenterrar a las víctimas: encontraron un total de 74 cadáveres, niñas entre 8 y 12 años, con signos de haber sido violentadas, pero el psicópata confesó que eran más, que eran 110. Así, entre Perú, Colombia y Ecuador asesinó a más de 300 menores.

Fue sentenciado a 16 años de cárcel, que en en 1980 era la pena máxima en Ecuador por delitos de ese tipo. Estuvo preso hasta 1994, lo extraditaron a Colombia para que sea juzgado, pero el magistrado lo halló “demente”, y por lo tanto, inimputable. Fue enviado a un hospital psquiátrico donde permaneció cuatro años, le impusieron una fianza de cincuenta dólares, la obligación de un tratamiento psiquiátrico y un seguimiento mensual de su caso ante una autoridad judicial. Nunca cumplió nada. Apenas lo liberaron, el ‘monstruo de los Andes’ desapareció y se desconoce su paradero desde 1998.

No importó que en el centro psiquiátrico dijera estas frases: “El momento de la muerte es apasionante, y excitante. Algún día, cuando esté en libertad, sentiré ese momento de nuevo. Estaré encantado de volver a matar. Es mi misión”. O que en los exámenes psicológicos que le practicaron al criminal se revelara que era un “sociópata” con un “trastorno de personalidad antisocial”, sin “conciencia” ni “empatía”, con gran habilidad para el engaño y la manipulación mediante sus palabras.

Cuatro años después, en 2022, la Interpol emitió una orden de búsqueda y captura contra Pedro Alonso López por las similitudes con el asesinato de una menor en El Espinal, una de las zonas donde captaba a las niñas. Y en 2012, en el municipio colombiano de Tunja se halló a otra menor degollada. Los asesinatos siguieron el mismo ‘modus operandi’ que el ‘monstruo de los Andes’.

LA ÚLTIMA VISITA A SU MADRE

“Madrecita, arrodíllese que voy a echarle una bendición”, le dijo Pedro al visitar a su progenitora. No se mostró violento, tampoco la culpó de su infancia y adolescencia. Le exigió dinero y nunca más lo volvió a ver. Para ella, él sigue vivo pese a que hace 23 años se desconoce su paradero.

“Sé que no ha muerto. Otros familiares míos se me han aparecido en forma de ‘presencia’ después de que falleciesen. Pero él no. Sé que sigue ahí, en alguna parte”, dijo.

Se estima que mató y violó a un poco más de 350 niñas. No hay un número exacto para las víctimas que fueron atacados por este psicópata. La Interpol sigue buscando, a quien sería el asesino en serie con mayor cantidad de víctimas superando, incluso, a Harold Shipman, el afable médico inglés que mató a 235 personas.

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